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Adagio de Azkabán


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Adagio de Azkabán


Atravesando el mar negro por la Península de los Balcanes con un cielo nocturno reflejado en el oscuro mar la barca se acerca empujada por las olas iluminadas por las varitas de tres miembros del clan.

Lejos de su tierra, de la sagrada biblioteca de la noche, estos valientes mortífagos abren paso entre las tertulias nocturnas para sumergirse en aguas turbulentas. ¿Hasta donde llega su sed de conocimiento? El agua fría abraza las vestiduras de los Nosferatus y el mar negro los lleva a sus profundidades donde una enorme edificación se oculta del ojo de los ignorantes.

Son 90 segundos el tiempo que los magos deben soportar la respiración, segundos ligados a la lealtad que deben demostrar al señor que los aguarda de pié y en silencio bajo el techo rocoso con la peculiar forma circular de una mesquita.

Los miembros descienden de la barca y al pisar el suelo de mármol en las profundidades del inmenso mar, el agua se abre como una cortina y sus capas vuelven a estar secas como si aquel viaje al infierno marítimo no hubiera sido más que un sueño.

El señor los recibe con una reverencia, su piel grisácea pegada a sus huesos, sus ojos negros en su totalidad, las orejas largas y puntiagudas y los labios cocidos por lo que parecía ser un hilo de oro. Vestía una simple túnica blanca y en su calvicie llevaba un pequeño sombrero de paja.

Los tres mortífagos avanzaron solo cuando el señor lo hizo, a través de un pasillo de paredes de oro con arabescos detalles que cargaban incrustaciones de diamantes en sus puntas. El señor se detuvo ante una austera puerta de hierro y los magos se mantuvieron de pie y en silencio a tres metros de él, siempre con la cabeza baja, siempre enseñando respeto.

Con un movimiento de sus manos, la puerta se abrió, el señor ingresó y tras unos segundos los magos avanzaron. Grande era la tentación de observar el majestuoso archivo del mundo, allí donde los secretos aguardaban por ellos, allí donde la ignorancia crecía en la gaveta de sus pensamientos hambrientos por hacerse de tantas verdades.

Y el señor se detuvo nuevamente ante un pilar de mármol revestido en oro que llegaba a un techo cuyo final no podía observarse y donde las estanterías cargadas de libros se perdían en aquella oscuridad infinita.

Solo un libro podían tomar, uno por mago. Debían elegir con sabiduría pues dos veces no tendrían acceso a las tierras sagradas del saber.

Y así es como los tres magos tomaron un libro al azar. Pues no podían tampoco levantar sus cabezas, el respeto debía permanecer intacto o se irían con las manos vacías.

Y al tener los libros consigo, el señor levantó su mano hacia ellos y los tres mortífagos se volvieron polvo sobre el suelo sagrado.

Así es como aparecieron en la biblioteca sagrada y colocaron sus reliquias sobre la mesa, sin embargo un papiro escapó de una de ellas y a la bota de uno de los magos fue a parar. Este lo levantó y recitó los versos allí dispuestos.

Calma princesa

de noches oscuras

siente el deseo

temblando en su tumba

temibles estrellas

alumbran la celda,

tras barrotes de hierro ,

impiden que duerma.

Dulce tentación

la parca no sabrá

que con la muerte

el mago jugará.

El final,

será su castigo

una soga al cuello

y el amor será vencido.

El final,

será su castigo

su amada vivirá

por siempre sin su brillo.

Piedra sagrada

en el mar del norte

en el triángulo maldito

en un cadáver se esconde.

El final,

aguarda a quien la encuentre

señor de la muerte

ten piedad.

Editado por Shelle Katerina Gryffindor

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Las reliquias de la muerte eran objetos de valor incalculable, justamente por eso eran codiciados por los mortifagos. Contar con ellas dentro de las filas tenebrosas, les dotarían sin dudar alguna de control y poder ilimitado dentro de la comunidad mágica. Hysy era la clase de persona que codiciaba demasiado dentro de lo permitido, jamás se saciaba con lo que poseía y sus desmedidas pretensiones siempre terminaban arrastrándole más allá de los limites que debía respetar.


— El poder es el poder—relamía sus labios bajo la máscara. El tacto con el misma era agradable para la fémina, semejándose al tacto de las manos de un amante que deseaba demostrar su afecto. Ella poco o nada recordaba de esas muestras de cariño, justo por eso su lienzo blanco, le impedía experimentar eso que mucho se jactaban de presumir ahí donde iban. Su única satisfacción era provocada por la fuerza que imprimía en cada golpe que lanzaba contra la cabeza del espía.


Su aversión hacia los topos era por demás evidente y que estos hurtarán valiosa información provocaba un desmesurado enojo en la Senescal de Caronte. Pero todo caería por su propio pero al caer la noche. Ahora debía esperar instrucciones o quizás aventurarse a ir en busca de sus compañeros de bando. Aunque tenía un punto en contra, no contaba con la ubicación exacta de su paradero.


Emplear la marca tenebrosa para realizar el llamado, no le cuadraba del todo. Levantar una polvareda de la nada, no haría más que alertar a los que estaban detrás de los pasos de los mortifagos. Aunque en últimas fechas se movían amparados en un perfil bajo, al grado de hacer pensar que se extinguieron dentro del mundo mágico. Esa sería una proeza épica que no terminaba del cuajar del todo. Dándole carpetazo de momento al tema, volvía a centrar su atención en la piedra de la resurrección.


El poseedor de la misma, le reiría de frente a la muerte, si deseaba humillarla en el proceso está no tendría cara con que refutar tal osadía en su contra. Lo mismo sucedería si la varita de Saúco reposará en su surda, lanzaría un sin fin de maldiciones elevando la taza de decesos dentro de Ottery. La idea era sumamente tentadora, pero el enviarla a la papelera de reciclaje le resultó absurdamente sencillo. Decantándose por su habilidad para la Videncia, no le impidió a su tercer ojo intentar mostrarle donde posiblemente estarían los Discípulas de Nosferatu.


Nada dentro de su visión estaba relacionado con el trio de magos, pero si veía a lo lejos la prisión de Azbakan. Los rumores serían ciertos sobre el prisionero que perdió la vida detrás de esas rejas, llevándose consigo el paradero de la Piedra de la Resurrección. No le molestaba la idea de arrancarse las uñas rascando las piedras para dar con tan preciado tesoro. Pero era mucho más sensato emplear la magia oscura que le corría por las venas, posiblemente echar mano de su grimorio y contar con la asistencia de algunos entes descarnados.


Esperar era tortuoso para los muggles, pero en su caso le daba el tiempo necesario para planear su entrada y prestar sus servicios al bando que era su hogar desde siempre. Siempre acudiría al llamado de la marca tenebrosa, jamás podría negarse al ardor que abrazaba su nuca, percibiendo el danzar de la serpiente sobre su marmórea piel, provocándole una agradable sensación que se eclipsaba al adentrarse está en la boca de la calavera que era su morada.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Danny lee una y otra vez el comunicado que se había lanzado dentro del clan de la marca tenebrosa y no podía creer. Aunque desconocía si aquella irrupción se había llevado a cabo con la intención de adquirir mayor conocimiento o por fines de codicia, el hecho era ese, ¿Se había extraviado la reliquia? Lo increíble del asunto era que todo el movimiento había sido llevado a cabo por miembros del clan Nosferatu, al mismo al que Danny recién había ido ingresado.

 

"¿Será cierto?"

 

El joven mago estaba un poco confundido con respecto al tema, pero su curiosidad estaba despertando y sabía que no podría sacarla hasta que tomara cartas en el asunto. ¿Cómo haría algo así? El chico era relativamente nuevo dentro de la marca y no había participado jamás en algo que involucrara a sus compañeros y quizá era momento de intentarlo. Después de todo era miembro también. ¿Que pasaría luego de encontrar dicha reliquia? Por más vueltas que le daba a la idea en el interior de su cabeza no se le venía nada a la mente...

Un minuto después, el chico había salido de la habitación de la mansión de su familia, camina escaleras abajo y sale al jardín frontal para tomar un poco de aire y pensar bien las cosas. La curiosidad del joven mago no tenía límite y, además, hacia honor a su clan en gran medida, estaba deseoso de conocimiento. El conocimiento es poder, se dice acertadamente.

Ahora necesitaba pensar... El chico jamás había entrado en contacto con otro mortífago ya de forma "oficial", por así decirlo, aunque sabía... Baja la mirada un poco y levanta su brazo izquierdo, se sube la manga y observa detenidamente el tatuaje recién adquirido dentro de su bando. Quizá pronto sentiría el llamado, dudaba que después de tener una forma de comunicación tan eficaz e instantánea, alguno de ellos prefiriera enviar una nota con ayuda de una lechuza. Danny simplemente ríe con la idea de imaginar a decenas de esas aves volando por los aires con una nota a cada uno de los mortífagos. Muy arriesgado. ¿Entonces como? No quedaba opción, así que lo único que se le ocurre es salir de su casa escoba en mano e irse volando a la mansión Riddle. Y así hace, en poco tiempo estaría caminando hacia la entrada con total tranquilidad.

 

"Toc, toc"

 

Murmura, abre la puerta y entra con el porte más serio que puede simular, aunque sabía que no duraría por mucho tiempo.

 

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En la Riddle.

 

 

Sobre una larga mesa de caoba de reluciente brillo, con doce sillas dispuestas a su alrededor, reposa la réplica de un papiro que se difundió tras una fuga de información del noble clan de los Discípulos de Nosferatu. En el papiro había una canción indicando la posible ubicación de una poderosa reliquia que antaño la misma parca había creado a partir de la simple piedra de un río ¿acaso podría seguir en aquél sitio?

 

Los ojos de la periodista recorrían las líneas dispuestas por algún bardo indagando en la veracidad oculta en aquellos versos de antaño. Se preguntó si quizás aún seguiría allí, en el cadáver olvidado de un reo, tras los huesos podridos de las falanges y cubierta de polvo y moho.

 

La bruja tomó el laúd que había dejado en la silla continua y acarició las cuerdas con la oreja pegada a la caja buscando la afinación perfecta. Tocó un La menor, no le convenció el sonido, buscó un Fa menor y tampoco le atrapó... continuó buscando hasta que un Re acaparó su atención y a partir de allí buscó las notas adecuadas, lento y suave encontró el adagio y allí la dulce voz de la Gryffindor empezó a sonar en armonía y la canción cobró vida.

 

Sin embargo alguien golpeó la puerta arrojando la concentración de la pelirroja al tacho de la basura.

 

-Abran esa puerta de una vez por todas-.

 

Dijo con enojo y nuevamente volvió a entonar aquella canción, con sutil armonía, buscando en sus coplas el coraje para una travesía que dignamente debía emprender aún si ya fuera demasiado tarde y la piedra se encuentre en posesión de otra persona. La piedra debía estar en su poder, debía adquirir cuanto poder fuera necesario para derrocar al hombre que había llenado su alma con aquel insaciable deseo de venganza.

 

 

 

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No pasa mucho tiempo cuando de repente se da cuenta que la puerta comienza a abrirse, ¿Quién se había acercado abrirla? Danny no tenía la menor idea pero lo importante era que podía pasar así que lo hace. A estas alturas todo lo relacionado con la magia Ya no le sorprendía como antes, por lo que se dirige tranquilamente hacia el interior de la casa, atraviesa el salón con las manos en el interior de sus bolsillos. [/]

"Buenas"

Saluda en un volumen lo suficientemente alto como para que quien estuviera dentro de la casa pudiera escucharlo. El joven mago no se da cuenta de la melodía que estaba sonando, de haber sido capaz de oír habría notado que era bastante agradable. Así que debido a su sordera tampoco se da cuenta de que sí había personas dentro de la casa. Seguramente no era el único mortífago que estaría interesado en unirse en grupo para la misión de la reliquia perdida.

"¿Hay alguien?"

vuelve a saludar sin dejar de recorrer el salón hasta llegar a un lugar en una estaba una mesa grande y muchas sillas dispuestas a su alrededor. el muchacho simplemente no quería perder la seriedad que según él estaba aparentando, a pesar de que por dentro le estaba ganando la risa. al dirigirse a la mesa se da cuenta de que había una chica con un laúd y al observarla bien descubre que se trata de Shelle.

"Hola, ¿Cómo estás?"

tampoco le sorprendía que ella estuviera presente, Ya que en la ceremonia de iniciación había descubierto que también pertenecía al bando mortífago. Tampoco se avergonzaba al recordar aquella experiencia vivida el día del cumpleaños de su hermana. Lo que no sabía ahora es Qué más decir ya que el joven mago no solía comenzar conversaciones de manera tan sencilla, por lo que solamente se acerca a una de las sillas vacías, la separa de la mesa y se sienta tranquilamente en ella


@@Juv Macnair Hasani
@@Shelle Katerina Gryffindor
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En la Riddle:

 

No estaba acostumbrada a interrumpir mis horas de estudio y, por eso, no abrí la puerta de mi estudio particular en casa cuando sentí que alguien tocaba en la puerta. Tardé aún unos minutos en darme cuenta que alguien se peleaba en susurros. Harpo discutía de forma acalorada pero de forma casi inaudible. La curiosidad me pudo y abrí la puerta. Un elfo de cara huraña y el mío discutían y se daban golpes en las manos como si uno quisiera abrir y el otro no le dejaba.

 

-- ¿Pero qué demonios...?

 

El elfo extraño murmuró unas palabras y me lanzó una mirada dura que fue correspondida de igual manera por Harpo. En cierta manera, ambos parecían desconfiar de mí. El otro, como si no me creyera aún digna de La Marca (nota, debería averiguar a qué familia pertenecía) y el mío, como si no creyera aún que había dado tal paso.

 

-- De acuerdo, gracias. Puedes irte.

 

El mensaje apenas decía nada, o mucho, según se mirara. Se hablaba de la búsqueda de las Reliquias y que en la Riddle había una pista. Asentí cuando el elfo se fue y yo fue a vestirme de oscuro, mi ropa cómoda que usaba últimamente cuando "salía" de mi aspecto popular de Ministra, aguantando todas las críticas de Harpo. Se lo permito, se lo permitiré siempre, es una gran criatura que se ha preocupado por mí y por la familia desde siempre, pero era difícil no contestarle cuando cuestionaba todo el rato mi paso al bando mortífago.

 

-- Sabes qué es lo que busco, Harpo. Anda, sé bueno y tráeme las botas negras, necesito caminar con silencio por la calle.

 

Apenas tardé nada en llegar ante la mansión Riddle. Al entrar bajo la arcada, lo primero que sentí fue una melodía extrañamente agradable y... casi conocida, Pero no, no la conocía, era una sensación...

 

Abrí la puerta con precaución, alguien parecía enfadada. Me sentí algo desplazada al ver las caras con máscaras. Irreconocibles, pero compañeros. Carraspeé al pone la mano en mi cara, como si intentara justificarme. Pero enseguida dejé eso que no podía evitar ahora y volví a lo que me había llevado allá.

 

-- ¿Qué es eso de una Reliquia de la Muerte? ¿Necesitáis mi...? -- ¿Aquello no quedaba como muy pomposo para una recién llegada? -- ¿Puedo ayudaros en algo?

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En la Riddle.

Una vez más, la rumorología va cobrando fuerza. Lo que antes estaba en un cuento infantil o en historias que se cuentan alrededor de una fogata, ahora cobra una nueva dimensión. Se descubren pruebas de eso que hasta ahora era un mito. Y es cuando las distintas fuerzas comienzan a moverse para ser la primera en obtener dicho objeto.

Según se decía, habían encontrado indicios de que ciertas reliquias eran reales. Había aparecido un pergamino que databa de muchísima antiguedad y los habían citado a todos. Un grupo de magos adultos y poderosos en los que confiar, en busca de algo que les hiciera aún más poderosos. La Piedra de Resurrección

¿Qué podría salir mal?

La experiencia previa de Gatiux, que ya era bastante, le decía que todo lo que pudiera salir mal lo haría. La sombra de la muerte era una constante en su vida, siempre tras de sí, siempre atenta para intentar arrebatar la preciada vida de la Malfoy, a la que le gustaba ponerse en peligro en más ocasiones de las debidas. Aquella, parecía tan buena ocasión como cualquier otra para jugarse el pellejo. Una vez más burlaría a la señora de la guadaña.

O quizás no.

Y por eso era tan interesante jugarse la vida. Por algo que nunca utilizaría. Las cosas que eran por "el bien del bando" siempre se acababan diluyendo una vez se conseguía, la mayoría ni siquiera sostendría dicho objeto.

Gatiux entró en la Riddle con la familiaridad de alguien que conoce el lugar desde hace mucho tiempo aunque lleve otro tanto sin pasar por allí. Ese era el lugar de reunión. Dejó su capa en el perchero de la puerta. La reconocería por el borde azul oscuro que recorría todo el bajo. Se dirigió con tranquilidad hacia el salón.

Antes de llegar había adoptado el aspecto de Saiph, una muchacha de belleza élfica, etérea y de rasgos afilados, con la cara pálida rozando el blanco y los ojos azul oscuro como el cielo nocturno. Al pasar por un espejo se dio cuenta de que los ojos resultaban un tanto inquietantes, ya que no había blanco en los mismos. Asintió con satisfacción.

- Espero no haberme perdido nada, compañeros.

La voz cantarina era ligera, como un tañido de campanillas.

- Bonitas máscaras.

Los ojos de Saiph se detuvieron sobre alguien que no llevaba una, y cuyo rostro era reconocible en el mundo mágico. Se preguntó si sería otro metamorfomago intentando tomarles el pelo. No sería la primera vez (ni tal vez la última) en que alguno intentaba inculpar a aquella mujer de pelo violeta. Si era real, ¿qué estaba haciendo allí? Pensó en disimular, claro.

- Bienvenida a nuestro club de lectura semanal.

4.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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— Las puertas están para tocarlas, no para aporrearlas como si quisieras romperle la cara a un muggle con los puños—comentó Hysy impasible. Esa dichosa tonada que estaba causando demasiado revuelo dentro de las filas mortifagas volvía a sonar en su cabeza, no le quedaba la menor duda de que el avispero ya estaba a nada de transformarse en una bomba nuclear a punto de estallar.


La senescal de caronte observaba a sus camaradas, sintiendo una extraña afinidad con cada una. Era como volver a los viejos tiempos, pero ahora todo era mucho más competitivo y no se podía bajar la guardia ni por error— Exactamente que tenemos que ir a buscar, acaso de trata de un nuevo tesoro pirata o algo mucho más jugoso—frotándose las manos ya se imaginaba con las arcas llenas de incalculables riquezas. Por momento solía ser demasiado codiciosa y avariciosa, pero eso se lo debía a la mala costumbre que su padre inculcará en ella.


Ya que no planeaba dejarle ni un penique como herencia, no había de otra que ganarse la chuleta haciendo esa clase de expediciones a quien sabe donde. Pero la aventura le invitaba a jugarse el todo por el todo, matando de esa forma el tedió que era estar metida la mayor parte del tiempo dentro de su oficina en el Ministerio de Mafia Neozelandes. El ser primer ministra, si que le daba la potestad de colarse por los sitios más insospechados y tener acceso ilimitado a toda clase de información clasificada o desclasificada.


— Y bien, ¿Qué tenes para decirnos, Shelle?—el interés de la Nigromante iba en aumento. Se le cocían las habas por salir disparada en busca de las reliquias de la muerte, hacerse con la valiosa varita de sauco no era del todo descabellado y s también pillaba la piedra resurrección el botín si que era una esplendida pensión de fondo para el retiro. Aunque por su mente jamás terminaba de cuajar la idea de retirarse del bando tenebroso, no encontraba sitio mejor que se para pasar el resto de su eternidad.


— Club de lectura, buena esa hermanita—comentó asegurándose de no estarse refiriendo a nadie en particular. Salvo los que no portaban una máscara el resto era un grupo desconocido, la identidad se mantenía sumida en un secretismo sepulcral. Era lo bueno de tener esa pantalla siempre a la mano, porque daba la oportunidad de poder despistar a todo aquel topo que deseará colarse en las reuniones de los magos tenebrosos. Apareciendo una copa de bourbon en su mano, esperaba paciente por el relato de la Gryffindor.


Vaya que le gustaba imprimirle un toque de emoción a las cosas, alargando más de lo debido el tocar el punto que les habia llevado hasta la Mansión Riddle. El sitio era el centro de comando de la marca, mote que le obsequiará momentaneamente la rubia. Ya que la Torre Negra era para ella el eje central donde se cocinaban toda clase de planes siniestros y golpes maestros que la marca daba contra la comunidad mágica para sembrar el caos y movilizar a los fenixianos para mantener las cosas medianamente en un ambiente de diversión intermitente.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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dpTJ7hu.jpgSé que mi llegada sin máscara no era apropiado. Sentí los ojos en mí de los presentes. No duró mucho, pues una muchacha grácil y de ojos de un color azul oscuro que eran preciosos, entró casi a la vez que yo y su voz cantarina llenó el lugar de encuentro. Me di cuenta que me reconocía y esbocé una sonrisa que intenté disimular cuando me dio la bienvenida.

 

-- ¿Club de lectura? Interesante...

 

¿Para qué decir mi nombre, si ya todos sabrían quién era yo? Lo que no parecía claro es que confiaran en mí, tras la sorpresa. Si tuviera una máscara, como los otros... En eso, noté un peso en mi capa que antes no había. Metí la mano de forma disimulada, con nerviosismo. ¿Qué podría ser aquello que...? No disimulé mi sorpresa al rozar una máscara ósea. Mis dedos resiguieron la cuenca de los ojos y las formas de la máscara mortífaga que se había materializado como si fuera un regalo de bienvenida a aquella mansión. Sonreí al sacarla del bolsillo y examinarla como si no fuera la primera vez que la veía.

 

Había un encanto en ella, aquella forma animal, aquellos huesos reales convertidos en la máscara que protegería mi identidad cuando la usara con el bando. Elevé un poco la barbilla, orgullosa. Si algo me reconocía como miembro del bando, no era tanto el haber cruzado aquella puerta a la mansión Riddle como el tener la máscara que cubriría mi rostro. Sólo faltaba el detalle del tatuaje que, en algún momento, no tardaría en llegar.

 

-- Bien, Club de Lectura... Me han llegado rumores que vamos a "leer" algo sobre las Reliquias de la Muerte. ¿Son esas o se refieren a otras...?

 

Por supuesto que se referían a éstas y, aunque sabía que dos estaban en poder de gente muy poderosa, a mí me interesaba sobre todo la capa. Tenía varias, unas compradas en el Magic Mall y otras importadas de países extravagantes que habían llegado a mis manos de manera no del todo legal. Pero a mí me interesaba la verídica, la que, según la leyenda, perteneció al mismísimo mando de La Muerte. ¿Quién no desearía tener una así, gozar de su tacto entre los dedos? Más que la piedra de la resurrección o la varita de saúco... La capa, la verdadera capa de la que no se tenía indicios de dónde estaba desde que se insinuó que podría estar en la Mansión Weasley.

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