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✿.。.:*El refugio Mágico*.:。✿* (MM B: 102601)


Helene Eloise Bellerose
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Mikael

 

 

Definitivamente aquél hombre no se encontraba en el mejor estado de ánimo y, mientras escuchaba sus argumentos hacia Madeleine, permanecí observándolo detenidamente sin decir una sola palabra. Para mí realmente era muy difícil creer que se trataba del padre de mi amiga. Su carácter por lo menos era muy distinto y no me agradaba en lo más mínimo la forma en la cual se dirigía hacia mí.

 

— Mire señor como se llame — dije tratando de ocultar el tono de burla que estaba a punto de salir — realmente no creo que haya sido grosero con usted como para que me hable de ese modo. Sea familiar de quien sea.

 

Pero inmediatamente después, escuché a mi amiga y sonreí. La forma en que se defendía me causaba un poco de gracia pero decidí no reírme, o aquello sí sería tomado como una burla de mi parte. Fue por eso que simplemente escuché mirándolos con los ojos entrecerrados. De haber tenido un padre a mi edad, posiblemente estuviese pasando por la misma situación que esos dos.

 

— ¿Disculpe? Este animal ni siquiera ha visitado el Ministerio. Mi hermana se ha encargado de educarlo perfectamente bien — mencioné ante la acusación que hizo el hombre después, jamás imaginé que yo mismo defendería a ese peludo de nadie — y sí Maddie, él ni siquiera pronuncia una sola sílaba, supongo que estará mudo...

 

Dije con ironía esperando respuesta de ambos, en el momento en que observé entrar a una lechuza y dejaba un cartel que soltaba en el mostrador del local.

 

 

OFF:

 

Perdón el rol, ando un poco ocupada pero no quería dejar... >.<

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Bueno, eso se estaba convirtiendo en pura charla y nadie pedía una habitación. ¡Definitamente, sería pobre para siempre! Además de que casi nadie visitaba Battrek Fly, tampoco rentaban un cuarto en El Refugio Mágico y Gringotts no le daba ni siquiera un préstamo. Esperaba que Kris se decidiese rápidamente; o dejaba de discutir y pagaba el asilo o se iba sin más a otro lugar del Callejón Diagón, pero no era momento para discutir de esa manera con Mikael allí, observando si más.

 

Creo que entiendo eso de que nunca ha visitado el Ministerio —murmuró la joven Rambaldi a quien, si no mal recordaba, Gomita le había contado que Edy no estaba registrado en el Departamento de Control y Regulación de Criaturas Mágicas—. En fin, organicemos ésto... ¿quiénes tomarán un cuarto y quiénes están de visita?

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Supe que se había abierto un negocio nuevo, así que quise ir a ver, aparte, tenía la esperanza de encontrar a mi madre allí ya que ella es una de las dueñas, o al menos yo manejaba esa información.

 

Salí de casa muy temprano, nadie se dio cuenta, bueno, sólo mi elfo, Timo, él siempre estaba al pendiente de mi, pero le dije que no se preocupara, que estaría bien, de hecho, salí de la mansión porque últimamente no quería saber nada de nadie, pero si alguien de mi familia me necesitara no dudaría un segundo en ayudarla, de eso estaba segura.

 

Antes de dar mi primer paso en las calles de Ottery y encaminarme hacía el callejón diagon miré una vez más mi casa y los ojos de Timo que me miraban con curiosidad aunque estaba casi segura de que sabía lo que me estaba pasando, en fin, le sonreí, di un suspiro y seguí mi camino.

 

Caminaba despacio, con cada paso que daba me sentía peor, vacía, lo único que quería era estar sola o hablar con alguien aunque no sabía de que exactamente, no sabía qué me estaba pasando últimamente.

 

Miraba mis tenis mientras caminaba, el trayecto era largo, pero no me importaba, no me importaba nada...

 

Las horas pasaron, llegó el medio día y yo seguía caminando a paso lento con mi capa negra sobre mi ropa muggle y mis manos en mis bolsillos, el hambre no me importaba, eso no me hacía olvidar del vacío que sentía en mi interior. Mis cabellos largos, alisados y castaños me tapaban un poco la cara, era mejor para mi, así si algún conocido me viera no me reconocería.

 

La tarde empezó a hacerse notar, estaba llegando a donde me dirigía, pero aún ese vacío en mi interior me molestaba, levanté mi mirada y pude ver a lo lejos un hermoso lugar, muy peculiar y rustico, sonreí levemente al notar que había llegado, aceleré un poco el paso para llegar hasta su puerta y ver ese lugar que desde donde estaba ya se veía precioso, un perfecto lugar para mi, iba a poder pensar bien en lo que me sucedía.

 

Al fin estaba en frente de la entrada principal, entré lentamente observando con atención cada detalle del lugar, los cuadros, el piso, el techo, todo, hasta llegar al mostrador donde estaban otras personas a quienes ignoré por completo, sólo quería estar sola, por el momento, ya luego preguntaré por mi madre, pero por ahora necesitaba un cuarto en donde pensar y descansar, mis pies me empezaban a doler de tanto caminar y mi estómago a rugir como nunca antes.

 

Me pare en frente del mostrador esperando a que alguien me atendiera mientras me perdía de nuevo en mis pensamientos.

Editado por Ania Evans Weasley

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Sacudió la cabeza al sentir el silencio hacerle cosquillas en los tímpanos, y bajó la vista a la libreta que tenía al frente de ella. Estaba casi vacía. ¿Por qué será que nadie se atrevía a visitar aquel nuevo lugar? Debía pensar en alguna manera para atraer más clientela al Refugio; Kassandra y Lainë prácticamente le habían encargado a Madeleine que cuidara el negocio, pues ellas tenían asuntos personales, al parecer más importantes que eso.

 

Una campanilla proveniente de la puerta de entrada la atrajo al presente, en un abrir en cerrar de ojos. Observó a la joven bruja que entraba al Refugio Mágico, pero no hizo cualquier expresión de haberse inmutado de su presencia hasta que ésta se acercó al escritorio, del cual se encargaba en ese momento la joven Rambaldi.

 

Hola —le dijo a la chica de largos cabellos castaños—, ¿en qué puedo servirle?

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No esperé mucho a que me atendieran, las personas que se encontraban cerca dejaron de hablar y entonces la chica que estaba al otro lado del escritorio se dirigió a mí preguntando en que me podía ayudar.

 

-hola, buenas tardes, quisiera pedir una habitación, me puede decir que opciones tiene? es que estoy buscando un lugar donde pueda estar lo más aislada posible, tengo cosas que pensar...-dije guiñándole el ojo tras la última frase.

 

Miré a las demás personas del lugar pensando qué estaban esperando, pero luego me volví a la chica y le sonreí esperando su respuesta.

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Bajó la vista al libro y, al percatarse de que no había nada allí, abrió una gaveta el escritorio para ponerse a revisar los pergaminos que estaban amontonados allí dentro. Luego de unos momentos, encontró uno que buscaba y lo puso sobre la mesa, para desdoblarlo ante los ojos de la joven bruja. Era un plano hecho a mano con un rotulador, quizás elaborado por una de sus compañeras o por algún elfo, en donde se veía la distribución del refugio. La joven Rambaldi lo giró para que la muchacha lo estudiase.

 

Pues casi todas son iguales, en lo que se refieren a apariencia y muebles. Pero, si es para usted sola, supongo que querrá una individual que de todas maneras es muy amplia ―comentó la joven Rambaldi, sentada y con la espalda encorvada, su cabello rozando un poco el pergamino sobre el cual hacía un garabato―. En el último piso hay una habitación con vista al ago que hay detrás, seguro allí estará bien. Pero, en fin, ¿qué le parece?

Editado por Madeleine Rambaldi G.

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La Weasley caminaba con lentitud por el gran callejón Diagon, totalmente distraída, mirando a algún punto en el horizonte. El resonar de sus pumps de altos tacones al golpear en los adoquines creaba un constante ruidito que la había acompañado por todo el trayecto hacia su negocio. El atuendo que llevaba era sencillo, juvenil, siempre destacando la elegancia que la caracterizaba: un vestido floral a medio muslo, y su inseparable chaqueta de cuero que la resguardaba bien del frío, y en cuya manga llevaba oculta pero a la mano a su adorada varita de Secuoya.

 

Tras un par de pasos más, se encontró frente a frente con el pacífico refugio, un sitio de total relajación para el mago o bruja que necesitase un momento de tranquilidad y paz interior. Esperaba que Madelaine no se molestara por lo tarde que estaba llegando; ya Seraphine trataría de encontrar la manera de apaciguarla.

 

Giró el pomo de la puerta con delicadeza, y entró sin muchos miramientos al hogareño recibidor del establecimiento. Con cuidado, se deshizo de su chaqueta y la colocó en el perchero que se encontraba junto a la puerta de entrada. Giró con lentitud, acomodando algunos mechones rebeldes de su cabello, y al enfocar su vista, su sorpresa fue grande al encontrar a varias personas en la zona de registro.

 

Avanzó con lentitud, y sonrió a los presentes al reconocer en ellos a rostros familiares. Mikael, Kris y su propia hija Ania estaban aguardando casi en la entrada del negocio, y Kass ensanchó su sonrisa mientras saludaba. —Buenos días a todos —Sonrió con amplitud y avanzó hasta la persona más próxima que tenía, su hija Ania. Un poco sorprendida de verla allí, la abrazó con alegría por un momento, a manera de saludo, y aún en aquel abrazo se dirigió a Madelaine con gesto de disculpa en el rostro.

 

Maddie, siento mucho llegar tarde, pasa que tuve unos pequeños inconvenientes antes de llegar, pero ya te lo comentaré después. —Se disculpó, con su socia. Deshaciendo con delicadeza el abrazo que tenía con su hija Ania, le dedicó una sonrisa a Mikael, el gemelo de su amiga Gomita, para finalmente acercarse donde el Gryffindor se encontraba. Al parecer el ambiente estaba tenso entre los dos hombres, lo cual llevó a la Weasley a preguntarse si había llegado en mal momento.

 

¿En qué puedo ayudarlo, caballero? —Inquirió mirando al vampiro con una sonrisa en los labios, mientras se acercaba con lentitud para darle un pequeño beso. No lo había visto en los últimos días, y la verdad era que lo extrañaba, por lo que encontrarlo allí resultó ser una agradable sorpresa. Se sentía feliz, y esperaba que aquello continuara a lo largo de toda la jornada.

Editado por Kassandra S. Weasley B.L.

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La señorita me mostró unos planos que contenía las instalaciones del refugio, por lo que pude ver, todas las habitaciones eran iguales, entonces elegiría cualquiera, pero luego me habló de una que tenía vista a un lago<<genial!>> pensé.

 

-Ok, entonces me quedaré con esa, la del último piso, cuanto es el precio por noche?-pregunté, debía saberlo, porque pensaba quedarme por unos cuantos días y si no tenía la cantidad necesaria de galeones, pues sólo me quedaría por una noche lastimosamente.

 

Antes de que la joven me respondiera, me sorprendí al ver a mi madre, me dio un fuerte abrazo al cual respondí de igual modo.

 

-Hola mami...-le saludé antes de que se alejara de nuevo para atender a los demás.

 

Luego me volví a la joven esperando su respuesta.

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Lucy, elfina personal de Maddie.

Sipi, había estado allí desde tempranas horas de la mañana, cuando su ama abrió el local en ausencia de sus dos compañeras. Mientras no tenían elfos registrados en el Ministerio para encargarse del Refugio, su ama la había dejado ayudarla con los clientes —que, honestamente, no habían sido muchos desde que había abierto el local—. Técnicamente, aquella jovenzuela era su primera huésped de verdad, así que Lucy debía procurar hacerlo todo bien; se alisó el corto vestidito amarillo con el delantal blanco de encaje que usaba ese día y se acercó a donde su ama hacía negocios con Ania.

 

Veinte galeones, desayuno incluido —escuchó decir a la joven Rambaldi, quien luego de atender a la muchacha saludó con una sonrisa a la muchacha que debía ser Kassandra—. No importa, Kass, igual no he tenido que encargarme de mucho.

 

De inmediato Lucy se acercó a Ania y tiró un poco del borde de su camiseta, para llamar su atención.

 

Eh, Lucy te llevará a tu habitación, ¿de acuerdo? —dijo la elfina.

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-Veinte galeones, con desayuno incluído-respondió la joven. Era un buen precio, me gustaba la idea.

 

Asentí con la cabeza y luego sentí que alguien me jalaba de mi blusa, miré hacía bajo y una elfina me habló:

 

-Eh, Lucy te llevará a tu habitación, ¿de acuerdo?-preguntó.

 

-Claro, vamos-dije con la mejor sonrisa que me podía salir, no era gran cosa, estaba mal ese día así que no creo que se haya convencido del todo.

 

Caminamos hasta llegar a las escaleras y subimos hasta el último piso, donde al final de un pasillo rustico no muy largo, estaba una puerta de madera tallada y barnizada, llegamos hasta ella, y la elfina abrió con delicadeza dejando ver la claridad de la habitación, era hermosa, entré lentamente, una vez adentro, la elfina se retiró.

 

-Si desea algo, no dude en llamar, yo acudiré a su llamado de inmediato.-dijo antes de retirarse de la habitación.

 

-Claro, gracias!-agradecí terminando con una mínima sonrisa.

 

La elfina desapareció y cerré la puerta y apagué la luz, la habitación no quedó totalmente a oscuras, la luna que brillaba en su máximo esplendor la iluminaban un poco.

 

Luego le di la espalda a la puerta y me dejé caer al suelo lentamente hasta quedar sentada, estaba recostada por ella, mi cabeza entre mis rodillas, mis lagrimas estaban empezando a brotar nuevamente, me quedé en esa posición unos minutos, luego me levanté del suelo con los ojos llorosos, rojos y un poco hinchados, estaba empezando a odiarme por no poder controlar mis lágrimas.

 

Miré la cama, estaba impecable, las sabanas blancas, las almohadas del mismo color, se veían esponjosas, todo muy bello y relajante solo al mirarlos, caminé lentamente hasta la ventana de cristales transparentes, pude ver el lago del que me había hablado la joven que me atendió, el paisaje era hermoso, la luz de la luna y las estrellas hacían con éste el paisaje perfecto, la vista era muy agradable desde ahí.

 

Mis lagrimas siguieron cayendo por mis mejillas, tras cada lágrima derramada, iba aumentando mi dolor, y mi odio hacía mí misma por no saber porque me sentía de esa manera, si tan solo supiera que me estaba sucediendo, trataría de buscar una solución, pero no, yo no sabía, me sentía bacía, sola, extrañaba a mi familia, pero tampoco quería saber nada de nadie, apreté mis manos en un puño lo más fuerte que podía haciendo que mi sangre deje de circular en ellas.

 

Luego me tiré a la cama, sentía que el dolor me debilitaba lentamente, sentía que la rabia me consumía, sentía que todo el mundo se me venía encima, estaba triste, vacía, mal...y lo peor...no tenia ni la menos idea de porque me sentía así, lo único que quería era estar sola, y llorar, lorar no me resultaba muy dificil, me salía como por instinto<<Ania eres tan odiosa...>>esa frase me retumbaba en mi mente, haciendo crecer esa mezcla de rencor, dolor y confusión.

 

Siempre disfrutaba de las noches estrelladas, pero ahora ni eso me consolaba, ni la música, me levanté nuevamente de la cama, la deje un poco humeda por mis lagrimas.

 

me fuí al baño a lavarme la cara pero luego me di una ducha, me miré al espejo y vi que mis ojos estaban más hinchados que nunca-genial...-dije con tono de fastidio y luego me vestí con lo primero que escontré y me acerqué de nuevo a la puerta de la habitación, la volví a abrir y salí con intención de ir al lago, no sabia el camino exacto, pero yo salí a caminar un poco.

Editado por Ania Evans Weasley

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