Luca
Llevaba apenas quince minutos tumbado en aquel cómodo sofá, cuando un enorme ejemplar de lobo albino hizo acto de presencia. El bello animal le regalo una ligera reverencia, para segundos después mostrar su verdadera forma. Era uno de sus guardias de confianza. El Van Halen arrugo el ceño, esperando un mensaje aciago, pero en cuanto el muchacho le mostró lo que sostenía en la mano, el medio vampiro no pudo mas que sonreír. Lisa lo llamaba, mas bien reclamaba su presencia en Hunyad inmediatamente. Como sabia que no la iba a escuchar en modo normal, creyó propicio hacer una entrada triunfal para calentar el ambiente y mostrar que, en el fondo, seguía siendo una dramática.
- Estaré ahí en una hora, antes tengo algo que hacer.
La Delacour era tan o mas impaciente que el mismo y sabia que si no cumplía con su palabra, iba a tener que aguantar su mal humor en lo que restaba de fiestas. El Dhampir había estado en Londres por un tiempo, cumpliendo su promesa de proteger al pueblo que tan gustoso lo recibió hacia ya sus buenos ocho años. Con la desaparición de Mei del campo de batalla, la sombra de la oscuridad avanzaba demasiado rápido y no podía permitirlo. Seguía luchando por la luz y aunque cada día le costaba mas estar alejado de su mujer, hijos y familia, su deber para con el fénix estaba fuertemente arraigado en su naturaleza.
Suspirando, cerro los ojos unos segundos. Tenia que ponerse en marcha.
Envuelto en una capa azul con el blasón de lugarteniente de aquella asociación absurda y altamente criticable fue como ingreso el Van Halen en lo que se podría llamar el cuartel general de la marca tenebrosa. Portaba su mascara, aquella que le cubría media cara y reflejaba el color rojizo de su verdadera naturaleza. La velada parecía estar a punto de empezar. Desde que asumió el cargo la nueva líder, lo de sentarse a festejar era algo común y natural. Era como si prefiriese recrearse en sus masoquistas cuerpos que destruir al resto de la humanidad. Y a decir verdad, lo prefería. Que desgastasen sus cuerpos con mujeres y tragos y se olvidasen de sus repugnantes pensamientos. Al menos lo dejaba a el con mas libertad para moverse como quería y hacer de las suyas.
Elimino la distancia que lo separaba del gran árbol de navidad y con una floritura lo decoro muy a su estilo. En lo alto del mismo apareció una estrella de cinco puntas, mas brillante que cualquier cosa que hubiese en la habitación. También varias bolas rojas se desperdigaron por aquel gran abeto, ya tembloroso de tantos adornos que había. Se dejaría ver unos momentos. Como en todo cargo, a veces, los subordinados deberían tener la suerte de poder tenerlo cerca. Aunque lo odiaba, porque el no era para nada así. En aquellos momentos y en especial aquel inmundo sitio tenia que mostrarse como letal, inalcanzable, soberbio y sobre todo poderoso. Que le temiesen. Su sola voz de mando debía ser registrada como la mas poderoso, por encima incluso de su “líder”