Fundido a Negro.
Un plano panorámico nos pone en escena. La oscuridad acapara la mayor parte de la avidez en donde a duras penas se nos permite distinguir el entorno, lo que parecen ser árboles naciendo del agua exageran la sombra de una noche fría que desde el primer momento nos invita a adentrarnos en la plenitud del lugar. Sólo la Luna ilumina una pequeña parte de aquél todo, y el silbido del viento parece tararear una canción introductoria a una historia que quiere ser contada. Poco a poco, parece ser menos difusa la imagen a medida que la vista se va acercando más a un punto específico, dejando ahora en segundo plano el entorno y centrándose en lo que a la distancia pareciera ser un cuerpo. Los búhos hablan en su idioma, entre ellos. También se escuchan variedad de animales nocturnos acechando en su escondite esperando el momento exacto para dar con su presa y tomarla desprevenida.
Al margen de lo natural, se percibe un ambiente mágico en el aire, a lo lejos pareciera sonar unas campanillas que se mezclan con el eterno piano característico de una película de suspenso, y así, un coro de elfos le da el toque final a la música imaginaria que sólo podría escucharse estando en aquél lugar, en ese preciso instante, más no en cualquier otro momento.
Para ésta altura, el plano ya nos devela lo que aquél pantano custodia con recelo. Se puede ver claramente a Dovakhin postrado en la última porción de tierra, a orillas del agua, acostado en el lodo con su característica vestimenta. Una túnica, zapatos y traje, todo del mismo color renegrido. Su ropa contrastaba casi a la perfección con la palidez de su rostro, y allí yacía el mago, en un aparente descanso eterno, con su varita en la diestra como si ni aún muerto dejase de dar pelea.
De repente, la calma, la tranquilidad del lugar se vería interrumpida. Una sorpresiva y profunda inhalación de aire, una bocanada de oxígeno invadió sus pulmones y a continuación sus ojos, por primera vez en mucho tiempo, volvieron a abrirse.
Contempló unos momentos el mar de oscuridad que le regalaba el cielo, prontamente una estrella comenzaría a brillar una tenue y tímida luz que al cabo de algunos segundos se transformaría en un brillo intenso y radiante, a su lado aparecería otra, y luego otra, y así hasta llenar el firmamento. Aún en el suelo, notó que sostenía su varita y levanto su diestra para ponerla frente a su rostro y contemplar a su compañera. La observaba con extrañeza, en sus recuerdos no hallaba la respuesta que buscaba, ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Había sido derrotado finalmente por alguien? no concebía la idea de eso último, pero era la única explicación lógica que se le ocurría en esos momentos tras despertar de lo que aparentaba haber sido un largo sueño.
Justo cuando estaba inmerso en sus pensamientos, el aleteo inconfundible de una lechuza lo sacó del lapsus, miró automáticamente hacia arriba de nuevo para ver el momento justo en el que una de esas aves volaba sobre él y dejaba caer una carta que lentamente, danzando en el aire iba aterrizando sobre él. Al tocar su pecho la tomó con su zurda se dispuso a leer su contenido. Tras abrirla, entendería rápidamente el mensaje, era conciso, no tenía demasiada información más que una simple frase. "Es hora de volver" Entonces se incorporó y por primera vez después de muchos años pudo ver su reflejo en el agua de aquél pantano. Había cambiado, tenía la barba muy crecida, las arrugas comenzaban a mostrarse en su rostro que ya había recuperado su color original. Inhaló profundamente por última vez y se embriagó del aroma a tierra mojada y verde que le regalaba la naturaleza, y sin decir una sola palabra, emprendió el viaje de vuelta.
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Un lugar al que regresar
Tenía mucho en lo que pensar, algo dentro de él se sentía diferente y desconocía el por qué, tal vez su coqueteo con la muerte le habría cambiado las perspectivas o tal vez simplemente fuera la vida misma quien se encargase de ello, era confuso, pero por otra parte revelador. Sin darse cuenta había comenzado a entender la existencia como un equilibrio entre el vivir y morir a cada instante, lentamente, después de todo era lo único que tenían en común todos los seres sin importar ningún tipo de distinción, después de todo aquello de morir siempre lo había visto como algo muggle y al final de cuentas parecía comenzar a sentirse identificado con ellos. Ya no era imbatible, ya no era un ser movido únicamente por la sed de sangre y combate, y aún más importante, ya no sentía odio a pesar de querer sentirlo. Algo se había apagado.
Visto desde ese lado las cosas podían entenderse de cierta manera, sin embargo, había otra visión en juego y era la que aún no terminaba de aceptar debido a su orgullo y también por el motivo de que la otra, era la única forma de ser que conocía desde siempre. Pero no podía negar que ahora estaba en el medio de dos versiones de sí mismo y aún no sabía cual de las dos le gustaba más, pues aquella positividad que se había adueñado de sus pensamientos, se sentía cálida, como si le hiciera bien de alguna extraña manera.
Finalmente había llegado. No había usado su escoba, no viajó en tren, no se transportó de ninguna manera ni hizo escalas ni paradas en ningún momento. Todo el trayecto lo hizo caminando y se veía exactamente igual que cuando despertó en el pantano. Su ropa, llena de barro, su barba de años, y su rostro... su rostro sonriente, por primera vez en la vida sonreía de alegría y no de malicia. Claramente su familia no lo conocía así, pero era su familia, y era su hogar o al menos eso pensaba él. ¿Lo eran aún?.
Parado frente a las puertas del castillo Haughton lo contempló un momento, todos sus recuerdos lo invadieron de repente, sabía quién había sido, estaba seguro de que no lo reconocerían pues ni siquiera él se reconocía a sí mismo, pero de todas maneras tenía que presentarse y ver qué pasaba después. Abrió las puertas del exterior y avanzó a paso firme hacia la entrada principal. No golpeó, de repente las puertas se abrieron de par en par y dio unos cuantos pasos hasta quedar justo en medio del hall de entrada. Miró a su alrededor y esperó encontrar a alguien aunque si el hogar contaba con algún sistema de reconocimiento posiblemente lo encontrarían a él antes que él a alguien más, por lo que prefirió ahorrarse un poco de tiempo y habló al aire.
—Regresé. Soy Dovakhin—
Esperó a ser recibido. Tenía la esperanza de que su madre estuviese presente, pero realmente cualquiera que lo recibiera estaría bien ya que quería un baño caliente y su habitación, pero después de tanto tiempo, entrar sin avisar podría ser algo perjudicial, y además, ni siquiera sabía si su familia lo creía muerto, o si de hecho aún lo quería allí.
@Monica Malfoy Haughton
@Cualquiera que me atienda.