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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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―Azul-,

 

Yo sé que cuando tú vengas, cambiará el color del cielo…”*

 

Todo era de ese color en sus días últimamente; el cielo londinense que aunque nublado dejaba ver siempre el tono más claro en el fondo, las cortinas en la nueva oficina de inquisidores en el ministerio de magia, las corbatas en su armario, el estanque en la mansión de los Granger, la cama en la habitación de Apolo, su cabello, él. A Garry no todo el tiempo le gustó ese color, habitualmente le recuerdan cosas que no le gustan; el frio, la noche, la desesperación de estar atrapado en sí mismo. Pero últimamente todo es azul, lo malo, lo no tan malo y lo poco mejor.

 

...

 

Se removió finalmente sintiendo un puñado de arena colarse por sus zapatos, seguro volver caminando a casa sería incómodo. El tirón que Apolo le había dado provocó que ambos cayeran casi de rodillas a los pies de una pila de suave arena que apenas si se ha dado cuenta de que estaba ahí. Garry no resintió el golpe claro, pero la arena en el interior de su ropa no lo hace muy feliz tampoco, igualmente no pone más atención a eso, sino más bien a la explicación de Apolo de por qué es que ahora se esconden tras una montaña de arena.

 

Asiente apenas, pero la verdad es que no entiende los motivos del Granger, pues más que buscar a Zahil, el muchacho parece interesado mejor en evitar al resto de su familia. Estando ahí, agachados, se cuestiona Garry de nuevo como es la relación entre ellos, los Granger, hacia casi nada de tiempo que el peliazul decía que era él quien más parecido tiene a Zahil, entonces tendrían que llevarse bien, ¿no? No, no se lo puede imaginar y es que, aunque realmente cree que ha conocido más de Apolo que de la vampiro con la que compartió incluso un par de misiones para la O.O. él no se los imagina ni tantito iguales.

Quizá, no ha tenido de ellos suficiente para creerle a Apolo sobre su parecido con Zahil.

 

Resignado a no terminar de entender las verdaderas intenciones de Apolo de esconderse de su propia familia, exhala un suspiro largo y se deja caer sobre la arena, con la mirada pálida puesta al cielo azul ahora. Junto a él aún puede sentir al Granger vigilando en dirección a la mansión. Se ha comenzado a explicar a si mismo las razones por las cuales tal vez Apolo no quiere que los encuentren, pues de buenas a primeras no es capaz de intuir que cosas puedan poner a su compañero tan suspicaz, ¿sería por qué estaba Garry con él? La idea le provoca que sonría inconscientemente; el que Apolo no quiera que lo vean “juntarse con él” le parece divertido más que otra cosa.

 

Sin embargo, es todo lo que Apolo no dice y más bien lo que hace, que consigue borrarle la sonrisa tonta del rostro y parece preocupar al brujo enserio. Tan acostumbrado de ver al Granger en las clases tan optimista o aparentemente con un motivo todo el tiempo, le estruja todo su interior verlo de pronto en ese estado y casi puede sentir, con solo verlo, la angustia del muchacho. De un solo movimiento se incorporó para quedar sentado y girarse en dirección a él, parece realmente sorprendido de ver a Apolo como si alejara a todo y todos de él, encerrándose en sí mismo, lo que comúnmente él hace en largos silencios, pero en Apolo es…sobrecogedor.

 

A-… ¿Tu estas…-, ¿Qué tiene? ¿Qué le pasa? ¿Qué debe hacer?

 

Rápidamente hace un repaso mental de todo lo importante que han hablado hasta ahora, "no entres en pánico"-, él no recuerda haber dicho aun lo suficiente para presionar en Apolo algún nervio importante, ¿o sí? No, quizá no encontrar a Zahil le preocupa más de lo que Garry pensó -“¿De qué estás hablando?”- apenas han comenzado a buscar. Tal vez él de verdad no quiere que el resto de los Granger lo vean con él.

 

Oh si, el secreto”-, es casi un alivio esta vez escuchar a la otra persona.

 

Garry apretó los labios con mucha fuerza y su entrecejo se arrugó tanto que luego de forzarlo dejó una pequeña marca roja en su piel. Tal parecía que apenas caía sobre Apolo el verdadero peso de su confesión, no necesita ser tan perceptivo entonces para entenderlo. Sin dudarlo, él no era el mismo Apolo que le aseguraba ser, aquel a quien hace compañía durante el quinto curso, no lo es bajo la cuidadosa mirada de Garry, que más que verlo distinto o diferente, solo lo ve ahora más completo, aun cuando ahora parece estar...roto.

 

Solo son cosas que se suman”-, asegura.

 

Permaneció en un largo silencio, ha adoptado una posición en la arena muy igual a la de su compañero, sobre sus rodillas dejaba caer ambos brazos cruzados y, a diferencia de Apolo, él no cubría su rostro, si no que perezosamente descansaba sobre sus antebrazos para que el par de extraños ojos delinearan los detalles en el perfil de Apolo. Se dedica a observar su respirar, el modo en que sus cabellos azules se agitan también y sobre todo, se detienen en esa parte de su brazo donde apenas hay un leve indicio de la marca.

 

Él parpadeó lentamente, como si esperara que cuando abra nuevamente los ojos la marca en su brazo no estuviera ahí. Y continúa de ese silencioso modo, desenredando ideas en su cabeza, que van desde lo más sencillo como es el estar justo ahí ahora y las más complejas con Apolo mortífago. Y no parecía estar importándole hasta que finalmente se da cuenta de que, con o sin marca, él es el único Apolo que Garry conoce.

 

Finalmente, luego de que parece saber mejor lo que debe hacer, dejó aquella incómoda posición y se desplazó por la arena hasta quedar junto a él. Su distancia es tan corta que puede sentir en su propio cuerpo las vibraciones que el de Apolo hace al respirar. Soltando una larga exhalación se encarga de estirar sus brazos lo suficiente para alcanzar a rodear al muchacho con uno de ellos mientras que el otro se agarra del antebrazo del mago para obligarlo a dejar aquella postura que no lo deja ver su rostro, pero más que forzarlo a encararlo, tira de él con más fuerza de la que ha usado antes para arrastrarlo completamente hasta abrazarlo a él.

 

Yo sé que cuando tú vengas, cambiará el color del cielo. Te sentirás protegido y también acompañado...”*

 

Sabes, creo que estamos en una situación parecida-, masculla con tranquilidad y sin apuro, no quiere equivocarse con él, pero la verdad es que no tiene ni idea de que es lo que debe hacer ahora. ―¿Qué pasará si se descubre que encubro a un mortífago?-, la altura del brujo, aun sentados, lo deja recargar ahora su cabeza sobre la de Apolo, y aunque le pica el mentón lo corto de su cabello, consigue acomodarse sobre él. ― Creo que ya es tarde para mí-, asegura. ―De diez a quince años en Azkaban si confieso todo ahora-, quisa lo exagera, pero la idea de estar en Azkaban es tan mala aun si solo fueran un par de meses. ―No, creo que no quiero estar encerrado nuevamente.

 

Aflojó el agarre con el que se aferraba a Apolo, solo para no incomodarlo, además de que, aunque Garry tenga habitualmente problemas para respetar el espacio personal de las personas, es solo por tratarse del Granger que esta vez es diferente. Sin embargo, por que sus largos brazos lo rodean sin problemas es que se da el capricho de estrujarlo de nuevo, solo con un poco más de fuerza, aparentemente no muy dispuesto a que Apolo lo aleje, mientras lo recuerda en el pozo, confesando ser un mortífago.

 

Esa, la “razón” por la que había llegado a la mansión el día de hoy y que parece que ambos se esfuerzan en darle más peso a eso que al sentimiento que en verdad los tiene ahí ahora. Entiende que quizá él es quien ha acorralado a Apolo a esto.

 

¿Qué te preocupa entonces, Granger?-, no tener una respuesta rápida del mago lo asusta, pero no se impacienta tampoco. ― ¿Tu familia? ¿tu permanencia como mortífago?-, Apolo pagaría sus acciones oscuras tarde que temprano, de eso está seguro, pero no dependía de Garry cobrarlas.

 

“Yo sé que cuando tú vengas, cambiará el color del cielo. Te sentirás protegido y también acompañado. Tu corazón tendrá vida al sentir mí tacto, regalado y consentido y sentirás que en tu alma las ilusiones germinan al calor de mi mirada”***

 

El cielo de la tarde es de un azul más intenso que otros días, últimamente todo es de ese color, a él no le gusta tanto, pero hoy cree que sí podría.

 

@@Apolo Granger

 

*** “De color azul”. Andrés Ma.

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La rubia saco la varita para alumbrar bien aquel lugar, puesto que estaba en uno de los lugares más oscuros del sótano, la luz artificial no llegaba del todo bien hasta ese rincón en particular, por eso le había gustado desde un principio, aquello causaba mas temor en sus prisioneros, la penumbra que no les permitía ver del todo bien sus movimientos, pero ahora le estaba jugando en contra, pues a pesar de su excelente visión, le costaba distinguir bien la runa.

 

 

- Debi estudiar runas en lugar de maestria en escobas, si volar ya sabia gruño al no saber que diablos significaba aquella inscripción en su pared.

 

 

Retrocedio sus pasos hacia la escalera, pues de repente se pregunto si aquella est****a puerta que no la dejaba pasar, no tendría una runa unida a la que estaba en la pared, si era así, eso sería el secreto de cómo salir de aquel lugar. Busco en la madera y en la pared alrededor de la entrada y ahí estaba, una runa contraria en posición a la otra, una parecía estar al derecho y la otra al revés.

 

 

 

- Tal vez si enderezo la otra- pensó, mientras regresaba a ver la otra runa. La toco con la mano e intento empujarla para un lado y otro pero esta no se movía.

 

 

Saco de nuevo su varita y pensó si tal vez lo que requería era que pasara la varita como trazando un hechizo, tal vez no era una runa como tal, sino la indicación de cómo abrir aquel lugar por medio de un hechizo. Toco la hendidura de la runa con la punta de Darkness y una vez que hubo terminado no paso nada.

 

 

 

O al menos eso creyó la bruja, pues apenas se dio la vuelta, el suelo comenzó a temblar, y la pared parecía comenzar a desquebrajarse. La rubia volteo y se dio cuenta que aquello parecía un portal y ella no quería estar ahí adentro cuando lo que sea que encerraba aquello saliera.

 

 

 

- Hay nono, no, tengo que salir de aquí dijo mientras corría con todas sus fuerzas para intentar derribar la puerta.

 

Cualquier cosa era mejor que la perspectiva de quedarse adentro. Además debía advertir a la familia. tengo que advertirles a los demás pensó mientras se estrellaba contra la puerta.

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Valeskya le lanzó una mirada asesina a su hermano, como respuesta a su comentario acerca de andar en pijama. Simplemente le costaba entenderlo, que si bien ya había dejado en claro durante cientos de veces lo mucho que disfrutaba siendo inmortal, como para que gustara de pequeñeces como andar en pijama de vez en cuando; sin dudas era un detalle más que marcaba la diferencia entre ambos Granger. Se había olvidado de Breena y la instrucción que le había dado de preguntar si alguien más había visto a Zahil en aquella mañana.

 

- El punto es que no he visto a nadie, a excepción tuya y de Breena... Incluso desconozco si Apolo se encuentra en su habitación, aunque… – Respondió tardíamente la ojivioleta mientras le daba la espalda a su hermano y se inclinaba de hombros. - Bueno, hace unos minutos escuché que alguien había tocado la puerta de la mansión ¿Esperabas a alguien? ¿A Li Xue tal vez? – Le dijo con todo el sarcasmo que pudo reunir.

 

La mirada violácea de la joven se volvió hacia el camino que habían recorrido instantes atrás: le dio algo de tristeza ver lo mucho que había cambiado la mansión. Si bien tenían planes de mudarse pronto, la última vez se había generado mucho desastre: entre la aparición de diversos entes de la dimensión desconocida (?) y toda la explosión que vino después de eso, había provocado que la mansión luciera aún más descuidada de cómo se veía a consecuencia que la falta de gente, hiciera que se viera como abandonada.

 

Algunos arreglos habían compuesto las cosas, al menos para que se mantuvieran en su lugar el tiempo suficiente, pero quizás éstos no resistirían mucho tiempo. Al enfocar nuevamente la mirada en la cocina, vio que ésta lucía mucho mejor que la sala, lo que se podía suponer que los elfos se habían esmerado mucho más en dejarla en mejores condiciones y no se quejaban, así como a los Granger, que parecía que a todos los habitantes de esa mansión les daba igual el aspecto que pudiera tener todo el lugar.

 

- Buscamos a Zahil, eso es lo que hacemos en la cocina, hermanito… aunque… - La bruja no terminó la frase, mientras le hacía señas para que siguiera. - Recuerda que la cocina no termina solo en este lugar… - Hizo un movimiento señalando hacia la puerta que daba hacia un pasadizo que pocas veces habían recorrido anteriormente. - Ya sabes, los Granger somos un mar de secretos… a voces, claro está. –

 

La joven esbozó una sonrisa malévola, mientras recordaba los calabozos y otros lugares de la mansión que de a poco iban descubriendo, aunque no siempre de la mejor manera; incluso pensaba que alguno de ellos seguramente había hecho descubrimientos por su propia cuenta y habían mantenido ocultos ante el resto de la familia. Esa era la idea que ahora albergaba ante la desaparición de su prima, así que con más seguridad se dirigió hacia el pasadizo que daba hacia el sótano.

 

- ¿Escuchas eso? – Exclamó la joven en un susurro, mientras le hacía señales al ojiazul para que agudizara el oído. Algo o alguien parecía murmurar, pero se oía en voz tan baja, que había que prestar mucha atención para poder detectarlo. - Es ahí.- Señaló hacia el sótano, mientras que el ruido cesaba.

 

La puerta del sótano se veía como cualquier otra, salvo que el grosor de la madera, la convertía en un lugar muy seguro y en compañía de un adecuado encantamiento, era un lugar excelente como para funcionar de calabozo, aparte de los que ya tenían. Estiró la mano para abrir la puerta y no lo logró, volvió a intentarlo varias veces más sin obtener respuesta: la entrada esta sellada, incluso al darle un manotazo, pudo ver que salían unas pequeñas chispas, casi imperceptibles, como si la persona del otro lado de la puerta, hubiera puesto mucho empeño en que nadie lo interrumpiera.

 

- Alohomora… - Exclamó la joven en un susurro, sin que nada ocurriera.

 

- Bueno, si no es por la buena…. ¡Será por la mala! – Exclamó mientras empezaba a patear la puerta con violencia y se dirigía hacia Joaquín. - ¡Haz algo, maldita sea! – La impaciencia comenzaba a apoderarse de ella, más cuando creyó reconocer una voz conocida. - ¿Zahil? – Se quedó quieta por un minuto, hasta que pareció escuchar la señal de que algo no estaba bien. Supuso que con la fuerza de ella y su hermano, lograrían hacer algo más que causarle cosquillas a la puerta (?).

 

No supo si se trataba del uso de la fuerza bruta, o si solo se trataba de que la magia que había impedido darles paso, al fin se desvaneciera para dar lugar a que los hermanos Granger pudieran entrar. Quiso suspirar de alivio, pero al ver que un destello llamaba la atención desde una de las esquinas del sótano, se dio cuenta de que había algo que tenía que ver con el hecho de que no habían podido derribar aquel pedazo de manera que les había impedido la entrada. Se trataba de una runa, pero de una que la ojivioleta no había podido reconocer, solo pudo escuchar el crujir de las piedras que conformaban aquella pared, las cuales se movían, como si estuvieran preparando la entrada o quizás la salida de alguien… o algo.

 

- Lo que nos faltaba… - Exclamó la Granger mientras sentía que el aire gélido parecía inundar aquel lugar. - ¿Za? ¿Qué hiciste? - Le preguntó a su prima, sin mirarla siquiera, prestando más atención a lo que estaba a punto de suceder en el sótano de la mansión.

Editado por Valeskya Granger

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El abrazo de Garry lo toma por sorpresa, lo suficiente para dejar de taparse la cara con el brazo y ocultarla en su túnica. Su comentario es tan falso como un billete de tres galeones, y Apolo tuvo que aguantarse el resoplido de indignación juntándose más al cuerpo del Ollivander. Sin embargo esta muy agradecido, agradecido de que al menos intente consolarlo a su manera burda.


Aunque sintió que lo soltaba Apolo no se alejó, sino que permaneció pegado junto a su cuerpo. Estaba claro que Garry, con vastos conocimientos en una variedad de temas distintos que lograba demostrar en las clases, no tenía ni idea de lo que pasaba por su mente. Y como podría, si apenas había abierto la boca.


No era justo con el Ollivander pedirle tanto; y es que Apolo pensaba que ya que había confesado sus más oscuros secretos no necesitaba seguir diciendo algo. Ya no estaba tan seguro, mas porque si no se comunicaba con él era difícil que pudiesen estar en la misma página. Y era lo que quería realmente, sin mentiras ni manipulaciones ni engaños.


No se atrevía a mirarlo a la cara, así que se pegó aún más a su cuerpo para protegerse de sus miradas junto a la arena.


— Creo que es todo, toda esta situación. No es así como me imaginaba que tuviésemos esta charla sobre sentimientos, si es que hubiese pensado en que esta situación ocurriría realmente.


Dio un largo y hondo suspiro, contando los granitos de arena que se habían pegado a la ropa de Garry.


— Supongo que estoy confundido sobre lo que siento, y sobre lo que me estoy permitiendo sentir. Me aterra la idea de… de que decidas que ser Mortifago es la única cualidad mía que importe, y te bases solo en esa decisión para hacer alguna acción.


Se separó de él suavemente, como si intentara no hacerlo sentir rechazado. Pero necesitaba respirar a medida que hablaba para que la voz no se le quebraba.


— Nunca me imaginé que realmente me gustabas. Siempre imagine que solo me caías bien y me gustaba dar clases contigo, pero porque siempre te veía enfocando tu atención en mi o en los alumnos. Luego te veo en la cámara de los secretos…


No quiso mencionar nuevamente el beso con su alumna, pero dejo que Garry completara la frase en su mente.


— Y me preocupa que puede salir de esto. Porque lo que quiero puede no ser lo más sensato, y tampoco sé que es lo que tú quieres realmente.


Se puso de pie de la arena y se sacudió con toda la tranquilidad que pudo antes de tenderle una mano al Ollivander para que se levantara.


— Así que ya sabes que soy Mortifago, que no dejare de serlo por lo pronto, y que me gustas Garry. Que es lo vas a hacer tu con toda esa información. Eso es lo que me interesa saber realmen…


Dejo la frase a medias por segunda vez, porque aunque lo había estado mirando fijamente escaneando con la mirada, se dio cuenta de algo no marchaba bien. Tenía mucho frio, pero no soplaba el viento realmente así que no se percató hasta que bajo de golpe, congelando completamente el lago como si de un encantamiento se hubiese tratado.


Se afirmó a Garry mientras el suelo se movía, y las rocas bajo la arena artificial que había construido Apolo empezó a desvanecerse como si se la hubiese empezado a llevar un viento invisible. Fuera lo que fuera que había bajo el lago, Apolo lo había tapado hacía muchos años, pero ahora parecía estar luchando contra la tierra por volver a ver la luz del sol.


Se apartó lo suficiente tirando de Garry mientras las rocas seguían moviéndose, pero era como si todo el terreno de la mansión estuviese agitado. Fuera lo que fuera que estuviese ocurriendo, tenía que venir de la Mansión, así que Apolo intento moverse a pesar del terremoto que sentía que estaba ocurriendo, agitando los brazos para equilibrarse.


— Algo está pasando en la Mansión, esto no es normal. ¿Nos están atacando? — preguntó con voz vibrante.


Le echo una mirada enojada a Garry, como si sus sospechas ya se estuviesen haciendo realidad y el tuviese la culpa de lo que ocurría.

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Sobre su humilde Barredora de segunda mano, Harriet Granger recorre la calle principal de Ottery St. Catchpole, volando apenas un metro por encima del suelo. Dentro de su mochila está acomodado Wyatt, su jarvey mascota. Lo más probable es que esté durmiendo, pues tiene un buen rato sin hablar. Durante ese rato de silencio, reflexiona que es extraño estar tan lejos de Hogwarts y Hogsmeade; siente que su vida está ahí, en ese castillo donde siempre hay un nuevo camino que tomar, una nueva travesura que hacer. Para la hija de una muggle y un squib, muchas veces es difícil encontrar un lugar en la comunidad mágica, pues casi no tiene lazos con éste y construirlos es casi imposible.


Casi.


«¡Y ahí va nuestra sangre sucia favorita, a la mansión de su familia en el pueblo mágico!», recita para sus adentros, haciendo de narradora de su aventura del día. Es una cosa que le gusta hacer, cuando está ensimismada. Lo imagina como si fuera la protagonista de un libro de aventuras que, además, ella misma es capaz de escribir. Por supuesto, sabe que es una estupidez, una cosa infantil. Está segura de que podría resistirse a una maldición imperius con tal de reconocer que juega con frecuencia a esa tontería.


«¡Y ahí está la mansión Granger, el hogar de la familia de la gran Hermione Granger!». Para ponerle más emoción, imagina el vitoreo de quiénes animan a la heroína en su aventura. Retirada tras una barda de vegetación, se levanta la mansión blanca. Bueno, no es el castillo de Hogwarts, pero es mucho más grande —y seguramente mucho más lujosa— que su hogar en Bath. Además tiene un amplio jardín de césped cuidado y muy vivo, y sólo algunos árboles dispersos; un buen lugar para unos partidos de quodpot, si es que alguien ahí conoce ese juego.


Harriet salta de la Barredora y se echa a correr hacia la mansión... pero algo la hace tropezar.


—¡Me lleva el demonio! —se queja Wyatt, cuando la mochila cae al suelo.


—¡Disculpe, su majestad! —replica Harriet, que intenta librarse de aquella enredadera que tiene atorada en el tobillo. ¿Cómo pudo haberse enredado con ella? Mientras tira de su pierna, sostiene en la diestra su varita de haya, intentando apuntar a la planta para cortarla. Pero es muy difícil; cada vez el agarre es más fuerte y ella se desespera más. Podría jurar que es como si la planta se moviera...— Ah, sí soy tonta —se ríe, sacudiendo la cabeza, y agita la varita mágica para que salgan unas llamas azules.


Por fin, el lazo del diablo retrocede y ella se pone de pie. Se sacude la tierra y los restos de césped de sus vaqueros y su suéter azul, para entonces hacer que Wyatt vuelva a entrar en su mochila.


—Voy a tener que hacerte un encantamiento silenciador, rata fastidiosa, o me van a echar a patadas de este lugar...


Apenas se ha adentrado en los jardines, cuando vuelve a tropezarse y Wyatt vuelve a recitar insultos que, honestamente, no tiene idea de dónde habrá aprendido. Sin embargo, ésta vez es diferente. Bajo ella, el suelo tiembla y está segura de que puede escuchar cómo la mansión se estremece; sin embargo, en la calle, no hay personas alteradas. ¿Puede ser que un temblor afecte sólo a una pequeña fracción de tierra?


«Parece que nuestra querida y valiente sangre sucia se ha metido en problemas... como es habitual».

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Se ha quedado un momento más sentado sobre la arena, observando los movimientos suaves que Apolo hace para sacarse la arena que le queda aún encima de sus ropas. Es de pronto que Garry se da cuenta de que no lo está escuchando bien, y es que luego de oírlo hablar de lo que siente por él (o que cree que lo hace), es que cae en cuenta de que su cerebro se ha quedado en pausa. “No trates de procesar esto a un nivel emocional”-, se repite un par de veces ahora. Que útil podría haberle sido la advertencia…quizá algunas semanas atrás, antes de correr tras el mago y acorralarlo en un pasillo para desquitar, a su modo, el cumulo de cosas que ya había provocado, que aunque prematuras, resultaron ser lo suficientes para llevarlo hasta ese momento.

 

Hoy en cambio, hace a un lado ese pensamiento con agobio.

 

Por supuesto que para entonces; el que Apolo se mantuviera firme ante su postura mortífaga no habría tenido tanto significado para él como esta vez. Quizá es porque se habría mantenido tranquilo hasta ahora, tratando de no sobrellevar esto de manera equivocada, aun cuando está tan cerca de él, aun cuando sabe que se va a equivocar y cuando sabe que no debería confiarse tanto.

 

Ruidosamente, toma una larga bocanada de aire, el movimiento le ayuda para disimular el escalofrió que le provoca el resumen de Apolo. Por un breve instante solo puede verse reflejada su preocupación en un gesto que no le dura mucho; en el brazo que el Granger le tiende para ayudarlo a levantarse tiene la marca pintada, como si con ella reafirmara por él todo lo que ha dicho hasta ahora. No puede saber toda la historia a detalle de cómo llegó ahí, pero a Garry le provoca querer rascar en su propio brazo, como si tratara de sentirla ahí también en él.

 

¿Qué debería decir o hacer él ahora? Se remueve en sí mismo antes de tomar su mano y poder levantarse, se cree ridículo por sentirse como si fuera él uno de esos tantos críos que llegan al callejón Baker para consultas aburridas de índole idílica. Que malo, si tan solo se hubiera tomado la molestia de escuchar lo que Evans les ofrecía como ayuda, quizá algo de todo eso podría servirle ahora.

 

Apolo,-, es difícil articular, más que otras veces, las palabras sea amontonan en su garganta y ninguna parece querer salir. ―Yo no…-, el crujir que hace el agua del estanque al congelarse interrumpe lo que cualquiera de los dos tratara de decir luego.

 

Rápidamente el entorno que los rodea comienza a cambiar bajo lo que parece un encantamiento, uno que a primera impresión no puede reconocer. En un principio hubiera pensado que esto había sido provocado por Apolo, y que por esa razón es que lo ha llevado tan lejos de la mansión, sin embargo, el fuerte temblor bajo sus pies y los intentos del mago para alejarlo de aquel efecto que desvanece todo lo que está cerca del lago, no lo dejan sostener esa idea por mucho tiempo. Aun a la distancia se puede escuchar como en la mansión los muros crujen, como si algo fuera a estallar ahí adentro, inclusive, algunas ventanas de los pisos más altos ya habrían estallado ante el movimiento.

 

Chasqueo la lengua cuando el ardor en la palma de su mano es demasiado fuerte, cuando la sostiene con fuerza pare revisar mejor, el sello del manzanillo de la muerte parece que va a pelar tan profundo en su blanca piel que lo fuera a atravesar. La atención de Garry esta entonces puesta ahí, mirando la maldición tan fijamente como si esperara que de pronto le hablara para decirle lo que está pasando, pero finalmente es Apolo quien pregunta por un ataque lo que lo alarma y consigue su atención. "¿Un ataque?"-, la idea lo congela fracción de segundo antes de siquiera podérselo imaginar, y con esa misma impresión volvió la vista hacia el mago, por el modo en el que lo mira ahora, Garry supone que tiene un problema con el Granger de cabello azul.

 

¿Y si los demás siguen adentro?-, ¿Por qué lo estarían? Si el techo sobre ellos se ondeara de aquel modo está seguro de que cualquiera que estuviera adentro buscaría salir, sin embargo, esto no era un siniestro natural, había demasiada magia involucrada, ¿tendría que ver esto con la desaparición de Zahil?

 

Es esta vez él quien se acerca al mago para sostenerlo del brazo antes de dejar el lago atrás y aparecer en los patios delanteros de la casa, a algunos metros de la entrada principal. No puede aparecer en otro sitio porque en primera no sabe si Apolo quiera entrar a buscar a los otros Granger y, en segunda, porque no se cree capaz de recordar otro lugar en el interior de la mansión, que no fuera la habitación de Apolo, para hacer una aparición más sencilla.

 

Por lo tanto, esta vez no tiene problemas para materializarse junto a Apolo y al soltarlo lo primero que es capaz de notar es a la muchachita que aún se encuentra en el suelo, seguramente por el temblor. Garry arrugó el entrecejo un instante, con confusión mientras la escudriña mejor, antes de compartir una mirada breve con Apolo, el rostro de ella le resulta familiar, pero espera en Granger alguna señal que le indique que él sabe mejor de quien se trata.

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Miro a sus primos desde el suelo donde había ido a dar cuando la puerta había cedido, por la fuerza o por lo que sea, pero estos miraban hacia adentro del sótano por lo que no contesto a la pregunta de su prima y se levanto en un parpadeo. Miro también hacia adentro y se dio cuenta que la pared donde había estado la runa no solo se había roto sino que brillaba y muy fuerte.

 

- no hice nada, salvo tal vez tocar una runa con mi varita...- dijo mientras otra onda gélida los atravesaba a ellos y al resto de la casa, de reojo se percato que la poca agua que había en el lavabo de la cocina parecía comenzar a congelarse. Las mascotas de sus hijos y los animales que ella tenia para si misma, parecían inquietas, podía escucharlos en el patio. De pronto no solo el suelo se estaba moviendo sino también el techo parecía crujir sobre ellos. Que demonios había pasado.

 

- no quisiera alarmar a nadie, pero sera mejor sacar a los niños de la casa - dijo mirando hacia el segundo piso donde sus hijos solían pasar la mayor parte del tiempo cuando no estaban con su padre. Apenas los había mencionado, dos pares de ojos, unos azules y unos verdes se asomaron por la escalera. Sus hijos y ella siempre estaban conectados - chicos, saquen a todos de aquí, vayan con su tío Elvis.

 

Supuso que su primo no tendría problema en que los primos se llevaran a su hijo a buen resguardo, aunque ni siquiera lo pregunto, no quería perder tiempo y aquello que salia de su sótano le daba muy mala espina, ya no escuchaba a las mascotas de la casa tampoco, los elfos seguramente también los habían resguardado.

 

- tal vez deberíamos salir de la casa...- dijo fingiendo tranquilidad aunque todo le decía que saliera corriendo sin mirar atrás, al parecer tendrian que mudarse antes de lo previsto.

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No entendía cual era el problema de Valeskya de que anduviera por la casa en unos cómodos pijamas, no eran unas trusas y cuerpo pelado (?) era un digno pijama que cubría todo, y por si fuera poco, un salto de cama, además desde mi punto de vista, aquel conjunto era bastante más recatado que la moda que usaban algunos hoy día en el mundo muggle al menos. Daba gracias porque el Mundo Mágico todavía mostrara cierta reticencia a los cambios de tendencias en la moda de aquellos que no estaban dotados con el don de la magia.

 

-Naturalmente -comencé a responder con sequedad- no podría esperar a nadie en pijamas. Se cae de maduro, hermanita. Y no entiendo tu obsesión con esa chica, si no vino en forma voluntaria la primera vez, ¿por qué lo iría a hacer ahora?

 

No negaba que recordaba a la joven de forma frecuente, ya que sin dudas era una persona bastante asombrosa. Me daba cierta pena que su afán por la honradez y hacerse cargo de sus propios demonios la haya llevado de nuevo a China y esta vez no pudiera escapar del destino que tuvieran sus padres para ella. Nada que yo pudiera resolver. Le había dado las oportunidades, ella rechazó mis ofertas y yo prometí no interceder, y como hombre de palabra que era, cumpliría con aquello. Que mujer tan necia...

 

Dejando aquello de lado, devolví mi concentración al asunto que nos concernía; Zahil y su desaparición. No podía dejar de reconocer que no había pensado en el sótano, pero bien sabía que la bruja bicolor había pasado gran parte de su tiempo libre ahí abajo con distintas víctimas. Me agradaba Za, posiblemente estuviera en aquellos menesteres y no quisiera ser molestada, tan solo querría reservarse sádicos placeres para ella sola y no compartir con la familia. No la juzgaba por ese egoísmo, a mis ojos, más que permitidos.

 

Bajando por el pasaje al sótano, y antes de que pudiera protestar de que debíamos dejar a la matriarca en paz, Valskya me llamó la atención para que afinara el oído y pude escuchar un murmullo. Para mí aquello no era nada concluyente, pero Valeskya parecía decidida a entrar en aquella húmeda habitación y yo no se lo iba a impedir; pero había algo o alguien que no quería darle paso, y por mucho que intentara, la joven de cabello y ojos violetas abrir la pesada puerta que ocultaba tantos secretos, aquella no se abría, ni se abrió ni siquiera con el Alohomora.

 

Ya sin ánimos de discutir que hubiera sido más efectivo volar la pared o de una optar por el finite incantatem, comencé a empujar la puerta con todas mis fuerzas, mientras aquella soltaba chispas furiosas, decidida a no dejarnos paso. Pero tras un haz de luz que apenas se notó y antes de que pudiera comentarlo, la puerta se abrió para revelarnos la vista del interior: Una Zahil que no sabía muy bien en que lío se había metido, una pared que ya no estaba, y una especie de portal mágico del que no se estaba seguro si debíamos entrar o aguardar a que algo saliera para matarnos.

 

Una ola de viento gélido atravesó toda la estancia y se expandió de forma silenciosa pero implacable. De repente el goteo del grifo de la cocina no se escuchó, los animales que hasta hacía un momento estaban inquietos, tampoco se escucharon y en cambio, yo lograba sentir una brisa arremolinada gélida que parecía ir congelando las cañerías de la maltratada mansión y no solo aquello, al darme la vuelta pude comprobar que las bisagras de la puerta seguían la misma suerte. Había que resolver aquello antes de que siguiera la próxima oleada.

 

-Tienes razón, prima -asentí y al darme vuelta estaban los niños de ella.- Hola chicos, -saludé con una pequeña sonrisa.- Llévenlo con ustedes, -asentí, aunque ya estaban obedeciendo a su madre.

 

Antes de que pudiera pensar un plan mejor, otra oleada nos asaltó, esta no solo era helada sino que tenía olor a tierra húmeda y maltratada y a los pocos segundos, unos tallos espinosos color hielo, se empezaron a extender por entre las uniones de la piedra del castillo y subían cuan enredadera, aferrándose a lo que tocaran, y pronto unas rozas azules comenzaron a florecer. Se veían realmente preciosas pero no había que ser muy inteligente como para darse cuenta que tocarlas sería un problema mayúsculo.

 

-Bien, chicas -dije desenvainando la varita- ¿Iremos a buscar ayuda, esperaremos que salga algo, o entraremos a cortar esto, de raíz?

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Apolo sintió el lago resquebrajarse mucho antes de verlo, ahogando cualquier respuesta del Ollivander. Si tenía que ser justo, Garry no había salido de su vista durante toda la mañana, y fuera lo que fuera tenía que ser extremadamente potente para deteriorar los fundamentos mágicos de la Mansión. Más bien era como si su propia propiedad se estuviese retorciendo con ellos en ella.


Si hubiese tenido que adivinar hubiese pensado que tenía Dementores cerca, pero mientras avanzaba viendo algunos vidrios romperse, se percató de que no sentía la presión seca en el pecho que venía con ellos. Al aire libre era difícil asustarse por el temblor, así que haciendo acopio de valor siguió moviéndose. Esperaba que fuera que estuviese en la Mansion saliera cuanto antes, antes de que le cayera encima.


― Espero que no ― musitó Apolo más para si mismo, cuando Garry confirmo sus pensamientos acercándose a él.


Apolo no se dio cuenta que habían desaparecido hasta que ya había aterrizado en la parte frontal. Se apresuró a mirar en todas direcciones esperando ver la cabellera platinada de Valeskya o el rubio de Zahil asomarse pero en su lugar encontró a una desconocida, mirando la Mansion con la misma aprensión que Apolo la miraba a ella. ¿Era ella la que estaba causando esto? No parecía probable realmente, pero tampoco tenía tiempo para corroborar nada.


¡Insiridiarte! espetó rápidamente apuntando a la puerta abierta.


No se atrevio a entrar, por lo que su breve impulso en dirección a la entrada de la Mansión lo hizo frenar en seco. Motitas de polvo y escombro le cayeron encima mientras agitaba la varita desenfrenadamente, creando una aurora amarilla alrededor de las paredes y el techo. No estaba seguro si habría alguien adentro, pero no podía dejar que la Mansión se derrumbara así como así. El peso combinado de la estructura hizo que terminara arrodillado en el suelo, sintiendo como toda la Mansión parecía vibrar aun.


― Uff… ¡Algo de ayuda! ― espetó, ahogándose en su propia respiración.


Fuera lo que fuera que estaba atacando a la Mansión, estaba soltando oleadas de frio polar, que aparecía cada tanto del interior de la mansión. Los brazos se le congelaron cuando la primera lo golpeo, tan visible gracias a los fragmentos de hielo en el aire que se quedaron en su ropa. No sabia cuanto soportaría, asi que intento gritar esperando que alguno de sus familiares lo escuchara, pero ocupaba todo el esfuerzo que le quedaba en mantener en pie la estructura de su hogar.


― Sain... ― dijo Apolo bajando un poco el brazo.

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Los pálidos ojos del brujo seguían puestos en la persona frente a ellos, le extraña que en un momento así aparesca de pronto un personaje desconocido, aunque bueno, siendo honestos, parte de la paranoia era sospechar de cualquiera. Detrás de ellos las maderas de las vigas y paredes de la casa aún se quejan, a pesar de que el temblor es menos intenso que en un comienzo. Garry apuntó con su varita a la joven bruja que tienen de frente, Apolo no ha dicho nada con respecto a ella, por lo que en un intento de conectar ideas le cuesta creer que esta persona tenga algo que ver con lo que en el interior de la casa ocurre. De igual forma interroga.

 

¿Qué haces aquí?-, pregunta finalmente con desfachatez sin dejar de apuntarle. Nuevamente arrugó el entrecejo mientras se encaminaba lentamente un par de pasos hacia ella. No tenía la pinta de haber provocado algo tan grande para derribar la mansión de los Granger, en realidad, ni si quiera podía localizar en ella algún objeto mágico a simple vista, ¿tendría que preocuparse más por ella entonces?. ― ¿Quién er…-, antes de que pueda terminar de formular la pregunta el estallido en la entrada de la casa lo alarma, y volviendo hacia tras se da cuenta de la nueva posición en la que se encuentra Apolo, si se le preguntara; Garry comenzaría a juzgarlo más como un muchacho escurridizo. Aun en el límite del lumbral puede verlo lanzar encantamientos para sostener los techos y los muros en su debido lugar.

 

Maldición-, se quejó entre dientes, antes de cambiar su varita de mano y volver la atención a la bruja para estirarle el brazo y ayudarla a levantarse del suelo, su modo no es el más cordial, pero tampoco es brusco con ella. ― Ahora ven conmigo-, casi ordenó antes de girarse en dirección al hogar de los Granger y encaminarse con paso firme a la entrada, no se asegura de que ella lo siga, en realidad su mirada esta fija en Apolo, como si tuviera el presentimiento de que si lo apartara de su vista, aunque sea en un parpadeo, al abrir los ojos nuevamente él ya no estuviera ahí luego. La túnica del uniforme de inquisidor solo convertía el ya extraño momento en algo más teatral, ondeándose tras él luego de cada oleada de frio viento que provenía desde el interior.

 

La distancia entre ellos y hasta donde se encuentra Apolo no es mucha, pero tiene la impresión de que a cada paso que hacen por cortar la distancia la casa amenaza entre ruidosos crujidos romperse en mil pedazos. Decirle a Apolo que deje de lado tal aparente inane labor de mantener todo en su lugar, o solo no intervenir, por supuesto que sería más sencillo, sin mencionar que requiere de menos esfuerzo de su parte, pero él no puede solo quedarse ahí y ver la mansión caer sobre los esfuerzos que Apolo hace. Una vez que lo entiende mejor detiene sus pasos bruscamente y casi con frenesí sus ojos observan el entorno que envuelve a la mansión. Sobre esto es que pega media vuelta para alejarse nuevamente de la entrada mientras rebusca entre sus cosas, además del arma mágica, un viejo cuadernillo.

 

Esta varita te muestro, alumbra su nombre para que solo yo intuya tu magia-, se ha dejado caer sobre sus rodillas frente a la mansión, colocando el grimorio sobre la tierra y apuntando con la varita para dar con la página que necesita. Con dos de sus largos dedos ablandó en el suelo de tierra un agujero de aproximadamente una pulgada y media de profundidad, y con cuidado y determinación enterró una fracción de la varita. ―Que así sea...-, la mano libre, la izquierda, donde el deformado manzanillo de la muerte arde con intensidad, la colocó sobre la página abierta del libro antes de que sus ojos comenzaran a brillar de un vibrante color tan ardiente como el del magma. ―Gaea; hago este encantamiento para que te conviertas en mi poderosa aliada-, y conjuró.

 

El temblor bajo sus pies comenzó a reanimarse nuevamente, solo que los movimientos eran distintos, como si algo por debajo de sus pies comenzara a retorcerse y moverse a lo largo de los extensos terrenos de la familia Granger, y así fue hasta que, por debajo del perímetro de la mansión, el suelo comenzó a abrirse para dar paso a grandes y frondosas raíces de pino salado, del mismo árbol del que estaba fabricada su varita. Rápidamente crecieron y se enredaron en los pilares que sostenían la estructura base de la mansión, no parecían soportarlo todo, pero Garry estaba seguro de que lo harían y si no, al menos no todo se vendría abajo, además de que les daría más tiempo para intentar algo. La madera crujió nuevamente cuando la casa terminó de enraizarse en sus viejos cimientos.

 

No es la primera vez que utiliza este conjuro, últimamente en los terrenos de Ollivander hay más oportunidad de hacerlo, pero si era honesto nunca había hecho algo tan grande como esto, así que le cuesta solo un poco más de la cuenta volver a ponerse de pie, desenterrando cuidadosamente a su vez la varita de la tierra y agradecido de que no se fracturara siquiera luego de pedirle tanto. Aún no termina de recuperarse, pero nuevamente intenta acercarse a la mansión, a pesar de que un viento agresivo los sacude con fuerza, no era el primero, ya había visto a Apolo contraerse ante aquella helada ventisca, aunque por la distancia y tal vez su condición él no lo habría sentido como ahora.

 

Cuando alcanza finalmente el umbral para adentrarse puede ver como algunas ramas de la raíz que ha invocado parecen helarse, por lo que supone que por más resistente que pudiera resultar su hechizo, lo que sea que había en el interior de la mansión era mucho más fuerte.

 

Con buen ritmo en sus pasos llego finalmente hasta con Apolo. La túnica se escuchó nuevamente abandonándolo y colocándose sobre los helados hombros del Granger para cubrirlo. Garry apenas si se detuvo a observarlo, no era tan necesario, él había sentido aquel frio viento también, pero su condición semihumana era una ventaja y aunque a él nunca le ha gustado el frío, cree que por lo menos puede soportarlo más que Apolo. Aun así se planta frente a él para inspeccionarlo mejor, habría restos de helada aun en sus ropas y la piel de su rostro ha comenzado a adoptar un ligero color violeta que preocupa al brujo por un momento. Colocó sus manos a los costados de su rostro y apretó apenas sin mucha fuerza.

 

Así está mejor-, es quisa demasiado serio cuando habla, pero parece satisfecho por ver a Apolo recuperar el calor, y le observó un poco más, como si estuviera comprobando alguna teoría que lleva rato queriendo entender. Luego de eso, lentamente se apartó. Ha comenzado a satisfacerle el ser demasiado cuidadoso con él.

 

Aun puede escucharse la casa crujir, Garry no está seguro a estas alturas si es la madera sobre ellos rompiéndose o el gélido viento que va congelando a su paso, lo que fuera, era mejor seguir. Se adelantó a Apolo un par de pasos, con la mirada inquisidora evaluando su alrededor, en su mano el sello arde con más intensidad, como si le advirtiera hambrienta de un cumulo poderoso de magia que se arremolina en algún rincón de aquel hogar, sin embargo, de algún modo el brujo aun parece bastante tranquilo. Sin decir nada esta vez vuelve a compartir una mirada más con Apolo, casi parece querer sonreírle, pero no lo hace y en cambio vuelve a darle la espalda para lanzar de tres a cuatro encantamientos seguidos para dar con el paradero de alguna persona cerca o dentro de la casa.

 

Solo redirecciona sus pasos siguiendo el rastro que ha dejado el encantamiento revelador cuando cree tener una respuesta favorable.

 

Están... ¿todos juntos?- farfulla, más para sí mismo que interesado en si es escuchado por Apolo o la otra chica, a la cual le ha perdido la pista y en realidad no sabe siquiera si está con ellos.

 

De pronto el brujo pudiera dar la impresión de que se encuentra bajo algún estado hipnótico, atraído tal vez por la maldición y lo que fuera que los Granger hubieran despertado en ese momento, por el modo en el que se mueve a través de la casa como si fuera una cautelosa criatura que busca algo para saciar su avidez. Y continúa de ese modo, con pasos más animados a los acostumbrados a él hasta llegar finalmente a donde se encontraban el resto de los Granger. Su mirada se avivó nuevamente con un intenso color, mientras reconocía a los demás presentes y lo intentaba igual con lo que fuera que provenía de la puerta frente a ellos.

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