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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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La joven bruja intentaba auxiliar a Zoella, la mujer parecía estar al borde de la muerte, su rostro era pálido y su respiración agitada intentando tomar aire para contener las arcadas que seguían atacándole. Alondra suspiro mientras por un momento se perdió en las palabras de la matriarca. Las pocas veces que la había visto, le daban una sola impresión, era una mujer fuerte y poderosa, su rostro altivo, su voz firme, su mirada penetrante, era la imagen del poder hecha mujer, y aquello era algo que admiraba.

 

 

 

Las expresiones de los presentes ante sus palabras eran de asombro, el silencio se hizo presente ante sus últimas palabras, mientras la dama llena de aplomo recuperaba la compostura de manera automática y fue en ese momento que la bruja nombro a la joven, que olvidándose de Zoella se puso de pie para caminar hacia Candela que la invitaba a tomar parte de la cena.

 

 

 

Con paso elegante Alondra se acercó a la dama sonriendo, mostrando aquella parte Triviani que corría por sus venas, aunque aún no estuviera consciente del alto grado de proporción con la que contaba. Aquel era uno de los secretos mejor guardados de su vida. Su mirada azul se posó en el rostro sonriente de Candela, y le devolvió aquel gesto con la misma moneda, una enorme sonrisa se dibujó en sus finos labios mientras hacia una suave y respetuosa reverencia.

 

 

 

--Sera un placer acompañarles—respondió mostrado sus perfectos modales mientras se acercaba a la matriarca y le daba un suave beso en la mejilla izquierda con respeto—Supongo que debo felicitarles por la noticia de su padre…-- comentó aun de pie mirando a Jeremy y Matthew alternativamente– Siempre es bueno tener altos funcionarios en la familia ¿No es así?—se encogió de hombros y soltó una suave risa mirando a Candela apoyando su confesión.

Editado por Alondra L. Santoro

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Matthew Triviani



Todo tenemos que ver con la politica, bueno, la familia rodó sus orbes Nuestra familia siempre se ha caracterizado por defender al mejor postor, obviamente, bajo nuestros propios intereses... se reclino y jugo con sus dedos ¿Inglaterra o Bulgaria? es una decisión difícil, ya que Bulgaria podría estar apoyada por todos los países que se han ramificado por ella comento, observando al mayor de los hermanos.


La profundidad negra de sus orbes se pasearon por aquellos presentes, estaba absolutamente convencido de que todos pensarían de la misma forma que él. Y si no, los mataría, para re afirmar su posición. Era una locura que todavía estuviese ahí, abusando de todo, de aquella singular familia, pero si era sincero consigo mismo, prefería estar en aquel castillo a que causando estragos por el mundo. Su vida se había vuelto tan monótona desde la desaparición de su marido, que comenzaba a odiarla y momentos así lo hacían vivir nuevamente.


Visualizo el frente y observo en una bandeja de plata un pavo rostizado, por lo que bruscamente arranco una de sus patas y la llevo a su boca, dando un fuerte mordisco, somo si estuviese arrancándole la piel. -Uhm- levanto la mirada girando su cabeza, su hija había aparecido con Zoella entre brazos. Un olor nauseabundo recorrió los orificios nasales del gitano, por lo que arrugo su nariz y dejo la pata de pavo sobre el plato. Parecía ser vomito, vaya saber que estuvo bebiendo la menor de los Triviani... Tomo una de las servilletas de tela y limpio su boca, haciendo caso omiso al saludo de su primogénita.


Un bufido fue emitido por sus labios y sin más se dejó caer sobre las palabras de Jeremy y Candela, si algo le encantaba era escuchar cuando él buscaba persuadir a Amá, tal vez lograra tener algún efecto en ella, o tal vez solo lo mataría por tocarla, lo cual disfrutaría muchísimo, una media sonrisa se dibujo en su comisura y tras una bocanada de aire acoto; Ya tenemos en claro que no deseas ser Ministro dirigió su mirada al rubio Es Warlock, toda ley debe ser aprobada por ellos, y seguramente, buscara un beneficio para nuestra familia, o eso nos gusta creer... ladeo su cabeza mirándola. Sobre los negocios volvió a tomar la pata de pavo y arranco un pedazo de ella, mientras terminaba de masticar Suena interesante que nos dejes encargarnos de ellos, tenemos grandes ideas sobre como expandir el negocio familiar, y con nuestros puestos dentro del actual ministerio, y claramente, la influencia de nuestro padre soltó, observando la cara de asombro de Jeremy Podremos llegar muy lejos, monetariamente.


No, no le había sorprendido la noticia, sabia que su padre era todo un galán y su madre, bueno, era toda una aventurera. (?)


Escrutó la reacción de todos, y escucho un grito del Chuck, su mirada se torno gélida y clavo sus ojos en él. -Te omor- mascullo, en Rumani, tocando a Frida. Los detestaba, y ellos aun persistan en aparecer cuando estaban comiendo. Recordó cuando medio lo regaño por sus palabras, sabia que Aaron era Británico, pero a su pensar, era uno de los pocos que valían la pena mantener con vida, seria como un buen jugador en un tablero de ajedrez. Si bien tenia momentos donde se escapaba hacia la decrepita Manor para pasar tiempo con él, no compartía lo que había dicho en su discurso en el Atrio, quizás, solo fue para conseguir votos, pero luego hablaría con él sobre ese tema en particular... Gruñó.


Soy consciente de que nuestro padre, es Británico respondió, hablando en plural Pero todos los demás, carecen de interés, monetario y estratégico para esta familia, por lo que deberíamos... se vio interrumpido por las palabras de Alondra, la cual miro seriamente y la invito a sentarse a su lado. No sabia si sus palabras fueron un alago, por lo que las tomo como tal.


Se inclino hacia ella


Ten cuidado, cuando bebe de más, se pone mimosa, y no es muy agradable murmuro, con una risa cómplice.



@todos. :ninja:

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No se cuanto tiempo llevaba tirada ahí, pero el dolor en mis entrañas y el fétido olor que desprendía la hielera daba indicio de que ya llevaba rato. Las arcadas continuaban pero no salia nada, ni el más mínimo rastro de alimento que pudiera tener guardado, había soltado todo. Cuando las arcadas pararon sentí un leve golpe en mi costado, al levantar un poco la vista encontré el dulce rostro de mi sobrina, quien me ayudó a levantarme y llamó a un elfo que se deshizo de todo lo que había contenido en la hielera. Un suspiro solté, y pasé el dorso de mi mano por la comisura de mis labios, mientras la pequeña Triviani me ayudaba a incorporarme, sus actitudes me acordaron a mi de pequeña, cuando conservaba algo de inocencia.

 

- No, no me encuentro nada bien - Respondí a la bruja mientras tomaba con fuerza mi estomago, jamás enfermaba. Las únicas veces que me había puesto así era cuando quedaba embarazada... oh no, la ultima vez que había estado con alguien había sido Dennis, y aquella vez se nos había ocurrido usar su metamorfomagia para la ocasión. Grave error, no me sentía preparada para otro bebe en este momento, y menos con todo lo que acontece actualmente.

 

Las palabras de la matriarca llamando a Alondra no tardaron en llegar, y sosteniéndome de la pared cuando se fue, la vi sentarse en la mesa y comenzar a comer de todo lo que ahí se encontraba. Un fuerte mareo volvió a aparecer, y del tiro me sostuve de la cabeza de un elfo - Llévame a la mesa, ya - ordené, con los ojos cerrados para ser guiada hasta la silla donde anteriormente me encontraba.

 

Ya sentada ahí, recargué mi frente de la mesa, lamentándome internamente. Ya no le prestaba atención a lo que hablaban hasta que escuché a Matthew hablar - ¿Nuestro padre? - interrogué, levantando la vista y llevando los ojos a Candela, quien estaba concentrada en Alondra - A ver Candela, como que nuestro padre - insistí, manteniendo la calma.

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Aquí vamos de nuevo...

 

---Aún no comprendo como todo pudo pasar... La voz de la bruja resultó muy dulce para el momento Perdí un embarque de tres preciosos dragones vietnamitas y tu respuesta a eso es tan inútil.

 

Susan hizo que una vez más de su varita saliera fuego que chocara directamente con la espalda desnudas del traficante. Tenía trabajo que hacer y no necesitaba perdidas. Torturar al mago atado y sin camisa delante de ella no le aseguraba que sus dragones volvieran, que sus galeones se multiplicaran o aún más respeto en el mercado pero tenía un apellido que mantener en gloria.

 

Nos asaltaron, mataron a todos mis hombres ¡Qué podía hacer contra ellos! La mazmorra retumbo de eco.

 

No dejar que se llevaran mis dragones... Suspiró, se levanto del sillón aterciopelado y alisó su traje quitando motas invisibles de polvo Tienes tanta suerte Lo' Bue, hoy estoy cansada y no quiero alargar los temas. Encárgate de recuperar mis tres dragones para mañana antes de que el sol salga o haré con tu cuerpo un nuevo animal exótico para vender.

 

Tomó su varita y se recogió el largo cabello con ella antes de echar una ultima mirada al pobre diablo.

 

No necesito magia para demostrarle a los compradores que no eres ni la sombra de lo que solía ser un humano... mis dragones a primera hora.

 

Demandó y con eso reapareció en los jardines del castillo Triviani, su torcida casa, metió las delicadas manos en sus bolsillos del pantalón de esmoquin y escuchó con deleite todas esas voces dentro. Su familia haciendo de las suyas, sonrió de lado y consideró unirse a la fiesta, aunque de seguro pronto se iría y no le bastaría el tiempo para repartir un poco de su amor a todos esos demonios. Tenía trabajo y el contrabando le mantenía la mente ocupada ¿Qué estarían haciendo? ¿Qué pasaría si pasaba y se bebía toda la ginebra de Candela? ¿O les tirabas Chucks en la cabeza mientras hablan de temas serios?

 

Que bueno era volver, al menos sólo por instantes.

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CALLUM ASKAR




El rumano lograba percibir una fragancia diferente en el ambiente del pueblo desde que había regresado. Era un aroma mezclado de sueños frustrados, esperanzas de cambio y ambiciones ocultas que probablemente emanaba de cada habitante de Ottery y se acumulaba en la atmósfera, siendo arrastrada en el aire por cada rincón de aquél enjambre mágico, hasta llegar al mismísimo escondite improvisado donde él ahora se hallaba, tratando de evitar sin éxito que ese mismo aire impertinente atestara su olfato con tan odioso aroma.


Probablemente, pensó para si mismo, el odioso era él, que ahora hasta en el viento proyectaba su propia amargura. Tantos cambios en tan poco tiempo, tantos planes que habían sido arrastrados por el carruaje del indómito destino y se había llevado consigo, a quien sabe dónde, a personas importantes para él.


Encendió un cigarrillo, notando lo que el maldito viento estaba haciendo con su aplomo, y esperanzado a que el aroma del tabaco incensara hasta sus propios pensamientos. A medio cigarrillo ya podía notar que volvía a ser él mismo, más despreocupado y menos dramático, por lo que aprovechó aquél instante para salir de las sombras y encaminarse hasta la entrada del castillo.


Aquélla era la primera vez que el Askar pisaba los terrenos de la familia Triviani. Si bien, siempre había tenido el conocimiento de que la madre de su hermano Jeremy era la cabeza de la familia, jamás había tenido contacto con alguno de ellos con anterioridad; no obstante, era el único lugar en el que al rumano se le ocurría que podría contactar a su hermano. Callum tenía demasiadas ganas de verlo; más que ganas, se había vuelto una necesidad. Extrañaba al cabrón, tanto como para hacer a un lado sus desencantos y volver al lugar que se había dicho no regresar.


Terminó el cigarrillo apenas llegó a la puerta y exhaló el humo sobre su cabeza, el cual se desvaneció en la tenue oscuridad del crepúsculo. Se acomodó la chaqueta, y pasó sus dedos por los mechones de cabello rubio sucio que, tras falta de un corte, se le desordenaban y caían sobre su rostro, largo hasta el mentón, y ocasionaba que a cada rato tuviese que acomodarlos hacia atrás. Sus verdes ojos escrutaron el relieve de la puerta antes de llamar en ella con dos golpes de nudillos.


Ojalá Jeremy esté en casa, deseó.

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El sonido de sus tacos al golpear la acera resonaban entre las luminarias de la calle, extinguiéndose rápidamente en el silencio de la serena noche. Aquel eco hacía las veces de martillazos en las puntiagudas orejas de Passepartout, que dada su altura estaba más cerca del suelo, mientras escoltaba el paso de su ama por las empedradas calles de Ottery. Sin embargo, pese al malestar, el elfo doméstico impostaba seriedad en su expresión, en la tensión de su grisácea piel y en su mirada clavada en la estructura imponente del castillo que se alzaba en frente.

 

- Con que aquí es…- susurró Lucrezia, sin autoimponerse el ocultamiento de sus raíces en su acento, claramente italiano.

 

La aristócrata se dispuso a atravesar el tramo que la separaba de la entrada del Castillo, incluido el tramo compuesto por un estanque impuesto como una suerte de advertencia al extraño. Su paso era una perfecta mezcla de elegancia, gracia y determinación femenina. La robusta falda de su vestido, de estilo renacentista, se amoldaba perfectamente a su caminar. La suave tela rojiza, de calidad exquisita y textura simil seda, rozaban tímidamente la tersa piel de sus piernas. Al llegar a la cintura, el refinado material textil se ajustaba al contorno de su delgado torso y la redondez de su busto. Su imponente poste se complementaba con unos finos guantes blancos ceñidos a la altura de sus codos y un relicario dorado, que en aquel momento reflejaba con precisión la luz de la luna.

 

Luego de cruzar el estanque, la blonda mujer frenó en seco frente a la puerta de entrada. Sus ojos azules mostraban un brillo inusitado en su típico mirar altanero, algo entre la añoranza y la curiosidad. Su mente había fabulado con visitar a los Triviani en varias ocasiones en las que había visitado aquel poblado, que consideraba con asiduidad poco digno de su presencia. Aquella propiedad pertenecía a una familia con la que compartía origen: Italia. De hecho, un centenar de años atrás ambos linajes habían tenido algún tipo de conveniente relación comercial y diplomática cuyos detalles escapaban al conocimiento de Lucrezia. <Trivianisi> surgió súbitamente en su cabeza, recordando como el devenir del tiempo había transformado los apellidos de las grandes familias italianas.

 

- Llama a la puerta, Passepartout- le indicó con firmeza a su sirviente, haciendo un ademán con su mano- no está en mis planes ensuciar mis guantes con la suciedad de esa puerta. Es una tela muy delicada ¿Sabes? De algún lugar de Asia.

 

El elfo doméstico se adelantó instantáneamente a su ama y golpeó con sus esqueléticos nudillos la puerta del lugar. Retrocedió unos pasos, dedicándole solo una fugaz mirada a Lucrezia para evitar la azulada frialdad con la que solía mirarlo, y volvió a ponerse a su lado. Aprovechó a alisar los pliegues que se había formado en la falda del vestido, mientras observaba a la blonda mujer esperar a ser atendida. Bien sabía Passepartout que ella no le prestaría demasiado de su tiempo a nadie que no fuera la matriarca de aquella familia. Sin embargo, el objetivo de Lucrezia en aquella visita se escapaba de su conocimiento, limitado por tratase solo de un elfo doméstico.

 

- Creo que necesitaré una copa de vino…o varias.- indicó finalmente Di Médici, jugando entre sus dedos con un delgado mechón de su rubia cabellera.

 

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Ya me había sentado, obviamente los iba a acompañar. contesto a Candela.

 

Las cosas parecían fluir con total normalidad, su pequeña e improvisada reunión familiar parecía resultar un poco agradable, y no como ella las recordaba... -sonrió- por el breve recuerdo de Candela saltando sobre su hermano Brendon arrancando la cabellera del nórdico... El cual ahora estaba algo desaparecido y no le importaba, mientras menos lazos tuviera su vida seria mucho mas sencilla.

 

Tenia ambos cubiertos en sus manos y delicadamente se encontraba degustando los platillos que los Chucks habían traído, les regalo una sonrisa al ver que uno pasaba por su lado, ella era un poco más amable con aquellas criaturas, no quitaba el hecho de que los utilizaba para la creación de vinos, pero igualmente... Nadie sabia ese secreto de ella. (?)

 

Termino de masticar y su cabeza sonó como un disco rayado al escuchar las palabras de la Italiana ¡¿PADRE?! se levanto bruscamente escupiendo un trozo de carne asada mirando a Jeremy. Giro su cabeza, como si Danáe -su demonio interior- tomara el control de su cuerpo, mirando a Candela, clavando su mirada en los orbes mercurio de la greñuda. Respiro profundo y se sentó... Era celosa, si, demasiado... Pero ahora, ¿como le diría a Candela, que ella era su madre? no lo sabia, para ser francas, también fue un descubrimiento reciente para la albina.

 

Bueno, yo soy tu hija. soltó sin ninguna sutileza.

 

Uno de los Chucks abrió la puerta y ahí estaba una mujer rubia de ojos azules, Oriánthi tomo el tenedor con fuerza y lo lanzo hacia la puerta. ¡VETE! ¡NO QUEREMOS INTERRUPCIONES EN LA CENA FAMILIAR! dramatizo, lo necesitaba... Y bebió una copa de vino, para calmar su sed.

 

El barullo seguía, pero esperaba lo peor.

 

 

@todes, si, ando re inclusiva chiKes. :love: Lucrezia, te vamos a cag** a palo ♥

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Bueno no sabia por que estaba ahí realmente...yo tenia una casa y un padre idi*** fantasma o medio muerto que no sabia si amaba u odiaba...quizá ambas cosas, no era muy familiar a decir verdad...había pertenecido a varias familias pero ninguna dio con la fibra sensible de su corazón, un nuevo intento de pertenecer a un hogar en busca de una madre de la que conocía poco y que incluso cuando la vio por primera vez intento que fuera "una mujer de la vida", algo imposible por que en ese momento estaba embaraza y por que antes me dedicaría a otra cosa.

 

-Por fin estoy acá...bien dicen...ya estamos en el baile.- Agudice el oído no se escuchaba nada cosa que me extraño un poco. -Pues bailemos de una vez.- Me dije apareciendo lo mas cerca de la entrada como me fue posible.

 

Camine despacio conocía la fama de esta familia no por nada a ella pertenecían Matty @, Ori, Jeremy y mi "ami ilegal" Zoe @...era una mafia obra del demonio y yo en efecto soy una demonio, así que esperaba encajar perfectamente entre sus filas. Al llegar no te a @@Susan V. Goldstein en los jardines pero no me acerque a ella y en la puerta también un joven @ que no conocía. mordí mi labio leve pensando que hacer.

 

-Parece que hay reunión...- Pense un momento y toque la puerta sin saber si el lo había hecho antes.

 

Le miraba con curiosidad y bueno nos tocaría esperar a ver si nos abren o sucede algo que nos permita decidir que hacer, por que a decir verdad todo es tan impredecible sinceramente. Aliste mi vestido negro que parecía lo mas adecuado para la ocasión y acentuaba el rojo intenso de mi cabello y ojos.

 

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Una presencia indeseable había llamado la atención de la japonesa. Recordaba ese putrefacto aroma, el encuentro que había tenido con aquella bruja lo recordaba con poco agrado y lo que le faltaba...

 

¿Lucrezia una Triviani? Esto tenía que ser una broma...

 

A menos que Candela ahora aceptara a cualquier cuchitril que se le cruzara por la calle... pensó esperando que su madre no pudiera leer las mentes después de todo, era una Triviani. Al menos esperaba no tener que cruzársela por los pasillos o el castillo ardería.

 

Caminó hacia donde se encontraban sus hermanos, al parecer había una escandalosa escena por ahí y no quería perdérsela. Sobre todo, quería ver la reacción de Candela al enterarse de la llegada de uno de sus hijos nuevos.

 

— Bueno bueno, ¿Qué tenemos por aquí? — Exclamóo mientras posaba sus ojos en oriánthi, sin duda aquel era un escenario digno de hacer presencia. Esperaba al menos que le dieran la bienvenida, después de la ligera travesura que le había realizado a la familia hace un mes.

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Sus carnosos labios ya se habían impregnado de aquella fina conjunción de alcohol y uva. El aromático vino se mecía de un lado al otro dentro de la copa que reposaba en la mano izquierda de la dama, que seguía a la espera de ser recibida. Disimulaba a la perfección su impaciencia, pues nadie que la admirara podría siquiera intuir que odiaba la espera. Su mirada se había clavado en un punto de la puerta, elegido al azar, mientras disfrutaba del dulce calor que el vino producía en su garganta.

 

Fue entonces que la puerta se abrió. Apenas logró dar un paso hacía el interior del Castillo, ignorante con descaro y sobrada altanería la presencia del elfo doméstico que le había permitido entrar, antes de advertir como un tenedor se acercaba hacia ella. Se trató de un instante, de un acto reflejo que por su inmediatez fue casi imperceptible: elevó su mano derecha, en la cual su varita se había materializado intuitivamente, y realizó un marcado movimiento dibujando una línea recta frente a su rostro.

 

El utensilio que habían lanzado en su dirección fue cubierto por una llama verde a mitad de camino, deteniendo su trayectoria. Todo duró apenas un segundo, cuyo final quedó anunciado por una delgada estela de humo que se disipó en el viciado aire de la sala: El tenedor había sido incinerado hasta convertirse en polvo, que se precipitó al suelo por simple acción de la gravedad.

 

- Que educación...- sentenció con un dejo de ironía en su voz, acompañado convenientemente por una media sonrisa encantadora.

 

Lucrezia prosiguió con su elegante caminar hacia la mesa, esquivando con un grácil movimiento al elfo familiar que se había agachado a recoger los restos del tenedor. Sus azules ojos se habían clavado, fieros y fríos, sobre la muchacha que segundos atrás había profanado su serenidad con un grito. Al rodear la mesa y pasar por su lado dejó caer, haciendo uso de su habilidad casi innata con la copa, una rojiza gota de vino sobre el hombro de @Oriánthi. Colocó sus labios de manera que la risita pícara que emitió solo alcanzara a la mujer que se había atrevido a faltarle el respeto.

 

Al llegar a la otra punta de la mesa volvió a frenar. Su rubia cabellera se acomodó naturalmente sobre su lado derecho, a causa del brusco movimiento. Sus tacos se clavaron en el suelo y por un momento volvió disfrutarse del silencio en medio del barullo de la cena familiar. Lucrezia realizó nuevamente un elegante movimiento con su varita, una floritura llamativa y fugaz; como consecuencia, una botella apareció en el centro de la mesa. El vidrio era de una tonalidad verde oscura y su transparencia permitía divisar en su interior una bebida violácea. Una etiqueta cuadrada y blanca, adherida sobre la superficie de la botella, cubría la mitad de la misma. En el centro, con una distinguida y fina letra cursiva, se leía dos palabras grabadas en un centelleante dorado: Di Médici.

 

- Vino de la casa, como un gesto de dos familias con antiguos parentescos.- anunció, elevando su voz sobre la de los demás.- Imagino que alguna o alguno de ustedes es el líder de esta familia ¿Verdad?

 

Cuando levantó la vista, una presencia conocida se cruzó en su radio de visión. Colocó los ojos en blanco mientras sin mediar palabras acercaba una silla vacía para tomar asiento frente a aquella familia para la que resultaba una extraña. En su previa visita a Ottery había conocido a @@Ashura Lestrange en un contexto que no recordaba con exactitud, pero sabía de la rispidez generada por su interacción. La aristócrata apenas mostró la blancura de sus dientes, mordiendo su labio inferior con meditada picardía. Si algo le había concedido el tiempo era el gusto por jugar con su sensualidad.

 

- Podría hacerlo yo, de hecho debería...pero ¿Quieres presentarme, Ashura? Estoy segura que sabes bien quién soy.

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