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Libro del druida — Octubre 2020


Badru
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Un nuevo mes traía consigo el comunicado de una nueva lección que tendría que impartir. Junto al lago, con aquella pañoleta amarilla cubriendo su rostro, todo lo que podía distinguirse del uzza eran los vivaces y oscuros ojos concentrados en otear el horizonte. No podía calificarse como impaciencia a la sensación que experimentaba en esos momentos, pero sí que distaba de la indiferencia con que usualmente reaccionaba cuando le comunicaban quien o quiénes serían sus alumnos.

 

Había una razón poderosa para ello, y era sencillamente que el mismísimo ex primer ministro mágico inglés acudiría para aprender y dominar la magia del libro del druida. Un hombre que, en el corto periodo de su mandato, había marcado un antes y un después en las relaciones de magos y muggles, y había polarizado por completo a la sociedad mágica de su nación.

 

Cierto era que para la mayoría de los uzzas, los asuntos de magos de otras latitudes no les molestaban, siempre y cuando no chocasen con sus intereses. Pero Badru era distinto. El único que había visto más cosas del mundo de afuera que los otros, y que disentía de muchas de las tradiciones, sin que eso mellara en su orgullo como guerrero al servicio de la diosa Uzza. Por supuesto que no convertiría la clase en un espacio de debate político, pero sí que su nivel de exigencia iba ser significativamente mayor. ¿Estaría Aaron Black a la altura? Al menos de una cosa no tenía dudas y era que incluso aquel egocéntrico hombre, tenía que reconocer el poder y superioridad de la magia uzza, y se veía en la necesidad de obtenerla, presumía Badru, para ponerla al servicio de sus propios preceptos ampliamente difundidos.

 

¿Era moral compartírselos sabiendo esto? Tal clase de cuestionamiento no pasó ni por un momento por la mente del guerrero, pues si los ingleses querían seguir desangrándose como nación era problema suyo.

 

Quedaba menos para el mediodía y pronto el sol se pondría en su punto más alto. Badru permanecía con los pies desnudos, pero esperaba que Black tuviese el buen tino de colocarse ropa adecuada, o la pasaría realmente mal con el calor del infierno que se experimentaba en esos momentos.

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El llamado no había sido distinto a la última vez, cuando adquirí los conocimientos de Asenath, pero sí un poco diverso. Caminaba por las montañas de la Luna en Uganda, cuando los mensajeros de la escuela mágica africana se me aparecieron por la senda en media luna, una que terminó por formar un círculo conmigo en medio; me cambiaron las prendas con su magia y ahora vestía unas bombachas de tela ligera color oscuro, con una túnica de seda gris ajustada a la cadera por un lienzo negro; los pliegues se arrastraban por el suelo. Casi intuía que aquél sueño sería una especie de traslador, pues y me preparaban para asistir a la clase que tendría con el guerrero, de otra manera ¿qué propósito habría en todo ello?...

 

-En Londres, para ésta fecha, nos preparábamos para climas fríos...- comenté, delatando mi llegada con el siseo sobre la arena bajo mis pies. No estaba descalzo, utilizaba algo ligero- ... no se compara con los calores infernales de éstas tierras. Buenas tardes, guerrero...

 

Me posicioné a un par de metros, por su espalda, admirando la serenidad con la que aquél joven observaba el lago frente a él, hice lo mismo al par de segundos, divisando un par de palmeras al otro extremo y un pez que saltó para cazar algún insecto que se le cruzó en su acecho. ¡Que diversidad existía entre las sociedades mágicas!; por mi parte, me sentía totalmente ajeno a aquellos parajes de medio día.

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Badru asintió vagamente a la respuesta del mago, tras observarle de pies a cabeza. Tenía razón respecto a la diferencia de climas, pero esa era únicamente la primera entre muchas diferencias que tendría que ver, así que resultaba positivo que fuera consciente de ellas.

 

- Lo primero que debe saber de El Libro del druida, es que posee hechizos esencialmente defensivos, pues un buen guerrero entiende que atacar puede darte una ventaja, pero con una defensa pobre, caerás en un suspiro.

 

Como lo había hecho innumerables veces antes, con un movimiento de su varita, de madera oscura como sus ojos, hizo aparecer la copia del libro que Aaron poseía, y rompió el sello protector para que pudiese revelar su contenido. Los nombres de los hechizos fueron lentamente apareciendo en las páginas, tanto los que requerían de una concentración de magia especial o de amuletos para su funcionamiento*, como los que eran de acción inmediato a través del uso de la varita**.

 

Él, como otros uzzas, era partidario de enseñar en la práctica, antes que recitando o dando largas explicaciones teóricas. La prueba con que Black iniciaría ya estaba lista, pero dado que el hombre no tendría ninguna compañía, decidió conceder unos minutos adicionales al hombre, para que pudiese practicar.

 

- Lea con suma atención cada una de las descripciones, y practique todo cuanto pueda los hechizos, excepto el haz de la noche o fulgura nox, pues podría ser contraproducente ya que son los poderes más avanzados del libro. Tiene media hora para hacerlo, y luego su verdadero entrenamiento dará inicio.

 

Las habilidades para abrir portales eran excepcionales en Badru y por eso las empleaba a menudo para mandar hacia otros mundos a los alumnos. Con el que tenía al frente en esos momentos no iba ser diferente. Ya la forma como Black cumplía esas primeras indicaciones iba revelando para el uzza el temperamiento de él, lo que solo lo confirmó en que iba ser inteesante ver de qué manera encararía aquella misión.

 

Culminada la media hora dio un último mensaje al mago, antes de enviarlo a través de un portal abierto con un solo golpe de sus pies en el suelo.

 

- Los uzzas hemos adquirido poder y magia a través de misiones a lo largo del mundo. Deberás traer contigo ejemplares de serpientes árboreas africanas- Badru sonrió aunque por la pañoleta fuera imposible ver dicha sonrisa- el portal te transportará a un punto cercano a su nido. Este es fácilmente distinguible pues es el tronco hueco de un árbol de fuego enorme. Los reportes mencionan que cerca de un centenar de ellas se agrupan allí, y por supuesto, no necesitarás traer las cien, pero no acepto menos de diez para considerar satisfactorio tu desempeño. A la cuenta de tres, cruza el portal ¡1, 2, 3!

 

¿Había olvidado mencionar que el interior del árbol de fuego tendría una temperatura insoportable? Probablemente no hubiera sido un olvido sino un acto intencional.

 

---

* Poderes de uso rolístico

** Poderes para rol/asaltos/duelos

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Fue entonces que nos observamos, atenta y mutuamente- bien estaba dicho, que la mirada parecía ser la puerta del alma- y más por la oscuridad en los ojos del guerrero, en ellos se distinguía la preponderancia del universo al que yo aspiraba, o más bien, al que le correspondían mis ideales como un miembro más del mundo mágico que nos distinguía. Sin embargo, mis ojos, a pesar de la egocéntrica humanidad en ellos, albergaban una tormenta en mi interior; una fuerza sobrenatural que me había ayudado a tomar mi propio lugar ante mis pares.

 

Le oí con atención, queriendo alcanzar el libro con ligereza una vez que el Uzza lo hizo aparecer levitando en su propio eje frente a nosotros. ¡Cuánta razón!, la defensa digo, la misma cátedra con la que intentaba dominar el mundo al querer defender la sangre que me precedía digno y distinto del resto. Sin embargo, no alcancé a tomar el ejemplar cuando el sello se partió en dos, soltando una ráfaga de viento que si bien no nos movió, si nos envolvió entre la rojiza arena sobre la cual estábamos erguidos. El cabello me revoloteaba como si estuviese en caída libre mientras los hechizos se escribían en lo que parecía ser alguna tinta de fuego...

 

Media hora

 

¿Qué era una prohibición, sino más bien un alcance a la tentación?; Badru me había dado treinta minutos para analizar las descripciones, ¡cómo si fuese a elaborar alguna poción!, más fue el momento en el que al fin toqué el libro cuando una línea larguirucha de tinta se arrastró cuan gusano hasta mis manos, enrollándose en el anular para constituir un anillo de un extraño cristal. Misma manera, en que sin percatarme, otra especie de serpiente dibujada a escala, viajó por mi brazo hasta enrolarse a mi cuello formando así un colgante de metal con un amuleto y un frasquito (cuestiones que se sumarían a otra infinidad de objetos mágicos que había que llevar hoy en día. Solía invisibilizarlos; no sería distinto con éstos).

 

-Daré una vuelta, si no le molesta... guerrero- fue lo único que verbalicé antes de encaminarme hasta la orilla del lago, sintiendo como la arena se ablandaba bajo mis pies y rara vez el agua alcanzaba los mismos.

 

Con una mano sostenía el libro que hojeaba con la varita, proyectando las utilidades que me ofrecía y mirando de reojo a quien se había presentado como maestro de aquellos conocimientos hasta alcanzar una distancia de cincuenta metros. Froté el anillo contra miradas indiscretas como quien pasea una moneda de oro entre los dedos y me observé a mí detrás, ¡una especie de holograma mágico!, una proyección falsa que a su vez me volvería invisible al resto. ¿Sería mi oportunidad?, quizás intentar el portal mágico y ¡atacarlo por la espalda!... no, no... no era de esa calaña, así no era yo. Sin embargo, lo intentaría de todas formas; el portal digo, no el est****o ataque.

 

Concentrado y observando al guerrero que quería despistar, me concentré en un punto ciego al vacío- ¿sería como utilizar la aparición?, no lo creía tan fácil- mentalizando un Fulgura Nox en mi mente, observando como un anillo luminoso y dorado comenzaba a formarse ante mí... el mismo que se reflejaba en perfecta armonía con el gris del iris que me caracterizaba y quizás, relazando poco a poco una sonrisa de júbilo que se torció genuina en cuanto Badru apareció nuevamente frente a mí... ¿Lo habría pasado simplemente por alto?...

 

A la cuenta de tres, cruza el portal... ¡UNO!

 

-¿Serpientes, para qué queremos serpientes?...

 

¡DOS!

 

- ¿Árbol de fuego?... ¿die...

 

¡TRES!...

 

***

Por mucho que el portal abierto por el guerrero me hubiese dejado caer al vacío, me escupió desde el mismo suelo en donde aparecí. Un suelo rocoso, un clima aún más sofocante que el anterior y un cielo algo rojizo, fueron las primeras cosas que capté al pararme de forma pausada pero en alerta constante. Varita en mano, me percaté que no muy lejos, en el horizonte, se apreciaba un gran volcán en erupción- con una columna de humo que parecía advertir el clima que había adoptado en la reciente llegada- y no muy lejos, a mi izquierda, un tronco gigante, partido a la mitad y con flamantes llamas azules como copa.

 

- Malditas serpientes...- bufé, no por temer al reto ni mucho menos, sino porque aún no le veía utilidad en cazar unas cuántas víboras.

 

Encaminándome hacia el tronco ahuecado, podía sentir ráfagas cálidas que desoxigenaban el ambiente, logrando cierto cansancio, fatiga más que nada y una sed de agua que intenté saciar con un aguamenti en vano, pues la misma se evaporó apenas logré el hechizo. Chisté la lengua con una pastosa sensación por la eventual deshidratación y recordé un párrafo del Libro del Druida; alcancé el frasquito que contenía el polen de los lirios de fuego y lo rocié sobre mí como polvo de hadas, ad portas de entrar en el nido de las famosas serpientes.

 

Adentrándome en el árbol, noté que el mismo tenía un encantamiento de expansión- elaborado por algún cazador mágico o por el mismo guerrero para tener que sortear éstas pruebas- con una escalinata que llevaba hasta una caverna de paredes al rojo vivo, comprendiendo a su vez, que de no haber utilizado el polen, con suerte hubiese llegado a un radio considerable de la entrada. Al menos ahora podía andar por allí como si nada de eso me afectase. Fue entonces, al final de una holgada estancia, que encontré un pequeño nido de serpientes... ¡no uno!, sino ¡cientos de ellos!... cuestión que pude observar tras admirar el lugar.

 

Que fácil, pensé. Sin embargo, nada haría presagiar que tras tomar unas ocho serpientes de mediano tamaño, atravesadas por una lanza que había hecho aparecer, misma que levitaba a mi costado, otras mas grandes aparecerían en defensa del nido. Fue así que invoqué un fuego maldito para crear un basilisco adulto que acabaría con unas cuántas, no importándome que los que me observaran supiesen de la maldición que acababa de utilizar. De todas formas, no olvidé otra de las tantas utilidades que enseñaba el famoso libro...

 

¡Obsistens!, exclamé varita en frente, creando así un cerco de un ultravioleta luminoso que absorbió a unas cuántas serpientes que se abalanzaron ante mí. Entonces y sin utilizar ningún portal, me concentré en el lugar donde había aparecido (no en el paraje volcánico, sino frente al lago, con el Uzza. Con dos serpientes que se enrolaron en mis piernas apenas salí de allí con lanza y todo, succionado por un pequeño vórtice que me jaló del ombligo.

 

***

Sudado, con la ropa algo manchada y una agitación propia de la situación, sentí la brisa refrescante del lugar y a varios metros de mi lugar, observé al guerrero que se distinguía en aquél paraje. Sacudí ambas piernas y con una floritura de mi arma mágica ensarté a las dos restantes en la lanza que aún levitaba a mi costado.

 

-¡¿Son para comerlas o qué?!...- grité a lo lejos, alcanzando la orilla del lago para refrescar mis pies. Tenía hambre.

 

 

 

 

 

@Badru

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Quedaba en evidencia que cumplir órdenes no era una cualidad de Black. Como tampoco lo era desligarse de la magia que lo hacía sentir seguro, la magia con la que había crecido y que había perfeccionado. No podía cuestionarle su eficacia, pero mientras dependiera de ella, cada vez le sería más difícil vincularse a la magia uzza. El guerrero concluyó entonces, que si el mago no estaba siendo consciente de ello, era el momento de hacérselo notar, aunque el método para hacerlo, pudiera ser contraproducente.

 

Badru no podía esperar para ver de qué manera reaccionaría. A pesar de lo estropeadas que se encontraban sus ropas y la agitación por la tarea realizada, se mantenía intacto en él el perfil altivo y la mirada cargada de soberbia mientras entregaba las serpientes. ¿En serio pensaba que eran para comer?

 

- Bien dicen que la gastronomía inglesa es cuanto menos, peculiar ¿suele comer serpientes seguido Señor Black, o acaso el hambre le está jugando una mala pasada? Si trae comida consigo, adelante, va necesitar fuerzas para lo que viene a continuación- inclinándose hacia la lanza que el hombre acababa de dejar, Badru dejó de observar a su alumno y concentró sus esfuerzos en una tarea, que en realidad, había aprendido en la más tierna infancia- tal parece que las pociones no son lo suyo, sino sabría que la piel seca y desmenuzada de estas serpientes es un ingrediente clave para las pociones multijugos, y siempre necesitamos contar con ellas para las misiones de infiltración que realizamos.

 

Podía haber pasado fácilmente una hora, hasta el que uzza culminó con el procedimiento, pero una vez concluido, soltando una larga exhalación se puso de pie para encontrarse nuevamente con su alumno, que mostraba ya algunos signos de impaciencia.

 

- Entonces, el fulgura nox y el haz de la noche, son los dos hechizos más poderosos que este libro posee. Ambos le permiten abrir portales en el espacio- tiempo, pero el alcance de estos portales es bastante diferente. Con el haz de la noche no podrá sino huir en una situación en concreto, dentro de un mismo mundo. En cambio, el fulgura nox, combinado con ciertos conocimientos y habilidades, le permitirá desplazarse en el tiempo. Pasado, presente, y futuro al alcance de su mano.

 

Con la facilidad propia del talento natural que poseía para abrir portales sin necesidad de la varita, Badru abrió un portal en ese mismo momento, y reapareció justo tras Black, sujetando su cuello solo los segundos suficintes para dejar sobre su piel una marca imborrable con forma de árbol de fuego, tan amplia como la palma de su mano. De inmediato, una sola orden, simple y clara, retumbó en la mente del mago, y sin opción a oponerse pues tal era el efecto de la marca de sangre, Aaron tuvo que entregar su preciada varita al guerrero.

 

Con el arma en su poder, Badru volvió a abrir otro portal, y a los pocos segundos retornó al mismo escenario, bastante seguro de que su pupilo ya había recuperado sus facultades.

 

- Su siguiente misión señor Black, será recuperar su varita, la cual he dejado en custodia de un grupo... singular. Una bonita manada de hipogrifos que habitan en los terrenos de Hogwarts. Como todo espacio de esa escuela, las protecciones son numerosas, desde las mágicas hasta los propios cuidadores de las criaturas, así que tendrá que encontrar el modo de sortearlas, con sigilo y precuación. Me quedó claro en la primera misión que completó que es muy diestro en el manejo de la magia con varita, pero tiene que entender que está aprendiendo la magia uzza, y para los uzzas, la varita es solo otro canalizador más. Así que espero que ahora sea capaz de recordar, si es que lo ha olvidado, todos los recursos mágicos de los que puede servirse, para cumplir las misiones que le asigno.

 

Badru creyó ver un chispazo en los ojos de su alumno que era como el rastro de alguna rabia contenida, lo que tenía toda la lógica del mundo, considerando las condiciones en que lo había dejado. El guerrero esperaba, no obstante, que todo ello fuera un aliciente en el mago, para que llegara al enfrentamiento final, más que motivado y con la resolución suficiente para vincularse a los poderes del libro.

 

Y otra vez, pequeño detalle, Badru omitió revelarle que no estaría yendo al Hogwarts del presente, sino de su propio pasado, y que por tanto, para retornar, no tendría otra opción posible más que el fulgura nox. Hasta donde había revisado en su expediente, Black poseía los conocimientos para lograr conjurar un portal que lo devolviera al presente ¿pero lo conseguiría con toda esa presión externa?

 

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Sonreí vagamente al guerrero cuando me preguntó si comía serpientes muy a menudo y clavando la lanza en la arena, me dejé caer sobre el traste, con una de las piernas recogida y las manos apoyadas para relajarme un poco a orillas de aquél oasis. No le contaría que pasé gran parte de la infancia sobreviviendo en la familia de los Black, un castillo que fue abandonado por muchos años y en el cual tuve que alimentarme hasta de un elfo que se ofreció en sacrificio para que no muriese en la pasada. Los Ryddleturn me habían rescatado en algún momento de mi historia, seguido de los Rosier y finalmente los Yaxley; pero sí, habían situaciones en la vida que me forjaban en lo que me era hoy.

 

-...creo que las pociones jamás fueron lo mío...- comenté al Uzza mientras agitaba mi varita para sacar una serpiente de la lanza y quitarle la piel con los dedos. Prácticamente se habían asado con el calor de la estancia de la cual acababa de escapar-... hechizaba a mi prima para que me ayudase o extorsionaba al docente para una buena calificación, sabes...- comentaba entre un par de mordiscos a la piel carnosa- ¿usted jamás ha comido algo exótico en su vida?...

 

Pregunté, interactuando con el guerrero para tomar un respiro de lo que sería parte de éstas enseñanzas. De hecho logré conjurar un aguamenti para saciar la sed y prácticamente retomar las energías para lo que seguía. Fue de pronto, ¡una sorpresa!, cuando Badru me hechizó para obligarme a entregarle mi varita... ¿porqué lo haría?... pues la ingenuidad y la confianza eran estancias de pocos pasos.

 

-¿Y cómo he de volver?...- pregunté ante las enseñanzas que había agarrado de sus palabras- digo, escapo de la situación en concreto o me estás enviando a otro tiempo...- sostuve en cuestión, poniéndome de pie y alternado la mirada entre él y el portal que aún no se cerraba- bueno como sea...- murmuré encogiéndome de hombros y asomándome por el portal. Pasé una pierna y tras medio cuerpo me volteé hacia el guerrero-... después preguntan porqué pasa todo en Hogwarts. Te veo pronto, Badru...

 

Y así, sacudí mis bombachas y parte del pecho, previas palmadas entre manos para aventurarme en la búsqueda de mi arma mágica. ¿Qué era un mago sin su varita?, ¡era una extensión genuina de nuestra esencia!; pero de cierta manera comprendía al guerrero y sus ansias de que sus poderes eran ofrecidos para que no dependiésemos siempre de lo usual. Miré hacia el cielo- caía el ocaso- observé las prendas que me harían ver como un completo extranjero y sin saber si me reconocerían en aquél lugar, me abrí paso por el bosque prohibido. Conocía el lugar como la palma de mi mano.

 

***

 

Las ramillas y hojas crujían bajo mis pies, a paso decidido para encontrar la frontera de la frondosa estancia y tal vez, con suerte y sucia política, pedir a algún empleado del castillo que me guiase hasta los establos de Hipogrifos; pero nada podía ser tan fácil ¿o sí?. Fue así como oí un galope estruendoso, ¡Como si fuese de una manada!... Palpé mis prendas en búsqueda de la varita. Inercia.

 

-¡Demonios!...- exclamé, girando sobre mi eje para sortear los flancos. De pronto les vi, les oí, les olí.

 

-¿Qué hace un tipo como tú en un lugar como éste?...- preguntó uno de los centauros.

 

-De seguro otro tonto que anda en búsqueda de la varita de sáuco...

 

-¿Es así?- volvió a cuestionar la criatura ante el comentario de uno de los suyos. Me tenían rodeado, me apuntaban con las flechas dispuestas en sus arcos- acaso no sabes que Potter la partió por la mitad...

 

-Hace unas semanas, sí...- comentó otro por varios metros tras mi espalda.

 

¿Potter?, solté en mi mente. "Hace unas semanas"... ¡Maldito Badru!, me había enviado a una época diferente. Seguramente poco tiempo después de la caída de Tom.

 

-Buenas tar...- murmuré con la intención de hacer una venia cuando oí el lienzo del arco soltar una flecha. Hábil, idee un salvaguarda mágica en mi mente, concentrándome para volverme intangible y ver como la flecha traspasaba mi cuerpo para clavarse con fuerza en una raíz a escasos centímetros de mis pies.

 

De pronto sentí más flechas; ¡querían cazarme!; por lo que mentalicé un maldición, para que una de ellas me chocase como dulce de goma de la tienda de los Weasley y lanzar luego, unas semillas de hielo que se soltaron tras una voltereta, para resbalarme a gran velocidad por una pendiente llena de raíces y troncos aledaños que tuve que ir esquivando dentro de lo posible. Sentía los galopes en persecución. Producto de ello, me escondí en un tronco ahuecado y froté el anillo contra oídos indiscretos para que la manada de centauros no oyese ni siquiera mi respiración. Me quejé de una flecha que había rozado mi gemelo derecho; sangraba.

 

***

 

Una vez que sortee a los amantes de la astronomía, me abrí paso hasta la cabaña de Hagrid- su pan horneado era conocido y su olor siempre fue inconfundible. Lástima que nosotros, al ser de la casa de Salazar, debíamos robarlo más que esperar una buena tajada a su buena gracia- lugar donde me tendí algo cansado, sudando helado y con una fatiga peculiar... veneno... ¡cómo no saberlo!. Los centauros eran hábiles y diestros en las trampas de batalla, por lo que no era menor que una de sus flechas contuviese algo para debilitar a la presa.

 

Frotando mis manos como quién pretende salvarse de un frío abrumador, se activó el anillo antiveneno con el cuál mengüé de sobremanera los efectos del veneno, salvándome de que no haya sido de basilisco. Y oí grandes zancadas que se acercaban al jardín de calabazas, justo donde yo me encontraba tendido y apoyado a una gigantesca bola naranja.

 

-¿Quién es usted y qué hace en mi jardín?...

 

-Ha... ¿es usted el guardabosques?- pregunté con el cabello alborotado, rasguños en los pómulos y tierra con hojas por todo el cuerpo.

 

-¡Rubeus Hagrid!- exclamó el semigigante, orgullos de presentarse mientras elevaba la barriga con ambas manos puestas en su chaqueta- ¿y usted?... no creo haber ordenado un espantapájaros que hablase...

 

-Espanta qu..- solté entre dientes, molesto y con la intención de abalanzarme contra él; luego recordé que no era mi época, que no debía alterar el espacio tiempo y que estaba allí por mi varita- soy Aa...Ammar, sí ¡Ammar Blackenmujh!- inventé acorde a las ropas que traía puestas. No supe en qué momento se me había ocurrido tal nombre- y vengo por... ¡por un hipogrifo!, sí, un gran y bello hipogrifo...

 

El guardián del bosque enarcó una ceja, intentando recordar en su mente si ello estaba entre las actividades de su agenda. Me acerqué rápidamente y tendí la mano para darme a presentar completamente; sonreí con una genuina maldad cuando éste estrechó sus anchos dedos, realizando sin que el se percatara, una marca de sangre- un mísero punto negro que se perdería entre la suciedad de su piel- para doblegar su voluntad; cuestión que claramente no era algo fácil al ser él un semigigante; pero el ímpetu de conseguir mi varita era tan grande, que no perdería un segundo para viciar su voluntad, más que nada su voluntad.

 

-Ah sí... sí, creo que lo recuerdo...- comentó el guardabosques, rascándose la esponjosa barba- acompáñeme señor Amm...

 

-Ammar...

 

-Acompáñeme señor Ammar... ¿pagará con oro o hizo el intercambio a galeones?...

 

***

 

Con un brillo astuto en la gris mirada que me precedía digno de los Black, seguí al amigo de Harry Potter hasta los establos donde los hipogrifos revoloteaban alterados. De hecho, habían algunos que tenían índices de haberse dado picotazos y golpes de pezuña. Hagrid se adelantó preocupado mientras me acercaba lenta y pausadamente observando el sector en búsqueda de mi varita.

 

- Nunca los había visto así...- comentó el guardabosques-... bueno, no desde la batalla de Hogwarts. Habrá escuchado hablar de ella, ¿verdad?

 

-Pues sí...claro, claro...- comenté algo despreocupado, observando el suelo, los arbustos, los grandes baldes de agua y comida para hipogrifos.

 

-Tranquilo, tranquilo...-sostenía Hagrid mientras acariciaba el lomo de una de las criaturas hasta que exclamó- ¿Qué tienes...¡qué extraño!...

 

Y ahí estaba mi maderosa amiga, en manos del sucio y traidor vasallo de Dumbledore. Mantuve una expresión de asombro, asolapado y difícil de descifrar pues no podrían darse cuenta si la sorpresa en mi rostro era por seguir el asombro en el mismo semigigante o porque había encontrado mi varita. Me acerqué hasta él rápidamente.

 

-¿Me permite?...- pregunté extendiendo la mano.

 

-¿Qué?...

 

-La varita...

 

-Espere, si usted es de la India, su acento no debi...

 

Pero no le dejé terminar, abalanzándome sobre su brazo para arrebatar el arma mágica que me pertenecía y sentir como su poder fluía en mi interior; como dos grandes amigos que se abrazaban luego de un tiempo indefinido. Caí en medio de los hipogrifos y solté una carcajada.

 

-Verá...- sostuve, ideando un Obsistens en mi mente al mismo tiempo que formaba un pequeño círculo con la varita a mis pies. Los hipogrifos se perdieron al instante, una vez fueron alcanzados por un cerco de tono ultravioleta que a sorpresa del guardabosques, también lo atraparía a él por ser mitad criatura, mitad humano; no sin antes oír mis últimas palabras- ... cambiará el rumbo de la historia y tal vez, la famosa varita no sea destruida por el est****o de Harry Potter...

 

***

 

Tras haber atacado a uno de los exponentes en el castillo de magia y hechicería, las alarmas saltaron y el lugar se vio repleto de aurores en pocos minutos, por ende, tuve que esconderme nuevamente en el bosque, recordando la punta de un cerro a la que solía caminar cuando quería cuidar de mi soledad. Fue así que me encaminé hasta el lugar, sentándome sobre una roca y concentrándome en abrir un portal que si bien no podría realizar para el futuro, si podría conectar con mi presente.

 

-Veamos...- murmuré, recordando que los conocimientos del Fulgura nox, mezclados con historia de la magia y runas, me permitirían viajar al pasado, pero ya no requería ir al pasado. De la misma manera, si hubiese asistido a videncia y no nigromancia, podría haber abierto un portal hacia el futuro. Sin embargo y paradójicamente, no requería viajar más allá de mi presente, no aquél, sino el genuino de mi tiempo. Fue así, como busqué el bolsito con las runas que me había regalado Orión para lanzarlas al aire y apuntarlas con mi varita, sosteniéndolas y concentrándome en el Fulgura Nox que me devolvería, valga la redundancia, a mi presente.

 

Un círculo luminoso comenzó a dibujarse entre las alarmas lejanas que aún sonaban, y apenas logré divisar el lago en parajes africanos, me lancé cuan clavada hacia el portal que se cerró de inmediato...

 

***

 

...Caí nuevamente en el Oasis, de panza a la arena y con la varita en mi mano. Me puse de pie y busqué a Badru con la mirada.

 

@Badru

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La apariencia de Aaron era lamentable. Estaba agotado, sucio, pero en su expresión se evidenciaba el orgullo de haber cumplido a cabalidad con la misión. Badru también se sentía satisfecho del logro.

 

- Excelente señor Black, supongo que ya se imagina que es lo siguiente ¿correcto?

 

El mago había demostrado su valía en las misiones, pero todavía restaba comprobar su habilidad en un duelo, donde las condiciones eran ostensiblemente distintas a todo cuanto había experimentado hasta ese momento. Dejó entonces que tomara un descanso, para recuperar el aliento y para refrescarse y limpiarse en las aguas del lago y cuando vio que el sujeto estaba más repuesto, llamó su atención para una última indicación sobre lo que se venía.

 

- En nombre del desempeño excepcional que ha mostrado, es que me ahorraré hacer comentarios de las cosas que le he oído y le he visto cometer en esta clase. De todos modos, no es este un espacio donde se evalúe la moral de las personas, sino sus capacidades como guerrero y ha llegado el momento de que usted sintetice en un duelo todos sus aprendizajes. Usaremos el fulgura nox una vez más, para dirigirnos a uno de los bosques más emblemáticos del continente, y el mejor lugar donde podrían ponerse a prueba los poderes del Libro del Druida.

 

La varita del uzza se extendió hasta adoptar la forma de una vara de cristal, y apoyándola en el suelo, generó una disrupción ovalada en el espacio tiempo.

 

- Cuando esté listo, salte hacia el interior. Lo espero del otro lado.

 

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Estaba tan sediento que en cuanto me percaté que el guerrero Uzza me había divisado, me lancé de rodillas, unos cuántos metros dentro del lago para hundir la cabeza y beber agua cuan animal salvaje. Saqué la cabeza cuando noté que Badru se reunía conmigo sin siquiera tocar el agua, escuchando escasamente la prueba que habría a continuación; pasé las manos por mi rostro y eché la cabellera de copa hacia atrás, para finalmente ponerme de pie notando que el agua me llegaba un poco más arriba de la mitad de piernas.

 

-Créame que la moralidad que he mantenido ante la comunidad mágica ha sido más que cuestionada...- comenté al tiempo que me encaminaba para salir del agua hasta pisar nuevamente la orilla-... no me sorprende que quisiera cuestionarla también. Pocos son los que comprenden mis prácticas...

 

Fue así que me dejé caer en la arena para tomar un segundo respiro, mientras veía como el guerrero creaba un portal con vista a un frondoso bosque que mantenía una densa bruma. Asentí en cuento comentó que me esperaría del otro lado... busqué las serpientes asadas sin encontrarlas y secando mis ropas con una floritura de la varita, crucé el portal también...

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