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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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-Shanghái... -dije pensativo,- la ciudad más poblada de China, y una de las más poblada del mundo, con más de veinte millones de habitantes. Tiene unos rascacielos impresionantes, y recuerdo que me gustó el "Templo ciudad de Dios" y aquellos jardines cercanos, los jardines Yuyuan. Sin dudas, Ottery es más tranquila que cualquier parte de aquella tumultuosa ciudad. -Asentí al comentario de la muchacha.

 

Todo transcurría con tranquilidad desde que el niño había decidido pelearse con el elfo por la comida del gato. No me molestaba que fuera demandante con aquella criatura que encontraba honor en cumplir los deseos más ridículos, demandantes y comprometedores de sus dueños. En lo que a mi respectaba, ese elfo era tanto mío como de mis hijos, hasta que consiguiera alguno propio para ellos, aunque no sería hasta dentro de varios años, de mientras, podrían practicar su mandoneo con el mío.

 

Con mis piernas cruzadas y mis manos con los dedos entrelazados sobre ellas, observaba discretamente y no tanto, a la joven que había sucumbido ante mí. Observaba su interior, lo que había más allá de su verdaderamente falsa y forzada sonrisa. Tras sus bonitos ojos negros veía una densa niebla cargada de temor, una guerra entre liberarse de mi control y obedecer lo que le ordené. aquello resultaba muy interesante, muy pocas veces vi alguien que se resistiera tanto. Claro que muy pocas veces había tardado tanto en hacer lo mío.

 

-¡Ah! -exclamé y reí.- ¡Ya veo por qué escapaste! una decisión sabia, una decisión sabia. Verás que aquí hay tantas libertades que asusta. -finalicé con una enigmática sonrisa.

 

La joven no finalizó al responder la pregunta que yo le hice, sino que por el contrario mostró interés por mi situación familiar. ¿Debía responderle con sinceridad o inventarle alguna historia interesante? La miré de lado unos segundos y volví a sonreír. Daba igual si le decía la verdad o no, de cualquier forma, podría hacer que olvidara lo que le dijera, o hacerla desaparecer a ella.

 

-Mis hijos me mantienen aquí, es lo mejor para ellos. Yo ya tuve un par de siglos de aventuras, estoy satisfecho -respondí con sinceridad- Además, hay personas de mi pasado que debo conocer para culminar muchos asuntos, y mucho me temo que este es el lugar idóneo para que nos encontremos. -Finalicé clavando la vista en la joven y me relajé nuevamente.

 

Al pensar en las madres de mis hijos, más bien al pensar en una de ellas, una profunda nostalgia me invadió. Solo una persona en los siete años que llevaba en aquella pequeña comunidad había logrado llegar a lo más profundo de mi corazón, y había dejado la vara demasiado alta para las demás que lo intentaron. Fueron una encantadora novedad, pero con el paso del tiempo no pudieron más que arrancarme varios bostezos.

 

-Selene, la madre de Helena, es mi amiga y mi socia en el local de varitas. Fue mi novia mucho antes de que naciera nuestra hija, pero simplemente no funcionó. -«Se esmeró tanto en alcanzarla, que resultó insoportable»- Sin embargo tiene dinero y prestigio, me ha ayudado mucho -No tenía reparos en confesarle a la asiática que me mantenía cerca de la Dumbledore por interés. Reí y continué, no sin antes ver y corroborar que Seishiro no escuchara- En cuanto a la madre de Seishiro... -cerré los ojos un momento y continué con una voz casi susurrante,- ya no está entre nosotros. Yo cuido del pequeño prácticamente desde que nació. El niño es su viva imagen -«salvo por sus ojos...»- Lo cierto es que esa mujer tuvo en mi una influencia comparable con la que ejercen mis niños en mí. -«Y perdura hasta nuestros días».

 

Una sonrisa cargada de pesar asomó por un momento en mi rostro, pero la dominé para que desapareciera casi al instante. Ahora la chica sabía y había visto cosas que no le correspondían; debía olvidarlas si decidía que iba a salir de allí... Un bostezo infantil llegó a mis oídos desde la habitación continua. El momento de decidir estaba cada vez más cerca, el tiempo de aquella amena charla de amigos entre desconocidos dependía del sueño de un niño de seis años, y las posibilidades de escapar de la joven dependían de que siguiera captando mi atención.

 

-Disculpa -continué con una risita, como si nada- algunas veces puedo resultar más humano de lo que me gustaría que se viera.

 

 

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Por un momento me sorprendió escucharle hablar de mi ciudad y mi mente divagó unos segundos en busca de antiguos recuerdos. Parecía ser cierto que aquel joven había visto mundo y me pregunté si tal vez debiera ver algún otro país antes de volver a China. El ojiazul comentó que comprendía la decisión que había tomado de huir, me preguntaba que pasaría si su hijo se volviese rebelde y decidiese hacer lo mismo.

 

Me dispuse a tomar otra galletita, pero detuve mi mano a tiempo, estaba perdiendo los modales, no entendía a que venia el impulso de comer tanto. Tal vez tuviese que ver con la disputa interna que se estaba llevando a cabo en mi mente. Como había dicho, los occidentales tenían muchas costumbres distintas, y no estaba al tanto de todas, me preocupaba estarme excediendo en confianza.

 

Hasta ahora el Granger se había mostrado cómodo y amable y parecía interesado en contarme parte de su pasado familiar. Escuchaba con atención sin quitarle la vista de encima, mientras relataba la situación que tenia con sus ex parejas, parecía no haber tenido ninguna suerte en este ámbito y para colmo ahora le tocaba lidiar con dos hijos.

 

Busqué con la mirada al niño, pero ya no lo tenia a la vista. Tal como había dicho, era evidente que el pequeño había salido a su madre, la cual parecía que tampoco debía ser humana del todo. Los recuerdos de aquella mujer parecían atormentar a mi anfitrión, el cual intentó por todos los medios no mostrar el dolor que aun le causaba la perdida de aquella.

 

-Oh, siento mucho tu perdida, debe ser difícil para ti y Seishiro -Me mostré apesadumbrada y comprensiva, aunque en el fondo me importase realmente poco sus sentimientos. -Hablando de eso...-Continué no con cierto temor- ¿Que se supone que eres?

 

Su influencia en mi había impedido que ahondase en ese tema, pero era algo tan real que hasta mi lado hechizado tenia curiosidad por saber. Ese tema despertaba en mi el deseo de escapar de allí, tomar la varita y enfrentarme a mi captor. Cerré los ojos por un instante y fruncí el ceño, mientras ipeleaba por retomar el control de mis acciones.

¿Que es lo que me has hecho?! -Pregunté de manera intempestiva y sobresaltada.

Aquella pregunta llevaba encerrada desde que habíamos salido de la cafetería. No sabia como pero mis labios la habían formulado sin que yo se lo ordenase. En aquel momento tenia las manos cerradas y rígidas al igual que sentía todo mi cuerpo en tensión. Busqué con la mirada mi bolsito el cual se encontraba depositado en el sofá a pocos centímetros de mi y escuché el deseo tomar la varita, pero me era imposible cumplirlo.

Había sido fácil escapar de casa, pero no era tan fácil escapar al control mental que ejercía sobre mi.

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  • 2 semanas más tarde...

No había ya rastro de mi hijo o de su atormentada mascota, afiné el oído un segundo, sin dejar de prestar atención a la invitada, para discernir donde se encontraba aquel. El sonido estaba amortiguado por una construcción superior considerablemente gruesa y varias paredes de igual calidad; aunque la risa pude escucharla claramente, no estaba cerca; sin miedo a equivocarme podría asegurar que estaban en el penúltimo cuarto del segundo piso, en los dominios del pequeño Granger. No debía preocuparme, mi elfo los vigilaba y su incomprensible magia le ayudaría en caso de necesidad.

 

Escuché las palabras de consuelo de la jovencita proveniente del oriente, y tal como se hubiera esperado de cualquiera, eran palabras puramente superficiales, dichas por educación. No podía pedir más, ni siquiera había conocido a la persona de la que había hablado. Sin embargo, la pregunta que con cierto temor me realizó; esa sí salió de lo más profundo de sus ser, y hasta logró sorprenderme, en parte porque no esperaba que me la hiciera debido a sus costumbres, teniendo en cuenta que le apenaba hasta comer las galletas, y por otra parte, porque denotaba mucha carencia de conocimientos sobre la cultura mágica.

 

-He intentado que Seishiro no sufra tanto la ausencia de su madre, no ha resultado tan difícil hasta ahora. -Sonreí como quitándole importancia,- por mi parte pues, el tiempo todo lo cura. -Comenté intentando darle el mismo efecto.

 

Me dispuse a contestar la otra pregunta que Li Xue me había hecho, pero acabé pasmado ante lo que había ocurrido en aquel momento ¡La joven había logrado liberarse de mi manipulación mental! Parecía que había sido solo momentáneamente, y luego de aquello estaba tan rígida que alguien ajeno a lo que habría pasado podría incluso estaba petrificada; al parecer la lucha que llevaba en su interior le impedía moverse. Agudicé el oído, intentando escuchar señales de que mi hijo no se había dormido, y me fasciné en demasía cuando lo escuché protestar, tanto que largué una carcajada de sobrexcitación.

 

-¿Quieres saber que soy? -Pregunté innecesariamente ladeando la cabeza con una amplia sonrisa- mejor te lo demuestro...

 

Sin tiempo a que la muchacha pudiera reaccionar, mis colmillos perfectos y blancos como la más pura nieve, brillantes como la más exquisita de las perlas, salieron a relucir en mi boca de labios pálidos; mis ojos se tornaron de un naranja intenso y tenebroso, y en menos de un simple pestañeo ya estaba al lado de la joven, con la cara cerca, muy cerca de su cuello, donde al ser la incauta de tez tan blanca y a la vez, estar tan tensionada, hacía que sus venas latieran provocativamente, invitándome a que drenara la sangre que portaban,

 

-Soy un vampiro, milady y usted va a retribuir con mi hospitalidad con un poco de sangre -respondí con una risita.

 

Rocé con mis colmillos su suave y tibia piel y sentí como su cuerpo se tensionaba aún más (si aquello era posible), sin embargo decidí no perforar la piel aún. La miré fijo a los ojos negros tan extrañamente expresivos que tenía, tal como había hecho en la cafetería, y establecí nuevamente una conexión: «A partir de este momento elimino el control mental que ejercía sobre ti.» No era habitual en mi hacerlo, pero la chica me había fascinado, y quería que tuviera todas las garantías por si intentaba liberarse. No voy a mentir, una parte de mí lo deseaba.

 

Sin embargo eran unas garantías ficticias, sujetando su cuerpo, perforé su delicada piel de papel, perforé la vena y dejé que el espeso líquido rojo, inundara mi boca con la tensión inicial. Mis ojos cerrados, mientras mi cuerpo se llenaba de energía y mi sed se saciaba, debía tenía que estar pendiente del pulso de la joven, solo por si decidía dejarla vivir...

Editado por Joaquín Granger

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  • 2 meses más tarde...

Apolo se apareció en el Jardín de la Mansión. No, más bien lo había intentado y había terminado en la cocina. Estaba todo tan oscuro que le costó un poco darse cuenta que no había caído sobre el césped. Al principio no entendió nada, y Apolo se quedó apoyado con las manos en la fría cerámica. Luego lo recordó, ninguno de los hechizos ministeriales seguían activados. Supuso que de no ser así, habría chocado contra la pared.

 

Se rio un poco, y luego negó con la cabeza. Le costaba respirar, pero lo intento de todos modos. Olía a limpiador, y la luz de la luna atravesaba la ventana principal. Otro indicio de que estaba en la cocina. Se le hacía difícil aclararse si mantenía los ojos cerrados tanto rato. Se preguntó si podría llamar a uno de los elfos de la mansión; necesitaba ayuda. ¿Sería muy tarde para hablarle a alguno? Él no era muy de elfos, pero al menos sabía que también dormían como los demás. Seria descortés despertarlos.

 

Se agarró del mesón de la cocina e intento levantarse. Nop, devuelta al suelo. Era demasiado para él el esfuerzo, y levantarse hizo que la cabeza le diera vueltas. Se quedó escuchando el silencio del ambiente. Sentía mucho frio. La cocina estaba helada, o seria por estar apoyado en el suelo. Tanteo al suelo por su varita y la empujo lejos de su camino. Cuando despertara podría recuperarla. Necesitaba… agua… y su cama. Tenía mucho frio.

 

Por segunda vez se intentó levantar. Sentía pegajosas las manos. Él se sentía pegajoso. Logró levantarse muy despacio y apoyar la cara en el mesón. Era lo único que tenía ardiendo, como si hubiese estado todo el día al sol. Sus oídos pitaban. Dejó apoyada la frente ahí unos momentos, y termino de incorporarse. Apoyándose con el mesón rodeó la cocina hasta el lavaplatos, y tanteo buscando el grifo.

 

Algunas nubes desaparecieron, y la luna volvió a iluminar la cocina y al mismo Apolo, justo a tiempo para encontrar el grifo. Su mano, cubierta de algo rojo, gotea dentro del lavaplatos. Quería agacharse para beber directamente del grifo, pero vuelve a mirar su mano. El sudor frio que había estado recorriendo su espalda regresa, y siente como el alcohol vuelve a subir por su garganta. Abre el grifo a lo máximo que puede, y comienza a lavarse las manos pasando a mojar su chaqueta.

 

Se intenta quitar la chaqueta arrojándola al piso, y se da cuenta que estaba cubierta de sangre al igual que sus brazos. El grifo sigue corriendo con fuerza y voltea en todas direcciones desde el grifo a la cocina, donde había aterrizado hace solo unos minutos. Luego, como un autoreflejo, vomita una gran cantidad de alcohol de su cuerpo directo al lavaplatos.

 

Algo malo había ocurrido, algo muy malo.

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Volvía a tener esa sensación que le resultaba conocida las veces en que se aparecía frente a la mansión Granger: nostalgia, emociones, la familia y después… un enorme vacío, ese que se había generado desde la primera vez que había decidido marcharse de ahí. Recordaba aquella vez como si solo hubieran pasado minutos: el corazón destrozado, esa rabia de no querer saber nada de nadie, esas ganas de no volver nunca más… y sin embargo, ahí estaba nuevamente, y no solo esa vez, sino otras más en las que solo se aparecía unos instantes y volvía a esfumarse casi tan pronto como se había aparecido; algunas veces entraba a la mansión, otras solo se quedaba oculta entre los árboles, como si fuera una persona ajena a esa familia.

 

En esta ocasión, Valeskya no se encontraba muy segura si esta vez volvería para quedarse, lo más probable es que solo sería una visita más. Igual que las veces anteriores que había entrado a la mansión, era para ver a su familia y volver a irse de forma tan inesperada como su llegada. La ojivioleta levantó su mirada hacia el cielo: la noche había caído y la luna brillaba tan esplendorosa, casi tan hipnotizante como todas aquellas historias ancestrales en las que ese astro siempre había sido protagonista. Solo unas cuantas nubes opacaban el panorama que la joven admiraba desde la entrada a la mansión.

 

- ¡Por favor! – Exclamó furiosa la joven de negro cabello. - ¿Acaso es tan difícil agitar la varita para arreglar esta puerta oxidada? – Dobló las mangas de su negra túnica, dejando al descubierto unas manos delicadas y casi tan blancas como la nieve, con unas uñas pintadas de un rojo carmesí. Sus dedos recorrieron su varita y con un seco movimiento de muñeca, la agitó para que unos destellos aparecieran rodeando la estructura del enorme portón de la entrada, dejando a un lado el óxido y dando lugar a una reluciente pintura plateada, regresando una parte del antiguo esplendor de aquella mansión.

 

Con otro movimiento de su varita, empujó casi de forma violenta la entrada y dejó que el sonido de los tacones de sus largas botas negras, se encargaran romper el silencio de la ahora silenciosa y casi fúnebre (?) mansión. Olvidándose de su protocolo al tener extrema precaución cada que aparecía de visita, esta vez parecía dispuesta a hacerse notar. Quería ver a su familia, ganas de saludarlos y saber qué era de ellos, sobre todo de su hermano Joaquín, quien era seguro que estaría encantado de fastidiarla como cada vez que intentaba platicar con él.

 

La túnica de la Granger se agitaba con gracilidad al ritmo de sus pasos, mientras se acercaba, su rostro se mostraba impasible. Imaginaba que no encontraría nadie, así que no se tomó la molestia de tocar la puerta y solo agitó la varita para abrir la puerta casi con la misma violencia que cerró y notó que la mayor parte de la mansión se encontraba a oscuras. Suspiró y se disponía a subir las escaleras cuando escuchó un fuerte ruido que provenía de la cocina.

 

Caminó con rapidez hacia el lugar de donde había escuchado el ruido, sin pensar siquiera que podía ser algún peligro. Al irse acercando, pudo captar el indiscutible aroma de la sangre, y se detuvo un instante, tratando de calmar un poco esa sensación de hambre que le invadía cada que percibía ese aroma que en ese momento le parecía extrañamente dulce. ”Basta, no esta noche”, dijo la joven para sus adentros mientras avanzaba y agitaba su varita para ir encendiendo las luces a su paso.

 

Al llegar a la puerta de la cocina, encendió la luz y vio la escena más extraña que pudo haberse encontrado para lo que ella imaginaba un recibimiento más… cálido: su sobrino con mucha sangre que a simple vista no se notaba de donde provenía y en un estado más que deplorable.

 

- ¡Pero qué rayos…! – Exclamó la Granger mientras veía con asco como en ese momento el joven vomitaba en el lavaplatos. - ¿Estuvo interesante la fiesta? – Dijo con frialdad mientras señalaba una toalla que se encontraba cerca de él. – Por Merlín ¿en qué te has convertido? – Dijo con extrema curiosidad, sabiendo que la última vez que había visto a Apolo, era alguien muy diferente a la persona que tenía enfrente en ese momento.

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La vampira se encontraba como tantas veces viendo el firmamento desde su balcón, sus hijos al ser mitad demonios si podían dormir, y eso hacían justo en ese momento, en cambio ella tenia que matar el tiempo nocturno a menos que estuviese herida y ese no era el caso. A veces, mientras pensaba sobre su vida en Ottery y su trabajo en Londres y le entraban ganas de cerrar la mansión pero la mayor parte del tiempo le ganaba la nostalgia, el sentido de pertenencia y sacaba esos malos pensamientos de su mente. Al final, siempre era bueno tener un lugar al cual regresar cuando las cosas salieran mal.

 

Mientras su mente se ocupaba en aquello un ruido capto su atención, se pregunto si seria Joaquin con su acompañante pero al instante se dio cuenta de que algo no estaba bien, el sonido de alguien tropezando y vomitando no seria algo que hiciera el hermano de Valeskya, su prima

 

- Que diablos - gruño bajando las escaleras a toda prisa.

 

Apenas llego al primer piso cuando la puerta se azoto y se volvió a cerrar en poco tiempo, aquella era la señal de que justo su prima estaba en casa, ese era su sello característico, pero no se fue directo a buscar a la familia como solía hacer sino que se fue a la cocina, como justo ella iba a hacer, al parecer la Granger también había escuchado el escándalo. En cuanto entro ella también a la cocina se quedo parada en la entrada sin saber que hacer, por un lado queria abrazar a Valeskya y por otro queria asesinar a Apolo y despues ayudarlo a recomponerse.

 

- Valeskya, bienvenida - la saludo mientras tomaba la chaqueta y la levantaba con un par de dedos para observarla a la vez que miraba a Apolo. - muy buena pregunta, que diablos te sucedió Apolo

 

- Polo!! ayuda a mi sobrino a asearse y guarda su ropa en una bolsa, en cuanto este presentable, lo traes a el y a la bolsa a la sala - apenas hubo dicho las palabras, su elfo ya estaba haciendo todo, mientras ella le hacia un gesto a su prima para que la siguiera

 

Encamino sus pasos hacia la sala de estar de la planta baja y se dejo caer con desgano en uno de los muebles, ver al Granger en ese estado le era muy extraño, aunque tal vez tenia algo que ver con sus amistades, pues sabia que este andaba en malas compañías, gente que ella estaba segura eran mortifagos.

 

​- Es bueno tenerte de vuelta, sabes, aunque sea unos pocos días, esta casa es demasiado para mi a veces

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La noche que hacía horas cubría Ottery había llegado en calma. Finalmente había decidido dejar en paz a la joven asiática a la que estuve atormentando por las horas; aunque a juzgar por su sonrisa forzadamente natural, nadie lo hubiera dicho. Habiendo vuelto a hipnotizarla, esta vez para que cayera dormida unas cuantas horas, llamé a mi elfo y ordené que la hiciera desaparecer de mi vista. Por supuesto que la criatura luego de una reverencia la tomó como pudo y desaparecieron, dejándome solo en mi silencio. ¿Estaba bien arrepentirse de ser un caballero? Esa pregunta que llegó a mi mente con tono acusador. Tendría que haber sido contestada hacía muchísimos años.

 

No disfrutaba de aquella soledad, ya que parte de mi bestial forma de ser cuestionaba; y la tranquilidad que debía sentir por no haber asesinado, ni siquiera haber probado una gota de la sangre de la muchacha, no llegó a mi. Debía reconocer que mi forma de proceder y el de la mayoría de mi especie, consistía en ser unos perfectos caballeros antes, y unos sádicos cuando ya había caído la presa. Para que aquel silencio de paz y no de terror y tensión no volviera a repetirse, tendría que salir a cazar sólo y lo más importante, no charlar con la victima en cuestión.

 

Subí tarareando la canción que mi hijo y yo habíamos cantado más temprano, mortificándome un poco más mientras caminaba hacia la habitación del pequeño, quien debía estar durmiendo hacía largo rato ya. Había comido mucho dulce poco antes de acostarse, temía que sintiera algún tipo de malestar estomacal, también había escuchando alguna vez cierta superstición de que consumir mucha azúcar antes de dormir podía traer pesadillas. Mas yo no lo viví. Si el pequeño pasaba bien aquella noche, me decantaría a que solo eran advertencias para asustar niños.

 

En efecto, el demonio irónicamente dormía como un angelito, de lado y arrollado, mientras su nueva mascota y bastante fiel por desgracia para el anaranjado felinito, estaba hecho bolita contra las piernas de su reciente dueño, y comenzó a ronrronear en cuanto abrí la puerta para ver esa escena. Me acerqué y di un beso en la cabeza del niño que ni se inmutó, di un ultimo vistazo a la habitación; una parte de mi dudaba del sentido común de mi feo esclavo y se me ocurrió que Li Xue estaba allí. Afortunadamente para él, no fue así.

 

El ruido de un cuerpo cayendo, seguido de alguien vomitando, me hizo sonreír lleno de asco. Temí que fuera la chica, pero lo descarté enseguida, ella estaria dormida aún... por lo que pedí a Kraven que me informara de la situación, quien en un santiamén había desaparecido y aparecido para completar la sencilla tarea encomendada: Apolo, un muchacho a quien veía poco y nada, pero que alguna relación guardaba con la familia, apareció en un estado deplorable y estaba sufriendo en el suelo de la cocina. Me encogí de hombros, no era de mi incumbencia. Acto seguido entré a mi propia habitación a distraerme, beber algo y escuchar música. Algo que no me hiciera pensar.

 

Como si el destino y la vida me premiaran por no haber sido cruel, un portazo irritante y una exclamación de reproche de una voz gratamente familiar y a la vez extraña en aquella mansión, atravesó las gruesas paredes hasta llegar a mis sensibles oídos. Sonreí con malicia. Había alguien en la mansión que hace mucho quería ver. Pronto los pasos de Zahil, identificada por sus gruñidos, llegaron volando hacia mi, y sabía que la cosa se pondría buena cuando vieran al joven Granger hecho una piltrafa. No iba a perderme aquella dramática reunión familiar. Con la camisa negra y los pantalones de traje azul oscuro todavía cubriendo mi cuerpo, bajé corriendo las escaleras.

 

La escena a mis ojos era bastante entretenida al la par que repugnante. Los elfos en un perfecto escuadrón se ocupaban del muchacho, que despedía una mezcla de olores nauseabundos, así como también limpiaban la sangre y manchas de vómito. ¿Qué tan fuerte había caído para llegar a sangrar? Que frágil era. Dejé de mirar aquello para dirigirme por segunda vez aquella noche a la sala, donde Zahil y Valeskya estaban reunidas.

 

-¿Que le hiciste al chico, hermanita? -pregunté fingiendo inocencia.- Sabemos que no nos soportas, por eso te pierdes tanto y por tanto tiempo; pero tampoco hace falta maltratarnos así. Además para mi, siempre es un gusto verte. -Finalicé con una sonrisa burlona.

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El día había llegado, después de mucho posponerlo, Fiamma tenía que volver al mundo mágico. La verdad era que no le hacía, pero la nostalgia de todo lo vivido junto a su familia y amigos siempre la acompañaba. Se mantenía actualizada a través del periódico del ministerio que le llegaba sin falta donde quiera que estuviese y nunca perdió comunicación con sus entrañables Zahil y Valeskya, mismas que ahora la hacían volver.

 

Se acercó a su baúl, ese que la acompañaba a todos lados, que físicamente no pesaba nada y no ocupaba espacio, pero que enrealidad albergaba todas sus pertenencias de aquel mundo que no podía negar era su hogar. Sacó su capa de piel negra, la sacudió y se la colocó mientras el aroma de piel inundaba su olfato. Tomó la varita entre sus manos y esta se sacudió, reconociendo a su dueña y emitiendo chispas mientras electricidad la unía como a un solo ser. -Yo también te extrañé- se dirigió Fiamma a su adorada varita.

 

Montó su escoba y voló hacia el punto que la llevaría directamemte a Ottery, donde su nueva familia la esperaba. Las locas Granger siempre la habían invitado a visitarlas, poco sabían que esta vez no iba de simple visita, exigiría un lugar en la familia.

 

-Nos encontramos de nuevo- exclamó apenas sus pies tocaron suelo mágico, su cuerpo, su alma, su espíritu, todo reconocía el lugar donde estaba, era como nunca haberse ido. Aunque a decir verdad, muchas cosas habían cambiado ya. Se dirigió a paso apresurado hacia la mansión Granger y al llegar a la entrada notó que la puerta se encontraba caída. -¿Estará abandonada?

 

Pero no tardó en escuchar ruido y voces que le hicieron saber que el lugar no estaba solo. Tardó un rato en armarse de valor para entrar, cuando al fin lo hizo inspiró profundamente, agarró su varita fuerte y con paso firme ingresó por la maltratada puerta y atravesó habitaciones hasta encontrar a aquellas que había venido a visitar.

 

-¿Me extrañaron?

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Sintió un ardor en la garganta, que fue acompañado por un flash de luz que hizo que le dolieran los ojos. Alguien había aparecido en la cocina y había encendido la luz. Casi por segundo pensó que quien había entrado era su tía Zahil, pero la voz sonaba mucho más clara. Apenas si se sostenía, pero se quedó mudo del susto cuando se encontró con su tía Valeskya. Luego volvió la vista nuevamente al lavamanos. No ella, no estaba de humor para otra de sus visitas.
Volvió a vomitar y se perdió la entrada de su tía Zahil, que atraía por el ruido había aparecido para recibir la visión de su sobrino enfermo y su prima perdida. Se habia relajado lo suficiente para respirar cortadamente, y se intentaba enjuagar los brazos en el grifo medio ignorando lo que decía su tía. Luego sintió un tirón gentil de su pantalón, y se tele transporto de la cocina a su habitación. O más bien al baño de su habitación, donde quedo tirado dentro de la enorme tina.
— El ama Zahil quiere…
— Si, ya sé que (burp) quiere… meter las narices.
Agito una mano para despachar el elfo, y agradeció el silencio del baño a oscuras. Si no hubiese estado tan mareado y con tanto frio hubiese pensado mejor, pero solo se le ocurrió mecánicamente sacarse la ropa y darse una ducha rápida, tomando de la gaveta una poción de resaca instantánea que había comprado hace mucho pero que casi nunca usaba. El estómago le dolía, pero ya no tenía nada más que eliminar, y poco a poco la poción comenzó a hacer efecto.
Cinco minutos después, Apolo salía de su habitación con un pijama puesto. Su ropa sucia no se veía por ningún lado, y podía apostar que el elfo se la había llevado. ¿Con que derecho se metía Zahil en su vida? El elfo había aparecido para llevarlo justamente ante ella, pero el bajo las escaleras por su cuenta y se presentó en el salón aun con gotas cayendo del cabello. Solo unos segundos después apareció Polo con su ropa envuelta en una bolsa de supermercado.
Una tercera persona se encontraba con ellos, y si su memoria no se equivocaba era el hermano de Valeskya, Joaquin. Bien por ambos y que se reencontraran, pero él no pintaba hay nada en el salón. Aprovechó la aparición de una cuarta persona para intentar recuperar su ropa, pero el elfo solo se tele transporto más lejos de él llamando la atención de todos con su chasquido.
— Lamento haber llegado tan tarde y despertarlos. — dijo Apolo solo mirando a su tía Zahil. — Ya me siento mejor, y me voy a dormir.
Asintió con la cabeza a los dos recién llegados por educación y se giró. Su ropa estaba seguro de que los elfos la lavarían, así que asunto cerrado. Necesitaba estar solo, y rápido. No estaba seguro si su espalda aparecía mojada por la ducha o el sudor frió que había sentido. Recordó que su varita seguía en el suelo de la cocina, pero ya la podría recuperar mañana y estuvo tentando a buscarla, pero era mejor si se alejaba de ahí. Ni siquiera cruzo una mirada con su tía Valeskya, a ella no tenía nada que decirle.
Nada.

@@Valeskya Granger @ @Joaquín Granger @
(????????)

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La ojivioleta sonrió al escuchar una voz conocida acercarse hacia ella, se trataba de su adorada prima Zahil, a quien tenía mucho tiempo de no ver; trató de contener el montón de preguntas que llegaron a su mente en ese instante: sobre qué había sido de la familia, si Robin por algún extraño capricho del destino había decidido volver, sus hijos, sus primos y…. otras cosas más. Suspiró y quedó viendo a la rubia, al punto de casi entrecerrar los ojos, como si quisiera leer su mente; aunque ese sentimiento se desvaneció casi inmediatamente al escuchar a su sobrino dando show en la cocina.

 

- Hola, queridita. – Exclamó la Granger. Hubiera deseado ser un poco más cariñosa, pero era un sentimiento que le resultaba un poco extraño y la situación de su encuentro no ayudaba mucho. - ¿Sabes? Quizás permanezca algo más que unos días por aquí… creo que hace falta un poco de… - Miró a Apolo -….Rigor en este lugar… -

 

Acto seguido, apareció un elfo doméstico para llevarse al joven para volverlo presentable. La bruja alzó ligeramente la mano a modo de saludo para Polo, y dirigió su mirada a la prima, moviendo solamente los labios y distinguirse claramente un ” ¿Qué le pasa a este chico?”; antes de que Zahil pudiera responderle algo, se escuchó una voz que claramente conocía y que no sabía si las cosas acabarían bien o mal tratándose de su hermano. Escuchando el comentario que vino a continuación, sabía que las cosas no acabarían del todo bien.

 

- En primer lugar, Joaquín – Dijo la Granger tratando de poner especial énfasis en el nombre. – Quiero mucho a Zahil, sería incapaz de irme por culpa de ella… pero no sé si pueda decir lo mismo de ti… hermanito. – Sonrió maliciosamente, era una forma extraña en la que se llevaba con el joven, pero de alguna forma, a pesar de las burlas y los insultos, era una relación que parecía funcionar bien, así como estaba. – Además, me tendrás fastidiándote durante un tiempo… para tu fortuna o para tu desgracia, como desees tomarlo. -

 

Cruzó los brazos y quedó viendo retadoramente a joven pelinegro, lista para una discusión de bienvenida (?), cuando una voz que le resultó familiar sonó detrás de los Granger. Al ver a la figura que se encontraba frente a ellos, la ojivioleta miró de forma interrogatoria a Zahil, esperando a que ella pudiera darle una respuesta con respecto a la joven que estaba parada ahí. De todas las personas que conocía, se trataba de la visita más inesperada, aún más que su regreso de una muy larga ausencia.

 

- ¡Por Merlín! ¿Fiamma? – Exclamó Valeskya mientras agitaba su varita rápidamente y hacia aparecer un pan de la nada. Inmediatamente se lo aventó a la chica a la cara. – ¡Oh! No eres un fantasma – Antes de terminar la frase, se acercó a abrazar a la chica. Vagos recuerdos, en su mayoría divertidos, invadieron su mente. - Hoy fue el día de las apariciones y reencuentros, parece ¿Qué te trae por esta abandonada mansión? – Le preguntó a la chica de ojos color miel.

 

- No se ustedes, pero creo que esta es una ocasión especial que deberíamos celebrar… ¡Breena! – La elfina de la bruja apareció. - ¿Puedes ayudar a Polo y a los otros elfos a preparar algo? ¡Lo que sea! – Hizo un ademán con la mano a su elfina, quien parecía que estaba a punto de protestar para cuestionar los gustos exóticos de la mayoría de los Granger. La elfina murmuró unas palabras de bienvenida e hizo una pequeña reverencia a todos los presentes y desapareció. Valeskya le pareció escuchar a lo lejos a su elfina, poniéndose histérica al llamar a los otros elfos. Escuchó otro chasquido tras ella y notó que Apolo se apartaba de una forma educada a su habitación.

 

– Por supuesto que no.- Hizo un ademán con la mano, indicando a los demás que empezaran a adelantarse. Hizo una señal y jaló suavemente del brazo a la rubia y le susurró en voz muy baja. - ¿Es normal esa clase de espectáculo? – Vio a Freddy, el elfo de la familia pasar rápidamente y la ojivioleta lo llamó. - Dile a Apolo que baje a la reunión ahora mismo, que no es que quiera. Después de ese espectáculo que vimos, lo mínimo que puede hacer, es bajar a convivir con la familia... Y también dile que espero que no haya necesidad de que Zahil o yo suba a buscarlo, que no hay necesidad, ya es suficientemente mayor. - Finalizó furiosa.

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