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Prueba de Oclumancia


Aailyah Sauda
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Hacia relativamente poco que había estado en aquel lugar, aunque el tiempo para ella no discurría del mismo modo que para los demás. La única diferencia para ella en aquella ocasión, y en todas, en general, era la identidad del pupilo al que llevaba hasta el Portal de las Siete Puertas. Esa vez, su acompañante era Zoella, una hábil joven que incluso había intentado engañarla durante sus clases mostrándole respuestas faltas a los interrogantes que Sauda buscaba en su mente. Aquel había sido un gran punto a su favor.

Ahora se encontraban junto al lago que las separaba de la isla que albergaba la Gran Pirámide. Sauda miraba fijamente al otro lado, sin ni siquiera parpadear. Estaba totalmente concentrada en sus pensamientos. Antes de poder presentar la verdadera prueba, Zoella tendría que llevar al salón circular que albergaba el famoso Portal, para ello, Aailyah había dispuesto cuatro retos por el camino que debía seguir para alcanzar su objetivo que la pondrían a prueba de varias formas, relacionadas o no con la Oclumancia, para que demostrase que estaba preparada para afrontar lo que vendría a continuación.

En primer lugar, debería atravesar el lago que los separaba de la isla. Había un bote de madera en la orilla con un par de remos, que podría usar para ello. Lo malo era que, cuando se subiera al bote, Zoella se vería privada de su magia y tendría que avanzar con el bote de forma muggle, remando. Con eso, probaría que su resistencia física hacia justicia a la resistencia mental que habría de demostrar luego.

Cuando alcanzara la orilla, se encontraría con un frondoso bosque que albergaba en su interior la Gran Pirámide. Encontraría varios senderos, aunque ella al principio no sabría que todos conducirían a la misma entrada, y le mostrarían las mismas pruebas. Cuando entrase en el, encontraría un sendero con un montón de telarañas que cruzaban el camino de lado a lado. Para atravesarlo, debía usar las manos, su magia seguiría limitada hasta finalizar la prueba, al tocarlas, una toxina entraría en su organismo y le embotaría en el cerebro haciéndole perder el rumbo, debía cerrar su mente con la habilidad que Sauda le había ayudado a desarrollar, la Oclumancia serviría también para aquel tipo de ataques, debía crear una barrera en su mente para que las toxinas desaparecieran de su cuerpo.

Cuando superase aquel trecho, podría avanzar hasta toparse con un montón de Doxys, que la pondrían en apuro, debía deshacerse de ellos y encontraría el próximo desafío, consistía en simplem,ente continuar su camino hacia adelante sin dejarse llevar por las ilusiones que Sauda crearía en su mente en ese punto, haciéndole pensar que debía torcer en varias direcciones, fueran cuales fuesen, perdiendo así el rumbo justo cuando estaba a punto de alcanzar el final.

Si lograba cerrar su mente ante el ultimo ataque de la Aailyah, Zoella podría entrar en la Gran Pirámide.

Estaré esperándote al final de todo esto...

Y simplemente desapareció como una ilusión.

Editado por Aailyah Sauda
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Tras contestar la pregunta de Sauda, Zoella sintió como salían de su inconsciente para transportarse directamente al tan conocido lugar frente al lago, donde comenzaría a sortear las pruebas iniciales que la llevarían al gran final, el portal de la Gran Pirámide. Triviani giró la vista a Aailyah cuando esta soltó unas palabras antes de desvanecerse sin más. Entre sus ropas buscó su varita, pero esta no estaba y supuso que la arcana se la había quitado para que únicamente usara su mente, y el bloqueo que esta le había enseñado.

 

Tomó el bote y comenzó a empujarlo, adentrándose en el agua, mojando sus ropas para luego saltar dentro de este y tomar los remos. Comenzó a moverlos, remando en dirección a la isla. Recordó las otras dos veces que había cruzado dicho lago, donde uno fue nadando hasta el fondo, consiguiendo la llave que desencadenó la canoa pero perseguida por una gran serpiente. Parcel fue difícil de obtener, pero no imposible.

 

La segunda vez fue con la Nigromancia, donde batalló contra almas en pena que intentaron consumirla, intentaron hundir la embarcación que la mantenía a flote. Siguió remando, con fuerza y energía pero sentía sus brazos acalambrarse a cada tantos metros. Observó a sus espaldas, la isla estaba cada vez más cerca y ya podía sentir la emoción surgir de su interior, avisando que vencería la primera prueba.

 

Remo y remo, y siguió remando unos minutos más hasta que finalmente chocó contra la orilla y suspiró aliviada, observó el bosque mientras bajaba, sintiendo el leve agitamiento que el esfuerzo físico le dejó. La Triviani aún siendo vampira, lograba percibir esas sensaciones de agotamiento, producto de su parte emocional, que lograba adueñarse de ella. Suspiró, debía de seguir. Se giró a ver al lago, observó tierra firme y se aseguró de que realmente estaba ahí parada, a punto de emprender la segunda prueba.

 

Trotó, adentrándose al frondoso bosque en busca del camino que la llevaría al centro de la pirámide, varios senderos le dieron la bienvenida, la calva observó detenidamente cada camino, interrogándose mentalmente cuál sería el correcto ¿o acaso habría uni? Finalmente solo optó por seguir en línea recta, por ahora.

 

Se adentro por el sendero central, escuchando los ruidos de lo que la rodeaba y observando el paso del camino que la llevó por un montón de telarañas cruzadas, imposibilitando su andar. Buscó rastro de alguna araña, sabía que ellas eran venenosas y aquello le acarrearía un problema. Intentó además hallar en su campo una rama, quizás le serviría para retirar con mayor facilidad lo que le obstaculiza el camino, pero se encontró únicamente por esos hilos arácnidos frente a su cuerpo.

 

Resopló y decidió usar sus propias manos, comenzando a abrirse paso por el sendero seleccionado. Sintió su cuerpo ralentizarse, intentó observar a la distancia y parecía no haber un fin. Su vista comenzaba a ofuscarse y sus sentidos parecían alterarse. Se debatió un par de veces regresar y tomar otro rumbo, quizás conseguiría algo más sencillo a lo que enfrentarse.

 

No, debía de hacerse cargo de su elección y seguir. Armó aquella muralla en su mente, esa que la mantenía siempre con la fuerza al máximo y siguió retirando toda telaraña que se atravesaba en su camino. Arrancaba con los brazos, con su torso, con sus piernas, se abría paso entre las telarañas y en todo momento mantuvo la fortaleza en su muralla mental.

 

Poco a poco sus pensamientos se fueron aclarando, su vista se concentró en el objetivo y su cuerpo fue recuperando la energía arrebatada minutos atrás. Rompió las últimas telarañas con fuerza y cayó de rodillas al suelo, respirando aceleradamente. Se levantó con cuidado, sacudió sus manos y siguió, con la misma fortaleza que había aprendido a evocar con la arcana de Oclumancia.

 

Avanzó con paso lento, talló sus ojos y suspiró. El silencio ensordecedor la envolvió a ella y al lugar. Escuchó ruido al fondo, pero no observó nada. Siguió andando por el tramo que le quedaba cuando escuchó un alarido que conocía bastante bien. Doxys. Miles y miles de ellos volaron rumbo a su cuerpo, dispuestos a atacar y envenenar su sistema entero.

 

Los pies de la bruja actuaron antes de siquiera pensarlo, comenzó a correr. Huyendo de la plaga que la perseguía. Llevaba la delantera solo por algunos metros, pero uno de ellos logró alcanzarla, mordiendo su brazo. Maldijo por lo bajo, pero no dejo de correr, sintiendo el escozor en su piel y el dolor de su extremidad. Una encrucijada se apareció, y tomó uno de los pasadizos sin saber siquiera cual era. Se lanzó a un arbusto sin ser vista por las bestias y estas siguieron de largo.

 

Suspiró, observó su brazo y una doble hilera de huequitos apareció en su piel, donde fue mordida por los afilados dientes que estas criaturas poseían. Se golpeó mentalmente por no traer consigo su antídoto, y rezó en silencio para poder aguantar hasta estar en casa, y beber de la poción que guardaba en su habitación.

 

Esperó unos minutos, y se asomó para buscar rastro alguno de la presencia de las Doxys por su alrededor. Nada. Salió, encontrándose con un nuevo camino al regresar por donde entró. Siguió ese rumbo, con la alerta puesta de que algo podría salir pero al final se encontró con la vista de la pirámide al fondo. Sonrió efímeramente y comenzó a correr, pero algo pareció decir que aquel no era el camino pues un barranco era lo que aparecía en aquella salida, un barranco directo a la muerte misma.

 

Algo en su mente le dijo que fuera a la izquierda, y así lo hizo. Derecha, izquierda, izquierda, derecha, derecha, izquierda, derecha.... Y así siguió por un rato, caminando en círculos infinitos, solo siguiendo esa voz de su mente. Con fundida y abatida, se percató de que dejó de pensar en esa barrera, de imaginarse ese escudo que debía de detener.

 

Sauda. Pensó, volviendo a concentrar su cuerpo a la barrera que debía de tener, a ocultar su mente de todo y todos. Nada, no escuchó más nada en cuanto se imaginó dentro de una fortaleza inmensa. Siguió los rumbos por instinto, hasta que un largo pasillo llegó, caminó por él esperando que aquel fuera el correcto para llegar al centro de la isla.

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La morena observó desde la zona central de la isla a Zoella, quien parecía divagar cada tanto entre su agotamiento el cual aumentaba con cada paso que daba más cerca a la gran pirámide. Ella ahí, en silencio sostenía el anillo de aprendiz que otorgaría a la bruja en cuestión, cuando esta hubiera arribado al lugar, luego de cruzar el laberinto.

No intervino en ningún momento, aun cuando pareció que la mujer le llamaba, esperó, solo espero con paciencia. Ella lo lograría, de eso estaba segura. Con calma se paseó de un lado a otro, a medida que sentía como su pupila se veía más cerca de la pirámide, siendo esta la prueba más dura a la que se enfrenta en aquel lugar, sin distinción alguna.

Sauda esperó, percibiendo la angustia que Zoella guardaba pero de la que parecía no percatarse, o quizás ignoraba. La arcana vislumbra como cerraba su mente, como debatía sus pensares con cada prueba y como seguía aun cuando sentía que su cuerpo se derrumbaba. Y finalmente la observó correr hasta donde ella se encontraba parada.

Una sonrisa fue todo lo que le otorgó por el momento, mientras esperaba que se calmara. Analizó su expresión, pero se cayó cualquier pensamiento en torno a eso y prosiguió con lo que el protocolo de las pruebas indicaba. Le entregó el fino hilo plateado que sería su anillo de aprendiz, y superada la prueba se convertiría en su anillo de Oclumancia.

- ¿Lista para enfrentarse a la gran prueba? Con consciencia de que será impredecible lo que dentro pueda ocurrir, tu deber será superarla con lo aprendido de Oclumancia, y lograr vincularte exitosamente - pronunció lentamente, comenzando a caminar al interior de la pirámide, a donde el Ouroboros estaba. El portal de la Oclumancia se encontraba abierto, a la espera de su nueva víctima.

- Si te sientes en peligro, toca el anillo. De yo ver necesario traerte, lo haré y tendrás otro intento una vez crea conveniente - finalmente agregó para dar un paso al costado y dejar libre entrada al portal.

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Corrió un par de metros más, no supo cuantos pero corrió, como si de su vida dependiera aquello. Sintió sus músculos comenzar a clamar por una pausa, cosa extraña para ella que no solía cansarse tan rápido pero ¿será acaso su agotamiento mental haciendo mella en ella? Observó la pirámide a la distancia, y supo que había vencido todo obstáculo puesto. Llegó frente a Sauda, respiró buscando calmar su acelerado corazón, intentando recuperar el equilibrio y la paz que debía de tener por lo que le quedaba de prueba. Observó la pirámide, observó la sonrisa que Aailyah le dedicaba, y bufó exasperada. Ya estaba a nada de terminar, pero le parecía que todavía le faltaba demasiado.

 

Aceptó el anillo, y lo colocó en uno de los dedos desocupados que poseía en ese momento. Sus anillos propios más los dos de Nigromancia y Parsel descansaban en su mano, decorando sus delicadas manos en el proceso. El fino hilo plateado del aprendiz brillo en su dedo, mientras seguía a la arcana al interior de la pirámide. Observó su interior con la misma fascinación de siempre, asintiendo a la mujer que ahora esperaba por su respuesta.

 

- Si, estoy lista para cruzar la prueba del portal - contestó ahora, percibiendo el ademán de la mujer para que cruzara. Dio dos pasos, y retrocedió uno ¿estaba lista? Debía de estarlo, era ahora o nunca. Tomó una profunda respiración y sin soltarla cruzó el portal en silencio, ante la atenta mirada de la morena mujer.

 

Soltó el aire lentamente cuando se vió envuelta con la oscuridad característica del portal. Sus pies pisaron un charco, y se escuchaban sus pasos en eco cada vez que avanzaba. Mentalmente se recordó, mantener la barrera, mantener la fortaleza, encerrar su mente, cerrar todas las puertas a ella.

 

Todo poco a poco fue cambiando, el castillo Triviani estaba frente a ella. Avanzó, y cruzó el umbral de la puerta como siempre, con naturalidad. Se encontraba desolado, dio un par de pasos y se situó en el centro de la sala. Observó a la cocina, a los pasillos de abajo, a las escaleras y afinó el oído, ningún paso se acercaba. Los Chucks parecían no estar por ahí, y solo comenzó a subir las escaleras rumbo a las habitaciones.

 

Sus pasos sonaron en todo el lugar, en eco. Solo sus pasos eran lo que sonaba alrededor de todo. Camino de habitación en habitación. Todas solas, pero en perfecto estado. Llegó a la suya propia, abrió la puerta y solo se encontró con otro ambiente, se abría ante ella el largo pasillo que solía frecuentar en la Fortaleza Oscura. Una sonrisa melancólica llegó a su rostro, extrañaba su bando, su gente. Cruzó el umbral de la puerta y avanzó, susurros a su alrededor comenzaron a oírse.

 

- ¡Asesina!

 

- ¡Cobarde!

 

- ¡Prostituta!

 

- Drogadicta!

 

- ¡Mentirosa!

 

- ¡Infiel!

 

- ¡Desleal!

 

Todas esos insultos se mezclaban entre ellas, siendo soltadas a la vez pero dentro de la cabeza de la calva. Sabía que sus oídos solo escuchaban su paso, aquello era susurrado en su propia mente, por alguien externo - ¡BASTA! - gritó, comenzando a desesperarse. Sus pies comenzaron a correr, hasta llegar a la escalera de caracol la cual comenzó a descender. Tapó sus oídos, mientras seguía gritando que se detuviera, que pararan esa tortura. Bajó a zancadas la infinita escalera, parecía no tener fin y llevaba largo rato haciendo lo mismo, solo bajando.

 

Tropezó con sus propios pies, y bajó un tramo de escalones rodando, sintiendo su cuerpo magullarse mientras las palabras aumentaban de volumen en su mente. Llegó al final y su cuerpo rodó hasta detenerse, ella misma se hizo un ovillo ahí en el suelo, tal cual como en la clase mientras temblaba de angustia.

 

- Basta, basta, basta - se repetía, temblando, intentando armar la gran muralla en su mente. Se imaginó una inmensa pared siendo construida y las voces comenzaron a disiparse, pareciendo lejanas hasta que el silencio volvió a inundarse. Tembló, mientras comenzaba a sollozar, quería irse, quería escapar, quería terminar con aquello.

 

"Intenta respirar profundo, y cuando veas un recuerdo que intenta dañarte, crea una especie de protección a tu alrededor... Enciérralo, demuéstrales que tienes el control en tu mente, serás una poderosa Oclumante si logras dominar esa técnica" escuchó en su interior, su mente encargándose de recordar las palabras que la misma Sauda pronunció durante la clase.

 

Respiró varias veces, profundo y pausado, calmando todo su ser. Poco a poco los temblores fueron deteniéndose y su pecho dejo de doler. Deshizo el fuerte agarre a sus piernas y fue incorporándose. Se levantó y sacudió sus ropas, sin ver aún lo que la rodeaba. Cerró sus ojos, buscando algún ancla en su interior que la mantuviera serena, tranquila.

 

- Controlate, calmate. Respira - se dijo a si misma, irguiendo su postura. Aun con los ojos cerrados - Tu puedes, eres más fuerte de lo que crees - se autoanimo, elevó lentamente los párpados y frente a ella un joven Jeremy la miraba con devoción en sus ojos. Quiso tocarlo, levantó la mano para aquello pero la alejó estando a pocos centímetros ¿Era él? Detrás suyo se encontraba Matthew, quien la miraba con esa misma expresión pícara que solía tener con ella. Ambos jóvenes, casi adolescentes podía jurar.

 

Un extraño dolor en su pecho se alojó, añoranza. Hubiese querido vivir su vida con sus hermanos, crecer en conjunto y adquirir experiencia al lado de ellos. Se dejó caer de rodillas al verlos, solo observándola en total silencio. Ambos la miraban con cariño y ella no se atrevía a hacer movimiento alguno. Lágrimas comenzaron a descender por su rostro, amaba a sus hermanos, daría la vida por ellos, todo lo daría por ellos.

 

En segundos, todo parpadeó. Y con cada parpadeo se mostraban los cadáveres y regresaban a la normalidad frente a ella. El rostro de la Triviani cambió de añoranza a horror puro. Intentó moverse pero no podía, intentó cerrar los ojos pero no podía. Gritó, de horror de solo imaginar a su hermanos muertos frente a ella. Buscó la muralla en su interior, y estaba destruida. Armó un cristal fuerte, potente y grueso. Un vidrio protector ante lo que intentaba controlar su mente y lo logró. Cayó desmayada, aparentemente.

 

Despertó agitada, comenzó a hiperventilarse. Necesitaba aire, se encontraba en una camilla de hospital... En una camilla del C.R.A.A. Abrió la puerta, no podía respirar, algo le presionaba la garganta, sus pulmones buscaban aire a como dé lugar. Corrió y corrió, a tropezones hasta la salida del centro de rehabilitación. Cayó al suelo, colapsando, su cuerpo comenzaba a tener espasmos. Su ser se sentía frío, sus ojos miraban borrosos. Y todo se volvió negro.

 

Despertó, en la misma habitación. Alguien sostenía su mano, giró la cabeza y Frankie se encontraba dormida ahí. Sonrió efímeramente, y apretó su mano, despertandole. El rostro de su hija pasó de preocupación a alegría, de alegría a decepción. Alejó la mano de su madre, y salió por la puerta, dando un portazo. Triviani cerró sus ojos, y comenzó a sentir las lagrimas salir, aunque no sabía a ciencia cierta el porque, comenzó a llorar desconsolada.

 

Una sombra apareció - Eres una decepción para nosotros, para tus hijos, para tu familia, para tu mujer - observó la sombra que hablaba y se encontró con Jeremy, observandola despectivamente.

 

Tapó sus oídos, pero seguía escuchándolo aún así - Eres una escoria, una basura, no eres nadie y jamás lo serás, por eso siempre terminas sola - comenzó a negar. El cristal en su mente estaba roto, destruido. Zoella buscó alguna otra barrera, se cubrió con la sábana, su cuerpo no tenía fuerza alguna para salir de ahí. Una gran puerta parecida a la de una bóveda trastero fue todo lo que Zoella pudo imaginar.

 

Los engranajes trabajando para cerrarse, cerrar su mente de todo. Un sonido sordo de cerradura, de algo sellado. Y la voz desapareció. Expulsó el aire que no sabía estaba reteniendo y sintió que su cuerpo flotaba. Se dejó llevar, sin hacer fuerzas, sin energías pero segura mentalmente, manteniendo aquella gran puerta de acero puro cerrada, inquebrantable ante cualquiera, impenetrable ante lo que sea.

 

Todo se volvió negro, y ya no supo de sí....

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