Día de entrenamiento

[Rory Despard]

Sentado en la banca, cerró los ojos y recitó una plegaria apenas en murmullos que no alcanzaban más que a sí mismo. La historia de porqué se encontraba en ese gimnasio junto a tanta otra gente, tenía su origen una semana atrás, cuando cumpliendo con dejar encargos de comida, había terminado viendo un anuncio sobre prácticas de duelos. No era el primer cartel que veía, y tiempo después, en el hogar de socorro mientras cenaba, comprendió que aquellos eventos se habían hecho muy populares por causa de la guerra mágica. Las calles de Londres eran más inseguras que nunca, y si bien la mayoría que había pisado Hogwarts algo sabía de duelos, muchos consideraban que la violencia que se vivía en la actualidad requería reforzar esos conocimientos.

 

Dependientes de tiendas, secretarias, realmente encontrabas todo tipo de gente en dichos espacios. Rory se había asombrado de ver la larga fila de personas a las afueras de aquel recinto enorme, con tres escenarios en paralelo para que se llevasen a cabo los duelos de entrenamiento. Varios letreros señalaban la prohibición expresa de usar las maldiciones imperdonables en los duelos, pero no alcanzó a ver otras prohibiciones.

 

Cerca de una hora después, su nombre se escuchó desde los altoparlantes y retumbó en todo el local. Nervioso, se puso de pie y se quitó la casaca, quedando tan solo con una polera de algodón gris, a juego con el buzo que llevaba. Unas zapatillas blancas complementaban su indumentaria, y le era un tanto fastidioso cargar con todos los elementos de los libros uzza, tales como anillos y amuletos, pero sentía que era necesario llevarlos, especialmente porque necesitaba practicar esa magia con la que no terminaba de familiarizarse.

 

Se posicionó frente a su rival, a seis metros de distancia, y no le prestó tanta atención al mago como al espacio que tenía alrededor. El suelo estaba cubierto por una capa de arena, que si bien no era gruesa, estaba seguro Rory que fácilmente podía esconder insectos pequeños. Había también unos cuantos troncos amontonados en las esquinas, y desperdigadas a lo largo del escenario docenas de piedrecillas que calculababa tenían el diámetro de su pulgar.

 

Le había resultado cuanto menos curioso el nombre de su oponente: Radamantys. Estaba seguro que nunca se lo había cruzado, pero haciendo una venia hacia él, rápidamente alzó la varita dispuesto a iniciar el duelo. En esa hora sentado en el banco, había dado vueltas a de qué forma iniciaría con el duelo, así que pronto y con tan solo pensarlo, conjuró una arena de hechicero, que de inmediato se materializó en el aire alrededor de su oponente, cegándolo e impidiéndole realizar hechizos que requiriesen de puntería.

 

Un rápido vistazo de los otros escenarios, le hizo ver que los enfrentados platicaban y hasta reían. Pero él se sentía tenso y nervioso, y francamente, temía que con tan solo hablar, pudiese perder la concentración que aquel enfrentamiento requería.

 

@Radamantys