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Château de Rune (MM B: 115221)


Helene Eloise Bellerose
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—No sé si las has respondido o las he tenido que investigar yo —bromeó Black y no pudo evitar sonreír. Recorrer su cuerpo con ambas manos, con la mirada o su propia boca había sido sumamente hermoso.

 

La mención a la toga lo transportó unas pocas horas atrás, cuando ambos disfrutaban en pareja la celebración por San Valentín. Había sido la primera vez que salían en público y la experiencia había sido perfecta. Con ese juego de templo en templo, el detalle de las togas y un momento en donde Black casi pierde la cabeza por completo, al subirla con ambos brazos hasta su cadera. De sólo pensarlo le daban ganas de volver a hacerlo.

 

Las caricias de Mica habían recorrido su pecho hasta llegar a su abdomen. Era imposible para el mago de cabellos negros no sentir renovadas sensaciones con aquellas delicadas manos. Entornó su mirada plata hasta el momento en que la bruja volvió a ascender, rozando la piel donde el fénix, de enormes alas, estaba maravillosamente tatuado.

 

—Llevo menos de un mes —confesó ante la pregunta de la bruja—. En Inglaterra, aquí en el castillo. —De forma distraída acariciaba a la bruja, pasando desde su ombligo hasta sus pechos mientras adoptaba una actitud reflexiva—. El castillo es del siglo XII, muy viejo pero muy bien mantenido. Ha sufrido remodelaciones, claro está. —La magia había sido fundamental en las diferentes restauraciones sufridas cada tres siglos—. Lo hemos traído mediante magia. Los Karkarov han hecho algo similar, trasladando su casa hasta aquí. Ellos me ayudaron.

 

Estaba agradecido a aquella familia. Había sido un viejo amigo de Bastian Karkarov, que hace no mucho había fallecido. La colaboración para alcanzar aquella magia antigua y sumamente extraña había sido importantísima para que el castillo de Rune hubiese abandonado su lugar de origen, Normandía, para desplazarse hasta Inglaterra.

 

—Vivo con familiares. Amicia, la bruja que observaste en el palco y por la cual te molestaste. —Al decir aquello, un extraño brillo apareció en su mirada gris. Sabía que Mica se había puesto un poco celosa pero no estaba seguro si la propia bruja iba a reconocérselo algún día—. Ella es de Rune por línea paterna, al igual que su hermano Auxerre. En mi caso, es mi madre la de sangre francesa. También vive otra chica, llamada Héléne cuyo vínculo sanguíneo es un poco más lejano. —Se quedó pensativo y su mano no se detenía en aquellas caricias sutiles pero peligrosas.

 

Aquella otra bruja que también vivía en el castillo era de Rune y francesa, pero por lo que recordaba Black, por parte de madre era descendiente de veelas.

 

—No quiero incomodarte —murmuró Black volviendo a adoptar una expresión de intensidad al contemplar las esmeraldas orbes de Gryffindor—. Pero puedes instalarte aquí. —Con aquí no especificaba si se refería al castillo o a la habitación de Black. Ciertamente, el mago de cabellos negros se refería a ambas cosas. Le encantaría que se quedara allí con él, pero sea como sea, el castillo siempre permanecería de puertas abiertas para ella.

 

La besó con ternura y se reincorporó, sentándose en la cama. Aprovechó el instante para extender los largos brazos hacia el techo y girar el torso desde un lado hacia el otro, estirando un poco sus músculos. A pesar del esfuerzo físico hecho pocos minutos atrás, Black se sentía lleno de energías y con ganas de continuar pasando una velada maravillosa con Mica Gryffindor. ¿Qué había mejor que aquello? Nada, absolutamente nada. Y volvió a besarla.

 

 

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-Bueno… pero le he dejado que investigue…- sonrió ante su comentario, había disfrutado de aquella curiosidad, la había sentido presente en cada caricia.


Se deleitaba por las reacciones del mago, tanto a sus palabras como a sus caricias, lo cual la llevaba a juguetear aún más y prolongarlas por más tiempo. El tacto de la piel del caballero en sus dedos era hipnotizante y distinto a todo. Mientras el Black empezaba a responder sus preguntas, la mano de él pareció decidir hacer lo mismo, deslizándose por su piel en forma distraída. Lo escuchaba atentamente sin poder evitar estremecerse por el accionar de sus dedos.


Los datos acerca del castillo le muy interesantes, había escuchado previamente de edificaciones movidas por medio de magia muy poderosa; ese no era el caso de su antiguo hogar, el cual había sido emplazado donde estaba por la nueva generación. El lugar era sin dudas muy antiguo, se notaba en la edificación, pero se lo veía perfectamente en pie. Al menos lo visto en breve tour se veía atrapante y hermoso.


Puso los ojos en blanco ante la mención de la situación con Amicia, no iba a hablar de sus celos, ni lo iba a volver a acusar de no haberla presentado como debía a su prima. Simplemente esperaba tener una mejor ocasión para presentarse a la familia como era debido, con menos nerviosismo por parte de ambos y más tiempo para poder conversar.


No esperaba la siguiente propuesta, lo miró con seriedad sin saber qué decir de inmediato. Lo cierto era que vivir en aquel local no era lo más cómodo que había experimentado, pero no quería resultar invasiva con su pareja o que él sintiera que se aprovechaba de la situación. Si bien cada minuto a su lado resultaba especial y perfecto, no quería ser finalmente una molestia a sus ojos. Deseaba decirle que sí, quería pasar con él su vida, de eso estaba segura.


Correspondió a su tierno beso, tomándolo de excusa para pensar un poco al respecto, y observó desde su cómoda posición los movimientos del joven. No pudo evitar, al tener a la vista su espalda, notar por primera vez esa rosa que se centraba su piel. Lo besó nuevamente al notar el nuevo acercamiento, sonriendo en sus labios y acariciando su abdomen con lentitud.


-Cada detalle tuyo despierta mi curiosidad, Black -murmuró mirándolo a los ojos, apenas a unos centímetros de esos deliciosos labios- ¿me cuentas de ese tatuaje en tu espalda? -agregó apoyándose suavemente en su pecho para mirarlo a los ojos.



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El mago de cabellos negros no pasó por alto que Mica no haya respondido directamente a su propuesta de instalarse en el castillo. La entendía a la perfección. De todos modos, insistiría sobre aquello más adelante porque le hacía mucha ilusión que viviera con él. Además, como era evidente, sitio en el castillo había de sobra.

 

En cuanto al tatuaje de la rosa que se dibujaba en la espalda del mago de mirada perlada, había varias cosas por decir. Aunque no eran nada del otro mundo. Contemplando la desnudez de Mica, Black volvió a recostarse a su lado, realizando renovadas caricias por su suave cuerpo.

 

—Fue hace muchos años, antes que esto y esto. —Señaló con su mano libre el tatuaje de la marca tenebrosa que permanecía de forma tenue en su antebrazo izquierdo y luego el fénix que relucía en su pecho—. La rosa en realidad es producto de una maldición. Verás, de adolescente era muy inquieto y me gustaba acompañar a quien creía que era mi abuelo paterno. Pasaba muchas horas en el bosque de los alrededores de su casa, a veces volando en la escoba, a veces aprendiendo sobre criaturas y otras tantas descubriendo propiedades de plantas.

 

Las palabras salieron por primera vez de su mente, exteriorizando aquel recuerdo que nunca antes había compartido de aquella manera, con esos detalles.

 

—En ese entonces, en el bosque había una manada de lobos pero uno en particular actuaba distinto. Me fui aproximando en esas visitas a él al punto tal de que lo terminé adoptando como mascota. Sí, un lobo de mascota. Su comportamiento era diferente, no parecía una bestia, no conmigo. Ni mi abuelo, ni el lobo y menos yo, entendimos qué ocurrió aquel día. Estábamos próximos a una extraña rosa y no pude evitar tocarla. Apenas puse un dedo encima comprendí que algo no iba bien. —Recordó a la perfección aquella electricidad que sintió en ambas manos y que luego recorrió su cuerpo—. Sentí que algo se apoderaba de mí por unos segundos y luego escuché al animal aullar a mi lado. La electricidad que me había invadido se detuvo, mi abuelo corrió hacia mí y el lobo quedó a un lado, como si estuviera herido. Yo también lo estaba. En la espalda, previo al tatuaje, mi piel emanaba sangre. Mucha.

 

»El viejo sabía lo que hacía y creo que el lobo, por instinto animal, también. Sin uno o el otro, no creo que saliera con vida en aquella oportunidad. Lo que sí aprendí como lección es que si pretendo desactivas maldiciones o estudiarlas, debo ser más cuidadoso. —No pudo evitar sonreír, puesto que luego de aquel episodio se sucedieron otros parecidos pero que aprendió a controlar con el tiempo.

 

Cuando terminó de hablar y volvió a contemplarla con evidente amor, se recostó para depositar sendos besos en sus pechos y volver a tomarla de la cintura, acariciándola.

 

—Creo que es tu turno —murmuró susurrando por lo bajo, pero era evidente que ella lo escuchaba.

 

 

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Escuchó con atención aquella historia del Black, era la primera vez que mencionaba todos esos detalles, desde el vínculo con su abuelo hasta la relación con ese lobo. Era mucha información que se reflejaba en aquel tatuaje. ¿Una maldición? ¿Acaso tendría más consecuencias que simplemente esa marca en su piel? Negó suavemente con la cabeza, intentando despejar esas ideas de su mente, si había algo más de seguro se lo contaría.


La sonrisa en el rostro de él la tranquilizó, era tan bello verlo sonreír, sus expresiones al mirarla lo distanciaban mucho de la apariencia fuerte y fría que muchas veces mostraba ante los demás. Se sentía muy agradecida de tener para ella sola aquella faceta dulce e irresistible.


Deslizó los dedos por el negro y corto cabello, estremeciéndose ante los besos que él depositaba en sus pechos, cerrando los ojos para entregarse nuevamente a sus labios. Las palabras que surgieron de sus labios no tuvieron sentido enseguida, pues estaba concentrada en el tacto de esos roces y las manos que la tomaban desde la cadera. Intentó pensar unos segundos en qué era lo que había dicho.


-¿Mi turno? -indagó sin dejar de acariciarle el cabello- Pero si no me has preguntado nada… -sonrió y deslizó sus dedos por la espalda del caballero, por donde ahora sabía que se encontraba esa rosa.- No tengo una vida tan interesante como la tuya, sin dudas, pero estoy dispuesta a contarte todo lo que quieras saber de mí -agregó finalmente, subiendo una de sus piernas por la cadera de él, atrayéndolo suavemente contra su cuerpo.


Se sentía tan cómoda en sus brazos, como si siempre hubiera tenido que ser de ese modo. Era muy extraño pensar que su relación apenas llevaba unas semanas, se sentía conectada a él de tantas formas…


-Te amo -admitió, como si no pudiera contenerse de expresar nuevamente en voz alta aquel sentimiento -y no quiero irme de este lugar, ni de tu lado... solo que no quiero resultarte invasiva -sentía que le debía una respuesta, a pesar de no saber bien qué responderle aún.



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La pierna de la bruja encima de su cadera lo aproximó más aún hacia ella, como si faltaran excusas para volver a sentir su desnuda piel. De forma consciente mientras la escuchaba y contemplaba aquellos ojos esmeraldas, Black descendió peligrosamente con su mano derecha, recorriendo el abdomen de la bruja, más allá del ombligo… Se detuvo en aquel lugar donde el placer hace de las suyas y una extraña sensación termina recorriendo todo el cuerpo.

 

—La tienes —contraatacó en ese momento él—. Pero los detalles irán surgiendo más adelante, si gustas. —No pretendía presionarla. Sabía que no mucho tiempo atrás, Mica había sufrido episodios de amnesia y eso le había implicado desaparecer durante algunos años de la comunidad mágica. Para él aquello había quedado comprendido, aunque a futuro anhelaba más detalles de toda la experiencia.

 

No había forma de conocer qué hora era con exactitud, pero la medianoche debía encontrarse cerca. La supuesta celebración de los jugadores de quidditch seguramente se había concretado ya, o estaba por hacerse, pero no había muchas intenciones a priori del mago de abandonar aquella habitación. Mientras sopesaba aquella idea, su mirada descendió por el mismo camino que su mano hasta detenerse en aquel punto de la bruja.

 

—Te amo a ti —respondió a sus palabras. Era cierto. Lo sentía desde hacía tiempo y el partido había actuado como trampolín de sus emociones, animándose a demostrarle todo el amor que lo invadía por ella.

 

Ante lo dicho luego por Gryffindor, Black negó lentamente con su cabeza mientras no podía dejar de contemplar, nuevamente, el rostro bañado en delicadas y hermosas pecas. ¿Cómo iba a ocurrírsele aquello? De verdad la amaba y deseaba que permaneciera en el castillo. Desde ya mismo, incluso, aunque no se lo diría tan enfáticamente. Tampoco quería quedar él como demasiado insistente.

 

—No me resultas invasiva y me encantaría que te quedes en el castillo. Sé que tu hogar es la Gryffindor pero… —hizo un silencio recordando el triste episodio del funeral de Elvis— las cosas allí no están del todo bien. Aquí tendrás el espacio que requieras, como lo desees y estaré cerca. Para todo lo que quieras. —Dicho aquello recortó las distancias de sus bocas para besarla con todo el amor y pasión contenidos de los últimos minutos. Las traviesas caricias cesaron para rodear el cuerpo de la bruja con ambos brazos, recostados en la enorme cama.

 

 

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La ubicación de su pierna pareció despertar una traviesa mano del joven, que se deslizó por su abdomen bajando peligrosamente. No pudo evitar estremecerse en sus brazos al sentir sus caricias en aquella delicada zona, muy susceptible a todo estímulo que él generase en su cuerpo. Apenas logró comprender las palabras que él pronunciaba, centrada en ese sensual jugueteo en su zona íntima.


Sonrió, ruborizada, y buscó su mirada cuando distinguió ese “te amo” en sus palabras. Nunca se cansaría de escuchar tal declaración que ya no solo le aceleraba el pulso, sino que también llevaba a las reacciones más diversas en toda su piel.


Notó el movimiento sutil de su cabeza, negando ante sus palabras respecto a vivir allí. Su respuesta no se hizo esperar, mencionando la mansión Gryffindor y los hechos recientes, antes de recordarle que allí podría encontrar su lugar. Antes de tener tiempo de responderse, un nuevo beso se instalaba entre ellos, cargado de todos los sentimientos que ambos experimentaban. Se abrazó a él con intensidad, necesitaba sentirlo cerca, no solo físicamente.


-No he regresado a la mansión desde el funeral -confesó por primera vez, no era algo que la enorgullecía- no puedo hacerlo, sin Elvis esa no es mi casa -se encogió en sus brazos como si se avergonzara de lo sucedido.


Si bien se había planteado muchas veces el ir a su antiguo hogar para comprobar cómo se encontraba su familia, descartaba la idea apenas el dolor de la pérdida volvía a instalarse. No había tenido el valor de hacerlo, ese sitio ya no lo sentía suyo en absoluto. El tiempo que había pasado fuera de allí no había ayudado, por el contrario, solo fortalecía la sensación de culpabilidad y distancia respecto al resto de los familiares.


-Mucho tiempo atrás, con Elvis y algunos miembros más de la familia, abrimos un local en los límites del callejón Knockturn. En medio del funeral tuve la necesidad de marcharme y no tenía a dónde ir, solo llegué a aquel sitio que reconocí de mucho tiempo atrás y me quedé allí -no sabía por qué aún no le había hablado de ello, se soltó de su abrazo y se sentó en la cama, flexionando las rodillas para abrazarlas distraídamente con sus brazos -por unas horas estuve sola, el sitio no parecía olvidado, evidentemente Elvis había seguido trabajando en él hasta sus últimos días.


“Luego llegó Mael… -no había nombrado a ese sujeto delante del Black, y no sabía si lo conocía- No estoy segura del vínculo que tiene con la familia, pero es uno de los nuevos patriarcas -eso no la enorgullecía, muy por el contrario- en resumen, le dije que pretendía quedarme allí y él me mostró que el la propiedad del sitio está a su nombre. No tenía idea de cómo, pero lo único que pretendía quedarme era suyo -soltó una risa amarga u miró el suelo.


Si bien Mael no le había parecido un mal tipo en el tiempo que habían compartido, recordar ese día la trasportaba nuevamente a todo ese dolor que intentaba apagar cada día. No pudo evitar que sus ojos se empañen.


-El caso es que, me ofreció ser su socia, a cambio de un favor. No sé todavía que favor me pedirá, pero era lo único que me quedaba… ahí he estado viviendo, de hecho... -finalizó escondiendo su rostro entre sus rodillas, estaba algo avergonzada por arruinar tan bello momento con sus cosas.


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Luego de las peligrosas caricias que Black había hecho, Mica lo abrazó intensamente. Él hizo lo suyo con los enormes brazos, rodeándola y acercándola a su pecho. Su rostro quedaba encima de su cabeza y pudo percatarse del aroma de sus cabellos mejor que nunca y entornó sus ojos para dejarse llevar por el sentido de su olfato.

 

En el siguiente instante Mica comenzó a hablarle tal vez de una forma que hasta ese momento no había hecho. Sí, ella había hablado de su pasado o cosas que la habían atormentado en otros tiempos. Incluso compartiendo, como él también lo había hecho, sus antiguos vínculos con el bando tenebroso. Pero esta vez era algo diferente, algo que tocaba la fibra íntima de Gryffindor y Black rápidamente se percató.

 

Entendió lo que dijo, entendió lo que significaba para ella la pérdida de su hermano Elvis. No se trataba sólo de un miembro más de la familia, de uno más. Elvis para ella significaba algo semejante a lo que había sido la prima del mago de cabellos negros para él, cuando residía en el castillo Black. Cuando ella decidió marcharse y todos los más próximos también, nada lo ató a regresar al castillo. Ni por costumbre. No lo sentía su hogar. Entendía, salvando las distancias, que la bruja no sintiera como propio su antiguo hogar. La abrazó con mayor determinación, como si el cuerpo delicado y con un sinfín de pecas pudiera aproximarse más.

 

Pero ocurrió algo inesperado para él. La bruja se soltó, sentándose a continuación en la cama y flexionando sus rodillas. Las siguientes palabras invadieron de tristeza y compasión al mago y la contempló sin poder dar crédito de aquello. ¿Había regresado al negocio y se lo había quitado un desconocido que decía ser familiar de su hermano? Sintió fuertes deseos por hacerle daño a aquel hombre y cerró sus puños a ambos lados de su cuerpo. Él también se había reincorporado, intentando ir hacia ella.

 

A pesar de encontrarse de lado, Black percibió cómo unas lágrimas querían florecer de aquellos ojos esmeraldas que siempre le habían resultado brillantes y hermosos. Ahora le resultaban aún más hermosos pero odiaba la razón que la hacía llorar. Definitivamente tuvo que hacer uso de todo el aplomo adquirido por sus años de vida y la experiencia para no vestirse de inmediato y salir ya mismo del castillo a encontrarse con aquel desgraciado. ¿Encima pretendía hacer un trato con ella? Eso ya era demasiado. Estaba enojado, enojado con ese tal Mael.

 

—No tienes por qué aceptar eso —dijo con la furia contenida—. Por un lado entiendo que ese local te interese de forma simbólica por tu hermano, pero no debes aceptar ningún trato si lo que buscas es un refugio. Éste puede ser tu refugio, tu hogar, tu casa y permanecerás conmigo. Quiero cuidarte. —Dicho aquello, se aproximó. Ella aún permanecía con el rostro escondido, y derramando alguna lágrima, entre sus rodillas. Acarició su pierna con delicadeza y apoyó su rostro entre sus cabellos castaños. La besó y la rodeó con uno de sus brazos.

 

Quería demostrarle que no necesitaba nada de aquel mago ni tampoco regresar al local ni a su antiguo hogar. En el castillo de Rune siempre había un sitio para ella.

 

—Te amo, Mica. Quiero que lo sepas. —Black sabía que ella lo sabía, pero necesitaba decírselo una vez más. Y se lo diría las veces que fueran necesarias. Como pudo se las ingenió para besar la frente de la bruja y, estirando ambos brazos, volvió a rodearla. Sus cuerpos desnudos se fundieron en aquel abrazo y la calidez de su piel volvió a ser percibida por el mago de cabellos negros. Aquella bruja lograba cosas en su interior que él creía muertas hacía mucho tiempo. Era increíble.

 

 

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Sus palabras eran reconfortantes, perfectas pero tardías. No era culpa de él en absoluto, sino de todo lo que antes le había jugado en contra. Sintió la caricia que secaba aquella lágrima en su pierna y cómo aquellos brazos la rodearon. No pudo evitar sollozar en sus brazos, era tan distinta su realidad en ese momento, tan lejana a la que había vivido durante ese encuentro inesperado con Mael.

-Ya acepté el trato -confesó- era todo muy distinto entonces, estaba totalmente sola -esperaba que él comprendiese su situación. -De todos modos, creo que Mael intentó cuidarme entonces. De hecho fue él quien me impulsó a volver a la mansión para presenciar el funeral, de lo contrario no hubiera salido del local y…- no dijo lo demás, parecía una trivialidad, pero haber recibido el apoyo del Black en aquella ocasión había sido un antes y un después en su vida, fue sentir que aún había alguien a quien le importaba.

Sintió el beso en su frente y aflojó un poco la postura, dándose la oportunidad de volver a abrazarlo. En sus labios las soluciones eran mucho más sencillas, y en sus brazos el mundo de la Gryffindor parecía repararse de a poco.

-No quiero que se quede con el negocio tan fácilmente, me gustaría saber sus verdaderas intenciones e ir averiguando cómo logró quedarse con algo que era de mi hermano. -confesó. En el fondo, sentía que aquel individuo de ojos completamente negros no buscaba dañarla. -Pero sí quiero vivir contigo -concluyó finalmente- te amo, y sé que me amas, te necesito cerca -agregó buscando su mirada, pero sin soltar su abrazo.

Temía que ya no estuviese de acuerdo, al saber que había aceptado el trato con aquel individuo, pero necesitaba que él entendiese las circunstancias en que todo había sucedido.

-Prometo mantenerte al tanto de todo lo que suceda con Mael y dar un paso al costado si veo que las cosas se complican más de la cuenta -propuso tomando su rostro entre ambas manos -¿Aún me aceptas aquí? -sonrió, contemplando esa hermosa mirada perlada del joven.

 

@@Martin N Roses

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La primera respuesta de Mica lo sorprendió. No esperaba que ya hubiese aceptado el trato aunque imaginaba que no sería nada del todo malo, de lo contrario, no habría ningún sentido de que ella debiese cumplirlo. En cualquier situación, él mismo la ayudaría a plantarle cara al tal Mael. No iba a permitir que la bruja sufriera alguna clase de daño por el desconocido.

 

—Es una rara forma de cuidarte —dijo Black sin poder evitarlo—. Se apropia de algo que te pertenece y ahora se hace el bueno ofreciendo regresar al hogar de tu propia familia, donde tú vivías y donde él no. —No llegaba a comprender por qué Mica veía lo positivo de aquel hombre cuando todas las señales, a entender del mago de cabellos negros, eran negativas.

 

No quiso insistir sobre el asunto porque tampoco quería alterarla. Pero tarde o temprano volvería a verse con aquel Mael. Estaba seguro. A juzgar por lo dicho por Gryffindor, aquel desconocido y enigmático había estado en el funeral de Elvis. ¿Acaso era uno de los dos desconocidos cuyo aspecto de magos tenebrosos había sido bastante evidente para él? Imaginó que en efecto, Mael debía ser uno de ellos. La presencia del ex ministro tampoco le había pasado por alto.

 

—Cuenta conmigo para averiguarlo. —Su mano derecha se entrelazó con la de la bruja, y sus dedos quedaron atrapados de aquella forma de aferrarse a ella—. Esas palabras me reconfortan. —No pudo contener una sonrisa y escuchar de los labios de Mica que deseaba permanecer allí y vivir con él no era para menos. El instinto de protegerla había crecido de forma exponencial en las últimas horas y sabiendo todo lo que acababa de vivir hacía pocos días, le sorprendió aún más su rendimiento en el partido. Se trataba de una bruja y una jugadora de quidditch excepcional, no había otra explicación posible.

 

»¡Claro que te acepto! —No daba crédito a que ella pudiera dudar la clara invitación de vivir juntos. Ese tal Mael no iba a hacerle cambiar de opinión y necesitaba permanecer cerca de ella—. Pero quiero ayudarte respecto a él —dijo en un tono más tranquilo—. No se saldrá con la suya.

 

Sus manos, aprovechando aún el abrazo, acariciaron la delicada espalda de suave piel y pecas salteadas. Se aproximó a su rostro y besó su frente. De inmediato descendió hasta sus labios y volvió a fundirse en ellos. Le intentó transmitir muchas cosas en aquel contacto: tranquilidad, amor, seguridad y sobre todo esperanza. Ella no iba a estar sola, ya no más.

 

 

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Comprendía que para él todo lo hecho por Mael solo podría tener una connotación negativa, pero para ella había resultado un empujón positivo a la hora de poder estar presente en el funeral de su hermano. Fue también él quien la acompañó hasta poder acercarse a la pira y darle el último adiós, evitando que sus remordimientos fuesen aún peores. Siempre había sido una persona valiente, pero no aquel día. Había necesitado que alguien estuviese ahí para sacarla de su encierro, y ese había sido Mael.


La Gryffindor tenía también la mala costumbre de buscar el lado positivo de cada quien y, una vez que les lograba tener cierto aprecio, defenderlos. Cuestión que la había llevado más de una vez a cometer errores y acabar herida. Esta vez procuraría ser más cauta, pero no podía encasillar a ese sujeto negativamente desde un inicio, aunque sí mantenerse alerta.


Sonrió al entrelazar sus dedos con los de él. La sinceridad en sus palabras llegaba a su alma como la caricia más bella. Al mismo tiempo, él lucía más sereno al saber que estaba aceptando su invitación. No pudo contener una sonrisa al saber que la aceptaría allí y con tanto entusiasmo. Por último, regresó al tema Mael y la Gryffindor no pudo hacer más que asentir tranquilamente.


-Acepto tu ayuda con él, pero te pido que tengas paciencia, no voy a dejar que tome ventaja. Confía en mí -cerró los ojos al percibir sus caricias, aquel beso en su frente y luego en sus labios.


De a poco empezó a relajar aún más la postura y se acomodó en su abrazo. Siguió su beso con mucha dulzura, sintiéndose mucho más tranquila al haber podido hablar de ese tema. Confiaba absolutamente en él y necesitaba soltar aquel peso, para poder continuar así su bella historia, sin guardarse nada.


Al separarse un poco de sus labios lo miró a los ojos, lo cierto era que tras el partido habían llegado hasta allí y ninguno de los dos había comido nada desde incluso mucho antes. Estaba segura de que el Black, al igual que ella, de seguro estaría empezando a sentir algo de hambre, aunque por el hecho de seguir acurrucados ambos podrían ignorarlo.


Se incorporó con cuidado despegándose de su abrazo y, sin preguntarle ni pedirle permiso, se dirigió hacia el gran armario que seguramente contendría la ropa del caballero, ya que los restos de su vestimenta habían quedado en la torre de observación. Sin prestar mucha atención, tomó una blanca camisa y se la puso, arremangando las mangas que le quedaban demasiado largas, y abotonándola.


-¿Qué te parece si buscamos algo de comer, Black? Tiempo de regresar a la cama no va a faltarnos -se acercó mientras hablaba, tendiéndole una mano para que se incorpore y la imite.



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