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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Sin más vueltas el Triviani dejó las mazmorras sin que los demás lo advirtieran, atravesó un corto trecho del pasillo hasta que finalmente desemboco en el vestíbulo. Matthew esbozo una amplia sonrisa en cuanto los vio entrar, y Oriánthi se encontraba distraía contemplando la decoración del lugar; todos aguardaban pacientemente que alguien les recibiera, pero lo cierto era que en el castillo reinaba el silencio característico de la desolación.

Esto ha de ser una convocatoria. comentó alzando la voz para captar la atención de los presentes. Amá, deja de amenazar por un momento a nuestro padre, ¿no haz notado que tuvo las agallas de aparecer por aquí? añadió desafiante, podría ser que el gitano estuviera lapidando su futuro.

Matthew podía ser muchas cosas, pero algo que nunca tolero fueron las reuniones clandestinas, claro, si no era invitado por supuesto. Su sonrisa rozaba el sarcasmo y la locura misma, las pocas palabras que habían salido de sus finos labios, y de sus rascas facciones denotaban ironía. ¡Claro que estaba feliz de que su familia estuviera junta!, excepto ella, observo a Oriánthi, era la hermana que más detestaba, pero con la que más hazañas había compartido, por eso la toleraba, un poco menos que al resto.

Prepara la sala para que todos disfrutemos de unos tragos en familia espetó a Chuck sin aminorar el paso Un agua con limón para mi madrina. agrego el oscuro para dejarlo atrás.

¿Alguien noto el conejo gigante al final del pasillo? miró a Candela, estaba justo donde ella había salido. Creo que Pyro se alimentara de él, no sera tan necesario comento Que le envíes a nuestro padre paseo sus azabaches ojos por él Al menos por ahora. se acomodo en uno de los sofás, a unos metros de su hermana.

No sabía cómo es que terminaría aquella reunión, ni porque estaban ahí exactamente.



@Oriánthi @Candela Triviani @ @ @

 

PD: Amá hackeo las etiquetas, no sale! *la señala con el dedo acusador*

Editado por Matthew Triviani

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Jeremy huyo. Si, no era un buen momento para empezar una guerra con su prometida, pero el solo echo de saber que Beltis estaba buscando "voluntarios" para probar las nuevas pociones que había creado, lo hizo desaparecer de inmediato del Ático Munter. No tuvo tiempo de saludar. Que lastima. Enviaría flores luego disculpándose de su rápida desaparición. Tendria tiempo de inventar alguna excusa. Hacia varios días que aquella vivienda enorme con puertas secretas y techo de vidrio, disfrutaba de su compañía. Era hora de volver a casa. ¿Habría alguien? ¿Cuando fue la ultima vez que había visto a su familia? No podía recordarlo... ¿Luego de Navidad? ¿No habían quedado todos dentro del ovni de Patricia combatiendo gigantes de hielo? Era mucho para procesar. El mundo mágico distaba de ser aburrido hasta en plena guerra.

 

-Dile a la Gaunt que estoy en la Castillo Triviani y que... luego pasare por... -¿Donde? Jeremy pensó algún lugar para decirle al Chuck, pero no se le ocurrió ninguno seguro que pudiera aplacar su furia - No, no le digas eso... mejor dile que estoy casa y que iré a buscarla en breve para ir a cenar. -Concluyo con una sonrisa que borro al ver al elfo confundido - ¿Recordaras lo que te dije?

 

-Si, señor. Chuck es muy bueno memorizando palabras de magos.

 

El vampiro dejo de prestarle atención y salio de su habitación. Se escuchaba un ambiente tan pacifico que no parecía ser su hogar. Camino hasta la cocina dispuesto a samparse algún alimento que rebajaría con alcohol, pero sus oídos detectaron la voz de la matriarca cerca de la entrada al castillo. Eso quito de su mente a Anne para reemplazarla por curiosidad. Cambio de dirección para poder espiar por uno de los ventanales, resguardado delante, por una de las cortina que Candela solía usar para vestirse. La imagen de afuera lo hizo inclinarse para ver mejor. Si, estaba viendo muy bien. ¡¡El Ministro estaba allí!! ¡Su padre! Y no solo eso, sino que estaba con Maida como acompañante. ¿Le contaría ella que había firmado los papeles reconociéndose su hijo? Una de sus hermanas también se había unido a la fiesta.

 

-Ni lo sueñes, Candela... deberás enfrentar esto sola... yo no voy a meterme en tus asuntos cuando no dudaste en abandonarnos por semanas... -Empezó a murmurar el rubio, todo rencoroso por la ausencia de la singara, mientras decidía volver sobre sus pasos y tomar el camino anterior, con destino a la cocina. Pero no. A mitad de camino desapareció y apareció al lado del grupo. Era evidente que no podía confiar ni en el mismo.

 

-Buenas sean las que te trajeron hasta aquí, Padre. Me alegro que por fin podamos recibirte en casa -Dijo estirando la mano para un firme apretón. Luego a Maida le dio un beso en la mejilla, porque era Maida y repitió el beso con Orianthi - Siempre es un placer verlas -Acotó, antes de posar sus ojos en Candela. No se acerco a saludarla, esas cosas nunca terminaban bien - Hola. Al fin en casa. ¿Como te fue en tu "viaje de relajación"?

 

 

 

@@anne Gaunt M @@Candela Triviani @ @ @@Zoella Triviani @ @@Rhaella Triviani @Oriánthi

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Luego de haberle indicado a Maida que no había tiempo que perder, la bruja me guió hasta la puerta de entrada donde un par de elfos gruñones reverenciaron un saludo, tal vez y casi seguro, por mera cortesía de mi cargo. Al cruzar el umbral y cerrarse las puertas a nuestras espaldas, no pasaron más de unos cuantos segundos para que la gitana se materializara desde un rincón sombrío, propio de cualquier ser mágico amante de las artes oscuras; la bruja Yaxley enmudeció casi dándome la duda de que temiese ver a la matriarca de los Triviani allí, en persona, la misma que me observó con cierto recelo, rondándome como si fuese una presa difícil de cazar- ¡me había tumbado con tres descendencias!, que ironía- hasta volver a su punto de inicio.

-No tengo que dar explicaciones ante mi visita, gitana...- sostuve con determinación, como siempre, dedicándole una genuina y fría mirada que reflejó su cálido y falaz rostro en el gris de mis ojos-... no soy uno de tus...-observé a los elfos con cierto hastío-... shocks, chucks o como quieras llamarles. Aunque...- esbocé una ligera sonrisa, tanto por la respuesta que tenía en la punta de mi lengua como en los comentarios de mis hijos, quienes se hicieron presentes en menos tiempo de lo que uno demoraba en sacar la varita- ... si quieres saber el porqué de mi llegada, te aseguro que logro convencer a tu par de bestias inútiles...

Seguramente todos quedarían perplejos ante mi respuesta, o quizás no ¿who knows?. De cualquier forma, siempre me había hecho notar por el carácter determinante de los Black, uno de los pocos que iban deambulando por el mundo mágico hoy en día, de hecho y más fue mi gusto, cuando noté lo mismo en cada uno de mis hijos: Orianthi tenía lo que yo de decisivo, Matthew sin duda alguna la inconsecuente ironía y Jeremy la educación de un mago de alcurnia. A éste último le dediqué cierta curvatura de apruebo bajo la indiferente mirada que tanto me caracterizaba al tender la mano y corresponder al apretón de manos.

-¡Muy bien Matthew! unos tragos es lo que les hará falta cuando escuchen la decisión que he tomado para el mundo mágico, para el futuro de ustedes y la determinación de un verdadero mago...- bajé la atención hasta uno de las criaturas-... yo solo quiero una taza de café sin nada más que agua y café...- di un par de pasos y me volteé hasta Candela- no irás a hacer de anfitrión aquí en el hall de entrada ¿no?, de lo contrario, qué dirían los medios luego, ¿que los Triviani no tienen clase para atender al Ministro de Magia?...

Uno de los magos se adelantó hasta tomar asiento en un salón aledaño, a lo cual y sin acto previo le seguí. Los elfos no tardaron en llegar con lo que su amo les había ordenado; copas, algunos frutos secos y otros bocadillos mágicos atocharon una mesa de centro. Inferí un gesto hacia la madre de mis hijos para cerciorarme de que no hubiese veneno en mi taza y bebí un sorbo de café.

-Seré breve y por su bien, al menos el de ustedes...- sostuve a mi hija y dos hijos-... espero sepan escoger su posición en todo ésto. En cuanto a ti...-me acerqué por detrás hasta la gitana posando ambas manos en sus hombros- de seguro podrás ver más de una riqueza en todo ésto (sí, conocía sus oculta benevolencia hacia la mera tenencia)...¡ni Maida lo sabe!...- bebí otro sorbo de café y solté con absoluta seriedad- dejaré caer el velo del estatuto secreto... y espero (irónicamente) de todo corazón, que estén ahí para apoyar la causa de la sangre que corre por sus venas...

@ @Oriánthi @@Candela Triviani @ @@Zoella Triviani y quien desee unirse :)

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Y, de repente, empezó a renacer el odio por sus hijos. Cada uno tenía un algo especial que hacía que, cuando parecía que ya no los registraba de nada, volvían a hacerse presentes en esa lista negra que mantenía poco actualizada en su mente. Bueno no, no los odiaba, pero tenía ganas de torturarlos como torturaba a los Chuck a diario. Se alegró de no estar sola, la presencia de gente que no correspondía a su prole hizo mermar el deseo casi violento que tenía por "castigarlos". Sin embargo, no se le iría fácil ese resentimiento que alimentaba a cada segundo, con cada uno de sus hijos que se atrevía a darle la contraria delante de un individuo al que detestaba. Esto último tampoco era cierto, pero ya sabemos que Candela es un poco bipolar.

 

Nota mental: Asegurarme de que Green los asfixie mientras duermen.

 

- ¿Faltos de clase? Jamás. No podrías convencer a mis dragones de nada. -replicó- En cambio, lo más probable es que los medios, y la gente, halaguen mi hazaña de desaparecer al Ministro de Magia. No creas que no sé lo que se cuece a tus espaldas, Black.

 

Se guardó lo que le seguía a esa línea, por supuesto que no tenía sentido hablarle del tratado de Italia, de Piero y de la participación de sus hijos en ese contrato. No, ellos no se habían involucrado, a fin de cuentas, la gitana no lo había permitido. Decidió ignorar la pregunta de Jeremy, no era momento de dar explicaciones de nada. Asintió hacia uno de los elfos que, a pesar de las órdenes de Matthew, se había quedado de piedra a la espera de las indicaciones de la matriarca.

 

Siguió de lejos al grupo, y sonrió con sorpresa con el gesto de Aaron. Como si fuese tan est****a para envenenarlo. No, su modus operandi era más doloroso y claramente visible. Claramente. La gitana se apoderó de un sillón frente a sus vástagos y tomó de la copa que le ofrecía uno de sus elfos. Ésta, lejos de contener ginebra, como era su costumbre, tenía agua con una solución curativa -aún tenía costillas por reparar- y se puso en alerta cuando el padre de sus hijos se acercó hasta ella.

 

- Dejaré caer el velo del estatuto secreto... y espero de todo corazón, que estén ahí para apoyar la causa de la sangre que corre por sus venas...

 

No supo de dónde venía el ruido, una risa inusual, hasta que notó la sacudida dolorosa en las costillas. Reía. Definitivamente, Aaron no tenía noción de los efectos de sus actos. Y, aunque era algo que atraía a la gitana, también provocaba su enojo, pues de un tiempo a esta parte, ella terminaba envuelta en alguna de las consecuencias que arrastraba su impulsividad. No tenía otro nombre para él.

 

- Debería haberte dejado morir... -soltó en un tono de voz que, por la cercanía, sólo el Ministro escucharía.- Una idea estupenda, -agregó con rapidez, esta vez hablando para todos- ¿a que sí, chicos? Bueno, no sé hasta qué punto. Los negocios se verían afectados si el secreto se cae, no tendríamos nuestro típico "a plena luz del día" como lo tenemos desde que tengo uso de razón. Está el peligro de que nuestros paquetes sean saqueados porque, ya sabes, ¿objetos mágicos y esas cosas? Un deleite para los sin magia. Pero, oye, lo que sea con tal de meterle la varita a un sucio muggle.

 

No, a la gitana no le parecía una mala idea. Llevaba tiempo queriendo dejar de esconderse; había perdido "presas" a causa de ese maldito estatuto del secreto. No. El enojo venía de otro lado. Se puso de pie y se dirigió hacia una angosta ventana cubierta por una pesada cortina bordó, la deslizó con suavidad y miró la enorme fuente de afuera. Curvó sus pálidos labios en una sonrisa, era resignación. Suponía que tenía que preguntar qué ganaba ella en todo eso, mas no formuló la pregunta.

 

- Si te refieres a que apoyaremos la causa de la sangre mágica... Te equivocas. Yo no defiendo la sangre mágica, esa misma sangre es la que ha intentado darnos caza, primero. ¿Qué quieres que defendamos, que apoyemos? Defiendo mi autonomía frente a los magos, y mi superioridad frente a los muggles. Sí. Pero no lo voy a hacer por terceros. -largó un suspiro- Así que dígame, Ministro, ¿qué tipo de apoyo es el que busca en, ésta, una familia italiana?.

 

 

 

@ @ @ @ @Oriánthi

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Aunque pudiera sonar extraño y aunque venía de la Manor, aparecer en los terrenos Triviani no le resultaba ya tan distante, a lo mejor tenía que ver con Zoella y Mathew...y Callum, ¿para qué negarlo? Por cierto que aún no había tenido oportunidad ni de verlo ni de decirle a Aaron sobre él. Pero estaba segura que al Ministro le importaba poco o nada su vida sentimental, jamás había interferido en ella ni opinado siquiera. Sin embargo, no tuvo tiempo de organizar nada en la cabeza cuando él hizo una de sus acostumbradas bromas, ella pegó un suave golpe en el pecho mientras caminaban a la entrada. Aquella ubicación sin duda alguna tenía una magia que ella no conocía del todo, porque en medio de lo que hubiera pensado nadie se vio rodeada de muchas personas, justo, las que pensaba buscar en el final del tour. Sopesó en su cabeza si su primo estaba en condiciones de algún confrontamiento mental y/o físico, porque aun sus ojos se plasmaba el reflejo de su aparición en la Manor, pero a juzgar por el garbo que mostraba su postura, nada le haría cambiar sus planes, fuesen los que fuesen.


¿No es divertida siempre una reunión familiar? —susurró irónica mientras cabizbaja seguía de cerca los pasos de su primo y se dejaba caer en uno de los sillones.


Nada de la situación, pintaba bien, aunque claro, para la Yaxley pocas cosas en el mundo pintaban bien. Lo peor vino de labios de su primo. ¿Levantar el estatuto? Sin darse cuenta casi, soltó una palabrota y tuvo que taparse la boca con ambas manos. ¿Se había vuelto loco? Ni siquiera terminaban de zanjar los problemas políticos dentro del mungo mágico y quería mezclarlo con los muggles.


Y tal como lo pensó, la situación no mejoró. Solicitar el apoyo de sus hijos, y que Candela pidiera frutos tangibles de ese accionar no era algo que se cruzara siquiera por la cabeza a la menor de los primos Yaxley. Miró a los dos sobrinos presentes, Mathew y Jeremy, casi rogó que el primero la sacara de ahí. Si en algo tenía razón Aaron era en decir que jamás se había imaginado, ¿qué clase de aventura tuvo en su desaparición que le parecía inteligente levantar una ley que los había mantenido seguros durante tanto tiempo? ¿Había calculado mal la soberbia de Aaron?


¿Y exactamente que ganas con derogar el estatuto? —preguntó con un tono de voz que usualmente no utilizaba con nadie, estaba horrorizada, enfadada, quizá hasta un poco decepcionada— No tienes derecho a exponer la sangre mágica a diestra y siniestra sólo por creerte superior a los muggles, ¿qué tanto sabemos de ellos? ¡Es una especie humana que ha sobrevivido los mismos años que nosotros y sin magia! ¡No la necesitan! Estás loco si crees que recibirás el apoyo de los otros ministros, estás fuera de la realidad si crees que por un segundo, tendrás el apoyo de la mayoría.


Si, de alguna manera había ignorado los comentarios de Candela, pero ¿qué podría opinar sobre sus preocupaciones si la Triviani sólo buscaba el beneficio monetario? Para la Yaxley los galeones jamás habían sido una prioridad y no comenzarían a serlo ahora. En ese instante, por extraño que pareciera, estaba ella buscando una razón para borrarse la memoria de los últimos años y regresar a Bulgaria. No iba a poder quedarse sentada de brazos cruzados viendo como su castillo de naipes se hacía nada y su tridente se fundía como el hierro.


@@Candela Triviani @ @ @ y resto que ya no está en esta página xD

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Un haz de luna iluminaba el claro que se extendía frente al castillo Triviani. En las imperturbables aguas del estanque frente a las puertas podía verse reflejado el menguante cuerpo celeste, acompañado por pequeñas motas de luz que contrastaban con la negrura de su superficie. Me quedé allí, impávida durante un momento, sin necesidad de salir de entre las sombras de los árboles que me protegían, y observando curiosa la forma en que aquél depósito de agua me recordaba a un filtro de muertos en vida.
Curioso y muy oportuno, pensé, mientras levantaba la vista hacia el cielo nocturno, contando los segundos para que una espesa nube terminara de ocultar la luna y desolara así los terrenos con la oscuridad absoluta de la noche, la cual me permitiría salir de mi escondite con menos probabilidades de ser vista por alguien. Sabía que era algo extraño, siendo que no era yo una intrusa en aquél lugar, pero tenía dos fuertes razones para que mi presencia en el exterior no fuese descubierta.
La primera, porque no tenía permitido estar fuera del castillo tan entrada la noche. Si, aún tenía toque de queda, y lo más fastidioso de todo era que Jeremy gustaba de estar pendiente de ello para sorprenderme en mis escapadas y castigarme. Se había convertido en un juego para él, y me daba cuenta de lo mucho que lo disfrutaba. A veces inclusive yo lo hacía, pero no podía hacer presunción de las innumerables veces que le había ganado la partida porque eso significaría delatarme yo misma.
La segunda razón era más complicada de explicar, y se hallaba oculta dentro del enorme y bultoso saco que se encontraba a mis pies. No me permitía ni pensar en lo que había adentro, a sabiendas de que algunos miembros de la familia eran dotados en la legeremancia y bastaba decir que de ser descubierta significaría meterme en verdaderos problemas que estaban más allá de tener que actuar de elfo doméstico en el castillo, barriendo o trapeando sus infinitos pasillos. No podía correr ningún riesgo.
De modo que, cuando las sombras extinguieron la luz celeste de los astros, me cubrí con la capa y salí de entre la espesura de los árboles que lindaban el bosquecillo dentro de los terrenos del castillo. De la forma mas sigilosa y audaz, como un ninja, corrí hacia el lado oeste del estanque con el bulto siguiéndome, flotando al ras del suelo por conducto de mi varita, cambiando mi plan de último momento sin intención de desaprovechar la ironía del asunto del filtro de los muertos. Cuando llegué allí, empujé el enorme saco dentro del agua, y me aseguré de guiarle con magia hasta lo mas profundo.
Miré en todas direcciones, asegurándome de que nadie me había visto. Algunas luces se hallaban encendidas en las habitaciones principales del castillo, lo que me aseguraba que aquélla noche habían visitas, y por lo cual no era nada pertinente colarme por la entrada principal; por lo tanto, eché carrera hacia dirección contraria, doblando en un canto del castillo para buscar una entrada alterna que me permitiera escabullirme hasta mi habitación sin ningún problema.
Al lograrlo, me encerré y fui directo a la ducha, pensando que podría pedir la cena en mi habitación sin ningún problema.

 

 

 

 

(?)

Editado por Frankie Triviani

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Comenzó como una pequeña risa hasta que noté como se descontrolaba su cuerpo, y al tener ambas manos sobre sus hombros, finalmente le solté para que brotara la carcajada que rompió el hielo ante la decisión que tomaría como alto mando del gobierno británico inglés. Fueron unos cuantos segundos, quizás para que aceptara la idea, evitar el trauma o a saber qué cosas; desde Gellert Grindelwald no se atentaba contra el estatuto secreto, y estaba casi seguro de que el sangre sucia de Tom Riddle lo habría tenido en mente si es que hubiese logrado derrotar a Potter.

"Debería haberte dejado morir"... susurró, casi inaudible pero alcanzando a ser perceptible, a lo menos para mí, entre miradas curiosas sobre lo que acababa de anunciar, enarqué una ceja (no lo dejaría pasar, no antes de irme de aquél lugar). Hasta los elfos que custodiaban el salón se observaron atónitos, incrédulos de que hoy por hoy, existiese alguien capas de atentar contra la falsa neutralidad de la sociedad, pero más allá, de la sociedad magos y hechiceros. Allí donde se conocían los flamantes discursos de las guerras mágicas anteriores anteriores, sin que nadie hubiese tenido el poder para decretar las. Yo lo ostentaba.

-Candela...-comencé a responder en una parsimonia inaudita, ahogada en una genuina sonrisa bajo el gélido mirar- ... si los muggles lograsen interceptar tus mercaderías no serías digna de tu reputación como contrabandista o es que ¿acaso crees que no estoy al pendiente de la madre de mis hijos?, por lo demás ¿qué importa si son demonios, hombres lobos, vampiros, gigantes, metamorfomagos, animagos o un sin fin de clases?, ¡somos parte de una fuente única de sabiduría!....- Maida se entrometió en mi afán muy intrépidamente- ¿que qué gano?, yo no gano nada prima, ¡ganamos todos!- exclamé con firmeza mientras comenzaba a rodear al grupo con un ligero andar- ¿o es que acaso temes a su famoso dios por tu condición?...-observé a todos- y claro que tengo derecho sobre el muggle y su ambición ciega de la perfección, tal e igual que ustedes, ¿es que no lo ves? ¡son ellos los que nos dieron caza primero a lo largo de la historia!, el acuerdo del estatuto fue en beneficio nuestro sí, pero ¿a costa de qué? ¡temor! miedo a su psicopatía por nuestro potencial, a la energía que logramos canalizar a través de una varita. No nos hemos escondido por resguardo, ¡no hemos escondido por miedo! y no son ellos los que tienen la capacidad de dominar este mundo...- entonces Yaxley insistió en lo errada que pudiese ser la medida. Me senté frente a todos- no requiero de mucho apoyo, sino de uno en particular, para esto claro está- sostuve a la madre de los Triviani antes que pudiese lanzar cualquier comentario- y es Ashura Black Lestrange...será como nuestro fénix oscuro...

La bruja había pasado recientemente a ser la regente del gobierno mágico nipón, estado que por cierto era el encargado de custodiar y sancionar las violaciones al estatuto secreto con apoyo de la confederación internacional de magos, ente político y mágico que de seguro se interpondría por la declaración que haría esa misma noche. La hija de Luisa Black Yaxley no se veía del todo contenta, mientras que y a pesar de la carcajada burlesca de Candela, ésta si había encontrado un ápice de sentido en la futura libertad de nuestra sociedad.

-Busco la máxima concentración de poder que pudiese tener un mago, busco la atención de brujas y magos que puedan comprender lo positivo de desligarnos del estatuto, de ser pioneros de la libertad mágica...-comenté divagando entre todo lo que pasaba por mi mente en ese minuto-...busco la esencia del clan mortífago y la revelación de la afamada orden del fénix. Querrán atentar contra mi vida, ¡ténganlo por seguro!, tal y como me acabas de aclarar hace unos minutos Candela, es ahí donde quiero que esté la mayor cantidad de adeptos, ¡no para protegerme! sino todo lo contrario, para que ésta semilla de libertad viva en sus mentes para siempre...- finalicé desenvainando la varita para acercar la taza de café que había dejado levitando. Dí un sorbo- necesito hablar con los altos mandos de la casta mortífaga...

@Oriánthi @@Candela Triviani @ @ @

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Por unos instantes, el silencio fue abrumador. Rhaella se mantuvo recostada en la cama con sus ojos cerrados, aunque sabia que ponerse a si misma en aquella posición desprevenida no era la mejor idea cuando su hermana se encontraba en un estado de enojo. Esperaba gritos e improperios de su parte, quizás un poco más de violencia; sabía que lo mejor era mantenerse atenta en todo momento, pero la relajación inducida por el líquido que ahora corría por sus venas no le permitió mover ni un solo musculo; era como si alguien hubiera pegado su cuerpo a las suaves sabanas y de repente no contara con la energía necesaria para mover sus parpados. Después de la relajación no tardó en llegar la tristeza, un extraño sentimiento de nostalgia que la inundo.

 

—Nunca fue mi intención preocuparte, ni tampoco herirte —era la verdad, las hermanas compartían un vinculo de el que era imposible escapar, y aunque las discusiones no eran extrañas en aquella relación, siempre le tendría cariño y respeto a la vampira, así como el instinto de protegerla —. Pero no tengo porque darte explicaciones. ¿Acaso quieres que te ruegue? ¿Qué me ponga de rodillas? Sabes que no lo haré nunca, lo mejor que puedo ofrecerte es una disculpa y una promesa de que estoy de vuelta y que siempre seré parte de esta familia.

 

La respuesta era dura, pero abandono los labios de la demonio con suavidad y cautela. La situación era la siguiente: Rhaella estaba cansada, y era por eso que sabia que no podía explicarle a Zoella lo que realmente había sucedido. No podía decirle que uno de los grupos a los que habían estafado para conseguir ingredientes para nuevos productos antes de su desaparición se había enterado de que las hermanas habían sido responsables, y mucho menos podía contarle que habían planeado vengarse de ambas, no solo de una. ¿Por qué? Porque la conocía bastante bien, y tenia claro que si supiera la verdad querría venganza, y lo ultimo que la demonio quería era ponerla en la línea de fuego. Quería mantenerla allí: a salvo, aunque eso significara que la odiara por algún tiempo.

 

Entonces lo escucho: el llanto de su hermana. El sonido de sus lagrimas fue lo que finalmente rompió la calma del líquido, sus ojos se abrieron con rapidez y fueron a parar en Zoella para así confirmar que se encontraba en mal estado. Con movimientos torpes logro desabrochar la túnica que tenia puesta y con un salto logro separarse de la cama ahora en un pulcro suéter. “Te fuiste cuando mas falta hacías” las palabras, junto con la escena que tenia en frente le rompieron el corazón, y prontamente algunas lagrimas silenciosas se deslizaron por sus mejillas para acompañar a las de su hermana en el suelo de la habitación. Subconscientemente se dio cuenta de que no estaban solas en el castillo: podía escuchar voces y una estruendosa carcajada que en otra habitación, pero su atención seguía fija en Zoella. La ojiverde quería hacer su presencia en el castillo conocida por los demás Trivianis, pero en aquel momento solo la vampira importaba. “Las cosas cambiaron”.

 

—Si, cambiaron —replico—. Pero sigo siendo una Triviani, y sigo siendo tu hermana, eso nunca va a cambiar. Si quieres odiarme ahora mismo, hazlo, pero necesito que confíes en mí. Podrás haber cambiado, pero yo soy la misma de siempre y tu me conoces bien, sabes que no me gusta romper mi palabra suspiro—. Entonces, créeme cuando digo que no pienso dejar que esto pase de nuevo.

 

Se acerco lentamente a Zoella, y una vez estuvo a su lado frente a la ventana, se sentó en el frió suelo. Aun guardaba alguna distancia, pero estaba lo suficientemente cerca como para ver el camino de sus lágrimas mezclándose con la sangre que habían dejado sus uñas en sus mejillas. La suave brisa proveniente de la ventana les revolvió un poco el pelo y los ojos esmeralda de Rhaella dieron a parar en la mano de la vampira apoyada en el suelo en el medio de ambas. Con suavidad y lentitud la demonio poso su mano en la de su hermana, envolviéndola con sus dedos, pero sin apretar. Se preguntaba que pensaba el extraño que aun estaba presente en la habitación de aquella escena tan dramática que las hermanas habían montado (?). En aquel momento, la energética conversación que tomaba lugar en otra habitación del castillo volvió a resonar y Rhaella se giro hacia su hermana.

 

—¿Quién más está en el castillo?.

 

@@Zoella Triviani @Todes

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Escuchó las palabras de su hermana, y el llanto siguió, haciendo caer lagrimas para mezclarse con la sangre de su rostro y finalmente chocar con el suelo, cerró sus ojos y escuchó en silencio, percibiendo la preocupación en el cuerpo de Rhaella, por la repentina actitud poco vista de su hermana. El vinculo que unía a las Triviani era fuerte, amplio y macizo, y Zoella jamás esperó tal acto por parte de la rubia, el sentimiento en su interior era terrible, la inmensa tristeza que la inundaba la hacía flaquear, sentirse débil, y sin embargo escuchó cada palabra de los labios de la bruja, apretando su mandibula, conteniendo sus puños.

 

Triviani negó ante las palabras soltadas por Rhaella, la calva daría lo que fuera por proteger a su hermana, movió fuertes contactos buscando su paradero, la necesidad de saber donde estaba sobrepasó cualquier deseo, incluso el de revivir al feto que guardaba en su laboratorio. Relamió sus labios y sorbió su nariz, secando las lagrimas que corrían por su rostro, con brusquedad. Triviani escuchó más voces, una reunión familiar se daba lugar abajo y la bruja sabía que debía asistir, pero necesitaba sanjar esta conversación con su hermana. Necesitaba soltar aquello que quemaba en su pecho, pero no estaba lista, y lo sabía.

 

- Triviani o no, te fuiste sin dudarlo y eso jamás lo perdonaré. Necesité a mi hermana, necesité esa cómplice, necesité de tu hombro cuando eso pasó... - confesó, alejando su mano - Y no estuviste durante mi muerte, y la muerte de mi bebé - Espetó, llevando ambas manos a sus rodillas - Ya te perdoné, te perdoné el día en que entendí que no volverías y sentí que te había fallado, te perdoné cada noche que pensé en tu muerte, nuestro vinculo es más fuerte que cualquier cosa y estás perdonada antes de siquiera hacer cualquier cosa. Pero no me pidas más, no puedo darte más que eso, me duele el recordar todas esas noches donde lloré tu ausencia, donde le hablé al aire pensando que tu me escuchabas - Le dio una ultima mirada a su hermana y se colocó de pie, mirando al Zabini - Puedes irte a casa, Blaise - soltó, caminando al espejo, recomponiendo su postura y calmando su expresión, a pesar de que la mirada triste seguía en ella.

 

Limpió su levemente ensangrentado rostro y retocó el maquillaje corrido de sus mejillas, reajustó sus ropas y levantó la barbilla, recuperándose del repentino llanto que ni ella esperó. Caminó a la cama y tomó los sobres, guardandolos en la mesa de noche a un costado, antes de dirigirse a la puerta - Abajo está mamá, nuestros hermanos, y mis tíos Yaxley, Aaron y Maida. Iré con ellos, tu haz lo que quieras - finalizó, dándole una ultima mirada tajante a su hermana antes de salir rumbo a donde sea que su familia estuviese. Sabía que la rubia de su hermana buscaría seguir esa conversación, para la cual Zoella no estaba preparada, y lo supo en el momento que el llanto rompió en su cuerpo, cosa que pocas veces a lo largo de su vida había experimentado y justo fue en situaciones contadas.

 

Tomó la barandilla de las escaleras y observó a todos los Triviani y a los dos Yaxley hablar, bajó con pasos silenciosos mientras escuchaba las ultimas palabras de su tío - Hablar con los altos mandos de la casta mortífaga - soltó, a penas el Black cerró sus labios - Ministro... No, Tío... ¿Por qué tendría que el alto mando escuchar las palabras de usted, Aaron Black Yaxley? - interrogó, con sorna la bruja, deteniéndose en el descanso a unos metros de donde ellos estaban, para recargarse en la barandilla y observar al pelinegro, una suave sonrisa apareció en sus labios - Principalmente debemos tratar otros asuntos antes, pero ya de eso te citaré luego en la fortaleza - Agregó Zoella, siguiendo su andar por las escaleras, llegando al recibidor y pidiéndole a un Chuck una bebida.

 

- Mamá, Rhaella, tu otra hija está arriba, se dignó a regresar - habló a la gitana, antes de caminar a donde su tío estaba parado, colocó su mano sobre su hombro y le dio un suave apretón de cariño. La bruja quería a su familia, a pesar de todo - ¿Que quieres decirle al alto mando? En la sala tienes a los dos Lugartenientes, y quizás nosotros podamos conciliar con nuestra líder - lanzó una mirada a Jeremy y regresó nuevamente a ver al ministro - Escuché rumores de su regresó, pero no pensé fuera reales, lleva meses sin aparecerse y ahora necesita la ayuda de las filas mortífagas ¿A que debemos este interés, justo ahora? Tiempo después de que Voldemort haya reaparecido a hacernos un ultimo llamado de advertencia - La soberbia con la que la bruja hablaba se notaba, desde que había sido nombrada Lugarteniente por Anne Gaunt, Zoella empezó a entender que su comportamiento debía cambiar en torno a ciertas situaciones y esa era una de ellas, donde la sangre estaba a un lado del deber, y el deber ahora era interrogar al Ministro Ingles, quien se encontraba parado frente a la delgada figura de la calva.

 

Retiró la mano del hombro de su tío, y la colocó a un lado de su cuerpo, todos observaban las acciones de la bruja, quien en silencio estudió la imponente figura del Yaxley frente a sus ojos - Londres está bajo una extraña calma ¿Vienes por otra guerra? ¿Esperas que La Marca Tenebrosa te patrocine o sólo buscas apoyo dentro de nuestras muertas filas? - siguió preguntando, sin darle tiempo al mago de responder. Tomó el vaso de Vodka que le tendía el elfo y tomó un largo sorbo de el, los estupefacientes comenzaban a mermar de tu cuerpo, y su mente volvía a centrarse ¿Sería correcto llamar a Anne sin que todos lo esperaran? No, la bruja tenía el suficiente poder dentro de la Marca como para controlar la situación y ver que necesitaba el ministro de ellos, antes de siquiera dirigirse a su cuñada.

 

Lanzó una mirada de total advertencia a Jeremy, le conocía lo suficiente como para saber que él anunciaría a su prometida de ciertas necesidades dentro del castillo, pero Zoella no estaba dispuesta a ello, no aún y más teniendo presente el trato que había firmado con Piero, aquella vez en Italia frente a sus hermanos y su madre.

 

Y esperó, en silencio a las respuestas del Lestrange, con recelo y algo de inquietud.

 

@@Rhaella Triviani @ @@Frankie Triviani @ @@Candela Triviani @ @

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(oír con el rol si gustan)

No acababa de tomar el sorbo cuando una voz familiar se materializó a mi espalda denotando su presencia con el andar de sus pasos y una genuina muestra de aprecio, una que sentí con un ligero apretón en el hombro; entonces fue cuando le vi, la pequeña e inmadura hija adoptiva de Near flanqueaba por mi derecha para posicionarse al centro del grupo, donde todos pudiesen prestarle atención y momento en el que también pude apreciar que ya se había convertido en toda una mujer. Apolínea, calva y de tez pálida, tanto que parecía presidir un futuro cónclave de lo que pudiesen ser monjes al estilo tibetano; no le quitaba la fachada pues su apariencia si podría intimidar a uno que otro personaje, más no era mi caso. Había conocido y tratado con tantas brujas y magos, muchos de ellos eran la forja de lo que yo pudiese demostrar con ponerme de pie o soltar un par de palabras. Sonreí casi en una irónica ternura y le dejé hablar mientras hacia levitar la taza de café hasta las manos de Orianthi, instándole a beber si así lo quisiera.

- Con que tú y uno de mis hijos...-pasee la gélida mirada gris por ambos rostros, observándoles detenidamente, parco, como siempre- ...¿son hoy los más cercanos al liderato de la casta tenebrosa?...-enarqué una ceja hacia Candela al tiempo que me volteaba hacia ella- ... esperaba algo, bueno...creí que al menos tú estarías un peldaño más cerca que un par de mocosos- me volví rápidamente hacia mi hijo y mi sobrina para no darles tregua de faltar mi respeto en plena conversación- sin ofender claro...-poniendo ambas manos en los apoya brazos me incliné hacia adelante- porque no les ofende ¿o sí?...- bufé con un sarcasmo innato y me puse de pie con una rápida encogida de hombros- en fin, si es lo mejor que tenemos por ahora...

De pie, celebré la última frase que había dictado mi sobrina- "filas muertas"- con un índice apuntándole en son de júbilo. Pasé ambas manos por mi cabello hacia atrás, tal vez intentando propiciar una templanza necesaria para que mi dañado temperamento no me jugase en contra (y digo dañado por que no siempre había sido así, pero eso era parte de otra historia). Esperé un par de segundos para ver si alguien de los presentes diría algo, instándolos con una ademán de mis manos a hablar, más fueron muy pocos los segundos como para que alguien lograse interrumpir mi teatralidad.

-¿Londres bajo una extraña calma?...- cuestioné con seriedad- ¡en qué mundo vives niña!, estamos en guerra hace meses y ese Londres del que tú hablas no es solamente una ciudad repleta de esos est****os muggles...-solté con otro ademán tajante de mi diestra, ¿se olvidaban de su condición de brujas y magos?-... o es que no son capaces de dilucidar el temor de familias mágicas escondiéndose de las amenazas que no solamente comenzaron con los búlgaros- enfaticé deteniendo mi atención en Maida, para luego seguir con mi pequeño discurso- sino que además debemos enfrentar el escondernos ¡como ratas por los callejones!...-bufé molesto-... Zoella...-retomé con plena parsimonia, enseñando la fragilidad temperamental que me caracterizaba- Voldemort murió, no te creas esos cuentos de que el señor tenebroso sigue deambulando por ahí como si estuviésemos en el limbo de la primera y segunda guerra, y sí, de ser necesario se debatirá una guerra, pero será por lo que nos pertenece ...¡por derecho!...-exclamé entre dientes.

Entonces Matthew intentó entrar en la conversación, a lo que elevé una mano para que esperase, deteniéndome en seco. Tomé algo de aire mientras daba una fugaz mirada al techo.

-Lo que nuestros hermanos traidores o desertores de la sangre escojan, nos deja a nosotros como magos tenebrosos, oscuros por querer detentar magia primigenia, como la que se creó en las reliquias de la muerte, pero ellos no han entendido que es por un bien mayor...-sostuve con una codiciosa e irónica súplica1- ... de prevalecer la magia que se diluye en los mestizos, gente que no es capaz de levantar una escoba de la nada, que explotan pociones como típicos científicos muggles, que jamás conocerán el amor por la sangre... y no me mires así sobrina, ¡ni ninguno de ustedes!, pues han de ser portadores de la marca en su piel, y la fidelidad es parte de su lema...fidelidad...¡a la sangre!...-sentencié con énfasis para luego sacar la varita-... ¿están conmigo en ésto?, si o no.

(1)"Wey ya"

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