Por todo el Valle de Godric se expande una capa de nieve fría y húmeda que daña las botas de los pocos habitantes que salen o regresan a casa. En esta época del año es común ver gente comprando adornos navideños y regalos con envolturas pintorescas, pero en este pequeño pueblo hay poco espíritu navideño, el único rastro es el cura y el monaguillo que cantan villancicos en la Iglesia. Hace pensar que al llegar noche buena ningún vecino saldrá a saludarse y desearse mutuamente feliz navidad.
Por otro lado, es conveniente para Binny que aparece sin llamar la atención en un rápido remolino de luz. Trae consigo una bolsa de lino rojo atada con una cinta dorada encantada con un hechizo expansor. A su lado dos elfos aparecen al chasquear los dedos y la escoltan silenciosamente desde el jardín hasta la puerta de la vieja casa. Desde afuera la casa es espantosa, se ve en ruinas y fúnebre, pero al ingresar se puede ver el salón de estar más pulcro y sobrio igual que cualquier hogar de Londres. Binny se desata la capa encantada que la protege del frío y rápidamente Montaraz la levanta del suelo con el ceño fruncido. Para lucir mejor mueve la varita suavemente y elimina la nieve pegada a las botas.
—¿Habrá alguien aquí? —dice a los elfos— Mientras aparecen empecemos a sacar todo. Tengan cuidado con las bandejas del fondo.
—Se oyen voces en la cocina —responde Dúnedain mientras abre la bolsa y saca cajas tintineantes llenas de estrellas doradas, telas de colores, suéteres, bufandas, esferas brillantes, muérdagos, luces, velas mágicas. Las hadas salen apresuradas del interior haciendo poses hermosas y decorando los espacios de la casa.
—Los oigo, iré a ver quiénes son. Montaraz, lleva las bandejas a la cocina —dice Binny tras unos segundos de silencio y escuchar mejor las voces en la casa.
En el interior de la bolsa también había colocado lo necesario para un festín. En ollas había pavo horneado, papas asadas, fuentes con chipolatas, soperas con guisantes, botes de plata con purés, bandejas con budines navideños en llamas, salsas de diferentes sabores, botellas de vino, botellas de jerez y whisky de dragón. Traía sus galletas mágicas favoritas que al morder explotan apareciendo premios como sombreros de renos cantando villancicos, coronas de rey mago, chispas con forma de hada que regala un beso y te desea feliz navidad, ajedreces mágicos, sapos de menta que saltan dentro del estómago y están encantados para meterse a la boca, y para los menos afortunados una docena de ratones blancos con cuernos de reno.
Mientras se dirigía a reunirse con los demás, Binny hechizaba el techo para que cayera nieve mágica que es cálida y seca. Era un hechizo simple de nieve, aunque seguramente sus compañeros podrían realizar algo mejor como hombres de nieve que cantan villancicos. Notó a las tres personas en la cocina (Matt, Ela y Ellie) y dejó de apuntar al techo con la varita. Al parecer estaban por salir e ir a la biblioteca —o quizás con un poco de suerte iban a darle el alcance en la sala y recibirla—.
—Oh, hola soy Binny. Es un placer coincidir con ustedes. —la bruja extendió la mano para darles un apretón como saludo— No nos conocemos, creo ¿Cómo se llaman? Ehm, ¿Nos ayudarían a decorar la casa? Los adornos están en la sala, también trajimos comida para preparar una cena.
Tras decir aquello, Montaraz apareció con una bandeja llena de galletas mágicas.
—¿Desean galletas? —dijo el elfo, colocando la bandeja sobre la cabeza y acercándola a cada uno.
@ Syrius McGonagall @ Ela Karoline @ Ellie Moody