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El Bosque de los Tres Espíritus


Ellie Moody
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Era extraño sentir hablar de aquellos recuerdos de la Orden antigua. Scarlet, después de darme las gracias por querer acompañarla, situó el Bosque cerca del Templo Blanco. Eso hizo trabajar mi propia memoria y recordé las ceremonias de ascenso o descenso, las escaleras blancas y cómo desde allá se veía un Bosque. ¿Tenía ese nombre? Eso no lo recordaba pero sí el verdor de aquellos árboles y el misterio que encerraban entre sus hojas.

 

- ¿Qué fue eso? - pregunté, al ver aparecer un hacha en su mano, que desapareció tan rápidamente como había llegado. Supe que no debía hacer preguntas, seguramente algo de su clan de Oscuros, así que cambié de temas. - ¿Quiénes son los paladines?

 

Como ella, yo comprobé si llevaba objetos de provecho en el bolsillo. Busqué el agua y sonó un sapo. ¡No llevaba ningún sapo en el interior, entonces...! El croar venía de fuera. Me percaté entonces de otro miembro que estaba allá con nosotros, quién dijo que era paladín. La reconocí enseguida.

 

- ¡Estupendo, Melrose, ya estamos todos!, ¿no?

 

Quedó confirmado por Madeleine, alguien a quien no había visto antes. Estaba por jurar que no estaba allá un momento antes. Ahora eso no importaba pues nos indicaba un posible camino para ir hacia ese Bosque del Cuerno de Madera. En cierta manera, me sentí excitada al ponerme de puntillas para ver aquel pergamino, parecía tan antiguo...

 

- Los Terrenos de la Orden del Fénix - repetí, extasiada al ver aquellos lugares antiguos que había muchos años que no había pisado. - ¿Se puede llegar allá? - pregunté, con cierta añoranza en mi voz.

 

Todo parecía indicar que sí, por lo que asentí ante la pregunta de Melrose.

 

- Sí, partamos. - Nathan también estaba de acuerdo en ello, así que le sonreí, aún con cierta reticencia. Era la única miembro de Avalon presente, ni siquiera sacerdotisa, sólo una iniciada. ¿Sería de ayuda o un estorbo? Repasé mentalmente mis nuevos hechizos y me pregunté si tendría ocasión, o mejor dicho, necesidad de utilizarlos.

 

Alguien habría un portal y suspiré, una magia que yo aún no dominaba. Reaccioné cuando varios de ellos dijeron que nos veíamos al otro lado.

 

- No, esperarme...

 

Corrí hacia el portal rogando a la Diosa que no se cerrara conmigo en tránsito. El salto me hizo rodar por el césped hasta quedar a los pies de una base de mármol. Las estatuas estaban allá, tal como las recordaba. Todo se notaba dejado, agrietado, algunas figuras se habían caído y roto en varios pedazos. Me di cuenta que estaba sola. Aquello fue lo que en verdad me asustó, la soledad de aquel lugar.

 

- ¿Dónde estáis? - grité, creo que se notaba cierta desesperación en mi voz. - ¿HHola?

 

Intenté concentrarme en aquel mapa que había mirado por encima del hombro de mis compañeros, de puntillas. Giré sobre mis pies varias veces pero no estaba segura de orientarme en el espacio. No podía, los nervios... Cerré los ojos. Visualicé el Templo Blanco, el Bosque, la Torre de Abbadon... Sonreí al ver el mapa con tanta claridad como si lo tuviera delante,. Aún con los ojos cerrados, dirigí mis pasos hacia la zona donde debiera verse el bosque del Cuerno de Madera y pronuncié despacio, aquel efecto que me ayudaría a encontrar a mis compañeros:

 

- Lectura de aura.

 

Esperaba que estuvieran lo suficientemente cerca como para detectarlos. Sabía que aquel efecto tenía un uso tradicional diferente al que yo intentaba pero, si funcionaba, me haría sentir a alguien.

 

Y funcionó, sentí a Scarlet, con muchas dudas y con una sensación que yo interpreté como de alerta. Corrí hacia el lugar que la había sentido, con la varita en la mano. Si ella actuaba con precaución, es que algo pasaba.

 

- ¡Scarlet! ¿Has notado algo? Llego tarde... ¿Dónde están los otros? Debemos ir los tres clanes juntos...

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Madeleine observa los ojos vacíos de la estatua de Pandora, pero aparta la mirada, sin mucho interés. Han pasado un par de meses desde que cruzó el Portal de la Nigromancia y dejó llevar hacia el abismo, más lejos de lo que alguna vez hubo llegado antes. Sus recuerdos son difusos, como un sueño que se hace polvo a la luz del día, pero se siente cambiada. Y ahora, tras observar uno de los eternos recordatorios de la existencia de su madre, es capaz de confirmarlo con mayor determinación. Es extraño, pero no le molesta porque puede ver su rostro... y no sentir nada. El vacío, es mucho más agradable que el dolor. Ni siquiera pierde mucho tiempo cavilando al respecto. Con un muy real desinterés, vuelve el rostro y se echa a andar hacia el exterior de aquel viejo torreón.

 

No fue Madeleine quién los guió allí, sino que fueron ellos quiénes llegaron a la conclusión de que el Bosque de los Tres Espíritus o bien se trataba el propio Bosque del Cuerno de Madera, o bien éste lo conduciría al otro. Ella no está segura de qué pensar, pero lo más importante es el viaje. Sin embargo, recuerda algo ocurrido hace un par de años, en ese mismo lugar; recuerda la aparición de un fantasma, el espíritu de una doncella fallecida, que llevó a los miembros de la Orden del Fénix a hacer despertar sus recuerdos para conocer su historia. Con ella, otros fantasmas despertaron... Madeleine no sabe mucho del tema, como quizás podría hacerlo alguien más espiritual que ella, pero recordar hacer suceso le hace pensar que puede haber algo "espiritual" en aquel bosque. Aunque, tampoco le corresponde a ella averiguarlo: el viaje es de Melrose, Weasley, Akane y Vladimir.

 

Sin embargo...

 

No puede evitar percibir algo.

 

Escucha las voces de dos de las brujas del grupo y cuando vuelve el rostro, las ve reunidas. Weasley y Melrose deben estar cerca, aunque todavía no están en su campo de visión. Sin embargo, está segura de que aquello no pasará inadvertido para ninguno.

 

Cuando llegaron, el bosque parecía estar adormecido pero a medida que han aparecido y se han conectado con aquel lugar, algo parece haber despertado. Madeleine siente un latido sordo en sus oídos, mas no es el de su corazón... Se agacha, lentamente, y coloca las manos en el suelo. En la tierra puede sentir aquel latido, mas no es capaz de decir que se trata de algo físico.

 

«Estaba perdida, pero fui encontrada».

 

La Sibila les dio a entender que no fue ella la que encontró aquel lugar, o aquellos espíritus. Ahora, Madeleine comprende que el viaje no era una búsqueda exactamente, sino un encuentro. Entender a dónde habían sido llamados y acudir... No puede evitar sonreír ligeramente, aunque no tiene la menor idea de qué ocurrirá. En sus manos aparece un vaho helado, mas no se trata de una acción defensiva; es como si su magia se viese vista a manifestarse. Como si algo se lo estuviera pidiendo. ¿Acaso... es una especie de prueba? ¿Demostrar qué espíritu yace en su interior? Sin comprender qué sucede, Madeleine alza la vista...

 

Y entonces, uno a uno, aparecen. Sabe que son espíritus, pues tiene ciertos conocimientos ocultistas, pero no lucen como fantasmas. Tampoco lucen como las personificaciones de la magia de los clanes, que en alguna ocasión se les manifestaron para ir en busca de las fuentes de poder y recuperarlas. Al principio parecen no tener forma y hay algunas, de luz dorada y azulada, en las que no puede fijar la mirada todavía. Sin embargo, cuando posa la mirada sobre una silueta sombría, esta comienza a tomar forma... Y aparece antes sus ojos, una criatura que nunca antes ha visto.

 

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Editado por Ellie Moody

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Del otro lado del portal lo aguarda el más absoluto silencio. El tipo de silencio que nadie osa a romper, pues entiende de alguna manera que ese silencio está allí por alguna razón.

 

A pesar de estar rodeado por bosque en trescientos sesenta grados, éste no emite sonido. Como si el viento que el Weasley siente soplar contra su rostro fuese incapaz de hacer mover las copas de los árboles, o los pájaros que ve volar a lo largo del cielo no cantasen al unísono como normalmente lo hacen a manera de guía. La magia del Templo era perceptible, en los más mínimos detalles, para todo aquel que estuviese prestando atención. El Templo en sí, blanco e inmaculado como siempre, parecía rejuvenecerse ante la visita de los miembros a los que en varias ocasiones había dado acogida. Por unos segundos, su mirada se queda fija en las estatuas que franquean su entrada, cada una en conmemoración de los distintos líderes que ha tenido la Orden a lo largo del tiempo... un recordatorio de su historia, trágica y dolorosa en demasía, pero aún así digna de recordar.

 

Escucha las voces de Scarlet y de Xell, quienes a duras penas logran hacer presencia en medio del sonido del silencio. ¿Qué están diciendo? Por alguna razón, no puede concentrarse en ellas. Está demasiado absorto en sus propios pensamientos, que en parte intentan contemplar la belleza del lugar y en parte intentan recordar aquello que La Sibila los dijo. Sólo puede recordar que ella los envió hasta allí, y que allí encontrarían algo que justificaría aquella travesía; algo importante para la Orden del Fénix. ¿Acaso debían inmiscuirse en el Bosque? ¿En qué parte de él era precisamente que la Sibila se había encontrado con los.....? ¡espíritus! Eso había dicho.

 

El suelo tembló, casi como lo hace la tierra junto a las vías del tren cuando este pasa a máxima velocidad. Duró tan solo una fracción de segundo, y luego se fue, pero Nathan pudo sentirla. Su mirada interrogó el césped como para encontrarle la causa, y cuando la alzó fue que los vio: tres de ellos. ¿De dónde habían salido? ¿Acaso habían sido ellos los que hicieron la tierra vibrar? Nathan forzó la vista sobre ellos, que a medida que se acercaban se hacían más y más ricos en detalle. Dos de ellos permanecían difuminados, como si se negasen a que Nathan los identificara, pero el tercero gozaba en contraste de una clara nitidez. Asintió, al comprender, que aquellos espíritus eran la representación de los tres clanes, y que probablemente Melrose y Xell tendrían similares dificultades para ver el suyo.

 

Por un segundo, la figura se queda estática. Al siguiente, una extraña criatura ha tomado su lugar, más esta rápidamente cambia de forma. Lo que inicialmente es un mamífero escuálido, rápidamente se elonga y se pone de pie hasta adquirir una forma cuasi-humana. Su piel es de color gris azulado, y su rostro está difuminado, más para el momento en que la transformación cesa Nathan rápidamente lo reconoce como un doble suyo. Es exactamente igual a él, salvo por su rostro, que sólo conserva algunas facciones identificatorias. Por la comisura del ojo, ve que Madeleine contempla al espíritu igualmente absorta que él, pero algo le dice que ella no está viendo un doble del Weasley.

 

Su segundo de distracción le costó que su alter diese el primer paso y echara a correr, a una velocidad estrepitosa, hacia él.

 

Phantom – musita, y hace uso de su kinesis acelerada para moverse a unos diez metros a la derecha, justo en el momento en que su otro yo lo hubiese atacado. Éste, sin embargo, parece haber previsto eso dado que redireccionó con igual agilidad hacia su nueva posición. – Oigan, ¿acaso soy yo el único que está viendo un doble de sí con intenciones particularmente curiosas? – preguntó algo irónicamente en voz alta, mientras volvía a moverse a velocidad sobrehumana para salirse del trayecto de su alter.

 

Tal y como lo había hecho antes, éste volvió a cambiar de dirección... aquello no tenía sentido.

 

Ilusionismo – exclamó, y por medio de aquel hechizo le hizo creer que había vuelto a cambiar de dirección, cuando en realidad se había quedado estático. – Control Corporalpensó, segundos después, y las piernas de su alter se aflojaron de manera tal que cayó al suelo.

 

Nathan estaba a punto de ejecutar su próximo ataque, cuando su otro yo desapareció. Curioso, miró hacia el espíritu que representaba a la Orden Oscura, quien lo estaba mirando. Éste permaneció estático por unos segundos, para luego hacer un gesto con su mano y apuntar hacia un sendero que se perdía en el bosque. Nathan comenzó a caminar hacia él, mientras todos y cada uno de sus compañeros parecían sumergidos en una batalla que él no podía ver.

 

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Escuchó apenas la voz de Xell pero no se atrevió a volverse del todo hacia ella, concentrada como estaba en lo que había frente a ella. Era la primera vez que no podía definir con exactitud qué era, o quizás… cuando tomó la misma forma que la bruja pensó en un replicador, o en un bogart. Pero era imposible, aunque allí estaba frente a ellos.

 

—Xell, no, cuidado… —no era un no a que no hubiera notado algo o que hubiera llegado tarde era a que no se moviera, la criatura o lo que fuere se había lanzado contra ellas. La Akane extendió sus brazos. ¿Cómo era? ¿Cómo demonios era? Había tres figuras, tres sombras, lo que fuere tras la criatura y no podía permitir que se lanzaran contra su compañera.

 

—Cháos —pronunció adelantándose y poniéndose entre Xell y la criatura, hacía años la oscuridad había sido su elemento, había modelado esferas de oscuridad a piaccere, había jugado con ellas mientras su compañero jugaba con esferas de fuego sentado en un sillón frente a la biblioteca de la Fortaleza Errante, jamás había manejado el hielo como lo había visto manejar a algunas de sus compañeras cuando había muerto Violeta.

 

Scarlet sentía que su concentración se desnivelaba. No podía incendiar el bosque, no podía congelar a los animales que había en él, no podía… su cuerpo se curvó como si le hubieran clavado algo en el pecho, su cabeza se echó hacia atrás junto con sus brazos y una oleada salió de ella que abrió los ojos con sorpresa al ver cómo la esfera de oscuridad crecía y se deslizaba frente a ella hacia la extraña criatura que cambiaba de forma, le recordó su reflejo en un espejo.

 

Los tres seres que había visto antes se desvanecieron casi de la misma manera como les había visto aparecer mientras que la criatura, reflejo de su propio ser, de la adolescente que había sido Scarlet permaneció atrapada en una esfera de oscuridad que la recubría, como una pompa de jabón a punto de explotar o cerrarse sobre sí misma.

 

La pelirroja respiraba con dificultad mientras escuchaba. ¿Lo había soñado o alguien había dicho si veían un doble de sí mismos? Quiso responder pero las fuerzas le fallaron y antes de poder decir nada cayó de rodillas. Extraño su pecho subía y bajaba como si hubiera corrido una maratón, ilógico, intentó levantarse pero las fuerzas aún le hacían temblar. A veces olvidaba que invocar algunos hechizos producía eso, era tanto más fácil jugar con fuego, hielo y oscuridad cuando Saya e Instinto mantenían sus poderes en armonía. Desde que hurgaba más en la magia del necronomicón todo se había vuelto más complejo, más salvaje… más oscuro… ella jamás había invocado demonios y ahora lo hacía, jamás había matado con la mente y ahora podía.

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Sentía miedo. Últimamente, desde la caída del antiguo ministro y su discurso en una dirección tan grindewalista, sentía miedo por todos los que me rodeaban. Cualquier suspiro, cualquier paso más deprisa de lo normal, cualquier susurro, todo me generaba una sensación de peligro, de inseguridad.

 

En aquel bosque sentía eso. Me extrañaba, pues estaba en los terrenos de la Orden, ¿no nos podiamos sentir tranquilos ni en nuestro propio hogar? Sentí un leve temblor, que pensé que era yo, aunque me extrañaba que me moviera las piernas de esa manera. Era algo miedosa, ¿tanto? No lo creía. Me fijé en ese momento que el temblor parecía crecer desde "dentro" del Bosque, a nuestros pies.

 

- Scarlet, ¿lo sientes?

 

Sí, lo sentía porque me avisó que tuviera cuidado. Yo miraba el suelo, de aquella hierba verde parecía surgir vapor, aire algo más denso, tal vez incluso era la respiración de la Tierra. No sabía entender qué era aquello, pero el aviso de mi amiga-prima me hizo levantar la cabeza siguiendo su mirada. Vi algo, pero creo que no lo mismo que ella. Scarlet se defendía de una manera muy violenta, demasiado para mi naturaleza espiritual.

 

- No, espera...

 

Dejé de mirar lo que que hacía. Aquel fluido de aire, aquel vapor o lo que fuera, se juntaba, se aglomeraba en una matería de aire que se movía de forma errática, concentrándose, hasta que empezó a tener forma. ¿Eso es lo que ella estaba viendo ahora? Sentía el uso de su su magia, algo oscuro y poderoso que se movía a nuestro alrededor. Aquello oscilaba y se movía, mecido por un viento inexistente. Sonreí un poco al recordar que yo tenía el Aire como elemento que controlaba desde que era muy jovencita. ¿Qué significaría eso? Si es que significaba alguna cosa...

 

Alargué la mano con mucha curiosidad. Aquello, aquel ente, también alargo una especie de prolongación que, a medida que se acercaba a mí, parecía comvertirse en un brazo, en una muñeca, en una mano... La contemplé, sorprendida pero extasiada ante la suavidad de aquella piel clarísima que ahora se dibujaban los pliegues de los dedos, unas uñas cuidadas, un brillo anacarado en ellas como las...

 

... mías.

 

Aquello me sorprendió pero en negativo y retiré la mano justo un segundo antes de que se produjera el contacto. Reseguí aquel brazo y noté un tatuaje en el antebrazo, un símbolo de muerte, calavera y serpiente, A medida que mis ojos recorrían aquella forma, ésta más se parecía a mí pero a la ve no se parecía. Se insinuaba como un yo que no era. O no quería reconocerme.

 

- No eres yo - musité, di un paso atrás, intentando guardar una distancia. Aquella chica rubia tenía mis ojos, mi pelo, incluso mi vestido más bonito de tul , el azul que usaba muy a menudo. Pero no tenía mi mirada. Era oscura, fría, casi diría que cruel. Se movía como yo e intentaba acercarse a mí. - No soy tú.

 

Retrocedí un paso y vi, de reojo, a Scarlet en el suelo, como si hubiera agotado su cuerpo y su alma en aquello que hubiera hecho, seguramente algún hechizo de su clan.

 

- ¿La ves? No soy yo.

 

Quise acercarme a mi amiga-prima cuando vi un montón de mariposas que revoloteaban a su alrededor. Eran preciosas, de un lindo color azul que se convertía en dorado al final de las alas, despidiendo un polvillo que casi parecía una lluvia de oro en cada uno de sus aleteos. Era un espectáculo tan bonito...

 

Sin embargo, esa "yo" que yo no era yo sonrió y su cara tomó un rictus despiadado, casi sádico. Movió uno de sus dedos en un círculo en el aire, hacia arriba, originando una especie de aire, de viento, de salvaje movimiento que envolvió aquella capa de mariposas azules y las trituró. Todo fue tan rápido que casi hubiera dicho que lo soñé aunque cuando todo acabó, el suelo estaba cubierto de alas de mariposas desmembradas. Sentí el dolor dentro del pecho, aquellas muertes innecesarias. Retrocedí otro paso y choqué con el cuerpo de Scarlet, aún en el suelo. Caí y quedé sentada a su lado.

 

- ¡Diosa Gea! No soy yo, ni fui yo. Yo no llegué a ser mala. Sólo fue un arrebato, nunca dejé de pensar en ti y huí en cuanto vi la ceremonia del tatuaje. Nunca, nunca renegué de tu amparo.

 

No sé cómo supe que aquella hubiera sido yo, si hubiera seguido mi rabieta y hubiera continuado en aquel bando odioso mortífago. Cuando me di cuenta que aquel no era mi camino, volví a la Orden, sin dudarlo, pidiendo perdón a mis compañeros por abandonarlos. Las lágrimas me cubrieron los ojos al reconocer lo que pude ser y lo que no quería ser.

 

Así, con aquel llanto que pareció limpiar mi conciencia, me vino a la cabeza varios hechizos del clan que podrían ayudarme. Intenté pensar quién podría estar en ese bosque para ayudarnos, alguien que soliera pasar por allá y cuyo espíritu hubiera vivido experiencias en la Orden, en sus terrenos, en aquel Bosque del Cuerno de Madera. Al principio, pensé en Cye, en Sagitas, en la abuela Antara.

 

- Llamatus Seres, eso es. - Ese sería la invocación que podía ayudarme. - "Espíritu en silencio, requiero tu refuerzo, hazme de ti ayudar, Reena, a lugar"

 

Me sorprendió que, después de barajar varios nombres, fuera el de mi madre Reena el que hubiera usado, una madre que había desaparecido hacía tanto tiempo que los rumores la daban por muerta y yo esperaba que fuera mentira, una madre que había sido sacerdotisa en aquellos parajes y que había paseado por los terrenos de la Orden como yo hacía ahora.

 

Y aquel espíritu de pelo rojizo apareció entre mí y entre el ente que parecía querer ser yo, se interpuso y me protegió de manera que cuando atacó con furia, ella frenó aquella magia impura y lo retuvo, sin alcanzarme y, seguramente, sin alcanzar a Scarlet. Después, una Reena sonriente me lanzó un beso al aire que pareció flotar hasta mí y rozar mi mejilla.

 

Desapareció. En su lugar, las mariposas parecieron levantarse por una magia que no era mía, que no era de mi madre, yo creo que era la magia de la Diosa devolviendo a la vida a las criaturas traicionadas por aquel ser inhumano. Aletearon felices de estar viva, lo sentí dentro de mí y admiré el poder de la Diosa Tierra, la Diosa de Avalon.

 

- Scarlet, ¿te encuentras bien? Creo que deberíamos seguirlas, parecen indicar un camino.

 

Y señalé las mariposas, se movían en círculos y avanzaban por una senda que, hasta ahora, no había visto, se volvían a parar y avanzaban un poco. Parecían estar esperándonos.

 

- ¿Dónde estarán los otros? - Pero no me atrevía a gritar sus nombres.

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Mel es bastante rápida. Pasa a través del portal y cae con una mano en tierra. A pesar de que la estancia en la que se encuentra está plagada de mármol blanco, su naricilla se mueve, detectando un agradable olor a tierra mojada que debe provenir del exterior.

 

Sale a la carrera, sin pensar demasiado en el grupo en realidad, en busca de la fuente de la diversidad de aromas que percibe. No cae en cuenta de que su actitud puede ser catalogada como un error, si no hasta que ya se ha adentrado en la parte más rala del bosque, cuando llama a sus compañeros en voz clara, sin gritar. Hay algo diferente que flota en el aire, que le preocupa: es parecido al olor de la neblina, si puede definir tal cosa como un olor. Aunque quizá no sea muy notorio para el ojo humano, Mel percibe en sus huesos como el aire se carga con fragmentos blanquecinos que poco a poco amenazan con tornarse en algo mucho más denso: ¿por qué se forma niebla allí y precisamente a su llegada?

 

Se deja guiar por las voces de sus compañeras de misión hasta una zona algo más despejada, casi similar a un claro aunque todavía cubierta de árboles, como para ser llamada de ese modo. Allí, la niebla no se concentra, si no que algo distinto parece subir desde la tierra, algo que, si no hubiera visto antes la niebla hasta podría llamar calor. Tanto la muchacha sacerdotiza como la mujer del clan de los oscuros, Scarlet, estan apenas unos árboles más allá, muy cerca pero no a plena vista. Puede percibir el olor de ambas, muy distinto uno del otro, en el aire. También capta a Weasley y a Madeleine pero no es eso lo que termina por dominar su atención si no las concentraciones blanquecinas que viera primero, que ahora parecen provenir de todas partes para formar...

 

No está segura de lo que está viendo pero parece ser una columna de aire que gira sobre sí misma. Mel la observa extasiada por un instante, antes de dar un paso atrás y huir del emplazamiento. Apenas le da tiempo de realizar el fortress, ver como su piel se recubre de una película más oscura que la tonalidad de su piel habitual, cuando el rayo cae en el punto en donde la columna se concentrara, en un viejo árbol hueco. La protección había actuado justo a tiempo, pues el árbol termina calcinado y el impacto le llega en algo similar a la oleada de calor que percibiera antes. A la par, Mel observa con claridad a la figura de luz: una silueta humana, sin rostro definible al principio. Después, unas manos, unos pies, unos ojos que le devuelven la mirada. Mel ni siquiera tiene tiempo de reconocer al individuo antes de que éste y su deslumbrante sonrisa ladeada desaparezcan, dejando tras de si, plenamente visible, la senda que al parecer debe seguir ¿qué es lo que acaba de ver?

 

Se dirige hacia allí con prisa. Como casi siempre, esta guiada más por su intuición, que le dice que ese es el camino a donde se supone que deben dirigirse. Decidida primero a comprobar el estado de sus compañeros o cuanto menos intentar ver desde allí si todos arribaron a la misma conclusión, no se mide en cuanto a velocidad, lo que hace que por poco choque con Weasley. Él está allí y puede percibir el olor de Madeleine y las otras dos muchachas cerca así que duda que estén muertas; también escucha sus voces en el aire... y por extraño que pueda sonar, tañidos.

 

—¿Nadie salió herido? —pregunta en dirección a Weasley, más bien por decir algo que porque crea que puedan estar mal de verdad, de otro modo estaría buscándolas y no allí. Lo cierto es que para Melrose es raro sentirse incómoda por alguna torpeza a nivel físico, normalmente sus torpezas tienen que ver con los juegos mentales que Ellie es tan buena descifrando y...

 

Su mente se queda en blanco por un instante. Cree entender una cosa pero debe ser alguna clase de error. Tiene que serlo.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Lo que Madeleine ve, es algo que no tiene ni lo más mínimo de humano. No puede darle un nombre, ni siquiera está segura de poder describirlo en voz alta o replicarlo en una imagen mental. La razón le dice que debería estar asustada, pero siente cierta... No, no es familiaridad. Es, simplemente, afinidad. Puede reconocer en aquella criatura, espíritu o cosa una característica que ella misma posee, una esencia, una energía. «Los Tres Espíritus —razona Madeleine—. Supongo que es obvio que, dependiendo de nuestro clan, sintamos afinidad hacia uno en específico». De cualquier forma se mantiene tranquila, aunque la visión le parezca desconocida; sin embargo, a su lado, Nathan está tenso, como si estuviera frente a un enemigo. La pregunta que pronuncia la saca de sus cavilaciones y la deja confundida.

 

—¿De qué rayos estás hablando? —murmura Madeleine.

 

Pero cuando vuelve el rostro hacia Weasley, se da cuenta de que probablemente no la escuchó —o quizás decidió ignorarla. Lo observa luchar contra algo que ella no puede distinguir, pero la criatura-espíritu-cosa se mantiene inmóvil, observándola por encima de la silueta del mago. Comprende que él observa algo que ella no, que él se enfrenta a algo ajeno hacia ella, pero ¿por qué? El arco se materializa en sus manos y, cruzado sobre su espalda, se manifiesta también el carcaj con flechas heladas. Sin embargo, mientras coloca una en el arco, se da cuenta de que no hay nada que pueda hacer para ayudarlo.

 

Por instinto, busca a los demás con la mirada, pero a primera vista no los consigue ni los escucha. Sin embargo, sí que puede sentir la perturbación en el ambiente cuando una gran cantidad de energía se libera de forma caótica; sin dudas, alguien debe haber conjurado el Cháos, y de los presentes la única que podría hacerlo es Akane. ¿Aquella es una buena o mala señal? Cuando la perturbación desaparece, es incapaz de percibir algo más. Quizás podría conseguir información conjurando a una criatura de las sombras...

 

—¿A dónde rayos vas? —suelta, al percatarse de que Weasley comienza a caminar.

 

Madeleine alza la mirada y observa que la criatura se pierde en un sendero, siendo seguida por el mago. No tiene maneras de saberlo, pero simultáneamente los demás están siendo guiados de la misma forma hasta un lugar en común. Un claro olvidado, con un gran secreto.

 

Al llegar, escucha la voz de Melrose y suspira, aliviada, de que haya encontrado aquel camino.

 

—¿Por qué lo preguntas? —replica Madeleine con cautela, interesada en lo que le habría sucedido— ¿Acaso tu te lastimaste? —de reojo, espía a Weasley, preguntándose si él tiene algo que decir.

 

Madeleine es una bruja que llegó al fin del camino. Ha aprendido todo lo conocido de la Magia de la Oscuridad —quizás haya mucho más en las sombras, pero adentrarse más es peligroso—, así que su aprendizaje y su conexión con la Orden Oscura podrían catalogarse como "completas". Pero aquel no es el caso de ellos. Nathan apenas está comenzando y Madeleine sabe que tiene muchos asuntos pendientes. Akane, aunque está casi lista, todavía debe superar ciertos hitos para dominar por completo la Magia de la Oscuridad. En el caso de Vladimir y Melrose, aunque le son ajenos los secretos de sus clanes, sabe que también están en el camino de convertirse en una sacerdotisa y paladín completas, respectivamente. Quizás por eso vieron o se enfrentaron a algo que ella no.

 

De cualquier forma, lo que está por ocurrir, se mostrará ante todos por igual.

 

Los miembros de la Orden del Fénix son guiados por un espíritu con la energía de su clan hasta un lugar del Bosque del Cuerno de Madera. Se trata de un claro, que a primera vista no parece ser muy especial. Cuando todos están en el lugar, se muestran los Tres Espíritus, los mismos que los guiaron. Son incorpóreos, aunque los miembros de cada clan pueden visualizarlos con una forma física que varía de persona a persona (es decir, que no adquiere la misma forma para todos). Sin embargo, esto es irrelevante, ya que lo verdaderamente importante es lo que quieren mostrar y el motivo por el que los convocaron a ese lugar.

 

Hay un secreto oculto en el claro, que ha adquirido relevancia debido a un peligro que se acerca a los clanes. Se trata de algo que fue escondido allí hace mucho tiempo y que ahora deben recuperar.

 

Off: Siéntanse libres de añadir elementos :rolleyes:

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En ese momento, es incapaz de procesar lo que acaba de trascender frente al Templo Blanco. Lo poco que entiende, no tiene demasiado sentido, y lo que resta por cobrar sentido es demasiado como para intentar entenderlo ahora: sólo sabe que se ha enfrentado a algún... algo perteneciente a la Orden Oscura. Sólo eso explicaba por qué Madeleine no había comprendido sus palabras, o porqué Scarlet, Xell y Melrose parecían encontrarse en predicamentos completamente distintos a los de él. Pero... ¿qué había sido aquel doble suyo? ¿acaso había sido un demonio? Si bien su tiempo entre los Oscuros es hasta ahora breve, sabe que algunos de los más amaestrados tienen mejor conocimiento – y, aún más, manejo – de demonios y espíritus. Él, por su parte, tiene cierto camino por recorrer antes de llegar a esa instancia.

 

Su doble no había logrado profanarle ningún ataque, y de hecho había desaparecido con relativa facilidad una vez que hizo uso de sus habilidades de Oscuro para defenderse. Aquello, por lo menos, parece sembrar cierta coherencia en su panorama: quizá todo ello había sido una prueba de parte de la figura encapuchada (que ahora estaba seguro representaba a su clan) para asegurarse que era un verdadero miembro. Quizá por eso Madeleine no había visto lo que él y, por lo que el pudo ver, no había tenido mayor dificultad para dirigirse hacia el sendero por el que ahora se perdían en el bosque: la Moody era de las más avanzadas en el arte de su clan; el espíritu no tenia ni que gastarse en comprobar su pertenencia.

 

Yo estoy bien. – le contesta a Melrose, tras escuchar sus palabras y las de Madeleine – Nada más me parece por demás curioso que hayamos sido atacados en frente al Templo Blanco... ¿acaso es posible que Sibila nos haya tendido una trampa? – mira a sus compañeras tras soltar aquella pregunta, que paranoica cuanto fuese, considera válida. Últimamente tenían menos y menos personas en las cuales confiar, y después de los incidentes ocurridos en Londres ayudando al comerciante Reuben, ejerce la cautela con mayor frecuencia a la hora de confiar en las personas.

 

Y, sin embargo, no hay vuelta atrás. Los cinco allí presentes lo saben, razón por la cual caminan bosque adentro siguiendo el sendero al que todos habían llegado, cada uno comandado por su espíritu respectivo. A pesar de la enorme diversidad de flora, el bosque se encuentra en absoluto silencio y no se ve ningún animal recorriendo su extensión, la magia de aquellos terrenos claramente perceptible en su cuerpo, como si la electricidad estuviera despertando todas y cada una de las células de su piel. Llevan varios minutos de caminata cuando el bosque termina tan abruptamente como comenzó, enmarcando un claro un tanto menos extenso y significativamente más aburrido que el que rodeaba el Templo Blanco.

 

Para empezar, no hay ninguna edificación allí, así como tampoco hay ningún cuerpo de agua.

 

Curioso, Nathan da un paso hacia adelante, momento en que un chillido desgarrador perfora el aire y los fuerza a todos a taparse los oídos. Muros de piedra comenzaron a surgir alrededor de todo el claro, encerrándolos dentro.

 

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Scarlet Akane


Scarlet se puso de pie mientras le respondía a Xell —sí, sí, estoy bien —comenzaba a sentir cómo su fuerza había regresado poco a poco y sus ojos se posaron en la nueva figura frente a ellas, abrió los labios sorprendida ante aquella sonrisa burlona que las observaba, no tanto por lo burlona, que la conocía bien, sino porque estuviera allí.


Las palabras de Xell la desorientaron un poco y se volvió a verla, ella miraba hacia donde estaba él, pero. Scarlet volvió a observar hacia la figura que ella había visto y el gesto era claro de que le siguiera y no pudo evitar el gesto burlón, era claro que cada una veía algo relacionado con sus propios clanes pero si se necesitaba miembros de todos los clanes y estaban siendo guiadas hacia el mismo claro, no podía ser errado ¿verdad?


—Siento sus voces más adelante —respondió a la prima de Darla mientras le señalaba hacia el claro hacia el que estaban siendo guiadas.


—¿Qué es lo que tú viste? —empezó a preguntar, pero ya llegaban a donde el resto estaba y alcanzó a escuchar la respuesta de Nathan.


—Nosotras estamos bien y dudo que la Sibila se atreva a traicionar a la Orden, creo que es otra cosa —dijo observando la mirada cada vez más sobradora del demonio que solo ella parecía poder ver en aquel lugar.


Como si no hubiera otra opción continúan por el bendito sendero, la pelirroja avanza al ritmo de su prima, podría adelantarse, pero no está segura, hay algo que la mantiene un paso por detrás de lo que iría habitualmente. Quizás es porque conoce muy bien el carácter del demonio que la guió hasta allí. O tal vez no le había conocido lo suficiente, piensa mientras de pronto todo parece cambiar y él se ha ido, dejándolos allí en medio de la nada.


El chillido le perforó los tímpanos, aunque no literal, sí fue algo que para el oído sensible de un vampiro la hizo doblarse al medio mientras se intentaba cubrir los oídos con ambas manos.


—Pero ¿qué demonios? —empezó a decir para cuando todo el claro se convirtió en una prisión de altas paredes de bloques de medio metro de ancho, o al menos así parecían por su tamaño y disposición, pero jamás había imaginado ver un círculo tan perfecto, paredes curvas sin defecto, lisas, sin espacios entre las uniones de cada bloque.


—Olvida lo que dije —masculló entre dientes, dirigiéndose a Nathan por su sospecha cuando había hablado de traición, quizás él tuviera la razón después de todo.


Maledīcō , pensó invocando una nueva arma, en la cocina de Grimmauld Place había invocado un hacha, en su juventud había sido una guadaña, pero ahora, ahora sentía que era otra cosa lo que necesitaba. La katana que apareció en sus manos totalmente negra lucía grabadas en plata pequeñas letras Zankei que brillaron por unos segundos antes de desaparecer.

Editado por Darla Potter Black
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Miraba sin cesar aquellas mariposas que parecían dirigirse a un camino concreto, aunque había una bruma que se había levantado en algún momento, que amenazaba con hacerlas perder de mi vista. ¿De dónde había salido? Extendí la mano, rozando aquella niebla improvisada, cuando sentí una explosión, no muy lejana. En realidad, parecía que había sido allá mismo, dentro de la niebla. Intenté mirar a Scarlet por encima de mi hombro, pero la niebla empezaba a rodearnos y me dio miedo perder la imagen de las mariposas. No sabía cómo intuía que nos estaban guiando a algún sitio.

 

- ¿Las seguimos? - le pregunté, sin mirarla, concentrándome en aquel aleteo que parecía más tenue cada vez. Lo hice como pregunta, aunque quería que sonara a obligación. Debíamos seguirlas. - ¿Sus voces están... ahí?

 

Si la pelirroja las oía, seguro que no se opondría a seguir por aquel camino. La pregunta sobre lo que ella veía se quedó en mis labios mudos. Las mariposas aleteaban cada vez más lejos, dejando un ahogo interno, como si perderlas podría suponer algo peligroso. Así que caminé, acompañada por el sonido de ella, un poco por detrás pero visible si miraba de reojo, pues seguía buscando aquellas siluetas voladoras.

 

El claro no tardó en aparecer y, con él, la alegría de ver a Nathan y a Melrose, junto a Madeleine. Sonreí, divertida; al final, las que nos habíamos perdido éramos nosotras, pues ellos habían llegado antes. Las señales de peligro fueron claras en el mismo instante que me acerqué a ellos, aunque fue lenta en interpretarlas. Lo primero, el silencio. No era nada normal en un bosque, pájaros, insectos, animales salvajes, nosotros mismos... El silencio se hizo total. También era notable que las mariposas nos hubieran llevado hasta aquel lugar y ya no estuvieran, desaparecidas en la nada, como si no hubieran existido. Y, por el último, el estridente chillido que rompió aquel sin ruido del Bosque. Me tapé los oídos con fuerza, sujetando la varita en mi mano, agachándome en un intento de dejar de escucharlo. Sin embargo, fue suplido por otro menos ruidoso pero mas alarmante.

 

Cuando sentí el movimiento del suelo, mi mente o tal vez mi alma, seguramente las dos juntas, percibieron la amenaza. Rodé sobre mi misma y esquivé por poquito un muro que crecía delante de nosotros, como si nos cortaran el paso. La voz de Scarlet me sorprendió con una expresión que era muy de mi tía Sagitas y pensé, por un momento, que había sido ella quien había pronunciado aquel "¿Qué demonios...?"

 

Entendí porqué lo decía, aquel muro que había surgido nos había rodeado en un círculo completo que nos dejaba a nosotros dentro. Eran altos, muy altos, pretenciosamente gruesos. La niebla anterior, aquella bruma que había sentido como una amenaza antes, sobrevolaba los límites aunque parecían detenerse allá, como si fueran una barrera.

 

- ¿Quién nos ha encerra...?

 

Entonces, los vi. Eran tres. Tres seres incorpóreos, aunque visibles en su leve movimiento cuando la bruma pasaba por detrás, como si fueran transpare ntes pero no tanto... Eran... Tres espíritus, también fuera del muro alto. ¿No podían atravesar aquella barrera o no querían? Aquel muro circular, ¿era un escudo que nos defendía o que les defendía? Lo presentí. El peligro era cada vez más latente. Algo... Algo no quería que nos comunicáramos pero...

 

Lo juro, aquellos tres espíritus parecían almas, parecían árboles, parecían animalitos, todo a la vez, como si fuera un cúmulo de seres vivos que una sacerdotisa pudiera percibir.

 

- Os veo, ¿quiénes sois? - Noté que Darla se ponía en guardia y apreté la varita. Tal vez era hora de practicar de nuevo con mi magia de clan para hacer lo mismo, pero... Aquellos conejitos gigantes parecían señalar algo que...

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