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^ High Flights ^ (MM B: 87651)


Mackenzie Malfoy
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Sísifo:

 

 

 

 

Me apoyé ligeramente en ella, dejando que me traspasara su calor -calor que objetivamente no existía-. Hasta entonces no lo había pensado. La finitud, la temporalidad. Toda experiencia, toda vida era agotable por el mero hecho de serlo. Incluso el amor que sentía por Leah. Sentí ganas de llorar.

 

"Quiero vivir en tus sueños siempre".

 

Todo estaba atravesado por la posibilidad, casi forzosa, de terminar. Nosotros no éramos la excepción.

 

"Quiero declarar la guerra a la realidad".

 

Miré a Leah con fuerza. Baleiro e Insomnia jugaban a los lejos, ajenos a la tristeza inherente a existir.

 

––Es probable que nos perdamos ––murmuré–– pero lo importante es que tuvimos todo esto. Todo se marchará. No es que no me importe, es que sé que lo hará. Es el curso natural de las cosas. Quiero quererte siempre. Quiero permanecer en esta orilla... eres lo más parecido a lo que dicen que es el amor de una vida.

 

Me refugié en sus brazos. Reprimí las lágrimas y la estreché.

 

Este amor ya sin mí te amará siempre.

 

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Se quedó muy quieta, escuchando sus palabras. La ansiedad la atravesó despacio, como la estocada de una espada amellada a un órgano vital. La posibilidad de que todo acabara, alguna vez, lo hizo estrecharlo más fuerte. Por un largo rato hubo silencio entre los dos, perturbado únicamente por el eco de las suaves olas o las conversaciones ligeras de sus hijos. Se limitó a sentirlo contra su pecho, a apreciar el peso de su cuerpo. Sin darse cuenta, una lágrima había caído por su mejilla, se había perdido en el cuello de la camisa sin alertarlo.

-No quiero pensar en una vida sin ti. Dudo que pueda llamar vida a un sitio en donde tú no existas. No porque dejes de existir, sino porque desaparezcas de donde yo esté. Pero... si eso llegase a pasar, ¿me dejarías volver a encontrarte?

Hablaba en voz muy baja, con la mirada puesta en sus propias manos apoyadas en su pecho. Las veía subir y bajar despacio, al ritmo de sus respiraciones, presionando para mantenerlo unido a ella. Se veían pequeñas ahí, en sus pectorales, tanto que se preguntó cómo podía mantenerlo quieto con ellas. Fue entonces que se dio cuenta de que si lo hacía, era porque él lo quería así. ¿Y si ya no lo quisiera? ¿Si decidiera que no quería quedarse? Como Baleiro minutos atrás, sorbió por la nariz. No lo soltó, pero alzó la cabeza para mirar a otro lado.

La conversación no estaba llegando al punto donde había tenido la intención de llegar y ahora sentía un enorme vacío en la boca del estómago. No había pasado suficiente tiempo para olvidar la sensación de tener hambre, así que supo que a eso le recordaba. El paisaje gris le sonó a sus pensamientos. Nubes negras sobre fachada de su vida y amenazaban con romper en una tormenta, llevándose consigo todos los colores. Volvió a inclinarse, hundió los labios en su pelo. Aspiró. Ese olor estaba dentro de sus pulmones como la nicotina. Ya no había forma de arrancárselo.

-Tendré que abrazarte más fuerte -resumió. Se le estaba partiendo la voz, lo sabía, pero no le importó.

Que supiera cuánto le importaba no era una expresión de debilidad. Era su forma más pura de amar.


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Sísifo:

 

 

 

 

––Puedes volver a encontrarme siempre ––respondí, sonriendo––. Estoy feliz de existir en el mismo mundo que tú. Pase el tiempo que pase, o suceda lo que suceda, siempre será un alivio saber que estás viva en algún lugar.

 

La abracé más fuerte. Su olor me invadía como una ola lenta arrasando la playa.

 

––Aunque tú no lo sepas... me he inventado tu nombre... ––Tarareé, bailoteando con sus dedos.

 

Reí cuando me percaté de que Baleiro e Insomnia nos miraban, como extrañándose por primera vez de aquellas muestras de afecto. Crecían. Cuánto crecían.

 

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La firmeza de sus brazos la trajo de vuelta, se abrazó a él con la misma necesidad de sentirlo, permitiéndose flotar por el aire como su voz. Hasta que rió y la sacó de sus pensamientos, de la burbuja que habían alzado sobre ellos. Siguió la línea de su mirada y tuvo que reír, también, al ver cómo Insomnia y Baleiro los miraban. Ella tenía una sonrisita que era la copia de Oniria, Baleiro parecía casi avergonzado, como si no acabara de comprender por qué sus padres estaban haciendo semejante cosa. De todo lo que había obtenido con Sísifo, sus hijos eran lo mejor de todo.

 

—¿Tú también quieres un abrazo?

 

No había terminado de preguntarlo cuando ya Insomnia corría hacia ellos. Besó la mejilla de Sísifo antes de atraparla, apenas un segundo antes de que aplastara a su padre sin querer. O tal vez queriendo, porque se rió como si hubiera estado a punto de lograrlo. La abrazó y se la sentó en el regazo, entre ella y Sísifo. Baleiro venía detrás, aunque él prefirió meterse entre los brazos de Sísifo y quedarse quieto, como siempre.

 

—Eres una cosita adorable.

 

Insomnia escondió la cara en la curva de su cuello, riendo y ella volvió a pasar los dedos por el cabello de Sísifo. Baleiro la espiaba, la miraba de reojo. Podía imaginarse muchos lugares para estar. Pero sentía que pertenecía allí, con sus hijos, con él.

 

—Somos infinitos —concluyó al fin, sonriendo.

 

Lo eran, claro que sí.

 

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  • 5 meses más tarde...

Los dos elfos guardaban silencio. Alguien más había llegado a aquel negocio. Las dos criaturas se escondieron para evitar problemas. Estaban en aquella isla sin un permiso expreso de los dueños. Taga, la elfina de la Mansión Vladimir, estaba asustada y se arrepentía mucho de estar allá sin que nadie más lo supiera. ¿Y si les pasara algo? ¿Qué sería de su reputación si supieran que estaba escondida en unos establos con el elfo Harpo? Tal vez no entre los humanos pero todos los elfos sabían que era muy donjuanero, el nombre que siempre le daba la elfina de la Ama Perenela. Aquel elfo tenía una víctima femenina entre los elfos en cada una de las mansiones. Y eso molestaba muchísimo a Taga.

 

Cuando los dos personajes se alejaron, soltó un ruidoso hipido y habló con voz muy rápida y asustada, tanto que pensó que el elfo Harpo no le entendería.

 

- ¿Podemos irnos? Me es igual si esa lagartija se muere. Cazamos una; aquí hay muchas salvajes. Pero no quiero permanecer ni un minto más en estos terrenos. Si nos pillan los elfos de High Fligts, nos matan. O puede ser mucho peor, denunciarán a la Amita Xell y a la Amita Sagitas por invasión en terreno privado y la Señorita Malfoy les hará pagar feo si creo que hemos venido a... ¿buscar secretos?

 

Le miró con grandes ojos negros y llorosos, implorando a Harpo que cediera y abandonaran la búsqueda.

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpgHarpo seguía queriendo parecer valiente ante Taga pero la situación se había torcido bastante para permanecer como protector de la dulce elfina. Era un decir. Taga, la elfina de la mansión Vladimir, no tenía mucho de dulce, más bien le regía un orgullo y una cabezonería que era de lo más atractiva para él. Harpo tenía muchas elfinas conocidas en la red de información entre mansiones, todas muy amables y buenas con él, siempre le hacían detalles como cenas imprevistas, hojas de cardo o plumas de aves para las almohadas, fundas de tetera en ganchillo o algún sombrero improvisado.

 

Taga nunca lo había hecho, más bien le trataba como un personaje al que tratar con cuidado y con las palabras justas. Por eso le gustaba tanto, por lo difícil que iba a ser convencer a su carácter huraño que él le era fiel y no cedería en hablarle por muchos desplantes que le diera.

 

Cuando los dos humanos se fueron de la zona, él respingó y se hizo el valiente.

 

-- Menos mal que se han ido o se las verían conmigo -- le dijo a Taga

 

Sin embargo, la elfina no estaba para bromas y pedía que se fueran. El elfo estuvo a punto de ceder. Era la primera vez que veía aquello grandes y emocionados ojos dirigirse hacia él así, en aquella petición muda. Sin embargo, la imagen de un Babila iracundo le echó hacia atrás y se negó.

 

-- No, vamos, estoy segura que Zancas anda por aquí cerca y podremos irnos los tres. ¿O quieres que el semi-gigante nos use como mascotas por perderle la suya? Te recuerdo que les corta la cola.

 

Se estremeció. Entonces vio, por el rabillo del ojo, una mancha verde que correteaba hacia el establo de los Aethonats. ¿Habría Porlocks vigilantes? Tal vez podría convenecerles de que les ayudaran.

 

-- ¡Zancas, Zancas! ¡Mal bicho! Vuelve inmediatamente. Vamos, Taga, dame la mano y corramos.

 

¿Lo haría? Quería decir darle la mano, no el correr en pos de la lagartija de la familia.

 

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La elfina Taga sintió que Harpo no le hacía caso. Ella quería irse. QUERIA irse. ¿Es qué no se daba cuenta de eso? ¿Es que tendría que acusarle de secuestro y tenencia ilícita de elfinas, además de las acusaciones que hiciera la viceministra si se enteraba de aquella invasión de su negocio? Taga era muy orgullosa y se cruzó de brazos al escuchar que no se iban. Harpo podía ser muy inmaduro la mayoría de las veces.

 

- Permíteme que dude que Zancas siga aquí, si realmente llegó. Sólo tengo tu palabra...

 

Aunque en algo tenía razón: era difícil llevar la contraria a Babila.

 

- No, no quiero que el negrito mayordomo de la mansión "Ojo Loco" me use de mascota. No creo que lo hiciera. No estoy en esa mansión. Tú eres quien tiene que preocuparse por la presencia de Babila.

 

Era un poco venganza para hacerse la fuerte, que no le necesitaba pero pensar que Babila pudiera cogerle y apretar con sus manos le daba miedo, mucho miedo, así que era mejor ceder en su orgullo y buscar a aquel maldito bicho verde. Harpo gritó que le veía y le pidió la mano.

 

- ¡Nunca! - echó a correr, adelántándole. Una cosa es que tuviera miedo que Babila le matara por perder a la lagarta, otra diferente que le permitiera que le tocara la mano. ¡No eran novios!

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpgHarpo se encogió de hombros en un gesto totalmente dramático. Cuando creía que tenía ganada a la elfina, ella volvía a ser brusca y arisca, casi descortés. Sin embargo, la quería y eso nunca sería motivo para dejar de intentar ganársela. Lo conseguiría, seguro. Arriesgaba demasiado. Si la quisiera como amiga, no hubiera sido necesario tanto follón. Encajaría lo sucedido y dejaría que el tiempo diera la perspectiva necesaria para afrontar los hechos. Pero quería más; Taga era la Diosa Bombón entre las elfinas y no podía dejarla escapar.

 

Se desapareció con un chasquido de los dedos. El elfo apareció por delante de Taga, quien siempre se olvidaba del poder de la magia, y abrió los portones del establo. El olor a estiércol era muy fuerte. Aunque estaba acostumbrado en el Circo, siempre el primer golpe imponía. ¿Qué tal se lo tomaría la elfina? Ella era una criatura mucho más fina que él.

 

-- ¡Hola! ¿Hay alguien? Tenemos una urgencia.

 

Nadie contestó. ¿Es qué no había Porlocks por allá, vigilando a los caballos alados? Bueno, pues tendría que buscar él solo.

 

-- Taga, no te acerques. Estos animales son peligrosos si se asustan con extraños. Yo me encargo de buscar. Tú vigila la puerta, que Zancas no se escape.

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- ¡Eres un tramposo! - exclamó Taga, corriendo más deprisa todavía. Ella era prudente, no se iba a arriesgar a una despartición por no conocer el terreno que pisaba. Para ella, todo aquello era nuevo. En realidad, ella casi nunca salía de la mansión Vladimir y sólo a mansiones o negocios amigos, de los miembros de la familia. Casi siempre, se dedicaba a cuidar de Akira y del cuidado de la Familia Vladimir, no tenía tiempo de visitas sociales.

 

Harpo era más movido. Todo el pueblo le conocía porque se movía por todas partes. Mucho más movido por eso él abría las puertas antes que ella llegara, a pesar de haber salido antes. El olor fue insoportable. La elfina odiaba los animales; si podía evitarlo, el pequeñín de la familia nunca escogería una mascota que durmiera en la mansión. Los animales, en rediles, allá donde ella no tuviera que olerlos.

 

- ¿A quién llamas, elfo tonto? - dijo, muy enfadada con él, por haberle dejado convencerle de que le acompañara.

 

En otro momento, hasta le hubiera gustado que el elfo se preocupara por ella. Ahora no. Estaba muy molesta por el tufillo, con el elfo, con la maldita mascota verde de Babila. Así que entró y se puso al lado de Harpo.

 

- Tú también eres un extraño para ellos, ¿sabes? No debes dártelas de sabihondo. No necesito ayuda. No necesito protección. No le temo a los caballos alados. Si quieres, yo te cubro mientras buscas a ese reptil. Acabemos de una vez. Necesito volver cuando antes a la mansión. No quiero que me echen de menos.

 

A la elfina, nadie la mandaba, y menos Harpo. Vio entonces a la lagartija subido a un tablón de madera del establo. Chasqueó los dedos y la hizo levitar en el aire.

 

- Pues no ha sido tan difícil, Harpo. Anda, atrápala y métela en una bolsa y nos largamos. - Ahora era ella quien mandaba.

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpgAquella elfina demostró que era más estupenda de lo que ya creía Harpo. El elfo le miró con ojos bobalicones cuando se puso a su lado y le echó en cara toda la protección que le había ofrecido. Era de armas tomar... ¡Cada vez le gustaba más aquella elfina!

 

-- Sí, elfinita mía, soy un extraño como tú. Pero estoy muy acostumbrado a tratar con caballo alados y con muchos otras criaturas mágicas, ya que la Ama Sagitas tiene mil especies diferentes. ¿A cuántas estás acostumbrada tú?

 

El elfo estaba realmente enamorado de aquella elfina, tanto que había olvidado por completo a qué habían llegado a aquel lugar.

 

-- Ya sé que eres muy capaz de defenderte, que no necesitas ayuda ni protección pero déjate ayudar alguna vez. Te darás cuenta que es agradable sentir que alguien se preocupa por ti, que te protege, que te estima...¿Por qué eres así...?

 

No podía seguir porque sabía que, de haber podido, hubiera recibido un sartenazo, o le hubiera tirado el caldero en el pie, como aquella vez en la tintorería de la Ama... Cuanto tiempo de aquello... ¿Cuánto tiempo llevaba persiguiendo a aquella elfina?

 

-- Yo te echaré de menos cuando esto acabe, elfinita mía...

 

Si seguía así, no regresaría vivo a Ottery, el elfo estaba seguro. Le iba a dar un sopapo. Cerró los ojos, pensando en recibir algo pero, sin embargo, sólo sintió un chasqueo de dedos. Los abrió y vio la cara satisfecha de Taga, quien parecía señalar algo.

 

-- Cortarrollos -- dijo, en tono enfadado. La lagartija Zancas se mantenía en el aire, levitando, mirando a los lados sin moverse. La elfina era buena con los hechizos. -- Ya voy, ya voy...

 

Harpo buscó entre las herramientas que había en el cobertizo y encontró una saca vacía de pienso. La ojeó y no tenía ningún agujero por el que pudiera escaparse de nuevo. Lo pasó por encima de Zancas y consiguió cerrar la bolsa antes de que el hechizo se acabara.

 

-- Vale, Taga. Ya la tenemos... Ahora podemos irnos. -- Sonrió, le encantaba las elfinas que tomaban las riendas. -- ¿Cómo nos vamos de aquí? ¿Tienes alguna idea?

 

Sujetó mejor aquella bolsa. La largatija era tan salvaje como Babila, se movía mucho dentro.

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