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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Vaya, tu tatarabuela se parece a mí —comentó divertida y luego encogió los hombros—, supongo entonces que tiene sentido el quererte tanto sin haberte visto crecer. Seguramente tu abuela de alguna forma se metió en mi conformación de alma.

 

E intentó con todas sus fuerzas terminar la oración con el semblante serio, pero no pudo más y estalló en una risa graciosa, como si fuera una charlatana de feria que intenta descubrir acerca de vidas pasadas y eso. Maida tenía una vida pasada, seguro, pero nada como lo que había dicho un instante atrás. La risa se disipó un minuto más tarde cuando escuchó las palabras hacia Aaron. Un patán buen hombre, una contradicción bastante certera.

No pudo evitar sentir como sus mejillas volvían a teñirse de rojo ante un comentario poco afortunado de su sobrino. Negó con la cabeza, pero le tomó del brazo libre y avanzó unos pasos, como si quisiera evitar que su tatarabuela le oyera algo inapropiado. Alguna vez, años atrás había sentido esa misma confianza con Evedhiel, pero no recordaba haberlo dicho claramente, la verdad. Se había enredado en su propia confusión, esta vez, no era la misma situación y siendo Mathew hijo de su primo, quería zanjar las cosas.

 

Si, es posible que quiera más a Aaron que a mí misma —confesó entonces—, pero no es por la clase de amor que te imaginas. Es porque es mi sangre, porque sé que, si le sucediera algo malo, no sería capaz de recuperarme de ese impacto.

 

Y si, sabía que podía seguir sonando a algo romántico, pero no lo era. Hizo una mueca rara con los labios y suspiró fuertemente antes de continuar.

 

Las dos veces que se me ha ocurrido enamorarme, he sido consciente de no ser el ancla en la vida de nadie, no soy lo suficientemente “colorida”, ¿podría decirse? —bromeó—, por mucho que algunos intenten etiquetarme como una bruja que esconde mucho, y que tiene mucho misterio, no soy absolutamente más de lo que ves, una bruja gris sin mucho chiste. Si alguien se enamorara de mí, de todas formas, se iría. Si yo me enamorara de alguien, de todas maneras, terminaría yéndose —le sonrió mientras sacaba de un bolsillo un broche de plata con la forma de un ciervo—. Él no. Aunque esté ausente, sé que está bien y que si él supiera que estoy mal, vendría.

 

Se rió entonces.

 

Aunque seguramente me arrastraría a alguna aventura extraña en lugar de preguntarme cómo estoy —negó con la cabeza—, es lo que tú has dicho, un patán, pero buen hombre. Por otro lado, tiene dos hijos, al menos de momento, puede que ya no sea una niña, pero sin duda alguna, tampoco tengo la edad para ser madrastra de nadie —concluyó riendo—, ¿tú que crees?

 

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  • 2 semanas más tarde...

El Zabini probó lo que la bruja le daba en su dedo. La Triviani observó expectante a cualquier comentario que él soltara. Se acercó más a su cuerpo y lo examinó, viendo sus expresiones, acciones y sobretodo el estado de sus pupilas, que comenzaban a dilatarse. Por su parte, la vampira percibió el aroma de su hermana más cerca, y el enojo siguió creciendo en su interior.

 

La calva giró su cabeza a la puerta en cuanto los sonidos de tacones retumbaron en sus oídos - Eso que acabas de probar es nuestra más nueva adquisición, una droga experimental que estamos fabricando de una extraña planta de la que poco sabemos - confesó al mago, con su vista fijamente en la puerta. Podía percibir el cuerpo de su hermana al otro lado y sabía que ella deseaba crear cierto suspenso ante su llegada.

 

La puerta se abrió, y tan pronto apareció la anatomía de la rubia, la Triviani se levantó con su velocidad vampírica y se plantó frente a su hermana. Escuchó las palabras de su hermana y frunció el ceño, su sonrisa la enojó más y no midió su siguiente acción. La ojigris tomó del cuello a Rhaella, apretando levemente y con la otra mano movió sus dedos, llevando la bandeja a la mesa a un lado de su cama.

 

- ¿Qué haces tú aquí? Ya no eres bienvenida - soltó con furia, mirando a su hermana con ojos crispantes mientras sus dedos se mantenían enroscados en Rhaella. Ambas brujas habían trazado grandes planes en los negocios familiares, además del apoyo que se daban ciegamente, aún con los tratos inhumanos que se daban cada tanto.

 

La Triviani sintió la traición cuando se enteró de la huida de su hermana, dejándola en la temporada más difícil de su vida. En sus ojos, lograba mostrar el gran dolor que Rhaella le había provocado, y esto no se lo perdonaría tan fácil.

 

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El olor a azufre, que inundaba las catacumbas del castillo, recordaba a la bruja las razones que la llevaron a esconderse, cual criminal, dentro de su propia casa. Bueno, quizás "criminal" era una palabra que le calzaba justo en ese momento. Llevaba varias semanas en única compañía de Silas y Pyro, quienes se habían mostrado reacios a compartir el lugar con la matriarca, así que ésta se vio obligada a armar una improvisada cama en un rincón de aquella bóveda oscura y húmeda. No estaba muy al tanto del movimiento del castillo más que por lo que le contaba el único Chuck que sabía de su presencia -estaba bajo una maldición por la que, si mencionaba el nombre de la gitana, se arrancaría la lengua y los ojos-, por lo que se resignó a la poca información obtenida de la criatura.

 

De momento, sus hijos estaban en el castillo. Al menos, los que estaban siempre. Rhaella había vuelto en los últimos días, pero no era una constante así que Candela esperaba escuchar el "ya se fue" de la boca Chuck, en cualquier momento; cosa que aún no había sucedido. Luego estaba la gente a la que el elfo jamás había visto, excepto por la "señorita Anne" que solicitaba la presencia de la jefa de casa. Ésta había largado un bufido y encogido los hombros, en cuanto supo de la presencia de la Gaunt, acto que le significó una dolorosa contracción en los músculos del cuerpo lleno de cardenales; y en las heridas que aún tenía abiertas en ese entonces. Habían pasado semanas, bajo los exhaustivos cuidados del elfo, hasta que pudo sentarse sola sobre el colchón tirado en el suelo y comer de mano propia.

 

La Triviani estaba furiosa, pero cada vez que pensaba en la ira que cargaba le dolía hasta el alma que tenía condenada. Odiaba tener que estar en ese estado y en esas condiciones precarias en las catacumbas; sin embargo, había sido un tino alojarse allí pues no era un sitio muy concurrido. Nadie se atrevía a acercarse a los dragones y sabían que había un basilisco rondando el castillo.

 

Creo que ya podemos quitar las vendas y el soporte del estómago, ama. ―a pesar de que debía estar acostumbrado a ella, a Chuck aún le temblaban las manos cuando se le acercaba. La gitana lo miró con indiferencia y suspiró.― Además, quedan pocos moratones en su piel y, de todos modos, podemos poner ungüentos que ayuden a disimular. Usted no quiere estar más tiempo aquí, ama. ―no era una pregunta.

 

No. Pero no podía arriesgarme a que alguien me vea así, idi***. ―la voz le salió ronca, no se reconoció.

 

Chuck sabe. Y no sabe. Pero no debe preguntar. Tampoco quiere hacerlo. ¿Sacamos las vendas? ―preguntó por fin.

 

Candela asintió, cerró los ojos y apretó los labios para obligarse a callar. El dolor era insoportable, ni siquiera las pociones que el elfo le suministraba todos los días ayudaban a calmarlo. Jamás se quejó, claro, ni siquiera al saberse sola en la oscura cueva; no hubiese sido propio de ella. Se restregó los ojos con ambos puños para ayudar a acostumbrarse a la luz de la antorcha que Chuck había prendido y se contempló los brazos. No había caso, tendría que maquillar los golpes que le quedaban con magia. El elfo no le dio tiempo a contemplar el desastre, tras un chasquido la llevó a su habitación en los pisos superiores.

 

Se encontró sentada en su propia cama, el olor a azufre desapareció y la estancia estaba mucho más iluminada. Se puso de pie y los arrastró hasta estar frente al espejo en el armario. Bajó ambas manos al abdomen y dibujó con el índice el recorrido de la herida que cicatrizaba de forma lenta, se tocó las costillas que hacía semanas habían llegado destrozadas. Luego la cara. Ya no tenía hinchazones pero sospechaba, por el gracioso bulto que sentía en la frente, que había una cicatriz que le cruzaba la ceja izquierda. Sus ojeras volvieron a ser las mismas, su nariz igual. Le dolía la cabeza y sospechaba que no se trataba de un dolor interno, así que palpó el corte en el lado izquierdo de la cabeza, y que el cabello le cubría. La pierna rota había curado de forma excepcional, apenas sentía una pequeña molestia al caminar, cosa que le hacía renguear imperceptiblemente. Se cubrió con una túnica.

 

Sin embargo, sentía que el odio le consumía la piel. Quería regresar y terminar lo que había empezado, pero terminarlo realmente. Nada de cosas a medias o medios favores. Su estupidez humana era lo que la había dejado en esas condiciones, al fin y al cabo, entonces tenía que deshacerse de esa condición humana. Entonces se le ocurrió, que ya estaba terminado. Nunca escuchó a Chuck decirlo, tampoco le preguntó. Temía preguntar y ponerse en evidencia. Era un elfo, sí, pero ese elfo era el menos idi*** de todos sus elfos.

 

¡mi****! ―gritó y golpeó el espejo. Los cristales cayeron obedientes sobre el suelo de la habitación.

 

¡Señora, le ruego que no eche a perder el progr...! ¡...! ―no respiraba. Sus ojos, llenos de súplica, se posaron el la mirada furibunda de su ama, cuyas manos estaban una al rededor de su cuello y la otra le hincaba el ombligo con la varita.

 

Al cabo, Candela lo soltó.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Solo aquel que tenga clara su intención puede llegar a su destino... soltó tocando los marcos del cuadro que estaban mirando.


Maida podria tener razon, y ser que su trastatarabuela haya participado en la conformación de su alma. La observo por un segundo levantando su ceja izquierda, dudando si podria ser alguna clase de horrocrux o algo similar, pero desestimó aquella idea en cuanto volvió sus ojos al cuadro y saco su mano de el. ¿Qué clase de tormentos, de malos recuerdos, de ponzoña y oscuridad escondía en sus recuerdos? ¿encontraría alguna forma para poder llegar a ellos? Con esas preguntas en mente, de pronto distinguió como sus mejillas se tornaban nuevamente de un color carmín.


Cargo el vaso nuevamente con la bebida que portaba dentro de su petaca, y la escondió entre sus recovecos de nuevo.


Poco le importaba lo que pudieran hacer al respecto de sus propias acciones, casi incluyendo a la Mortifaga. Lo que él habia compartido con ella, habria sido solo con ella, y no preferia mantener una conversación sobre su pasado con nadie más, ya que pocas eran las veces en la que Matthew abria apenas su corazón y dejaba relucir aquellos sentimientos confusos que abordaban en el. ¿Podría reclamarle?, a su padre por el mal trato que tenía con su madrina. Siempre había tenido una visión bastante frágil de la búlgara, por lo que su instinto lo obligaba a protegerla, además de que era una de las brujas que habían logrado entrar entre su circulo, así ganándose su respeto y poco de su aprecio.


Creo que el amor no es algo que esté hecho para nosotros, madrina. bebió whisky.


Observó aquel broche que sacó de su bolsillo, miró a la bruja y noto la nostalgia que aquel objeto le provocaba. Dio unos cuantos pasos y se acercó a ella para posar su mano en su hombro, y darle una sonrisa apenas visible, apoyandola por sus palabras. Ojalá él hubiera tenido la suerte de tener una persona que lo esperara, muchas veces le gustaba creer que su ex esposo lo estaba esperando, o que simplemente aparecería si supiera que el gitano se encontraba mal, claro, era algo que solamente él sabría.


Si tanto lo quieres, debes tener la fuerza para esperarlo, la esperanza es para las personas débiles. ladeo su cabeza buscando su mirada Y tu, no lo eres. sonrió, mostrando sus dientes y su colmillo chapado en oro. Tocó su barbilla y bajo su mano hacia su media espalda, para continuar con el recorrido hasta su cuarto. Donde claramente, ahora viviría Maida, o simplemente podría tener su propio lugar, donde ser ella misma y descansar cuando lo requiera.


No creo que ser madrastra sea tu papel, no en esta vida. respondió a su incógnita A decir verdad, soy algo celoso de mis padres, y de ti. la miro Claro, si me gustaría que fueran felices, pero selectivamente, sabes. añadió No con cualquier patán, como Aaron... Es un buen hombre, con actos y pensamientos sinceros y claros, pero sus actitudes muchas veces no eran las mejores. revoleó sus ojos al describirse a él mismo, después de todo era su hijo, soltó una pequeña risita.


Sus ojos brillan con intriga pasando la mirada por el fondo de la Mazmorra, allí donde se ubicaban los caminos que dirigian a las catatumbas del Castillo, habia logrado sentir un olor a cobre bastante peculiar, un olor que había registrado hace muchísimo tiempo, su madre. ¿Candela había regresado? quien sabe, quizás nunca se había ido.


Ésta será tu habitación. señalo la puerta de roble que se abrió al tocarla con su varita.


La invito a entrar y que la viera, mientras él cortaba la brecha del tiempo conjurando un Haz de noche, enviando una carta a Tonks, con instrucciones para que llegara al Castillo. El gitano tenía muchas ganas de volver a verlo, y esperaba que su llegara no fuera demasiado tardía.



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(Detesto hacer lo que voy a hacer, pero sino me lío más xD)

 

La bruja se quedó en silencio mientras Mathew le contestaba y daba sus peculiares apreciaciones acerca de lo que acababa de decir sobre su padre. Al parecer seguía sin comprender del todo, ¿o era ella la que se negaba a ver más allá de su propia conciencia? De todas formas era un pasillo sin salida, justo como el lugar donde se encontraba su nueva habitación. ¿Ya se habría corrido la voz entre los cuadros del castillo? Tenían una nueva inquilina que, hasta dónde se sabía no poseía más que lazos lejanos con los miembros de la familia fundadora, aunque claro que recordaba con cariño a su madrina, la siempre legendaria entre los mortífagos, Alyssa. Siempre se había sentido intimidada por su afabilidad, por sus ganas y costumbre de tomar el toro por cuernos. Actitud similar —aunque le gustara negarlo— a la de su sobrina y actual matriarca, Candela.

 

Hizo una mueca extraña antes de poner un pie en su nueva habitación, a lo mejor su sobrino tenía razón y se encontraba en espera. Antes de dejarlo partir se puso de puntillas y besó su mejilla, Mathew era lo más cercano que tenía a un hijo, y quería demostrárselo aunque fuera con tan poco. Conversaciones para intentar resarcir los años de ausencia de Aaron, ya tendrían y por montones.

 

Creo que descansaré un momento, como siempre, ha sido un placer pasar un rato contigo —se despidió, aunque se quedó en el umbral de la puerta al menos tres minutos mientras él desaparecía por dónde estaba el cuadro de la tatarabuela—. Se parece más a su padre de lo que va a admitir algún día, me queda clarísimo.

 

Y con ese pensamiento se encerró en su habitación.

 

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Semanas más tarde, con Aaron

 

Aparecerse no era de sus actividades favoritas, pero últimamente le estaba cogiendo el truco para no partirse en mil pedazos. Pero, fue aparición conjunta lo que pidió su primo y aparición conjunta logró conjurar ella. Se materializaron en medio de los jardines del Castillo Triviani, aunque la bruja ya tuviera una habitación ahí, no quería pasarse de fresca y respetaba los límites que la mayoría de viviendas en el pueblo tenían. Se soltó del brazo de Aaron y prosiguió a revisarlo con la mirada, después de todo, aún no se había recuperado del todo de su extraña y prolongada siesta.

 

¿Llegaste entero? —bromeó mientras sacudía algunas ramitas del pecho del mago— Pareces un pordiosero venido a más, ¿crees que venir a hablar con Candela sea buena idea? No desconfío de ella, es sólo que tiene un método extraño para ir por la vida. Prefiero a las personas más, ¿convencionales?

 

Si guardaba silencio, se podían oír los ruidos y gruñidos provocados por los animales dentro de los terrenos, asumía ella que no guardaban nada del todo peligroso, pero con sus sobrinos nada nunca estaba dicho. ¿Estaría Mathew dentro del castillo? Negó con la cabeza mientras caminaba un par de pasos detrás del Ministro, quizá por mera costumbre. Mathew jamás haría una escena delante de ella, sin embargo, no se podía hacer la misma apuesta por el vendaval de Jeremy. Ese le reclamaría a su padre por cada segundo, cada minuto que no se hizo cargo de ellos, ninguno de los dos parecía caer en cuenta que él no había enterado de sus existencia hasta mucho tiempo después. A lo mejor terminaba siendo cierto eso de que madre solo hay una, y por eso protegían tanto a la Triviani, y ese detalle, a Maida le parecía sumamente apropiado y respetable, aunque complicaba las cosas para su primo.

 

¿No prefieres descansar primero en mi habitación? Puedo quedarme en el patio y enviarte un elfo a avisarte que la cena está servida —soltó sin recordar si le había mencionado su nueva instalación en el castillo o no.

 

 

@Azzlaer Triviani @

 

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  • 2 semanas más tarde...

Sucedió en un instante. La sonrisa de Triviani se mantuvo en sus labios por tan solo un segundo antes de contorsionarse en una mueca de dolor, mientras sus delgados dedos pálidos se enroscaban duramente en la muñeca de su hermana con la rapidez de alguien que estaba acostumbrado a tener que defenderse en situaciones inesperadas. ¿Había estado esperando tal reacción, aunque fuera solo inconscientemente? Era difícil saberlo, después de todo, Zoella Triviani era una persona impredecible; estaba en la sangre que compartían.

 

Sus intentos de hablar fueron inútiles. Lo que pretendían ser improperios solo terminaban como gruñidos provenientes de lo mas profundo de su garganta y entre mas pasaban los segundos su vista y respiración empeoraba más y más. La botella de burbon con la que había arribado a la habitación se encontraba ahora rodando por el suelo, y con su mano libre la rubia agarro con todas las fuerzas que pudo el rostro enojado de Zoella. Mientras apretaba, las largas uñas pintadas carmesí iban dejando marcas rojas en la suave piel de los cachetes de la vampira.

 

Tenia unas cuantas opciones; su varita se encontraba en el bolsillo escondido de su abrigo cerca a su pecho, y mantenía dagas escondidas en los demás rincones de su vestimenta… No, no había regresado para apuñalar a su hermana y convertir una situación complicada en una situación aún más difícil. Logro separar a Zoella con un fuerte rodillazo en el ombligo.

 

Apenas estuvo libre, cogió su varita con rapidez e inmovilizo a la bruja con un ronco Petrificus Totalus.

 

—¿Ni siquiera me saludas antes de intentar ahorcarme? ¿Dónde están tus modales?

 

Al escuchar su propia voz, la rubia le dedico una mirada molesta a su hermana. Podía imaginarse las marcas que aquella hazaña dejaría en la pálida piel de su cuello. Y sin embargo, no estaba enojada. Una suave tristeza la invadió cuando volvió a mirar a alzar la mirada y soltó un suspiro sin poder evitarlo. Ahora no era momento de comentarios sarcásticos.

 

Los orbes verdes de la demonio dieron a parar en las jeringas y bolsas de colores que rodeaban a él joven que se encontraba en la habitación con ellas. Casi se había olvidado de su presencia, pero ahora se daba cuenta de que parecía estar en un estado de tranquilidad inducida, como si su cuerpo estuviera en aquel castillo, pero su mente estuviera vagando en otro lugar del universo.

 

Como era de esperarse, la curiosidad de la rubia le gano a su cabeza. Con un elegante movimiento, Triviani tomo una jeringa llena de un extraño liquido purpura y volvió a acercarse a su hermana. No había forma de saber que era aquel producto y que reacción tendría en las hermanas, pero no podía dejar pasar la oportunidad. Con algo de suerte el extraño liquido serviría para calmar un poco los ánimos en la habitación.

 

Una vez lo inyecto en la vena de su hermana, hizo lo mismo con la suya propia y fue a tomar la botella de burbon del suelo. A continuación, libro a Zoella del encantamiento que la mantenía quieta y fue a recostarse de manera horizontal en la cama de su hermana como si aquello fuera lo más normal del mundo.

 

—Zoella, yo… lo siento.

 

Cerro los ojos.

 

 

@@Zoella Triviani

 

 

Ni yo se que escribí (?)

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Aparecí junto con Maida en el apogeo de los Triviani. Sus coloridos y vastos jardines no eran un mero comentario de la gente, podía comprobarlo al observar a mi alrededor y sentir que respiraba un ambiente paradojicamente encantado, ¡hermoso! pero encantado; como si escondiesen una terrible maldición entre el tierno césped y el rocío que aumentaba el brillo de los pétalos. Mi prima me sacudía los hombros y el pecho mientras yo paseaba la gélida y gris mirada por sobre su cabeza, erguido con prendas oscuras y en extremo contraste con la belleza del paraje, cauto y desconfiado de lo que allí podría esperarme.

 

-¿Convencionales?- bufé una sonrisa y ajusté yo mismo la túnica luego de que me sacaran un par de hojas del cabello- por gente normal es que el mundo mágico pierde su poder Maida. Hoy en día nadie reconoce a las puras y nobles castas de nuestra historia- sostuve mientras bajaba la mirada para observarle, a veces, sin hacerlo para verificar que no hubiese nada que atentase contra nosotros- no se habla de los Black ¡menos de los Yaxley!, o a caso siquiera has oído de los Crouch, de los Rosier, ¡para qué hablar de los Lestrange! o de los Malfoy...- comencé a caminar- ¿sabes porqué?- no dejé que respondiera- porque hasta yo me avergüenzo de que los muggles se hayan mezclado con nuestra sangre...ven, apuremos el paso...

 

Candela podría ser una bruja fuera de lo común- quizás había sido tal característica la necesaria para procrear al trío de demonios que tenía por hijos- pero estaba seguro de que, fuera cual fuera su ambición apoyaría la causa de, en definitiva, devolverle el poderío mágico a la sangre pura. Y era lo que pensaba hacer con el resto de familias que se creyesen con la gracia y el honor necesario para ello.

 

-¿Sabías que Felicity se crío con los Weasley?- cuestioné a la bruja mientras caminábamos por un sendero de gravilla color ocre- luego se dio cuenta de que era una Malfoy, lo que al final de cuentas la deja en ambas familias, una traidora a la sangre y la otra traidora al honor febril de un imperio mágico- me detuve en cuanto oí unos tétricos susurros que me recordaron la infancia en el castillo de los Black; un escalofrío recorrió mi columna. Solté los hombros y seguí avanzando- si eso no es alterar el orden de las cosas ¿entonces qué?. Ya hemos visto tras la máscara que varios fenixianos aspiran a la tenacidad de un mortífago, ¡una ridiculez! ¿no crees?...- deposité mi mano sobre su hombro y dejé que se adelantara un par de pasos- esas son las cosas que pretendo cambiar...y si alguien perece en el camino, pues será selección natural- finalicé encogiéndome de hombros con indiferencia.

 

La bruja se volteó hacia mí: "¿No prefieres quedarte en mi habitación?..."

 

-¿Qué?- pregunté sorprendido- ¡no!, quiero decir, no, no hay tiempo. Necesito hablar con Candela y sus....mis hijos.

 

@ @Azzlaer Triviani @@Candela Triviani @Sheremaia .... (rolee quién quiera :D)

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La Triviani sintió la dureza en el agarre de su hermana en su muñeca, la calva escuchó el intento de habla de su hermana y una sonrisa creció en sus labios, quería matarla ¿Pero realmente lo haría? La Triviani esperaba alguna acción de defensa por parte de la rubia, quien comenzaba a revirar los ojos y a ponerse toda colorada, la ojigris esperaba verla morada, para soltarla y propinarle quizás un gran golpe en la cara, o posiblemente en la boca del estomago.

 

Las manos en su cara la tomaron por sorpresa, la Triviani gritó furica por aquello, sintiendo la piel ser arañada por las uñas de su hermana. Sintió el ardor en sus pómulos seguido de una mínima gota de sangre salir por su piel, la bruja soltó a la rubia, alejándose de ella para retirar la sangre que por su cara corría. Escuchó lo que su hermana pronunciaba y le dio gracias a Voldemort por haber cursado los libros de hechizos. Pronunció en su mente Salvaguarda Mágica, convirtiéndose en una imagen intangible, al punto de que el hechizo de Rhaella traspasó la figura de la mujer.

 

- No mereces ni siquiera que voltee a verte - soltó, tajante. Girando a ver su rostro, ahora con pequeñas marcas, en el espejo. Se giró, y la acción de su hermana la tomó desprevenida, una jeringa había sido insertada en su brazo, con el liquido purpurino, que empezó a correr por su torrente sanguíneo. Sacó la aguja de su brazo y la arrojó al suelo, Zoella había aprendido a tener cierta resistencia a las sustancia psicotropicas que vende, sin embargo, aquella llevaba poco en el mercado y logró relajar a la bruja, a tal punto que tuvo que sentarse en el suelo.

 

Escuchó las palabras de su hermana, y sintió un nudo atorarse en su garganta. El Zabini no había emitido palabra o acción alguna, sólo observaba la escena en silencio, con aquella tranquilidad que la droga le propinaba. Zoella miró a su hermana, y en su mente se repetía ese "Lo siento" que había pronunciado. Una lagrima corrió por su mejilla, y seguida de ella llegaron otras.

 

Si, Zoella comenzó a llorar como nunca, soltando todo ese enojo y rencor, toda esa tristeza y la sensación de haber perdido a su hermana, su compañera de crimen. La bruja intentó pronunciar alguna palabra, pero no sabía que decir, miró al techo, e intentó parar el llanto, pero no lo logró - No, no lo sientes. De haberlo hecho, me hubieses mandado una carta, estuve moviendo cielo y tierra, intentando dar con tu paradero - soltó la calva, mirando al fin a su hermana.

 

- Te fuiste cuando más falta hacías, te fuiste, dejándome sola en los negocios, toda la carga recayó en mi. Matthew y Jeremy no tienen la misma entrega que tu y yo por la mafia familiar - agregó la mujer, sorbiendo la nariz. La bruja escuchó voces nuevas a lo lejos, y logró reconocerlas, Aaron y Maida entraban por la reja de la entrada.

 

La Triviani aún sentía su cuerpo como gelatina, y sólo logró colocarse de rodillas. Cerró sus ojos y se giró nuevamente a su hermana - ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no avisaste que estabas bien? ¿Que estabas viva? Creímos que habías muerto. Realmente mamá poco se preocupó, pero yo me llené de tristeza. Creí que debía traer tu cuerpo inerte y darte un funeral digno de la familia Italiana, digno de una Triviani. Pero no, resulta que ahora llegas, como si sólo hubieses estado fuera de casa una hora - espetó la Triviani, apretando la mandíbula.

 

- Las cosas cambiaron, Rhaella. Todos cambiamos, y sólo espero que sepas hacer bien las cosas con los demas. Conmigo ya las ca.gas.te y no creas que te perdonaré - finalizó, girándose a ver la ventana, de donde entraba una gélida ventisca que movía las cortinas abiertas.

 

 

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Carraspeó un par de veces. Su voz aún no se había normalizado y seguía sonando bastante ronca. En el cuello le quedaban manchas marrones, muy claras, que ocultaba con el pelo suelto, como de costumbre. El resto de magulladuras fueron quedando fuera de la vista con el pasar de los días. Salvo la moral lastimada, y las heridas que aún cicatrizaban y que se encontraban debajo de la tela del vestido, Candela volvía a ser la bruja que todos en el castillo, y en Londres, conocían. La ronquera podría atribuirla a su paso por algún país con grados bajo cero, no pasaba nada con otra mentira.

 

Ninguno de sus hijos había aparecido, señal de que no se encontraban en el castillo o de que estaban planeando alguna cosa, nada bueno, eso seguro. Le pareció escuchar algunos gritos a los lejos, pero decidió desestimarlos por el extraño aroma que invadió el ambiente. Se acercó a la ventana de su habitación y le pareció vislumbrar dos sombras, una más baja que la otra, antes de que desapareciesen de su vista. El crack de un elfo la distrajo.

 

Chuck ha visto a la Yaxley "sucia", ama. ―anunció la criatura, y bajó las orejas ante la mirada de regaño de la matriarca.

 

Intenta que no te escuchen llamarla así, Chuck. No es bueno para tu salud. Ya sabes que Matthew la adora...

 

Pero... us... usted...

 

Sí, yo le digo así, pero me aseguro de que nadie más me escuche. ¿Cierto?

 

Supongo. ―el elfo encogió los hombros― Yo la escucho.

 

Candela largó un bufido y lo hizo callar con un gesto. No lograba entender aún qué hacía que Matthew mostrase ese cariño que mostraba por su tía. La gitana sólo lograba ver un ser enjuto y sin gracia por la que, incluso, su tía Alyssa había caído. La detestaba, por supuesto, cada que la veía le recordaba a Alyssa. No porque tuviesen un parecido, sino porque su tía llevaba meses desaparecida en esa misión suicida a la que había ido y ella no podía hacer nada para cambiar esa situación.

 

― Pero no estaba sola... Señora, la han nombrado. Quieren verla.

 

La gitana lo contempló durante unos segundos hasta entender de qué estaban hablando, se había perdido en sus propios pensamientos. Entonces le regaló una sonrisa.

 

Su aparición detrás de las sombras fue, en extremo, silenciosa. Reconoció a la primera de ellas, aunque a la segunda tardó en registrarla. No porque hubiese olvidado de quien se trataba, sino porque esperaba encontrárselo en cualquier lugar, excepto su casa. Se quedó mirándolo más de lo debido, tratando de ocultar la sorpresa que suponía volver a verlo luego de... Bueno, realmente esperaba que él no lo recordase. Para su memoria ya tenía las magulladuras y las heridas que le habían quedado.

 

Aaron... ―saludó por fin, con la pequeña esperanza de que éste no supiese que fue ella la responsable de su "desaparición".― Maida... ―inclinó un gesto risueño hacia la mujer.― Me han dicho que ocupas una habitación cerca del pasillo de las catacumbas. Ten cuidado... Las sorpresas que ocurren en esa zona del castillo son... un misterio, sí. ―trató de que su consejo no sonase a amenaza, pero no estaba segura de haberlo logrado.

 

Se paseó alrededor de ambos Yaxley, con el pretexto de registrarlos con la mirada, aunque su único propósito era evaluar las condiciones físicas en las que se encontraba Aaron. No parecía tener heridas graves.

 

Los invitaría a pasar, pero no estoy segura de qué tipo de visita sea esta. Además, Maida es un huésped del castillo, no hay necesidad de darle permiso a ella. Sin embargo... ―ladeó la cabeza hacia el padre de sus hijos― ¿Qué puedo decir, Black? Tengo dos dragones, dame una razón por la que no deban destrozarte.

 

 

 

 

 

@ @ @ @ etc (?)

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Sus desapariciones podrían alejarla meses e incluso años, pero al final siempre encontraba su camino de regreso a casa y allí siempre le esperaba aquel viejo castillo que resguardaba entre sus paredes un sinfín de recuerdos. No pasó por alto el detalle de que en esa ocasión percibió más vida y movimiento que de la última vez que estuvo allí. Seguramente Candela había vuelto a desaparecer, como acostumbraba hacerlo excusándose en que su trabajo era muy importante. Mentiras, solo quería estar alejada de todos sus hijos, no soportaba el verlos caminando, con vida, para su infortunio, Oriánthi había regresado.

 

-Tengo muchas dudas sobre ti en éste momento... - Susurró con una tierna sonrisa dibujada en su rostro. -Pero no es el lugar adecuado para hacerte estas preguntas - Continuó subiendo los escalones de la puerta principal dirigiendo su mirada a Aaron, quien estaba apunto de entrar, una de sus tías, Maida, y su madre, Candela.

 

Se detuvo dos segundos frente a ella, mientras rodeaba a los dos invitados como si buscara una excusa para hacerles daño -propio de ella-, la miro y se escabulló hacia el hall. Observo todo, y parecía que todo había quedado intacto desde su última visita, seguramente era todo un encantamiento de sus hermanos para que nadie se diera cuenta de los terribles secretos que escondía el suelo de la residencia Triviani.

 

-¿Aún siguen con vida los dragones? - Se metió en su conversación, realmente dudaba que los hubiera alimentado. -Deja que pase, seguramente tiene una explicación de porque no hemo visto un solo galeon desde que nos reconoció como vástagos. - Soltó al aire su comentario mientras se quitaba la chaqueta de cuero que traía consigo.

 

 

@@Candela Triviani @ @ @ (Zoe y Rhae están en otra cosa(?).

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