Ponerse en la piel del panda rojo. Aquello no sería difícil; se relajo en toda su extensión. En uno de sus viajes había estudiado algo que los muggles llamaban yoga pero que para ellos, los magos, era más similar a conectar con tu magia interna.
Se posicionó en el piso, relajándose todo lo humanamente posible, cerrando sus ojos y visualizandose en los bosques de oriente, dónde aquellas criaturas habitaban.
Sintió como el viento cálido rozaba sus brazos y rostro y se enredaba en su cabello. La Paz de aquel lugar la envolvía haciendo que su respiración fuera cada vez más lenta, más larga y armoniosa con lo que la rodeaba.
Sin abrir sus ojos sintió como su pulso bajaba cada vez más notando la sincronía con el resto de sus emociones. Su olfato se agudizó al igual que sus oídos. Escuchaba la brisa a su alrededor aunque aún estaba consciente del lugar en donde estaba.
Sintiendo como poco a poco comenzaba a encogerse, su corazón quiso acelerarse pero no debía perder la concentración; como pudo contuvo el aliento forzando a su corazon a ir más lento de nuevo. El bello de sus brazos comenzó a crecer, ella lo sentía, le provocaba un poco de comezón, sonrió sin evitarlo.
Las emociones la abrumaban; lentamente abrió los ojos moviendo su nariz al sentir una pelusa en la punta de ella. Soltó un grito que más bien sonó como un gruñido al ver que sus manos habían pasado a ser dos garras de color rojizo.
Volteo a todos lados un tanto asustada, su corazón estaba demasiado acelerado así como su respiración. Abría y cerraba los ojos intentando recobrar la compostura pero algo dentro de ella la invitaba a correr, correr y correr. Y un olor peculiar le llamaba la atención, era una fruta exquisita que provocaba que el pequeño osos panda rojo comenzará a babear.