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Douce Tentation & Straripante Passione (MM B: 90090)


Kahlan Blackthorn
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―Eres un deseo hecho realidad―respiraba de forma entrecortada sintiendo el calor de su cuerpo aumentar, aunque su condición vampírica, le impedía experimentar esa clase de sensaciones. Con tan solo tenerlo cerca el volcán en erupción que era su apasionada personalidad, no pudo quedarse apagado y estalló de una forma inesperada para la rubia. Sus besos, su aroma, aquel tacto que tenía sobre su cadera con sus manos era como una prisión de la cuál, no deseaba escapar y no lo intentaría siquiera―Me fascinas―saboreaba cada roce de sus labios sobre su piel, guardando ese grato recuerdo en sus pensamientos. No daba razón de sus acciones, pero estaba segura de que no era instinto, sino algo más la que le ataba de forma irremediable a estar cerca de el.


La noche había dado un vuelco interesante, ya no se dedicarían sólo a charlar o entablar una conversación banal. Juntando más su cuerpo, al de su acompañante pudo sentir los latidos acelerados de su corazón, se preguntaba si ella ocasionaba todo eso con el simple hecho de haberlo besado de forma tan atrevida―Me quedaría así contigo toda la noche―buscando sus ojos volvió a besarle, pero esta vez dejo que su cuerpo dominará por un instante la situación. Cayendo los dos al suelo cubierto de arena, no separó ni por error sus labios del vampiro, ansiaba sentirlo meramente suyo de pies a cabeza. Anhelaba conquistar su corazón y ser la dueña de cada uno de sus pensamientos y sentimientos, quizás estaba siendo demasiado ególatra, pero le gustaba y daría todo por obtener lo que deseaba ahora más que nunca.


Estando sobre el deslizaba sus manos por su pecho, acariciándolo como si la vida se le fuera en ello. Sus labios seguían fundidos en un apasionado beso, saboreando el aliento del ojiazul aferrándose con su lengua a la suya, no intentaba dominarle, pero si volverlo adicto a ella. Cada uno de sus besos era diferente y cargado de emociones diversas, le demostraría que valía la pena dejarse llevar algunas veces por los impulsos y no contenerse, le acariciaba con suavidad el rostro con las yemas de los dedos, quería que se sintiera deseado y a la vez protegido por la rubia. Nunca en su vida tuvo la fortuna de experimentar una adrenalina como aquella, no era la típica que te impulsa a saltar por un acantilado, sino la que estaba íntimamente conectada con tus emociones más secretas y profundas.


―Esa es una buena forma de espantar a la timidez y no creo que ambos necesitemos nada de beber en este preciso instante―dejando un beso coqueto sobre su nariz, le volvió atrapar los labios con un beso delicado y suave, rozando sus labios para hacerlo sentir un cosquilleo que le haría desear que no se detuviera por nada del mundo. Una enorme sonrisa apareció en sus labios, engalanada por una mirada coqueta que le dedicaba con un dejó de cariño mezclado con una pizca de lujuria.


@Joaquín Granger

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―Qué nada nos detenga entonces ―musité mientras me dejaba caer a la arena bajo el curvilíneo cuerpo de Juv.

 

Así era como una mujer podía hacerme olvidar de mi rigidez, que me detuviera mi tiempo sin ningún giratiempo ni hechizo o cualquier cosa mágica, solo sus besos. No importaba que la arena ensuciara mi saco y mis pantalones, y lo molesta que podía resultar, solo podía estar pendiente de recorrer su cuerpo con mis manos. No importaba que algún huésped pasara por allí y nos viera en tan comprometida y pasional situación, lo único que importaba era poder continuar acariciando sus labios con los míos, y sentir su aliento.

 

En mi pecho, mi hasta ese día adormilado corazón, latía con una velocidad que competía con la de un colibrí, y cuando la rubia de hermosos ojos azules pasaba su mano por mi pecho, simplemente parecía que este saltaba, intentando salir de ahí donde estaba encadenado directo a las manos de la joven. Y era que los besos de Juv eran como un susurro secreto para el emocionado órgano vital; lo endulzaba con muchas promesas, cariño, deseo, protección y por supuesto, el pequeño ya no estaba atado a lo que el cerebro le dijera ya que estaba interferido por las caricias de la Malfoy.

 

Escuché sus palabras con una sonrisa embobada en los labios, jugando esos segundos con un mechón de su cabello, pero no pude agregar nada porque enseguida me vi exquisitamente imposibilitado de hablar gracias a sus labios. Tampoco había nada para agregar. La vampiresa había resultado mejor que cualquier sustancia psicotrópica para evadir la realidad; incluso compararla con la sangre de hada era poco; el roce de los labios me hizo sentir un cosquilleo que nada nunca lo había generado antes, destapando nuevas emociones.

 

Morbo, lujuria, como la pizca que había dejado ver en su brillante mirada. Fui con mis manos habilidosas, serpenteando hacia abajo poco a poco, hasta que ya no sintieran la tela y las varillas del corsé, sino que sintieran la tela del ceñido y muy elegante pantalón de vestir. No dejaba de besar con pasión a la joven, deseando que mis labios mi aliento y mi lengua conjugados en besos pasionales, tuvieran un efecto similar al que ella tenía sobre mí y que como mínimo no le importara que tuviera mis manos ya comprobando lo firmes que eran sus glúteos...

 

 

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―No tengo palabras para expresar lo que provocas en mi―susurró despegando ligeramente sus labios de los del vampiro. Era como una droga adictiva para la rubia, sentirlo tan cerca de ella, unido a ella en diversos aspectos.No sólo su cuerpo estaba debajo del de ella, sino que algo más se estaba conectado entre ambos, aquel órgano que les permitía vivir o eso intentaban creer ambos. La naturaleza de su eternidad, no les daba el poder de regir lo que este sentía o no del todo, aunque varias veces aquel quedará dominado por la razón. Ahora el suyo latía al mismo ritmo que el del ojiazul, comenzando una danza que se compaginaba con sus besos y caricias. Era como si ,se conocieran desde hacia varios siglos, pero hasta ese momento se daban cuenta de que eran el uno para el otro y el caprichoso destino, les estaba colocando en la misma senda para andarla juntos de ahora en adelante.


Sus manos acariciaban su pecho con suaves caricias, de cuando en cuando llegaban hasta su rostro dándole un bálsamo que sanaría las heridas del pasado. No podía cambiar lo que ambos vivieron en otras épocas, pero si tenía el poder de darle una nueva oportunidad de amar y darse cuenta de que no todo era tan malo. El corazón de hielo parecía que poco a poco se iba ablandando, gracias a las atenciones y mimos de Malfoy. Sus ansias por tenerlo sólo para ella iban en aumento, cegando por momentos la razón que casi siempre regia cada una de sus acciones o reacciones. Ahora era un barco en alta mar, navegando lejos de un puerto seguro que le brindará cobijo, aventurándose a una tormenta que sería capaz de hundirlo y llevarlo hasta lo más profundo del inmenso océano.


―Deseo quedarme aquí toda la noche y si es posible, quizás toda la eternidad―dejando un suave beso en su barbilla descendió poco a poco hasta su cuello, iniciando un camino de besos que aceleraron la respiración del joven. Aumentando los latidos de su corazón, latidos que eran claramente percibidos por la vampira, presa de un deseo que aumentaba con cada roce sobre su piel, arañando con suavidad cada parte de el con sus colmillos, no buscando causarle daño, sino un placer que jamás había experimentado antes. Viéndose un poco atrevida, deslizaba su lengua sobre la tela de su camisa, mojando la misma con su cálido aliento, deseando que el se terminará de encender de pasión y deseo por la ojiazul oscuro.


El viento agitaba las olas de mar, creando una postal digna de recordar. Jugando con las yemas de sus dedos estás llegaron a sus costados, obsequiándole suaves roces que lo harían soltar uno que otro suspiro―Puedes apostar que lo mejor esta por venir―pasando su lengua por sus labios volvió a besar su pecho tirando un poco de la camisa, no deseaba usar las manos y estropear un momento tan intimo y privado para ambos. No dudaba que algún curioso buscará deleitarse con todo aquello, pero que más le daba si estaba centrada en pasar una noche inolvidable para ambos. Las sensaciones que ambos experimentaban eran las mismas, deseo, pasión, lujuria, cariño, amor y quizás muchísimas más―No pienso dejarte ir por nada del mundo―tomando su rostro con ambas manos, le beso como nunca antes arrancando de sus labios un quejido que se vio ahogado por la fuerza de ese beso cargado de deseo y pasión.


@Joaquín Granger

Editado por Juv Malfoy Croft

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No importaba cuantos años llevara uno en el mundo, cuantos cambios de siglo había presenciado, y a cuantas costumbres tuvo que adaptarse para seguir manteniendo una vida cómoda; en situaciones como aquella, el cuerpo reaccionaba de la misma manera. No había cambio alguno en lo divino que era sentirse así de deseado, más que deseado, protegido, amado admirado. Incrementaba mi ego, me hacía sentir el hombre más poderoso e imbatible del mundo y a la vez, me urgía cierta necesidad de demostrarle que no había nadie que pudiera hacerla feliz más que yo. Y aun pensando aquello, no existían palabras que lo describieran.

 

Pero ¿Quién quería hablar cuando eso significaba tener que resistirse a sentir sus labios, su aliento helado pero tan cálido a la vez y su lengua danzarina? Sin dudas yo no, a decir verdad, hasta me resultaba imposible. La Malfoy con sus palabras me embobaba y no podía hablar con coherencia, pero esperaba que en cada beso ella tuviera la certeza de que lo que generaba en mí tampoco era algo fácil de explicar. Se lo agradecía en cada aliento arrancado, y quería demostrarle que la idea de estar allí toda la noche o toda la eternidad era lo que más deseaba en el mundo.

 

Sentir sus colmillos rozar mi cuello de forma delicada y tierna me hizo sonreír lleno de picardía, aquel gesto despertaba en mí sentimientos oscuros, sumados a que la rubia de ojos azules jugueteaba con su lengua en mi camisa, mojándola, también despertaba cierta desesperación por deshacerme de la nefasta tela que me impedía sentirla sobre mi piel desnuda. Tiró un poco de mi camisa y los bordes escaparon de dentro del pantalón, pero no me vi librado de mi fina prisión.

 

Fue su último beso que me hizo sentir vulnerable y arrancó un leve quejido que de otra forma no hubiera logrado salir, el que hizo que me decidiera por dejar de pasar de forma traviesa, mis manos por las costuras de su pantalón y aunque sin hacer fuerza, no negaba que mis intenciones secretas eran que los hilos se cortaran y empezaran a ceder uno a uno; aquello se me hacía discreto y hasta elegante. Pero ya no quería aquello. Sin romper el cargado beso, atrapé entre mis brazos a Juv y giramos, quedando ella debajo.

 

―Quiero todo lo que tú quieres, quiero quedarme aquí, contigo, no solo esta noche, sino toda la eternidad, porque yo tampoco te dejaré ir -me incorporé y haciendo un poco de fuera abrí mi camisa, haciendo saltar los botones, sintiendo un alivio inmediato.― No te haces una idea de la forma en la que me haces perder la cabeza... ―Musité justo antes de dejar que mi lengua se deslizara dentro de la suya y besarla con fogosidad.

 

 

 

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El ver su torso desnudo, desató el cúmulo de malos pensamientos que comenzaron a generarse, desde que le beso por primera vez. Admirando la gélida piel del vampiro, no contuvo más sus ganas de rozarle con sus rojizos labios, morder con estos cada trozo que le quedará a su alcance—Vaya forma de terminar de provocarme— relamiendo sus colmillos con su lengua se quedo sentada sobre la arena, atrayendo hacia ella el cuerpo del hombre que de un momento a otro, le estaba entrecortando la respiración. Tomándole por la cintura, lo atrajo hacia ella por completo, quedando sólo a pocos metros de sus labios, lamiendo con su lengua la frialdad que emanaba de esa piel que le sacaba el aliento sin poder evitarlo.


—Tienes sabor a lujuria y eso me encanta...—elevó ligeramente sus ojos para mirarlo, perdiéndose en ese mar azul que eran ese par de gemas. Que de un momento a otro se volvieron otra adicción más para la vampiro, acariciando su espalda con las yemas de sus dedos, dejaba que sus colmillos arañaran la zona de su abdomen, mordiéndolo sin causarle el menor daño, sólo deseaba causarle el placer más grande que jamás había experimentando en su vida. El viento jugaba con los cabellos dorados de Malfoy, agitándolo dándole una cortina que dejaba sumido en el misterio su placentero accionar, ya no estaba mordisqueando su vientre, ya estaba en un área mucho más intima y privada.


Disfrutando del jadeó que escapaba de los labios del joven, no cesaría hasta hacerlo sentir plenamente amado y deseado. Su tarea era únicamente esa de momento, volverlo loco con el simple hecho de sentir su helado aliento, proclamar un sitio tan personal como suyo, volviéndose el único dueño que era capaz de causar esa clase de sensaciones con solo dejarse sentir ligeramente. Sus manos estaban acariciando su trasero, presionando ligeramente este, le estaba dando una sección de placer que parecía durar más de lo debido, pero así era ella a la hora de demostrar su amor de una forma pasional y desmedida.


Lamiendo el sudor que se había adherido a sus labios, volvió a mirar al vampiro. Subiendo poco a poco por su pecho, mordía esa zona dejando una llegara marca con sus colmillos, si conseguía plasmar alguna marca que perdurará por el resto de su eternidad, no podía sentirse más que satisfecha por ello. No deseaba marcarlo en el mal sentido de la palabra, pero si deseaba dejar una huella palpable de que el, ya le pertenecía sin lugar a dudas, volcándose sobre este volvía a tumbarle contra la arena, recostando su pecho cubierto aun por el corsé, no le privaría de despojarle de este si lo deseaba.


—Me encantas, sabes como ponerme al limite— murmuró mordiendo el labio inferior del ojiazul, para luego besarle con una pasión que encendía más y más el deseo que estaba a nada de estallar en una marea de pasión y deseo mutuo que ambos experimentaban en esos instantes. No les quedaba la menor duda de que sentían lo mismo el uno por el otro, sólo restaba concretarlo de una forma que les dejará un grato recuerdo que les acompañaría en sus sueños y sin duda alguna les haría desear repetirlo más de una vez, dejando de lado la timidez que de un momento a otro, ya no formaba parte de esa postal tan especial.


@Joaquín Granger

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¿Para qué contenerse ya? el mar con su arrullo, ya no era una distracción ahora era un amigo, un cómplice que se encarga de llevar los jadeos que la Malfoy me hacía soltar cuando sentía sus colmillos en mi helada y suave piel, rozándola con una ternura para la que no fueron ideados por la naturaleza. Ver sus hermosos ojos desde arriba, así como haber visto cómo se relamía esos exquisitos colmillos blancos como perlas admirando mi abdomen y luego lamiéndolo... No negaba que sentirme en esa situación de dominio sobre la joven, aunque fuera más que consentida, despertaba un mí un morbo poco usual, pero que me gustaría sentir siempre.

 

Sus colmillos parecían ser más rápidos que sus manos que se mantenían entretenidas ejerciendo placer en mi trasero, o quizás fueran porque estaban en la zona correcta y no necesitaban moverse de ahí. Sin embargo su boca ya había bajado a mi zona más sensible, lo que me hizo echaba la cabeza hacia atrás, admirando el cielo con los ojos cerrado, mientras en mis labios húmedos se pintaba una sonrisa cargada de fogosa excitación. No lo pude evitar, el deseo por la Malfoy me transformaba, me eliminaba todas las barreras, lograba ver lo que la gente a mi alrededor no se imaginaría del hombre clásico que era.

 

Cuan serpiente, me hipnotizó con las piedras preciosas que eran sus ojos, y fue subiendo por mi cuerpo, saboreando cada parte de mi torso helado, para detenerse en mi pecho donde dejaban ligeras marcas que desgraciadamente desaparecían por la regeneración. Creo que había sido la primera vez que odié esa facultad que tanto adoraba. Pero quedaría marcada en mi mente, y en mi alma incorpórea, y por si fuera poco, pasé distraídamente la yema de mis dedos por ahí para grabarla en mi tacto. De todas formas mis emociones por la joven me hacían tener la seguridad de que podía tener una marca así cada día, cada hora, cada minuto si fuera necesario.

 

Con la facilidad que no contaban mis enemigos en la batalla, Juv logró tumbarme al suelo como si fuera una ligera ficha de dominó, y que mordiera mi labio inferior era sin dudas algo que me encendía, por lo que ya no resistí más la injusticia de que ella hubiera podido saborear mi piel y yo tuviera que soportar el roce de su precioso pero fastidioso corsé. Respondiendo a su pasional beso, cargándolo de unas sinceras disculpas, con mis manos busqué aferrarme de la parte anterior de su prenda y haciendo una leve fuerza los broches saltaron, y la prenda se abrió, para que pudiera quitarla de mi camino. Si bien en mi juventud no fui ajeno a esa prenda, no quería reprimir ni siquiera mi actuar más salvaje.

 

—Quiero romper tus límites, así como rompiste todos los míos. Quiero sentir tu sabor a lujuria. Quiero todo de ti. —Le besé con pasión, haciendo que mi lengua recorriera cada rincón de su boca; al tiempo que mis manos se llenaba de la piel de su espalda. Tomándola finalmente por sus brazos, hice que se incorporara; necesitaba admirar la obra Divina que era si cuerpo. Mis ojos cambiaron del azul al naranja sangriento cuando una idea pecaminosa pasó por mi mente, y me las arreglé para volver a tumbarla en el suelo, y volver a recorrer su cuerpo con mi lengua, bajando de su cuello a su pecho y probando con pequeñas mordiditas el sabor de su vientre; mientras que mis manos iban subiendo de la cintura poco a poco, hasta haber tocado cada milímetro de su piel perfecta.

 

 

 

 

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—Creo que vas a romper más que mis limites—sonrió sintiendo uno de sus afilados colmillos acariciar su lengua. Las sensaciones que despertaba en ella, no podía ser expresadas con palabras o intentarlo siquiera. La frialdad de su piel estaba por debajo de los cero grados, pero extrañamente con cada roce la misma se erizaba de cuando en cuando, tal vez porque las emociones estaban a flor de piel en ambos inmortales. Su cuerpo de dejaba consentir con aquellas caricias y expresiones de amor, experimentando nuevas sensaciones que le eran francamente desconocidas. Le gustaba la forna en que todo se estaba encaminando, tornándose la noche apasionada y lujuriosa. Ella no solía dejarse llevar de primera mano por sus instintos carnales, pero algo en el vampiro tumbaba todas sus barreras de forma irremediable.
Su boca esa boca que provocaba un mar de sensaciones cargadas de deseo y desenfrenó, no le detendría por nada del mundo. Le permitiría llegar hasta la cima del cielo llevándole a ella consigo, dándole uno de los placeres más grandes que pueden vivir los seres como ellos. La frialdad pasaba a segundo plano, permitiéndose vivir un estupor cargado de adrenalina pura, deseosa de perderse en esos ojos que ahora eran dos llamas encendidas. Piras enardecidas que quemaban cada parte de su cuerpo, soltándose al grito furioso de dejarse amar sin oponer la más minina resistencia.
Tal cual el sol lo hacia con la luna, eclipsando ambos en la manifestación mas pura y legitima de un amor real que les uniría por el resto de sus eternidades. Le buscaba con la mirada, anhelante de volver a perderse en sus labios—No se te ocurra detenerte—le miro provocativamente jalándolo hacia su pecho, dejando escapar un jadeo al sentir la unión de ambas pieles en una misma, provocando una fricción que le hizo cerrar los ojos.
—Te puedo asegurar que no vas a olvidar este momento—dándole pequeños besos en los labios, se liberaba de toda prenda que existiera sobre su curvilínea figura. Era fina como el mármol, delicada como la porcelana dispuesta a ser quebrada por esa plegaria que lanzaba su corazón, entregarse por completo fundirse en un mismo ser. Pertenecerse más allá de pensamientos lujuriosos y sueños cargados de imágenes que le haría desear tenerle como estaba ahora con ella. Sintiendo una calidez que le acariciaba como las manos de un dios, le abría camino hacia el paraíso que era la parte más especial y sensible de la vampiro. Abrazándole con ternura atrapaba sus labios con un beso delicado y suave, pero no dejando de lado que sus cuerpos iniciaban una danza que al terminar les llevaría a la cúspide del mismísimo Edén.
@Joaquín Granger

 

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No podría olvidar aquello ni con una dotación de pociones desmemorizantes y un Obliviate lanzado por el mismísimo Merlín. Aquello trascendida a la memoria, era más, mucho más. Era grabar su piel blanca y perfecta en la mía en cada abrazado, era haberme colmado de sus besos hasta tal punto, que se habían vuelto mi sabor favorito, pensar en la palabra "caricia" hacía que mi piel se erizara cuando sus manos, se materializaban en mi mente, dejando su rastro en mi rostro, mientras que al considerar en morder a alguien, solo podía sentir deseos de volver a mordisquear su cuerpo.

 

En el mismo momento en que nuestros cuerpos se unieron en la danza más íntima y placentera que se podía hacer, solté una exhalación que no pude reprimir, liberándome en cada suave embestida de cada uno de mis pensamientos ajenos a ella, de mis preocupaciones, de mis estructuras. Aquello era algo que solo se captaba con los cincos sentidos y con el alma; la mente ya no tenía un papel ni siquiera secundario en aquello. Estaba desconectada del todo, ni siquiera sentía la brisa o el sonido del mar, celebrándonos, solo la sentía a ella.

 

Atrapaba con mis labios cada jadeo que escapara de la Malfoy de ojos azules y cabello rubio, no quería que se los llevara el viento, quería quedármelos para mí; tampoco quería que cesaran por lo que poco a poco fui aumentando el ritmo de mis caderas en aquella danza, hasta llegar a exhalar. De un momento a otro, abría los ojos para contemplarla tan mía y permitirme una sonrisa de triunfo y volver a cerrar los ojos, cediendo al placer carnal que ambos nos conferíamos en aquella preciosa playa que quedaría cincelada en nuestros corazones de piedra, para siempre.

 

¿Si cuando llegué aquella noche a la playa privada esperaba aquello? No, claro que no lo esperaba, si había ido con toda la rigidez del mundo a tener un amistoso encuentro casual. Supongo que ahora puedo entender lo que dicen sobre "dejarse llevar" y los grandes beneficios que traía. Abrí los ojos una vez más para ver a Juv y confirmar que no estaba en un vil sueño encantador, y aquel acto de amor, pasión y lujuria, de verdad estaba ocurriendo en ese paraíso.

 

 

 

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La danza que habían comenzando parecía no tener un final, aferrada a sus labios dejaba escapar pequeños gemidos que quedaban sometidos por su atrevida lengua devorando la suya. Sus manos acariciaban toda su espalda ascendiendo como una serpiente que busca un refugio dónde descansar, agotada de tanto reptar a causa del deseo que le brindaba tenerle sobre ella. Extraña la sensación que lograba causar en ella, aquello era una mezcla entre lujuria y deseo, amor y pasión, aunado a eso una oleada de sentimientos que le nublaban poco a poco la razón. Ya no eta dueña de sus movimientos y tampoco era capaz de frenar cada uno de ellos,, dejándose seducir por la frialdad de la piel de su amante arqueaba ligeramente su espalda.


―Deseo que pronto se repita esto―soltó jadeante como si hubiera corrido un maratón de 100 metros dentro de una competencia muggle. El sudor se deslizaba por su frente perlando su marmóreo rostro, dándole un toque mucho más angelical y seductor, enmarcado por esas gemas lapislázulis que se perdían en el firmamento, cerrando sus ojos se dejaba ir como si estuviera dentro de un tobogán, descendiendo a toda velocidad para impactar con un cuerpo de agua que provoco una explosión de adrenalina. Sus labios seguían enfrascados en una batalla de poder y deseo, empecinados en demostrar que eran los únicos que serán capaces de arrancarle suspiros profundos al vampiro. El era su adicción, vicio incurable que había infectado uno a uno sus sentidos, no existía un antídoto que le sacará esa toxina de su sistema.


Dándole vuelta a las cosas, ahora erra estaba sobre el deslizando sus labios por su cuello y pecho, arañando esa zona con sus blanquecinos colmillos. Mordiendo, mancillando cada fragmento de piel que les quedaba por delante, clavando estos ligeramente en su pectoral sintió como un poco de sangre brotaba de esa zona, succionando la misma saboreaba lo delicioso del liquido vital, perdiéndose en una marea que le arrastraba hasta lo más oscuro de sus deseos. Moviendo su cadera de forma suave y compasiva, deseaba brindarle el mismo placer que experimentaba al beber la sangre de alguna victima, arrastrándolo con ella al mismo pasaje que ya andaba desde que lo tuvo delante de ella por primera vez. Sus manos acariciaban sus brazos, sintiendo como su pecho quedaba unido al del ojiazul, creando una fricción que la hizo respirar agitadamente.


No quería que todo aquello culminará, anhelaba quedarse unida de esa forma con él para siempre―Te quiero―murmuró besando sus labios para después morder de nueva cuenta su labio inferior, aquello le sacaba de quicio y le fascinaba escuchar el quejido que emanaba de sus labios. El roce de sus dedos sobre la espalda de la rubia, gatilllaba sus ansías por aumentar los movimientos de su cuerpo, asemejándose a un barco en alta mar, siendo mecido por la marea que lo traía de un lado a otro. Soltando por un leve instante su boca, le miraba fijamente tomando su rostro con sus manos lo acunaba con ternura―e amo―quizás era demasiado abrupto decirlo, pero callarlo sería un grave error que jamás podría perdonarse. Recostando sus manos sobre su pecho, no dejaba de moverse y sentir el placer que le provocaba aquel acto, saboreando con frenesí la electricidad que se apoderaba de su interior.


@Joaquín Granger

Editado por Juv Malfoy Croft

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No podía dejar de observar a la belleza rubia bajo mi cuerpo, completamente entregada a mis movimientos, dándole, dándonos placer, un placer que parecía haber hecho revivir nuestros cuerpos perfectos y muertos. Cual íncubo sorbía todos sus gemidos y exhalaba los propios entre los labios de la joven; aumentando el ritmo poco a poco ya que no me saciaba de aquel sonido de placer desesperado. No era consciente de lo mucho que necesitaba que alguien me hiciera sentir tan bien, y nadie lo conseguiría salvo ella.

 

Por supuesto que mi estado de dominio era más que nada virtual; la Malfoy de exquisitos ojos azules y tentadores labios granate, con una facilidad que no tendría una simple humana, nuevamente tenía mi cuerpo sobre la blanca arena y ella ya estaba sobre mí. Primero sus labios recorrieron mi cuello y mi pecho, y algunas veces lo rozaban, pero en cuanto sentí la mordida y el brotar de mi sangre, no pude menos que tensarme, clavar las manos en la arena y cambiar mi soñadora sonrisa por una envuelta en lujuria. Ese tipo de cambios radicales que la mujer que ocupaba todos mis pensamientos lograba en mi sonrisa, me fascinaban. Era imposible que no deseara repetir todo aquello.

 

Aquello no era tan solo acción carnal para librarse de un deseo vacío, una necesidad humana, ya que nuestros cuerpos no gritaban como ellos. Era mucho más; mi cuerpo reaccionó humanamente porque se trataba de ella y no había otra explicación más que esa. Significaba que era un deseo por ella en particular, un sentimiento de cariño, de protegerla, de acariciarla y hacerla sentir querida, contenida, amada… Un deseo de que viera todo el pasado quedaba atrás y yo podría significar un nuevo presente. Y mi cuerpo estaba de acuerdo, por lo que hacía lo suyo para demostrarlo.

 

―También te amo, Juv ―Susurré en su oído. Palabra que llena el alma, y tanto más si uno percibe un sentimiento verdadero que logra retransmitir, pues se siente lo mismo. Este era mi caso. Volví a buscar el rostro de la joven y lentamente acerqué sus labios a los míos para besarlos, no con pasión desmedida sino con una ternura y suavidad que diera garantía a lo dicho para que no parecieran palabras vacías. ¿Que si el tiempo era poco? Para personas que tienen una eternidad de juventud por delante, y en mi caso, un pasado extenso, el tiempo era algo sin importancia. No había que guiarse como los humanos. Yo ya era consciente de que quería mi eternidad con ella.

 

Mi cuerpo reclamó toda mi atención cuando los sensuales y placenteros movimientos de la dama me hicieron alcanzar mi limite y sujetando los muslos de ella, y moviéndome yo unas pocas veces, quizás con algo de brusquedad, alcancé un clímax, lo que me hizo tensar todo mi cuerpo, para luego sentirme ligero como una pluma. Sonreí y volví a buscar esos labios adictivos para volver a unirlos con los míos. Las olas del mar y la brisa ya volvían a ser oídos, celebrando nuestro amor.

 

―Quiero que seas mía, solo mía, y de nadie más que mía, y estar juntos para siempre. ―Dije mirándola a los ojos. Se sobreentendía la pregunta «¿Quieres ser mi novia?».

 

 

 

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Editado por Joaquín Granger

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