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El Hipogrifo Asustado (MM B: 105757)


Reena Vladimir
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Me dio mucha pena ver la cara de la tía, inflamada por el Embrujo Punzante. Lo bueno era que conseguí llegar hasta mi varita y, de espaldas, contraataqué a aquellos secuestradores. Fenrir me ayudó, como pudo se tiró encima de aquel primer hombre y le mordió la pierna. El otro se tiró hacia mí y forcejeamos. Yo tuve que pararme a usar varios Evanescos para quitarme las cuerdas de las manos y los pies, cosa que aprovechó el otro.

 

Pero era ligera, tantos años de práctica de ballet me habían hecho ligera, así que pude zafarme de varios de sus hechizos. Aún así, eran dos adultos contra una chiquilla como yo (aún no me consideraba adulta) y un lobo. Necesitábamos más ayuda.

 

Y llegó. La puerta se abrió y entró Matt. ¡Era nuestro salvador!

 

- Desmaius - le grité al otro.

 

Cuando todo acabó, los dos hombres estaba en el suelo y Fenrir lucía un morro lleno de sangre.

 

- Evanesco - le señalé con la varita, para desatarlo. Tía Sagis seguía atada a la silla caída, por lo que también le hice un Evanesco para liberarla. - ¿Te encuentras bien, tía?

 

Me di cuenta que aún le duraba el efecto del Embrujo. No tardaría en irse, pero aún así, no quise que sufriera más, con lo que murmuré un Finite.

 

- Vamos, tía, salgamos de aquí, apóyate en mí.

 

Salimos despacio, tras atar a aquellos dos. Para mi sorpresa, había alguien fuera.

 

- ¿Andros? ¿Qué haces aquí? - pregunta tonta ya que venía con su hijito. Sonreí, un poco aturdida. Vaya imagen deberíamos estar dando...

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Sí. Era Matt. Y un Matt enfadado, quien no se anda con chiquitas. Aún no había entrado y ya había reducido a uno de los asaltantes. Así era mi hijo...

 

No puedo decir bien como fue todo excepto por lo que oí e imaginé, pues aún me duraba el efecto del Embrujo y, además de ser doloroso, la vista era lo que más tardaba en recuperarse. Aún así, puedo decir que entre los hechizos de Xell, los gruñidos del lobo y el actuar de Matt, pudieron acabar con ellos.

 

-- Por fin, -- susurré, al sentirme libre. Xell me había quitado las cuerda con varios Evanesco. -- Huy...

 

Me dolía el hombro, necesitaría un Episkey, pero me lo haría yo, en cuanto recobrara mi varita. Xell también me quitó el hechizo del Embrujo. Por fin, me incorporé y busqué mi varita, inicialmente encima de la mesa, pero ahora en el suelo tras todo aquel desbarajuste.

 

-- ¿Puedo matarlos? -- murmuré, enfadada, a mi hijo Matt. Sabía que, siendo Auror, me lo impediría, pero no pudo evitar que les diera una patada en las piernas. -- ¡Malditos! Esperareis atados hasta que vengan las autoridades.

 

Bufé, me seguía doliendo el hombro y Xell me decía que me apoyara en ella.

 

-- Claro, sobrina, saca a tu tía viejita de aquí -- le sonreí, aunque antes mi hice un Episkey al hombro. Más tarde iría a la Clínica para una revisión.

 

Sonreía cuando vi que fuera había una jovencilla con un niño.

 

-- ¡Vaya! Buenas tardes, señorita Andros -- ese era el nombre que le había dicho mi sobrina. -- No haga caso al pequeño incidente. Es nuestra forma de obligar a que nos paguen los recibos atrasados.

 

Sonreí un poco al niño, se le veía intimidado.

 

-- Era broma. Las Autoridades se encargarán de ellos. Mientras, si quiere, podemos ir a alguna de las clases. Porque imagino que quiere información sobre la Guardería, ¿no?

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Andrómeda Perseus Rambaldi

 

Andrómeda se encontraba tensa, ya por si acaso, de manera disimulada, había metido una de sus manos dentro del bolsillo de su túnica, aferrándose a su varita pero sin sacarla. Y miraba a sus lados con rapidez, intentando no ser obvia para su hijo, quien no era para nada tonto, y estando acostumbrado a la presencia de “Sombras” y “Dorados” que constantemente aparecían para desenfundar sus varitas, no tardaría en sacar sus propias conclusiones. Se dio la vuelta y… Dio un respingo totalmente sobresaltada pero luego se relajó por completo al ver que se trataba de Xell ¡Menudo susto se había llevado!

 

Aun así, la visión no era nada tranquilizadora, Xell llevaba a penas consigo, a otra mujer quien parecía necesitar ayuda, y la reconocía, pues su memoria fotográfica no fallaba… ¿Sería en aquella taberna en la que había ido a beber un trago con su hija Heliké? Si, probablemente. Mas, se sorprendió que Xell le preguntara que hacía por allí, considerando que por una parte, estaba con Altair (a quien ya conocía) y que por otra, ella estuviera presente en la conversación ocurrida en The Hunters tiempo atrás. La mujer que acompañaba a Xell, la saludó cordialmente con buen ánimo y sus palabras la calmaron un poco, sonriendo de la gracia que le había provocado aquello.

 

Sintió el fuerte agarre a su capa por parte de Altair y le miró tiernamente para tranquilizarlo. Volviendo a fijar su vista en su interlocutora cuando retomó la palabra, recordó sacar su mano del bolsillo de su túnica para así poder sujetar a su hijo con ambas manos.

 

- Oh… si necesitan ayuda, pueden contar conmigo –dijo sinceramente la joven griega- Soy Auror del Ministerio de Magia.

 

Aunque en esos momentos no venía a hablar de trabajo, sino que de su hijo, siempre estaba dispuesta a echarle una mano a quien la necesitara, independientemente de quien fuera o la necesitara. En ese sentido ella era bastante neutral, sus experiencias vividas evitaban que fuera más impasible.

 

- He venido porque he tenido muy buenas referencias de este lugar, me dijeron que sería el mejor lugar para dejar a mi hijo Altair –explicó- Soy una persona que dedica muchas horas al trabajo y mi situación es un poco complicada por qué ya no vivo con mi familia, por lo que no tengo con quien dejar a mi hijo… Y ya me han regañado por llevarlo al trabajo una vez. Pero a decir verdad, soy un poco primeriza en estas cosas… -ya notaría la mujer que era demasiado joven para ser madre- Así que no sé muy bien cómo funcionan estas cosas.

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Sagitas aún bromeaba antes de darse cuenta de que había entrado mi amiga Andros. Ahogué un respingo cuando dijo que aquellos hombres eran padres que no habían pagado sus recibos. Menos mal que ella se lo tomó tal como sonó, como una broma.

 

- Oh, es cierto. Andros es Auror, tal vez pueda hacerse cargo de ellos. Aunque no es lo que pretendías hacer, ¿verdad?

 

Fui consciente de que, en cierta manera, ella estaba allá por mí. Yo le había hablado en The Hunters sobre las maravillas de la Guardería, y ahora se encontraba con ésto.

 

- Es un sitio excepcional, Andros, que no te engañe lo que ha sucedido. Por lo contrario, que te demuestre que nadie puede sacar un niño de la Guardería porque entre todos los defendemos. Es nuestra primera prioridad y...

 

Tal vez hablaba demasiado. Así que solté a mi tía y me agaché en cuclillas hasta la imagen del niño.

 

- Hola, Altair, ¿te acuerdas de mí? Soy amiga de tu mami. Oye, ¿sabes que tenemos un gatito muy bonito y un pajarito azul? ¿Quieres conocerlos?

 

Y le tendí la mano, aunque primero pedí permiso a Andros con la mirada para que me dejara llevarlo a la clase y pudiera hablar a solas con Sagitas.

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Dicen que la primera impresión es la que cuenta, pero esperaba que la chica llamada Andros no pensara que nuestra Guardería tenía problemas de este tipo continuamente. Se la notaba preocupada, lo que era muy normal al ver que llevaba a su hijo de la mano. ¿Su hijo? Por la edad hubiera jurado que debía ser su hermano. Pero si algo he aprendido en este oficio es que no se puede juzgar a nadie porque las situaciones que las han provocado son imprevisibles. Por ello, le sonreí y señalé la puerta de Dirección.

 

-- Naaa, no se preocupe. Si fueran de esos que usan la magia negra, le diría a usted que se los llevase. Pero en realidad ni sabían usar la varita, son bastante torpes. Eso sí, una denuncia por intentar robar a su hijo, no hay quien se la quite. Es un caso de esos pasionales en el que el padre ha perdido la custodia por malos tratos y a pretendido conseguir ver a su hijo de una forma ilegal. Irán a Azkabán, seguro.

 

Escuché el motivo por el que necesitaba los servicios de una guardería y sonreí cuando dijo que le habían dado buenas referencias.

 

-- En eso tienen razón, la Guardería es un gran lugar para sociabilizar y aprender jugando. Los niños pequeños necesitan jugar entre ellos, mantenerlos en casa ya no es lo más adecuado. Por supuesto, el trabajo no es el lugar adecuado para los chiquitines, sobre todo si se es Auror. Ha tomado una buena decisión.

 

Sabía lo duro que era para las madres primerizas el dejar a sus hijos en lugares ajenos, a veces incluso más que a los propios niños, quienes ya estaban jugando cuando apenas las madres habían cruzado la puerta.

 

Xell era intuitiva y se ofreció para hacerse cargo del niño mientras yo estaba con ella.

 

-- Sería excelente poder enseñarle las instalaciones: clases, patio, comedor, lavabos... Todo adecuado para estos hombrecitos de tan pequeña edad.

 

Esperaba que accediera a una visita guiada por la Guardería.

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No tardamos en reduirlos. Los até bien atados, de pies y manos, amordazados. Luego convoqué un patrones, avisando para que alguien de seguridad viniera y se hiciera cargo de llevarse a los tres bien lejos, onde no se acercaran más a os pequeños.

 

Xell se había podido librar del otro tipo y Fenrir tenía todo el hocico y el pelaje manchado de sangre fresca, lo cual contrastaba con el color blanco del pelaje. Además, Xell había ayudado a Sagis con el embrujo punzante.

 

Perdí algo más de tiempo una vez se llevaron a los tipos en limpiar a Fenrir. No era buena idea qeu vieran asi al lobo, no quería que le cogieran miedo los niños y no poder volver a llevarlo alli.

 

Al lsalir, vi a Xell y a Sagis hablando con una chica, asiq eu mejor me marchaba a ver a los niños, qeu estaban solos, ver qeu no les pasaba nada mientras acababan.

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Andrómeda Perseus Rambaldi

 

Negó con la cabeza ante la pregunta inicial de Xell, si bien era cierto que hacía guardias por el Callejón Diagon cuando tenía tiempo, en busca de problemas que solucionar, en aquella ocasión había venido por asuntos de su vida personal. Sabía que las semanas que venían serían muy complicadas para ella, ahora que era Jefa Auror tenía muchas más cosas que hacer, no se olvidaba de la reunión que tenía con sus compañeros y las denuncias que debía tratar. Todo esto, omitiendo su ascenso en el bando, lo cual también requería una responsabilidad. Tenía que comenzar a reorganizar sus cosas.

 

Altair, clavó su mirada en la Vladimir, analizándola para recordar de quien se trataba. No la olvidó, tardó poco en recordar que la había conocido en The Hunters, por lo que sonrió al ver que se trataba de un amigo. Él era consciente de que no todas las personas eran de fiar, y no era tonto, veía la cantidad de personas que estaban dispuestas a matar a Andrómeda, pero ya sabía identificar que personas eran buenas. Estiró sus manitos en dirección a la mujer y murmuró “Sel” pues posiblemente le costara pronunciar el nombre de Xell.

 

Andro dejó a su hijo en el suelo, y este miró de nuevo a Xell como dudando si podía realmente ir con ella o tenía que mantenerse junto a su madre.

 

- Ve con ella, Altair. Te gustan mucho los pájaros ¿Verdad? Seguro que el pajarito de Xell es muy bonito –le dijo

 

Su hijo más animado le dio la mano a Xell. Siempre le dio miedo separarse de su hijo, debido a la situación delicada de su vida, pero confiaba plenamente en sus amigos. Fijó su vista en la otra presente quien le señalaba una puerta. Se sorprendió mucho ante sus palabras, acostumbrada a los grandes ataques llenos de maldiciones oscuras, aquello le sonaba tan simple que casi le parecía que era mentira… Pero se notaba que era la verdad, de lo contrario aquel lugar no estaría así, estaría mucho peor.

 

Asintió con la cabeza a sus palabras.

 

- Si, sé que lo mejor para mi hijo es que tenga otros niños con los que jugar, solo que claro… siempre ha sido complicado para mí. Soy de Grecia así que, difícilmente podría lograr cotidianamente que mi hijo jugara con los hijos de mis conocidos, y con esta guerra, tampoco está para pasear por los parques del pueblo. Además, mi trabajo me quita demasiado tiempo y encima es peligroso, ya sabe que dar una Condena o finalizar un Caso ya es suficiente para estar en la lista negra.

 

Echó otra hojeada por el lugar, era la primera vez que había entrado en una guardería pues, nunca había tenido la necesidad de ello. Estaba bien equipada, parecía un buen ambiente al final, si Xell se lo había recomendado sería por algo.

 

- Me encantaría ver el lugar –sonrió la Perseus- Ya que me tendrán como clienta habitual, o al menos hasta que mi hijo crezca obviamente –rió- ¿Son muchos niños los que tienen aquí?

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Me sentí muy contenta al ver que el niño se acordaba de mí y me llamaba “Sel”, como había mi hermanito Akira. Aunque Andros le soltó de la mano, él pareció dudar antes de venir conmigo. Mi amiga tuvo que indicarle que viniera conmigo. Le extendí la mano y caminé, despacito, para no obligarle a dar zancadas.

 

- ¿Te gustan los pajaritos? Verás como te gusta Uni-Ojo. ¿Sabes por qué se le llama así?

 

Estaba segura que mi voz se iba haciendo cada vez más lejana para Andros y para mi tía. Matt pasó cerca de mí, seguramente rumbo a la clase de los más grandes. Allá se lo pasaban en grande jugando con el lobo. Pero Altair era más pequeño, así que le llevé hacia otra clase. Antes de entrar en el aula, miré por encima de mi hombro y le guiñé el ojo a mi amiga, para que estuviera tranquila, aunque creo que no me vio, porque hablaba con Sagitas.

 

- Mira, mira… Altair, está ahí, ¿lo ves? Ese es Uni-Ojo. Es un pájaro muy especial, porque le gusta jugar con los niños. ¿Te gusta? Es azul. Mira como vuela. ¿Quieres que se pose en tu mano? Sólo tienes que llamarle; su nombre es Aibat.

 

Esperaba que el niño se sintiera a gusto en la clase y se sintiera cómodo. Si Andros le matriculaba, estaría un año en aquel lugar y con aquellos compañeros, con lo que era importante que estuviera a gusto.

 

- Hey, niños, tenemos una visita. Se llama Altair. Saludar todos a Altair.

 

Y los niños de la clase, que estaban pintando en sus sillas y sus mesas pequeñas, a su altura, dijeron un “Hola, Altair” en su lengua de trapo, que me hizo sonreír. Me agaché para hablarle.

 

- ¿Te apetece pintar a “Uni-Ojo”? Yo puedo ayudarte, si quieres.

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Aquella chica, Andrómeda, era muy joven para la responsabilidad que tenía sobre sus hombros. Se le notaba en ella que era fuerte, pero a la vez frágil. Era ese tipo de persona que sufre en silencio y guarda demasiado, tal vez no tanto por desconfianza como por ser una persona callada. Respeté su silencio. A veces, las personas necesitamos poco ruido a nuestro alrededor para mantener las ideas claras.

 

Aunque en la guardería, poco silencio iba a tener, sobre todo cuando entráramos en las áreas comunes. Pero supongo que nadie espera que con tanto niño haya silencio. Saludé a Matt, quien parecía moverse hacia una de las clases, como si lo que hubiera pasado en el despacho de Dirección no tuviera importancia. Después seguí escuchando lo que Andrómeda me contaba.

 

-- ¿De Grecia? Vaya, yo tengo que ir un fin de semana a… buscar a una amiga.

 

No era momento para intimidades, el problema por el que iba a Grecia a buscar a Cissy era precisamente algo que no podía comentar muy alto, sobre todo porque si confirmaba mis sospechas de que mi amiga era mortífaga, quien menos se tenía que enterar era una Auror del Ministerio.

 

-- ¿El niño habla bien el idioma? Es algo que tendrá que apuntar cuando decida matricularlo, en la ficha. Yo sé hablar griego clásico; sé 23 idiomas en realidad-- de acuerdo, me estaba alabando, no podía evitarlo. Los de la familia sabían todos mis conocimientos pero no podía evitar el levantarme un poco el ego ante personas de confianza. -- Pero no el griego actual, aunque supongo que la base debe de ser la misma. Aún así, yo creo que podemos potenciar el idioma inglés, al fin y al cabo, es con el que congeniará con el resto de compañeros de clase.

 

Avancé por el pasillo, para llevarle al primer lugar que solían pedir los padres visitar, el comedor.

 

-- Tenemos tres clases divididas por edades, de 0 a 1, de 2 a 4 y de 4 a 6 años. Tenemos un baremo muy exigente de alumnos. De los más pequeños contamos ahora con 6 bebés, aunque estamos preparados para asistir a 10 de ellos. De los medianos, tenemos 8 niños, aunque las clases pueden acoger hasta a 15. Y los mayores son 12 niños dentro de una clase de 20. Los bebés tienen su comedor y su habitación particular, porque duermen la siesta y descansan a menudo. El resto no. A los pequeñuelos se les quita la siesta de forma paulatina para que lleguen a los tres años ya sin ella y aprovechen más la tarde.

 

Abrí la puerta del comedor. Había un par de elfos y dos monitoras poniendo mantelitos de animales en las mesas.

 

-- Como verá, es un lugar donde ellos toman su comida, lógicamente vigilados por los monitores en un ratio de 1/3 en la clase media y de 1/5 en la de los grandes. Queremos que sepan que los monitores no son camareras sino que están como ayuda. Los elfos no son camareros tampoco. Aquí el alumno lleva las bandejas a la mesa y las recogen. Todo se hace en compañerismo. Unos recogen bandejas, otros ponen la silla encima cuando se abandona el comedor. Se les enseña unas reglas básicas de convivencia para que se sientan mejor entre ellos. He de decirle, sin embargo, que los monitores usan la magia para que estos trabajos entre ellos no les resulten pesados. Queremos que aprendan responsabilidad, no que sean burritos de carga.

 

Era algo difícil para los padres, quienes muchas veces estaban acostumbrados a que los elfos hicieran todo y trataban a los niños como si fueran mancos o cojos, cuando bien podían vestirse, recoger los platos o lavarse las manos sin ayuda de los elfos domésticos. Esta era una gran traba en nuestro trabajo.

 

-- ¿Qué edad exacta tiene su hijo, señorita Andromeda? Le llevaré a la clase que le corresponde para que vea que los niños son tan fieros como los pintan.

 

Le sonreí.

 

-- En realidad no. Los niños son maravillosos en cuanto les marcas una disciplina. No suelen dar mucha guerra, en contra de lo que piensan los padres. La experiencia me demuestra que los niños se adaptan primero a la dinámica de la guardería antes que sus padres, que suelen pasarlo más mal para dejarlos aquí. Necesitan más tiempo de adaptación.

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Abrí la puerta de la clase y suspiré aliviado al ver que estaban todos bien, tal vez algo nerviosos, pero nada grave. me sorprendió que sonrieran al verme, y eso que apenas me conocían...

 

Fenrir entró y correteó a saludar a Ithilion lamiéndole la cara, aunque mantuvo la distancia con los demás, ya que el pobre aun recordaba el episodio donde casi lo devoran.

 

Los miré un rato, sin saber que hacer, hasta que recordé que Sagis había quedado conmigo en que sería bueno enseñar a los niños como tratar con animales como Fenrir, después del episodio que el animal había pasado con ellos.

 

Por eso salí casi sin darme cuenta de que aun seguía hablando con aquella chica, con Fenrir siguiéndome de cerca.

 

- mamá! saldremos al patio a dar esa clase con los niños? - pregunté, quedándome parado al ver a su acompañante. ME detuve y la miré. - Esto...lo siento...

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