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Wishes Banned & Strange Passions (MM B: 80297)


Kahlan Blackthorn
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Lo suyo era como las cuatro estaciones, a veces frio, a veces cálido, a veces alegre y otras tan taciturno que el tiempo mismo parecía enlentecerse y llenar con cada tic tac más de agonía su corazón, no habían hablado nada sobre esa noche juntos y mucho menos de como ella había tenido que morir y renacer en si misma para luego de dos siglos poder tener una paz con su demonio. Aceptar su destino no era algo que le afligiera tanto como aquel dolor que despertaba de los recuerdos que evitaba revivir, por que el amor que llenaba sus latidos solo se convertían en un dulce veneno que la llevaban a la agonía.

 

Y allí estaba ella otra vez, en ese ciclo sin fin de un vaso lleno de alcohol y una sombra de melancolía nublando sus zafiros que en silencio se perdían en los recuerdos de su ayer, se llenó aquel licor dulce que quemo su garganta y le trajo de regreso de aquel mundo que era su mente. A su alrededor todo seguía su curso, el cantinero con sus tragos, la gente hablando y cortejando a quienes tenían de frente y luego estaba ella.

 

Había salido de su hogar sin saber que iba a encontrar cuando luego de meses escribió esa carta que Asshai entrego a Ethan con un simple – Te veo en Wishes Banned & Strange Passions a las 10.30 – . A decir verdad no sabía si el llegaría y tampoco entendía aquel impulso que le había llevado a escribirle luego de ese tiempo de silencio en donde su afecto y aquella noche en que se entregaron el uno al otro había quedado en el recuerdo.

 

Removió sus dedos inquieta, aun llevaba aquel anillo que él le había dado en protección, y ese amor inocente que había crecido con ella seguía impulsándola a no perder la fe. Y es que claro estaba que ambos se pertenecían desde hacía siglos, pero el destino era un cruel autor que no daba felicidad sin un alto costo. La copa yacía vacía y sus esperanzas se desaparecían cada vez que el reloj se acercaba a la hora pauta, el jamás había faltado pero por primera vez en dos siglos, el miedo se apodero de ella, deseaba verle y temía que no fuera así; sin demora pidió otra copa y cruzo sus blancas piernas en una carabina mientras esperaba en silencio a que el reloj marcara otra vez su pauta y el destino se divirtiera a costa de ellos dos.

 

 

@@Ethan Lenteric

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— Lamento la demora, pero acomodar mis tiempos a los nuevos cambios —tosió para aclarar su voz — No es lo mío, no termino de acostumbrarme y no creo que lo logre. Pero, no creo que eso haya sido el motivo de tu visita o ¿si?—le cuestionó apoyándose en el respaldo de la silla. La marca dormía en alguna parte de su anatomía, no volvería a sentirla como siempre en su antebrazo izquierdo, pero la añoranza de tan peculiar grabado radicaba en la devoción que le profesaba desde que pudo mirar la crueldad que era capaz de azotar al mundo mágico.


— Veo que te has puesto cómodo, no hay problema con ello —chasqueó la lengua dibujándose en sus labios una lóbrega sonrisa. El sentir el frió que brotaba del local vació, voces acalladas por la máscara de serenidad que se plantó como una hierba mala en su recinto personal. Recorrer con la azul mirada cada mesa y silla, silencio era todo lo que rodeaba al par de hechiceros, no quedaba nada del pasado que pudiera ser rescatado o valiera la pena salvar. Echaba de menos las charlas con su hermana Mía, reconocía que el amor, le había dado con tuvo a la Black Lestrange. Ella por su parte prefería mantener esa parte sumida en una total privacidad.


— ¿Cómo van los preparativos de la boda?, no aludas el tema o intentes escapar por la tangente —se dejaba caer en la silla, ordenándole al cantinero un buen bourbon. Ese placer, no se lo sacaba ni a golpes el destino o la falta de interés por los recientes acontecimientos, ya que no le sacaban de balance en lo absoluto—Me extraño que me contactarás, sabías que no volvería y aún así te arriesgaste a tentar al diablo y esperar ansioso a que hiciera acto se presencia —mojando sus labios con el licor, apartó brevemente su vista de la de su interlocutor.


Las preguntas iban y venían en su cabeza, amontonándose como un enjambre de abejas entorno al panal. La curiosidad muchas veces mató al gato, pero a ella le encantaba la idea de coquetearle descaradamente a la duda, esperando que la muy ladina, no buscará escaparse como agua entre los dedos.





@León Crowley


Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Meses en silencio, meses en donde solo sabía que ella estaba bien porque así lo sentía en el fondo de su alma. Meses en donde quiso viajar a Francia tan solo para asegurarse de que ella no estaba ahí, ella se encontraba cerca, pero ¿porque no lo había buscado? ¿que ocurría? la mente de una mujer siempre le pareció el misterio más grande y no entendía miles de cosas que en cada una de ellas pasaba. Comprender a Emilia era fácil, casi podía adivinar sus pensamientos, le gustaba usar esa conexión entre ambos cuando ella tan solo era una niña para dejarla fascinada y boquiabierta cuando él adivinaba en que color estaba pensando. Ahora pensar en aquellos años le resultaba doloroso, la extrañaba con cada fibra de su ser y peor aún cuando recordaba esa noche en la que casi la pierde para siempre.

 

Plasmaba sus pensamientos en un diario que se le había hecho costumbre escribir los últimos dos meses, siempre se sentaba enfrente de la ventana de una de las habitaciones de invitados que daba a la zona boscosa y en silencio escribía mientras bebía infusiones de jengibre o pociones de amatista que lo hacía sobrellevar el dolor interno que sentía. Últimamente su mano izquierda dolía también, se quedaba trabada como si sus huesos se congelaran y no entendía el porque de aquella dolencia sin embargo se negaba a visitar a un especialista.

 

Justo cuando terminó de escribir el último párrafo de ese día una figura en la ventana lo desconcertó y alegró al mismo tiempo, se trataba de Asshai quien desplegaba sus alas y las acomodaba después de ver que Ethan lo había notado. El demonio se puso de pie y abrió la ventana tomando en su brazo al ave de Emilia quien portaba una carta de ella, con un poco de miedo la abrió y leyó detenidamente las palabras puestas sobre el papel. Paso saliva con dificultad, después de tantos meses ¿solo eso?

 

Observó el reloj, le daba tiempo de arreglarse para no verse tan descuidado así que llevó a Asshai por algo de agua y comida antes de tomar una ducha. Ya estando listo se decidió por un par de jeans ajustados y una camiseta negra de mangas largas que combinaba con el abrigo que había elegido, desapareció del castillo hasta aparecer en Diagón y miró a ambos lados de la larga calle ubicándose para encontrar aquel lugar. Apretaba la nota de Emilia en su mano dentro del bolsillo de su abrigo y caminaba con la vista nublada tan solo pensando en la actitud que tendría al verla.

 

Cuando encontró aquel bar la buscó con la mirada, su melena pelirroja de inmediato le quitó el aliento. Caminó hasta ella y tocó su hombro en una caricia sutil en donde le transmitía toda su preocupación de aquel tiempo alejados.

 

-Emi...-Apenas pudo susurrar su nombre, ¿porque sentía las ganas de soltarse a llorar? ¿desde cuando no lloraba? ¿porque le costaba tanto?

 

 

@@Emilia Malraux

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El tiempo es eterno para los que esperan y en ese momento la eternidad le parecía corta en comparación con el pesar del tic tac que marcaba la hora, termino la segunda copa dejando que ese sedante cubriera sus sentidos de tranquilidad, algo en ella brincaba de emoción al pensarle, al desear verle y poder comprobar que estaba bien. Su mente siempre fue un mundo que Ethan podía leer pero para ella también era claro que desde ese encuentro en el infierno su vida se había conectado a el de otra manera más profunda.

 

Siempre su recuerdo seguía vivo pero ahora con mas insistencia aparecía en su mente, como la crónica de una muerte anunciada que solo como demonio podía entender, necesitaba verlo, saber que estaba vivo y que solo eran impulsos descabellados que ella misma se inventaba para tener un pretexto de verle. El tiempo transcurría y ella se perdía en el hilo de sus pensamientos hasta que sintió aquella voz.

 

Giro con prisa su rostro para toparse con aquella mirada rasgada y esos ojos cafés que tantas veces habían sido su abrigo en los momentos de caos, detallo aquella piel como el mármol tan blanca y perfecta que evocaba la suavidad del mismo. Había llegado, realmente había respondido a su llamado y por lo mismo no pudo ocultar esa sonrisa inocente que solo a el le pertenecía , esa sonrisa de alivio y alegría de verle.

 

– Ethan… si viniste- dijo dejando por un momento de lado el hecho de estar en un bar, mucho menos el silencio de los meses y el pasar de los días. Se colocó de pie y le abrazo escondiendo su cara en aquel pecho firme que tantas veces la había protegido. – Solo los dioses saben cuánto me ha matado este silencio y cuantas veces desee irte a ver, pues no se puede huir para siempre de aquello forma parte de ti –

 

No era consciente de si el lo sabía, pero durante tantos meses el único motivo de no acercarse fue aquella amenaza llegada desde el infierno, aunado a la situación que el mismo pasaba durante esos días. Desconocía si era seguro verle pero su corazón y sus ansias ya superaban a su razón y ahora que lo tenía allí solo podía agradecer en su mente a la suerte.

 

– perdóname Ethan, perdóname el silencio, perdóname la distancia, perdóname por alejarme, solo perdóname.. – susurro con algunas lagrimas corriendo por sus mejillas

 

 

 

@@Ethan Lenteric

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Emilia se veía exactamente igual que la última vez que la vio, una belleza increíble que solo se podía describir como fuera de este mundo, sus ojos reflejaban amargura ya que siempre habían sido expresivos y para Ethan con solo mirarla podía adivinarla. El demonio dejó de lado su enojo ante el tiempo en el que ella se alejó, no le parecía correcto estar haciendo desplantes de drama en un lugar como ese y de por si unos magos ya los miraban con rareza ante el abrazo que se daban.

 

El olor de su cabello era tal como lo recordaba, pero también podía percibir un dejo de nostalgia y abandono en él. En donde había estado ella todo ese tiempo? Aún recordaría lo de aquella noche?

 

-Me alegra saber que estás viva... no hay nada que perdonar.-Comentó él antes de dar un beso a la frente de la pelirroja, tomó asiento junto a ella y soltó un suspiro entrecortado. Porque se sentía así?

 

Anteriormente habían hablado superficialmente sobre lo que significaba su relación, ambos lo sabían pero jamás lo habían expresado. Ambos sabían que sin el otro no podían vivir, entonces porque nadie decía nada? Nadie se aventuraba a tomar la rienda de ese potro que se resistía a calmarse.

 

-En donde estuviste? No pude comunicarme contigo mentalmente, es más... estando aquí tan cerca de ti no puedo todavía.-Dijo sintiendo como un nudo se comenzaba a formar en su garganta, lo mejor era pedir una copa de ajenjo antes de que se notara.

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Por más que se intente huir del pasado, por más que se intente seguir adelante e incluso intentes beber del vino del olvido; cuando algo te pertenece siempre buscara la manera de aparecer en tu vida sin importar los años o los contratiempos y justo en ese momento ellos dos eran dos imanes que chocaban ajenos al resto del mundo que titilaba bajo su propia luz mientras que ellos incluso sin usar tantas palabras podían arder en el infierno.

 

Cuando sus brazos se cerraron sobre ella, su corazón latió con fuerza, al parecer aún seguía vivo y reconocía el tacto de aquel que siempre le había cuidado ¿Cuántos años llevaban en su historia? ¿Cuántos matices se podrían pintar en dos siglos de historia?; Le miro en el momento que él se alejó de ella ¿Cuánto habían cambiado ambos? Y porque habían tenido que esperar tantos años para poder verse cara a cara sin ataduras sociales que les impidieran ser ellos.

 

Vio sus ojos, reflejan la tristeza que sus propios zafiros evocaban ¿Por qué dolía tanto, y se sentía como un cristal roto que perfora la piel? Le debía una respuesta y era momento de hablarle, aun podía recordar aquella noche que no se iba a borrar de su mente, durante siglos busco el olvido en labios y cuerpos que por breves minutos podían disminuir ese vacío pero no eran un sedante efectivo para las largas noches de soledad. Ella siempre le había pertenecido y desde esa noche no había podido avanzar, cuando pruebas el más delicioso manjar muy difícilmente tu paladar regresa a las golosinas de la infancia y eso le pasaba con el.

 

Ella no había bloqueado su mente es mas también había intentado buscarle, pero suponía que a veces el dolor eran tan fuerte que podía cerrar aquello que más deseaba.

 

– Quizás y solo quizás la tristeza sea el muro que no nos deja escucharnos- dijo luego de un momento mirándole con ese amor de antaño – el alcohol dopa el corazón y nubla la mente cuando se busca un escape-

 

Le miro a los ojos y mordiendo su labio recordó todo lo que pasaría sin sabían que le había buscado, pero ya no le importaba, vivir o morir cuando en realidad solo sería su cuerpo lo que dejaría de existir, pues su lugar en el infierno la esperaba.

 

– Ellos no me dejaron hablarte, eres de la realeza, y un demonio de antiguas creencias y olvidado no puede hablarle al duque. Luego de esa noche donde por primera vez en dos siglos sentí que encajaba, llego una carta, debía huir o a ti te volverían a encerrar como hace miles de años lo hicieron, pues lo nuestro debe ser imposible , teniendo en cuenta que yo no soy una bestia sedienta de muerte y daño, y logre adaptarme a este mundo -

 

Soltar la verdad era un peso que caía de sus hombros, pero sus zafiros brillaban con esa tristeza imparable de quien anhela algo que siempre ha deseado.

 

- Rompí las reglas pues mi vida también corre peligro, pero necesitaba verte Ethan, no puedo vivir sin mi vida y tú siempre lo has sido, y solo deseo poder…- piensa esa última frase y ruega a los dioses el escuche “al fin estar contigo, estoy cansada de buscar olvido y paz en donde jamás la encontrare, estoy cansada de huir de lo que siento” – pensó mirándole a los ojos con tristeza.

 

 

 

 

 

 

 

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El ajenjo llegó a sus manos, la mezcla de aquel licor con el terrón de azúcar era una combinación que saciaba su sed y lo hacia recordar épocas pasadas en donde era el gran anfitrión de eventos en Francia. Justamente esas épocas le recordaban a Emilia pero nunca se lo había dicho, el sabor a ajenjo le recordaba a sus labios, a su risa en la mañana, a su aroma cuando bailaban por horas en los salones de fiesta; todo en esa bebida llevaba el nombre de ella y por siglos lo había callado.

 

Soltó un suspiro después del primer sorbo a su bebida, escuchar sobre aquella carta le heló la sangre ya que tenía entendido que nadie se interponía entre sus deseos y más si estos implicaban a una mujer. Quién era tan osado como para interferir en ellos? Estaba seguro de que era alguno de los comandantes supremos, un general de su ejército o algún ente malévolo que esperaba la quiebra mental de Astaroth para tomar su lugar. Quería investigar más a fondo aquel suceso, quería leer la carta que su amada había recibido pero en eso una voz en su cabeza hizo que se olvidara por completo de todo lo demás.

 

En su mente podía escuchar a Emilia pidiendo una oportunidad, una oportunidad que tenían planeada darse desde hace años, una oportunidad para por fin cerrar ese ciclo y ese capítulo en su vida nada más y nada menos que con la unión de sus almas. Podía escuchar en esas palabras lo atormentada que estaba ella de siempre estar esperando por él, el propio Ethan se sentía culpable de dejar a la deriva tantas veces en las que tuvieron oportunidad de estar juntos y ahora su corazón se comprimía al saber que ella sufría, al final él la estaba haciendo sufrir y juró jamás hacerle daño.

 

-Emi... yo... creo que es momento de no callar más. Creo que eres la mujer que quiero para mi, eres mi vida y sin ti no quiero vivir. Sonará trillado pero es la verdad, eres la mujer con la que quiero estar y me tomó años el darme cuenta de que así es. Eres la única que comprende realmente como soy, has soportado muchos tormentos por mi pero ahora soy yo el que te pide y te ruega que ya no sufras. Quiero que formalicemos nuestra relación, no he podido olvidar aquella noche en la que casi te pierdo y se que si te dejo ir te perderé en serio así que... Por favor Emilia, acepta ser mi mujer, acepta ser mi compañera en esta vida y más allá de ella.-Dijo fijando su mirada en la de ella, aún no comprendía porque se perdía de esa manera en sus ojos, simplemente era hipnotizante.

 

Las palabras estaban en juego, ambos habían expresado a su manera los pensamientos más profundos de su alma y ahora quedaba en Emilia el aceptar el corazón del demonio si es que eso era lo que ella deseaba. En un rincón de la mente del Lenteric existía el miedo a que ella lo rechazara y se esfumara para siempre de su vida.

 

@@Emilia Malraux

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El tiempo parecía detenerse entre el silencio y las palabras que le siguieron, ella había sido honesta y él lo sabía mejor que nadie, podía ver su mente y allí en el infierno ella le mostro sus recuerdos siempre amargos siempre tristes siempre a la deriva. Nunca había entendido realmente porque siempre lo sintió tan de ella, o incluso por que jamás pudo rehacer su vida olvidándole. El tiempo no siempre cura las heridas o dopa los anhelos y ella siempre le amo desde los tiernos años de su infancia hasta ahora que era una mujer hecha y con una historia a sus espaldas.

 

El sabor amargo del licor seguía en su garganta, y sus zafiros chocaban con aquella mirada café que durante años la sostuvieron. Había abierto su corazón otra vez, y le había confesado todo lo que se sentía. El reloj seguía en el mismo minuto, era frustrante el hecho de cavilar tan largamente en un corto espacio de tiempo, pero allí estaba. Escucho sus palabras, nada nunca la preparo para eso, el destino disfrutaba el torturarlos y sus esperanzas habían muerto hacia tantos años en la vieja taberna de la fortaleza, entre copas y las maldiciones de pascal.

 

Sus mejillas se tornaron rojas y sus pupilas se dilataron al escucharle, por un momento creyó haber perdido la cordura pero algo le ataba a la realidad, la había escuchado; lo sabía. Le dejo hablar olvidándose del mundo, olvidándose incluso de los peligros que podrían correr, el era suyo y ella de él y solo eso importaba; dos siglos habían sido la prueba suficiente de aquello. A veces era impulsiva, pero la mejor manera de responder a su pregunta no radicaba en una sola palabra; con cuidado y aprovechando su cercanía tomo con cuidado su rostro entre sus manos para mirarle unos segundos antes de acortar la distancia y atreverse a besarle.

 

Fue dulce, y lleno de nostalgia de esos besos que se dan luego de años de historia y sentimientos encontrados, le amaba perdidamente y eso había sido siempre - “si y mil veces si Ethan Amilcar Lenteric” pensó mientras sus labios volvían a cerrarse sobre los suyos.

 

 

@@Ethan Lenteric

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Sentir sus manos sobre su rostro era siempre un gesto que le helaba la sangre, se sentía como un niño pequeño lleno de emoción por un regalo que acaba de recibir y mirarla era ese regalo. Los ojos de Emilia guardaban millones de secretos, como aquel de haber sido su más grande amor por siglos, esos ojos contaban mejor que nadie su historia y como fue que habían llegado hasta ese punto; a veces pensaba que era mejor el tratar de descifrar su mirada que intentar sacarle palabra a ella.

 

Cuando sus labios se vieron inmersos en un beso sus ojos se cerraron al instante, era tan clara su respuesta que al escucharla en su cabeza no pudo evitar el reír levemente sin despegarse de ella. Al momento de finalizar el beso la miró fijamente y supo que era el momento indicado para ambos, ambos estaban seguros de lo que sentían y de lo que buscaban, estaban seguros de enfrentar la peor de las tormentas estando juntos y eso valía mucho más que todas las riquezas del mundo. Ethan en esos momentos estaba dispuesto a entregar su vida a ella, sus hijos iban a comprenderlo a pesar de verla como una tía, de hecho creía que la más emocionada por ello seguramente sería Anne.

 

-Je t'aime mon amour... tu es la raison de ma vie.- Dijo en perfecto francés a ella ya que aquella era su lengua madre.

 

Recordaba las veces que hablaban solo en francés y aquellos recuerdos lo hacían sonreír como en aquel momento, parecían unos niños y en realidad no le incomodaba el parecer emocionado por su amor sin embargo no creía conveniente el tener su primer cita romántica en un bar.

 

-¿Que te parece si salimos de aquí y vamos a un lugar más romántico?-Preguntó a ella corriendo un mechón de su cabello detrás de su oreja para despejar su rostro, tenía ganas de pasar tiempo solo con su mujer alejado de cualquier mal innecesario.

 

@@Emilia Malraux

 


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se dejo acariciar por aquellas manos cálidas que significaban todo su mundo y todo lo que era y sería a partir de ese momento, cada roce era un nuevo despertar de su ser que yacía dormido en su mas profundo rincón por temor a salir herido otra vez, pero ciertamente ahora la historia era diferente por primera vez el final feliz de ambos se veía completo. Luego de tantos años, luego de tantas lagrimas y luego de tanto su historia por fin parecía tener un agradable final del cual no pretendía escapar nunca.

 

le miro a los ojos con una dulce sonrisa mientras el le hablaba en su idioma natal, en su lengua que ahora parecía olvidada en su cabeza - jsi celý můj život - había aprendido un poco del idioma natal de Ethan, y en checo le dice que también es su vida mirandole a los ojos con todo el amor del mundo, pero no puede evitar reír al escuchar su petición.

 

ella solía terminar en los bares, en la soledad de un par de copas y palabras vacías que ahogaban su sentir y le daban paz aunque no fuera eterna, una parte de ella pertenecía a esos lugares de noche e historias que no siempre merecían ser contadas, le dedico una mirada de "sabes como soy" y se encogió de hombros sin poder evitar reir por primera vez en años con genuina alegria pues sus pesares ya no la agobiarían mas, estaban juntos.

- ¿Quizás unos helados y caminar por alguna plaza no te parece bien?- le dice con cariño, evocando un tiempo de calles empedradas y carrozas, un tiempo donde se tomaban turnos para pasear en el parque o se hablaba con galantería para permitir una salida a una cafetería sin chaperón - Me debes desde hace 110 años un helado y no se me ha olvidado, mon amour- rie y le guiña el ojo dejando su pago en la mesa del bar, antes de ofrecerle la mano.

 

 

@@Ethan Lenteric

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