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Bosque de Luz.


Rachel Brice
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Bosque de luz, era el nombre más engañoso que se podía llegar a escuchar. Incluso, en el mundo mágico donde vivía.

 

Había escuchado algunas historias del mismo, unas eran descabelladas, otras tenebrosas y una gran parte de ellas, simplemente se disipaban entre las constantes advertencias, que llegaban a todo el mundo mágico, sobre aquel peculiar y misterioso lugar.

 

Pocos y muchos decían conocer su ubicación o su legitimidad, ya que algunos creían, y otros no. ¿Pero no pasaba eso siempre ante un lugar tan mágico? Incluso, para nosotros los magos.

 

Lo que había más allá de sus jardines y su acorazada muralla, era un misterio que pocos tuvieron la dicha o la desgracia de conocer. ¿Cuántas almas aún permanecerán atrapadas dentro del Bosque de Luz?.

 

Algunos magos y brujas decían, que el cuento de la Buena Fortuna nacía allí, que los antiguos magos habían dado con su paradero, que era tan famoso que se peleaban por entrar, que el tiempo allí dentro, parecía no pasar.

 

Otros, sin embargo, comentaban que magos recelosos, ambiciosos por lo que allí había, antes de llegar a la entrada de ese frondoso jardín, lo habían llenado de trampas, criaturas, obstáculos que impidieran que nadie pudiese pasar más que ellos, para asegurarse de ser siempre los primeros en gozar de los privilegios que podía conceder ese majestuoso lugar.

 

Lo lamentable, era que muchos habían tenido esa misma idea, así que el lugar tan famosamente visitado y ansiado por intentar conocer, se había convertido en un lugar inaccesible, peligroso, incluso para aquellos que así lo habían inhabilitado, haciendo entonces, que todos los que quisieran perpetrar el tan majestuoso como siniestro lugar, se convirtieran en cadáveres al momento de entrar.

 

Lo curioso, aunque no después de varios años, era que a los nuevos visitantes no se les hacía extraño encontrar algún cuerpo sin vida, calcinado, degollado, petrificado o con alguna señal latente de haber sufrido una terrible muerte, en la entrada del tan mentado lugar. Tanta fuerza llena de recelo empleaba ese sitio para expulsar a los no deseados, que en cuanto fracasaban y morían, o enloquecían al punto del no retorno de su estado mental, el Bosque de Luz, los tiraba por los aires en un fuerte viento; un tornado que se abría entre ellos y los dejaba en el punto de partida, dónde conocía sus verdaderas intenciones y los exhibía de manera terrorífica en sus terrenos, como si de una advertencia se tratase para los nuevos viajeros.

 

Pero claro que nadie estaba seguro de ello ya que nadie había salido de allí con vida, o si lo hacían, las cosas que vivieron allí dentro, eran capaces de destrozar la vida del que fuera, como la conocía hasta entonces. Su cerebro y su psiquis se veían tan terriblemente afectados, que salían de allí, desquiciados, locos o transformados en algo a lo que no se le podía llamar humanos.

 

Todo se había transformado en un mito, un cuento, algo que nos contaban los mayores para asustarnos o hacernos dormir.

 

El punto, es que todo parte de una realidad. Rara vez se trataba de la invención de una persona, o de varias en realidad.

 

Sin embargo, cuenta la leyenda, que el Bosque de Luz permite la entrada al que no le busca por ambición, al que llega a él por casualidad o al qué no pretende beneficiarse de su experiencia o vivencias a costa suya. Se dice que si logras entrar, vivirás en una paranoia constante, las horas serán días, los días meses y los meses se terminarán convirtiendo en años te arrastrará a sus fosas como un animal hambriento arrastra a su presa. El Bosque de Luz aguarda, impasible, tranquilo aguarda, custodiado por las gárgolas que vigilan y custodian la declaración de intenciones de todos los que se acercan acecha hambriento, sediento, esperando el momento en que sus raíces, sus arbustos y su tierra, se nutran de un nuevo soberbio, ambicioso o aprovechado, buscando en silencio, mantener esa esencia que mantiene vivas sus tierras, sus árboles, sus raíces y cualquier objeto, criatura o cosa, que logre atravesar la muralla acorazada, que rodea el lugar. Lo único seguro, es que de allí, no podrás salir o al menos, no de la misma forma en que entraste.

 

¿Y tú? ¿Estás dispuesto a entrar?.

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- Despierta… -

 

Una voz insistente en mi cabeza me obligaba a, de vez en cuando, abrir los ojos. La pesadumbre en mis parpados cansados, las ojeras y ese punzante dolor en mi hombro derecho, me inmovilizaban. Había decidido cambiar; por muchos años fui algo que nunca quise, un vampiro y ahora, había encontrado la manera de volver a lo que recordaba de pequeño, un humano convencional aunque claro, eso era imposible. Mi cuerpo, mi espíritu y mi alma, habían hecho tantas cosas malas, que en ningún momento, el retorno, podría haber sido una opción. Debí haberlo imaginado.

 

Una tos estridente, salía de mi boca haciendo que mis pulmones chocaran con fuerza entre ellos, dentro de mi torso. Una bala de plata me había atravesado el omóplato derecho hacía algunos meses ya; unos cazadores de bestias que indudablemente me habían pillado en un mal momento intentaron darme caza, mientras yo, les cazaba a ellos. Si, había dejado de ser un vampiro en parte pues aún… necesitaba la sangre para vivir. Inútiles, ¿de verdad creían que una bala de plata me iba a matar?... Fuera lo que fuera en ese momento. Yo, me denominaba un monstruo.

 

El tejido necrótico, comenzaba a recubrir la herida haciendo que la infección recorriera mis venas y en ocasiones, me mantuviera delirante. Mis iris, una gris y la otra verde, eran claramente opacadas por la inflamación de mis escleróticas inyectadas en sangre. Un sudor frío caía por mi frente, un escalofrío recorría toda mi espina dorsal. No había hecho el menor intento por curarme o sacarme la bala, realmente esperaba haber muerto días atrás pero… no pasaba; por alguna extraña razón, estaba atrapado en un mundo que desconocía, un mundo tan peligroso como estático. No podía recordar cuántos días habían pasado desde que estaba allí.

 

Lo cierto era, que encontré ese lugar meses antes, o eso creía, apartado de la ciudad y de las personas, se lo compré a un cutre forastero por unos pocos galeones. Me dio las llaves y unas indicaciones para llegar pero nunca se atrevió a acompañarme. Sólo recuerdo haberlo escuchado mencionar, que nadie me molestaría y aquello para mí, había sido suficiente. Se trataba de una pequeña cabaña de madera, protegida de los rastreadores, cazadores y cualquier presencia indeseada que pudiera suponer un peligro. No tenía los lujos a los que yo estaba acostumbrado, sin embargo, yo ya no era aquél hombre y para ser bastante honesto conmigo mismo, ni si quiera podía ahora, recordar con certeza quién era.

 

- Ok, ok.- susurré para mis adentros con una voz temblorosa, víctima del fuerte dolor.- Eres Mathías Croft, tus padres son... vivías en... empecemos de nuevo. - me decía dándome pequeños golpes en la cabeza, mientras me tambaleaba lentamente sobre mi mismo, sudoroso, hirviendo en fiebre.- eres Mathías Croft... fuiste... fuiste...-

 

No, aquello era imposible y día tras día, terminaba quedándome dormido. Intentando bajar la fiebre con unos paños humedecidos en unas hierbas que misteriosamente, aparecían cada mañana sobre la mesa de ese pequeño lugar.

 

Sumergido en mis sueños, de pronto unas manos oscuras se deslizaron entre las sombras de la pequeña cabaña haciéndose paso entre las telas de la ropa que llevaba puesta y hundiendo sus negros y borrosos dedos dentro de mi herida. Un grito seco me despertó y caí de la cama retorciéndome de dolor en el piso. >>¿Qué quieres de mi? Déjame irme en paz.<<

 

- No, eso no va a pasar. Tu sólo, despierta.-

 

La voz no dejaba de retumbar en mi cabeza. El dolor era latente y ahora la sangre chorreaba por la tela de la camisa que llevaba, esa, que alguna vez había sido de un blanco seguramente impoluto. La sed comenzaba a desquiciarme, más, pronto tendría que empezar a buscar una víctima, sangre, alguien que me sirviera para saciar esa sed que poco a poco me quemaba y consumía por dentro.

 

Algo o alguien, me obligaba a vivir, a seguir alimentándome pero... no recordaba haber visto un ser vivo dentro de ese sitio durante el tiempo que llevaba allí dentro. ¿Cuánto había pasado? Ni idea, sólo recordaba una cosa, un nombre: Bosque de Luz.

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Me tiré sobre la hierba sin saber que hacer. Cerré los ojos, pérdida. ¿Cuánto tiempo había transcurrido?, Pensé, pensé y pensé, casi podía sentir como se me estrujaba el cerebro en busca de respuestas. No recordaba las noches, ¿Como era eso posible?, Así es más fácil sacar las cuentas, pero no podía.

 

Era fácil empezar por el principio, recordar la primer noche, okey. Eso era un día.

La noche en la que al fin pude salir de ese laberinto, eran 2. De alguna manera, podía ver en mi mente, el transcurso de otra noche pero era demasiado borroso, como si lo viese a través de una tela muy oscura.

 

La frustración era lo que me molestaba más, hacia que volviera el dolor de cabeza, por el esfuerzo de recordar, y ya a sabiendas que no podía permitir eso, me deje recordar algo que no me confundiera, empezando por el inicio, mucho antes de adentrarme en este bosque. Me engañaba a mí misma al pensar que eso me ayudaría a analizar lo que me pasaba ahi adentro, pero solo eran excusas para ir a un lugar de mi mente menos confuso, de alguna manera, creo, eso me mantenía cuerda.

Mis decisiones; eso era lo más fácil, ya que mis pensamientos de ese entonces eran fuera de este lugar.

 

 

 

 

En mi alejamiento del mundo en el que vivía, había explorado, andado sin rumbo, sin familia y sin amigos.

Había visto muchos otros viajeros, en posadas o en bares donde los ciudadanos comunes no eran moneda corriente. Estos viejeros hablaban de un lugar, donde el conocido del conocido de otro amigo había regresado sin cordura.

Otros que juraban que jamás los habían vuelto a ver.

 

Al principio, al igual que todos, había crecido con los cuentos, las fábulas y las creencias de qué tal lugar no existía. Que era el típico cuento con moraleja para niños. Otros, que como sucedía con las reliquias de la muerte, juraban que si existía pero que se había perdido su paradero.

 

Muchos habían fracasado en su búsqueda, y ahí estaba yo, absolutamente nada me desmotivaba a no ir a una misión suicida, una que yo misma me había impuesto.

 

Había juntado todo tipo de información, tenía hasta mi propia copia de los cuentos de Beedle el Bardo, sabía que podía ser inútil, pero alguna pista, por más pequeña que fuere, tal vez me podía ayudar.

Empezar era lo más difícil aunque no pareciera, pero preferí iniciar por donde los rumores eran aún más fuertes. Según mi lógica, si existían más en un lugar que en otro, era porque el lugar y los desaparecidos eran más regulares. Estaban más cerca.

 

Habían pasado meses, hasta dar con la descripción casi exacta de uno de las tantas de un viejo, eso era sumamente difícil, ya que todos tenían algo diferente que acotar. Supuse que era porque no todos ingresaban por el mismo lugar. Los caminos, las bifurcaciones era extensas, y lo extraño fue que supe en el momento cuál era una de las entradas.

 

Un arco inocente, no tan grande como otros que había visto.

A su al rededor rezaba "Bosque de luz" y muchas advertencias en tantos idiomas como se pudiese imaginar.

Normalmente habría ignorado esto sin inmutarme, hasta que mi mirada se desvió a los cuerpos, restos de huesos y varitas partidas en dos en la entrada.

 

La piel se me había erizado, un escalofrío que jamás había sentido me había paralizado en el lugar. Fue en ese momento que me percate del ruido de los animales, o mejor dicho, la total ausencia de ello.

No sabía porque eso me aterraba más que el hecho de que hubiera cadáveres en la entrada. El silencio sepulcral, solo podía sentir y escuchar el sonido de mi respiración.

 

Me quedé allí parada al menos unas horas. Dudando, sabiendo que estaba ahí, por lo que tanto me había esforzado por encontrar. Sabía las glorias y derrotas que ese lugar podía entregarme. Pero mi gloria estaba en haberlo encontrado , y mi parte más competitiva, solo quería entrar para demostrar que yo si podía salir con vida, y cuerda. Mi ambición partía solo de la exploración y del saber que era lo que allí se escondía.

Pero otra parte, tal vez el de la supervivencia, me gritaba que saliera de allí corriendo, pero iba perdiendo la voz cada que pasaban los minutos.

 

Fue ese el motivo que me hizo mover los pies. Una necesidad, la necesidad excesiva de saber que había allí. Fue como si cantara para mi como una sirena. Yo era una simple navegante, deseosa por nadar en aquella belleza.

 

 

 

 

 

Abrí los ojos de repente, algo me había sacado de mi ensueño, un ruido.

Mis ojos cafés se abrieron aún más, fue un alivio inmediato algo tan insignificante como un sonido sordo, un golpe que aún sentía retumbar en mi cabeza. ( No es que aún continuaba, es que yo me aferraba a ese instante. Era tan fuera de lugar en ese bosque, que me apegue cuanto pude)

 

Era como si el viento lo trajera hacia mi; como si literalmente, el sonido hubiera viajado entre las ramas, los arbustos, las hojas.

Sabía, lógicamente, que eso era imposible, mi mente debía de estar jugándome una mala pasada. ¿Tantas eran mis ansias de escuchar algo vivo que las inventaba en mi cabeza?

 

Pero había sonado real. Y yo deseaba demasiado que así fuese, porque si no, solo podía significar una cosa. El lugar, su magia, su maldición, me estaban ganando y yo perdía la razón.

 

Me levanté precavida, tomé mi mochila, mi varita en la mano derecha y comencé a arrastrar los pies, agudizando el oído al máximo. Mi corazón comenzaba a latir con más fuerza, como intuyendo con nervios que algo se me avecinaba.

 

Me di cuenta que no tuve que andar más de lo que pensaba. Pude vislumbrar para mi sorpresa, una cabaña prácticamente en ruinas. No se veía un lugar amistoso, mucho menos seguro, lo presentí, pero aún así dude, y cómo al principio, me quedé clavada al piso a unos metros de su puerta. Dudando nuevamente si entrar.

¿Y si de un truco se tratase?. Podía arriesgarme, ya no tenía nada que perder, pero tampoco quería morir ahí.

 

Respiré hondo y di los pasos que me separaban de la puerta. Luego, hice algo tan tonto como imprudente. -Toc toc toc- mi puño cerrado golpeó débilmente la puerta. No sabía porque, pero de pronto no quería una respuesta.

 

Quise irme, pero en cuanto lo pensé y lo decidí, una ráfaga abrió la puerta de un latigazo.

Editado por Rachel Brice

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Sueños, sueños imposibles me mareaban y se hacían parte de mi día a día. Soñaba con personas que no podía recordar, algunas muertas, otras vivas pero, lo que más me podía molestar, era que no podía escuchar sus voces. Hablaban si, pero yo nunca podía escucharles; ese lugar, ese nefasto lugar, se encargaba de demostrarme que estaba equivocado una y otra vez pues... aquella soledad que yo tanto ansiaba buscar, ya no la quería más.

 

Me desperté, como tantas otras veces o tal vez, como ayer. No podía saber cuántas veces me había pasado aquello. Mis delirios cada día eran peores y yo solamente podía escuchar la pesada voz de palabras arrastradas y actitud prepotente, que jugaba con mi cerebro como si fuera su ficha de ajedrez favorita. Mi paciencia tenía un límite, pero ese lugar, no me permitía determinarlo.

 

Me levanté de la cama, como pude. Aunque, a pesar de todo lo moribundo que estaba, era realmente extraño que aún mantuviera fuerzas. Me sorprendía haciendo cosas como, levantarme, andar, salir a explorar pero... todo lo veía en el momento justo que pasaba; después no podía recordarlo.

 

Cómo cada mañana o bueno, como cada día, porque realmente no sabía en qué momento del día transcurría mi vida. Había en la pequeña mesa central, unas vendas y unas cuántas hojas machacadas. Yo realmente no sabía si aquello era para mis heridas pero la lógica, me decía que si.

 

El olor a tejido muerto y sangre vieja, me recordaban constantemente... que tenía sed. Caminé hasta el pequeño lavabo, me quité la ropa y por primera vez en mucho tiempo, creo, me vi en el reflejo de la cristalera de la ducha.

 

Tenía el cabello corto, muy corto lo qué, me resultó bastante asombroso, teniendo en cuenta que según yo, llevaba meses fuera. Una barba castaña poblaba gran parte de mi cara. Las venas, azules y grises, se veían marcadas en mi piel debido a la infección aunque, a pesar de eso, mi cuerpo seguía manteniendo aquellas marcas definidas de todos los años de entrenamiento. No podía reconocerme, no podía verme con claridad los ojos pero si se podía apreciar que casi en su totalidad eran rojos.

 

Abrí el agua y la dejé correr, estaba helada así que entré sin pensar. Casi pude sentir el sonido del choque del agua contra algo muy caliente, mi piel. Otra persona, indudablemente estaría muerta pero un monstruo como yo, podría aguantar aunque mi pregunta ahora era ¿Para qué?.

 

Salí de la ducha y caminé descalzo por el suelo de madera vieja y sucia. Me puse unos pantalones negros que colgaban de un tendedero dentro del lugar y aunque, viejos y gastados, estaban limpios. Me senté en la mesa y cogí las hojas, metiendo mis dedos con ellas en la herida.

 

Apreté la mandíbula, cerré mi puño. Era como si me arrancaran el brazo una y otra vez. Sin embargo, no grité esta vez. Inspiré aire y cuando me disponía a hacerlo de nuevo, la puerta de la cabaña se abrió de par en par y una ráfaga tan fuerte de viento me golpeó la cara, que me paralicè por fracciones de segundo. Era bueno sentir el aire fresco.

 

Me llevó unos segundos poder abrir los ojos, la tierra había entrado en ellos y, debido a lo lastimados que estaban, fue difícil para mí. Quedé atónito en cuanto lo hice pues, frente a mi, una figura se imponía inerte. No distinguía su género, ni si quiera podía olerla a esta distancia. Su rostro permanecía borroso aunque todo lo demás no. Era una mujer, eso si podía tenerlo claro ahora.

 

Cogí mi varita aunque con la mano izquierda, mi brazo derecho no servía para nada y miré, miré y miré a aquella desconocida. Giré la cabeza levemente de lado para ver si así, podía verla mejor pero no fue posible, entonces, lo único que se me ocurrió, fue preguntar.

 

- ¿Y tú? ¿Quién eres? -

 

Con sorpresa, mi voz sonó tremendamente natural. Estaba acostumbrado a susurrarme a mi mismo, a hablar dentro de mi cabeza y aquello, poder decirlo así, sin pensar, me sorprendió gratamente.

 

Aguardé cauteloso, como aguardaba siempre el Bosque de Luz a sus presas. Sin dejar de apuntarle, sin retroceder, sin casi respirar, sin moverme.

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En cuanto se dio el portazo quedé helada. El viento fue tal que sentí que tuve que hacer un esfuerzo para que mis pies quedarán en el umbral.

Mi cuerpo quedó en su sitio, pero mi falda, que era larga y acampanada de color negro, ondeó hacia el interior de la cabaña como un estandarte, junto con mi cabello, que en ese momento lo llevaba suelto. Todo se fue todo hacia adelante, tapando por un momento, mi rostro.

 

Me tapó un segundo la visión, y recordé entonces, porque jamás usaba el cabello suelto. En la vida me había preparado siempre para estar atenta, precavida, y lista. Y el cabello largo, siempre podía ser una desventaja en cualquier enfrentamiento, pero nunca había tolerado cortarlo, tenerlo a raya a la altura de la cintura baja, era para mi, perfecto. Aunque siempre recogido.

 

Pero ahí estaba, en ese lugar tan solitario y silencioso, no me había detenido jamás a pensar un motivo por el cual hacerle una coleta.

 

Esos pensamientos invadieron solo una parte de mi razonamiento. La otra, la más atenta, ya estaba despejando lo suficiente como para permitirme observar con claridad, mientras que con la otra mano, levantaba muy lentamente la varita.

Observe el sujeto que estaba en la mesa, no sabía porque no podía reaccionar.

Me quedé mirándolo como una boba sin saber cómo actuar, esto no era para nada tipico en mi.

 

Mis ojos se posaron primero en los suyos, que parecían confusos, así, de lado observándome. Esto me alteró demasiado. ¿Porque sus ojos presentaban ese color tan... Peculiar? Esto no era para nada, para nada bueno.

En seguida continué en dirección a su pecho, y a su mano sosteniéndose una herida, que de verdad, se veía muy mal. Eso me alertó al punto de la histeria, aunque mi semblante se mantenía, gracias dios, gélido.

Nadie presentaba sin ningún motivo una herida así, él era alguien de pelea. Podía verlo. Y finalmente mire su varita alzada, con ¿Dificultad? Tal vez, con su mano izquierda.

 

Lo que pasó después ni yo misma me entendería jamás. Primero brotó de mi una risa casi histérica, estaba feliz de encontrar a alguien, aunque este fuese un importante peligro.

AL recapacitar un segundo sobre su herida, supuse que tal vez estaba débil. No podía ser un gran peligro, pero suponer y subestimar a alguien no era algo que yo hiciera. Jamás.

 

Por último cruzo la duda. ¿Y si no era real? ¿Y si ya me había vuelto loca?, Sentí que mi cabeza iba a explotar. Tenía mil preguntas, y nada de respuestas. Así que me concentré en la la suya para darme un respiro.

 

-Ra...-aclaré mi garganta de inmediato, mi voz, sonaba ronca. Como si no hubiera hablado en mucho tiempo. ¿Pero era una locura verdad? Tan solo llevaba ahí, unos días.. a lo mucho 4 o 5. -Brice. Rachel Brice. Y tú, quien eres y ¿qué haces en este maldito lugar?

 

En cuanto se lo pregunté, di un paso cauteloso hacia adelante y luego de dudar volví a mi sitio. Si tenía que correr, me mantendría en el lugar más cercano a la salida.

 

Después de todas mis primeras observaciones e impresión que él me había dado, me detuve a observar y pensar sobre sus facciones, que de alguna manera, me parecían conocidas, fruncí el cejo, y lo mire analizándolo sin simular ni un ápice.

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De pronto lo entendí, su cara que estaba borrosa, ahora se aclaraba debido a que había quitado parte importante de su cabello que revoloteaba salvajemente sobre su rostro. Ahora podía ver una piel tersa, unos ojos grandes y marrones... Una persona. Pero, recapitulemos ¿Cómo demonios me había encontrado?.

 

El aire, la fuerte brisa, atrajo su aroma hasta mí. Una inhalación profunda, me hizo cerrar los ojos y de pronto los abrí más que nunca. No podría ser un espejismo, olía a lluvia, a tierra mojada... Era como un soplo de aire fresco y mi agudo sentido auditivo, me mantenía al tanto de los latidos de su corazón, esa mujer estaba más viva que yo y yo, más sediento que nunca. Pensar que si me lo proponía y usaba bien mis movimientos, aquella hermosa carita se apagaría para siempre.

 

Empezó a reír como si estuviera desquiciada y después, se detuvo, avanzó y yo retrocedí. Indudablemente lo primero de lo que me percaté fue de que llevaba bien sujeta la varita en su mano. Yo, por mi parte, debía ser estratégico... Estaba débil aunque no tanto como me imaginaba ¿Por qué ese lugar de pronto me llenaba de energía? ¿Que quería que hiciera?. Relamí mis labios un segundo y la escuché hablar.

 

Sus palabras taladraron mis sentidos como una maldición imperdonable. Le conocía, estaba seguro de que le conocía pero... ¿De dónde? O mejor dicho ¿Cómo es que no podía recordarla?.

 

- Me llamo Mathías - sólo eso podía decirle, no recordaba nada más. - yo vivo aquí y mira... Si tú no la usas, yo tampoco lo haré.-

 

Dije refiriéndome a la varita y dejando la mía sobre la mesa, levanté mis manos en señal de paz. ¿Pero qué diablos estaba haciendo? Por una parte, sentía la impetuosa necesidad de beberme hasta la última gota de su sangre pero, por otra, le proponía una tregua. Estaba seguro que todo se trataba de una jugarreta del Bosque de Luz.

 

Me había dado cuenta de cómo me miraba y claramente de la impresión que le había causado mi herida. Con cuidado retrocedí, no quería hacer ningún gesto brusco y ocasionar que me lanzara alguna clase de hechizo. Me interesaba saber primero, como había llegado hasta aquí si, según el forastero que me vendió la casa, no iba a tener problemas con intrusos aunque ahora, casi hasta agradecía que se hubiese equivocado.

 

- Voy a bajar los brazos muy lentamente para coger la camisa ¿Vale? - cada movimiento, se lo informaba con anterioridad. - ¿Por qué no me cuentas cómo has llegado hasta mi casa? .- quise saber, en el momento en que cogía una camisa azul oscura del tendedero y la abotonaba con un poco de dificultad al mover mi brazo. Lo cierto era, que escucharme hablar con otra persona, era algo que no recordaba y de cierto modo me agradaba, podría acostumbrarme a eso.

 

Ella seguía en silencio, no dejaba de mirarme y eso en algún punto, me incomodaba un poco. ¿Estaría en la misma situación que yo? Que va, nadie podría estar en la misma situación que yo porque honestamente, yo estaba bien ***ido.

 

- Me voy a sentar, espero no te moleste.- dije esperando su respuesta.- si lo quieres también puedes hacerlo, debes tener hambre y por curioso que parezca, tengo algo de pan y queso... Eso.- le señalo la varita.- no te va a servir para traer comida, no aquí.- ese maldito lugar jugaba contigo, sacaba hasta la más escondida particular de supervivencia que pudieras tener. ¿Querías agua? Búscala, querías comida, búscala pero... Una vez que hacías las cosas a su manera, te daba ciertas recompensas; por ejemplo, a mi no me faltaba nunca un trozo de pan fresco, queso y aquellas hojas machacadas para mis heridas. Era muy extraño despertar y ver cosas ahí. La primera vez, pensé que estarían envenenadas pero no fue así.- No me preguntes cómo, lo cierto, es que no lo sé .

 

La miré, me mantuve quieto y la volví a mirar. ¿Siempre fui tan hospitalario? ¿Sería la necesidad de hablar con alguien lo que me hacía actuar así? Mientras divagaba en pequeñeces, una parte muy latente de mi, pedía a gritos que acabara con la tortura y la mordiera, tenía más sed que nunca pero también, había desarrollado un muy eficaz autocontrol.

Editado por Mathías Lear

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Mathias, repetí en mi cabeza unas cuantas veces en cuanto me lo dijo, tratando de recordar ese nombre en el pasado. Yo lo conocía, de eso, no tenía duda. Pero no podía ubicarme en tiempo y espacio con él, como si eso hubiese pasado en otra vida, y ahora solo se tratara de un deja-vu o algo parecido. Este lugar no hacía más que confundirme.

 

En cuanto bajó su varita, hice lo mismo, pero precavida. Algo me hacía querer confiar en él, otra, me decía que no, que aguardara, casi que naturalizando el hecho de que me tratase como a una presa, como si solo estuviese agazapado muy tranquilo, y me fuera a saltar en cualquier momento como un puma.

 

Parecía leerme con total facilidad, porque levantaba sus manos en son de paz, y yo respondia intentando relajar mi corporalidad, dejando la rigidez de lado, para mostrarme un poco más amigable. Decidí que le seguiría el juego hasta que demostrara o revelara lo contrario.

Asentí en silencio cuando se vistió con una camisa azul, y me sorprendí de ver lo bien que le asentaba. Una vez que tapó su herida era difícil notar que estaba lastimado, al menos de simple fachada hablando.

 

Dejé que hablara todo el tiempo, mientras lo veía ir y venir, vestirse y volver a acomodarse. El hecho de que anticipara con palabras sus movimientos, fue un alivio, tal vez , estaba siendo demasiado paranoica e indudablemente él también lo había notado.

 

Una vez ubicado y ofrecido comida, me acerqué, toqué una de las sillas, la movi y me senté con la espalda demasiado recta, entrelase mis dedos y apoyándolos juntos encima de la mesa.

Todo el trayecto lo hice sin sacarle los ojos de encima, pero al menos mi ceño se había relajado.

 

-Muy bien Mathias, voy a intentar confíar en ti, de verdad lo voy a intentar, pero es difícil si me mientes con respecto a tu estadía ¿Como es posible que vivas aquí?

¿Acaso quieres llegar a la fuente? Nadie a vivido jamás en el bosque de luz, por muchos, muchos motivos. -resople con una sonrisa irónica, acentuando así la incredulidad. ¿Acaso quería jugar conmigo? Nadie vivía en el bosque de luz. Y si así fuera, ya tendría que estar muerto, en la entrada, con su varita partida en dos haciendo montañitas con la de los otros que habían fracasado.

 

Fue difícil ignorar la comida sobre la mesa, ¿Como había logrado aquel hombre obtener comida? , Yo no había muerto de hambre porque me las había apañado, y había llevado algo de comida en la mochila. Pero esta había desaparecido en gran medida al 2do o 3er día. Al menos, eso creía, porque no recordaba como es que iba disminuyendo. Yo estaba segura que me había suministrado para varias semanas... Pero ahí estaba, sin "municiones" de alimentos; no tenía hambre de inmediato, así que lo deje pasar por el momento.

 

-Esto es imposible- susurré, no sabía si él me había escuchado. La realidad es que si quería confiar en éste conocido-desconocido, y yo no había tenido suerte en encontrar la salida, sospechaba que la única manera de salir era encontrando la verdadera entrada del antiguo valle, 2 eran mejor que 1, y si el seguía vivo... ¿Era por algo verdad?.

Había sido demasiado arrogante en su momento al creer que yo podía hacerlo sola, que podría sobrevivir e ir más lejos que todos, yo no era de subestimar a las personas, pero si había subestimado al lugar.

 

Analicé por un momento las opciones que teníamos, las empecé a expresar en voz alta para ayudar a concentrarme, y también para buscar respuestas, tal vez él sabía algo que yo ignorase.

 

-Nadie ha intentado entrar y salir en grupos, porque no se puede ingresar de a más de 1. ¿Que significa esto? Porque obviamente muerto no estás, yo tampoco, bueno, no puedes ver por encima de mí, ni ando flotando.¿Verdad? -miré hacia mi estómago como para verificar mis palabras, esperando no ver a través de él. Casi inconscientemente, tomando mientras un pedazo de pan, haciéndolo migajas distraídamente, pensando en en hechos que había escuchado antes, algo que me ayudara a comprender.

 

Lo extraño fue que en cuanto empecé a sentirme algo cómoda en su compañía, el tiempo cambió. Estábamos bajo techo, si, pero pude ver cómo los pocos rayos de sol que entraban antes, se ahogaban en una obscuridad total. El soplido del viento me hizo levantarme de la silla, se oía... ¿Enojado? , El viento no se puede enojar, Pero podría jurar que así se oía.

 

La puerta comenzó a dar portazos, se abría y se cerraba con fuertes movimientos a causa del viento, las cosas que había sobre la mesa volaron, estrellándose contra las paredes, y uno que otro cristal se rompía, pero no pude ver de dónde provenía o que era lo que se hacía añicos.

Miré a Mathias atónita, fue entonces cuando todo tembló bajo mis pies.

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Miré a aquella muchacha, tenía tanto tiempo sólo que no sabía si era la necesidad de hablar con alguien, lo que me lograba mantener tan amable y evitando hincarle mis dientes en el cuello. Mientras esperaba que se sentara, mi camisa poco a poco se iba empapado en mi hombro con leves gotitas de sangre. Sentía cada latido palpitando en la zona, como un cruciatus.

 

- Haz algo .- retumbó una voz en mi cabeza, había vuelto. >>Deja de gritar<< - pensaba en mi interior y entonces, el tono de esa voz cambió y se volvió más aguda, casi elfica. - Yo no grito ¿Quién te grita? - >>¿Qué?<< - abrí los ojos y la encontré sentada frente a mi.-

 

Suspiré un momento, evitando recordar ese extraño episodio que había tenido lugar en mi mente y entonces, después de quién sabía cuántos años, sonreí. Parecía una colegiala en su primer día de clases; espalda recta, manos sobre la mesa, dedos cruzados. Por un momento, un recuerdo llegó a mi mente y me vi... ¿Dando clases? Había una chica, su rostro estaba cubierto por un velo pero cogía mi mano, nos llevábamos bien. Sacudí la cabeza y regresé. Yo nunca había sido profesor.

 

- Bueno, Rachel, si yo confío en ti, creo que es lo justo.- comenté en referencia a lo que dijo sobre confiar en mí.- créeme cuando te digo que vivo aquí ¿Desde hace cuánto? No lo sé, pero vivo aquí. Y... Espera... ¿La fuente? ¿Te refieres a la Fuente de la Buena Fortuna?.- Por un momento, caí en cuenta que era bastante curioso no poder recordar ni mi apellido, pero recordaba cosas como esas.

 

Entonces, sus manos se relajaron y cogió un trozo de pan jugando con el, mientras parecía batallar internamente. Mi fiebre había comenzado a subir y mi garganta estaba muy seca. Cogí un poco de agua de una botella que había al lado del pan. La bebí de un sorbo y seguí escuchándola. Sonreí de nuevo cuando habló sobre estar muerto, yo sin duda, estaba muy cerca de ese estado.

 

- Uhmns no, la verdad es que yo te veo bastante viva.- susurré moviendo ligeramente mi cuerpo, para analizarla de arriba a bajo; me gustaba lo que miraba.- A ver, a ver... ¿Insinúas que por el simple hecho de estar aquí, tendríamos que estar muertos? Aunque... En mi estado.- acoté analizando un poco mejor la situación- si no lo estoy, casi podría.- con mi mano izquierda, le enseñé la mancha de sangre que comenzaba a asomar en la tela de mi camisa.-

 

Era curioso que ella hablara del Bosque como si tuviera vida. Por otro lado, a pesar de yo no recordarlo, había sido vampiro y se supone, que si lo eres es porqué estás muerto o en una especie de estado similar. ¿Sería posible que por eso el Bosque no se percatara de mi esencia y me considerara "parte" de él? Eso podría explicar la comida, las hojas...

 

Un impulso, me hizo reaccionar. Una ráfaga de viento me alertó y por un instante, sentí que podía ser el momento de acabar con ella sin embargo, un cambio climático nos sorprendió a los dos. La noche cayó más rápido de lo previsto y todo se sumió en una obsoluta oscuridad.

 

-Atras.-

 

Me levanté de inmediato y el primer impulso que tuve, fue coger mi varita, coger el brazo de la chica y arrastrarla atrás de mi cuerpo, en el preciso momento en que la puerta se abría de par en par y un rayo fugaz penetraba la entrada, chocando contra la mesa. Un movimiento rápido, hizo que me salvara de ser electrocutado.

 

Comenzó a llover y la temperatura de la cabaña, empezó a subir en demasía. Era como si cada gota de agua, fuera lava espesa y caliente. El temblor, sólo podía significar una cosa: aquél lugar explotaría en cualquier momento.

 

- Hay que salir de aquí.- dije casi gritando, debido a la fuerte lluvia y a los constantes truenos.- esto va a destruirse.-

 

Sin más, grandes agujeros negros comenzaron a abrirse en el terreno. Eran como huracanes, pero bajo la tierra. Si había algo en el lugar dónde aparecían, lo succionaba o lo destruía en menos segundos de los que se podían contar y todo lo que tenían cerca, se lo tragaban. Creo que esa podía ser la descripción gráfica de la expresión "se lo ha tragado la tierra".

 

La noche no ayudaba, la lluvia tampoco; era imposible predecir donde saldría el siguiente. Comencé a caminar a ciegas, intentando pasar lo más lejos posible de cada uno de ellos. En alguna oportunidad, había escuchado hablar de los llamados Agujeros Negros, te podían succionar como un caramelo o desintegrarte en cuestión de segundos. La casa había salido volando por los aires.

 

- ¿Estás bien? - Le pregunté a Rachel. Volteé ligeramente para verla y claramente me sorprendí pues parecía que un enorme gigante de sombras, nos perseguía.- sigue avanzando y hagas lo que hagas, no mires atrás.-

 

No sabía por qué, pero claramente quería proteger a esa mujer. ¿Siempre había sido así? ¿De arriesgar mi vida por una desconocida? No tenía ni idea pero claro, justo ahora, tampoco me iba a detener a pensar en eso.

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El cambio climático había sido tan rotundo y de repente que no había reaccionado a tiempo para mover mis propios pies. De estar en el silencio total, a sonidos de todo tipo, todo se venía abajo.

 

Mathias, hábil, de un tirón me había puesto detrás suyo, y yo me deje llevar sin chistar, llegando a manotear mi mochila y mi varita antes de perderlas, tal vez en shock. Nunca había visto algo así.

Lo escuché decirme bajo todo ese desastre que iba a haber derrumbe,el lugar se desmoronoba y gracias a Mathias yo no me iba con él. ¿Que había sucedido como para que reaccionará así el lugar? ¿Porque de repente nos quería "tragar"?.

 

2 cosas había notado en cuanto todo pasó.

Lo primero fue su contacto al agarrarme del brazo, su temperatura era demasiado alta, febril, y al estar por primera vez tan cerca de su cuerpo, podía sentir el calor que emanaba. La duda cruzó por mis ojos mientras el caos se iba desarrollando a mi al rededor. ¿Estando en ese estado como podía ser tan hábil y tan rápido?, El mismo me había confesado que estaba más a un paso de la muerte que de la vida, lo que me llevo a preguntarme no solo que le sucedía ... Si no, ¿Que era?

A simple fachada, era un humano.

-un enigma a la vez Rachel- pensé. Me pregunté en ese instante, cuánto tiempo le quedaba a aquel hombre que me había salvado de una caída horrible al vacío, al parecer, que acababa de abrirse donde hacia instantes estaban mis pies, y pensar en eso me hizo sentir muy mal. ¿Se estaba muriendo de verdad?.

 

Lo segundo fue que los días de silencio total y la tranquilidad totalmente desquiciante habían terminado, de alguna manera ese cambio me pareció bueno, al menos, avanzabamos en algo, caminar en círculos y en silencio, perdiéndome en los días que parecían ser exactamente iguales era lo que me confundía, haciendo irreconocible cuando había pasado un día y cuando comenzaba el otro, todos eran iguales. Algo habíamos hecho como para que el bosque cambiará de táctica tan repentinamente, despertando furioso.

 

En medio de la oscuridad me aferré a él tanto como me fue posible, estaba ya claro que confiaba en aquel hombre.

La lluvia y la negrura era tan espesa que no podía ver prácticamente nada, era el momento de confiar en los sentidos y en el instinto, y Mathias a pesar de estar mal herido parecía tener los suyos muy despiertos, porque en menos de lo que pensé, dejamos la cabaña, o mejor dicho, lo que quedaba de ella, atrás.

 

Pero la lluvia no cesaba, lo vi voltear ligeramente hacia mi, con las gotitas cayendo por su rostro, preguntando mi estado. Reflexioné al respecto, haciendo un testeo mental de cada parte de mi cuerpo.

-Mmm, si... Creo que sí. Llegue a tomar mi mochila- dije sonriendo de lado, como si fuera algo de más importancia que mi propio bienestar.

Sus ojos, que eran los más extraños que había visto en mi vida, se desenfocaron por un instante detrás mío. Viendo algo que yo aún no llegaba a ver, casi volteo para seguir su vista pero este inmediatamente me advirtió.

 

Dude, ¿Debía hacerle caso? Si algo me pisaba los talones, no quería que fuera por sorpresa, pero dado a que había decidido confiar en él, esta vez le haría caso. Mordí mi labio inferior, cerrando los ojos e inspirando lo más que pude, y me deje llevar por él por un largo trayecto.

 

Todo tipo de sonidos se escuchaban ahora, parecía que las criaturas que antes no parecían existir, ahora si estaban presentes, haciéndose escuchar ante aquella tormenta. Tal vez, también habían estado profundamente dormidas, escondidas a los ojos humanos, tal vez, Bosque de Luz los había guardado como un arma secreta.

 

Mientras corríamos, me detuve a pensar en nuestra charla antes de salir de la cabaña.

-y si, me refería a la fuente de la buena fortuna- dije agitada, como si nunca hubieramos dejado esa conversación- Espera, Espera- dije agarrándome el costado de mi panza con una mano, incapaz de poder correr a esa velocidad nuevamente, y con la otra tironeandolo para que se detuviera.

 

Sea lo que fuera de lo que huiamos parecía haber quedado atrás un instante, y yo agradecía aquello, porque de verdad necesitaba retomar el aliento.

-Yo no se de dónde sacas esas energías... Pero déjame un minuto para recuperarme- cada palabra era con una inspiración. Los pulmones no se me llenaban del todo, y con cada exhalación iba tranquilizandome un poco más.

 

La lluvia espesa no cesaba tanto como hubiera deseado, pero lo que si fue disminuyendo fue la temperatura, está bajo tan abruptamente que me incorporé y me solté la mano del estómago para abrazarme a mi misma. El cabello que iba suelto por todos lados, también me abraza el cuerpo, empapado, pero al bajar la temperatura este también, provocándome que un tirite fuera inevitable.

-Oh no- solté mirando a Mathias, comprendiendo lo que se nos avecinaba. Lo supe porque empecé a sentir una desolación que solo había sentido una vez. La desesperanza era tal, que no sabía si seguir luchando por salir de ahí. - ¿Esos son... Dementores?.

 

Esto me alarmó porque si bien, conocía el el hechizo para protegernos, nunca lo había utilizado con dementores reales, y en ese momento no recordaba un momento tan feliz como para hacer flotar de mi varita mi preciosa y enorme cobra plateada.

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En un momento, todo se opacó. No escuchaba razón y sólo pensaba en salir de allí... con ella. En una oportunidad, sentí el roce de su cuerpo contra el mío y una sensación extraña me invadió. No podría decir exactamente con qué se igualaba, pero era buena. La energía que tenía en ese instante, era desmesurada, casi increíble pues, a pesar de estar en ese estado, había acumulado la suficiente fuerza para sacarnos de aquella trampa mortal tanto a mí, como arrastrando a Rachel.

 

Su respiración, golpeaba contra mi nuca; si no nos deteniamos pronto, se iba a desvanecer en cualquier momento y, a pesar de que me vi capaz de sacarnos de aquél primer encuentro furtivo con la maldad del Bosque de Luz, no confiaba en que fuera capaz de poder cargar con su peso si se desmayaba, no con esa herida, no con la fiebre que ahora, comenzaba a nublar mi visión.

 

Los agujeros negros aparecían con cada paso que dábamos, por alguna extraña razón, mi cuerpo no era succionado por ellos. La lógica, me decía que era por mi estado. Mi condición de ¿semi vampiro? No podría decir que fuera un término correcto pero si acertado, me mantenía en las sombras, me mantenía en un estado neutral ante las garras deseosas de sangre del Bosque; sin duda podría ser una ventaja que usaría a mi favor, para poder asegurar tanto mi salida como la de Brice.

 

La lluvia se intensificaba a cada paso dado, cuando me fui a dar cuenta, estábamos empapados de agua. Era agobiante porque dificultaba bastante la visión. Las gotas eran pesadas, densas... no podía recordar ningún aguacero con esas características. Me sorprendió bastante que la mujer se preocupara más por el haber cogido su mochila que por su propia vida pero, en ese momento, no le di demasiada importancia.

 

Cuando me quise dar cuenta, el sofocante calor había comenzado a disminuir y con eso, la lluvia poco a poco empezaba a mermar. Giré algunas veces para percatarme de haber dejado atrás al monstruo oscuro, sentí gran alivio al ver que era así. Antes de que pudiera pensar en nuestro siguiente paso, Rachel me hizo saber que estaba agotada. Sentí pena, no había pensado mucho en lo que ella deseaba o quería, simplemente pensé en actuar y en salvarnos la vida o lo que fuera aquello que teníamos.

 

Me hizo gracia, como una niña pequeña que busca que le compren un dulce, tiró de mi brazo pidiéndome parar. Se preguntó cómo tenía esa energía y ni si quiera pude contestar. No tenía ni idea de cómo lo había hecho pero todavía me quedaba una dosis de eso y mejor aprovecharlo al máximo. Asentí con la cabeza distraído, analizando cada centímetro de ese lugar en el que nos habíamos detenido.

 

- Podemos parar, lo siento... yo sólo reaccioné.- alcé mi ceja un momento e inspiré aire. Ahora se venía un buen problema; ya no tenía dónde vivir.- Este parece un buen lugar para quedarnos un momento pero... siendo bastante sincero, no creo que podamos estar mucho aquí.-

 

Mi visión se nublaba cada vez más y ya no era por la lluvia, la fiebre me tenía casi al borde del delirio. Cerré varias veces los ojos y los abrí de inmediato para lograr aclarar mi visión y lo conseguía por ocasiones aunque, lo que más me hizo enfocar, fue su comentario sobre la Fuente de la Buena Fortuna.

 

- No sé quién crees que soy o qué respuestas pienses que pueda darte, Rachel, pero yo no estoy aquí por la Fuente de la Buena Fortuna, ni si quiera sabía que me había adentrado en este Bosque, no lo hice por buscar un beneficio o vanagloriarme, sólo buscaba calma... paz... tal vez dejar de existir tranquilo pero, honestamente, creo que alguien o... algo, lo está impidiendo. - entonces pude sentir como su semblante cambiaba y comenzaba a tiritar de frío. - ¿Estas bien? .-

 

Quise saber al ver como se abrazaba a sí misma como si el clima estuviera bajando demasiado rápido. En realidad, había sentido una disminución en la temperatura pero no fue hasta que vi salir el vaho de su boca, cuando entendí que la disminución estaba siendo brutal y muy abrupta para ella. No sabía que hacer o como actuar, yo no sentía ese frío desesperante y, mi cuerpo, estaba bastante caliente. Se me ocurrió una idea, era más de actuar que de hablar así que, sin importarme su reacción, acerqué mi cuerpo al suyo y la cubrí con mis largos brazos.

 

- Ya está, tranquila.- quise intentar atemperar su cuerpo.- Esto no me está gustando.-

 

Entonces, sentí su mirada clavada en mí, devolví el gesto y alcé mi cara por su comentario. Unas altas figuras negras, sin rostros, se acercaban flotando hacia nosotros. Mis ojos se abrieron más de lo normal, sin embargo, mantuve la calma y un recuerdo llegó a mi como un déjà vu. Era Voldemort, estaba frente a mi y mi brazo ardía por la sensación de la marca cobrando vida en mi antebrazo. En el piso, una mujer y una niña con los ojos muy abiertos, muertas. 》Muy bien Mathías, sabía que podía confiar en ti《 la voz de palabras arrastradas del señor tenebroso quedaron retumbando en mi cerebro.

 

Otra escena aparecía ahora en mi cabeza, una joven corría y corría entre los frondosos árboles de un enorme bosque y yo, con los ojos encendidos en llamas, la perseguía sin a penas estremecerme, caminaba muy tranquilo, lamiendo mi labio inferior hasta qué sin el mayor esfuerzo, aparecía ante ella y le clavaba los colmillos en el cuello sin la menor piedad, dejandola tendida en el piso, una vez terminé con su cuerpo.

 

Un último recuerdo apareció en mi mente, esto me iba dando una ligera idea de quién era ese yo que había olvidado. Era un Mathias mucho más pequeño, tendría dieciséis o diecisiete años, un hombre de pelo blanco estaba a mi lado. 》Expecto Patronum《 pronunciaba ese hombre intentando enseñarme algo. 》No puedo hacerlo papá《 decía claramente malhumorado. 》Nunca está de más aprenderlo hijo mío, todo lo que puedas aprender, bienvenido ha de ser.《 pero indudablemente parecía, que yo nunca había sido tan bueno. No podía recordar si lo había aprendido o no, de lo que estaba seguro, era de que no sabía como hacerlo en ese momento.

 

- No es que yo quiera ser pesimista, pero me parece que estamos ***idos. - comenté soltandola y apuntando a los que veía con mi varita mientras nuestros rostros, se iban desvaneciendo por que sus bocas cada vez se acercaban más a nosotros dispuestos a darnos el tan conocido beso del Dementor. - 》¡Expecto Patronum! ¡Expecto Patronum!

¡Expecto Patronum! - nada, aquello no funcionaba.-

 

Mi cuerpo se había empezado a debilitar y sin dejar de blandir mi varita, le tendí la mano a Rachel. En ese momento, solo esperaba que la cogiera, sólo eso mientras yo, me desvanecia lentamente cayendo de rodillas al piso y fue entonces, cuando vi muy lejos, del otro lado del bosque, como una majestuosa cobra y un enorme tiburón ambos plateados, se fusionaban entre ellos dejando un cegador brillo plateado que, en cuestión de minutos, hizo que las enormes criaturas se evaporaran en el aire.

 

- ¿Que demonios? - fue lo único que alcancé a decir antes de desplomarme en el piso. ¿Quién nos había salvado la vida?.-

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