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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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Apolo


Apolo movió tanto como pudo la cabeza desde su posición, pero desde el ángulo en el que estaba era difícil poder ver algo. La voz ahogada de Zahil calmando a Fiamma atravesó la cocina, y se percató que al menos ya todos se habían dado cuenta del problema. El no era de mucha ayuda, y mientras más miraba a Joaquín y a su acompañante misterioso más extraño le parecía lo que estaba pasando. No podía concebir una situación lógica si no investigaba antes, y atrapado en la cocina era difícil buscar alguna pista para ayudar a sus tías y a él mismo.


¿Mi qué?— preguntó Apolo, volviendo a prestar atención a Joaquín sin entender. —¿Por qué dices todas esas cosas?


Sentía que algo obvio se le estaba escapando, ¿pero qué? Nada de lo que decía Joaquín tenía sentido para Apolo.




Apolo


La caricia del aliento del extraño, Joaquín, en su oído provoco que se estremeciera un poco. Habría jurado que había dicho que el otro chico también se llamaba Apolo, y se preguntó si de verdad era un nombre tan común. Soltó una risa irónica ante su comentario, intentando prestar atención a lo que decía Joaquín, pero prácticamente vibro cuando sintió los labios de Joaquín rozar su cuello.


—¡Oye!— soltó—Nadie se come a nadie sin su consentimiento… ¿Qué siempre es así?— preguntó al chico de pelo azul, acercándose a la entrada de la cocina.




Apolo

—Pues…


No quería hablar mal de Joaquín, aunque apenas lo conocía, pero todavía encontraba muy extrañas las circunstancias en las que había aparecido con su acompañante asiática. Pero no había tiempo para conversaciones casuales; a pesar de no estar en una emergencia estar atrapados pronto podría ser un problema, y sentía que solo perdían tiempo.


Y sea lo que sea que estuviesen cuchicheando sus tías, le hubiese gustado que hubieran hablado más fuerte. Algo hacía sospechar a Apolo que tenían más que ver con el problema que lo que dejaban ver, pero todo lo que lograba percibir eran ecos de palabras. Casi se preguntó si sería muy maleducado que hablaran más fuerte.




Otro Apolo


La más joven del grupo hizo insinuaciones sobre matarlo, y Apolo se dio cuenta de que sea donde estuviese no era bien recibido. No tanto por la chica que claramente estaba en crisis de pánico, si no por la mirada que le echaba el vampiro como si fuera su siguiente cena. Tenía que salir de allí, y buscar alguna cara familiar, pero atrapado iba a ser difícil moverse, aunque estaba seguro que había escuchado a su tía Luna y su tía Sophie en el vestíbulo. ¿Serian ellas realmente?


Se acercó al mismo tiempo que la joven a la entrada, y al ver que no se atrevía a entrar fue él el que salió apurado por la aparición de sus tías. Se veían distintas de alguna forma pero las reconocería en cualquier parte, aunque la mirada de desconfianza que le devolvieron a su sonrisa lo hizo dudar un poco.


—No me miren así, yo estoy tan perdido como ustedes.— comentó dirigiéndose a Luna. —Si hay que buscar un culpable creo que la tía Sophie tiene más probabilidad que yo ¿no? Me agradaría saber quién son los tres extraños — señalo a la chica, al vampiro, y al tipo de pelo azul que estaban entrando en ese momento y por qué esta tan cambiada la Mansión.




Apolo


—¿El otro tipo puede caminar por la mansión?— le preguntó a Joaquín abriendo los ojos, antes de caer de bruces al comedor por la sorpresa.


Sea lo que sea que hubiese pasado, el hechizo que los tenia retenidos se había roto tan rápida e imperceptiblemente como había iniciado. Se apresuró a ponerse de pie e ir al vestíbulo. Allí estaban Zahil, su tía y como había sospechado, también Valeskya había hecho acto de presencia. ¿Que mal había traído Valeskya a la casa? (?)


Y ahora que estaban todos, era un buen momento para presentaciones y para algunas respuestas. Se colocó junto a su prima Fiamma, la única con la suficiente sensatez para decir lo mismo que él estaba pensando. Que si algo estaba pasando era definitivamente por culpa del extraño en su hogar, por muy inocente que se viera. Tal vez el culpable fuera Joaquín después de todo, si él lo invito.


Eso, hasta que escucho unos pasos que bajaban las escaleras. Y todos se quedaron en silencio, helados por la sorpresa. Y es que Apolo casi se le cae la varita de la confusión, ¿Pero que…? ¿Como es que había dos de ellas?




Apolo


— ¡Confringo! — disparó Apolo entrando a la mansión hecho un huracán, apuntando a las tablas del suelo del vestíbulo.


Hubo un estallido catatónico y tablas y muebles salieron despedidos en todas direcciones, y se generó un boquete enorme por el que cayeron sus familiares directo, con los dos Apolos incluidos. El hechizo habia sido extremadamente fuerte, pero no pensado para dañar a nadie, solo incapacitarlos. El Apolo original jamás hubiese logrado generar un hechizo de tal magnitud, pero ese era el propio poder de la voluntad y el claro hecho de que se estaban rompiendo más reglas de las que podía contar.


Pero primero a lo primero, no debía dejar que nadie se topara con nadie. Se había generado una nube de polvo y escombros que ahora flotaban en el interior del vestíbulo, mientras la figura en las sombras apartaba el polvo con su varita.


— Sea lo que sea que pensabas que ibas a hacer, se terminó. Te voy a devolver de una patada de donde no debiste salir.




Apolo


Un piso más abajo, Apolo sintió el golpe de algo duro y metálico que le cayó directamente en la cabeza, atrapado bajo el horrible mueble del vestíbulo del que nadie jamás había logrado deshacerse, aun pese a la venta de garaje. Una cadena dorada había caído del vestíbulo, o de lo poco que quedaba de la entrada y de las escaleras en las que dos personas ahora se estaban atacando verbalmente.


— Alguien… ¡cof cof! ¿Qué paso? ¡¿Quién era?!


Apolo respiro con fuerza y trato de levantarse, pero estaba seguro que había vislumbrado cabello de un azul intenso antes de caer. Le hecho un vistazo, y el que tenia mas cerca era a Joaquín y como no, el chico de pelo rojo sobre él. Iba a soltar un bufido entre toda su desesperación, y luego se asusto aumentandola cuando a la luz que venia del techo vio... sangre.


@ @Zahil Granger @@Valeskya Granger @@Joaquin Granger @Apolo Granger @Apolo Granger

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-¿No lo estás viendo, Apolo? -el que no entendía la voz de desconcierto del muchacho era yo.- ¿No tienes espejos en tu habitación? ¡Son iguales! ¡Solo cambia el color de cabello!

 

 

Aquella situación me comenzaba a exasperar, Zahil no me dejaba matarlo, el Apolo rojo no se dejaba comer, y a mí me gustaba tener el control, pero cada vez era más consciente de que en aquella ocasión todo escapaba de las manos de todos. Al menos el comentario del extraño con el que estaba compartiendo la habitación me hizo reír de forma estridente. Pobre alma inocente sin conocimiento de cómo funcionaban las cosas; los vampiros "vegetarianos" pedían permiso y se desgarraba su alma cada vez que secaban algún sucio animal. Pero no era lo que yo acostumbraba.

 

 

-Apolito -comenté, sonriendo divertido- si yo pidiera permiso a mis víctimas, ya me hubiera muerto de hambre hace mucho, mucho tiempo. Mínimo podrías agradecerme que no te hipnoticé para que cedieras.

 

 

Hubiera deseado que Apolo terminara con lo que tenía que decir sobre mí, lo miré de soslayo, pero bien sabía que no era aquello lo que lo había detenido de seguir dando sus impresiones sobre mí. Había otras cosas que apremiaban, así que lo dejaría para más tarde... Una Fiamma decidida se había hecho presente y era la clase de Fiamma que me agradaba, la que empuñaba su varita y solucionaba todo con un par de movimientos, aunque impidiera que salvara a las damas que yo mismo arrojaba de los tejados. Además aquella vez los dos teníamos las mismas intenciones.

 

 

-No, Fia -dije dejando ver el pesar en mi voz- Zahil no nos deja matarlo hasta comprobar que no daña al otro -dije señalando al Apolo de la cocina, y mirándolo por encima del hombro.- Oye, sobri, ¿Nos dejarías patearlo para ver si a ti también te duele? Hay que salir de dudas.

 

 

Pero aquel muchacho de estridente cabello rojo logró lo que ninguno de nosotros había logrado hasta aquel momento, salir de la habitación en la que estábamos encerrados, y lo miramos incrédulos ante la facilidad con lo que lo había logrado. Pronto el chico demostró una inocente incapacidad de no hacer comentarios inoportunos, cargando la desconfianza en Zahil, aunque la llamó por el otro nombre, al salir detrás del chico no pude evitar enviar una mirada de reproche divertido a mi prima «¡Ja! ¡y tú que no querías hacerle daño ¡Mira con la moneda que te paga! ¡Sólo dame una señal y lo hago pagar» le transmití aquello con el pensamiento pero sabía que la de pelo bicolor no podría descifrarlo.

 

 

Ahora estábamos todos en el vestíbulo, y podíamos confirmar lo que había dicho Valeskya sobre los sonidos en el segundo piso que a decir verdad, yo también había escuchado, pero suponía que podían ser los niños. Sin embargo pronto pude confirmar que no fue así. Una figura irrumpió apresuradamente desde la segunda planta y apuntando al suelo, lo hizo estallar, haciéndonos caer al subsuelo de la mansión, y no había atinado siquiera a exclamar una advertencia cuando ya había sentido el impacto contra el duro suelo de piedra del sótano.

 

 

Aunque me había golpeado con fuerza en la cabeza, y como para no perder la costumbre, el Apolo de cabello rojo estaba sobre mí, no había sido nada mortal. Busqué con la mirada a mis parientes humanos, puesto que tenía plena certeza de que Zahil y Valeskya se encontrarían en óptimas condiciones. El que estaba más próximo era Apolo, el de verdad, el Azul, mi sobrino, y no estaba siendo aplastado por ninguna de nuestras esbeltas familiares mujeres, sino que tenía un pesado mueble encima, y sangre en la cabeza por un fuerte golpe de un candelabro.

 

 

-¡Aparta! -exclamé, quitando al intruso de encima y me apresuré a socorrer al otro chico. Lo despojé del peso del mueble sin mayor complicación, pero había que atenderlo rápido y no tenía ninguna poción. Pero tenía algo mucho mejor...- No hay de otra -murmuré de forma imperceptible, antes de clavar mis colmillos en mi labio inferior, y en el momento en que la sangre comenzó a manar, los posé sobre los suyos, tibios, asegurándome que la sangre entrara en su boca y se pudiera beneficiar de los efectos sanadores.- Es mejor que cualquier poción... -fue lo único que atiné a decir quitando mis labios teñidos de rojo de los suyos en el mismo estado.

 

 

-Y ahora... -Murmuré, ya con los ojos de un color naranja intenso- ¡Kraven! -llamé y el elfo apareció con un sonoro «crack» e hizo una reverencia- ¡Llévate a los niños, ya sabes a donde! -asintió, hizo otra reverencia y desapareció con el mismo sonido con el que había aparecido.

 

 

Lleno de furia, y habiendo encaminado al menos dos problemas era momento de encargarme de nuestro agresor, porque si había algo que no iba a permitir era que se violentara la seguridad y la integridad física de mi familia, y mucho menos en mi propia casa. Y para su desgracia, yo había visto y en realidad antes de vernos envuelto en el polvo, todos habíamos visto que se trataba de un tercer Apolo con un cabello de un azul más claro. De un salto, emergí del boquete que se había hecho en el piso y corrí hacia las escaleras donde estaba nuestro agresor, lo tomé con fuerza asfixiante, lo que lo obligó a soltar su varita, y con él en el aire, volví velozmente sobre mis pasos a donde estaba el boquete.

 

 

-¡Oigan, chicas! -exclamé, para llamar su atención, y esbocé una sonrisa sádica,- ¿No tienen hambre? ¡Se me ocurre que pueden llevarlo al calabozo, encadenarlo, y divertirse un rato! ¡Atrápenlo! -y con excesiva fuerza lo arrojé al lugar donde momentos antes habíamos caído. En el peor de los casos si no se amortiguaba su caída, se rompería algunos huesos.

 

 

Me di la vuelta cargado de desconfianza, cuando capturé a mi presa, me había parecido sentir la presencia de alguien más en la casa, pero estaba tan cegado por la furia que no podía asegurar nada, como fuera, no había impedido que lo capturara... sin embargo esta vez, empuñé mi varita y me puse en guardia.

 

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  • 2 semanas más tarde...

- ¡Pero qué….!

 

Exclamó la ojivioleta furiosa, al ver que el Apolo rojo parecía ser una especie de ilusión corpórea [?], ya que parecía moverse con total naturalidad ante el hecho de que el Apolo real y su hermano parecían estar atrapados. “¿De dónde salió este tipo?” Era la pregunta que rondaba por su mente, pues era evidente que no pertenecía al mundo de los Granger [?]; le comenzó a doler la cabeza ante semejante confusión, sobre todo la idea de hacer un interrogatorio a alguien que parecía no tener idea de que no encajaba con la escena familiar.

 

Sonrió brevemente al escuchar la idea de Fiamma con respecto a matarlo; francamente era una idea que la ojivioleta había desechado casi de inmediato, pues el invitado no parecía tener malas intenciones, aunque tampoco hizo nada por decirle a su prima que bajara la guardia: una de ellas al menos debía estar preparada. De todas formas, lo que mantenía alerta a Valeskya, era el hecho de pensar en la posibilidad de que, existiendo más de un Apolo, pudiera pasar lo mismo con el resto de ellas; era lo que podía explicar el ruido en la planta alta de la mansión.

 

Antes de que pudiera externar su horrible y descabellada sospecha, vio cómo ésta se convertía en realidad: una serie de personajes femeninos iban bajando poco a poco en las escaleras, aunque tuvo la impresión de que parecían andar en lo suyo, platicando entre ellas y aparentemente sin darse cuenta de que eran intrusas dentro de la mansión. ¿Fantasmas? No lo creía, ya que se veían casi como el Apolo rojo, pero sin un color de cabello diferente; pero podía reconocer perfectamente de quiénes se trataban: al menos en el caso de la pelinegra, pudo notar que era parte de su pasado, el cual había dejado atrás hacía tanto tiempo y de la que ahora casi no quedaba rastro.

 

“¿Luna?” Fue lo que pensó inmediatamente, al tiempo que sentía cómo la sangre le hervía [?] del coraje. Antes de que pudiera exclamar o pensar más cosas, otra figura conocida apareció rápidamente y sin decir más, apuntó hacia donde ellos estaban, provocando una explosión y todos ellos cayeron y lo que era esa parte de la mansión, se había llenado de polvo, restos de madera, muebles y cosas. La ojivioleta tosía, a consecuencia del polvo mientras se quitaba parte de los escombros que habían caído sobre ella. Pudo percibir el aroma inconfundible de la sangre y pensó enseguida en Fiamma.

 

- ¿Zahil? ¿Fiamma? – Preguntó la Granger, mientras continuaba tosiendo. Le pareció escuchar a Joaquín que llamaba a uno de los elfos domésticos para proteger al niño… o los niños. Centró su atención en buscar a sus primas y al resto de visitantes inesperados; la que más le preocupaba era su prima claustrofóbica [?]. - ¡Ahí estás! – Exclamó triunfante la joven al verla algo golpeada, pero sin una herida seria aparente ¿Entonces de quién era esa sangre?

 

Antes de poder obtener una respuesta, escuchó al ojiazul tratando de llamar la atención de ellas, proponiendo torturar a alguien que estaba recién capturado. Pensar en eso último, le hizo pensar en que si los intrusos podían morir como cualquier persona normal, o poseían la misma condición que ellos. Interrogar a uno de ellos quizás podía darles la llave para poder salir de todo ese problema en el que estaban metidos; Valeskya moviera la cabeza negativamente y antes de seguir pensando en la serie de problemas que estaban a punto de venir, decidió en hacer caso de su hermano.

 

- Chicas, creo que es lo mejor al menos por ahora… - Exclamó en voz baja, sin estar totalmente convencida. - Hay que llevarnos al tipo ese al calabozo, seguro Joaquín podrá arreglárselas con nuestro sobrino… el real. – Murmuró al darse cuenta que el aroma de la sangre que había llegado a ella instantes atrás, pertenecía a su sobrino. Trató de no pensar en lo que había visto antes de que la explosión ocurriera.

Editado por Valeskya Granger

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  • 3 semanas más tarde...

Después de todo el caos que habían vivido en navidad y sin saber en realidad como las cosas se habían solucionado, la vampira se quedo mirando el amanecer por la ventana de su cuarto. Aquella paz que era tan necesaria para descansar pocas veces se sentía en aquella casa y no estaba segura si eso le agradaba o no. Aun y con todo, ella estaba contenta con la familia que le había tocado y con el bando al que había regresado hacia algún tiempo. Se levanto y comenzó a arreglarse para bajar a desayunar algo, si no aprovechaba aquella calma, para cuando quisiera usar la cocina, Apolo ya se habría metido en otro problema en ese lugar, de pronto estaba sospechando que había una maldición en aquel cuarto que solo atacaba a su sobrino.

 

Bajo las escaleras con la mano en el pecho, desde que se levanto aquella mañana mas temprano, tenia una sensación muy extraña, como un mal presentimiento y aun no lograba encontrar que era lo que estaba mal. Con ese humor entro a la cocina, distraída en sus malos pensamientos (?) y dejando que Polo y Ariana la atendieran, uno dándole café y otra dándole una tostada que la odefa agradeció mientras les indicaba que ella podía seguir sola.

 

- Que silencioso esta todo, pareciera la calma antes de la tormenta - pensó mientras se levantaba de la mesa y se iba a sentar al salón aun con la taza de café en las manos y su azul mirada en ninguno punto en especifico, pensando en nada en particular.

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  • 2 semanas más tarde...

Cerró los ojos, a veces solía hacer eso cuando estaba acostada en la habitación y divagar en sus pensamientos durante su tiempo libre. Ese día parecía ser demasiado tranquilo, después de tanto caos provocado en días pasados, hacía falta esa sensación de paz que reinaba en la mansión Granger; su elfina de seguro andaría por ahí, tratando de reacomodar lo poco que quedaba del caos producido la última vez. De repente tuvo una sensación de escalofrío, como si se tratara de un aire gélido que pasara encima de ella solo para dejar una estela de vacío a su paso; la ojivioleta abrió los ojos rápidamente, mientras miraba a su alrededor ¿pudo haber sido un sueño todo aquello? Imposible.

 

Se quedó sentada en la cama, abrazando sus piernas, mientras trataba de pensar qué había sido eso todo lo ocurrido. ¿Más caos? No lo creía posible, nadie tendría tan mala suerte como para vivir tantas tragedias en tan poco tiempo; en todo caso, lo más que podía hacer para evitar más eventualidades locas y extrañas, era llamar a Fiamma y con la ayuda de los demás, hacer una limpia a toda la mansión. Era una sensación de desesperanza, algo angustiante, como si algo faltara, pero no sabía qué. No se dio cuenta del tiempo que había transcurrido hasta que los rayos del sol entraron por la ventana.

 

Valeskya se cambió de ropa: un pantalón de vestir negro, una blusa de color violeta con los hombros descubiertos y unas zapatillas del mismo color. Se dejó suelto el cabello y después de darle unas cuantas pasadas con el cepillo [?], se dirigió hacia el salón, esperando a encontrar a alguien de la familia; esas ganas de contar lo que le sucedía, no era algo que le pasara muy a menudo, lo cual le resultaba aún más preocupante. También pensaba en cómo podía manejar esa información: “Fíjate que tuve un sueño… bueno, más bien es como si lo hubiera sido”, la mente de la ojivioleta trataba de reunir toda esa información y juntarla en una frase coherente, lo cual no le resultaba algo fácil.

 

- ¡BUEN DÍA TENGAN TODOS! – Incluso pronunciando esas palabras, le resultaba algo tan fuera de lugar. Solo vio a su prima, pero había esperado que el tono de su voz lograra espabilar a alguien más. - Hola Za ¿Cómo va todo? Yo quiero de ese café que estás tomando – Dijo mientras daba un vistazo a la taza que su prima traía entre sus manos. Se dio cuenta que al parecer no era la única que había tenido una mala noche.

 

Caminó hacia una de las ventanas del salón y se asomó, vio a un colibrí agitando sus alas, al tiempo que disfrutaba del néctar de las flores. Un ave tan pequeña y tan majestuosa, aunque no tanto como el ave cuyo nombre no lograba recordar, como si solo de intentarlo le llegaran otros mil y un pensamientos queriendo ocupar un lugar que no les correspondía.

Editado por Valeskya Granger

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Otro día comenzaba en el oculto paraje de Ottery, y en aquella mansión reinaba el silencio, pero no por eso menos disfrutable. Era sumamente extraño despertarse en tal estado de calma, por lo general todos nos veíamos sobresaltados por algún grito, o cualquier otra clase de insólito disturbio que estaba casi seguro, el resto de las familias de allí no vivían. La verdad mal por ellos, porque hasta había sido instructivo, por ejemplo, para evitar empobrecernos más, habíamos decidido aprender a reparar las cosas por nosotros mismos con resultados óptimos.

 

Era temprano, los niños seguramente dormían, y yo tenía por costumbre despertarme antes de que el sol comenzara a salir, pero hacía ya bastante rato que las cortinas de terciopelo verde se habían cerrado protegiéndome del sol, y las luces se habían encendido. Tenía puesto mi salto de cama de seda verde, pero a pesar del invierno, estaba abierto indecorosamente, como si la chimenea encendida que tenía enfrente me diera un abrumador calor que nunca sentiría. Disfrutando como si fuera un riquillo sin tener la bóveda familiar vacía, bebía una copa de aquel espeso líquido vital y leía por enésima vez "Seis personajes en busca de un autor" una obra de teatro escrita por Luigi Pirandello, no hacía tanto, en 1921.

 

Habiendo terminado en un par de horas la centena de páginas que contenía el drama con tonos modernos, supuse que era momento de bajar al comedor y llenarme de ruido. Miré el traje marrón que usaría aquel día, pero decidí que no quería vestirme aun, ya lo haría cuando subiera a por Seishiro más tarde, pero tuve la mínima decencia de atar aquella liberadora prenda antes de salir de mis aposentos privados. Al poner un pie en el pasillo, todo seguía igual de tranquilo, y aquello ya despertaba en mí un sentimiento de extrañeza. ¿Todos se levantarían tarde?

 

Continué el camino, mirando de un lado a otro, las puertas cerradas de las habitaciones de mi familia al tiempo que, por meras cuestiones de seguridad, y preparado para cualquier cosa, agudizando el oído para ver si sentía algún tipo de sonido desde el interior de ellas. Pero no sentí nada. Cada vez más extrañado, bajé las escaleras, casi arrastrando los pies, como si de verdad estuviera cansado. Afortunadamente, allí junto, en el salón, obtuve señales de vida, nada más y nada menos que Valeskya y Za, que estaban en una pasmosa tranquilidad. Casi asustaba su falta de intensidad.

 

-Buen día, bellezas -dije con voz tranquila, como siendo incapaz de romper el silencio reinante en la morada, y di un beso a cada una- Que tranquilo está todo ¿no? Casi da miedo -comenté fallando en mostrarme distraído y dejando salir toda mi extrañeza.

 

Me acerqué al ventanal por donde miraba la ojivioleta y me paré a observar el día, poniendo las manos en mi espalda. Incluso el clima parecía tener algo extraño, era un día demasiado lindo como para no desconfiar. Por mi mente pasó la idea de comentar aquello también, y comencé a incomodarme ¿Por qué diablos sentía la necesidad de contar todo lo que pasaba por mi mente? Los días en los que me asaltaba la transparente sinceridad nunca resultaban buenos para mí.

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  • 5 semanas más tarde...

Suspiró con cansancio, ¿Por qué no podía dejar de hacer estas cosas?, en tiempos pasados había sido una cosa tan sencilla solo tomar un par de cosas de su armario y solo marcharse del Ottery, sin que le importara realmente nada. -“No te involucres, Ollivander”-, Yanna le advertía con una sonrisa burlona por las mañanas antes de ir a trabajar, -“Por supuesto que no”-, confianzudamente le había contestado él. Que descuidado había sido. Y ahora se preguntaba con más frecuencia si realmente meterse en temas rebuscados era su papel en la vida. El resoplo de risa que tiene con su propio pensamiento es suficiente respuesta para sí mismo, su vida fuera de los terrenos de la heredad era todo un caos justo en estos momentos, pero sabe bien que no puede quedarse más tiempo encerrado en aquellas tierras malditas.

 

Hacía apenas un mes atrás, luego de la caída del Fénix, que el brujo había sido reasignado de departamento dentro del ministerio de magia, por supuesto que Garry no había renunciado y desaparecido del Ottery tan de pronto como muchos de sus compañeros de bando lo habían hecho, en realidad, los motivos por los que los aurores habían tomado tal decisión al menor de Ollivander sigue confundiendo, no quiere mal interpretar sus acciones, pero siendo honesto consigo mismo, jamás se confió de ningún AR que comandara en las filas de la OdF. Por supuesto que él no era desleal del todo, sin embargo, en todo ese tiempo sirviendo habría tenido sus propias formas de resolver las misiones o acatar las órdenes que se le eran asignadas, después de todo, a un rango bajo como lo fue él, información más compleja no era tan sencillamente revelada.

 

Por esas mismas razones es que había aceptado sin dudarlo mucho; un cargo dentro del cuartel de inquisidores, ver en la plantilla en nombre del director en turno que maneja dicho departamento habría sido suficiente incentivo para aceptar el puesto, claro que tuvo que fingir su descontento exigiendo un aumento de sueldo que por supuesto le negaron. Habría sido casi necesario aceptar la plaza, pues un par de días antes de que toda la información de la ex OdF se perdiera, él recuerda la conversación con Elvis y Alessandra sobre la lista de miembros acusados o revelados como mortífagos. Jessie Black Lestrange figuraba entre los primeros nombres de aquella larga lista. Esa búsqueda insistente de su parte por obtener más información acerca de lo que era y fue el tema de los grupos clandestinos, es algo que parece hacer solo para cubrir sus propias dudas. No se sentía capaz de seguir ciegamente solo con palabras de aliento.

 

Sin embargo, los motivos que ahora lo arrastraban hasta los terrenos de la Granger no tienen tanta relación al tema de buscar desenmascarar (aunque sea para él mismo) a aquellos magos o brujas oscuros que ocupan ahora los altos puestos ministeriales, sino todo lo contrario. No, la cuestión era más sencilla y al mismo tiempo complicada de explicar o mejor dicho de entender, ¿Cuál era el propósito de buscar “evidencias” dentro de las mansiones y negocios de la comunidad mágica? Garry imagina que la instrucción va de la mano con la erradicación de los grupos criminales, tanto mortífagos como aurores. ¿Realmente funcionaría? Él no lo cree y sospecha que es una desventaja para quienes alguna vez formaron filas dentro de la OdF. Aun así, es una sorpresa, casi para si mismo, que insistiera tanto en ser él quien hiciera el sondeo a los Granger y a otros apellidos que puede reconocer en la lista de sospechosos.

 

Supone que es cuestión de tiempo para que se descubran sus verdaderas intenciones. De igual manera no parece preocuparse por ellos ahora y tras largo recorrido luego de aparecerse a las afueras de Ottery, hace llamar a la puerta principal de la mansión de los Granger, porque de ellos hay algo más que aún debe solucionar, además de solo un censo ministerial.

 

Buen día-, se siente extraño hablando con tanta tranquilidad, sus pensamientos son tan rebuscados ahora y aun así, su rostro habitualmente apático puede solo mostrar un gesto semi amable a la persona que le atiende. ―Estoy buscando a Apolo Granger, dígale que…el cuartel de inquisidores necesita hablar con él-, no daría el nombre aun, dejaría al muchacho creer que finalmente Garry lo habría delatado, después de todo, algo de escarmiento se merece también el muchacho por compartirle tan peligroso secreto.

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Los pensamientos de la joven se concentraban en lo que últimamente había vivido y eso le resultaba un tanto agobiante: aún le costaba asimilar que ya no había una Orden del Fénix a la que servir, con la cual proteger, con gente que tenía ideales firmes sobre lealtad, el sacrificio, lo que estar en un bando representaba para muchos y lo poco que a otros parecía importarle. Seguía pensando que se trataba de algo pasajero, o un mal sueño, del que pronto podrían despertar. Valeskya suspiró, pensando en que quizás ya se había acostumbrado a esos cambios y a las personas que, como ella, disfrutaban de hacer cosas buenas en medio de la clandestinidad.

 

Estaba en su habitación, con los amplios ventanales abiertos, dejando pasar los rayos del sol que entraban junto con unas ráfagas de aire; tenía que reconocer que a pesar de toda esa luz, le parecía que era un día bastante agradable. Miró hacia una mesita que tenía cerca de la ventana, en donde estaba una extraña flor que había adquirido hacía poco tiempo en el callejón. Vio que todavía se mantenía tan radiante como el primer día, lo que hizo que concluyera que su elfina como siempre, se estaba encargando de todo.

 

En la mansión, después de todo el alboroto producido, las cosas parecían volver a la normalidad. Ahora una parte de la mansión lucía semidestruida, después de aquella explosión, se había intentado hacer una reparación, pero nadie había puesto mucho empeño en ello, ya que en teoría pronto se mudarían a un lugar mucho más amplio, o esa era la idea, aunque ya lo veía como algo lejano. Al menos los escombros habían desaparecido del vestíbulo y la sala, habían varios muebles que ya no estaban, algunos se habían ido con la explosión y otros con la venta de garage.

 

La ojivioleta prestó atención a la revista que estaba más cerca de ella: corazón de bruja, edición deluxe de final de año [?]. Se la había prestado su prima Zahil, junto con otras revistas que aún no terminaba de revisar, algunas traían a unos chicos que eran pobres y que no tenían para comprarse ropa; la primera impresión que había tenido, era que podían vender calendarios con esos chicos y seguramente la revista se olvidaría de tener que redactar algo durante mucho tiempo. “Al menos Zahil sabe cómo distraerse”, pensó, mientras hojeaba con desgana la edición más reciente.

 

- ¿Estará Zahil? No la he escuchado pelear con sus hijos … - Murmuró en voz alta mientras iba recolectando todas las revistas que le había prestado.

 

Supuso que sería buena idea ir a platicar con ella, tenía mucho tiempo que no lo hacía, sin duda a ella quizás le afectaría más toda esa cuestión del Fénix, o en una de esas y quizás conversarían sobre los chicos que andaban buscando para Ottery Fitness, o para cualquier cosa que se le ocurriera. Ese día le apetecía conversar con alguien, sin contar que sería bueno ver de una vez qué harían con la mansión: había pensado que solo con remodelarla sería buena idea, en lugar de dejarla abandonada.

 

Salió de la habitación y miró a su alrededor, como si estuviera escondiendo algo; tocó un par de veces la puerta de la habitación de la rubia, sin obtener respuesta; volvió a tocar con más fuerza y nada. “¡Ash, ahí tiene que estar!”, pensó mientras golpeaba con fuerza y sin cesar la puerta, sin obtener respuesta de su prima; era demasiado temprano como para que hubiera salido a hacer algo. Hasta que finalmente le soltó una patada, provocando que uno de los elfos se apareciera a ver qué estaba ocurriendo y se marchó inmediatamente al ver que la Granger le hacía señas con la mano para que se marchara.

 

Alguien llamó a la puerta, pero no prestó mucha atención; regresó a su habitación, pero en lugar de entrar, solo aventó las revistas y se dirigió directo hacia donde debería estar Joaquín, supuso que siendo el otra de las personas que nunca dormía, quizás se hubiera percatado de haber visto a la rubia; sin reparos, comenzó a tocar la puerta de manera descarada, esperando a que el ojiazul respondiera pronto.

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—¿Una persona en la puerta?

 

La que le hablaba era -si no se equivocaba- Brenna, quien había escuchado la puerta ser llamada a diferencia de la gente en la Mansión. Apolo se había refugiado en la pequeña biblioteca que tenían los Granger, para guardar algunos libros que habían traído de su viaje a Egipto, incluyendo su propio libro de la Fortaleza (que se quedaría ahí un buen tiempo). No había escuchado nada, pero él no solía prestar mucha atención a lo que pasaba en la Mansión realmente, incluyendo a los propios elfos.

 

Y como el hacía casi todo por su cuenta no es que necesitara conocerlos tampoco. Suponía que ya tenían bastante con el resto de los familiares, y era una regla que ya llevaba bastante tiempo autoimpuesta. Sin embargo por primera vez se fijó en la elfina que le transmitió el mensaje, como si ella tuviese la respuesta a la pregunta que se hizo casi en el momento en que menciono “cuartel de inquisidores”.

 

Hasta donde sabia en el cuartel solo trabajaban Mortifagos, y él no hablaba casi con ninguno. Tampoco había sabido nada desde que los bandos misteriosamente habían desaparecido, y la entrada a la Fortaleza Oscura había sido bloqueada para absolutamente todos sus miembros. Con los pocos que hablaba todos tenían puestos en la Universidad o ya llegaban a tener altos cargos, así que era bastante curioso suponer que tenía que ser un desconocido para él mismo quien lo requería.

 

—¿Cómo es esta persona? —consultó Apolo encaminándose hacia la puerta

 

—Alto, más que usted amo. Y tiene unas cicatrices en el rostro.

 

Apolo dio un sobresalto cuando escucho eso. Sabía exactamente de quien estaba hablando Brenna, y solo atino a lanzarse detrás del sillón (?) al ver la puerta medio entreabierta para evitar que supiera que estaba ahí. Solo había tenido que escuchar una ligera descripción para saber quién había ido a buscarlo a la comodidad de su hogar: Garry Ollivander. No había pasado tanto desde el viaje a Egipto, pero Apolo no había querido molestarlo. Que él hubiese ido a buscarlo allí solo significaba problemas.

 

Solo esperaba que nadie de su familia estuviese en casa (?). Durante el viaje le había confirmado a Garry su asociación con Mortifago, y hasta había sido capaz de romper el encantamiento de invisibilidad que mantenía su marca oculta a los ojos de cualquiera, incluyendo sus propias tías. Era el único recordatorio de que seguía siendo Mortifago pese a las atenuantes actuales. Y si Garry llegaba a contarle algo a alguno de sus familiares. Pero, ¿lo haría realmente?

 

Apolo se arregló el cabello azul oscuro lo más rápido que pudo frente al reflejo brillante de un espejo, y alisó los pliegues de su polera negra. Llevaba un look bastante casual con jeans como para un día en casa, y de seguro iba a acarrear más de algún comentario su vestimenta muggle. Ya Garry la había visto antes mientras daban clases, pero con esta nueva información… se sorprendía un poco que no hubiese estallado en carcajadas cuando se lo conto.

 

—Garry, hola… —soltó intentando empoderarse de la situación, apoyándose en la entrada. —No pensé que te vería tan pronto. Igual hubiese venido si hubieses dicho tu nombre.

 

Se quería acercar y abrazarlo, pero en vez de eso lo invito a entrar. Dudo unos segundos en el salón principal, y luego se incorporó rápidamente continuando su avance hasta la escalera que daba al siguiente piso.

 

—Si quieres hablar conmigo, espero que no te moleste que tome mis precauciones. En esta casa se escucha todo.

 

Presiono la mandíbula un poco ante la idea de subirlo a su habitación, donde al menos tendría su propia privacidad, pero sonrió divertido ante la idea de que quizás tenía otras intenciones en mente. No, primero tenía que saber que hacia ahí, y luego empezaría a tantear terreno desde ese punto. Era una suerte que la Mansión fuera lo suficientemente grande para que todas las habitaciones estuviesen lejos entre sí.

 

Si no se entretenían en el pasillo no deberían tener problema en encontrarse con alguien. Y era mejor mantener a Garry alejado de su familia, al menos mientras descubría cuál era su postura en relación a la situación Apolo-Mortifago.

 

—Adelante —soltó con una sonrisa mientras abría la puerta de su habitación.

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Se meció sobre sus pies musitando un par de sílabas de ritmo inusual, los pulcros zapatos de vestir rechinan ante el peso del mago y es ese el único sonido que a Garry sobresalta de pronto al creer que finalmente la elfo volvía con una respuesta. No es Grelliam un hombre comúnmente impaciente, no la mayoría del tiempo, aunque claro, como a cualquiera, hay cosas enlistadas cuidadosamente que lo impacientan solo un poco más; esperar por Apolo Granger afuera de la mansión de los Granger se está figurando en su escasa lista.

 

Volviendo en calma, se toma el tiempo entonces para intentar pensar mejor en las razones por las que había sido él tan insistente en atender personalmente el censo de los Granger para el ministerio de magia, y se autogestiona con la idea de que es mejor comenzar un nuevo trabajo cuando te encuentras con algún rostro familiar… ¿cierto?

 

La vieja y larga túnica ministerial, de donde solo resalta el prendedor en negro y oro con su nombre, no deja ver el maletín de cuero que guarda debajo de uno de sus brazos, el cuello blanco de la camisa donde se ata difícilmente el nudo de una fea corbata resalta también en el conjunto que es en su mayoría oscuro, hacia tanto tiempo que no se le exigía andar uniformado que se siente ridículo vistiendo de aquel modo, aun cuando le da más gallardía al usualmente desgarbado porte del brujo.

 

De no ser por la túnica que se enreda entre sus brazos y piernas, en realidad tampoco le molesta mucho cuál es su apariencia, o al menos es lo que cree hasta que frente a él es Apolo quien ahora atiende en la puerta.

 

Tampoco esperaba saber de ti antes, pero…-, hizo una pausa, pensándose mejor lo que debe decir. ―…Tal parece que no me pude resistir-, no sostuvo su mirada.

 

Desentendiéndose totalmente del tema (por ahora) ha comenzado a curiosear sin vergüenzas la mansión de los Granger cuando se ha adentrado. Es extraño, nuevamente, imaginar a Apolo en otro escenario distinto a los hechos por ellos mismos en Hogwarts o, por supuesto, el exótico Sahara. Garry se pregunta si será necesario soltar algún comentario de cortesía, supone que es lo normal cuando se llega sin ser invitado, aunque en sus anteriores trabajos el Ollivander nunca ha parecido interesado en cosas como esas.

 

Que…bonito lugar-, la monotonía que hay en sus sílabas no lo ayuda a parecer una persona más agradable.

 

Una vez dentro, no tiene tiempo para pensar alguna respuesta mejor ante la sugerencia de prudencia del Granger, asiente, apenas antes de que el muchacho le dé la espalda nuevamente, sospecha que de él querer sugerir otro sitio a donde ir, recibiría un rotundo no por parte del mago, aunque solo se está aventurando a predecir, quizá es algo solo para distraerse de cómo se tensa cuando Apolo le da la espalda y comienza a guiarlo hasta otro salón.

 

Ciertamente está convencido de que cualquier otro espacio dentro o fuera de esa casa puede ser mucho mejor para quedarse con el mago que en su propia habitación, porque claro que la idea de que el Granger fuera un mortífago lo mantiene cuidadoso de sus intenciones, pero era verdad que no es precisamente eso lo que más le preocupa ahora de quedarse junto a Apolo por tanto tiempo.

 

El camino hacia la habitación de Apolo ha sido silencioso, aunque rápido. Solo lo ha dudado apenas un segundo, el gesto que hace para con el mago, más que desconfianza, parece una venia educada de correspondencia antes de adentrarse con paso lento pero firme por la puerta que el mago abre por delante de él. Dentro, lo primero y único de lo que es capaz de identificar es el penetrante aroma del Granger en toda la habitación. Él cree que es necesario respirar cuidadosamente, para no sentirse embriagado por eso, pero solo consigue sentir que se ahoga por la falta de aire.

 

Es…como tenerlo a él tan cerca nuevamente.

 

Había quedado entre nosotros…un tema pendiente, ¿verdad?-, habló solo una vez que se cree capaz de hacerlo con naturalidad, con la mirada curiosa puesta sobre todas partes menos en Apolo, se escucha bastante tranquilo al hablar con el mago, pero la verdad es que no se siente tan sereno como se escucha. ―Cres que... ¿podría quitarme esto?-, con disimulo señaló su pecho, indicándole que le molesta demás la capa del uniforme ministerial. Una vez que asegurara que al Granger no le molesta, finalmente se desharía de ella, con un movimiento teatral ondeando la túnica por encima de su cabeza. ―Es mucho mejor así-, exhalaría con alivio, como si respirara nuevamente, el blanco de su camisa de vestir empalidece un poco más su rostro, pero él está visiblemente más cómodo.

 

Los extraños ojos finalmente se detuvieron en el rostro de su interlocutor, destellando ansias. Se siente que es injusto con él al no revelarle su identidad como ex OdF, pero ¿conseguiría algo con eso ahora?

 

Me he estado preguntando insistentemente, Apolo, ¿qué debo hacer ahora?-, de apoco su voz tiene menos intensidad, no cree que hace falta esforzarse tanto en aquella habitación que comparte solo con él.

 

No espera tener que explicarle que se está refiriendo al tema de sus ideales mortífagos, aunque para él, cada día lejos del Granger le hacía pensar que las confesiones hechas bajo el calor del desierto, han sido solo un engaño, quizá está ahí solo para asegurarse de eso.

 

Me cuestionaba a mí mismo porque no hice o hago algo al respecto…-, sus temblorosos dedos acariciaban la tela de la túnica que ahora descansa sobre uno de sus antebrazos. ― Y el por qué tampoco tú has hecho nada para evitar que intente algo en contra tuya-, concluyó, esta vez cortando un par de pasos la distancia entre ellos.

 

Sobre el pasillo más cercano a la habitación del Granger, Garry ya puede escuchar pisadas distintas que van y vienen de un lado a otro, sin tanto apuro en realidad, pero que se acercan tentativamente a su dirección. Seguramente era cuestión de tiempo para que algún otro familiar o un elfo que sirviera a la familia viniera a buscar a Apolo.

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