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El Secreto del Inquisidor


Nate Weasley
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Nathan alterna su mirada entre el giratiempos que yace sobre la mesa y Goderic. En un principio, cuando éste le informó que se había hecho con un giratiempos, pensó que estaba bromeando o que había perdido la chaveta luego de convertirse en el presidente del MACUSA. Sin embargo, el objeto delante de sus ojos era prueba incontrovertible de sus palabras: la delgada lámina de oro de la que pendía un reloj de arena reflejaba vivamente la luz que pendía del techo del número doce de Grimmauld Place, y las cadenas de oro que se desprendían de su borde dibujaban un trayecto sinuoso en contra de la desgastada madera.

 

No había dicho una sola palabra desde que su compañero había puesto el objeto mágico legendario sobre la mesa. No se le ocurría qué decir, y si bien se moría de curiosidad de saber de qué forma se había hecho con el mismo, el Slithering había sido explícito en que no quería preguntas al respecto. Aún mas curiosidad le generaba el hecho de que el muchacho sólo tenía una posesión transitoria del mismo, y sin embargo aquella pregunta también cruzaba los límites que él tan categóricamente había marcado. Finalmente, extendió ambas manos a lo largo de la mesa y tomó el giratiempos en sus manos, procurando no accionarlo por accidente.

 

Por unos segundos desvió la mirada hacia Kaori, quien estaba a su derecha y miraba el objeto con curiosidad. Mackenzie está frente a ella, al lado de Goderic, con una expresión similar. Hay otros miembros de la Orden alrededor de la mesa, algunos estaban en la antigua casa de los Black por casualidad, mientras que otros fueron llamados específicamente a pedido del Weasley. Rory Despard, el nuevo líder, debía de estar por llegar. Nathan mantuvo el silencio por unos minutos más, meditando sus palabras una vez más a sabiendas de que todos están preguntándose cuál sería el próximo movimiento ahora que se habían hecho con ese objeto, qué gran hazaña tenía la Orden del Fénix por delante.

 

Mucho tiempo atrás, cuando Nathan recién se iniciaba en el bando, solía mirar a quienes estaban al mando con una suerte de halo dorado. Para él, esas personas estaban dotadas de tanta experiencia, capacidad y conocimiento que cualquier decisión que tomasen o palabra que emitiesen estaba dotada de un aura de certeza, sentido e inamovilidad. En esos tiempos, solía creer que lo que ellos decidían o decían era así porque era así, todo tenía sentido, parecía lo lógico y más prudente, no había lugar a cuestionamientos. E incluso estaba seguro que eso se trasladaba a la forma en que ellos pensaban.

 

Hoy, estando él en sus zapatos, la realidad era completamente distinta. La lugareteniencia había sido un baldazo de agua fría, puesto que nadie había venido a dotarlo con poderes especiales para hacer frente a los viejos y nuevos desafíos; todo era lo mismo, con la única pero significativa diferencia de que sus decisiones tenían ahora más peso que nunca, su criterio no sólo era determinante de las acciones del bando en colectivo sino también a nivel individual. El resto hacía porque él decía, si bien en un sentido democrático más que autocrático, y sin embargo todo aquello lo hacía ser más conssciente de sus palabras. Sobretodo en momentos como aquellos.

 

Sé que podemos usar esto para muchas cosas. – dijo, finalmente. Se le ocurrían al menos una decena de formas en la que podían utilizar el giratiempos para su lucha contra la Marca Tenebrosa – Pero no debemos olvidar que el compromiso de la Orden del Fénix es con toda la comunidad mágica. Comunidad que, ahora mismo, se ve amenazada por no sólo la comunidad muggle en su totalidad, sino también por una secta insurgente que ha demostrado no tener piedad ni remordimientos a la hora de decimar nuestros números, sin importar ninguna clase de factor demográfico. Es por eso que, a mi criterio, prima utilizar este giratiempos para ponerle un fin al Inquisidor.

 

El silenció siguió a sus palabras. Nathan aguardó por unos segundos y, fiel a la consciencia de que era la democracia lo que lo había puesto allí en un primer lugar, agregó:

 

– ¿Están todos de acuerdo? Es ahora o nunca.

Editado por Nate Weasley

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Antes de que Azrael ingresará con los mortífagos, y mucho tiempo más atrás que se embarcarse a Gran Bretaña gobernó junto a su esposo Luzbel en las tierras de Egipto. Ambos poseían un gobierno estable y próspero, el inocente Licaón seguía al pie de la letra lo que su ser amado le decía, éste no tenía intención en ese tiempo de ir más allá de su tierra, caminaba por la ciudadela del Regente. En contra parte su tío Castiel era quien gobierna la Ciudadela de la Muerte. Y todo era un tiempo de paz, el archiconsejo temblaba ante la voz del regente, y era porque su esposo respaldaba con las artes de la muerte y las serpientes.

-Jaguar-

Comenta el regente a su esposo, en un tiempo donde el mago anhelaba poseer un Nundu, ver esa criatura tan hermosa, y deseado adquirir al menos un felino como ese que admiraba. Y viéndose ambos a los ojos, su mirada brilla lentamente. Y solo se limita a verse el uno al otro, ambos seres eran poderosos, dotados de habilidades extraordinarias, pero lejos de adquirir una postura contra la paz.

-Sabes, he creado un hechizo en mi piel, allí estará siempre tu recuerdo. Siempre que estes a mi lado, los jaguares jugarán por toda mi piel. - comenzaba a comentar Azrael y pasaba sus manos por ese varonil rostro. - eres quien me hace suspirar. - y baja la mirada.

-No seas tonto.- comenta Luzbel. -Sabes, que siempre estaré a tu lado, ahora vamos atender nuestros asuntos. - comenta. Y le da un beso en los labios a su esposo, caminando lado a lado junto a él. Estos eran los regentes de Egipto.

Y el tiempo pasaba como si nada, el gobierno más próspero de la nación se comenzó a dar. El mago de la casa de los Licaón soñaba pasar cada día con su ser amado, pero algo oscuro se comenzaba a tramar a las sombras de ambos. Sin embargo, enfrentarse ambos era algo inverosímil. No obstante, los dos eran seres que anhelaban la paz y el bienestar común, leales y sacrificados el uno por el otro. La lealtad del Archimago de la Muerte la rige su corazón, mientras la del Regente la sonrisa de su esposo.

**En la actualidad**

El nigromante se encontraba observando a la lejanía el amanecer, era difícil saber donde se encontraba, y más saber si se encontraba acompañado por alguien más que sus marionetas. El mismo había vivido oculto de la Marca Tenebrosa y pensaba regresar a la misma, aunque sus estudios no terminaban y no podía cambiar su aspecto u ocultar sus pensamientos, por esa razón manda a esos horrocrux para los asuntos triviales, aburridos y en son de espía.

-Se que estas allí. - Agrega en tono seco. Y en su rostro oculto por la máscara de zorro no mostró alguna emoción. - Vamos, no me hagas congelar el tiempo y, bajar la temperatura, y volverte simplemente un cristal de hielo. - le amenaza. Y allí, un iluminado, un agente del Santo aparece. - ¿qué ocurre? - indaga.

-Es el Inquisidor. - Comenta el iluminado y el mago camina rumbo a su dirección.

-Vamos, no podemos perder el tiempo. Y si el Santo considera que debo ir, supongo que deberé asistir. -

Y el iluminado le toma del hombre y ambos se desvanecen.

Editado por Azrael Licaón

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En Grimmauld Place

 

Ingresó a Grimmauld Place presuroso, todavía sin poder creerse bien que en unos minutos tendrá que compartir mesa con quienes, sin importar el cargo que él ahora ostenta, sigue considerando superiores a él en todos los sentidos posibles. La serie de acontecimientos que han terminado por colocar a Rory como cabeza de la Orden del Fénix tienen un halo profético que él no duda que ha sido parte del Plan de Dios para él. Pero el que lo sepa no significa que todavía se sienta con las fuerzas o la autoridad para ejercer ese cargo, de la forma en que todos esperan que lo haga.

 

Las labores que el bando exige son muchas, tan igual que las urgencias, que lo han llevado ya en una misma semana ha tener que pisar París dos veces, para cumplir con misiones en busca de información del inquisidor y de rastrear las actividades expansivas de la Marca Tenebrosa, cada vez más afanada en consolidar sus ideas en las diferentes élites mágicas de Europa. Las actividades de labor pastoral que además se ha esforzado en no dejar desatendidas terminan generándole jornadas agotadoras que no está consiguiendo compensar. Su sueño y cansancio es evidente, las ojeras se le han pronunciado y un extraño hormigueo no abandona su mano derecha, pero aun así, cuando alcanza la habitación y la mesa en torno a la cual el grupo se ha congregado, se esfuerza por mostrarse ecuánime.

 

Asiente en silencio a las palabras de Nathan, sobre el compromiso que la Orden tiene con la comunidad en general, y que trascienden a la encarnizada lucha que han sostenido por años con los mortífagos. Él definitivamente no tiene la capacidad para dar un discurso como el que Weasley está dando, con tanta elocuencia y énfasis, no duda de que los argumentos que el mago expone son correctos y su razonamiento justo y aun así, algo se quiebra dentro suyo al escucharlo mencionar que deben "poner fin" al inquisidor. De forma que aunque se siente extremadamente nervioso, y ha tomado su crucifijo como una forma de encontrar calma, y piensa en un versículo que citar pues normalmente es cuando habla de ellos que gana confianza, se decide y alza la mano para pedir la palabra, solo porque necesita realmente saber a qué se está refiriendo Nathan con ponerle fin.
Dijo Dios en Éxodo 21:12-13 "El que hiera de muerte a otro, ciertamente morirá. Pero si no estaba al acecho, sino que Dios permitió que cayera en sus manos, entonces yo te señalaré un lugar donde pueda refugiarse". Respeto si Goderic no desea revelar cómo es que este artefacto llegó a sus manos, y confío en su integridad y su honra. Pero si con ponerle fin, están refiriendo a intencionada y premeditadamente matar al inquisidor, me opongo por completo a ello. Es distinto en medio de una lucha, poner fin a una vida dada por el creador, que con malicia en el corazón, ambicionar la muerte a un prójimo por muy desalmado que este sea.
Rory había experimentado de cerca las atrocidades del inquisidor. En las casas refugio, y los hogares y hospicios, muchas monjas y curas no se daban abasto para atender a las docenas de víctimas de la guerra, y además existía todavía al interior de estos espacios prejuicios serios contra las personas con magia, prejuicios que personas como él y otros magos y brujas nobles, intentaban revertir con hechos, participación y buenas obras. No negaba de que matarlo pudiese traer una solución rápida ¿pero debían privilegiar lo fácil a lo correcto?
– Es nuestra única oportunidad, y puedo ser un idealista al decirlo, pero creo que podemos matar las ideas del hombre, sin matar al hombre. Precisamente el giratiempo, de entre todos los objetos posibles, nos da la posibilidad de hacerlo.

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En Arizona un mago alto se encontraba dando un discurso solemne, relacionando la simple ceremonia por inauguración de un nuevo museo mágico con sus promesas de campaña y ambiciones, incluyendo un fuerte apoyo a la cultura. La seguridad alrededor del lugar era la que se esperaba en una visita presidencial pero, por suerte, no hubo disturbios ni ningún incidente. Por supuesto, cualquier intento de disturbio sería apagado por los magos encargados de la seguridad presidencial.

Lo que los participantes de la ceremonia no sabían, incluso algunos de los miembros de defensa, que aquél mago no era Goderic sino un simple impostor. Un grupo reducido y leal de miembros del Servicio Mágico Secreto habían sido elegidos como sus clones, no tan solo por un tema de seguridad, sino más bien para darle tiempo a Goderic a mantener sus otras tareas que eran tan importantes como la dirección de un país. Por supuesto, se había visto tentado a utilizar el giratiempos que ahora descansaba en la mesa para poder tener más tiempo pero prefería guardarlo para labores y razones menos superfluas.

Algunos se preguntaban sobre los riesgos de dejar a presidentes falsos por ahí, pero Goderic no tenía ni siquiera una pizca de temor puesto que aquellos personajes no tenían ninguna posibilidad de tomar decisiones puesto que carecían del tótem de mando real que había creado para distinguir el real de los falsos. Además, como miembros de élite del SMS no solo tenían una lealtad incuestionable sino que se encontraban bajo un juramento inquebrantable.

Por una breve fracción de segundo, Goderic tiene el reflejo de recuperar el giratiempos pero se detiene antes siquiera de que alguien lo notase. Observa cómo la palabra “curiosidad” se va escribiendo notoriamente en los rostros de los presentes. Una mueca de risa aparece en el suyo, no por burlarse de la curiosidad sino porque era la misma reacción que había tenido él los primeros días que el objeto había caído en sus manos.

Escucha con tranquilidad lo que Nathan mencionaba y que estaba dentro de sus planes, ya que incluso si sus compañeros no se unían en aquella travesía, él terminaría haciéndolo solo. No emite ningún comentario pues no cree prudente ser el siguiente en hablar pues él había venido consciente de sus planes e intenciones, ahora era el momento de solo oír lo que el resto quería hacer o decir. Y, debe reconocer, que las palabras que acababa de escuchar no le hacía demasiado fácil mantener su plan de mantenerse en silencio. ¿En serio alguien planeaba traer la moralidad de un Dios a esta discusión?

Por respeto, evita emitir un resoplido pero su mirada de disgusto no es algo que esté dispuesto a esconder. No le molestaba que su propia moral le impidiese realizar la sugerencia de Nathan, no, lo que le molestaba era utilizar las palabras de quién sabe qué loco escribió en nombre de un Dios, entonces ¿no estaban simplemente siguiendo y viviendo según una moralidad ajena y no la propia? ¿¡Qué tan escaso de reflexión había que ser para citar aquellas palabras de memoria como si fueran una regla, una norma, algo que seguir sin cuestionar!? Por un minuto Goderic se quería levantar de su asiento e irse de ahí.

Sin embargo, respira a fondo y deja atrás sus sentimientos y se enfoca en el fondo de la discusión de la que, contrario a lo que se podía esperar, estaba de acuerdo en algunas cosas. No obstante, todavía escoge su voto de silencio incluso luego de ser nombrado por Rory. No solo porque el origen del giratiempos era algo que no estaba dispuesto a mencionar en aquellos momentos sino porque necesitaba saber las sensaciones, opiniones, ideales y límites de cada compañeros antes de trazar su propio plan.

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En la actualidad

El egipcio se había marchado con los iluminados a una de tantas mansiones donde se reunía, sin embargo, en esta se encontraba colgando en las paredes un cuadro del mismo Santo, así como en otros sitios se encontraba uno de su hermano gemelo. Y estando, sentado en una silla de caoba, mira a los integrantes que portaban diferentes mascaras, no era como los de la Marca Tenebrosa, ya que todos usaban alusión a un animal. En cuanto al Archimago de la Muerte fue la del zorro blanco. Y frente a él se encontraba alguien que porta una de un Fénix.

-Tiritero. - comenzó hablar el que oculta su rostro con el Fénix. - El santo anda preocupado porque la maestra del Puerto casi te descubre la otra vez, muy osado de tu parte enfrentarla.-

En ello Licaón responde. - La maestra del Puerto sigue ocupándose de otros asuntos, su interés es velar por la Maraca Tenebrosa, por aquel contrato creado con el Black. - Hace pausa. - Y si bien, mi poder aun no se iguala al de ella, pronto estaré a su nivel. Y seré, yo quien por fin acabe con esos obstáculos...-

En eso quien ocultaba su rostro con la máscara de serpiente agrega. - No es necesario, ellos pueden ser nuestros aliados, sólo hace falta que confíen en nosotros. Por el momento, es oportuno que regreses nuevamente a sus filas. - ordena.

-Como prefieras. - Responde Licaón y ve cómo una persona llegaba algo al alarmada. El egipcio usando su Vara de Cristal expresa con malicia. -Crucio- y ese hombre que corría comienza a gritar de dolor. El hombre de la serpiente clava su mirada en el Tiritero y grita. - Basta. - El mago que lo tenía bajo el maleficio lo detiene.

-Eres débil. - Interviene Licaón, a lo cual el de la serpiente responde. - Tus métodos no son necesario, ese un hombre fiel a la causa, y no hace falta necesidad de ello. Y Así, que ya te puedes marchar. - El mago egipcio se levanta, y camina en dirección al que había causado el maleficio. Lo toca, y así le infunde su alma, creando un vínculo con él, causándole un gran temor al mismo.

-Este ser es un traidor. - Sentencia Licaón. - Yo me encargaré de que revele todos sus secretos. - El hombre con máscara de serpiente grita. - Basta Titiritero, deja ese ser en paz. - En ello el nigromante le mira. - Eres inútil. - le responde y le lanza la maldición imperdonable. A los pocos segundos le ocasiona la muerte.

-Silencio. - Grita Licaón. - Esta escoria es un traidor, es un integrante de la Orden del Fénix.- Todos se miran.

-Titiritero toma el mando. - Sugiere el de la máscara de conejo.

-Sólo soy un aliado. Ustedes tiene su propia forma de organizar, pero me divertire jugando con este hombre. - y le lanza nuevamente el maléfico cruciatus. Y acto seguido lo petrifica.

Tiempo atrás

 

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Licaón se encontraba acompañado de su esposo en la reunión del archiconsejo. Estos se encontraba preocupados por la relación con Gran Bretaña.

Editado por Azrael Licaón

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Ellie & Madeleine Moody

Grimmauld Place #12, Cuartel General de la Orden del Fénix

 

—¿Q-qué...? ¿Qué es lo que sucede?

 

Ellie levanta la mirada y, durante unos segundos, pareciera que no reconoce la casona que se alza frente a ella. Por supuesto, aquel no era el caso. Más que entender dónde estaba, lo que intentaba era entender por qué Madeleine la había traído allí de forma tan repentina. Durante los últimos meses, Ellie se había mantenido bastante ajena a los asuntos de la Orden del Fénix e incluso había dejado de seguirle la pista a los demás integrantes de la organización. A decir verdad, y le daba cierta vergüenza reconocerlo, ni siquiera sabía muy bien a qué se había dedicado Madeleine los últimos meses. Lo único de lo que en aquel momento puede estar segura con claridad, es que su prima había irrumpido en su habitación —sin mostrar el más mínimo respeto por los encantamientos defensivos que protegían su hogar en aquellos tiempos duros para la comunidad mágica— y prácticamente la empujó por un portal.

 

—Sólo pensé que querrías escuchar esto —murmura Madeleine, cerciorándose de que la calle está desierta. Aunque, de cualquier forma, el número doce de Grimmauld Place está protegido por el encantamiento fidelio, de modo que sólo es visible y accesible para los miembros de la Orden del Fénix.

 

—¿De qué hablas?

 

—Entra ya, seguramente ya comenzó —masculla por lo bajo, haciendo oídos sordos a la pregunta de Ellie.

 

La verdad es que, además del hecho de que no le emociona la idea de explicar un plan que no es suyo ni le concierne directamente, es mejor que Ellie lo escuche de alguien que lo puede explicar mejor. Madeleine está segura de que sería capaz de hacer cualquier cosa por ponerle fin al Inquisidor y a aquella época de terror, pero no puede negar que siente cierto temor. Incluso para las brujas y magos, los viajes en el tiempo son algo fantástico y de lo cual se sabe muy poco. Seguramente hasta para Ellie, una ex inefable, el tema es delicado y lleno de misterios... Sin embargo, en una situación como esa, necesitan cualquier tipo de apoyo y consejo, ¿no es así?

 

Decide seguir ignorando las preguntas de Ellie mientras abre la puerta y atraviesa el sombrío vestíbulo del antiguo hogar de la familia Black. El olor a encierro y humedad le causa, como de costumbre, una sensación de familiaridad, aunque también le hace arrugar ligeramente la nariz. Más que guiarse por las voces amortiguadas, Madeleine sigue el rastro de energía oscura que percibe en el ambiente hasta encontrar el lugar de la reunión. Cuando atraviesa el umbral, en silencio, es Weasley quien está hablando. La mayoría de los presentes, sin embargo, observan el artefacto que parece tener un lugar de honor en la mesa en lugar de a la persona que habla. De reojo, observa que los ojos de Ellie se abren con sorpresa —y, también, con cierto temor— a la vez que contiene la respiración y se queda inmóvil, como si el más mínimo movimiento fuese a hacer que el giratiempos se rompiera o desapareciera.

 

Conociendo los intereses de su prima, Madeleine había pensado que le interesaría bastante aquel asunto del giratiempos. No se había equivocado, pero quizás había pecado de ingenua. Sí, Ellie estaba interesada... pero, a decir verdad, también crecía un sentimiento desagradable en su interior. Cierta incomodidad. Cierta molestia. Porque durante su carrera como inefable, nunca había logrado poner sus manos en un giratiempos ¿y ahora, de repente, alguien parecía casualmente tener uno? ¿En qué momento había ocurrido? ¿Cómo era posible eso? Necesitaba preguntarlo en voz alta, preguntar si era real, preguntar de dónde había venido, quién lo había ensamblando, si de verdad funcionaba. Sin embargo, tras observar los rostros de los demás, parecía que no existían dudas y no creía que sería bien recibido que alguien recién llegado y sin mucha relevancia en los sucesos actuales comenzara a exigir respuestas. Quizás, sólo parecería que apareció a entorpecer aquella misión.

 

No podía permitirse actuar de aquella forma, no cuando por fin la esperanza parecía iluminar la escena. Quizás, por fin, podrían tener un auténtico plan que de verdad podría tener resultados significativos. Es en eso en lo que debe enfocarse.

 

Mientras Ellie sigue reflexionando, Madeleine asiente al escuchar la firme declaración de Weasley. Ponerle un fin al Inquisidor, de la forma que sea, es indudablemente el camino a seguir. Por supuesto, aunque respeta el pensar del nuevo líder de la Orden del Fénix, aquello no detendría su actuar. Se pregunta si debería dejarle en claro a Despard que él puede mantenerse fiel a sus creencias, pero ella no dejaría que intervenga si tienen la oportunidad de acabar con el Inquisidor... Sin embargo, quizás sea más conveniente realizar aquel pacto con los otros miembros de la Orden Oscura, que indudablemente compartirán su pensar.

 

—Lo que menos me preocupa es el Inquisidor —murmura Ellie, que hasta ese momento seguía de pie bajo el umbral de la puerta. Lentamente avanza hacia la mesa donde están reunidos sus compañeros, mientras que alza la voz—. Si usan... si usamos el giratiempos, estaremos jugando con la realidad como la conocemos. Creo que pueden imaginarse que podríamos afectar muchas vidas, que incluso podríamos terminar en un futuro peor que el que estamos viviendo. ¿Que nos hace pensar que podemos hacerlo? Lo que quiero decir es que debemos estar seguros de que vale la pena el riesgo, además de tener un plan concreto.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Tiempo Atrás

 

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La reunión había terminado y ambos regentes se encontraban sólo, allí en esa oscura habitación iluminada por un vela que casi se extingue. La cual fue testigo de un momento de lujuria de esa feliz pareja.

-Jaguar. - Comenta Luzbel.

-No estoy seguro si ir a Gran Bretaña sea la mejor opción, sabes bien lo que opino de ese país.- Refuta Licaón.

-Jaguar, pero aún así deberás ir.- Refuta su esposo con severidad.

-Eso no significa que te diga mi parecer, pero no deseo hablar de esos asuntos insignificante. Además, en ese sitio se encuentra una batalla entre dos grupos clandestinos. - Le responde el Archimago de la Muerte.

-Siempre te protegeré hasta con mí último aliento. - Agrega la máxima autoridad de Egipto y toma a su esposo de la cintura, tirándole al suelo y quedando frente a frente, viéndole a sus ojos. -Además, conozco la perfecta forma para hacerte cambiar de opinión. -

Y le da un beso en los labios, y acto seguido le comienza hacer cosquillas al mismo. Ambos, retoman la velada que había dejado. La vela se termina de consumir, pasando así larga noche de aquel encuentro. Al día siguiente, todos los preparativos se hacían para que ambos salieran de su país, los sacerdotes se encontraban realizando los rituales. El Archimago encargado de los asuntos internacionales estaba comunicado con el Ministerio de Magia Británico, y así pudiera ser ambos tratados como dignatarios.

-Jaguar. - le comentó su esposo al oído. - ya es hora despertar. - y le da un beso en el cuello.

Editado por Azrael Licaón

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Al escuchar la cita bíblica del predicador que un omnisciente Dios les había tenido a bien bendecir cómo Líder de la Orden del Fénix, Mackenzie no pudo evitar un gesto de escepticismo y sus ojos se pusieron en blanco, sin que lo pudiera remediar. Era respetuosa con cualquier creencia, incluso se podría decir que creía en algún tipo de fuerza consciente superior, pero de ahí a creerse las leyendas escritas para mentes infantiles, iba un gran trecho. Odiaba que la tomaran por idi*** y a ese Dios de los predicadores le encantaba esconderse detrás de cuentos de hadas, como si la humanidad no tuviera la inteligencia suficiente para merecer explicaciones más creíbles. Y quizás no la tuviera, quizás no le faltara razón a ese Dios para hablarles como a niños, pero por más que hubiera algo de verdad en ello, Mackenzie se rebelaría siempre contra la idea de que nadie la considerara inferior. La soberbia, sin ninguna duda, era un pecado capital del que la bruja no estaba en absoluto exenta.

 

A su lado, Goderic permanecía silencioso, aunque fue evidente el disgusto que se plasmó en su mirada tras las palabras de Rory. Kaori, enfrente de ella, tampoco había dicho nada todavía en respuesta a la proposición de Nathan. La disyuntiva era clara. Goderic disponía de un giratiempos, que a saber porqué medios había conseguido, y Nathan quería aprovecharlo para ponerle fin al Inquisidor. Rory pretendía que el final fuera pacífico. Casi parecía el guión de una obra de teatro de Bertol Brecht, sino fuera por el nudo gordiano que acababa de llegar, hecho un murmullo, desde el umbral de la puerta, donde una recién llegada Ellie Moody negaba la mayor: usar un giratiempos era algo peligroso e insensato. Obviamente, ella había sido más diplomática al expresarse, pero su advertencia había quedado meridianamente clara. Y, obviamente, no le faltaba razón.

 

En aquel momento, la bruja pensó que era capaz de comprender muy bien a Alejandro Magno, cortando por lo sano un nudo gordiano que nadie en cientos de años había logrado desatar. El mismo Zeus estuvo de acuerdo y le otorgó el Oriente prometido.

 

—Tanto monta cortar como desatar. —Expresó sus últimos pensamientos en voz alta, aunque no esperaba que nadie fuera a entenderlos. —Estoy con Nathan. El Inquisidor es una amenaza terrible, un enorme mal que se ciñe sobre el mundo. En una cosa, al menos, espero que estemos todos de acuerdo: hay que acabar con esa amenaza. ¿Acaso son más importantes los medios que empleemos para lograrlo que la imperiosa necesidad de ponerle fin al mal que encarna ese hombre?

 

Mackenzie no olvidaba sus días de cautiverio en el Hospital Hindemburg ni tampoco a la Redentis Mathilda. Acabar con aquella mujer, no había logrado disipar las sombras que las torturas y la prisión habían cernido sobre ella. Siempre había sido pragmática, pero en aquella ocasión ni siquiera necesitaba acudir al pragmatismo para justificarse a sí misma que debían actuar contra el Inquisidor, su deseo de venganza bastaba y sobraba.

 

—No negaré que Rory persigue un fin loable ni que Ellie tiene toda la razón del mundo al prevenirnos sobre el uso del giratiempos, pero Goderic debería conocer bien las reglas de uso. Me consta, de hecho, que otros aquí presentes también las conocen —miró a Ellie, considerando muy poco probable que la bruja no estuviera al tanto de ellas, teniendo en cuenta su trayectoria. —Alguien dijo una vez que, cuando se trata de giratiempos, lo más seguro es volver sobre los propios pasos. Tal vez podríamos elegir un momento conocido, algo que nos diera cierta ventaja para controlar las reglas del Tiempo. Quizás ni siquiera estemos obligados a acabar con el Inquisidor en el pasado, cambiando con ello líneas temporales peligrosas. Simplemente con que consiguiéramos averiguar la identidad de ese monstruo, ya habríamos logrado mucho.

 

Tiempo habría más adelante de debatir con Rory sobre la necesidad o no de acabar con el Inquisidor. Mackenzie estaba convencida de que no sería posible acabar con la amenaza sin acabar con el hombre, pero prefirió callarse en aquellos momentos.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Tiempo Atrás

 

-Jaguar ¿Acaso no extrañas nada de ese país?- Le pregunta Luzbel

 

-Sabes que guardo aprecio a los Tonks. Y en Hogwarts conocí Alaric, pero de allí que anhele ir de nuevo ese continente. - Responde Azrael.

 

-Y ¿Alaric es un Tonks? - Indaga su esposo.

 

-No lo es. - Refuta el Archimago de la Muerte. - A decir verdad no recuerdo cual es su apellido, igual nunca le tomé mucho interés, si bien lo veo como hermano, sabes que jamás podré compartir un rasgo sanguíneo con alguien. - Baja su mirada lentamente. - Ademas, sabes que siempre desee tener un hermano, pero al ser hijo único eso es imposible. -

 

En en ese instante Luzbel le acaricia el rostro, y le expresa. -Eso es cosa del pasado jaguar, sólo vamos atender algunos asuntos simples con el ministro de Magia y hechicería británico. Y según, recuerdo es un Malfoy.-

 

Allí Licaón agrega. - Deja esos asuntos aparte, ahora sólo deseo disfrutar del viaje a tu lado.-

 

Ambos magos se encontraba volando en un avión privado, y por protocolos internacionales no aparecieron en ese país. Y al cabo de unas horas habían llegado, al salir del avión ya era de noche y las autoridades internacionales Mágicas se encontramaba en ese momento. Éstos fueron escoltados como dignatarios, y los flashes de su llegaba comenzaba a producirse, el Diario del Profeta.

 

Embajada Egipto - Gran Bretaña

 

-Jaguar. - Comenta el Regente. - ¿Acaso deseas cenar algo-

 

-Solo a vos. - Agrega Azrael.

 

-No seas tonto. - Responde Luzbel.

 

-Bueno, solo algo dulce. - contesta Licaón.

 

-Así, que deseas comer el postre antes. Pero, sabes que primero debes comer algo salado.- le regaña s7 esposo.

 

En ello el Archimago de la Muerte se le acerca y pasa ambas manos por aquel rostro, acercándose más y más a él. - Ya sabes lo que deseo, así que deja de jugar y dame ese gusto. -

 

Sin embargo, en secreto el regente le escribió Alaric, y así darle una sorpresa a su marido.

 

@@Lady Luxure Grindelwald

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Acudió al llamado de Nathan sin pensarlo demasiado, sabía que el no la llamaría si no fuera porque la situación requería de su presencia. Al llegar al #12 de Grimmauld Place, lugar que usaba la Orden como cuartel general, lo primero que le llamó la atención fue la presencia de Goderic. Sabía de buena fuente que, debido a un desafortunado incidente en la salud de O’Brien, se vio obligado a abandonar la presidencia del MACUSA, misma que ahora era presidida por Slithering.

El tenerlo ahí llamaba su atención pues pensaba que dada la importancia del cargo que ahora ostentaba, estaría muy ocupado en el manejo de toda una nación. Entonces su mirada se posó en el objeto que reposaba en la mesa. Un Giratiempos. Se creía que todos habían sido destruidos, cosa que justo en ese momento estaban comprobando que era una mentira. El como lo había obtenido no necesitaba saberlo, como presidente del MACUSA seguramente tenía acceso a más información y recursos como aquel objeto.

Mientras esperaban a que los demás miembros del bando fueran llegando, los presentes no hablaron, al parecer todos estaban, al igual que ella, pensando en las posibilidades que poder usar un giratiempos significaba. Cuando Nathan finalmente tomó la palabra dijo exactamente lo que Kaori estaba pensando, ponerle fin al inquisidor. Seguido a él hablo Rory, quien había asumido el liderazgo de la Orden del Fénix hace poco tiempo y sus palabras lograron exasperarla un poco.

Respetaba las creencias de todos, pero recurrir a las palabras de un Dios al que nadie nunca ha visto, creer en las palabras de un libro y darles tanto poder, le resultaba chocante. Además, estaban en medio de una guerra y el Inquisidor había sido responsable de incontables muertes ¿Por qué entonces ellos debían perdonarle la vida? No, ella era más de la idea de que una vez muerto el perro, se termina la rabia. El Inquisidor debía morir, pero no estaban ahí para intentar hacerle cambiar de opinión al Predicador.

—Creo que quienes vayamos a ir en la misión tenemos que tener claro que no podemos interferir en lo que ya ha sucedido, cambiar algo en el pasado podría, como bien dice Ellie, terminar en un presente incluso peor. —La sola idea de que pudieran volver a un futuro en el que quizá más de uno estuviera muerto, le erizó la piel.

 

—Sin embargo, creo que el riesgo lo vale. Tenemos en nuestras manos la oportunidad perfecta para averiguar la identidad de nuestro enemigo, sin tratar de cambiar sus ideales, que eso sin duda entra en la categoría de alterar la línea temporal. —Dijo finalmente entrando en la discusión, mientras miraba a Rory.

 

Él pensaba que podría hacerle cambiar la forma de pensar al Inquisidor, ella creía que era tarde, para hacer algo como eso necesitaban estar en el momento preciso en el cual el Inquisidor se convirtió en lo que ahora es y si lo hacían entonces cambiarían muchas cosas y el resultado de ese cambio era incierto, no, no podían cambiar nada, tan solo tenían que averiguar la identidad y si era posible su punto débil, la organización que había creado, todo ese fanatismo al rededor de él, tenía que tener una grieta algún lugar por el cual pudieran atravesar y llegar a él.

 

—Sabemos que su base esta en Alaska, al menos tenemos un lugar de referencia… lo que no tengo claro es el año. — Se quedó pensando por un par de segundos y luego añadió— Es una organización que ha venido creciendo lentamente y de forma muy silenciosa, si la base esta en Alaska, probablemente sea porque tiene algún significado para él, podemos empezar por ahí. Analizando si han habido construcciones nuevas o si han remodelado algún edificio en los últimos años, eso quizá nos de una pista de cuanto tiempo debemos regresar en el pasado.—Mientras ellos empezaban a trazar un plan, la mirada de Kaori estaba puesta en Gode, quien aun no decía nada.

 

—Empiezas a ponerme nerviosa... ya di que es lo que estas pensando. —Dijo, no lo conocía muy bien, salvo de algunas misiones en las que habían compartido, pero le habían ayudado a hacerse una idea de como era el mago. —Siempre tienes un plan, no por nada ahora eres el presidente del MACUSA— Añadió. —Quiero escucharlo... —Si bien los planes que hacían nunca salían como deberían, al menos les daban cierta sensación de saber lo que estaban haciendo.

 

@todes (?

Editado por Kaori M.

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