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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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Valeskya apareció en los jardines de la mansión, evidentemente evitando cualquier mirada acusadora; su mente preparaba la mejor excusa posible, pero sobretodo creíble para justificar su desaparición tan repentina. Seguro la acusarían de abandonar a la familia, o algo mucho más dramático que eso, pero esperaba que con ayuda de los elfos, no hubieran tenido ninguna clase de problema con la venta; había sido todo tan rápido, que no había tenido tiempo de darle a su elfina las instrucciones necesarias, pero confiaba en que Breena hiciera lo que mejor sabía hacer, que era ayudar a la gente mientras pudiera.
En el rostro de la bruja traía dibujada una amplia sonrisa, que solo podía demostrar dos cosas: una amplia felicidad y un gran plan que tenía en mente. Se tapó la boca para poder evitar soltar un chillido de emoción; se trataba de algo grande, pero para eso, tenía que pensar cuidadosamente todo lo que tenía que hacer. Como era su costumbre, abrió la puerta de la mansión con una patada, pero lo suficientemente suave como para no tirarla. Lo primero que escuchó, fue un murmullo proveniente de los elfos domésticos.
- ¡Breena! ¿Dónde estás? – Exclamó en voz alta, mientras un chasquido tras ella, la sobresaltó. - ¡Demonios! ¿No encontraste otra forma más sorpresiva de aparecer? – Le dijo con ligero enfado, estaba de tan buen humor, que nada de lo que le dijeran, podría arruinarle su día. Notó que en el rostro de su elfina había una mueca que parecía de pánico. - ¿Qué es lo que sucede? – Le preguntó, al tiempo que le hacía un ademán, para indicarle a Breena que la siguiera a su habitación.
- ¡E-e-e-l amo Joaquín! ¡Arrojó a la señorita Li del techo! ¡Creí que moriría! ¡E-e-enloqueció! – Exclamó su elfina rápidamente entre chillidos que se perdían entre cada palabra.
- ¡Pero qué rayos dices!- Desde que había llegado a la familia, su hermano nunca había mostrado esas señales de locura. Desde luego lo creía capaz de hacer cualquier cosa, pero no esperaba que se atreviera hacerlo justo a la vista. - Está perdido ese hombre… definitivamente. – Alcanzó a decir la Granger mientras movía negativamente la cabeza.
- ¡Afortunadamente apareció la señorita Fiamma para salvar a la señorita Li! ¡Y la señorita Zahil mandó a la señorita Li al cuarto más alejado del amo Joaquín! –
La elfina continuaba hablando sin parar y la ojivioleta se llevó una mano a la frente mientras llegaban a la puerta de su habitación; comenzaba a aturdirse ante tanta palabrería. Y como si la luz hubiera llegado a su mente, se le ocurrió la mejor forma de alegrarle el día a la chinita. Con un ademán, indicó a Breena que entrara junto con ella a la habitación y que cerrara la puerta. Entró y buscó rápidamente una pluma y varios pergaminos. Con letra pulcra comenzó a escribir varias notas, una a una, ante la mirada atónita de su elfina, que apenas podía entender cómo es que podía mantenerse calmada después de lo que había escuchado.
- Escúchame con atención Breena….- Exclamó mientras enrollaba los pergaminos. - NECESITO que por favor entregues estas notas a sus respectivos destinatarios, ahí puedes ver los nombres. – Sonrió de oreja a oreja mientras veía a su elfina, quien se encontraba más confundida que nunca. - Es imperativo que vayas primero con Joaquín y le digas que lo veré en el jardín privado en cinco minutos, que quiero hablar a solas con él en este momento ¿Me entendiste? – Le hizo señas a su elfina para que se acercara y le diera una instrucción adicional, en un susurro apenas audible.
- Bien, solo son unos minutos que tengo… retírate Breena y cerciórate de que todo se haga de acuerdo a lo que te he dicho.-
La elfina asintió, con evidente preocupación por no entender de lo que se trataba todo. Valeskya se dirigió al cuarto de su hermano, al tiempo que hacía aparecer su varita y una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro. A unos pasos de llegar a la habitación de su hermano, se detuvo en la habitación contigua, al tiempo que abría la puerta con suavidad; pudo notar al elfo de Joaquín, quien se encontraba resguardando al tesoro más preciado.
- ¡Petrificus totalus! – Exclamó con rapidez apuntando al elfo, dejando que éste cayera al suelo haciendo un ruido seco. - Disculpa pequeño elfo, pero prefiero que tengas los ojos abiertos para que le cuentes a tu amo lo que estás a punto de ver. – Se acercó hacia donde el pequeño demonio de rubios cabellos se encontraba durmiendo.
- Hola pequeño Seishiro, adivina quien vino a visitarte. – Exclamó con una dulzura poco habitual en ella. Cargó al pequeño con cuidado, para que éste no se despertara y comenzó a caminar con rapidez mientras salía de la habitación y comenzaba a bajar las escaleras de forma rápida. - ¿Qué crees? Tu tía Val tiene grandes planes para ti … - Sonrió al tiempo que llegaba a la puerta, la abría con una patada y se detenía un instante para acariciar protectoramente la cabellera del pequeño.
Sonrió maliciosamente, agitó su varita y desapareció con el niño en sus brazos.
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Breena cumplió presurosa las instrucciones que le había dado Valeskya: con un chasquido, apareció frente al Granger, cuidando de mantener una buena distancia, después de lo que había ocurrido:
- Amo Joaquín, la señorita Valeskya quiere hablar con usted de forma urgente… Me comentó que desea verlo en el jardín privado que está a un lado de la mansión. –
La elfina habló con una firmeza poco habitual en ella, pues temía que el Granger pudiera decirle algo si la notaba insegura. Con un chasquido desapareció y reapareció con la misma rapidez para dejar el primer pergamino a la vista de Joaquín.

Querido Joaquín:
Gracias por haber aceptado mi invitación, desgraciadamente surgió algo más importante que hablar contigo, como llevarme a Seishiro mientras llegabas acá. No te molestes en torturar a los elfos, ya que nadie sabe a dónde nos fuimos. Pero no te preocupes por nosotros, estaremos bien y con suerte, verás a tu pequeño después.
Te quiere
Val
La elfina apareció en el cuarto en donde Li se hospedaría por un tiempo; sin decir más dejó el siguiente pergamino a la vista:

Li:
Me alegra que no hayas muerto con la caída, espero que aprendas pronto a defenderte o nos darás muchos problemas. Si quieres mantenerte alejada de Joaquín por un tiempo, te veo en la calle principal de Ottery. Procura que él no te siga, te aseguro que te conviene aceptar.
Valeskya
El último pergamino iba dirigido a Fiamma y Zahil, eran las mismas palabras en pergaminos diferentes:

Querida bebesa:
Discúlpame por haberme marchado tan repentinamente. Cuando regrese a la mansión, te contaré la razón por la cual tuve que irme, aunque conociéndote, es probable que ya sepan la causa. Les prometo que la espera valdrá la pena.
Besos.
Val.

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Refunfuñando cerré de un portazo la puerta de mi nueva habitación para luego quedarme de pie sin saber muy bien como actuar. Estaba tan furiosa que aun mantenía la varita fuertemente sujeta bajo mi puño, debía procurar no volver a perderla de esa manera tan est****a. Estaba cegada por la irá, tanto que durante el trayecto no me había planteado agradecer a mi salvadora. El hecho en si me daba una vergüenza horrible, de no ser por ella seguramente estaría estampada contra el suelo.

 

Rugí de rabia y me tumbé en la cama, era lamentable ver que no había sido capaz de defenderme en ningun momento. En ese instante solo era una muggle armada con un palito que no sabia utilizar. Incapaz de ver esa situación cerré los ojos e intenté olvidar lo sucedido en las ultimas horas. En aquel silencio, solo podía escuchar los latidos de mi corazón los cuales aun seguían retumbando en mi pecho.

 

No había prestado demasiada atención a la habitación, pero no parecía ser muy distinta a la ultima, de hecho igualmente tenia todo el aspecto de llevar tiempo deshabitada. Me incliné sobre la cama levantando la cabeza para poder mirar mejor, suspiré mientras recordaba que tendría que traer el poco equipaje que había dejado en el hotel. Tenía que admitir que ahora mismo no había ninguna solución mejor a mi problema de solvencia, sin embargo no podría dormir tranquila sabiendo que el vampiro vivía bajo mi mismo techo.

 

Pestañeé varias veces mientras fijaba mi vista en un objeto en particular, un pergamino se apoyaba sobre una mesita en un rincón de la habitación. Me incorporé impulsada por una leve curiosidad preguntándome cual seria su contenido, no tardé demasiado en descubrir que extrañamente el pergamino iba dirigido a mi. Con expresión de total desconfianza leí las indicaciones que se detallaban y con un bufido volví a dejar el objeto en la mesa.

 

Las instrucciones era precisas y cargadas de una matiz que no dejaba lugar a rechistar. No conocía a Valeskya ni tampoco quería conocer su ira, aunque sus palabras denotaban que no estaba nada contenta con la situación. A pesar de no haber presenciado los acontecimientos parecía estar informada de los sucedido, seguramente algún elfo chivato le habría ido con el cuento. Fuese como fuese parecía que no me quedaba otra que hacer lo indicado.

 

Refunfuñando nuevamente salí al pasillo, no me hacia ninguna gracia que todas aquellas personas estuviesen mandándome como si fuese una niña pequeña. Admitía que me faltaba madurar, pero no iba a permitir que siguiesen tratándome de esa manera. Lo malo, era que todos sabían que no sabia valerme por mi misma, así que por lo pronto seria difícil que dejasen verme como la inútil extranjera que era.

 

Procuré que ningún elfo me viese, aunque no estaba segura de que eso fuese posible, aun así caminé lo mas rápidamente (y sigilosamente) que pude intentando escabullirme por los jardines, aprovechando la distracción que creaban un par de futuros compradores allí presentes. Esperaba que Valeskya supiese esperarme, ya que por ahora aun no podía desaparecerme.

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No gritó. No podía ser que hasta en aquello la china del demonio me llevara la contraria, había caído como si flotara en un lago, como si de verdad estuviera lista para morir, como si lo esperara desde hacía tiempo. Que desesperante y fascinante a la vez. No era mi intención matarla, tendría problemas con el Ministerio de Magia, y yo odiaba pisar ese piso de madera negra en el cual era uno más entre muchos, no estaba acostumbrado a no tener privilegios en la atención y por eso lo evitaba. Claro que como criminal me daría una abrumadora atención, pero no era lo que tenía en mente.

 

«¡Qué demonios!» Li no terminó de caer en mis fuertes brazos, algo más que no salía como me gustaría, cuando Fiamma apareció como la salvadora a la voz de un conjuro que sostuvo a la asiática en el aire y luego la depositó suavemente en el césped fresco y verde radiante. ¿Para qué demonios se metía en aquel asunto que no le competía? El hecho de ser un misterio incluso para mi familia, terminaba por significar que ni ellos mismos conocían mis límites, y me creían capaz de cualquier cosa.

 

Cuestión que ahora tenía no una, sino dos mujeres increpándome, Fiamma me echaba en cara mis carencias como vendedor y poco menos que mi falta de compromiso, pero no me dejaba contestar, estaba furiosa, su varita no mentía. La otra más baja, de pelo y ojos negros, me gritaba enceguecida por la ira, en un idioma del que apenas cazaba nada, pero no había que ser políglota como para darse cuenta que aquello que vociferaba no eran palabras de amor precisamente.

 

No fue sino hasta que apareció Zahil, por quien tenía un respeto especial, que logró calmar los ánimos de las chicas. No tenía miedo de lo que podrían hacer las dos que no eran matriarcas, al fin y al cabo, a Li le temblaba el brazo de forma nada discreta mientras me apuntaba, seguramente le fallaría la puntería y terminaría embrujando a la su salvadora. Aquello sería irónicamente delicioso. Sin embargo ya con Zahil allí no podría, no con Fiamma y Zahil, no a aquella distancia.

 

-Calmadas -dije sonriendo con todo el descaro que se me permitía por ser guapo (?) y levanté una mano para que nadie me interrumpiera- No me malinterpreten, es un juego, una atracción, como en las ferias muggles... -Con un movimiento de varita, hice aparecer un cartel luminoso que recitaba «SALTO (SIN) BUNGEE» - ¿Lo ven? Li amablemente se ofreció a probarlo primero, para que nada saliera mal. A los humanos les encanta el riesgo, y a más de uno le gustaría ser atrapado por estos fuertes brazos envidiables -sonreí, flexionándolos para las chicas con cara de pocos amigos.- Sin duda Fiamma estableció una alternativa para quien no quiere algo extremo, puede encargarse ella -reí mientras me apartaba del grupo, directo a mis aposentos.

 

Cruzaba el jardín sonriendo a los clientes y asintiendo a modo de saludo, pero en mi mente solo pensaba nuevas forma de atormentar a la recién llegada. Necesitaba vengarme y tal vez mi alma se sentiría en paz y a mano. Pensaba en la posibilidad de convertir la silla en una pitón, cuando la elfina de Valeskya apareció frente a mí, hizo una reverencia y me dio el mensaje de su ama, antes de desaparecer. ¿Que querría mi hermana ahora? Posiblemente reprenderme por mi pequeña broma, pero bueno, no era nada de lo que no pudiera salir.

 

El problema fue que en cuanto llegué a los jardines privados, no había nadie. ¿Tanta urgencia para al final plantarme? Me senté en la fuente y vi la carta. La leí una vez, y no lo creí, la leí otra vez, y me irrité, la leí una tercera vez y recordé que Valeskya no es Luna, y me llené de miedo. Ella nunca había el más mínimo interés por el niño, a pesar de ser la otra persona obligada moralmente a cuidarlo; por un lado era un alivio, la única vez que se lo encargué, lo alimentó a base de dulces, como ese cuento muggle "Hansel y Gretel".

Arrugué el pergamino y corrí hacia la mansión.

 

En la habitación de la pelinegra de ojos violetas no había nadie, me vi tentado a destruirla completamente, pero no quería perder tiempo. Tenía una mala espina. Corrí y hasta volé diría yo, hacia la habitación del rubio, y a cada milésima de segundo mis ojos se tornaban más y más turbios hasta el naranja más sangriento, para confirmar con horror que lo único que había allí era mi inepto elfo petrificado. Deshice el encantamiento, pero el elfo no tenía más información que la certeza de que mi hermanita se lo había llevado. En aquel momento la impotencia fue tal, que ni siquiera castigué al elfo.

 

-¡DEVUELVELO! ¡NO PUEDES LLEVARTELO SIN MI PERMISO! -grité en el pasillo al aire, como un loco, siguiendo la desesperada idea de que a lo mejor estaba oculta en algún lugar, pero mi instinto me decía que ya no estaban allí.

 

Caminaba nerviosamente por la habitación, incapaz de pensar el nada que me ayudara, ¡maldita perra, metiche, desgraciada, rencorosa, malnacida, y faltaban palabras en este y en cualquier idioma para describir el hastío que sentía por ella. La venganza sería grande, muy grande, pero lo primordial era encontrar a mi hijo. Me detuve en el ventanal, viendo el tumulto de gente que convertía la nada importante venta de garaje en un éxito, pero mi fijé en un humano en particular, en una rata que intentaba escabullirse. Bufé y corrí a su encuentro. Para mi fortuna estaba tras un árbol, como para que las chicas no me fastidiaran por los clientes.

 

-Tú no te vas -dije con una frialdad que ella no había visto antes en mí- no tengo tiempo de lidiar contigo... -la tomé del cuello y la alcé, acerqué su cuello a mis perfectos colmillos blancos, y al beber su sangre cerré los ojos, inundándome de sus recuerdos más recientes, hasta encontrar una pista. Y para mi agrado, encontré una ubicación casi exacta.

 

Esbocé una sonrisa y relamí una sangre de mis dientes que no disfruté. Clavé mi colmillo izquierdo en el índice y cuando mi sangre brotó, la froté en los orificios que había hecho en la piel de papel de la muchacha que desaparecieron al instante, y clavando mis ojos en los de ella di instrucciones precisas «irás al lugar donde te citó Valeskya y no dejarás ver que yo te seguí ¿está claro?» Asintió, no estaba seguro si por la hipnosis o por terror, pero sentía que no me fallaría.

 

Observé con mi mirada naranja, como la asiática se iba y desaparecí de allí. Cuando encontrara a Valeskya, no habría lazo de sangre o afectivo que la salvara...

 

Editado por Joaquín Granger

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Menos mal que Zahil había hecho honor a su papel de matriarca y de manera enérgica paró lo que estaba sucedieno, su intervención había significado que la sangre no corriera momentos antes. Fue dura tanto con Joaquín como con Li y Fiamma, no podían darse el lujo de que la venta de garage se viniera abajo por sus dramas familiares. Realmente necesitaban el dinero.

 

Aún le zumbaban los oídos cuando acompañó a la chica asiática al cuarto que Polo le había indicado. No le sorprendió en nada el portazo que escuchó, ella estaba a punto de hacer lo mismo. Y así lo hizo, azotó la puerta de tal manera que las paredes de su habitación temblaron. Se tiró en la cama boca abajo y gritó contra el colchón a todo pulmón. Necesitaba liberar el sentimiento que la invadía.

 

En cuanto se sintió mas aliviada y relajada, se giró sobre si misma para quedar boca arriba. Inhaló y exhaló profunda y lentamente. Poco a poco su corazón recuperó la velocidad normal de sus latidos. Sus oídos se despejaron y el murmullo de las personas en el jardín la ayudaron a volver a la realidad. Necesitaba bajar a la venta y verificar cómo estaban las cosas. Salió de su cuarto y se dirigió nuevamente a los jardines. Se concentraría en la venta, no prestaría atención al resto de la familia hasta que la venta terminara.

 

-Por lo visto esto terminará pronto.

 

Dijo por lo bajo al ver que los productos en venta eran escasos ya. Los elfos de la mansión habían hecho un gran trabajo atendiendo a los clientes. Ya se encargaría de felicitarlos uno por uno. Buscó con la mirada a su elfo personal Wormy y rápido lo localizó hacia la salida.

 

-Wormy, por favor pide que recojan las mesas que ya no tienen objetos a la venta. Que concentren lo poco que queda hacia la salida, así vamos limpiando y poniendo todo en orden. Haz tu mismo el corte de caja, hay que entregarle el dinero a alguna de mis primas para que lo depositen en Gringotts.

 

El elfo iba asintiendo a cada indicación de la bruja. Tenían una relación muy cordial y llena de aprecio. Él con gusto le servía y ella procuraba ser justa con él, nunca abusar de su gusto por servirla. Era un elfo libre, pero en ningún lado estaba mejor que con su ama.

 

En lo que daba una ronda, Fiamma observó como la mitad de los objetos restantes se vendieron. Estaba feliz, podían calificar el evento como un éxito. Se hacía tarde ya, el sol empezaba a ocultarse tras las copas de los árboles mas alto. Era el momento perfecto para dar por concluida la venta.

 

-¡¡¡Gracias a todos por sus compras!!!- anunciaba con voz fuerte, ayudada de su varita dirigida a la garganta -Estamos muy contentos y esperamos que estos objetos se conviertan en parte de sus familias como lo fueron de la nuestra. En quince minutos cerraremos las puertas, los invitamos a concluir sus compras, todos los objetos restantes tendrán un cincuenta por ciento de descuento.

 

Las exclamaciones de algunos le hicieron imaginar que en menos de 15 minutos todo se habría ido y eso la hacía muy feliz. Ya tendría tiempo de hablar con sus primos. Justo ahora no quería saber de nadie. Ya su elfo tenía las indicaciones claras, nadie la necesitaba mas en los jardines.

 

Al llegar a su habitación, un pergamino la esperaba sobre el colchón de su cama. Lo vio con curiosidad, temiendo las palabras que podrían estar ahí escritas. No sabía si podría con mas drama en ese día, ya había tenido suficiente.

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  • 3 semanas más tarde...

Dejo que su prima se encargara de finalizar la venta, al final había ido mejor de lo que había esperado, al final de sus productos solo quedaban un par de vestidos y unas cadenas de metal que al parecer nadie quería por lo que le pidió a Polo que las pusiera en su habitación, seguro le servirían de algo. Para cuando Fiamma anunciaba el 50 de descuento dos chicas se acercaron por los vestidos y se los llevaron justo en sus narices.

 

- vaya, al parecer solo era cuestión de dinero, que bobas, si me hubiesen dicho les hacia rebaja - pensó mientras una leve sonrisa curvaba sus labios de manera casi imperceptible.

 

Se despidió de su prima desde el otro lado del jardín con un gesto y se encamino hacia su habitación. Busco un short y una blusa viejas y sus guantes de jardinería. Hacia mucho que no salia a cuidar este por si misma y la verdad que con sus hijos fuera y su familia matándose entre ellos, necesitaba quitarse el stress matando algunas yerbas malas. Ya casi abandonaba la habiatación cuando vio una nota en la cama cuya letra le era muy familiar.

 

- me pregunto que tramara V...- dijo mientras arrugaba la nota y la lanzaba al bote de la basura - espero que no hagas muchos destrozos Val.

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  • 3 semanas más tarde...

Leyó la nota que dejó su prima y comenzó a preocuparse. No sabía de que hablaba, no sabía si era broma. Es que Valeskya a veces tenía un sentido del humor muy raro. Decidió ir a preguntarle a Zahil, al parecer la nota estaba dirigida a ambas.

 

-¡Zahil! ¡Zahil!- gritaba mientras entraba corriendo a la habitación de su prima MAYOR. -¿Te dejó Valeskya una nota? ¿Ya la leíste? ¿Crees qué debamos preocuparnos?

 

Las palabras se agolpaban al tratar Fiamma de decirlas rápidamente y casi sin aire. El corazón le latía rápido, estaba preocupada por su otra prima. Cada vez que alguien "tenía que irse" ocurría una desgracia o bien ese alguien desaparecía por años y la recién llegada a la Granger no estaba lista para dejar de ver a sus primas otra vez.

 

-¿Qué es eso de que ya sabemos?- se notaba preocupada, hasta que un pensamiento cruzó por su mente y su semblante cambió. -¿O qué tal si se escapó con su novio? Ese tal Arcanus.

 

La segunda opción no eran tan mala, de hecho era muy buena opción. Quizá el amor ablandaría el corazón de Valeskya, quien a veces era un poco arisca, sobre todo con Joaquín. Aunque bueno, es que él tampoco era un pan dulce con su hermana. Sobre esa línea de pensamiento, todos los Granger necesitaban más amor en su vida, quizá era momento de conseguirles pareja a todos.

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  • 3 semanas más tarde...

La rojirubia(?) levanto la vista hacia la puerta mientras su prima entraba como alma que lleva el diablo a su habitación, se notaba que estaba preocupada por la nota que Valeskya les había dejado, y seguro tenia razón, con su prima V, nunca se sabia que esperar, de las cuatro era la mas temperamental e impredecible. Annick era el cerebro, aunque hacia mucho no pasaba por casa, cuando lo llegaba a hacer, era la que ponía orden al caos. Fiamma era la mas sensible de todas, lo había notado cuando corrió a salvar a Lixue, aunque no hubiese sido necesario, Joaquin no mataría a nadie en la casa, frente a testigos, pero Fiamma no podía permitir esos abusos en casa, ahora lo sabia.

 

Y ella, pues ella era la frialdad andando, el control que tenia sobre sus sentimientos y sus reacciones era su mayor don, nadie podía leer en su cara lo que estaba pensando, todo lo que hacia y lo que pasaba en la mansión estaba fríamente calculado por ella, sabia exactamente como reaccionaria cada miembro de la familia y actuaba a razón de ello. Por eso cuando su prima había entrado así ella solo la miro y espero a que esta terminara de decir lo que sentía.

 

- no te preocupes por ese par, no se odian tanto como para matarse, V solo lo hará rabiar un rato y al final todo seguira como siempre, al menos esta vez no han destrudio nada en la Mansión - dijo levantandose de la silla donde estaba.

 

- ven, ayudame con el jardin, he descubierto que no hay nada mejor para sacar el estres que un poco de jardineria

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Apolo golpeteo la tabla de madera varias veces con el cuchillo, mirando alternativamente hacia la ventana y la olla que habia puesto a hervir. La zanahoria que estaba picando podria haber tenido un final mas decoroso, ya que con la fuerza con la que lo hacia la estaba transformando en una papilla. Cocinar no estaba entre sus mejores habilidades, pero su autosuficiencia habia llegado a tal punto que ya hasta no solia esperar que nadie le sirviera algo de comer, mucho menos con el resto de su familia.

 

Aunque solia vislumbrarlos y saludarlos al pasar por la mansion, se sentia desconectado del resto. La cena familiar que habian tenido y la subsecuente venta de garage solo habian logrado que los animos se caldearan mas, y una vez mas Apolo quedo relegado a ser un mero espectador de las excentricidades con las que solian salir los demas habitantes.

 

Arrojando los restos de zanahorias a la olla, aun sin hervir, penso que era divertido pensar en eso ultimo cuando el mismo habia aparecido solo a unos centimetros, cubierto de sangre que no era suya y con alcohol hasta el tope. Apolo se sentó y apoyo las manos sobre su cabeza agachada, pasandose los dedos por el cabello azul oscuro que recientemente se habia cortado.

 

¿Que era esa sensacion de constante peligro en el que se sentia? Era como si se hubiese metido en la boca del lobo... o estuviese justo en la entrada, lo cual explicaba la razon de que se estuviese refugiando tanto en la Mansion Granger. El no era como la mitad de la familia que se aferraba a los tiempos antiguos como si pudieran volver cualquier dia...

 

Pero tampoco era de los que se largaban a penas la situacion se volvia comprometida. Tenia trabajo, gente de la que se preocupaba, y hssta algo de aventuras, y sin embargo...

 

— ¿Estoy haciendo algo mal? —preguntó en voz alta a la cocina vacia.

 

Los elfos no solian acercarse si estaba Apolo; era mas facil que frustrarse por la falta de ordenes que realizaba, asi que toda la respuesta que recibio fue un crujido proveniente del suelo, como si estuviesen empujando unas vigas de madera.

 

Sea lo que fuera no podia ser algo bueno, asi que Apolo dejo el delantal que llevaba puesto sobre el y se apresuro a salir a la cocina para entrar a la cocina. Y salio de la cocina para entrar en la cocina. Y salio de la cocina para entrar en la cocina. Y salio de la cocina para entrar en la cocina por tercera vez, pero esta vez se golpeo un pie con el meson.

 

— ¿Pero que... — solto Apolo girando en redondo y volviendo a cruzar el arco que separaba la cocina del comedor principal. Lo hizo lentamente, pero en solo un pestañeo estaba volviendo a entrar.

 

—¿Esto es alguna clase de truco? — pregunto pasando del miedo momentaneo al enojo.

 

Alguien le estaba jugando una broma de seguro.

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¡Vaya días estaba teniendo! A veces y cada vez más a menudo deseaba desaparecer de Ottery por un tiempo indefinido, el mundo era inmenso y yo me auto confinaba en aquel pequeño y lujoso pueblo, en una rutina cómoda, matando poco a poco instintos que menos de una década atrás estarían a flor de piel. Como si fuera incapaz de contradecirme, y la prueba de mi pensamiento, era que me entraba una desesperación por entrar a ese abismo al que llamaba hogar, servirme una copa, o mejor dicho, ordenar que me trajeran una copa, y poner los pies sobre la mesita de café mientras contemplaba algún punto fijo.

 

Avanzando rápidamente pero lo suficientemente despacio para comprobar con una pequeña sonrisa que la mansión Granger no se veía tan desolada como en otras ocasiones en las que parecía una eterna decoración para Halloween, que por cierto, ya se acercaba. El césped recortado, iluminado por orbes de luz que flotaban a cada lado del camino, los lazos del diablo que restallaban contra los insectos, alimañas y cualquier cosa que se acercara a ellos, y si me concentraba un poco, podía sentir el agua de la fuente de nuestros jardines privados. Sonreí, era una mansión que nos describía a todos nosotros, aparentemente normales, pero así como el lazo del diablo y otras "sorpresas" los habitantes también teníamos secretitos que podían ser letales.

 

Al menos eso me gustaba pensar a mí. Me había vuelto cómodo, sí, pero no dejaba de pensar en la muerte, y a decir verdad, no podía asegurarlo, pero tenía la sensación de que era el Granger que estaba obsesionado con ese tema. Bien, mientras lo controlara no espantaría a nadie, aunque tampoco era fácil asustar a los variopintos miembros de la familia. En cuanto me paré frente a la inmensa puerta blanca esta se abrió y Kraven, tras saludar con una profunda reverencia tomó mi saco verde botella y desapareció tras otra reverencia.

 

Los más pequeños de la más reciente generación Granger, jugaban en la sala, los saludé a los tres pero no me entretuve con ellos, tal como estaba dispuesto fui directo al sofá y cómodamente puse mis pies sobre la mesita de café, guiñando un ojo cómplice a los pequeños para que no me delataran ante las matriarcas. Por un momento pasó en mi mente que debía dar el ejemplo y no incitarlos a subir los pies sobre la mesa, pero al final decidí que diría lo que dicen todos los padres hipócritas a los niños «yo puedo porque soy grande y en esta casa mando yo» a veces... Pero eso ellos no lo sabían, ninguno había visto como en la venta de garaje Zahil me había invitado con firmeza a alejarme de la mujer asiática tanto como pudiera.

 

-Amo... -la fea criatura hizo una reverencia a mi persona y otra los pequeños, y luego me entregó la copa- Kraven cree que debería decirle que el amo Apolo está actuando raro... -levanté una ceja para que aclarara la explicación, mientras daba un sorbo a la sangre tibia- Kraven ha visto que el amo Apolo sale de la cocina, pero cuando sale vuelve a entrar en la cocina una y otra vez. -Titubeó antes de seguir, pero hizo una reverencia y desapareció.

 

Naturalmente, no entendí nada de la explicación que dio la criatura. Di otro sorbo teniendo recuerdos de la última vez que supe que Apolo había estado en la cocina, había aparecido hecho un estropajo humano, cubierto de sangre y apestando a alcohol. Al Granger de cabello azul siempre le pasaban cosas extrañas en la cocina. Con aquello en mente, me levanté del cómodo asiento y decidí ir a confirmar lo que el elfo estaba diciendo. Atravesé las salas hasta pararme en el comedor y cruzarme de brazos, observando como el muchacho despotricaba cada vez que intentaba cruzar aquel arco que separaba las dos habitaciones pero volvía a aparecer en el centro de la cocina.

 

-¿Qué demonios...? -me pregunté con el ceño fruncido mientras bebía otro sorbo de aquel liquido rojo- Apolo, ¿qué está pasando? ¿Necesitas ayuda...?

 

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Las palabras de Zahil no la sorprendieron, sino la frialdad con que hablaba. A ella le costaba mucho mantenerse impasible ante la manera en que se trataban Valeskya y Joaquín. Había crecido sin hermanos, su idea de hermandad era muy distinta a la manera en que se conducían los Granger. Probablemente su prima reaccionaba así después de tantos años de convivencia con los latosos hermanos.

 

-¿Jardinería? ¿Así le llamas a eso que haces de aventar tierra de aquí para allá y gritarles a los elfos? Eso me recuerda que hace poco fui a un negocio en el Callejón Diagon donde me vendieron un montón de plantas muggles, unos rosales y unos cactus.

 

Caminaba junto a su prima con dirección al jardín, bueno, suponía que al jardín privado de Zahil ya que la rojirubia (?) era muy celosa de sus plantas. Los pasos de ambas retumbaban en la vieja madera, parecía que la mansión ya estaba lista para Halloween y definitivamente ya estaba lista para ser demolida. Con la venta de garage, se habían quedado casi sin mobiliario, por lo que las pasillos y las paredes lucían sumamente vacíos. En realidad a Fiamma no le importaba, se había acostumbrado a vivir solo con lo necesario.

 

Unas voces se escucharon al pasar por la cocina. Eran voces graves, de hombre (?), por lo que supuso que eran sus primos. Le dieron ganas de pasar a saludarlos, tenía rato sin verlos, en especial a Apolo. No había tenido aún mucha oportunidad de convivir con ellos. Aunque ambos eran algo ariscos, quizá por su condición vampiresca, a Fiamma no le importaba, estaba segura que bajo toda esa amargura había un par de buenos hombres.

 

-Zahil, ahí están los chicos. ¿Los vamos a ver ahora o después de ir a hacer esas cosas al jardín?

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