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Douce Tentation & Straripante Passione (MM B: 90090)


Kahlan Blackthorn
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Sus manos ascendían, lentamente y con ternura, delineando el paisaje que se extendía al frente de sus ojos. Sus pechos eran dos lunas iluminando el camino imprescindible que sus dedos debían recorrer para alcanzarlos. Salvajes y alegres, blandían y rompían el cielo, cubrían y protegían su misterioso corazón. De boron eréctil, de delirio, para robarles un beso, para acomodarse entre ellos y morir sonriendo. Eran joyas preciosas que colgaban abajo de su delgado cuello. Al palparlos te dabas cuenta de que debías cuidarlos, nutrirlos y recordarlos porque eran ápices, nacidos de ella, que reclamaban una especial apreciación, o mejor dicho, una especial devoción.



Su boca golpeaba el vértice, simétrico y perfecto, donde nacía el ángulo de sus piernas. El agua caía derramándose por la comisura de sus labios. Empapaban su rostro como el rocío de la mañana. Era una mermelada sin nombre, una combinación de aceite y de sudor, era miel, era agua con sabor a ella. Había naufragado, se encontraba solo en una isla en la mitad del océano, extenuado por aquel sol infernal, esta fruta tropical era su razón de vida, la salvación de su desolación, cada gota, cada sorbo, lo llevaban al desenfreno. Era tequila que lo emborrachaba y lo saciaba sin saciar, era una droga que lo hacía alucinar, un veneno que lo conducía hacia la locura.



-No me iba a quedar con las ganas de probarte.- El mago regresó al hotel, al cuarto de masaje iluminado por luces cálidas. Sus ojos cafés divisaron a la Malfoy quien no quería hacerlo esperar. -Veo que no quieres perder el tiempo.- Regresaron al baile, al tango, después del break que se habían tomado para calmar el hambre. La lujuria y a la pasión aumentadas por el deseo de ambos. Eran almas tercas que no les bastaba con solo existir, almas libres que veían al reto de cara, almas curiosas que querían explorar lo que no estaba escrito. Una canción desesperada que pocos pueden escuchar.



Seguía los movimientos notando la experiencia de la rubia. Eran calculados pero impredecibles. Lo sometían y lo arrastraban por sensaciones que no había conocido jamas. Se preguntaba si alguna vez había experimentado algo igual. Se preguntaba lo que no se tenía que preguntar. Nada importaba. Todo tenía su color, su sonrisa, sus besos, su mirada, su desnudez, su actitud. La detuvo por un momento para colocarla al lado suyo, todavía de espaldas pero sobre la camilla retomando los movimientos cerró los ojos como tratando de frenar lo que no se podía frenar. Un misil apunto de destruir el mundo. Sus músculos se tensaron, las venas de sus brazos sobresalían. La sangre le hervía tanto que el sudor se evaporaba. La temperatura de la habitación estaba siendo generada solo por él. Sus manos colgaban de la vampiro perdiendo su fuerza cada vez mas, hasta que ya no pudo mas. Un huracán de placer pasó entre sus huesos. En este instante el mundo tenía sentido, vivir tenía sentido, Dios tenía sentido. Todo pensamiento de odio, de desesperación se desvanecía como lagrimas en la lluvia. Y así, el Delacour cayó en la camilla, ebrio y extenuado, y mas que satisfecho. Una mitad de su cuerpo en la tierra, la otra mitad en el cielo, y las dos mitades juntas de cara contra el mundo.





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Cuando llegue a Inglaterra venia solo y traia un liviano equipaje pero habia una cosa que traia bien guardada y que, en su dia, causo sensacion. Mi carta de credito. es un documento que en estos tiempos es mas raro en el mundo muggle, pero en el mundo magico sigue siendo muy popular. Basicamente consiste en una carta firmada por el director de tu banco en el que se ponen tus datos personales y el credito que tu banco esta dispuesto a responder ante el banco donde la presentes.

 

Como quiera que no sabia el tiempo que estaria ni el dinero que necesitaria fui y me lleve una carta de credito ilimitado. naturalmente, cuando la presente en Gringotts pusieron una cara de asombro, no esperaban nada remotamente semejante, pero la acepotaron sin problemas por dos razones. La primera porque mi nombre es muy respetado, y la segunda porque la banca emisora, banca Kwanji, es, nada menos, que la maxima accionista de Gringotts. No hay mayor garantia.

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Escuché con atención cada respuesta que Mía me diera, sabía dentro de mí que tenía razón pero no podía negarme, aunque no lo expresara a viva voz, que me dolía… Que me estaba doliendo esa separación. Por supuesto había sido un acuerdo entre ambos, pero los sentimientos, las promesas y los sueños no eran tan sencillos de concluir como decir: un estoy de acuerdo, porque de aquel modo mi matrimonio había acabado.

 

Suspiré, cerré los ojos y evoqué su rostro, sólo por unos segundos. Quería llorar, sin embargo no lo haría, sencillamente pedí un trago más, sonreí nuevamente y miré a Mía –te agradezco las palabras, son más que bienvenidas –miré en dirección a los pequeños niños que jugaban al tiempo que bebía un poco más de mi trago –y claro que las conocerás alguna vez, al menos a las más pequeñas –señalé, estando consiente que no había tenido contacto con los mellizos desde la separación.

 

Era extraño pensar que de entre todas las personas de Ottery, fuera precisamente a ella quien le contará sobre mi divorcio. Si alguien me hubiera dicho que años

después estaría con mi maestra de la academia hablando de amor y familia, no les había creído absolutamente nada.

 

–¿Qué te parece si brindamos por esté encuentro? –le pregunté a la preciosa mujer que yacía a unos metros de mi lado.

 

@@Mia Black Lestrange

 

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Su voz, su cuerpo, su piel, sus manos y sus ojos, eran toda una poesía hecha realidad para la vampiro. Cada movimiento, cada roce acompasado con sus caricias, le dejaban una huella imborrable en su anatomía, plasmando un camino que seria andando por ambos más de una vez. El sentir el rocío de la mañana que brotaba de ella, empapando sus labios y rostro, le sacaban una sonrisa de los labios que podía ser comparada con una estrella fugaz que surca el oscuro firmamento. Sentirlo unido a ella, iba mucho más allá de sólo un acto carnal, banquete que saciaba el hambre y no dejaba satisfecha el alma.


Estaba fusionada con su piel, adherida a cada una de sus emociones y sensaciones. Su respiración era la que mantenía con vida a la rubia, dándole un nuevo soplo que le hacía creer que los sentimientos, no eran nada menos que una muestra palpable de lo que el corazón calla y el cerebro, le obliga a mantener a raya. Se deleitaba con su boca, mangar aderezado con un toque de ternura y complicidad, abrazados por los rayos dorados que brotaban de la luna—Contigo jamás perdería el tiempo —blandía dentro de ella nuevamente esa poderosa espada, buscando conquistar el terreno más secreto y celosamente resguardado por la rubia. Era una entrega completa, no sólo la carne cedía, sino que también cada poro de su piel era infestado, por esa energía que emanaba del castaño, depositando en ellos una ilusión que anhelaba volverse realidad.


Intentaba controlar el alma libre de la Nigromante, poderoso y dominante con sus garras afiladas el felino que habitaba dentro de su pecho. Rugía intentando amedrentar a su presa, gacela celosa que galopaba sin descanso sintiendo el aire a cuestas, acariciando con tersa suavidad su delicado pelaje—Espero que te haya gustado lo que probaste —soltó apresando de nueva cuenta esa boca que era su mayor delirio. El frenesí de sus cuerpos era incontenible, juguetones delfines que saltaban fuera del mar realizando piruetas que los obligaban a sumergirse de nueva cuenta en el celeste océano. Las olas del mar eran las manos habilidosas del Delacour, aquellas que delineaban el camino que siempre sería andando por las yemas de sus dedos.


—Ahora viene lo mejor —lo sentía sobre su espalda, quemando con su calor la blanquecina piel de la fémina. Cuál cazador dejando sus huellas sobre el gélido terreno, buscando edificar su morada en ese sitio plagado de placer y deseo puro, apasionado amante que desea cautivar y nublar los sentidos de su amada. Canto de sirenas que endulza sus oídos, arrastrándole por un caudal de pensamientos, que le envuelven como una fina capa que lo cobija de la soledad y el desespero. Eso era aquel acto, entregarse mutuamente, dejando de lado todo nexo con lo material o inanimado, escuchando el grito ahogado de sus almas unidas en un mismo ser. Mimetizados en un espectro alimentado por la química, que les unió desde el primer instante en que sus ojos se cruzaron—Sabes como calmar mi sed, por tu aliento—murmuraba percibiendo como se liberaba por completo, soltando el ancla que era la pesada carga del dolor que su interior escondía dentro de una gruesa coraza. Caparazón de tortuga que era difícil de penetrar, pero que Malfoy pudo resquebrajar con cada beso, caricia y roce sobre el cuerpo del Delacour.


Recostando el cuerpo del hombre sobre la camilla, mojaba el pecho de este con besos, tal y como lo hace la tormenta, al empapar las hojas de los arboles nutriéndolas de vida nueva, dotándolas de vitalidad que les permitirá vivir algún tiempo más dentro del plano terrestre. Sentir la delicada corteza que protegía sus músculos, tendones, venas, huesos y órganos, despertaba su lado más salvaje y aventurero. Devoraría todo lo que estaba a su paso, lamiendo y palpando con su lengua el manto delicado que le brindaba tanto placer, estrechando la espada con una funda recién hecha a su medida, deslizando está para amoldarla a la perfección, cubriéndola perfectamente con las lunas que eran las dos montañas que sobresalían de su pecho.


El calor de la misma le hizo vibrar y pedir más de eso, subiendo y bajando, tal y como lo hace una montaña rusa, ascendiendo a la punta más alta, alcanzando el clímax de la cúspide, para luego descender a toda velocidad, desatándose una oleada de adrenalina que le hizo perderse en el ojo de un huracán. Pero eso no detuvo sus movimientos, volviendo a tomar vuelo le daba el obsequió final. Dejándose ir como lo hacen los alpinistas, al soltarse confiando en que la cuerda, les librará de morir en el fondo de un acantilado, respiraba entrecortadamente moviéndose ya con más lentitud apoyaba su cabeza sobre el abdomen del castaño, cerrando sus ojos aún lo podía apreciar en su interior, salvaje y tierno al mismo tiempo.




@Allen

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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La rubia era un corazón salvaje cuyos movimientos eran fieras galopantes que iban y venían sobre el castaño. Ardiendo como una brasa lo asfixiaban de placer y la fricción era el combustible su gozo. La noción del tiempo estaba siendo alterada cada vez que los dos chocaban, y chocando llegaron al encontronazo final. Derrotado pero con una sonrisa de oreja a oreja, el francés presenciaba el fin de aquel acto como la introducción de algo nuevo. Contemplaba a la vampiro tumbada sobre su pecho y reflexionaba sobre la vida y sobre la muerte. Leía la poesía de sus cabellos sol deslizándose entrelazados entre sus largos dedos. Buscaba conservar su razón, filosofía o amor. Su reacción era una expresión congelada cuando en esa mirada encontró la ambición de aquellos ojos azulados. Era un magnetismo de pieles distintas como dos imanes que fueron separadas hace mucho tiempo atrás y estaban juntos otra vez.

El mago se sentó de repente como recordando algo importante pero sin nada que recordar. -Ven conmigo.- Susurró el mago y de un salto se levantó de la camilla. Se colocó solo el pantalón y con el pecho pelado alargó su brazo para alcanzar la mano blanca de la Malfoy y así la ayudó a ponerse de pie. No era por ser grosero pero ignoró los deseos de la rubia. Aún así sus intenciones eran las mejores y quería aprovechar la sensación que ambos sentían, y demostrarle lo que esto significaba para él. Esperaba que compartiera su entusiasmo y lo siguiera en la aventura que quería embarcar.

Ambos salieron de aquel cuarto que ahora era un sauna o un baño turco con un vapor generado por los dos. Descalzos recorrieron el hotel el cual estaba despierto como a todas horas. El mago iba al frente, era el líder de esta corta travesía hacia la que solo él sabía cual era la meta. Corrían como dos niños, libres y sin preocupaciones, sonrientes y felices. Pasaban entre la gente causando un poco de estrago, accidental e inofensivo. -Siendo tu la dueña no creo te pongan problema, ¿Cierto?- Era su excusa por haber tumbado a uno de los empleados y a la montaña de maletas que este conducía hacia una de las habitaciones.

Se guiaba por los letreros y las señales del laberinto de pasillos y corredores, sin pedir ayuda volteó su cabeza hacia la vampiro y notó su mirada confundida. -Las mejores experiencias son las que no se planean. Los que surgen de la emoción del momento.- Exclamó mientras pasaban en frente de un cuarto en el cual habían dejado olvidado una botella de vino sin estrenar y dos vasos limpios sobre un carrito de Hotel. No había nada mas que explicar, cualquier duda sería disipada en unos pocos minutos. Se detuvo cuando halló la puerta de vidrio que lo separaba de su objetivo. -Las damas primero.- Con una venia le indicó la salida hacia el mundo exterior y la entrada a la playa.

Preludio de una noche estrellada

El cielo era ligero y vasto, su fondo enteramente negro estaba ornamentado con diminutos y distantes diamantes que alumbraban los sueños de las almas dormidas, e irradiaban la vida de aquellos que toleraban la insomnia para presenciar el espacio interminable que se abría como un espectáculo único e irrepetible; un show para los caídos, para los lunáticos, y peor aún, para los enamorados. No era una noche como las otras, ya que todas eran distintas, no era una noche de narcosis, ni de sueños perdidos, no era una noche de repetición de distancias, ni de satélites sin órbita. Era una noche sin ruidos, el silencio era adrede y cómodo, solamente interrumpido por el canto de las chicharras y el dulce vaivén de las olas. Era una noche sin engaños, de soledad compartida, de pasión correspondida. Sin escudo, y sin ropas, sin miradas disconformes, sin sonrisas fraudulentas, y sin la careta idi*** de la gente que tira y tira para atrás.

-Por mas perfecta que sea esta noche, no le llega ni a los tobillos a tu belleza.- Confesó el humano de ojos tristes y de corazón solitario. Los astros alumbraban tenuemente a los dos cuerpos que caminaban sobre la arena pero en especial a la Malfoy como si la reconocieran desde lejos. Sabían lo que Allen no pero sospechaba, le susurraban y le aconsejaban que debía caer por el ángel caído que tomaba forma a su lado y al mismo tiempo lo advertían del peligro inminente y la complejidad de aquel ser extraño, diferente y único de ojos tristes y de corazón solitario.

Se sentaron sobre la blanca arena y vertió el liquido rojo oscuro de la botella sobre las dos copas, pasándole una a la rubia su mirada se extravió en la distancia.-Hay una pequeña historia que conozco la cual dice que miles de años atrás, en el cielo nocturno una estrella celeste destacaba entre todas las demás. Su brillo era tal que su calor se sentía como un sol. Era intermitente, importante y palpitaba por su propia voluntad. Si quería se volvía una estrella fugaz, traspasaba la noche para hacer tu sueño realidad. Si quería se escondía detrás de otro astro o se mezclaban en una alguna constelación. Habían estrellas que la envidiaban y querían ser como ella, o planeaban en desaparecerla, trataban de engañarla o de herirla pero ella siempre estaba un paso, dos pasos adelante de todas estas. Habían otras que querían obtenerla, querían conquistarla para ser leyenda, como si se tratase de un objeto, de una joya, un país. Y aunque algunas estuvieron cerca de apresarla y someterla, ella pudo ver a través de estas descubriendo sus verdaderas intenciones y volvía a ser inalcanzable y libre. Entre todo esto, un pez nadaba en el inmenso mar todas las noches para contemplarla, para verla nada mas. No buscaba comprenderla ni le ofrecía nada en especial. Hablaban a veces por unos segundos y a veces por horas, y no se podían dejar de ver todas las noches hasta que una noche la estrella bajó para descansar con el pez en su pequeño coral, y encontró en el pez lo que ni la infinidad de estrellas, cometas, planetas, y galaxias le pudieron dar y sin poderlo explicar, atraída por una fuerza de gravedad que solo ella sintió se quedó en el mar para nunca mas al cielo regresar.- Terminó la historia y sus ojos cafés brillantes se dirigieron a la rubia.

-Nunca me había gustado esta historia o mas bien no la había entendido. Siempre he sido un pesimista, viviendo por el simple hecho de vivir, soñando despierto, esperando a ser salvado de mi desinterés y pereza, sin un motivo por el que luchar mas que por mi ego y mis ganas de competir, buscando una distracción de este mundo de televisión sin color, de sus personajes de blanco y negro. Dicen que un optimista es una pesimista con experiencia y son momentos como este los que comprueban por qué y para qué existo. Son personas tecnicolor como tú y noches estrelladas como estas, vivas y de fuego, las que calientan mi cuerpo y se quedan eternas en mi memoria.- Expresando aquello que muy pocos habían escuchado le dio un sorbo a su copa y lo conservó en su boca por unos segundos hasta que le dio paso para que bajara por su garganta. Cruzó su mano por encima de su cuerpo para reposar en la mano de la Malfoy, y torciendo la parte superior de cuerpo se acercó para darle un beso pero se detuvo antes de que sus labios se juntaran con los de ella. -Se me olvidaba. Todavía no sé tu nombre y no tendrás mas de mí hasta que me lo digas.- Dijo con una sonrisa que disimulaba su expresión seria.

 

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La química entre ambos permanecía intacta como desde el primer momento, recostada sobre su cálida piel divago un momento. Centrando sus pensamientos en un espacio y tiempo en concreto, alejándose poco a poco del sitio donde se encontraba cómodamente resguardada, el sentir la brisa marina rozar sus marmóreas mejillas y agitar con delicadeza su dorada cabellera, le permitió experimentar una sensación de libertad indescriptible. El día y la noche, no regían o existían dentro de ese paraje paradisíaco que el arrancaba una sonrisa franca y sincera de los labios. Aún sentía los latidos de los corazones de ambos, aunque el suyo permanecía petrificado dentro de la coraza de cristal que era su pecho, ahí debajo de la cicatriz que quemaba constantemente cada poro de su piel. Escuchaba a lo lejos del llamado de Allen, pero no era su voz física la que se estaba conectando con la vampiro, sino una sensación que le ascendió desde los tobillos, recorriendo cada centímetro de ella con pequeñas descargas eléctricas que explotaron en su cerebro.


—¿A dónde vamos?—preguntó intrigada, al verle saltar de la camilla y calzarse sólo el pantalón, dejando su pecho descubierto. Ella a duras penas pudo cubrir algo de su impoluta desnudez, pero le gustaba la idea de un riesgo intrépido y fascinante, al lado del francés, tas sacarla de golpe de su ensoñación. Tenia ocurrencias que le invitaban a disfrutar el momento sin el más mínimo remordimiento o sentimiento de culpa. Para ella era imposible sentir o experimentar pesar o lamentarse por situaciones como esas, irremediablemente se decantó por seguirle como lo hace la brisa al huracán, adhiriéndose a este formando un mismo ente. Estaba loca por todo aquello, pero escuchar a su razón, posiblemente le privaría de conocer y descubrir algo que le daría un vuelco de 360° a su existencia, eternidad que era cada vez más solitaria y demandante. Su mano iba afianzada a la del Delacour, enganchada como un ancla al barco que está a poco o nada de zarpar del puerto. Aventurándose a navegar aguas desconocidas, pero plagadas de tesoros que le permitirían saciar algo más que sus necesidades físicas y más básicas. Su calor esa energía que brotaba de su cuerpo y le atraía como lo hace el metal a un imán, ella era el metal que se había fusionado con ese trozo de energía positiva y negativa, quedando unida a este de forma permanente.


—No, no creo que me echen en cara tus locuras—soltaba con la adrenalina disparada al máximo—Contigo iría hasta el fin del mundo, si me lo pidieras en este momento—confesó sabiendo el peso que sus palabras podían tener dentro de esa situación. No temía las consecuencias de sus acciones pasadas, no le aterraba salir a conocer las travesías arriesgadas y plagadas de sorpresas que Allen parecía tener en mente con antelación. Los huéspedes se les quedaron mirando asombrados y estupefactos, no dando crédito al ver a la mujer de dorados cabellos comportarse como una chiquilla malcriada. Ya sé ganarían alguna clase de compensación por todo lo ocurrido, aunque para ella eso de momento era solo un simple traspié. Se hizo con una botella de vino y un par de copas, si que pensaba en todo el castaño y eso agrando el gesto que estaba impreso en sus labios, sonrisa que encanta con el simple hecho de verse adornada por dos hileras de perlas blancas y relucientes.


Respondiendo a su cortesía, salía al exterior, aspirando el aroma salado de la playa. Ese era su sitio favorito, dentro del emporio hotelero, escondite secreto de Malfoy y refugió que le permitía charlar abiertamente con su eterna soledad, condena que tuvo que purgar desde que nació. Oscuridad era lo único que residía dentro y fuera de ella, sombras que iban y venían, abrazándole por las noches, cobijando de ese modo a un ser que siempre se condujo por la senda de la venganza y la tortura. No encontraba nada bueno o sensible que externar y lo aceptaba de ese modo. ¿Para que amar?, si siempre se termina con el corazón o algo más que eso destrozado y reducido a escombros que recuerdan la pena que aqueja como lo hace el verdugo antes de cortar la cabeza del acusado de tajo. Volviendo al lado del castaño, avanzaron con tranquilidad por la solitaria playa, admirando el poema que era todo ese paraíso infinito. La noche le recibía como lo hace una vieja amiga, dotándole de una belleza más espectacular y deslumbrante que la que ya poseía la Nigromante. El sentir la arena en las plantas de sus pies, reconfortaba a la mujer con una sensación ,sólo comparable con el tacto del pétalo de una rosa sobre la piel de una amante que es la devoción de su amado.


—Ese pez tuvo suerte, nadie deja de ser lo que es por amor o un sentir que se pueda comparar con eso—atrayendo a su mente el momento en que ambos cuerpos se fusionaron por primera vez. Ella podía ser esa estrella misteriosa que divago durante años luz en el firmamento, escondida entre galaxias y planetas, viendo morir y vivir a esos astros majestuosos. Ahora el océano, le brindaba un hogar inmenso, pero no plagado de una soledad, que indudablemente buscaba apagar poco a poco el brillo que brotaba de su celeste cuerpo, sino un sitio donde morar acompañada de alguien que jamás la abandonaría y le aceptaba tal y como era. Errática por momentos, asertiva en muchos más y dominante la mayor parte del tiempo—Mi nombre era un misterio difícil de desenmarañar para ti, pero creo que es momento de que lo sepas—bebiendo un poco de vino mojaba sus labios con el delicioso licor—Juv—dejó escapar esas tres letras sin sacarle los ojos de encima, atrayendolo hacía ella acercaba sus labios sin rozarlos, pero si lo suficiente para que percibiera su aliento—Malfoy—completaba su nombre de pila, develando el secreto ante la luna silenciosa y cómplice.


—Hemos tenido un poco el uno del otro, pero no pienses que eso era lo único que deseaba de ti—seguía hablando cerca de los labios del ojicafé—Te voy a ser crudamente sincera, no te quiero sólo para pasar el rato o algo como eso. Estar contigo, no ha sido solo un momento de sexo pasajero, que se puede borrar como el error que se ha cometido al realizar una mala redacción y el borrador desaparece todo rastro de este—bebiendo otro trago de vino retomaba su perorata—Me interesa descubrir porque se ha generado está química especial entre ambos, la conexión de nuestros cuerpos cuándo estábamos en el cuarto de masajes, no fue solo carnal y ambos lo sabemos. Traspaso todo lo anatómico y físico, sentí que era más profunda y nos complementamos mutuamente. Los besos, las caricias, cada roce, cada contacto fue intenso y plagado de una ternura sin igual. Acompasado con la violencia y lo salvaje del deseo, pero eso no opaca todo lo demás—le miraba fijamente perdiéndose un breve instante en ese mar oscuro y desconocido que eran sus ojos—¿Qué más puedo tener de ti?, tu corazón, tu vida o una eternidad juntos—desviando la vista hacia el oscuro cielo, se acercaba un poco más al Delacour, deseando sentirlo tan cerca que nada les pudiera separar por nada del mundo.


@Allen

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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—Sé que es difícil, pero tienes que seguir adelante. —comenzó a mirar a la que alguna vez fue su alumna— Soy la menos indicada para decirte algo así, pero tus hijas de necesitan… son pequeñas y aún no logran entender todos los cambios que se vendrán. —terminó de hablar, al ver que la Evans se dedicaba a observar a una familia que jugaba en una de las albercas.

 

Sabía que terminar un matrimonio no era cosa fácil, lo había vivido años atrás cuando por cuestiones sobrenaturales o del destino, el que había sido su esposo desapareció de la faz europea y meses después, su cuerpo llegó hasta la mansión Black Lestrange. ¿Le había dolido? Claro que sí, había caído en una depresión tan profunda que salir del continente fue lo único que la salvó, aunque también destruyó parte de sí misma en el proceso.

 

Pocos conocían el costo que había tenido esa perdida en su vida, pero en esos momentos volvía a estar casi por completo bien. Tenía miedo, claro que así era porque no sabía que le depararía el futuro a lado del Crowley, pero al menos estaba convencida de vivir el día a día, disfrutar todo lo que pudiese de los momentos que compartían y centrarse en todo aquello que sí tenía y no en lo que había perdido.

 

—Brindemos, porque no sea el último encuentro que tengamos. —levantó el vaso que tenía entre sus manos y le dio un sorbo, disfrutando de la sensación que este le provocaba al bajar por su garganta.

 

Mirando una vez más a su invitada, supo que quizás era momento de comenzar con un día de relajación con un masaje o algo parecido.

 

—¿Quieres ir por un masaje? Ayudaría a reducir considerablemente el estrés que tienes y además, es por eso por lo que estás aquí, ¿o no? —preguntó con tranquilidad.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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Me preguntaba a momentos si estaba siendo orgullosa, después de todo siempre evitaba hablar de más sobre mi vida privada y de algún modo, absurdo o no, sentía esta separación como un fracaso, como si hubiera sido lo suficientemente inadecuada para sostener todo con lo que alguna vez había soñado, al ser simplemente una estudiante, mas no ganaba nada con recriminarme mis errores o mis aciertos. Sólo era cuestión de firmar ese pequeño pedazo de papel y todas las promesas quedarían reducidas a sólo tinta.

 

Sabía que Mía tenía razón, de alguna manera comenzaba a creer que nuestro encuentro no había sido sólo casual. Podía notarlo en su mirada, en sus expresiones, fue ahí cuando me cuestione ¿cómo me verían los demás?, ¿sabrían que intentaba hacerme la fuerte? Que nada me importaba cuando en realidad deseaba llorar. Pero todo se estancaba al recordar el bosque de los terrenos de la familia Ollivander, –¿no era eso lo que anhelaba? –pensé suspirando hondamente.

 

Las siguientes palabras que me dedicará quien fue mi maestra me hicieron relajarme casi en automático, había olivado mi objetivo principal. Reí después de dar un nuevo trago a mi bebida –sería sensacional –, declaré mirándola –después de todo hace tiempo que no tengo un tiempo para mí. Aunque sabes, nunca dejo de extrañar a mis dos pequeñas –añadí levantándome de donde estaba recostada para sentarme.

 

@@Mia Black Lestrange

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  • 4 semanas más tarde...

Conocía lo que estaba sintiendo la Evans, casi podía sentir el dolor como propio, por lo que le permitió realizar esa pequeña introspección y volver a la realidad cuando estuviese lista. Aunque habían pasado algunos años, sentía un poco de vacío cuando lo recordaba y aunque se sentía feliz con León, aún tenía que terminar de dejarlo entrar en su vida y en su corazón.

 

Perdida en sus pensamientos, bebió otra copa que su empleado se había encargado de rellenar y le regaló una sonrisa sincera. Para el momento en que la chica volvió a hablar, la miró y con total tranquilidad se puso de pie y la invitó a hacer lo mismo, para que segundos después la siguiera por entre las piscinas y se metieran en un pequeño pasillo, el cual las conducía hasta el spa, en donde estaban esperándolas para regalarles un mansaje.

 

—¿Qué te llama más la atención un masaje de relajante o una exfoliación con chocolate? —preguntó con curiosidad— A mi la verdad, es que un masaje no me vendría nada mal. ¿Qué piensas? O ¿Prefieres ir al sauna un rato?

 

Espero una respuesta, mientras le indicaba a la empleada que se encontraba allí que ella entraría con su masajista, un joven alto y bronceado que siempre que visitaba su hotel, la esperaba para dejarla como nueva con sus hábiles manos. Mientras que a Kutsy, en caso de elegir el masaje, también la esperaría un joven rubio de ojos verdes, de lo contrario se encaminarían hasta un jacuzzi con chocolate en donde podrían estar metidas algunos minutos, hasta que les dijeran que podían salir y ser masajeadas.

 

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  • 4 semanas más tarde...

Juv Black Lestrange

 

—Es como tocar el cielo con las manos, ¿no lo crees? —la voz de Hei, le tocaba como el arrullo cantado por una madre a su pequeño. El le conocía a la perfección, inspeccionaba con suma atención cada uno de los gestos y miradas de Juv. Nada se le escapaba a simple vista, excepto los sentimientos que la vampira solía experimentar por personas que marcaban su vida de una forma por demás especial. Sus verdes esmeraldas se perdían de cuando en cuando en aquella marmórea faz, rebuscando en ella alguna señal amiga o al menos cómplice.

—Si, claro...—la frialdad estaba impresa en esa frase—Te refieres al amor o ¿no? —movía su varita entre sus dedos. El amor era un sentimiento difícil de comprender y asimilar, para seres como ella, no era como calzarse unos nuevos zapatos y con unos cuantos pasos amoldarlos a su placer. Estaba pasando por una etapa de cambios radicales, decisiones que debían ser tomadas y ciclos que tenían que finalizar de forma definitiva. El trabajo era una válvula de escape, aligerando con eso el peso que conllevaba tener que plantarle cara al destino de nueva cuenta.
—Creo que olvidaste lo que es el amor, no es un juego de azar. Ya no podes seguirte dando ese lujo, no con lo que supo Haise, que paso hace algunas semanas dentro de este lugar —estaba socavando demasiado en la privacidad de la Nigromante. Era buena idea desviarse hacia otro tema o entonces si, estaría metiéndose en camisa de once varas. Estaban ahí para prestarle sus servicios como escoltas o consejeros, no para irle cantando lo que hacia o dejaba de hacer con su cuerpo y sus placeres.
—Te estás extralimitando y, no pienso permitírtelo —se levantó con parsimonia de su silla. Mirándole con altanería y arrogancia, ahorrándose la tanda de explicaciones, porque no estaba ahí para eso—Hei que te quede clara una sola cosa, si toque el cielo o no con las yemas de los dedos. No creo que sea cosa que te importe, no eres mi padre y mucho menos mi dueño. Si hago o dejo de hacer con Allen es cosa mía, céntrate en hacer lo que te pedí, sacar la basura y deshacerte de los testigos. Es simple y sencillo, pídele a Haise una clase rápida sobre el tema y listo —le ordenó encaminándose hacia la cantina que estaba dentro de su oficina.
—No voy a disculparme, ya sabes lo que pienso respecto a tu vida amorosa —la terquedad era una cualidad muy arraigada en el hombre. Le gustaba retarla, intentar sacarla de balance y lanzarle puntas, porque contaba con que la Nigromante las respondiera sin duda alguna. El jugar de ese modo siempre los arrastraba a un acalorado intercambio de palabras y muchas veces el más lastimado era el pelinegro. Serenarse tomar todo con madurez y centrarse en la petición de la rubia, no le quedaba más que eso de momento.
—Perfecto creo que hemos llegado a un punto medio, no quiero volver a tratar este tema, jamás —llevándose un vaso lleno de bourbon a labios lo bebió de un solo trago. El alcohol no hacía mella en su persona, siempre le quemaba lo necesario, pero sin escocer más de lo debido—Gánate la misma confianza que posee Haise, no te boicotees tan pronto ante mis ojos. No me hagas dudar de haberte salvado, ¿recuerdas como fue? —dejando la copa cruzaba sus brazos debajo de sus pechos—El inframundo, el cántico que atrajo tu alma a mi y lo más importante. Como te salve de ese mar de almas torturadas y aterradas, quejidos y lamentos, no eran sencillos de escuchar y mucho menos de asimilar, porque todo aquello era lo que te merecías y lo sabes —le atacaba sin miramiento alguno, dejándolo sumido en un profundo silencio, podía ser demasiado cruel si se lo proponía.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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