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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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El recorrido en el espléndido jardín estaba llegando a su fin pero como siempre el vampiro con la compañía de la bella Maida conseguía una paz inigualable ,¿sería acaso la inocencia que presentaba su sola imagen?. Pero luego de escuchar atentamente las palabras de la joven la sorpresa que mencionara a quien el sabía que se trataba su madre y aun mas siendo ahijada de ella.

 

-Se ve que le fue bien se encarga de tener ahijados pero a su hijo lo dejo en manos de su padre pues a lo que voy es que soy hijo de Alyssa espero que ahora sea una madre de verdad pero bueno estaré encantado contar con tu presencia y que por ahora me enseñes todo esto.-

 

Al mirar fijamente a los ojos de la dama iba bajando hasta sus labios causando que el recuerdo del beso que había sido por un momento correspondido volviera a el, pero para no ser obvio con una sonrisa y pasando la mano por su cabello en forma de peinarse .

 

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Lo observaba con el gesto imperturbable. El muchacho tenía un aspecto deplorable, ¿estaba enfermo? No lo sabía a ciencia cierta, aunque por el hedor a sangre contaminada bien podría haber dado con una respuesta afirmativa. Enarcó una ceja y gesticuló una mueca de asco cuando Lestrange, como decía llamarse, apoyó una mano sobre una sustancia viscosa y negruzca. La primera reacción de la Triviani fue arrugar la nariz, y estuvo a punto de darse media vuelta y marcharse, de no ser porque Chuck -maldita criatura que parecía más elfo de malditos muggles que de una familia mágica y tenebrosa- tiró una vez más de los jirones de su vestido.

 

Candela arrebató la tela de las manos de la pequeña bestia y le dirigió una mirada amenazante, lo que menos necesitaba era una distracción. Y ese chico suponía una, y bastante grande. ¿Qué interés podría demostrar en sus razones para estar allí? Ninguna. La gitana no se interesaba por nadie y nadie merecía la pena para dedicarles un mínimo de su tiempo. Sin embargo y porque, como habíamos dicho anteriormente, su curiosidad lograba de ella cosas imposibles, se quedó.

 

― En caso de que ésto se descontrolara... ―repitió acercándose unos pasos― ¿Y qué es "ésto"? ―Terminó de acortar la distancia que quedaba y lo sintió.

 

Atravesó una de sus manos por entre las verjas y tomó al muchacho de la barbilla. No, no lo conocía. Las facciones eran distintas, la mirada y esas ganas de... Estaba contaminado. La Triviani lo supo en el momento en el que contempló sus ojos. Sí, le resultaba familiar, pero no por su aspecto sino más bien por su condición. Esa a la que le conducía la transición por la que estaba pasando, ¿cuánto tiempo había pasado desde que fue mordido? ¿Dónde estaba el vampiro que lo dejó con ese matiz tan enfermizo?. No duraría para siempre, eso lo sabía, pero... Maldito Felias...

 

― ¿Que yo te ayude? ―preguntó con un dejo de burla en la voz― Creo que te has equivocado de persona, mi querido. Pero...

 

No había terminado de hablar, cuando apareció un hombre de rostro bastante conocido. Candela barajó la posibilidad de dejarle el muerto a Ishaya, quizás el universo estaba conspirando para que pudiese zafar de esa situación tan particular. Pero entonces, de hacerlo, no sabría el paradero de su primo. Lo cierto es que no le interesaba en lo más mínimo, pero Felias era su único vínculo con un pasado que estaba buscando recordar más a consciencia. Nadie más que él podría decirle cosas que los demás, por soberbia o ignorancia, le ocultaban descaradamente.

 

― ¡Ishaya! ―saludó con una fingida voz de alegría― Llegas a tiempo, ¿ves ésto? ―hizo un gesto con la mano señalando a Lestrange― Se bueno y llévalo al interior del castillo, pero ten cuidado... puede que te quiera cenar. ―simuló unos colmillos con sus dedos índice a la altura de la boca.

 

Chuck, que había estado observando la situación, se dispuso a cargar con el muchacho de ojos de color disparejo.

 

―Lestrange, ―lo nombró y pudo notar la débil atención que le prestaba éste― ¿quién te envió aquí?

 

 

 

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Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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-¿Que me he equivocado de persona?- repitió Lestrange.

 

Si, había posibilidades de que aquello hubiese ocurrido porque Snape no le habría enviado a un lugar con personas cuyos tratos eran poco menos que humanos. La mujer que se encontraba de pie del otro lado de la verja no parecía dispuesta a extender una mano solicitante si primero no reconocía quién era él o a que había acudido. Las cosas se estaban saliendo de control y Agatone no sabía cuánto más podría durar. En ese momento apareció otro hombre al que Lestrange apenas pudo ver, pues la silueta del elfo le impedía ver correctamente. El joven rubio se incorporó lo que pudo y apoyó la espalda en la fría y herrumbrada verja.

 

-Posiblemente me haya equivocado, pero sos la única demonio que puedo sentir en varios kilómetros alrededor- cerró los ojos, adolorido. El parsimonioso fluir de la sangre por sus venas se aquietaba de a poco e iba perdiendo sensibilidad en su hablar, cuya fría voz exhalada humaredas de aliento vil, negruzco. Parecía que no le iban a ayudar si no cooperaba por lo que se dispuso a responder hasta donde su moral le permitiría. -Snape. Él me envío aquí. No sé cuáles son vuestros métodos, apenas le conocía. Pero sé que aquí podrán... contenerme.-

 

Era demasiado utilizar aquellas palabras aunque en su interior de verdad se sintiese cada vez más un monstruo. Pero admitirlo en voz alta lo volvía más aterrador, más real. Se sentía menos humano conforme pasaba el tiempo, conforme perdía las emociones que le habían llevado hasta allí.

 

-Será por poco tiempo. Necesito contención hasta que esto termine.- solicitó.

 

@@Candela Triviani (perdón por tardarme xD).

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Justo cuando estaba llegando a la entrada de aquel hogar, Candela me llamó con un grito de ayuda muy cordial para que me acercara hasta donde se encontraba un hombre de rostro familiar pero que mi mente no pudo terminar de comprender de dónde es que lo ubicaba.

 

- Anda, adentro te podrá contener todo lo que gustes.

 

Con cuidado pasé su brazo izquierdo por encima de mi hombro mientras que, por otro lado, colocaba mi brazo derecho en su cinutra para tener todo mi cuerpo como soporte.

 

- No sabía que este tipo de visitas llegaban hasta aquí, - dije en todo de broma procurando que no sonara demasiado fuera de lugar - si es cierto que son los únicos demonios en los alrededores, bien puedo quedarme para protegerlos de alguna parvada de ángeles que quieran venir a cazarlos.

 

Mi humor era bastante simple, directo y soso, sin intenciones verdaderas para hacer reír a nadie sino por el simple hecho de llenar los silencios.

 

@ @@Candela Triviani

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  • 2 semanas más tarde...

Agatone Lestrange

 

La mujer que ya estaba seguro era un demonio no parecía dispuesta a ayudarle. Es más, parecia ser capaz de dejarle sufrir en aquel jardín del castillo si ella no recibía nada a cambio. ¿A dónde le habían enviado? Por suerte el hombre a quien ella acudió no resultó ser tan malo y le ofreció un solicitado brazo.

-Gracias... señor... - fue lo único que pudo decir mientras sentía los escalofríos que le recorrían el cuerpo y que parecía quitar las pocas emociones que podía sentir.

Alzó la vista al hombre cuyo nombre no recordaba; la mujer le había llamado por el mismo pero no se había grabado en su memoria. Se sintió curioso de quien le hubo asistido, intentando recordar el rostro en caso de tuviera que agradecerle en un futuro. No fue mucho lo que pudo ver a través de su nublada vista mas la cabellera rubia que reflejada contra el sol indicaban una similitud con la suya propia que le hizo emitir una dolorosa sonrisa.

-Ah, por...Zeus...- exhaló reprimiendo la sonrisa que no hubo durado más de dos segundos. Esta le había provocado un dolor en su pecho que se extensió por su brazo hasta la varita de cedro que había asido con su mano izquierda, la cual rugió contra la hierba en un rayo débil y azulado. Volvió a alzar la vista y cuestionó la bondad de la mirada azul violácea que le guiaba.

-¿Ángeles?- repitió curioso, apoyando su cuerpo en el del hombre, sintiendo que caería si fuese por sus propias fuerzas. -No conozco la diferencia entre...- cerró los ojos con fuerza para reprimir la punzada de dolor en su cabeza, en su garganta. -... demonios y ángeles. ¿Acaso la hay?- estaba muy cerca de del cuello del hombre, podía sentir la sangre fluir con fuerza, vibrante y punzante, causando un fuerte estupor en su alma que ansiaba salir. De repente se sintió más vivo.

-Triviani...¿A dónde me llevan?- quiso saber.

_____________________________________

@@Candela Triviani @ Zamolódchikova Me siento horrible por haber tardado tanto en contetar, me he convertido en mi peor pesadilla! (?). Que va, puede llegar una trama buena xD

Editado por Felias Snape Triviani
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  • 1 mes más tarde...

Chuck estaba de pie, con las manos cruzadas sobre su prominente barriga, observando la escena casi "médica" de su ama (a quien nombraremos "Marguerite" por razones de seguridad), mientras que ésta trataba de decidirse entre frasquitos de distintos colores, todos dispuestos ordenadamente sobre una mesa de metal pegada a la pared. El tintineo que producían los pequeños envases de vidrio al chocar en la mesa le resultaba irritante, por lo que se había colocado un par de tapones de algodón en ambos oídos.

 

Claro que esta medida le impedía también escuchar todo lo demás, como las constantes protestas de su elfo por su actuar o incluso los gritos de súplica (ella quería creer que se trataba de eso) de su rehén. ¿Y por qué rehén? Candela, digo, Marguerite estaba completamente segura de haber escuchado al neófito pedir ayuda; así que, como el fin justifica los medios, la bruja no cuestionaba sus propios procedimientos, aunque parecía que Chuck sí.

 

Cuando el elfo tiró de su falda por enésima vez, la Triviani volvió a mirarlo con gesto cansino; de no ser porque era el único en soportar sus torturas con placer, ya lo habría matado hacía mucho rato. La criatura señaló al joven que se encontraba con los ojos vendados y le dijo a su ama, muy por lo bajo claro, que si su primo se enteraba de lo que estaba haciendo con su cría podría enfadarse demasiado y que sólo él recordaba el carácter del joven Felias, por supuesto era mucho más amable que la gitana, pero el enfado lo volvía ciego.

 

— ¡JA! Pues me va a encantar que Felias venga... —soltó mientras sacaba una jeringa de una caja fuerte incrustada en el muro de piedra, ignorando los intentos de Chuck por que no escuchase el invitado— Esto de andar dejando vástagos regados, ¡y que vengan a mí! —sacudió la cabeza para contener su ira.

 

Era una nueva mazmorra, la anterior había sido completamente destruida por ella misma y por el otro heredero de Alyssa, Danyellus, así que debió buscar con urgencia una un poco más amplia y, tal vez, con más refuerzos que la anterior. La puerta de acero estaba cerrada, incluso con magia, y la luz que había dentro se debía únicamente a un par de antorchas que pendían de las paredes, como para que no estuviese todo a oscuras.

 

— Muy bien, Lestrange, —se acercó al muchacho con la jeringa en una mano, cuyo contenido era de un púrpura oscuro, y su daga del sacrificio en la otra— empecemos a jugar...

 

El vampiro estaba en medio de la habitación, con ambos brazos sujetados del techo por una cadena de acero que le impedían escapar o defenderse. Sus piernas, sujetas a aros del mismo material enterradas en el suelo, lo dejaban totalmente vulnerable.

 

 

@@Felias Snape Triviani

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 3 meses más tarde...

Era un placer para el mi el estar afuera del castillo de mi familia adoptiva en Inglaterra, el linaje de los Triviani, para tenerla como fortaleza ante las dificultades que se podrían presentar en una guerra mágica que había sido ganada por los mortífagos, grupo de magos y brujas superiores con el estandarte de defender la sangre pura, la sangre mágica, los verdaderos dueños del poder en todo el mundo más allá de las fronteras británicas.

 

Caminaba por los jardines frontales con la máscara plateada cubriendo mi rostro mientras se ondeaba mi hermosa túnica oscura con destellos en verde esmeralda, solo cuando algún rayo de luz golpeaba la tela y, bueno, en aquella tarde nublada eran pocos los destellos que reflejaba. Estaba orgulloso de lo que había logrado, de lo que había llenado, estaba listo para mostrar el orgullo Triviani por todo el país.

 

Me contuve durante un momento por alzar mi varita hacia el cielo y mandar la marca tenebrosa, pero me contuve, no podía actuar solo bajo esas circunstancias por lo que simplemente dejé que mi cuerpo desapareciera en una nube negra e ingresar como un rayo de niebla espesa en el interior del castillo donde, con total seguridad podría quitarme la máscara de mi rostro.

 

@@Candela Triviani

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  • 1 mes más tarde...

— ¡Chuck! ¡Ven aquí, tú, pequeña rata inútil! —los gritos se escuchaban por todo el castillo, pero ningún elfo respondía al llamado de la matriarca.

 

Estaba convencida de que debía arrancarles los dedos a todos por el atrevimiento, eso de no acudir cuando el amo lo solicitaba era un acto de rebeldía, pero ¿qué hacía si eliminaba a todos los elfos? Debía dejar por lo menos uno, eso sí. Su madre alguna enseñanza le había dejado, deshacerse de los desobedientes sirvientes; bueno, quizás la enseñanza era lo contrario a eso, pero Aland no estaba para refutarle la idea.

 

Y tampoco Chuck.

 

De momento estaba sola, hasta que le impactó una especie de niebla en la espalda que le hizo caer de rodillas. Estaba por levantar la voz con todo tipo de improperios, cuando se dio cuenta de que, quien la había empujado, era nada más y nada menos que Ishaya.

 

¿¡Estás tratando de matarme!? —para exageraciones, llamen a Candela.

 

Hacía mucho tiempo que no lo veía en el castillo, tenía la impresión de haber sido abandonada por todos. Claro que lo prefería así, tener la casa para ella sola sin nadie que la vigile, era de lo mejor. Pero, de vez en cuando, también estaba bueno tener alguien con quien charlar.

 

¿Qué haces aquí? —inquirió con curiosidad, sin quitarle la mirada asesina de encima.— ¡Oh, cierto, también vives aquí!

 

 

 

@ perdón la tardanza T_T

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Apresuró el paso y golpeó la puerta con los nudillos firmes, sin dudar, era la primera ¿O segunda? vez que pisaba los terrenos de la familia Triviani y no podía garantizar que en cada ocasión los rollos con los miembros del linaje Italiano en Ottery fuesen un lío. El día que enfrentó a la esposa de su padre puso de cabezas todo un casino, incendió las paredes, destruyó los muebles y se topó cuerpo a cuerpo con Alyssa. Pero para entonces no estaba predispuesta a pelear o herir a alguien, tampoco tenía intenciones de desenfundar la varita o la daga, así que eso le hacía sentir ligeramente nerviosa.

 

La tarde calentaba su espalda mientras aguardaba con paciencia a que le abriesen la puerta, el sol se encontraba a mitad de camino de desaparecer por lo que aquella sería la hora ideal para tomar un café y presentarse al muchacho que hubo conocido tiempo atrás. Recordaba vagamente la personalidad de Marco entre medio de un grupo de alumnos, bien parecido, educado, galante y ¿Protector?; le daba escalofríos o bastante enfado pensar que podría haberse puesto en descubierto como un miembro de La Marca Tenebrosa por los berrinches de una niña rubia.

 

Acomodó su cabello corto y alisó su camisa blanca fijando un par de orbes esmeralda sobre sus zapatos de tacón oscuros como el pantalón que vestía, formal pues no hacía demasiado estaba trabajando, y para nada abrigada pues el aire se sentía cálido debido a la época del año, aun no se anunciaba el invierno, ni siquiera una postal, así que era mejor disfrutar del calor antes de que la nieve lo tiñese todo de blanco.

 

@@Marco Alcott

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¿Hacía cuanto que no pisaba este césped o olía este aire? Miré el imponente castillo sentada en el opulento jardín, este lugar lleno de masacres y locura había sido mi primer hogar cundo decidí mudarme a Gran Bretaña, la matriarca había abierto sus brazos y me enseñó lo que pudo sobre un buen perfil para la mafia. Necesitaba venir, volver a ver mi raíces y tener recuerdos de todo lo que pasó cuando vivía aquí. No podía compartirlo con nadie, venir sola era una de las mejores opciones. Aunque de seguro abría nuevos integrantes en ella que me acusarían de invasora. El apellido Triviani le pertenecía a mi nombre desde que Alyssa Black Triviani decidió otorgármelo, aún estaba conmigo.

 

Había encontrado a su familia, a la que compartía su sangre, pero aún así eso no evitó que me fuera. El largo tiempo que pasé en Grecia me hizo reflexionar sobre las responsabilidades que tenía encima, y una de ellas era estar para esta familia en todo momento. Creí que a final de cuentas me acusarían de traidora por haberme ido, y estaba claro que obtendría un castigo por eso. Pero mientras eso llegaba podía disfrutar del paisaje, desolado pero hermoso.

 

Me levanté del césped y comencé a caminar en dirección al bosque del castillo, quizás una caminata por esos densos troncos me harían bien, con suerte encontraría a su madre pero, cómo estaban las cosas, era mejor no hacerse ilusiones. Con el apellido aún en mi nombre podría divagar en cada punto del terreno, desaparecer aquí y aparecerme allá, sin embargo después de tanto tiempo de no poner un pie en la fortaleza Triviani podría considerarlo como un instinto suicida el aparecer el cualquier lado.

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