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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Fue una pequeña hazaña personal salir de aquel granero en una sola pieza. En cuanto a mi imagen un simple hechizo bastó para que no quedaran rastros de excremento, pero mi dignidad era ya un caso perdido. Traté de mantener el paso lo más recto y estable posible solo para fracasar estrepitosamente, después de todo seguía tan borracha como una cuba y cualquiera en un radio de kilometro a la redonda podía escuchar mi desafinado cantar.

 

- ¡Pokemón! Tengo que atrapaaarloooos – más que cantar debería decir gritar – Pooookeeeeemoooooon

 

¿De dónde es que había sacado aquella canción? Ni idea, pero por alguna razón era todo en lo que podía pensar en esos momentos. Luego de lo que en mi mente pareció ser una eternidad al fin logré llegar a la entrada trasera del castillo, la que daba a la cocina a través del patio; la puerta estaba abierta pero yo tuve la genial idea de entrar por la ventana. Rompí el vidrio, quité el cerrojo y empecé a escalar. A mitad de camino fue que me di cuenta que aquello no era una buena idea pero ya era tarde para echarse atrás, del otro lado me esperaba una pila de ollas y sartenes que me desafiaban en silencio a tratar de esquivarlas. Salté y en mi mente lo imaginé como una demostración de agilidad pura, pero una vez más fracasé majestuosamente y caí de lleno sobre los utensilios.

 

El estruendo fue ensordecedor y pareció extenderse indefinidamente, claro que no ayudaba mi torpeza al tratar de ponerme en pie. En cuestión de segundos me vi rodeada por una furiosa horda de Chucks, me observaban con sus grandes y saltones ojos mientras que sus manitas se curvaban como garras al acecho.

 

- ¡¿Qué están esperando mugrosos elfos?! ¡Ayúdenme a levantarme! – pero poca credibilidad podía emerger de las ordenes de un borracho.

 

Me ayudaron, sí, pero no de la forma en que yo esperaba. Entre varios me levantaron sobre sus cabezas mientras que otros inmovilizaban mis pies y manos, ah pero jamás lograrían callarme.

 

- ¡Suéltenme malditas alimañas! – me contorsionaba como un gusano y aun así no lograba librarme de su agarre ¿Dónde es que me estaban llevando? - ¡Les cortaré las orejas y los obligaré a comérselas mientras que los cuelgo por las patas de la torre más alta!

 

Demás está decir que dicha amenaza solo sirvió como combustible para el fuego.

 

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Chucks en revolución (?)

 

¿Cuánto tiempo, años, habían pasado sin que recibieran una paga? Siempre debían estar dispuestos a los antojos de la familia y, si no se habían marchado antes, era porque le habían agarrado un cariño inmenso al castillo -que ellos tenían que sacar adelante cuando quedaba en abandono- y, por mucho que les costara reconocer, a los miembros del árbol mismos.

 

Pero nada de su trabajo era bien reconocido, no pedían elogios, pero al menos que les dieran vacaciones de vez en cuando. Ellos lo tenían claro, estaban todos de acuerdo y, aunque habían dudado algunas veces, luego de encontrar el desastre provocado por la más vieja de las matriarcas, lo hizo ver todo más claro.

 

― ¡NADA! ¡O NOS VAMOS DE HUELGA! ―gritaron varios al unísono.

 

Ah, claro, no había que olvidar a los vástagos más jóvenes que estaban haciendo quién sabe qué cosa. Hasta exigían limpieza. Así que aparecieron trapos en las manos de todos, para que limpien ellos mismos.

 

Era la guerra, pues.

 

 

Candela

 

 

Había pasado demasiado tiempo acostada en el descanso de la escalera. Cuando abrió los ojos estaba tirada en medio de un charco, producto de la fuga de agua que hubo provocado unos momentos atrás. Se levantó como pudo, ayudándose de la baranda a su costado y la pared, olvidando por completo en qué momento podría haberse desmayado. Claro que eso era lo normal, ¿cierto? Perder la conciencia a causa del alcohol. ¿Era normal, también, querer vomitar y tener hambre al mismo tiempo?

 

Candela terminó de bajar los últimos escalones que faltaban, con tropezones de por medio, y se dirigió a la cocina. En el camino ignoró a las caras poco amigables que le escudriñaban con la mirada, parecía un zombie cuyo propósito, únicamente, era la comida -o la pileta para vomitar en ella-. No obstante, no pudo evitar notar el peculiar aroma de lo que estaban bebiendo. Arrugó la nariz, molesta, pues alguien había sacado sus provisiones de ginebra. Aunque lo urgente era otro tema.

 

La gitana se detuvo en la puerta de la cocina, con la vista fija en lo que parecía una turba de elfos dispuestos a hacer lo que sea que pretendiesen hacer con su tía. ¿En qué momento había llegado Alyssa al castillo? Quizás fuese cuando ella estaba inconsciente. Y lo único que hizo fue reírse ante tal escena, sobre todo por el gesto desesperanzado de la bruja, aún con las amenazas. Su carcajada fue tal que terminó en una tos, de esas de perro, que piensas que la persona en cuestión ya se nos muere. Bueno, así. Aunque claro, eso sólo acrecentó la sensación vomitiva.

 

― JAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!! Ay... Esperen... ―tosió otro poco. Otro poco más.― ¿¡Pero qué raios!? ―se acercó al grupo de Chucks que puso a Alyssa sobre la mesa de la cocina, y la habían atado de pies y manos.― ¿Qué harán con ella? ― preguntó tras un par hipadas y tosidas más― Si me dejan ayudar, les regalo un calcetín.

 

Pero apenas terminó la palabra devolvió todo el alcohol que había bebido hasta entonces, lo esparció por todo el piso de la cocina e, incluso, salpicó a unos cuantos orejudos y la ropa de su tía. Así que, si unas ollas y utensilios tirados habían enojado a los elfos, ¡imagine lo que hacía el hecho de que le vomitaran todo el piso!

 

NOOOO! ¡Esperen! AYYYYYY... ―pero no servía gritar, Candela estaba super ebria y atada a dos sillas ya.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Sin echar un nuevo vistazo hacia atrás el vampiro dejó el cuerpo en el medio del salon. Podía notar la tensión del ambiente. Siempre que se juntaban los Triviani el ambiente se volvia raro y cualquier chispa podía desatar una guerra familiar. No había nada que le gustara más que pelearse físicamente con su misma sangre. Sin contar que siempre terminaba lastimado o al borde de la muerte, pero eran detalles de menos.

 

-Pues apúrate, hermana -Comentó luego de escuchar a Matthew - Todos queremos saberlo para poder hacerle alguna visita. -La miró fijo a los ojos frunciendo la ceja.

 

Si, Jeremy siempre optaba por no darse por enterado de nada. ¿En serio iba a volver con todas las “mentiras” sobre que él era el padre? ¿Cómo se lo tomaría su madre en caso de que quisiera creerle? Cuando la vio pasar al instante con olor a alcohol y caminando como si bailara murga, se dio cuenta de dos cosas. La primera que el alcohol era un miembro más en la familia, lo suficientemente importante como para tener un lugar en el árbol familiar y la segunda que a Candela solo le importaría si el niño era de oro y cuanto era su valor en el mercado negro.

 

-Creo que ese tema podría quedar para más adelante ahora mismo lo que es más importante…- No pudo continuar con los gritos que de repente se escucharon por todo el castillo.

 

Un clamado de furia se expandió como si fuera una luz por las paredes. Por todos lados se escuchaban aullidos, palabras, frases tales como “La morte dei proprietari” “Vendetta” “Alle armi”. Parecía una revolución que había explotado de repente como si fuera una sorpresa.

 

-¿Qué demonios es eso? -Preguntó Jeremy mirando para todos lados.

 

Del techo y los pisos superiores aparecieron Chuck tirando aceite hirviendo (Muy 2° Invasión Inglesa a Argentina en 1807) y revoleando cuchillos que venían afilando hacía meses, por lo visto. Tomó uno de los sillones de dos plazas y lo volcó al suelo para usar como escudo -trinchera. El protego no funcionaba con daños físicos. Era el mejor momento para perder los hechizos oscuros.

 

-¡Matt! ¡Zoe! ¡Susan! ¿Terminaron Hogwarts? -Sí, no era el mejor momento para ponerse a charlar sobre la educación mágica. Pero Jeremy necesitaba saber si tenían permitido usar un Morphos. -¡Morphos!

 

Un sillón de un cuerpo, se convirtió en un simio albino musculoso con dientes afilados. Su orden era fácil, debía correr y aplastar algunos chuck para que dejaran de atacarlos.

 

-Hay que ir por Candela -Les aviso a los demás, agachado en la pobre trinchera que estaba a punto de llegar a su fin. Los chuck tenían preparado bombas caseras.

 

 

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Revelación del Consejo de Chucks. (?

 

Bueno parecía que su hermana no tenia intención de contar quien era el padre de las criaturas, y estas se habían dormido en el sofá... Después de un largo rato el te con la pócima para dormir que Matthew les había dado surtió efecto. Miro con el refilo del ojo la botella que estaba a un costado, ya casi no quedaba nada y un aroma a azufre se lograba sentir a pocos metros de distancia de donde estaba el gitano. Su madre estaba nuevamente en el Castillo. Si bien bajo las escaleras con cara de zombi se dirigió directamente a la cocina, donde allí provenían gritos de ¡quien sabe que!

 

Oigan, ¿están torturando y no me invitaron? se cruzo de brazos y frunció el ceño.

 

Cuando estaba por tomar un empujón del sofá, un trapo con agujeros apareció en su mano. Movió su boca de una forma extraña; Khe eso seguramente era obra de los Chucks... Suspiro enojado y escucho unos cuantos gritos más, parecía ser que esto se había vuelto un motín ahora Candela formaba parte de él. Matt analizo sus posibilidades un momento, y sacudió su cabeza al verse interrumpido por el rubio.

 

¿Hogwarts? Amá nos enseño el Avada antes de ir a la academia asintió la idea de Jeremy y se tiro rápidamente al suelo tras ver como el sofá se convertía en una especie de mono.

 

Matthew busco un palo que había escondido debajo de la alfombra y se dirigió a la cocina arrastrándose, para no ser visto con facilidad (?) Los Chucks comenzaron a tirar bombas que contenían harina y algunos otros polvos extraños que su madre traficaba Malditos hijos de su pinche madre... murmuro entre dientes. Impedimenta azoto su varita al elfo y asi lograron pasar el umbral de la cocina. Ahí estaban, su madre atada en una silla y su tía media vomitada en una mesa.

 

 

 

 

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Y así, quien no deseaba que llegara pronto llegó, con un cuerpo inerte cargado cual costal de papas. Un saludo vino de su parte y luego simplemente pasó al castillo ignorando el cuerpo de su rubia hija frente a nosotros. Solté un suspiro, las cosas entre ambos se estaban tornando tensas lo cual me incomodaba bastante.

 

Unos balbuceos fueron soltados por mi madre mientras se tambaleaba hasta la cocina, después de que cayera inconsciente sobre la escalera pensé que se levantaría hasta mañana. Frankie pasó y Matthew intentando hacer no se que cosa le dio una poción a ambas niñas que quedaron totalmente dormidas.

 

- Sobre el padre de ellas, les contaré después - Miré al rubio para luego desviar la mirada a la cocina por donde se escuchaban-ruidos y gritos chillones de los chucks, las incompetentes criaturas que cuidaban el castillo. Una horda de los mismos bajó por las escaleras agitando cuchillos afilados en sus pequeñas manos. Sonreí de sobremanera al ver como un pequeño elfo era decapitado gracias a la torpeza del chuck a su lado. Señalando solté una carcajada - Inútiles - Les grité a todo pulmón mientras me agachaba a cubrirme con el sofá.

 

- ¿A que viene tu pregunta? - Solté sin entender el porque nos interrogaba ahora con eso. A los segundos otro sofá fue convertido en un mono albino que comenzó a descuartizar a los elfos de a poco.

 

- ¡OOOOOH! - Grité llevando mis manos a mi cabeza - ¿Los vamos a matar? - Pregunte a Jeremy cuan niña caprichosa queriendo algo. Saqué mi navaja de bolsillo, una que hace poco había robado en una de las tantas visital al pueblo muggle que queda cerca. Me levanté y corrí directo a donde venían los elfos, apuñalandolos y cortandoles las orejas - ¡MUERAN BASTARDOS! - Gritaba a todo pulmón mientras pasaba entre ellos.

 

En un momento sentí un fuerte tirón de mis pies y caí al cielo - m****... - No logré terminar de pronunciar cuando ya tenía a 10 elfos avalanzandose sobre mi tal cual como jugadores de fútbol americano.

 

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Tanto zarandeo comenzaba a revolver el contenido de mi estómago, el cual por cierto era puro y exclusivamente alcohólico. El mundo daba vueltas y vueltas sin parar, el canto de guerra de los Chucks no era más que un distante barullo en mis oídos mientras que en mi cabeza trataba de descifrar como es que mi cuerpo estaba firmemente asentado sobre una mesa y sin embargo no podía sacudirme la impresión de estar girando sin control.

 

- Woooo ya ya ¡se me calman! ¡Dejen de dar tantas vueltas! – exclamé ante un público que no me prestaba siquiera dos segundos de su atención.

 

Tuve que hacer un esfuerzo surreal para concentrarme en lo que estaba pasando a mi alrededor, pero el panorama que encontré no ayudó a mejorar mi estado. Estaba atada de manos y pies sobre la mesa de la cocina, mi varita brillaba por su ausencia y mi mente estaba demasiado turbia como para hacer magia de todos modos. Para colmo, como si la situación no fuera lo suficientemente horrible, nada más y nada menos que Candela apareció en la puerta de la cocina.

 

- ¡Agh! Por la maldad de Voldy y todos sus mortífagos ¿Candela? ¿En serio? ¿No podrían haber enviado a alguien más útil? – No era creyente pero de pronto me encontraba hablando con algún tipo de presencia omnipotente.

 

Contemplé resignada como mi sobrina se desarmaba en un ataque de risa que pronto evolucionó a una tos convulsa que por poco la mata; no satisfecha con semejante despliegue de burla la Triviani remató su gran entrada con un sustancioso vómito que cubrió varias cabezas de los elfos que se cernían ante ella, y por supuesto algún que otro resto fue a parar sobre mi persona. Me hubiera encantado que se muriera ahogada por su propia tos pero no, en su lugar me tuve que conformar con ver como los Chucks se apoderaban de ella atándola a una silla junto a la mesa donde yo estaba.

 

- Mis congratulaciones – siseé a mi sobrina – Has batido el record de inutilidad en esta familia.

 

Lo sentía…, lo olía; un resto de vómito justo por encima de mis labios, en la puerta de mi nariz para que pudiera apreciarlo mejor. Candela…, solo su desquiciada hermana podía concebir un engendro como éste. ¿Y ese nombre que parece título de rumba latinoamericana? Era la marca registrada de Aland, que incluso en su ausencia se las arreglaba para seguir torturándome indefinidamente.

 

- ¿Y ahora qué hacemos? – espeté de mala gana.

 

Oh, Karma debía ser el Dios a quien había estado orando. El revoltijo en el estómago y la samba que se libraba en mi cabeza por fin comenzaban a surtir efecto, sentí las arcadas convulsionando mi garganta y no hice nada por detenerlo; solo giré mi cabeza y apunté lo más certero que pude hacia la silla en la que estaba Candela. Mi vómito fue mucho más espectacular que el suyo, y sin duda alguna dio en el blanco.

 

 

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IUUUGGGGHHHHH!!!! ―hizo una arcada, pero quedó detenida en el intento de algo más.

 

Observó con asco cómo había quedado el dobladillo de su vestido, de por sí sucio, ahora con una sustancia que le provocaba nada más que náuseas. Sin embargo, estaba bastante concentrada -lo poco que podía lograr en el estado de alcohol en el que se encontraba- en cortar las sogas con la daga del sacrificio que había aparecido en su diestra. Claro que, en la posición en la que quedaron sus manos, parecía que estaba cortando más bien con una lima de uñas antes que con algo tan filoso como lo era la daga de un Libro de Hechizos.

 

Candela estaba más apurada por el hecho de que necesitaba hacerse de su varita para poder limpiar la mugre que llevaba encima, le dedicó una mirada fulminante a su tía, prometiéndole en ella que desaparecería su preciada melena rojiza en cuanto le de la oportunidad. Al cabo de unos minutos, que le parecieron eternos, y tras los innumerables gritos de guerra por parte de algunos elfos que se encontraban fuera de la cocina, la Triviani logró deshacerse de la prisión de sus manos. Siguió por sus pies, claro, tratando de que ningún Chuck notase lo que intentaba hacer: Escapar.

 

― ¡Bueno, ya! ―gritó para hacerse escuchar por sobre las quejas y lloriqueos hacia Alyssa, quien había terminado de ensuciar todo con su vómito― Les dejo a la abuela borracha, pero yo me largo...

 

Ya, claro, como si fuera tan fácil.

 

Los Chuck empezaron a rodearla, parecían una plaga de ratas dispuesta a consumir todo lo que encontraran a su paso. La gitana se valió de un Salvaguarda Mágica, para hacer de su cuerpo un ente traspasable. Los elfos no podrían tocarla, sólo que aprovechó la situación para dejarle, a uno de ellos, la Marca de Sangre. Si ya eran esclavos, aunque rebeldes, al menos recuperaría el servicio de uno para obtener ayuda.

 

¿Dónde estaban sus hijos cuando los necesitaba? Esperen, ¿los necesitaba? Ay, ¡qué horror!

 

Se giró para ver a su tía, aún atada, quizás volviera por ella más tarde. Primero debía reguardarse en las trincheras pues, al abrir la puerta de la cocina y traspasarla, se encontró con una escena propia de la guerra más ridícula que pudo haber visto jamás. El Chuck que estaba bajo su hechizo la protegía, pero no duraría demasiado y tenía que pensar en algo más seguro.

 

Por cierto, ¿a dónde había ido a parar su borrachera? Ah, es que Candela estaba más ebria que nunca, pero así, bajo ese estado, funcionaba un poquito mejor.

 

― ¡Malditas ratas, desmembraré uno a uno sus cuerpos y reduciré sus cabezas! ¡VENGAN POR MÍ, SI SE ATREVEN!

 

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¿Hacía cuánto tiempo que no pisaba aquellos rumbos de Ottery?

 

Lo único que podía recordar era que había sido hace algunos ayeres cuando cursaba la academia, antes de que el tiempo hiciera de las suyas y transformara la academia en el actual Hogwarts. Suspiró al recordar eso, una ligera nostalgia logró penetrarse en su pecho. Parte de sus pertenencias flotaban a un lado de ella en una balija pequeña y sin chiste.

 

Levantí la vista del suelo a la puerta principal del Castillo que tenía enfrente. Una ligera y pícara sonrisa se dibujó en sus labios. ¿A quiénes me encontraré esta vez? Se preguntó, no lograba recordar a sus hermanos del todo en sus días como Triviani, pero sabía que no se atrevería a ser todo un pan dulce con todos sus nuevos hermanos. Al fin y al cabo, la sangre gitana corría por sus venas de alguna u otra forma.

 

No se molestó en llamar a la puerta, giró la perilla se introdujo en el inmueble.

 

Bonito, me gusta — Susurró, en una tonalidad obvia para que cualquiera que pasara por ahí lograra escucharla. Un pequeño elfo poco conocido para ella la interceptó.

 

Eh, tú, avísale a Candela que estoy en el Castillo y que me instalaré pronto en el, me alegraría verla antes de ese paso. Mi nombre es Ashura Lestrange, no necesitas más datos.

 

Si, señorita Lestrange, iré a avisarle enseguida...

 

Sin más, se dirigió a la sala, tenía curiosidad de cómo habían evolucionado las cosas dentro de la familia Triviani. Bastante curiosidad.

Editado por Ashura Lestrange
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¡pe****O! grito el gitano al ver como uno de los Chucks mordía su mano y robaba su varita.

 

Los Chucks estaban demasiado agresivos, Candela había logrado librarse de la plaga, pero aun asi la habían encerrado en algo parecido a un circulo elfo (?) serca de donde estaban escondidas las ollas que nunca se usaban; básicamente un adorno de la cocina. Dio un giro rápido para ver a su espalda, ahora habían capturado a Zoella... Aquello se ponía cada vez mas difícil, su hermano estaba parado, perplejo por la situación como si hubiera a un fantasma, lo cual seria algo est****o por que en el centro de rehabilitación habían muchos.

 

Se levanto con rapidez del suelo y corrió hacia uno de los elfos que estaba distraído y le pego con el palo que traía en su diestra. ¡Por la Triviani! grito mientras se lanzaba sobre los demás y lanzaba golpes como demente.

 

El gitano ignoro los gritos de su tía Alyssa, y todo el vomito esparcido por la cocina; en ese momento solo quería cumplir su fantasía de asesinar en masa a las pequeñas criaturas de grandes ojos esmeraldas.

 

Buscaba su varita, no estaba por ninguna parte, habían echo bien su trabajo en esconderla... El sonido de las cucharas de Amá resonaban por el lugar, los gritos decoraban y la diversión abundaba. Pero claro, cada uno debía salvar su propio pellejo, aquí nadie ayudaría a nadie, solo era darles una lección y demostrarles quienes eran sus amos.

 

¡Tú! ¿Acaso sabes dónde está? señalo al elfo, mientras intentaba arrancarle la oreja a uno. ¡MI VARITA! grito.

 

 

 

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@@Ashura Lestrange

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Momento de aceptación para Dánae, afrontando la perdida de su querido Padre.

 

Apareció entre brumas oscuras en medio del caos que reinaba en el Castillo Triviani, aparentemente el hogar se encontraba siempre en constante desorden y sus huéspedes, señores y señoras, dueñas del lugar, participaban de él. Era como si no pudiesen verse a la cara, quizá por el rencor, el odio, la incertidumbre o la culpa. Sin embargo, existían dos brujas que usualmente merodeaban los pasillos. Brujas que en un principio se declararon la guerra pero que con el tiempo, eso solo creo un lazo más fuerte y difícil de corromper.

 

¿Acaso Dánae se encontraba libre? ¿Era ella realmente feliz? ella no quería moverse, hablar, y solo buscaba abrazar a su padre... Sin embargo, su cuerpo no le respondía, era como si poco a poco estuviese perdiendo el control total de lo que ella consideraba real. Su cabello blanco se mecía como una fría brisa de invierno, su rostro pálido con los ojos entrecerrados cargando con mil emociones diferentes dentro de su mente, logro caminar y se dirigió directo a las escaleras, ignoro completamente lo que estaba sucediendo dentro de la cocina, largo un pequeño suspiro, casi como una leve risa al escuchar la voz de Candela... Esa mujer siempre la sorprendía y no le extrañaría que estuviera en guerra por comida.

 

Subio por unas largas y oscuras escaleras, con un rápido movimiento de su mano izquierda empujo y abrió la puerta de su habitación. Dejo caer su cabeza de costado al ver como esta estaba llena de polvo y totalmente desolada; botellas de licores esparcidas por todo el cuarto y algunos cigarrillos a medio consumir entre los bordes de las paredes de ladrillo. Se acerco a la mesa redonda que había robado de la Mansión Riddle, abrió el paquete y se llevo un cigarrillo a la boca, para encenderlo con un fósforo roto que estaba junto a ella... Dio un pequeño suspiro, exhalando todo el humo que había ingerido y se dirigió al baño, giro las canillas para dejar caer agua y llenar el cuenco que tenia por bañadera.

 

Estaba vestida con unos jeans y tennis, una blusa de color blanca que siempre dejaba ver el tatuaje que llevaba en su hombro derecho; dejo caer la blusa, sus jeans y se metió dentro del agua fría, se recostó en ella sacando ambas manos por los lados y con un desganado intento con sus pies quito ambos tennis.

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