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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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“Que el dolor desaparezca” no se iría, allí seguiría, aunque tratara de taparlo, así como en aquel momento con el alcohol. No importaba la cantidad ni la variedad de bebidas que tomara, su mente seguía fija en su pérdida y su corazón ya no quería latir con la misma prisa. Era como si toda la vida alrededor hubiese perdido color. Brindó igualmente, no importaba lo que le pasaba realmente, debía acoplarse, a pesar de que en el interior no tuviese motivos.


Le dio bastante ternura escuchar hablar de sus sobrinos, no los veía desde que tan solo eran unos pequeños que pronunciaban pocas palabras, si bien crecían a un ritmo acelerado, de seguro eran ya varios años sin saber más que lo que estaba escuchando. Las niñas de Arabella sonaban muy parecidas a ella, sin dudas, delicadas y protectoras de la naturaleza. Mientras que los jovencitos de Sophie se notaban de más carácter.


Una lágrima corrió por su mejilla, una lágrima más entre cientos que llevaba derramadas. Había quedado tan lejos aquella época en que eran todos felices, en que estaban juntos reunidos en la sala o la cocina, comiendo facturas y tomando mates, costumbres extrañas que habían adoptado y llevado a ser parte de su día a día.


Tan lejanos los días en que el Cuartel era un punto de reunión, en que acudían juntos al Templo Blanco en busca de buenas noticias, tan lejano todo que parecía producto de un sueño y no de la vida real.


Se recostó en el pasto como lo hizo su prima, entregándose al recuerdo de una juventud tan antigua que ya no la sentía propia. Sabía que sus primas no se quedarían tras lo sucedido y suponía que su cuñada tampoco. ¿Y ella? No tenía otro sitio al que ir, ni tampoco a dónde regresar. Solo le quedaba aquel lejano negocio y la ilusión de ese abrazo que recientemente había recibido. Nada más, nada menos.

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Cuando Arabella y Sophia hablaron acerca de lo grandes que estaban sus hijos, Annick sonrió débilmente al imaginarlos. Hacía mucho tiempo que no los veía, y era probable que en ese periodo los cuatro hubiesen cambiado demasiado.

 

No pudo evitar pensar en Elros, e intentó imaginar cómo sería de grande. Quizá se parecería mucho a Elvis, o al menos eso era lo que ella había deseado desde el momento en que supo que estaba embarazada.

 

―Ha pasado mucho tiempo de eso ―respondió a su prima Granger en relación a sus épocas de estudiantes, y esbozó una leve sonrisa, más de nostalgia que de alegría―. Me pregunto qué será de nuestros amigos y familia…

 

Quizá era por la tristeza que de por sí pesaba sobre ellas, pero todos los recuerdos hermosos eran tan distantes que más bien parecían parte de un sueño del que estaban despertando.

 

―Ojalá se encuentren bien ―murmuró antes de volver a vaciar el vaso.

 

Observó cómo su prima y su cuñada se recostaban sobre el pasto y se preguntó qué pasaba por sus mentes en ese momento. Por su parte, ella no deseaba pensar, ni sentir. Lo único que se le ocurrió que podría aliviar su dolor era fundirse con la nada y con silencio.

 

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  • 3 meses más tarde...

Valeskya apareció en el jardín de la mansión Granger, era el último lugar que en esa ocasión había elegido llegar ante su regreso a Londres. Sentía remordimiento por haber desaparecido durante un año, quizás más o quizás menos tiempo (?); y ahora que había regresado, había decidido empezar su tour de visitas iniciando por los negocios familiares y finalizando por su hogar. Incluso había decidido hacer un par de visitas que nunca creyó haber hecho antes, como si en el fondo hubiera optado por retrasar el momento de su llegada cada vez más. Había dejado a su elfina en la mansión, para que pudiera ayudar, o en algún otro caso, le avisara en caso de que hubiera alguna emergencia.

 

La pelinegra suspiró al recordar eso último, por alguna razón que hasta ese momento ella desconocía, su elfina no había aparecido para notificarle la tragedia que había ocurrido en la familia Gryffindor. ¿O sí lo había hecho? No, esa era una de las cosas que no podría ignorar si le hubieran avisado a tiempo ¿Entonces qué ocurrió? ¿Había pasado algo en la casa? Esa y otras dudas más comenzaron a embargar a la bruja mientras se quedaba de pie observando la mansión… o lo que quedaba de ella. Para su pesar, parecía que el tiempo no había pasado desde la última vez que había estado allí: parte de la edificación estaba a medio destruir.

 

- ¿A rescatar lo que queda de mi habitación, o ver si hay gente en la casa? –

 

Murmuró la joven en voz baja, mientras sus ojos violáceos pasaban de la casa a los jardines. Al final comenzó a avanzar hacia la parte trasera de la casa, esperando encontrar las casas de campaña que estaban instaladas. Por un momento se imaginó a toda la familia viviendo casi en la intemperie (?). Lo cierto era que en el fondo esperaba que alguna vez las cosas volvieran a ser como antes, es decir, encontrarlos ahí reunidos a todos, aunque no en esa situación. Su cabeza constantemente daba vueltas, pensando en qué hacer para poder recuperar las cosas.

 

- ¡!HOLAAAAAA!! – Exclamó con energía mientras veía las tiendas de campaña alineadas. Nadie le respondió.

 

Continuó caminando hasta llegar a la tienda más cercana; se asomó y vio que no había nadie. ¿Habría pasado algo? No lo creía, aunque la última vez que había visto a su prima, no parecía encontrarse muy bien por lo que le había ocurrido a Elvis; Valeskya estaba segura de que a Sophie le había afectado mucho, porque era un poco más cercana a los Gryffindor. La ojiivoleta suspiró al recordar ese hecho y se preguntó si todo eso no se trataba de una pesadilla o quizás de una broma de mal gusto, pero ese pensamiento venía acompañado de una seguridad de que todo lo que estaba pasando era real, que no había cabida para pensar otra cosa.

 

- ¿Hay alguien por acá? – Volvió a decir, pero esta vez en un tono más normal, convencida de que estaba sola.

 

Se dirigió hacia la cocina, o lo que quedaba de ella y no pudo evitar sentir entre nostalgia y culpa por lo que quedaba de la mansión. Había un par de cuervos (?) en la cocina, como si estuvieran buscando algo de comer. La bruja los ahuyentó con los brazos para que éstos se marcharan y no pudo evitar poner cara de asco al ver un pedazo de pan que estaba siendo consumido por esas aves. “Entonces, creo que ya no viven acá”, dijo para sus adentros, pues ninguno de sus familiares permitiría que la cocina hubiera llegado hasta ese estado. “¿Pero entonces en dónde estarán?” Era la pregunta que la asaltó al tiempo que se dirigía a la cocina con cautela, deteniéndose de vez en cuando creía escuchar crujir algo, como una madera o quizás un pedazo de techo caer (?).

 

Al llegar a la sala, vio que algunos de los muebles se encontraban tapados con sábanas blancas, y sin más se sentó ahí, preguntándose qué era lo que había pasado allí.

 

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La aparición fue completamente limpia a pesar del  método que ha usado esta vez para ejecutarla. Igualmente, aunque no siente dolor alguno o que algo le haga falta, se tantea de pies a cabeza el cuerpo, la vestimenta y los demás artículos que carga casi siempre solo para asegurarse de que, como debe de ser, todo esté donde deba estar. Siempre tan aparentemente preocupado por su apariencia, aunque se justifique que _ la buena presentación es parte del servicio _.

La pulcra figura de Hessenordwood en los patios descuidados de los Granger sobresale relucientemente no solo por su gran tamaño, sino por lo mucho que contrasta con el evidente abandono que puede ver desde el primer instante ahí. Antes de avanzar y abrirse paso hasta la residencia de la familia, el mago ojeó cuidadosamente su alrededor. Aún es de día, pero como es costumbre está nublado, no son nubes de tormenta tampoco, pero el cielo está lagañoso y aunque vuelve todo solo un poco más frío de lo que ya es el matiz de la luz le ayuda al demonio a ver mejor.

Ha descubierto, en el poco tiempo que lleva en esta aventura, que el Ottery está repleto de particularidades, tanto en las personas que la habitan como en las edificaciones que la conforman, por donde se le viera, siempre había algo misterioso, turbio y engañoso por ser descubierto. No hay algo como esto en California, aunque ciertamente él había optado por habitar en conjuntos urbanos de vivienda nomaj en lugar del popular pueblo de Salem, donde acostumbraban las familias mágicas a echar raíces, tal como lo habían hecho esta rama de los Crouch de la que él proviene, tras la caída del señor tenebroso a manos de Harry Potter, el padre de Hess había ido en busca de un nuevo comienzo en América para su familia.

Así que, a pesar de lo muy acostumbrado que pudiera sentirse con las costumbres mágicas, esto que hay en Londres es bastante...singular.

Los terrenos de los Granger podrían pasar desapercibidos para el interés del demonio, sin embargo, ahora que está ahí (y las razones que lo arrastraron a este lugar) podría comenzar a querer cambiar de opinión.

Tendré algo de buena suerte si no me atiende una persona charada esta vez-, se dice cuando se va acercando al umbral que parece, más que solo abandonado, deteriorado, como si hubiera aguantado alguna batalla de la cual no se le dio posterior mantenimiento. Comprar casas en estados similares a esta para venderlas recuperadas había sido el éxito de su carrera antes de mudarse de vuelta a Londres. —Me pregunto si los Granger estarán interesados en conseguir algo mejor, digo, esto tiene arreglo pero...-, ya frente a la puerta golpea sobre ella para anunciarse sin la verdadera esperanza de sacar algo bueno para hoy.

@ Valeskya Granger  holi 😄

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  • 4 meses más tarde...

Valeskya se encontraba sentada en la sala, observando a su alrededor, pensando en todas las posibilidades. “La mansión se ve bastante descuidada, pero no lo suficiente como para pensar en que personas ajenas o indeseables puedan estar intentando robarse algo”, decía para sus adentros, mientras intentaba hacer un recuento mental de las cosas, para ver si todo se encontraba tal y como estaba la última vez. Pensaba en que era demasiado tonto todo eso, evidentemente ninguno de los Granger en su sano juicio viviría en un lugar que tarde o temprano terminaría por caerse a pedazos. 

 

- Y todo por andar queriendo dar la sorpresa. – Dijo finalmente la chica ojivioleta, casi de mal humor. Se levantó y se dirigió hacia la escalera que daba hacia lo que alguna vez había sido su habitación. 

 

Estaba segura que no encontraría nada de valor ahí, pero había decidido ir a revisar las habitaciones de todos, por si encontraba alguna pista que indicara hacia dónde se habían marchado. ¿O es que en realidad todo se había acabado ya? La bruja se detuvo en el pie de la escalera, pensando en la posibilidad de que en realidad todos se habían marchado de Ottery. Si analizaba fríamente la situación, no había mucho que retuviera ni a ella ni a ningún otro miembro de la familia allí. Sin embargo, siempre volvían de una u otra forma.

 

Suspiró. La nostalgia, la esperanza de encontrar algo o a alguien hacía que ella siempre volviera y esta vez no era la excepción. Aunque ahora solo deseaba hablar con su prima, para preguntarle la obviedad de lo que ocurre cuando hay una pérdida: el saber si quería hablar con alguien, si quería un abrazo o simplemente compañía. Hizo a un lado esos pensamientos y comenzó a subir las escaleras y vio que su pantalón negro comenzaba a traer restos de polvo, así que comenzó a sacudirse con las manos mientras continuaba su camino. 

 

Cuando estaba a punto de llegar a la siguiente planta, un ruido hizo que la bruja se detuviera en seco. ¿Alguien en la puerta? No hizo nada, hasta escuchar que alguien golpeaba la puerta en una segunda ocasión. Valeskya demoró en reaccionar, más que nada porque esperaba a que algunos de los elfos hicieran su aparición, ya que sería una señal de que había alguien que todavía viviera allí. Como era de esperarse, nadie salió al encuentro del o de la visitante, así que de mala gana comenzó a bajar las escaleras con cuidado, ya que la última vez que había utilizado tacones, casi había terminado con una fractura (?) y no quería tener un accidente y menos ahora que no contaba con ayuda.

 

- ¿Si? – Dijo la ojivioleta mientras observaba de pies a cabeza al mago que se encontraba frente a ella. La hospitalidad no era su fuerte y más tratándose alguien desconocido (?).  - ¿En qué le puedo ayudar? -  Se dio cuenta que daba lo mismo tener la puerta abierta o cerrada, simplemente había sido una cortesía el tocar la puerta, ya que cualquier persona podría entrar y salir a voluntad de ahí. 
 

@ Hessenordwood Crouch  😝

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   Han pasado 84...segundos y contando aproximadamente antes de que tenga una respuesta, aunque no necesariamente proviene del interior de la casa, sino más bien, algo desde el propio interior del mago ha encendido una alerta, lo que no sucede con frecuencia habitual a no ser que el muchacho se encuentre en problemas o que esté cerca de un alma maldecida. Es poco común, sin embargo, también se da cuenta que, particularmente en Ottery, existe una magia alrededor de cada uno de los edificios familiares que componen el misterioso pueblo que atrofia muchos de sus sentidos más humanos, por lo que el extraño presentimiento podría ser solo causado por lo mal que pinta la fachada de este lugar y la sensación de abandono que hay en él, y siente que de pronto podría estar en una de esas película muggle de masacre.

No obstante, al final de esto, es también una buena señal, de algún modo es un signo de que parece estar cerca de un descubrimiento mayor.  

El parentesco o relación que existen entre los ya contados o sobresalientes magos y brujas que componen esta comunidad Europea es una de las cosas que Hessen rescata con mayor admiración desde, posiblemente, el segundo día que llegó a este lugar, aún no confirmaba si era el hecho de que Londres mágico en realidad estaba compuesto por menos gente de la que uno hubiera esperado o, simplemente, se movía dentro de los círculos más problemáticos, lo que era de esperarse teniendo en cuenta sus propias motivaciones. Lo verdaderamente difícil fue encontrar cada uno de los lazos que el principal de Ollivander había formado ahí tiempo antes de su caída sin realmente más que retazos de lo que había sido alguna vez en vida. ¿Quién eran los Granger entonces? ¿qué relevancia tienen ahora para esta investigación y por qué Grelliam había insistido en que visitara este lugar?

Detiene todo entonces para observar una vez más a su alrededor, especialmente ahí, aun detrás de la puerta principal donde el lobby exterior se encuentra apenas resanado, posiblemente indicios de alguna o varias batallas, lo que lo lleva a preguntarse si es que la familia Granger estaba involucrada de algún modo con alguna de estas organizaciones mágicas no oficiales que custodiaban Inglaterra y si algo de todo esto era lo que Garry buscaba aquí, porque ciertamente se había mostrado últimamente más interesado en las noticias de El Profeta marcadas con el sello del caos provocado por estos grupos de personas mas que en alguna nota sobre el mismo ministerio de magia. 

Detrás de él las pisadas que se acercan esta vez desde el interior de la casa lo traen de vuelta a su idea principal. La puerta se abrió finalmente y de ella se asomó una mujer que era joven de apariencia anormalmente pálida pero que curiosamente no le otorgaba tampoco un aspecto frágil. Se detuvo a observarla solo el tiempo suficiente para no parecer descolocado, pues nota que existe en esta persona algo que el demonio reconoce, pero el muchacho no se deja sumergir en ello. Hess en cambio se reflejó en ella y como un efecto natural sus ojos casi imitan el color violeta de su mirada, severa y directa. Él sonrió, le dedicó una media mueca que lejos de parecer comercial pareció la de alguien que está complacido por una respuesta que, ciertamente, aún no recibe.

Buen día, señora. Mi nombre es Hessenordwood Crouch, soy administrador de la familia Ollivander-, él señaló por detrás de su espalda. —Algunas varias hectáreas más al sur de este lugar-, le explicó, aunque posiblemente ella ya lo sabe. —Verá usted, estoy buscando aquí al señor Apolo Granger, ¿será que puedo encontrarlo en este sitio?


@ Valeskya Granger

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  • 2 semanas más tarde...

“¿Señora?” Dijo Granger para sus adentros, al tiempo de que trataba de que en su joven rostro no se reflejara la mucha curiosidad que le ocasionaba el visitante y más la forma en que se refería hacía ella; tal vez en su vida no se había encontrado a mucha gente educada, o simplemente ya había olvidado en lo que consistía la convivencia con las personas. Ya no recordaba el tiempo que había estado viajando en solitario y que muy a su pesar, las únicas personas que de cierta forma la hacían salir de su confinamiento, eran precisamente los habitantes de lo que quedaba de aquella mansión.

 

- Es extraño – Murmuró la bruja finalmente. – Creía que los Ollivander, al igual que nosotros, eran pocos integrantes. – Haciendo una clara referencia a que las familias de magos en la actualidad resultaban ser más escasas cada vez. De una u otra manera, cada vez que volvía a Londres, le daba la impresión de que había menos gente. – Claro, al menos no los suficientes como para contar con un administrador.-  Exclamó mordazmente.

 

Inmediatamente a su comentario, Valeskya se arrepintió casi inmediatamente del tono de voz que había empleado. Generalmente no le importaba parecer grosera con la gente que apenas conocía, pero era una ocasión diferente, en ese momento se encontraba frente a un desconocido, con un tamaño mucho mayor (?) y fuerza que el de ella; claramente estaba física y a lo mejor mágicamente en desventaja frente al Crouch.

 

- Apolo… - Finalmente se enfocó en el motivo principal por el cual el visitante se encontraba allí. Hizo un gesto con la mano, invitando a Hessenordwood a pasar a las ruinas Granger (?). – Francamente me gustaría darle una respuesta concreta en lo que se refiere a la presencia de mi sobrino, pero lamento decirle que al igual que usted, me encuentro buscándolo. – “Al igual que el resto de mi familia”, guardó esa última frase para ella.

 

- Si se trata de un asunto de vital importancia, podría dejarle un mensaje… escrito, claro. – Aclaró discretamente su garganta. – Y no se preocupe, no acostumbramos a revisar la correspondencia. – Intentó bromear, sin que la seriedad se apartara de su rostro.  – Solo que no le aseguro que el mensaje sea leído pronto. –

 

La mirada de la ojivioleta se enfocó en las sábanas blancas que se encontraban cubriendo la mayor parte de los muebles.

 

- ¿Y Garry? – Ese nombre llegó de repente a la mente de la Granger. – Tiene mucho que no se de él. ¿Sigue aquí? Me gustaría ir a visitarlo alguna vez.- Finalizó.

 

@ Hessenordwood Crouch

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  • 1 año más tarde...

Llevaba mas de dos años trabajando en aquello, un pasadizo mágico que pudiese unir su casa en Ottery, ya en ruinas, con la verdadera locación del castillo Granger. La verdadera localización de la casa solo sería conocida por una persona que tuviese sangre Granger o Gryffindor. Ambas familias estaban relacionadas por sangre, y solo a ellos les sería permitido dar con el hogar de las primas y hacer uso de aquella casa si les era necesario.

 

Se asomo con mucho cuidado por la puerta del sótano, esta daba a la única parte de la casa que seguía en pie, la cocina. No había nadie, tal como era de esperarse, pues unas ruinas no eran de interés para ninguno de los bandos o para el ministerio. Se acerco a la alacena y saco una taza para prepararse un te. Una vez que lo tuvo listo se levanto y salió hacia el patio donde solía poner su casa de campaña. Polo se había encargado de guardarla cuando ella se fue a estados unidos, así como el resto de casas de sus primos, así que ahora el lugar estaba despejado. Este apareció a su lado haciendo una reverencia y tomo la taza que la Granger le tendió para que la limpiara y la pusiera en su lugar.

 

- La casa sigue protegida? - le pregunto la vampira al elfo - Si señorita - contesto.

 

La rubia asintió y regreso a la casa para irse a la casa de nuevo. - Mantenme informada - le dijo antes de abrir la puerta del sótano para atravesar el túnel magico que la llevaba de regreso a su castillo. 

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  • 8 meses más tarde...

Caminando por el amplio jardín de lo que ahora eran los restos de la mansión Granger, la bruja ojivioleta tenía una expresión de aburrimiento en el rostro, que ya comenzaba a hacerse habitual en ella. No recordaba cuándo había sido la última vez que había estado allí, pero esa sensación de vacío al comprobar una vez más que no había nadie más cerca de ahí ya parecía ser el factor común; por lo que veía a su alrededor, ya tenía mucho tiempo que alguien no llegaba a pararse por ahí. Todo lucía abandonado y eso hizo que la joven se preguntara si alguna vez la mansión y la familia volverían a ser igual.

 

- Basta de sentimentalismos…- Dijo la joven en voz alta.

 

Tal vez en otra época hubiera sido diferente, pero ahora la embargaba un sentimiento de resignación, ya no tanto por extrañar a los demás, sino más bien la mayoría andaban en sus cosas, con sus hijos, con sus trabajos, haciendo sus vidas en otros lados fuera de lo que era Londres, así como ella. Aunque los últimos meses (¿o años?) se había dedicado a lo que era viajar, divertirse y gastar dinero que obtenía a través de métodos que seguramente serían cuestionables para más de una persona [?]. Claro que había momentos en los que extrañaba volver a Ottery, el clima, el trabajo, el negocio y la rutina en general

 

La noche apenas había caído sobre Londres, el clima continuaba casi igual que en navidad: el aire gélido que tocaba la piel de Valeskya, así como aquellos días que parecían ser sombríos y tristes para algunas personas. El clima invernal no tenía efecto alguno sobre ella, sino que se trataba de poder vestirse como lo hacía el resto solo por parecer uno más. Iba vestida con su pantalón, botas de color negro y un suéter rojo. Avanzaba con lentitud, como si estuviera examinando cada parte del jardín, esperando encontrar alguna señal de vida por parte de alguien.

 

Su elfina, Breena, le había informado que de vez en cuando se encontraba con los otros elfos domésticos: el de su prima Sophie y el de su hermano. “Mi hermano” repitió Valeskya para sus adentros: ¿Qué había sido de él? A pesar de que solían tener fuertes peleas, en el fondo lo quería mucho, pero aún así jamás daría el primer paso para buscarlo, porque seguramente en algún momento en el que discutieran, sería una de las cosas que cualquiera de los dos se echarían en cara a la primera oportunidad.

 

Sin decir una palabra más, se quedó de pie, esa mañana había consultado las cartas y éstas le habían dicho que sería un día en el que se reencontraría con su pasado. ¿Acaso ese era el pasado? ¿Volver a buscar lo que había sido su antiguo hogar? A lo mejor eso era lo que había visto en las cartas: un indicio, pero no de encontrarse a alguien, sino más bien que ella no se olvidara de lo que alguna vez había sido su familia.

@ Joaquín Granger

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Cómo odio febrero… -Murmuré con resignación.

 

Una resignación que solamente tienen aquellas personas que creen, o bien, creemos, que por tener poder sobre los demás, podemos controlarlo todo. Nos movemos en esos cómodos círculos en que son completamente nuestros, dónde todo se hace a nuestra voluntad y que al permitirnos ampliarlos, terminamos abarcando más de lo que nuestro poder puede controlar y justo en ese momento, luego de tocar fondo, lo entendemos a regañadientes pero no lo aceptamos, nos resignamos. Ahora ya no creía nada, la prueba de ello era que un simple mes me causara tanto malestar.

 

Cómo un hombre que hacía diez años estaba acostumbrándose a que simplemente era uno más en aquel lugar, el torbellino de emociones que me generaba recuerdos tan recientes, era difícil de manejar. Me permití una amarga sonrisa al considerar aquello: diez años en una vida inmortal y extensa como la mía. Deberían sentirse como unas pocas horas, así había sido siempre en elpasado, y nunca había envidiado a los mortales por su carrera contra el tiempo, por la necesidad de procesar sus dolores, traumas y pérdidas en el menor tiempo posiblepara vivir plenamente una vida tan fugaz.

 

En aquel nuevo estado de responsabilidades mortales en el que sentía que hallaba desde hacía una década, mi mente daba poca tregua. Mis días, tardes y noches se resumían a considerar y reconsiderar todo lo que había pasado, qué cosas tendría que haber hecho de otra manera, y para rematarlo, imaginar un escenario idílico con otras decisiones, tan real para mí que casi era palpable; sumado a la sensación de haber desaprovechado el tiempo pasado, daban como resultado una nostalgia insana que aquella fría noche de invierno, me habían llevado al centro de ella: La mansión Granger. 

 

Aquella que había sabido ser la morada de tantos, a la que vi como una mansión simple y sin mayor opulencia, en comparación, al menos, con las demás construcciones de Ottery St. Catchpole, pero con una magia especial. Escenario de fiestas sin ningún motivo, de reuniones imprevistas, de teorías conspirativas, de momentos únicos tan irreverentes como emotivos, aquella noche estaba apagada, y su blanco, tan brillante otrora, se había vuelto gris. Parecía que los dementores le habían dado su beso, y ahora, sin alma, era una fría edificación.

 

Incluso siendo un paisaje tan desolador, aquella noche había sentido una necesidad vital de pisar su césped, de tocar sus paredes, de admirar sus jardines. Aquella noche tenía ese inquietante presentimiento que algo iba a pasar, y que bien valía la pena soportar en un nuevo grado, todos los recuerdos, remordimientos y el golpe de soledad que me embargaban. El sonido de la suela de mis botas negras, contra la piedra de la calle denotaban decisión, la capa negra sobre el suéter cuello de tortuga color gris, hondeaba a mis pies, dando una sensación de incógnito.

 

Vislumbraba ya la entrada a la mansión, cuando vi una figura que recorría la entrada hacia la puerta, y no necesité ni un instante para reconocerla. Un inexplicable suspiro de alivio salió de lo más profundo de mi cuerpo. ¿Cuánto hacía que no veía a mi queridísima hermana? Según me había dicho Kraven, los Granger no frecuentaban la mansión; Breena, la irritante elfina de la ojivioleta, había guardado celosamente el paradero de su ama, y la única información era que no estaría allí. Claro que yo tampoco busqué comunicarme. Era más fácil sufrir y autocompadecerse de la soledad que yo mismo me había generado.

 

Valeskya y yo, así como las hadas se comunicaban mediante zumbidos, nosotros nos vinculábamos molestándonos, y no iba a dejar la oportunidad de jugarle una broma, de hecho, incluso sentía que si no la molestaba de alguna manera, sería una falta a nuestro complejo vinculo fraternal. Una divertida sonrisa atravesó mi rostro cuando decidí la forma en que sería recibida en casa.

 

-¡ABANDONADORAAAAA! Susurraba lastimosamente el viento, gracias a un encantamiento tan espectacularmente ejecutado, que parecía que aquellas palabras que se repetían cada vez de manera más tétrica, venían del interior de la lúgubre mansión.

 

La sonrisa seguía en mi rostro; la nostalgia y la resignación que me invadían especialmente, desde que había llegado a aquel lugar se alejaban de mi mente y de mi cuerpo cada vez que silenciosamente me acercaba a la pelinegra. Por mucho que nos molestáramos, discutiéramos y termináramos casi a los golpes, adoraba a mi hermanita, y la había extrañado, claro que nunca lo diríamos abiertamente, era un signo de debilidad ante el otro, nuestra lucha no lo permitiría.

 

-Abandonadora –Le dije en el momento en que la abrazaba por sorpresa. Quizás no le dijera lo que la había extrañado, pero algunos gestos te dejan en evidencia.   

 

@ Valeskya Granger

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