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Libro del Druida


Asenath
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Había vuelto a levantarse con los primeros rayos de sol. Era algo que hacía en forma cotidiana, pero aquella vez tenía nuevamente alumnos a los cuales instruir. Le habían notificado que serían dos nuevamente. Esta vez, hombre y mujer. Por lo que supo, el caballero acababa de aprobar bajo su tutela los dos libros anteriores, así que suponía saber de quién se trataba. Esperaba que ambos se mostrasen dignos y no tener que demostrar nuevamente qué pasaba con las insolencias.
La morena se desperezó mirando el sol al salir de su morada. Ya envuelta en su habitual armadura confeccionada con cuero, escamas de dragón y plata. A su espalda pendía la larga trenza negra, conformada por el cabello de la parte central de su cabeza, ya que los costados de la misma estaban prolijamente rapados. Solo los guerreros de su pueblo podían lucir trenzas en su cabellera, era un honor que solo se les concedía a los de su clase.
De su cintura pendía aquella gran espada, esta vez no tendría tiempo de sentarse a darle más filo, ritual que con recelo repetía a diario. Nadie sabía cómo había conseguido esa espada, ni nadie lo sabría, solo Asenath, así debía ser.
Se alejó, hoy no permanecería cerca de sus dominios. Esta vez les tocaría moverse para poder adquirir los conocimientos contenidos en el Libro del Druida. Si bien muchos intentarían demostrar que saben con anticipación, ella no esperaba que intentasen sorprenderla con eso, sino que respeten que los Uzza eran los verdaderos poseedores de esos poderes y, solo ellos, dueños de transmitirlos.
Cerca de donde estaban sus viviendas, había una especie de circulo armado con piedras que a veces servían como asientos. En el centro, troncos apilados en forma piramidal aguardaban que alguien los encendiera. “Flechas de Fuego” pensó apuntando hacia las llamas con su varita y los filamentos de fuego que surgieron se encargaron de hacer el trabajo. La madera estaba seca pero se empezaría a consumir de a poco. Se quedó de pie a un lado, contemplando las llamas y esperando que pronto la clase pudiera comenzar.

@Gatiux

@@Martin N Roses

Editado por Niko Uzumaki
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Tras el incidente, Gatiux pensó que necesitaba acumular más poder mágico para poder protegerse de un probable futuro en el que volviera a ocurrir lo mismo que había pasado anteriormente. Nuevos hechizos, otras formas de atacar a su adversario para proteger su vida y la de aquellos que la rodeaban.

Conocía poco de aquellos misteriosos guerreros por el poco contacto que había mantenido con los mismos. Eran conocedores de magia antigua de la que los magos no habían oído ni hablar. Y por ello se habían convertido en miembros valiosos de la comunidad mágica, maestros que enseñaban a aquellos que de aventuraban a ir un paso más allá.

Para aquella ocasión se había decantado por un atuendo cómodo con el que podría correr de un lado a otro si hacía falta, o si la metían por un terreno escarpado. Eligió unas mallas ajustadas de color violeta, unas deportivas fucsias y una sudadera oversize negra. La larga cabellera violeta la recogió en una coleta alta para que no le molestase.

- Buenos días señora... señorita... ¿Uzza?

Fue en ese momento en que se dio cuenta de que no tenía ni idea de como se llamaba aquella que le enseñaría nuevos hechizos, tampoco sabía el tratamiento que debía de darle, ni si esos poderosos guerreros se guiaban por las mismas guerras de etiqueta que los magos convencionales. Esperaba comprender un poco más de ellos en el transcurso de aquel día.

- Mi nombre es Gatiux Malfoy. Agradezco que haya aceptado transmitir su conocimiento.

Algunos magos se pensaban dueños de todo conocimiento. Y como amos y señores de aquello que no les pertenecía, muchas veces caían en el egoísmo de no agradecer o valorar algo que podrían sencillamente no tener. Un hecho, que por supuesto enfadaba aún más a los guerreros uzza. Gatiux se preguntaba cómo habían logrado el acuerdo los de la Universidad y cómo se mantenía aún vigente.

Los ojos amarillos de la banshee se desviaron hacia la pila de fuego que ardía cerca de ambas. Durante un breve instante quedó hipnotizada por el movimiento caótico de las llamas. Últimamente sentía cierta atracción por dicho elemento, ya que decían que en él podría ver el futuro cercano.

Metió las manos en el bolsillo central de la sudadera, donde aguardaba su propia varita.

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La sed de conocimientos era inacabable para Black. Era el tercer mes consecutivo que había marcado cita en la importante escuela africana de magia, donde la tribu de los uzzas transmitía parte de sus ancestrales conocimientos. La nueva oportunidad sería dedicada para el Libro del Druida, pieza que había adquirido no hacía mucho tiempo y que llamaba de forma evidente la atención del mago.

 

Empezaba a volverse una costumbre levantarse tan temprano, con los primeros rayos del sol como testigos y visitar el seco clima desértico de aquellas tierras lejanas al Reino Unido. El mago de cabellos negros apareció en la ubicación indicada y comenzó a avanzar por los caminos arenosos. Llevaba las hechizadas botas negras y su atuendo de igual tonalidad, que se resumía en una delgada túnica con infinidad de bolsillos internos. La túnica también había sido mágicamente encantada para disminuir el calor conforme avanzaran las horas de la mañana.

 

Fue deteniéndose lentamente hasta llegar a un lugar que se le antojó algo extraño pero igual de llamativo. Era un círculo de piedras, de buenas proporciones como para sentarse en ellas, y en el centro una pila de troncos que ya estaba encendido. El enigmático fuego parecía tener un efecto hipnótico para los presentes y Black no fue la excepción. Su mirada perla se centró en la fogata y luego se percató de las otras dos personas: Asenath, la guerrera uzza que le daría por tercera vez consecutiva aquellas clases, y una mujer de cabellos violetas que le resultaba vagamente familiar pero que no recordaba haber mantenido una plática.

 

Por parte del mago nacido en Gales fue suficiente un leve asentimiento para ambas a modo de saludo y aguardó en silencio. No tenía en claro si Asenath era la responsable del fuego y si se daría en breve alguna exhibición que lo incluyese. La expectativa por aquello fue instalándose en su mente. De uno de sus bolsillos recuperó la vara blanca que excedía los treinta centímetros y se paró al lado de su compañera de clase.

 

—Martin Black —dijo Black entonces para presentarse y esperó que Asenath diera inicio a la clase.

 

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La primera en llegar fue una joven de cabellos violeta y ojos ambarinos rasgados. Eran rasgos extraños entre los magos que recibía generalmente allí, aunque sabía que los Arcanos estaban enseñando sus habilidades extrañas, y entre ellas estaba el poder cambiar la morfología. No me agradaba, todos deberían mostrarse orgullosos de su cuerpo, de su herencia. Tal vez no era el caso de esa chica, por lo que prefirió no juzgarla antes de tiempo.


-Asenath es mi nombre -la corrigió con voz calmada. Si bien la había observado al llegar, no apartaba la vista del fuego. -Es un gusto -agregó hacia ella tras escuchar su nombre y el agradecimiento ante la posibilidad de aprender. -Bienvenido usted también, señor Black- ya reconocía a ese joven que ya había cursado dos libros previos bajo su tutela.


Estando ambos aprendices, era hora de comenzar. Se acercó a la fogata y se dejó caer de rodillas a menos de medio metro del fuego. Se quitó de los dedos un anillo, del cuello uno de sus talismanes y un pequeño frasquito que pendía amarrado con una tira fina de cuero.


-Tienen estos elementos con ustedes ¿verdad? – tras decir esto, los fue señalando de a uno. – el anillo, sirve para resguardarlos de la vista de los demás, les da privacidad. El amuleto, si lo llevan puesto y son apresados, los sacará de cualquier cárcel o prisión, pero solo úsenlo en caso de extrema necesidad, pues se requiere mucha energía – miró a los ojos a uno y el otro, aquella advertencia era real, más de un uso mensual podría costarles más de lo que pensaban.


Tomó entonces el frasquito, en el cual se veía un polvillo amarillento, tomó un poco y se lo frotó en ambas manos, antes de acercarlas de lleno a las llamas. Movió las manos como si nada pasara, percibiendo la calidez, pero sin que esta se sintiese dañina para su piel. Miró a ambos y asintió para que intentaran lo mismo.


-El polen extraído de los Lirios de Fuego tiene múltiples usos: evitar que el fuego dañe la piel, ayudar a encontrar fuentes de calor. Si se aspira, protege los órganos internos y ayuda a elevar la percepción olfativa y táctil hacia esas fuentes. Se puede usar para elaborar vestimentas a prueba de fuego, o soplarse en la piel y generar resistencia hasta por tres horas. También se usa como ingrediente para hacer una pomada para las manos, que hará que éstas se adhieran a cualquier superficie. Deben usarlo en forma prudente porque se agota, pero se repone con el tiempo. Nunca dejen que el frasco se vacíe. -parecía un discurso ensayado, un poco lo era.


Eran tantos los usos de aquel polen y lo usaba en forma tan natural que solo a la hora de enseñar al respecto se paraba a pensar en la variedad.


-Los Lirios de Fuego crecen en el interior de volcanes. En esta ocasión no voy a llevarlos a uno, pero sepan que si agotan el contenido deberán entrar a uno para poder conseguir más. Son flores del color de la lava, se suelen confundir con la misma. -realmente no era un sitio agradable en el que estar.


Juntó los elementos y volvió a colocarlos donde cada uno iba, se puso de pie y observó a los jóvenes. Parecían realmente interesados en aprender, así que era momento de ponerse en marcha.


- Fulgura Nox- pronunció invocando un portal, su atención estaba fija en el punto de llegada del mismo, más que en el portal que veían ahí mismo. Lo cruzó, esperando que la siguieran, sin dar explicaciones.


Llegaron a un sitio a solo unos metros, en medio de las chozas que ocupaban los Guerreros allí. Algunas individuales, otras compartidas, todas ellas sencillas y de tonalidades amarronadas, creadas por ellos mismos.


-Deben usar mucha concentración para generar el portal, y solo decir las palabras. Su mente debe estar en el sitio de llegada y su energía concentrada en ello. Algunos magos, logran combinarlas con conocimientos propios: con Nigromancia si quieren abrirlo hacia el mundo de los muertos, con Videncia si quieren abrir uno hacia el futuro y con Historia de la Magia y Runas Antiguas para poder viajar al pasado. En todos los casos, debe usarse con total prudencia, es magia muy poderosa y difícil- la explicación siempre dejaba a quienes la recibieran pensando en todas las posibilidades de aplicación que encontrarían.


“Muy bien ¿quién va primero y a dónde nos llevará? -agregó trayéndolos a la realidad, estaban en una clase y debían demostrar que estaban prestando real atención -Son libres de escoger. - concluyó, deseosa de ver qué querían mostrarle sus estudiantes.


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Gatiux sonrió brevemente cuando escuchó que quien se presentaba allí lo hacía con el apellido Black. Siempre que lo escuchaba, lo relacionaba con las miles de ocasiones en las que, como Malfoy, había denostado a aquella familia. Y cómo el karma se lo había devuelto todo para terminar junto al hijo de Fernando Black. Hacía tiempo que no visitaba el enorme castillo, echaba de menos incordiar a los elfos con su presencia.

Por su parte la mujer guerrera se había presentado como Asenath. Gatiux asintió con lo que ella decía, sacando del bolsillo los objetos que le habían sido entregados junto al libro: un anillo, un pequeño frasco y un amuleto. Cada uno tenía un uso particular distinto. Asenath procedió a explicarles con detalle lo que hacía cada uno.

Otro anillo. Y ya van...»)

Era cierto, se había puesto de moda vincular poder mágico a joyas que llevar en las manos, por lo que los magos acababan con las manos llenas de abalorios. Tenía uno para proteger las conversaciones, otro para escuchar, uno de amistad con las bestias, el que detectaba enemigos, uno que evitaba el envenenamiento, tres anillos que la vinculaban con las habilidades que le habían enseñado los Arcanos y el de prometida. En total nueve anillos, ahora diez con el que acababan de recibir. Ahora tenía uno con el que protegerse de miradas indiscretas.

Rio de forma irónica mientras miraba el pequeño amuleto y lo giraba sobre la palma de su mano. Hubiera dado la vida por tener un amuleto que le sacara de la prisión en la que la mantuvieron por tantos meses, y había estado a su alcance durante todo ese tiempo. Era muy fácil flagelarse a un mismo cuando mirabas en retrospectiva.

Dirigió su atención al pequeño frasco, ahora Asenath le explicaba cómo funcionaban el polen de lirios de fuego. Que sirviera para encontrar fuentes de calor era una utilidad muy funcional, ya que a menudo se veía envuelta en situaciones que le llevaban a diversos lugares, en su mayoría remotos, y más de una vez se había pasado la noche castañeando los dientes por el frío. Tenía además otras utilidades, como evitar que el fuego dañara la piel o se podía fabricar una pomada con la que podrías escalar paredes si la untabas en manos y pies.

- Es muy interesante que exista una flor con tantas utilidades mágicas. -dijo Gatiux- No es de extrañar que nazca en el interior de un volcán, es su forma de protegerse, o de lo contrario las esquilmarían.

No se extrañaba entonces que los Uzzas fueran reacios a compartir ciertos conocimientos, ya que cuanta más gente supiera de un secreto, más probabilidades habría que alguno de ellos empezara a hacer algo como acabar con todas aquellas flores tan extrañas. De alguna parte surgió un sentimiento de protección hacia aquel secreto. No sería ella quien lo desvelara.

- Fulgura Nox. -dijo Asenath-

Allí estaba, la estrella de la fiesta. Gatiux observó fascinada cómo la guerrera creaba el portal con la misma facilidad con la que respiraba o parpadeaba. Había anhelado ese hechizo desde que lo vio por primera vez, y ahora por fin podría aprenderlo ella. Siguieron a Asenath por el portal que los llevó a un sitio tranquilo donde se ubicaban unas cuantas chozas color tierra. Mientras tanto les seguía explicando cómo funcionaba dicho portal.

Gatiux escuchaba con muchísima atención para no perderse palabra alguna. Sería interesante poder viajar al pasado, aunque sólo fuera para observar escenas que no se mantenían tan frescas en la memoria como el primer día. Quizás fuera a estudiar Historia de la Magia en los próximos meses para poder abrir aquel portal con seguridad. Siempre sabiendo que las líneas temporales se deben mantener intactas y que no se debe jugar con la temporalidad de los sucesos para alterar el presente.

- Muy bien ¿quién va primero y a dónde nos llevará? Son libres de escoger.

Gatiux miró a su compañero Martin, que parecía aún estar navegando mentalmente entre las posibilidades que se acababan de abrir ante él. Avanzó un paso entonces, tomando la iniciativa, mientras sacaba la varita del bolsillo y cerraba sus ojos amarillos por un instante. La Malfoy estaba dibujando en su cabeza con todo lujo de detalles el lugar al que quería ir, concentrándose en eliminar todo pensamiento que no fuera el sitio al que quería dirigirse.

- Fulgura Nox.

Se trataba de unas ruinas griegas. Podía saberse por las columnas blancas recortadas (lo que quedaban de ellas), seguían un patrón, algunas todavía tenían la base cuadrada casi intacta. Decían que en la cueva que se encontraba unos metros por delante de ellos se encontraba un tesoro. Una pieza importante para algo que estaba construyendo e investigando al mismo tiempo.

Gatiux estaba maravillada porque hubieran ido desde Inglaterra a Grecia en tan poco tiempo sin necesidad de traslador. Un hechizo maravilloso. Quizás, por encontrarse pensando en eso había pasado por alto que acababan de interrumpir a una mantícora que estaba cazando a su presa, convirtiéndolos a ellos en el motivo de ira de la criatura que se dirigía hacia ellos rápidamente...

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Hasta antes de los aprendizajes aprendidos con los Uzzas, Black siempre había mantenido las manos libres sin ningún tipo de decoración. Ahora acababa de sumar un nuevo anillo para la colección, y vaya si era útil pasar desapercibido mediante aquel objeto diminuto. El amuleto también podría sacarle provecho, dado el caso, pero antes debía ser atrapado y encerrado en una prisión. Lo vio poco probable en el corto plazo, aunque con los devenires de la Ministra, nunca se sabía quién estaba o no a salvo.

 

La exhibición con fuego lo dejó maravillado. El pequeño frasco que aún resguardaba en uno de sus bolsillos internos parecía temblar con ganas de ser usado, ¿o era la inquietud del propio mago galés que deseaba experimentar aquella sensación de inmunidad? Al escuchar la procedencia desde donde se extraía aquel material, Black no pudo dejar de pensar en el país donde había nacido. Había un sitio muy bonito y añejo que podría vincularse con eso. Gatiux lo sacó de su ensimismamiento temporal con una frase sobre la flor y su resguardo en volcanes.

 

Antes de poder hacer preguntas al respecto, Asenath volvía a sorprenderlos invocando una especie de portal. Sin decir nada, tanto Gatiux como Black lo cruzaron, siguiendo a la guerrera uzza. Al parecer no se habían trasladado muy lejos de aquel lugar, pero la experiencia había sido agradable.

 

La explicación que vino a continuación hizo que internamente el mago sonriera, era un poder increíble al cual podría sacarle más provecho que al resto de cosas.

 

Un nuevo “Fulgura Nox” fue invocado, esta vez por la bruja de cabellos violetas y ojos amarillos, similares a las de un gato. Al cruzarlo, Black se sintió extraño, conocía aquel lugar y no hacía mucho que lo había visitado. Mientras había cursado la habilidad de Animagia, la arcana lo había enviado a Grecia a conectar con el aire. No muy lejos de allí, una mantícora tenía la vista fija en ellos, con cara de pocos amigos. Cuando comenzó a avanzar con aire amenazante, acortando las distancias con los magos, Black aprovechó para emplear los conocimientos aprendidos.

 

—Fulgura Nox —murmuró entonces, manteniendo la concentración y con la mente en una idea fija, sí, fija. Para su fortuna, el portal se creó y fue el primero en cruzarlo. ¿Qué haría la mantícora? No lo tenía claro.

 

El lugar en el que aparecieron estaba desierto, no había un alma en kilómetros a la redonda. Era un sitio con desniveles en el terreno y mirase donde mirase, había un verde césped y, de vez en cuando, elementos rocosos. En frente tenían lo que daba nombre al lugar: Stonehenge, un monumento megalítico milenario de enormes rocas. Según algunos estudios que el mago conocía, parte de aquellas piedras habían sido trasladadas desde Gales. ¿Había sido, en realidad, un trabajo realizado por magos e inexplicable para los muggles?

 

—Creo que ha funcionado —admitió Black, conteniendo la emoción de triunfo que lo invadía—, nos encontramos en Inglaterra. —Era un lugar famoso pero no todos los magos o brujas solían visitarlo.

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El uso del Fulgura Nox era más que importante, debían estar seguros a la hora de visualizar el lugar al que querían transportarse. La primera en transportar al grupo fue Gatiux, quien invocó el portal sin dar explicaciones. Asenath observó su técnica, el modo en que éste se generó y asintió tranquilamente, estando segura de que estaba bien logrado. Se acercó con calma, dispuesta a ser conducida a donde aquella mujer había pensado llevarlos.


Al atravesarlo, llegaron a un sitio del que había leído en varios libros de historia, a los cuales era muy afín. La arquitectura griega era realmente fantástica, pensar que esas estructuras estaban allí de pie tantos siglos más tarde. Miró detenidamente las columnas, sus detalles, e imaginó cómo sería en un pasado ese templo en realidad. De seguro habría sido aún más majestuoso.


Fijó su vista en la mantícora que los observaba, furiosa por su interrupción. Alzó las cejas, a la espera de que fuesen sus alumnos quienes se encargaran de la criatura. Fue entonces cuando el Black se encargó de crear su propio portal, el cual los condujo a un sitio diferente pero cargado también de mucha cultura. También había leído de él en varios de sus libros, así que no pudo evitar recorrerlo con la mirada, cargada de curiosidad.


Los tres lo cruzaron, sí, los tres se encontraron pronto del otro lado, viendo aquella estructura creada con rocas. El joven parecía orgulloso de su logro, y podía estarlo, pero el portal a sus espaldas no había sido creado, y la mantícora, simplemente, los había seguido. Cruzó sus brazos molesta, mientras se apartaba un poco del grupo.


-Obsistens -pensó, generando un cerco luminoso de tono rojizo que la cubriría. No aceptaría ser atacada. Sus alumnos podrían hacer lo mismo o intentar reenviar a la criatura a su lugar de origen. Si los atacaba teniendo invocado aquel cerco, la criatura simplemente desaparecería.


Siguió hablando a pesar de la situación, pues no había mucho tiempo. Movió sus manos en el aire al tiempo que una nube muy extraña de color violeta se generaba sobre sus cabezas. Debía explicar lo que faltaba antes de requirieran utilizar los demás poderes.


-Obsintens, como han visto, es un cerco mágico -sabía que ellos recién podrían brindar su atención completamente cuando hubiesen terminado de encargarse de la criatura -repele ataques tanto físicos como mágicos. Puede usarse hasta dos veces por duelo.


“Ignea, genera una capa de polen de los lírios que los cubrirá y resguardará de ataques con fuego, pero no sirve contra Fuego Compacto.


“Cantar de Eleboro, genera una vibración musical que protege los sentidos, tanto del invocador como de un acompañante, haciéndolos inmunes a ataques. También los restituye si algo los ha alterado.


Era todo lo que le quedaba por enseñarles. A continuación, llegaría el momento de ponerlos en práctica. La nube lanzaría diferentes ataques: Arena del Hechicero para privarlos de visión, Flechas de Fuego y por último un Desmaius. Habría un intervalo de pocos segundos entre un ataque y el siguiente, y ambos irían en duplicado, hacia el mago y la bruja. Ellos no sabrían lo que pasaría, sin embargo, deberían defenderse si querían llegar a la instancia siguiente.


La Guerrera no sufriría daño alguno, puesto que su invocación no la atacaría a ella. Continuó observando cómo ellos se desharían de aquel problema. Los poderes del libro del Druida le resultaban algo pacíficos a la hora de ser enseñados, aunque muy útiles como defensas. Eran grandes poderes, sin dudas, y esperaba que esos jóvenes se mostrasen dignos de recibirlos.
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El ensimismamiento que abstrajo a la banshee de cabellos violetas apenas duró un par de segundos, algo la sacó de allí, unos chasquidos que no concordaban con el entorno pacífico al que habían sido transportados. Cuando enfocó la vista hacia el causante del ruido encontró a una mantícora de grandes proporciones avanzando en su dirección. Sus pies adoptaron una posición estable, apretando la varita mientras decidía que hechizo sería mejor para repeler a la criatura.

Por su parte, Martin decidió que aquella era tan buena ocasión como cualquier otra para poner en práctica el Fulgura Nox. Gatiux saltó después de Asenath y de Martin, llegando en su huída hacia delante a Stonehenge, un terreno verde que tenía sobre él unas enormes piedras antiquísimas que solía recibir a multitud de visitantes todos los años. No llegaron solos, como no habían cerrado tras de sí los portales, la mantícora había decidido seguir a sus nuevas presas.

- No pienso ser comida de esta criatura. -dijo Gatiux- O por lo menos no hoy.

Tomó unos pasos de distancia para poder tener mejor visual de la criatura y que los hechizos que salieran de su varita no fueran a dar en alguno de los otros dos que la acompañaban. También debía de tener cuidado con el terreno que les rodeaba, sería una catástrofe que alguna de esas piedras recibiera un daño irreparable.

La criatura se acercaba a Martin. A Gatiux se le ocurrió como deshacerse del problema. Como todavía quedaba un espacio para que la mantícora diera alcance al Black, invocó un Fulgura Nox entre ambos. Como la mantícora avanzaba hacia Martin a toda velocidad, no tuvo tiempo de cambiar la trayectoria y se vio dentro de un nuevo mundo, uno boscoso y lleno de árboles. Era una Selva Negra al norte de Alemania que había visitado en las semanas anteriores, el primer lugar que se le había ocurrido en que no saltarían todas las alarmas al recibir una criatura así. Gatiux cerró el portal antes de que la mantícora decidiese dar la vuelta para buscarlos.

- Eso estuvo cerca... -dijo Gatiux quitando una gota de sudor imaginaria de su frente- Esperemos que no se corra el rumor de que los Malfoy van salvando a los Bl...

Una nube púrpura antinatural comenzaba a formarse sobre sus cabezas, eso había captado la atención de Gatiux, que interrumpió la frase mientras fruncía el ceño mirando hacia arriba. Asenath empezó entonces a explicar sobre los diferentes hechizos que formaban parte del Libro del Druida. Dedujo entonces que la nube la estaba controlando la guerrera, y que esa concentración de poder les atacaría de un momento a otro.

No supo la que se venía encima, hasta que llegó. De repente alguien había apagado la luz, sin poder preveerlo. Solo que sus ojos rascaban. No podía ser otra cosa que el efecto de la Arena del Hechicero. Asenath les había dado la clave segundos antes para un ataque de aquel tipo, sólo debía de llevarlo a práctica, pronunciándolo correctamente.

- Cantar del Eleboro.

Parpadeó. El hechizo le había devuelto el sentido de la visión. Con la suficiente rapidez como para poder ver con sus propios ojos que unas Flechas de Fuego se dirigían en su dirección.

- ¡Ignea!

Con la exclamación de Gatiux, surgió ante ella vaporoso manto anaranjado, a primera vista eran simple motas de polvo en suspensión delante de la Malfoy, pero éste se adherió a su piel y a su ropa. El polen de lirios de fuego le protegería de cualquier cosa que quisiera quemarla. Y así fue. No tuvo tiempo de apreciarlo demasiado, sus sentidos estaban puestos en el combate contra un enemigo incorpóreo de color púrpura que se cernía sobre sus cabezas.

- Obsistens -pensó enseguida para protegerse de lo que viniese-

Un círculo celeste rodeó el entorno cercano de Gatiux. El rayo chisporroteó contra el escudo que se había formado cuando éste lo absorbió. («¡Qué efectivo!») pensó con cierto asombro la mujer de ojos amarillos. Ciertamente los hechizos que les estaba enseñando Asenath servían muy bien para la defensa de uno. Una buena defensa era tan necesaria como el ataque más fuerte.

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