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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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Las cosas habían pasado tan rápido que no había tenido tiempo de reaccionar, mas cuando las malditas flores repentinamente decidieron que era divertido lanzarles dardos, que muy seguramente estarían envenenados, asi que lanzo al suelo solo para ver como Valeskya comenzaba a ser arrastrada por una de las enredaderas. Y de nuevo, otra onda gélida azoto la casa he hizo crujir aun mas la mansión. Gary entro y corriendo y logro junto con Apolo salvar a la vampira solo para después quedar enterrados en los escombros. Gracias o lamentablemente, no lo sabia, habían estado cerca de la entrada del sótano y habían podido saltar a tiempo para no quedar cubiertos por piedras y madera, de lo que antes había sido la casa.

 

Si bien se habían salvado de los escombros ahora estaban mas cerca del origen de todos sus problemas, la planta no solo tenia esas malditas flores azules, cerca del tronco tenia una enorme boca con dientes, de todo lo que habría podido dejar salir del centro de la tierra, la rubia habia dejado salir una horrorosa planta carnivora y con sistema de enfriamiento integrado. Al parecer, su estrategia era congelar a sus victimas para que no dieran batalla y comerlos tranquilamente. Lastima que eso no funcionaba en vampiros, desde luego lastima para la planta, bien para ellos. Los tres vampiros podían salvaguardar a los dos magos que habían terminado abajo con ellos, uno de ellos su sobrino.

 

- ¿todos están bien?¿alguno sabe si nuestro sótano tiene otra salida? - dijo mientras se pegaba lo mas que podía a la pared. El monstruo que salia de su pared parecía molesto pues muchas de sus ramas se habían quedado atrapadas bajo lo que quedaba de la casa, aquello les jugaba a favor por el momento. La rubia aguzo oído y le pareció escuchar pasos arriba. ¨Por un momento pensó en gritar pero después se lo pensó mejor, aquello que estaba pasando podía ser una artimaña del ministerio para acabar con los rebeldes. Después de todo, los Granger eran conocidos rebeldes que no se habían tentado el corazón para gritar a los cuatro vientos que no estaban de acuerdo con el proceder del Ministerio. ¿Y si aquellos pasos eran los inefables o los aurores buscando sobrevivientes para asesinarlos?

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Si los Grangers eran conocidos rebeldes que les cantaban las verdades al Ministerio, entonces Orión vivía en un termo. Lo único que sabía de esa familia era que su maldita casa se estaba cayendo abajo. Si lo hubiesen llamado antes, capaz les daba una mano con el revoque o la albañilería, después de todo vivía en una casa restaurada y nunca se les cayó nada. O capaz era magia de esas que atacaban al Ministerio de vez en cuando y te encontrabas con terremotos, incendios y ataques terroristas.


Ahora aparentemente estaban en guerra con Bulgaria, o algo así.


Negó con la cabeza mientras chasqueaba con la lengua. Nadie los había atendido. Con la espada de su derecha, abrió un fulgura nox. Tomó los brazos de Robertina y Florentino (Maida y Matthew) y los lanzó hacia el portal. Por su parte, Aaron se había desaparecido con Goshi.


Antes de entrar él por el portal que había invocado, dejó un ratón pequeño en el suelo, que fue corriendo a una de las paredes para meterse entre las paredes. El pequeño King serviría de ayuda más adelante.


- Una pena, quería una taza de té -se dijo así mismo mientras cruzaba el portal.


Capaz la próxima los recibiría alguien.

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La lucha por no dejarse llevar por las enredaderas estaba ocasionándole más problemas de lo que esperaba. Pudo sentir una punzada de dolor a la altura de sus tobillos, provocado por las espinas que se incrustaban en su piel, aunque eso era lo menos preocupante para ella, sino más bien porque mientras se sujetaba, podía ver que una de las enredaderas parecía querer envolverse en su brazo, si nadie la ayudaba en ese momento, seguramente iba a terminar en el sótano en el peor de los casos, o quizás hasta en otra dimensión (?).


Una voz bastante conocida y a su vez inesperada, exclamó un hechizo que hizo que las enredaderas dejaran de moverse y el cuerpo de Valeskya cayera en el suelo, haciendo un ruido seco. Intentó incorporarse, pero aún se encontraba atrapada: el hechizo que había realizado Apolo, solo había logrado detener momentáneamente el forcejeo, aunque dudaba que esa hubiera sido la intención inicial. Las enredaderas parecían haberse congelado o algo similar, aunque un ruido en el techo llamó la atención: parecía que los restos de aquella planta comenzaban a caer, junto con partes de la casa.


Después solo recordó que dio un puñetazo a la enredadera para poder liberarse (?) y que corría hacia el lugar más cercano: el sótano, justamente a donde estaba luchando para no ir. Tuvo que esperar unos momentos en los que su visión pudiera aclararse un poco, ya que el polvo y restos de escombro seguían cayendo, aunque en mucho menor medida. Solo pudo distinguir varias siluetas y se produjo un silencio expectante, aunque pudo jurar en ese momento que había escuchado ruido de pasos y voces provenientes de la habitación lo que sea que se encontrara justo encima de ellos.


- Todo bien - Respondió mientras alzaba el brazo para que Zahil viera su silueta. Sabía que “bien” era algo relativo, pues habían salido de un peligro y justo habían terminado. Poco a poco se iba aclarando su visión, al menos lo suficiente para ver que aparte de su prima y su hermano, había dos personas más que ahora estaban incluidas en esa situación: Apolo y Garry. La joven pelinegra todavía no parecía salir de su aturdimiento, hasta que vio la causa por la cual su prima parecía estar pegada hacia la pared.


- ¿Alguien vio a Fiamma? - Preguntó de repente, mientras se escabullía hacia una de las esquinas del sótano y se quedaba quieta, sin dejar de ver a aquella criatura similar a una planta carnívora, aunque con inmenso tamaño y probablemente mañas desconocidas (?). - ¿Habrá alcanzado a huir? - Dijo, mientras pensaba que quizás los pasos que había escuchado, eran los de ella; aunque dudó mucho de esa posibilidad.


- ¡AAAYYYYUUU...!- Valeskya dejó el grito sin terminar, aunque la intención original había sido el llamar la atención de quien fuera que anduviera deambulando por la casa. Aunque había olvidado por completo que el hacer ruido solo lograría que la criatura se pusiera más furiosa. - ¿Vieron eso? - Exclamó señalando hacia la parte de atrás de donde se encontraba la planta. Se podía observar que había una luz: aquella criatura parecía ser el menor de los problemas, es como si estuviera cuidando la entrada, como si no quisiera que alguien entrara... o saliera.


- ¿Quién de ustedes sabe cuidar plantas? Así podría decirnos qué hacer con esto ¿La quemamos? - Estaba dejando claramente que su conocimiento acerca de herbolaria se limitaba solamente a la flor que tenía en su habitación y que definitivamente se veía mucho menos peligrosa a la cosa que estaba frente a ellos. Apuntó con su varita hacia el portal, pensando qué podía hacer, si ya había quedado claro que los hechizos no parecían surtir ningún efecto. - O quizás podríamos ofrecer a alguien como sacrificio... - Exclamó.

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Inhaló con intensidad y estremecimiento mientras cree que recupera el conocimiento. No sabe el que y no entiende cómo, pero siente que en algún momento ha perdido la conciencia, quizá luego de chocar contra uno de los muros de la cocina cuando Apolo lo empuja para esquivar la tubería que se le venía encima, tal vez luego de sentir el veneno de las espinas clavadas descuidadamente en su piel queriendo causar estragos en él, o más bien en ese momento de fractura, cuando su magia no puede más sostener el hogar de los Granger y como toda maldición se cobra su parte con un efecto de rebote sobre el brujo. Si, eso tiene que ser, y de lo último que puede recordar es haber sido tirado en dirección al origen de todo eso mientras sentía perder el conocimiento tras el último crujido de la mansión.

 

Quisa solo han sido segundos, un par de parpadeos tal vez en los que su cuerpo se dejaba caer, pero los suficientes para haber quedado bajo los escombros de no haber sido por los Granger. En cambio, ahora sabe que están en una especie de sótano solo por el ruido de la casa cayendo sobre ellos y la estructura que es más rígida que el resto. Garry se pregunta si aquellas otras personas han sido los verdaderos causantes, ¿mortífagos en busca de lo que pudiera quedar de la Orden del Fénix? Tal vez, aunque eso no explicaba el desconcierto de Apolo ante lo que ocurría. Quizá, no les habría importado si entre sus víctimas se llevaban también a uno de ellos.

 

Negó apenas, entiende que ahora lo más importante no era otra cosa sino más bien salir de ahí, o detener lo que fuera a lo que se enfrentan ahora, el derrumbe de la casa se encargaría de los inquilinos en el piso de arriba. Entornando la mirada, hizo un intento por reconocer mejor el lugar, lo que hay en él y por supuesto, buscar el paradero de cada uno de los Granger hasta hacer un conteo mental de los que han quedado atrapados en el sótano. No lo siente como tal, pero es un alivio casi el hecho de ser los mismos que encontró en la cocina, más Apolo y él.

 

Aun sintiéndose aturdido, puede escuchar, sin embargo, la pregunta de Valeskya aun cuando ella se encuentra en el extremo opuesto de la aparentemente cada vez más estrecha habitación. Lo que ella dice le recuerda que en casa, su casa, hay una biodiversidad tan grande de plantas que, a pesar de todo el tiempo que lleva viviendo ahí, él cree que jamás podría terminar de contabilizarlas todas, y aun así ni en libros de terror muggle ha visto algo como lo que se enfrentan ahora.

 

Aunque no esta tan cerca de él, instintivamente busca sujetar a Apolo por una de sus muñecas, no intenta lastimarlo, pero lo sostiene solo con fuerza necesaria para evitar que el Granger de cabellos azules tenga otro lapsus de valentía y se lance al portal o la planta como un sacrificio.

 

Parece un Snargaluff-, comentó luego de fingirse alarmado por la propuesta de sacrificio tratando de disimular su acción para con Apolo; no obstante la idea del sacrificio podría sonar descabellada, aunque también podría resultar. ― Pero algo más malhumorada-, sintiéndose más recuperado se colocó en canclillas para acercarse y ver más de cerca uno de esos lasos espinosos que se enredan en las patas de un estante o algo con forma de un mueble de bajo tamaño, como si de serpientes asfixiando a su presa se tratara. ―O algo mezclado con un animal...tal vez-, con el extremo inferior de su varita (la cual no sabe cómo es que no ha perdido) tanteó una de esas raíces.

 

El hecho de que fuera una planta que no pudiera reconocer, le hace pensar en los lazos alterados que habían crecido en los terrenos de los cuarteles de la Orden alguna vez.

 

El sonido parecido a un gruñido lo hizo volver su atención al vórtice que se encontraba detrás de la planta, no está seguro si aquel sonido viene desde el interior del portal o es el eco del llanto de la poca estructura que sostiene lo que queda de la mansión haciendo sus últimos esfuerzos por evitar comprimirlos a ellos sobre escombros de lo que fue el hogar de los Granger.

 

Podría estar equivocado, pero eso no parece querer un sacrificio… -, arrugó apenas el puente de la nariz, él ya tiene mala experiencia con el tema de los sacrificios, sin embargo, desconoce cómo es que algo así pudo originarse en la casa de los Granger, lo que fuera, debía tratarse de magia oscura, ¿o era que ellos habrían elaborado el portal desde un comienzo? Podría ser, quizá algún ritual esotérico descontrolado, pero desde donde se encuentra no hay vestigios que le expliquen el origen de toda esa calamidad. ― P-podríamos fabricar un sello para intentar encerrarlo de regreso-, hizo una pausa, sabe que es un procedimiento tardado y complicado considerando la situación en la que se encuentran, pero el sacrificio...bueno, mientras no tenga él que ofrecerse, estaría bien con ello. ―Solo cerrar el portal…-, realizar la runa no le aseguraba tampoco que tras cerrar el vórtice la planta helada se fuera con él.

 

Se escucha bastante tranquilo mientras habla, quizá confiado demás, pero si es honesto, no tiene idea de si podría funcionar o no, pero ¿qué más daba? ¿el sacrificio era mejor? No cree que tengan muchas otras más opciones que ser tragados por la planta carnívora, o masacrados por lo que del otro lado del portal se encuentre. Reprimió la media sonrisa mordiéndose un labio con fuerza, no quiere ser el causante de extinguir(?) a los Granger en Ottery, pero muerto él ahí junto con ellos, realmente ya no importaba.

 

Su varita se tambaleó en sus manos mientras espera alguna otra teoría, o acción (que no requiera tanto esfuerzo) de como terminar con todo esto.

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Po miedo al derrumbe, al final todos habían terminado de una u otra forma dentro del sótano con la horrible planta misteriosa. Apolo simplemente había dejado que la arrastraran las raíces deslizándose por el suelo helado, viendo como todos tenían la misma idea. Si el frio de la cocina ya era mucho, parecía ser prácticamente insoportable en la tenue oscuridad bajo ellos.

 

Para cuando aterrizo en el duro suelo del sótano, ya no había Mansión por la que regresar. El estruendo encima suyo dio cuenta de que toda la Mansión había caído sobre ellos, y aun así peligraba que todos los escombros cayeran sobre ellos aplastando el sótano. Apolo se incorporó tan rápido como pudo, viendo que por suerte había salido ileso, pero con algo de pánico aun subiéndole por la garganta.

 

Su hogar ya no existía más, y aunque había sido muy impersonal al respecto con sus pocas cosas (todas reemplazables) se sentía horrible. Sin embargo, encendió su varita haciendo acopio de valor, solo lo suficiente para que el resplandor de la planta al final del sótano no fuera lo único que los iluminaba. Toda su familia, incluyendo a Garry, se encontraba allí. Bueno, todos menos Fiamma, quien esperaba no se encontrara en ese momento en la Mansión.

 

- Espero que Fiamma esté bien – soltó al aire acercándose a su tía Zahil.

 

Aun así, en el mejor de los casos, que pasaría cuando llegara y viera lo que había ocurrido, ¿que pasaría por su mente? Acaso podría suponer que estábamos todos muertos, o al menos eso pensaría Apolo si llegase un día y viese puras ruinas. Eso y que los Mortifagos se habían pasado demasiado, porque ni ser miembro impedía que fueran a amenazar a las familias neutrales como la suya de unirse a a su causa. O a la que era su causa.

 

- Tengo miedo de que si movemos los escombros terminemos más enterrados. Y no conozco ningún hechizo que corte roca sólida. – musitó viendo hacia la pared más próxima.

 

Gracias a su reciente intervención a la playa y el posterior terremoto, se había dado cuenta que la Mansión había sido construida muy cómodamente bajo un cumulo de rocas talladas, del mismo material de seguro el que estaba construido el sotano. Aunque lograran avanzar con magia rompiendo las rocas podrían tardar días en lograrlo, y eso si no provocaban otro derrumbe.

 

- ¡A mí me gustaría saber que paso! – soltó Apolo frustrado de pensar. – Que son esas plantas, porque hubo un terremoto… y por qué esa cosa – señalo con el dedo a la planta, que aún se retorcía mas débilmente- ¡salió de la nada!

 

No se parecía a nada que hubiese visto antes, y claramente había reflejado su ataque como si le hubiese hecho cosquillas. Negó con la cabeza ante la idea de quemarla, pero como no estaba seguro de si lo estaban viendo se apresuró a negar en voz alta, preocupado. Se estaba impulsando para acercarse un poco a la planta, pero salido de la nada el agarre de Garry lo detuvo. Escuchándolo atentamente pensó que quizás el tuviese una idea para salir de esta, pero parecía igual de perdidos que los demás.

 

- ¿Tiene algún sentido detener a la planta? Deberíamos buscar una forma de salir de aquí, si empezamos a experimentar en este espacio cerrado podríamos terminar lastimándonos a nosotros mismos.

 

Apolo recordó como había reflejado su simple encantamiento y había provocado que el soporte del techo se destruyera. Magia más compleja reflejada sobre ellos mismos podía ser capaz de matarlos si es que no lograban hacerle algo a la planta.

 

- ¿Cómo no se me ocurrió?– soltó Apolo rápidamente girando sobre sí mismo. – Solo hay que desaparecer.

 

Cayo de bruces al suelo. El mismo frio que sintió con el aire gélido que desprendía la planta apenas lo había intentado, como si se hubiese vuelto de piedra momentáneamente. Los hechizos anti aparición cancelaban la habilidad, pero fuera lo que fuera que le había hecho la planta ya no les permitía disolverse en la nada y re materializarse. No provoco un segundo intento de desaparecer, solo por miedo a volver a caerse.

 

- ¿Talvez los elfos puedan ayudarnos? - solto mirando alternativamente a sus dos tias.

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Al principio, lo único que Harriet es capaz de hacer es observar con desconcierto y temor lo que está sucediendo; más pronto que tarde, se da cuenta de que lo que está sucediendo no es una catástrofe natural. Una brisa acaricia su rostro, poniéndole la piel de gallina: se trata de un viendo gélido, que no corresponde a la recién llegada primavera. Entonces, boquiabierta, observa cómo en las paredes exteriores y la puerta de la mansión comienza a aparecer una escarcha, una fina capa helada. Es como si se estuviera congelado, desde adentro... y, como si eso no fuese lo suficientemente extraño, unos tallos espinosos celestes comienzan a crecer alrededor de la estructura, entre las uniones de la piedra; unas rosas heladas comienzan a florecer. Ella a lo largo de sus años de Hogwarts se ha metido en muchos problemas, ha hecho muchas travesuras, pero ahora siente que todo fue un juego de niños; esto es, simplemente, algo que no había sido capaz de imaginar antes. ¿Qué estaría provocando aquel espectáculo? Y, ahora que lo piensa, ¿estarán los residentes de la casa ahí adentro?

 

Una voz, que conjura un hechizo que no conoce, hace que vuelva el rostro. Se da cuenta, entonces, de que no está sola. Frente a la mansión están dos magos, de apariencia extraña según su criterio; uno tiene el cabello azul oscuro, el otro tiene cicatrices en el rostro. Uno de ellos la observa fijamente, de una forma que la pone muy incómoda, mientras que el otro levanta su varita. «Ése está intentando mantener en pie la mansión ―se dice, al observar tanto el aura dorada alrededor de la edificación, como su apariencia de que está sosteniendo un gran peso―. Pero no creo que vaya a funcionar...».

 

¿Qué haces aquí? ―escucha que el otro le pregunta. Harriet vuelve el rostro hacia él y suelta un gritillo cuando se da cuenta de que la está apuntando con la varita. ¡Definitivamente, esas cosas no le pasaron en Hogwarts!

 

―¡No! ―exclama, levantando las manos para demostrar que no está haciendo nada malo― ¡Yo sólo...!

 

―¡idi***! ―Wyatt se sube a su hombro y comienza a insultar al mago― ¡Tonto! ¡Cabeza de chorlito!

 

―No, no, ¡shhh! ―se apresura a callar a su jarvey. Si por su culpa le echan un maleficio...

 

Ya no está segura de qué es lo que pasa. Aquel mago, la tira del brazo y prácticamente le ordena moverse hacia donde él lo dice. Todavía tiene la varita en mano, así que lo mejor es seguirlo. No está segura de que si intenta ayudarla, de si quiere apoyar al otro mago o si él es el verdadero malo y la está secuestrando o algo por el estilo. Ya lo averiguará. Ella también tiene su varita a la mano, pero teme que empuñarla pueda empeorar su situación, así que de momento se limita a observar y escuchar.... aunque lo cierto es que no alcanza a entender mucho de lo que percibe.

 

Mientras el mago de cabello azul sigue intentando sostener la casa, el otro se ha arrodillado frente a la mansión y parece haber sacado un libro muy viejo, un libro mágico seguramente; se parece a los grimorios de Eileen, aunque entiende que no hay dos iguales. Su alta silueta no le permite observar lo que hace, pero intuye que está realizando algún conjuro de magia antigua, por las palabras que recita y sus movimientos ceremoniosos. No le parece que aquello vaya a servir de mucho, si es que está intentando ayudar; sin embargo, tras unos instantes, el suelo vuelve a estremecerse a sus pies, con la diferencia de que ahora se siente diferente. Suelta una exclamación de impresión, cuando alrededor de la mansión el suelo comienza abrirse y frondosas raíces de madera comienzan a enredarse alrededor de la edificación, sosteniéndola.

 

El mago de las cicatrices entonces se levanta, y se dirige al de cabello azul... y, bueno, Harriet desvía la mirada porque parece que están teniendo un momento íntimo. Por si las moscas, le cubre la boca a Wyatt para no arruinar el momento, aunque no le parece que sea una buena ocasión para los abrazos y quién sabe qué más.

 

―¿Hay personas allá adentro? ―susurra Harriet, al escuchar vagamente lo que dice luego de unos momentos el mago. No está segura de qué tan bien podría estar alguien en el interior, luego de toda la acción que hubo y que continúa habiendo.

 

Pero nadie le responde, quizás porque no alcanzaron a escucharla; sin embargo, le parece que la respuesta es afirmativa, ya que uno tras el otro, los magos entran a la mansión. Lo cierto es que cruza por su cabeza irse y regresar otro día, uno más favorable, pero al volver la mirada hacia la entrada observa a unas personas entrando a los terrenos de la familia. Están disfrazados y eso no le da buena espina; le preocupa seriamente que sean furrys. Así que vuelve el rostro hacia la pareja de magos y, con la voz un poco aguda por los nervios, les grita:

 

―¡Esperen!

 

Adentro de la mansión, hay mucho frío. Harriet saca de su mochila un abrigo y se lo coloca, aunque no es de mucha ayuda. Se asegura de no acercarse mucho a las paredes, donde las rosas heladas crecen y no le parece que sea buena idea dejarse tocar por ellas; sin embargo, con los esporádicos temblores que estremecen el lugar, es una labor bastante difícil. Wyatt no para de maldecir, encerrado en su mochila; sabe que debe estar asustado, pero ahí está abrigado y seguro. No está segura de a dónde se dirigen, simplemente se limita a seguirlos a ellos. Luego de unos momentos, se encuentran con otras personas, seguramente los residentes de la mansión: los Granger. Pero no hay tiempo para saludar y presentarse. Una mujer está siendo arrastrada al sótano por unas plantas, mientras otra mujer y un hombre intentan ayudarla. Las enredaderas, alcanza a observar Harriet, se parecen a las que la fastidiaron cuando entró a los jardines.

 

Cuando uno de los magos intenta ayudar a la mujer con magia, la situación empeora rápidamente: el encantamiento seccionador rebota, afectando la estructura de la mansión y provocando que éste comience a desmoronarse sobre ellos. Ella sólo conoce magia muy básica, por no mencionar que no es capaz de pensar en ese momento, así que lo único que alcanza a hacer es ponerse en un rincón que parece intacto y rezar para no morir aplastada o asfixiada. Tiene suerte; en cuanto a los demás, también, pues no escucha gritos.

 

Por un momento, las cosas parecen calmarse y los escucha hablar. Está a punto de decir que sí, que está bien, cuando alguien más sugiere algo acerca de un sacrificio... y Harriet está segura de que si eligen ir por ese camino, la candidata será la desconocida que está convenientemente cerca. «Por las pantaletas de Morgana, ¿en qué me he metido?».

 

―¿El fuego lo destruye todo, no? ―sugiere, con la voz chillona y un claro nerviosismo por ser el sacrificio humano para aplacar a lo que sea que habite en el sótano― No parece que haya una salida más... ehm... pacífica.

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  • 4 meses más tarde...
Meses después [?].


- ¡Qué día tan asqueroso! ¿Por qué tiene que hacer calor justamente cuando no tenemos dónde resguardarnos? –


Un día más que pasaba y en el que Valeskya no paraba de maldecir al intentar caminar entre la montaña de escombros de donde antes había sido la mansión. Y es que parecía ser una temporada en la que los días solían ser más calurosos o tal vez era la impresión que la bruja tenía. Andaba con una blusa de tirantes blanca, jeans y sandalias; había hecho aparecer una sombrilla de la punta de su varita y con ella iba recorriendo una vez más el lugar. Echó un vistazo hacia los jardines: en la parte de atrás, había una serie de tiendas de campaña mágicas, con suficientes comodidades en donde los Granger habían habitado a raíz de lo ocurrido en la mansión.


Parecía como si se tratara de algo que nunca hubiera pasado, o quizás era un mal recuerdo, en el que habían perdido la mitad de la casa, pero lo que quedaba de pie parecía tener una gran posibilidad de terminar de desmoronarse en cualquier momento. Día tras día había transcurrido, esperando que eso sucediera; la cantidad de tienda de campaña parecían aumentar o disminuir, como en el caso de la ojivioleta, que se había ido unas semanas y ahora estaba de vuelta. Los elfos también habían establecido su propio hogar improvisado y parecía que de todos, ellos eran los que mejor la estaban pasando.


La bruja no sabía si esa situación parecía tener en shock tanto a ella como al resto de los Granger, porque cada quien había continuado su vida, fingiendo que la mansión estaba bien y que todo había sido producto de una excesiva imaginación. Lo cierto es que ninguno de ellos se había sentado a hablar acerca del problema y así intentar reconstruir la casa que llevaban años habitando. Ahora había un motivo y muy poderoso que obligaba a que alguien tomara cartas en el asunto: la elección de un nuevo ministro.


Si todo lo que había dicho Zahil resultaba cierto, ellos serían de los más afectados: lo principal era por el apellido, luego por la razón en que había más de un vampiro habitando en los jardines y una creciente posibilidad de regresar a los tiempos oscuros de los que muchos creían que ya habían salido. De cualquier forma tenían que buscar la forma de protegerse, o ver qué podrían hacer: quedarse juntos a resistir las guerras que parecían aproximarse o simplemente marcharse, lo cual resultaba una espantosa posibilidad para más de uno.


La pelinegra alzó su varita – sombrilla [?] y comenzó a murmurar en voz baja, diversas clases de hechizos de protección. Quizá hubiera resultado más fácil el tener que hacer un trámite burocrático para controlar la aparición de gente dentro de los terrenos de los Granger, pero ¿qué iban a cuidar? Si ahora ni una casa tenían para poder aparecerse en el interior. Suspiró, mientras veía una capa casi invisible, que parecía resplandecer con los rayos soleados y alcanzaba a cubrir todos los terrenos.


- Breena – Pronunció finalmente la joven, a lo que casi inmediatamente escuchó el chasquido producido por la aparición de su elfina. - ¿Podrías avisarle a la familia que tenemos un asunto importante que arreglar? Que los veo en un rato en mi tienda de campaña. Te lo agradezco.- Hizo una mueca, intentando simular con una sonrisa dirigida hacia su elfina y sin decir nada, se metió al interior de su improvisado hogar temporal.

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  • 1 mes más tarde...

Habia regresado del Ministerio con una preocupación, sacar a los Granger de Inglaterra. No queria que ninguno de ellos corriera peligro, mas que a los guardias del ministro, le temia a una turba que creyese que ellos eran parte del enemigo y los atacara. Las turbas tienen mente propia, una muy idi*** pero propia, de esa que no entiende razones ni verdades que no sean las propias. Habia mandado a Polo a buscar un castillo bonito y abandonado que estuviese en venta para instalarse lejos de la gente y solo esperaba que este llegase con buenas noticias. Sabia que las Islas Hebridas eran muy parecidas a lo que buscaba pero no sabia si habia manera habitar alguna de las islas que carecian de habitantes.

 

Mientras esperaba a su elfo, la elfina de Valeskya se aparecio en su casa. Al parecer su prima no podia vivir sin ella ni un minuto. Agradecio a la pequeña criatura y dejo de lado el libro que estaba leyendo mientras esperaba y se levanto para irse a reencontrar con su prima

 

- Hola V, dice Brenna que quieres verme, bueno a todos pero creo que hoy solo estoy yo - le dijo mientras se sentaba en una silla de la tienda de la vampira

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  • 3 meses más tarde...

Una hermosa lechuza blanca sobrevoló la lo que quedaba de la mansión de los Granger con una sola misión, entregar un pergamino a una persona en particular, la joven bruja esperaba que su amiga aun viviese en Ottery y que tuviese alguna habitacion donde recibirla por un corto tiempo, solo el suficiente para encontrar a algun familiar que le contase si ella era uno de los pocos descendientes vivos de la antigua familia Dumbledore, al menos un descendiente directo y saber de una vez por todas si su apellido solo era una coincidencia.

 

La lechuza vio una casa en particular, una de la cual salio una bruja con cara de pocos amigos con un gnomo en la mano, y el cual se veía claramente que esta estabga apunto de lanzar. Sin pensarlo mucho, el ave se dejo ir en picada y se paro elegantemente en el suelo frente a esta extendiéndole la pata

 

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Más meses después [?].


Valeskya nunca llegó a saber si alguien había respondido al último llamado que había hecho, creyó que había esperado el tiempo suficiente y sin haber obtenido respuesta alguna, se había marchado casi tan silenciosamente como había llegado. No podía recriminar a su familia por no estar, de una forma u otra, sabía que no todos iban a estar ligados a la mansión por siempre, más cuando últimamente había tan poca gente, tanto en su hogar, como en el resto de la ciudad, que daba la impresión de que con el paso de los años, se volvía cada vez más solitaria.


La elección de un nuevo Ministro había cambiado muchas cosas, pero ninguna de ellas sería un detonante para lo que había ocurrido con los Granger. ¿Acaso ya había llegado el momento en el que la familia se fuera definitivamente de Ottery? Era la pregunta que Valeskya se había planteado desde hacía mucho tiempo, aunque era algo que nunca se había atrevido a externar. Al menos para ella, creía que mudarse definitivamente sería la solución para muchos de sus males, aún había algo que la mantenía ahí, aunque no estaba segura si era su familia o eran los recuerdos.


- Nostalgia ¿Quizás? – Exclamó con desgana, mientras aparecía en el jardín de la mansión, una vez más. - No aprendes, no aprendes…- Repitió lentamente mientras arrastraba sus pasos.


Alzó la vista y vio que el sol terminaba de ocultarse tras el horizonte, prometía ser una noche bastante fría. La ojivioleta traía una bufanda del mismo color de sus ojos, le había encantado desde el primer instante en el que la había visto desde aquel escaparate de la tienda. Había estado perdiendo el tiempo, distraída caminando por las calles muggles de Londres, casi cubierta de pies a cabeza, el frío era una excelente excusa para salir lo más abrigada posible. Era su época favorita del año, no por las festividades, sino por el clima.


Volvió a la realidad: vio la enorme puerta, bastante deteriorada y con intentos de ser arreglada, y fue cuando la Granger recordó que la última vez la mansión se había caído casi en su totalidad por cuestiones extrañas de la magia. Había sido como una especie de sueño y desde que se había marchado de ahí la última vez, casi lo había olvidado por completo; la mansión lucía de pie, alguien había intentado arreglarla, pero no sabía por qué no la había dejado tal y como estaba antes de la explosión. ¿Acaso la intromisión de magia extraña tenía que ver en todo eso?


La pelinegra dudó antes de intentar abrir aquella puerta, incluso se sentía totalmente extraña. La mansión Granger estaba frente a ella y sin embargo parecía lucir distinta a lo que estaba acostumbrada a ver de manera habitual; algunas partes lucían intactas y otras, como las ventanas, parecían estar deterioradas. Por ahí entraba el aire, haciendo un ruido que daba la impresión de que el lugar lucía totalmente abandonado. Contrario a lo que había hecho en otras ocasiones, empujó con suavidad la puerta, mientras ésta soltaba un chirrido. Recordó que la última vez que había visto a su elfina, le había dado la orden de que se quedara en la mansión, por si había alguna novedad que ameritara que ella regresara antes, aunque la falta de respuesta, era evidente darse cuenta que las cosas no habían cambiado tanto desde la última vez que había estado allí.


- ¿Zahil? ¿Breena? ….. ¿ALGUIEN? –


Los ojos violáceos de la joven recorrieron la mansión: parecía que el lugar estaba embrujado, el vestíbulo lucía impecable, pero en la sala alcazaba a ver que todo estaba oscuro, roto y desolado.

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