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Navidad Sombria


Kahlan Blackthorn
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Para la comunidad mágica era difícil recordar una buena época navideña, cargada de regalos, sonrisas y vitoreos. Nunca se había presenciado una era tan oscura y lúgubre, ahora no tenían motivos para culpar a la marca tenebrosa de todo aquello, sino que el daño provino de algo desconocido y que se daba el lujo de aparecer solo en el invierno. Un ente demoníaco que emanaba de las profundidades del averno, bañado por la sangre de los niños que se portaron mal en años anteriores, su única misión era castigar a los que desobedecían a sus padres y se jactaban de poder pasar por alto las reglas establecidas por sus progenitores.
— Krampus—el viento susurraba su nombre—¡¡¡ Krampus !!!—el llamado se hacía más intenso y profundo. Las almas de los demonios se agitaron en las profundidades del infierno, pero al que llamaban, no despertaba de su largo sueño. Sus ojos encendidos como dos llamas ardientes, no daban señales de querer lanzar su lacerantes miradas contra los ingenuos chiquillos. La misión era invocarlo de la forma adecuada, pero el ritual requería de ciertos ingredientes, algunos de ellos estaban dentro del desaparecido departamento de misterios del antiguo ministerio de magia.
Sombras iban y venían de un lado a otro, retratando de cierta forma lo que se avecinaba. Una profunda oscuridad abrazó el bosque, escuchándose a lo lejos lamentos de niños que imploraban por su vida, quejidos que pronto serian acallados por la hoja de una afilada guadaña. Prestar para cortar todo trozo de piel o cuello que se pusiera delante de ella, el brebaje ardía sobre un fogón avivado por las manos huesudas de un duende, codicioso ser que vendió su alma por una falsa inmortalidad.
Aquella cabaña maltrecha y roída por el tiempo, albergaba a una antigua cofradía, seres corrompidos por la más pura maldad. Ninguno de ellos recordaba lo que era tener compasión o misericordia a la hora de asesinar, masacrando a todo aquel que se empeñará en celebrar la navidad sin tomar en cuenta las nuevas estipulaciones dictadas dentro de la comunidad mágica. Dicho pergamino fue redactado por un ser desconocido, pero muy astuto a la hora de pensar en controlar los movimientos de cada uno de los habitantes de Londres.
—Falta tan poco tiempo, quizás sea apresurado para asegurarnos un triunfo irrefutable—indicó el hombre de barba canosa. Acompañado por un joven bien parecido, destacando en este la cicatriz que arañaba con cierta pulcritud la parte inferior de su ojo derecho, dándole un toque de matón a sueldo. Sin embargo no afeaba en lo más mínimo su atractiva faz, captando la mirada atrevida de una fémina de morocha cabellera. Hasani estaba lejos de todo eso, no se imaginaba lo que sus aliados comenzaron a cocinar a sus espaldas.
Las traiciones en esos tiempos estaban a la orden del día, ya no existía la verdadera fidelidad o lealtad a los ideales. Cualquiera podía llamarse fenixiano o mortifago o ser las dos cosas al mismo tiempo y engañar de forma descarada a los que hipócritamente llamaba camaradas. Justo eso era lo que impulsaba a los seguidores del clan Hasani, sed de poder y dominar todo lo que pudieran albergan en sus manos, galeones que llenarían sus arcas hasta desbordarlas o simplemente tener terrenos hasta donde la luz del sol no era capaz de llegar.
—Necesitamos la mitad de los ingredientes, pero al menos ya tenemos un puñado de niños para empezar—el anciano acariciaba su prominente barba, indicándole al joven que emprendiera su viaje. Recorriendo parte de Londres, yendo en busca del corazón de ese primogénito que abriría la puerta para que Krampus se levantará de su letargo. Sus rasgos particulares estaban plasmados en su memoria, fresco como la mañana del 23 de diciembre, el día antes de noche vieja y próximo a navidad. La nieve cubría todo a su paso, dándole un toque demasiado apacible a todo aquello, no le vendría mal a tanto blanco un poco de rojo carmesí y gotitas de sangre transformadas en copos de nieve.
Las ruinas de un viejo enemigo comenzaban a congregarse entorno a este, esperando el momento justo para alzarse como lo hace un coloso listo para salir al campo de batalla. Krampus aguardaba silencioso soñando con la primera de sus victimas, sembrando el terror en navidad, provocándole algo más que un dolor de cabeza al viejo barbón de Santa Claus. Su guerra sería eterna, porque el anciano bonachón, no cesaría en su afán por cumplir las demandas que le eran enviadas en cartas membretadas con su hombre.

Querido Santa...
Este año deseo, el carrito de moda o quizás me venga mejor una nueva varita o algo más apegado a la realidad que vivimos. Me decantaré por un arsenal mágico, ya sabes hechizos que sean capaces de causar mucho daño y de ese modo disfrutar desde otro punto de vista está navidad.

 

La nota era demasiado sarcástica, pero cargada con un poco de verdad. Los tiempos no eran para nada buenos y engañarse con que las cosas cambiarían era pedirle peras al olmo.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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