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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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La voz de su tío inundó su mente, largos meses habían pasado desde que ambos estuvieron frente a frente. La bruja jamás regresó a los terrenos Yaxley, no desde que descubrió la carta donde se mentía de la paternidad de aquel mago inventado por su supuesto padre, aquel mago que sólo era un nombre dentro de los documentos de la Triviani. En silencio observó al ministro, quien hablaba con aquella característica calma que poseía, ondeando en su tono de voz lo irónico y sarcástico, la calva inclinó su cabeza a un lado y se cruzó de brazos, manteniendo el vaso aún entre sus dedos, sin volver a tomar si quiera un trago de él.

 

El silencio llegó luego de las palabras del Black, quien observaba a todos en espera de respuestas, con su varita en mano. Una suave risa brotó sin querer de los labios de la ojigris, quien miró al suelo por unos segundos, meditando las palabras que soltaría frente a su familia, pensando que tan bueno sería encarar al ministro inglés, a su propio tío, quien por un par de años la había visto crecer dentro de las paredes de la ya antigua y abandonada Manor.

 

- Acabas de decirme mentirosa, o es cosa mía. Te recuerdo, tío - soltó, haciendo énfasis en el parentesco de ambos - No he sido la única en ser llamada por mi marca a la Mansión Riddle, por allá en Octubre, luego de las sospechas de que se abrieran los portales a la muerte, lo vi y él me habló, ¿Tu donde estabas en ese entonces? De haber estado aquí, sabrías que en efecto, Londres no está en ninguna guerra por lo pronto, o bueno, lo estaba porque veo que tu llegada desatará la mayor purga dentro de las calles - espetó, llevando el vaso a sus labios, humedeciendo sus reseca garganta - Y estoy casi segura de que huirás con la cola entre las patas, justo cuando sucedió lo de Azkaban, que oh sorpresa, se te salió totalmente de las manos - la burla en su tono era casi imperceptible, infundiendo cierto irrespeto a quien era el padre de sus hermanos.

 

Relamió sus labios, y pasó una mano por su cuello, sintiendo la tensión llegar repentinamente a su cuerpo. Los efectos de aquel psicoterapia que su hermana le había inyectado ya estaban desapareciendo casi en su totalidad pero la calma inundaba aún su cuerpo. Las ultimas palabras de Aaron se repitieron en su mente, pero el rostro de la Delacour apareció.

 

- Ministro, sólo le estoy escuchando hablar y desvariar dentro de lo que es los magos y los nomags, dejando de lado mi pregunta inicial ¿Para que buscas al alto mando? Ah, y no termino de entender, unirnos a ti ¿En qué? Es bien conocido de nuestro apoyo a los ideales de Voldemort, de nuestra necesidad nata por la prevalencia de la pureza, sí. Pero te recuerdo, eres el Ministro de Magia Ingles, y a menos que desees mantener tu puesto, tus convicciones deberán estar a raya, o no te has dado cuenta de todos los ojos que te observan, o de que incluso tu cabeza tiene un valor grande dentro del mercado, donde hasta el mismo ministro inglés le ha prometido una gran recompensa a tus hijos y a mi, tu sobrina - ​la serenidad con la que hablaba la bruja era poco frecuente observarla, quien acostumbraba a soltar bromas o alguna que otra desfachatez - Estoy totalmente segura de que te están vigilando constantemente, incluso dentro de tus propias oficinas - alzó una ceja, escudriñando al pelinegro.

 

Regresó el vaso a las diminutas manos de Camalardo, su nuevo elfo para alejarse un par de pasos de Aaron - No llevaré ninguna petición a Anne sin antes entender la finalidad de lo que buscas, aunque quizás logras ganarme como aliada si expresas con mayor claridad lo que deseas obtener, y claro, lo que yo gano a cambio de todo esto. Los tratos no son de gratis y las alianzas siempre deben de traer algún bien de forma equitativa a todas las partes - exigió Zoella, sentándose en el reposa brazo del sofá frente al Yaxley.

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No pude evitar una sarcástica risa cuando nombró nuevamente al señor tenebroso, uno que tan solo vivía por un legado que por lo visto, pocos cumplían hoy en día. Mayor fue mi sorpresa cuando habló sobre Azkaban, ¿es que acaso creía que yo, un Black, sería poco menos el celador de la prisión mágica?, enarqué una ceja y negué por lo bajo, pues a simple vista se apreciaba que mi sobrina no estaba adoptando un camino digno de la fidelidad a la sangre.

 

- Yo no soy Pius Thicknesse, sobrina...- sostuve absteniéndome de fracasar en mi genuino temperamento-... Toujours pur...-enseñé en un mezclado acento inglés y francés- la pureza de la sangre viene desde mucho antes que el impuro de Tom Riddle, porque te lo recuerdo ¡sí!, el señor tenebroso era un sangre sucia, así que no me hables a mí de la fidelidad a un culto que se ha fracturado con el tiempo. Por lo demás, cualquiera puede hacer que ésta cosa arda...-le dije mientras palpaba mi tatuaje con la varita- la cuestión es ¿para qué?, ¿para sentarnos a tomar una copa de vino y copular?, ¿para reunir a los mosrtifagos en una cena de falsas emociones? ¡tonterías!- exclamé molesto- la marca es para recordarnos lo que somos en esencia y a lo que debemos respeto, ¡a nuestra magia!...

 

Di un par de pasos hasta dar con una ventana; el cielo estaba despejado y un par de colibrís se posaban en una planta con una flor muy particular que terminó por devorarlos; Candela si que tenía gustos raros; la flor soltó una flatulencia que un elfo (imagino jardinero) guardó en un frasco. Me voltee nuevamente hacia la mortifaga.

 

-¿Es que no me has escuchado?- cuestioné mientras envainaba la varita por detrás en paralelo a mi cinto- ganaremos la libertad Zoella, y tal vez veas a algún emplumado intentando detener todo ésto, así conoces a la famosa orden del fénix de una vez para percatarte del daño que custodian en nuestra sociedad...quiero que caiga el estatuto del secreto mágico para un nuevo orden en éste mundo...

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Tenía ya bastante tiempo sin haberse pasado al castillo de la familia, debía de hacerlo si es que quería convivir un poco con los miembros que la comformaban. Sabía que seguramente haría algunos integrantes nuevos y uno que otro por ahí que aún no había tenido la oportunidad de tratar.

 

 

Materializó su delgado y pálido cuerpo en su habitación, aquello ya no le llevaba tanto esfuerzo. Comenzaba a desear tumbarse a la cama y descansar un rato antes de bajar a convivir un poco con la familia, pero unas voces familiares lograron pnetrarse por sus oídos.

 

¿Acaso se trataba del Señor ministro? Al menos, era conocido por muchos en el mundo mágico por ese seudónimo aunque a él no le agradara lo suficiente., ese pensamiento logró hacer que la asiática dibujara una pequeña sonrisa en su rostro pálido y afilado, en lo personal, era algo que le causaba mucha gracia. Se arregló un poco antes de bajar, al menos no quería que su imagen se viera descuidada en frente de todos.

 

Al llegar a la habitación, había logrado escuchar lo que el ministro le había propuesto a Candela, algo que sin duda, la había tomado por sorpresa, ya que él no le había comentado algo así en el pasado.

 

— Vaya vaya, no sabía que se encontraba por aquí, señor ministro — Exclamó sin importarle si interrumpía la conversación, sabía que el ministro tenía algo entre manos y era algo que no quería perderse por nada.

 

— Hola querida familia, por cierto — Cruzó los brazos al posicionarse cerca de Aarón, mientras esperaba ansiosa la respuesta de Candela.

 

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Casi sin percatarse con exactitud de lo que sucedía a su alrededor, Maida pudo sentir como su mente era trasladada a una vieja reunión en los sótanos de la taberna mortífaga, cuando apenas era iniciada en su camino, pero iba del brazo de un renombrado exnigromante. Cuando Aaron y ella blandían la varita para enderezar los ideales confundidos de los aspirantes, a lo mejor, esos tiempos debían volver. ¿La marca ardiendo? Si, y tal como lo había marcado ya su primo, había ardido únicamente para tener otra nutritiva charla y verificar quién la tenía más larga. Por cierto, y salvo algunas obvias diferencias, esta velada en la Triviani se estaba convirtiendo en una reunión exactamente igual, y claro, Zoella no la tenía más grande que Aaron, quedaba clara su falta de conocimientos en historia, una rueca que giraría por el mismo fango y volvería ensuciarse. Se llevó la mano al antebrazo izquierdo, tentada a responder al llamado, al legado en el que Maida Yaxley si creía, pero había dejado de confiar.

 

Estoy tan harta de este tipo de cosas —masculló poniéndose de pie y caminando de tal manera que había quedado a medio tapar de su sobrino Mathew—, si no se respeta siquiera el techo donde se vive y el árbol de dónde se cae, es imposible creer en cualquier cosa —dijo, sin importarle si alguno estaba a favor—, lugarteniente o no, él sigue siendo justamente lo que has dicho, tu tío. Tu sangre —aunque lo dijo mirando al Black—, y claro, por muchos departamentos que controles en el Ministerio no eres más que un engranaje en la oxidada máquina mortífaga, primo. Tus ínfulas déjalas para cuando pisamos Londres, sobretodo si viniste a pedir algún tipo de nexo para tus propósitos.

 

Cansada, quizá por eso se había alejado, porque de pronto, unas vacaciones como duquesa del infierno se le apetecían más que ver gente lanzándose hechizos a diestra y siniestra sin ningún objetivo tangible. ¿Superiores a los muggles? Que le crean los que no sabían de sus logros, los que no querían tenerlos cerca a pesar de ser capaces de cancelar sus medievales castigos con hechizos sencillos. Podían ser la mismísima Anne y si gozaran de algún afecto por parte de la Yaxley le gustaría tenerlos en el destierro de una vida tranquila, algo que ninguno parecía querer. ¿Meterse en una guerra? Maida podía sentir la fogata de la ira encenderse dentro de su pálido envase. Tomó la muñeca de Mathew y señaló con la mano libre el bolso que había dejado en el asiento.

 

Aaron, mi apoyo no te sirve de mucho, de nada, siendo completamente honestos, no te sirvo más que para transportarte de la Manor al Castillo Triviani, me queda claro —encogió los hombros—, y no puedo estar de acuerdo con tus absurdas y megalomaníacas ideas, las mismas que condujeron al final a Grindewald y Voldemort, sin embargo, fidelis est sanguis (fiel a la sangre).

 

Y esa era, su verdad. Si era alguien de su sangre quién corría peligro, estaría ella como escudo. Y si era Aaron el que se ponía de punta de lanza, aún más.

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La Triviani sopesó las palabras del Black, quien comentaba sobre pedir la caída del estatuto secreto, bien era sabido por la Triviani lo que había sucedido años atrás, cuando aquello amenazaba con matar cualquier ser mágico, o cualquier persona profana, según los muggles. Aunque la Triviani no había nacido para ese entonces, sabía por las historias que muchos magos y brujas fueron asesinados. aunque la actualidad era otra, los muggles temían de cualquier muestra de poder mágico presentada ante ellos, cosa que a Zoella le gustaba causar antes de asesinar a sus presas.

 

Escuchó la palabra libertad, esa libertad que por años había perseguido ciegamente pero aún no había logrado tocar con sus propios dedos. La propuesta sonó espectacular para la mujer, quien sintió la tentación de aceptarle. Se lo pensó un par de veces hasta que Ashura bajó por las escaleras, saludando a la familia. Las palabras de Maida llegaron y recordó que Aaron era su tío, pero no eran familia de sangre. Miro a sus medio hermanos, bueno, hermanos al fin y pensó en todo lo que daría de ella misma por mantener la vida de ellos.

 

- Acepto - contestó para levantarse de la silla y acercarse al Black - Los muggles deben pagar lo que le hicieron a nuestros antepasados, basta de tener que escondernos como cobardes. Sea con la marca o no, esto es algo que va más allá - agregó, girándose a ver al rubio de su hermano. A sabiendas de que iría con todo el chismerio a Anne, poniendo en total riesgo su puesto y su pellejo.

 

La bruja miró su marca, y se lo pensó. ¿Sería correcto ondear a escondidas de Anne adeptos para su tío? Pensó en el trato con los Italianos, y en los riesgos que sus negocios corrían, pero supo que bajo el manto del Yaxley sus negocios en Londres estaría protegidos y quizás podría expandirlos más, con la organización del nuevo orden mundial.

 

Recordó a Dennis, y como semanas atrás había pedido su mano. Quería protegerla ante todo, y pensó que con ello podría cubrir cualquier peligro que corriera la bruja - La Orden del Fénix es una total farsa, solo son una cabeza más que no merece ser protegida por ese nuevo orden mundial del que hablas. Las cosas deben cambiar, para los puros, para los sangre sucia, para los muggles pero sobretodo para nosotros - finalizó, llevando sus pasos a la cocina de la mansión.

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Ashura había parecido de quién sabe dónde, pues hasta ese minuto no sabía qué relación tenía ella con los Triviani. Me quedé de una pieza cuando les llamó "familia", un concepto que para mí había cambiado desde hace bastante tiempo, uno que utilizaría para la generalidad de brujas y magos que siguieran el régimen al que les invitaba, ya que, desde que nací en la noble cuna de los Black no había conocido mayores lazos a los que me adoctriné con el tiempo, como los Ryddleturn o finalmente los Yaxley. Con ésta última familia había complementado a la perfección mi historial mágico y mi descendencia de la sangre pura, pues Orión, patriarca Yaxley, era mi padrino y tío legítimo a la vez, hermano de Mahía Black quien fue hija de Fernando Black, abuelo de Maida y mío.

- Ashura, que bueno encontra...

Pero Maida había saltado de la nada y la cuestión estaba en que yo sabía el porqué. Tenía miedo, temor a que en efecto, lo que ella llamaba tridente se desarmara. Nuestras vidas correrían peligro, de eso no tenía duda alguna. Pero así como yo conocía su pesar, ella debía reconocer que yo jamás había pensado en morir dentro de un castillo o una mansión, mucho menos sin nada que entregarle al mundo mágico. Me preguntaba ¿qué mejor que morir con y por tus ideales?.Sin embargo no dejaba de tener razón, pues la idea era descabellada, de otra forma ¿quién se imaginaría que un mago o bruja, alguien siquiera, se dignara a levantar finalmente el velo del estatuto secreto de la magia después de trescientos años?. Dumbledore había escrito lo siguiente:

«A medida que la caza de brujas era cada vez más feroz, las familias de magos comenzaron a vivir una doble vida, con encantamientos de ocultación para protegerse y proteger a sus familias. Ya en el siglo XVII, cualquier mago o bruja que optara por fraternizar con los muggles se convertía en sospechoso, incluso un marginado en su propia comunidad.»

Aquello era historia de la magia, y quién olvidaba la historia estaba condenada a repetirla. Yo no lo había olvidado, muy al contrario y mejor aún ¡lo había comprendido!, ya que, no éramos nosotros los hostiles ¡eran ellos! ¡los muggles!, temiendo de la gran diferencia que la vida les había entregado, pero ¿quiénes eramos nosotros para pagar aquel pecado?. Tal vez muchos se preguntarían ¿qué haremos si nos quitan nuestra varita?, entonces ¡para qué demonios adoptábamos conocimientos de libros sin sacarle un provecho en son del bien común!. Ante la tecnología o como quisieran llamarle a esa copia de habilidad que había, nosotros no nos habíamos quedado atrás...¡¿Qué temor podríamos tener hoy en día?!, y por otra parte...el mago traidor a su condición, al que se debía marginar porque se desconfiaba de su lealtad, ¡de que nos vendieran al muggle!...y así, sin ser un vampiro, yo amaba la sangre, la sangre mágica...

¿Pero quién entendería tal cosa?

Por otra parte, Batilda Bagshot señalaba lo siguiente «Tras la firma del Estatuto Internacional del Secreto en 1689, los magos tuvieron que esconderse para siempre. Era natural, tal vez, que formaran sus propias pequeñas comunidades dentro de una comunidad. Muchos pueblos pequeños y aldeas atrajeron a varias familias mágicas, que se unieron para el apoyo y la protección mutua.»

 

¡Tuvimos que escondernos!, ¡con temor de ser descubiertos y asesinados! pues el acuerdo anterior que había llevado a cabo el recién constituido ministerio británico de la magia con un líder muggle, se había visto coartado sin reconocer un mísero acuerdo de paz. Formando lo que hoy se conocía como una de los poblados más importantes de la sociedad inglesa de la magia, Ottery St. Cachpole.

 

Reiteraba, ¿quién entendería tal cosa?...

 

-No creo que esté lejos de terminar como Grindelwald o Tom, Maida...- le dije coincidiendo con ella. De cualquier manera, no pensaba morir fácil-... pero si ese es el precio para reactivar la cadena natural de nuestra especie, entonces sí estoy dispuesto a dar mi vida en ello, sea dedicándola o...- sacrificándola, me dije sin soltar palabra alguna. Observé a Zoella que rápidamente revocaba sus planteamientos anteriores para luego, intentar convencer a Anne de todo ésto- lo haré con o sin ustedes, sobrina. Pero siempre esperaré el apoyo de mis hermanas y hermanos, brujas y magos, fieles...como ha dicho tu tía, a la sangre.

 

¡Me olvidaba de Ashura!

 

-Ashura Lestrange, no sabía que conformabas parte de los Triviani. Seré breve y creo haberlo comentado hace un tiempo atrás...- intenté recordar cuándo sin lograrlo- ...en fin, no importa. El estatuto del secreto debe ser removido de nuestra comunidad, levantaré el velo ésta noche y espero contar con el apoyo del gobierno mágico japonés, es decir, tú...

 

Sabía que le costaría digerir la idea, más estaba seguro que en algún momento pasado le había propuesto aquella descabellada pero fiel idea.

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Y allí estaba ella, siendo testigo, una vez más, de cómo sus hijos se interesaban en las políticas de la sangre. No por nada Zoella y Jeremy eran las manos derechas de Anne y Matthew vivía pegado a su padre. Rodó los ojos en cuanto Aaron le mencionó su posición dentro de las filas tenebrosas y ni siquiera se molestó en responderle. Candela existió en una Marca que ninguno de los que estaban presentes, conocían, salvo por Ashura, quizás. La matriarca ya había estado allí, en la posición más alta, no le interesaba pisarla una segunda vez. De hecho, se encontraba nuevamente entre los mortífagos, por motus propio.

 

La zingara se acomodó en el sillón y le dio otro sorbo a la bebida medicinal que le había llevado Chuck, suspiró al cabo de unos minutos. Le aburría la política, eso estaba claro. Todos los allí presentes se mostrarían a favor de las barbaridades que quería hacer Aaron, excepto Maida que se mostraba reacia a apoyar una estupidez tan grande como los dos dragones que habitaban en las profundidades del castillo; Candela sólo quería ser libre. Quizás, en ese momento, era que lamentaba haber abandonado su anonimato en un pueblo escondido de Rusia, donde se refugió por tantos años.

 

La vida del campo, definitivamente, era para ella. No para labrar, cocinar o limpiar, claro. Pero, al menos, en esa cabaña que constituyó su "hogar" por todo el tiempo lejos de Londres, la mantuvo ajena a las conspiraciones, a los daños sociales y políticos en los que sabía meterse Inglaterra. I've been there... Not anymore. >> Sin embargo, por mucho que intentase zafar de ese tipo de circunstancias, desde su regreso a Ottery, parecía encontrarse siempre envuelta en un nuevo drama.

 

Ashura fue quién la sacó de su ensimismamiento, y las palabras que le dirigió el Black provocaron el mismo efecto en ella que al principio. Aunque esta vez se contuvo un poco más, sólo sonrió.

 

Ashura es mi hija, señor Ministro. No de sangre, pero mi hija... Al fin y al cabo. —fijó los ojos grises en la muchacha y la saludó con un asentimiento de cabeza.

 

Si conocía a Ashura, como creía que la conocía de toda la vida, no estaría muy de acuerdo con la idea -que todavía le parecía est****a- de Aaron; mas estaba segura de que, si ella decía algo, Ashura lo apoyaría. Después de todo, era Triviani.

 

Tal parece que siempre vuelves a mí, de alguna manera. —susurró para el Black.— Y mira que esta vez me he mantenido alejada. Podría haberte matado, claro, pero entonces tus hijos me pedirían explicaciones. Y tendría que haberlos matado a ellos también. —encogió los hombros con un aire inocente— Supongo que me encariñé con las mascotas. —le guiñó un ojo y se puso en pie.

 

Lo que estaba a punto de decir, probablemente no lo hubiese dicho estando sobria. ¿Dónde había un trago de vodka cuando lo necesitaba?. Oh, sí, que estaba medicada. Así que era muy posible que, lo que estuviese por decir, fuese producto de las drogas.

 

Respiró profundamente, lo que hizo que sus heridas resintieran.

 

La sociedad mágica se va a reír del Ministro de Magia cuando vean que está protegido por Trivianis. —largó una pequeña risa ella misma.— Ya sé que no estás pidiendo seguridad, —le cortó antes de que Aaron protestase— no te la estoy ofreciendo. Te la estoy imponiendo. Arriesgué mi pellejo nada más para que estuvieras hoy aquí comunicándonos que, a pesar de mis esfuerzos est****os -y el de tus hijos, ya que estamos-, te lanzarás a las hienas igualmente. —lo fulminó con la mirada— Lo que harás le dará pie a tu competencia para justificar lo que sea que tengan planeado hacer contigo, desde que te convertiste en Ministro. No solamente aquí en Gran Bretaña, será poner un precio a tu cabeza internacionalmente. Y... —dudó y calló lo que estaba por decir. Además, sabía que poniéndose de su lado estaba poniendo un precio a su propia cabeza y a la de sus hijos.

 

Otro respiro profundo. Otro sorbo a su bebida.

 

Te pido que no me tomes por idi***. —retomó, con los ojos mercurio fijos en los del Yaxley. La gitana sabía que había algo más que Aaron no les había dicho.— Pero, a este punto, seré yo quien tenga el privilegio de matarte y para eso, me aseguraré que nadie llegue antes a tí. ¿He sido clara? —volvió a sentarse y le hizo una seña a un elfo.— Lo único, que sea dentro de unos días, necesito estar en una pieza antes. Ah, y traten de recordarme esto mismo mañana. Estoy un poco drogada y es posible que no lo recuerde.—el Chuck asintió y desapareció— ¿Alguien tiene hambre? Muero por comida.

 

 

Tuve que editar, no vuelvo a hacer mención (?)

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Ante la sonrisa de Candela, decidí oírle pues parecía que finalmente la decisión de los Triviani recaería en ella, lo que en definitiva no me parecía del todo mal, es decir, ante cualquier eventualidad que pusiera en peligro a nuestros hijos podría culparla a ella y acusarla de manipular la maldición imperius en sus retoños. Ella tenía la fama, yo solo era un diplomático con poder político suficiente para desviar pruebas. ¿Quién iba a pensar que Aaron Black tendría cierto cuidado de que a sus hijos no les pasara nada?, me estaría volviendo viejo o tal vez, sumarían a una debilidad que debiese esconder.

 

>>La sociedad mágica se va a reír del Ministro cuando sepa que estás protegido por Trivianis<<...

 

-Pero qué cos...

 

>>Ya sé que no estás pidiendo seguridad<<...

 

Sí, mi temperamento era frágil después de haber tenido una vida difícil, sin una infancia coherente o normal, criado por Evarela la mayor parte de mi niñez y castigado a veces por su falta de cordura y fervor por la bebida; quizás de allí había sacado mi gusto por el bourbon, algo que ya no bebía tan a menudo; de cualquier manera no le culpaba pues la bruja fue muy adolescente para tener un crío a su cuidado... Candela seguía hablando ¿le había oído o había hurgado entre mis recuerdos?...

 

>>¿He sido clara?<<

 

-Of course...- respondí con el típico acento inglés, palmé las manos y sobé los dorsos ante lo último que había dicho- espero haya otro puesto en la mesa, ya que según Maida, no he comido en varios meses...-miré el reloj que traía en la muñeca- ¡vaya! hora de almorzar...-me volteé hacia mi prima- haber sabido que nos quedaríamos hasta ésta hora, hubiera robado una de las botellas de colección de Orión.

 

A pesar de todo y lo esquivo que podría ser ante la contingencia que desataría todo ésto, sinceramente mi muerte era lo de menos, pues tan solo con soltar el discurso, enviar las misivas y volver a constituir el sagrado círculo de los sangre pura a quién denominaría como "The Sacred Family", la semilla tendría que germinar por si sola. ¡Esperaba un bosque!

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Sin detenerse se dirigió hasta la sala donde el enorme tapiz familiar decoraba la pared del fondo, allí donde posaban quienes eran los Patriarcas y Matriarcas de la familia en aquel momento para que de ese modo los miembros de la familia supieran a quién acudir. A un costado se podía leer el nombre de sus integrantes, y en letras pequeñas los desaparecidos. Con un ligero movimiento de su varita Matthew hizo que la puerta de la bodega secreta se abriera para él. Miró con indiferencia a su propia sangre tras el burdo comentario, claramente no los conocía del todo bien, atreverse a entrar por aquel umbral era una misión tan peligrosa que los mismos gritos provenientes del sótano armonizaban el ambiente.

Tomó la botella de la bodega y se quedó por unos segundos contemplándola y regocijándose ante los nuevos planes de su padre.

Tras un breve suspiro bajó la mirada y se encauzó de regreso a los sillones, ya desde donde estaba podía sentir la respiración de su madrina, y oler las intenciones de su madre, queriendo torturar hasta morir al joven y apuesto ministro, ¿Candela tendría pasiones ocultas con él? o solo era una sádica satisfacción por el dolor y sufrimiento ajeno. Las preguntas sin respuestas eran demasiado comunes en la mente perturbada del joven gitano, no era algo que le molestara, no realmente.

Paseo la mirada por los rostros presentes, fingiendo una sonrisa a su madre y lanzándole una discreta mirada asesina a su padre. Luego, reparó en las otras dos integrante de la pequeña reunión, tenía la leve impresión de que habían estado solos momentos atrás. Restó importancia a ese detalle e inclinó levemente la cabeza en modo de aprobación, antes de sentarse frente a ellos.

¿Los negocios se verían afectados por dejar caer el secreto? discrepo con su madre Creo que eso nos podría beneficiar, ya que podriamos exportar nuestros 'productos' a las sociedades muggles que se vieran envueltas en lo mismo... hizo énfasis en aquello último. Claro, comprendo tu punto añadió, empinando la botella de ginebra en sus labios Podemos encantar los paquetes con una maldición asesina, que de no ser retirada, morirá. clavó sus ojos en ella y sonrió con sorna.

Por un lado le resultaba molesto que justo ahora se les diera por congregarse, pero por otro lado le entusiasmaba aquella escena que resultaba ser una rareza en la rutina del Castillo Triviani. Extrañaba aquellos viejos tiempos en los que aquel lugar bullía de actividad, siempre repleto de miembros de la familia por todos lados de seguro haciendo alguna que otra locura; sin embargo el panorama que se presentaba hoy en día era el de un paraje desolado, el castillo ya solo era un viejo edificio sin vida.

¿Reunión familiar? espetó el gitano.

Se acercó hacia ella -su madrina- y se sentó en el borde del sofá donde se encontraba recostada. Le ofreció algo de beber, pero sabía que ella no aceptaría por el mero hecho de no beber alcohol. Hizo un gesto con sus hombros para restarle importancia a aquello y solamente posó su mano derecha sobre ella.

Creo que somos superiores a los muggles, por más que ellos hayan sobrevivido años, digamos la misma cantidad que nosotros, sin magia, pero de todas maneras su sociedad tiene demasiadas falencias como para considerarlos como iguales. hizo una pausa Nosotros también las tenemos, pero no por los mismos problemas que a ellos los caracterizan, son una raza dañina y sin respeto por ellos mismos, que dicen ser iguales. A mi parecer, merecen morir todos juntos. analizaba sus facciones mientras le respondía Y pues claro que no recibira apoyo de todos los ministros, pero no hay nada que tres de sus hijos no puedan solucionar. le dio una palmada y se levantó de su lado.

Mordió su labio inferior al escuchar el intercambio de palabras que tenía con los lugartenientes de LMT, realmente esperaba que aquello se convirtiera en una batalla campal y que el más apto sobreviviera... Como una especie de purga sobre los magos y brujas de todo el Mundo, y realzar un nuevo linaje de magos y brujas puros con gran potencial. Pero no... Matthew estaba divagando, y por más que lo detestaba, era su padre. Se limitó a escuchar la conversación de los demás, analizando sus posibilidades, claramente, debía escuchar la decisión de su madre, y ahí, tomar un camino...


@Todxs.

Bueno chiques, en el proximo rol incluire lo demás, se me acabó el tiempo y no quería dejar pasar más.

Editado por Matthew Triviani

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Una ducha larga y a conciencia me había dejado impoluta de todo rastro de responsabilidad y culpa. Como ya había sucedido antes en numerosas ocasiones, lo que había acontecido en las inmediaciones del bosque comenzaba a diluirse conforme mis pensamientos se balanceaban entre asuntos que se me antojaban de mas trascendencia, como por el ejemplo el hecho de que ninguno de los elfos del castillo había traído la cena a mi habitación. ¿Acaso mi padre había ordenado dejarme sin cenar en otro de sus caprichosos castigos?


Exhalé hondo, reteniendo en mi mente el mal de ojo que se me antojaba lanzar sobre su cabeza y convenciéndome de que bajar yo misma a la cocina a buscar mi propia cena tenía sus beneficios. Los cuales no me venían a la mente, pero estaba hambrienta, así que realmente no tenía otra opción.


Me metí en la pijama, un mameluco de una sola pieza en forma de dragón que Thomas me había obsequiado un par de días atrás y que me encontré prometiendo que me pondría para dormir. Cosas como aquélla me hacían dar cuenta de mi gran debilidad por complacer a mi gemelo, aunque debía de admitir que realmente el atuendo no me disgustaba en absoluto, además de que no me importaba mucho que la familia me viese por el castillo con él puesto. No obstante, hasta ese momento nadie lo había advertido.


Bajé a la cocina sin tomarme la molestia de hacer los rodeos correspondientes cuando se me antojaba ser interceptada por nadie, y pasé de largo por la puerta del salón principal, donde pude cerciorarme de que, tal y como había advertido, había visitas importantes en el castillo. No necesité ver la hora para saber que era tarde para reuniones casuales que no tenían relevancia alguna, por lo que traté de agudizar el oído mientras pasaba por allí sin molestarme en detenerme a chusmear más pese que algunas palabras llamaron mi atención.


Dentro de la cocina algunos Chucks estaban vueltos locos, haciendo de todo y al mismo tiempo nada. Me moví entre ellos sin que le tomaran importancia a mi presencia hasta que comenzaron a tropezar con la cola de mi pijama mientras me servía café y tomaba algunas rebanadas de pan tostado que no dudé en untarles un poco de dulce de leche. Salí de la cocina, curiosa por la conversación en el salón, no dudando en sentarme en el suelo al lado de la puerta donde nadie pudiese verme por un rato, para escuchar de qué iba el asunto que tenía a casi toda la familia reunida mientras yo me alimentaba.


Al pasar los minutos, una cosa era segura, aquélla era la conversación más interesante que había escuchado en semanas.

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