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Eliot Akil

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Eliot Akil ganó por última vez el día 18 Agosto 2013

¡Eliot Akil tenía el contenido más querido!

Acerca de Eliot Akil

  • Cumpleaños 03/01/1992

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    3
  • Rango Social
    Unicornios de Plata
  • Galeones
    11983
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Neutral
  • Trabajo
    0
  • Raza
    Humano
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    260
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    210 a 1100
  • Conocimientos
    -Conocimiento de Maldiciones
    -Primeros Auxilios
    -Defensa Contra las Artes Oscuras
  • Medallas
    0

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Ravenclaw
  • Género
    Male
  • Location
    Desconocida
  • Interests
    Frickicidades (?)

Contact Methods

  • MSN
    luiggygm@outlook.com
  • Website URL
    http://www.twitter.com/luiggy_03
  • Yahoo
    luiggygabriel@yahoo.es
  • Skype
    luiggygabriel

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Reputación

  1. Estaba sentado sobre un borde de piedra humedecida aún por el clima, sus pies se balanceaban de atrás hacia adelante ligeramente mientras frente a él una danza de luces se llevaba a cabo. Estaba en medio de una descomunal batalla que se suponía los ponía a todos en peligro, incluso a él, pero por una extraña razón no se preocupaba en lo más mínimo. Una explosión a pocos metros tuvo lugar y el viento le llegó a la cara con un golpe fuerte, moviéndole los cabellos y dejando al descubierto una mueca de sonrisa que emanaba tranquilidad; disfrute. Se sentía como el propietario de una granja de hormigas, a la que podía pasar horas mirando y admirando, viendo cómo trabajan pero sin poder controlar lo que sucedía, quizá era la definición más certera para con algunos de sus estudiantes, puesto que un par se reusaba a aplicar sus directrices. Se sentía aliviado pero a la vez aburrido por los que hicieron todo al pie de la letra, demostraban dedicación pero no le dieron lo que más quería: Entretenimiento. Enfocó la mirada a sus estudiantes nuevamente, luego de haberse perdido en sus lúgubres pensares por unos minutos. Se pudo dar cuenta de varias cosas que ocurrían en tiempo real, y que le suministraba esa dosis de satisfacción que hacía ya un buen rato no sentía. Se reía en silencio, temeroso de que aquellas mentes perturbadas se sintieran ofendidas por su desparrame de burla hacia ellos, debía a pesar de todo mostrarse como su catedrático, pues ese era su puesto, el que defendería sin importar sus convicciones fuera de su horario. Elvis fue el que mejor comportamiento mostró, terminó de hacer todo lo indicado, incluyendo cuestiones adicionales que quizás no le hubiera ordenado hacer, pero que las hizo como mera precaución. Se notaban sus ganas de ayudar, pero eso acabaría por ser un arma de doble filo, pues la persona a la cual auxiliaba no le había emanado su sentido de la gratitud y sucedía todo lo contrario, comenzaba a ser amenazado de muerte. ¿Cómo se libraría ahora de esa situación? ¿Comenzaría a batallar o se rendiría por cumplir a fidelidad lo estipulado con la clase? Pronto se sabría. La más excéntrica figura entre sus pupilos comenzaba a hacer que una pequeña vena en su frente se marcara, pues las ínfulas de superioridad de ésta no le caían nada bien a pesar de saber quién era realmente, éstas chocaban con el egocentrismo del Black Lestrange. Tauro, la fémina de los pelos azulados tenía en el rostro un semblante maquiavélico que le transmitía a Eliot todo su sentir, éste sabía qué pasaba por su mente y se cuestionaba para sus adentros si ella admiraría su dedicación (la que podría aplicar como profesor o como miembro de la marca), o si prefería irse por un camino más ignorante y cuestionarlo por su comportamiento, nunca lo sabría pero no pudo evitar pensar brevemente en esto. Observó y puso expresión de gracia cuando la chica no se curó manualmente la herida recién abierta en su pierna, en vez de esto recurrió a la forma fácil y lo hizo con magia, cosa que le provocó una ligera sensación de satisfacción, pues esperaba que hiciera exactamente eso. Tenía intensión después de todo de enseñarles primeros auxilios, pues para eso era la clase. No le importaba si estaba tratando con personas experimentadas en la vida, o si interactuaba con adolescentes sin posibilidades de superación, le era indiferente; en ese momento él era el profesor y ellos sus alumnos, les gustara la idea o no. De pronto unos palabreríos surgieron en otro de los lugares, era Bastían quien comenzaba a hacer lo que parecía un berrinche. No comprendía bien lo que éste decía pues parecía estar siempre metido en una eterna confusión consigo mismo, y la verdad no deseaba indagar para nada dentro de aquella enmarañada mente, el sólo pensar tener que hacerlo le provocaba espasmos, por la pereza que esto suponía y la poca importancia que le daba a la sanidad psicológica de su alumno. Escuchó como replicaba sobre no querer hacer sutura, cosa que no le pareció extraño. Y era que debía resultar poco usual que un mago con perfil oscuro recurriera a cuestiones no mágicas para hacer las cosas, lo más común era que se jactaran de sus habilidades y poderes para sus procedimientos. Por ende, Eliot suspiró tranquilo pues era otra actitud muy predecible por parte del chico. La transformación en felino había sino un espectáculo muy digno de admiración, pero que no había logrado mover un ápice de interés en la mirada que gastaba en aquella situación el Black Lestrange. Observó con detalle cómo mataba a la mujer que poco antes había sobrevivido a sus ataques, y nuevamente se le salió un gesto cansino de su cara. ¿Por qué esas las ganas de matar a alguien con tanto empecinamiento? No lo sabía, y eso que él mismo experimentaba la sed insaciable de sangre muy a menudo, es sólo que la situación no ameritaba tales comportamientos, y es ahí donde llegó a concluir que no todos tenían su capacidad para controlarse y camuflar sus emociones, nuevamente pensó en el tema de la granja de hormigas, esta vez con la connotación de lo minúsculas que podrían llegar a ser algunas personas. Sonrió. Iban resultando un tanto filosóficos todos los pensamientos que tenía Eliot en ese momento, pues su primera experiencia como profesor le estaba dando un toque más a su personalidad, atañendo más oscuridad a sus imaginaciones y convicciones para con la vida en sí. Hacía mucho que no tenía una relación tan directa con las personas, a pesar de que él estuviera la mayor parte como observador a lo lejos, él controlaba todo a fin de cuentas. Era su granja. Un evento un tanto más precipitado empieza a darse, y eso es lo que comienza a capturar algo de su atención entonces. Una de sus estudiantes es herida: Mónica, esa era la cereza que se merecía tan delicioso postre, era la herramienta perfecta que sin querer había llegado cabalgando hasta la meta invisible de sus expectativas. ¿Qué ocurriría ahora? Era de suponerse que se inmiscuiría rápidamente por la gravedad de lo acontecido, pero esperaría un poco más para detallar el comportamiento de los que eran objetivo de su evaluación. Tauro desesperadamente acude a su ayuda, olvidando por completo sus acechantes embestidas de oscuridad en su personalidad, al parecer era alguien que conocía y que le importaba. Ese era el valor agregado que necesitaban los renuentes a seguir indicaciones, necesitaba hacerse personal para que sus músculos empezaran a trabajar en pro de algo con resultados satisfactorios. Los primeros Episkey no habían surtido tanto efecto, por lo que su euforia la llevó a hacer dos o tres más de respaldo que empezaron a hacer lo que debían. Se notaba que quería ayudarla, se podía percibir en el aire sus deseos por no perderle. Eso era algo que a Eliot le daba mucha satisfacción, pues a pesar de lo que pudieran decir a futuro era un punto débil que quedaba en evidencia, no para usarlo a favor de sí mismo claro está, no le interesaban tanto, era como mera observación del sus comportamientos. Viéndose acechada por el peligro, logra encontrar a su profesor entre la batalla y la lejanía y empieza a dirigirse a él con furia y sarcasmo. Se podían escuchar las comparaciones con un “juego de doctores” lo que hizo que casi soltara una carcajada. Tauro necesitaba indicaciones, necesitaba que le enseñara a curar, lo que ésta no sabía era que desde que tocaron el terreno todos estaban aprendiendo cómo hacerlo, y sobre todo cómo reaccionar con las diferentes situaciones. Negó con ironía. Bastián, el confundido muchacho aún transformado en felino ahora iba en busca de Mónica, al parecer la popularidad de la mujer era algo que Eliot no había imaginado, pero que se daba de todos modos. El comportamiento se repitió, eran excesos de demostraciones de importancia para con la Haughton, cosa que hizo que el muchacho observador y analítico se cuestionara sobre los sentimientos de algunos seres o personas. A pesar de la sarta de obscenidades que salían de la boca del recién transfigurado, no podía negar la preocupación que se evidenciaba en la luz de sus ojos. También lanzaba unos cuantos Episkeys a las heridas de Mónica, y trataba de desaparecer flechas cercanas amenazantes con seguir hundiéndose en la piel. Eliot chasquea la lengua en un gesto de ironía, pues se lo esperaba quizás de muchos, menos del que más maniático y aberrante parecía. La matriarca de la familia Haughton por su parte comienza a emitir sonidos leves, y antes de lo esperado algunas palabras surgen de su boca. Reconoce al instante a Bastián, y bromea sobre asesinar a su catedrático en un tono más serio que de chiste. Eliot se encoje de hombros, le importa muy poco realmente aquellas opiniones, viniendo de alguien que se deja herir por una flecha y parece casi morir por ello. Miró al cielo en negación, «No son novatos» piensa con gesto sarcástico. El momento de acercarse por fin tuvo lugar, y lo primero que se escucha tras su aparición cerca de todo el espectáculo son unos cuantos aplausos muy lentos pero fuertes. Sonreía satisfecho, pues todo se había finiquitado de la mejor manera. No había comenzado a hablar aún y más muertos aparecían por doquier, los rayos eran constantes mucho más cerca, la situación empezaba a escapársele de las manos. — ¡Bueno, ya es suficiente drama! —exclamó. Sacó su varita del bolsillo de su chaqueta e hizo un movimiento en elipse frente a él, en ese momento los muertos empezaron a desaparecer, los rayos cesaron por completo, y las manos de los que los lanzaban comenzaron a desvanecerse desde la punta de sus dedos hasta quedar en la nada. La sangre en el piso, era succionada por la tierra, dejándola limpia sin ninguna mancha roja en ella. Las paredes se reconstruían, y las torres se erguían nuevamente en una majestuosa muestra de imponencia: Todo había sido una ilusión. Sí habían viajado hasta Ottery, de eso no había duda porque el uso del traslador dejaba una sensación en el cuerpo difícil de replicar de otro modo. Pero todo lo que ocurría estaba nada más que en la mente del chico, proyectándose con realismo en la de sus estudiantes como mera demostración de lo que podía hacer con su magia, que tantas veces era subestimada por ser poco conocido o por no tener grandes titulaciones en una lista con un sinfín de posibilidades. — Vaya, vaya, pero cuánto despliegue de… —hizo una pausa para buscar el tono y la palabra adecuada. —…sentimentalismo. —continuó. Su rostro lo decía todo y no esperaba más que las reacciones de todos y cada uno de ellos, estaba seguro de que no le decepcionarían tampoco en esa parte, ni siquiera Elvis, quien alejado de la zona cumbre de aquella novela dramática también había sido partícipe. ¿Quién había arrojado las flechas hacia Mónica, había sido él? No se sabría quizá nunca. ¿Cómo se había librado de la amenaza por parte de su paciente? Eliot esperaba escucharlo de su propia boca a continuación. — ¡Oh, Mónica… cuánto lo siento! —soltó en un tono totalmente fingido evidentemente. Hizo un movimiento con su muñeca y las heridas de la fémina desaparecieron por completo, junto con las flechas a su alrededor. Era una parte de la ilusión que dejaría para último en quitar, pues aparentemente el dolor había resultado increíblemente real en el sentir de la mujer, motivo por el cual sus conocidos se preocuparon, y eso era un manjar que degustaría con calma. — Bien, ¿volvemos al aula? —preguntó en tono de orden. Comenzó a caminar tranquilamente a la bola de cristal que les trasladaría de vuelta al salón, donde haría los comentarios finales, y donde les escucharía lo que tendrían para decirle. Aún todo no terminaba, y estaba seguro de que a partir de ese momento lo interesante no tendría fin, más ratos gratos de entretenimiento se avecinaban. Sentía la estupefacción del grupo, no se arrepentía de nada. | @ | @ | @ | @@Monica Malfoy Haughton |
  2. El ambiente de batalla estaba aturdiendo a todos los que tenían los pies puestos sobre aquel terreno, era abrumador el cómo avanzaba la cantidad de personas afectadas por las diferencias de ideales. Mujeres jóvenes y apuestas yacían en la tierra sin vida, con los ojos quietos y sin luz; hombres con vidas por delante y familias en espera de su llegada, estaban pasmados con la cara puesta en el piso, o mirando la infinidad del cielo sin estar ya en su cuerpo. Lo que quizá había comenzado como una redada o asalto común, se había transformado en un campo aterrador para los ojos de cualquier mortal. Sin embargo, para Eliot era poesía pura, satisfacción de la mejor y alta calidad, estupefacientes adictivos de los cuales hacía mucho no tenía una dosis adecuada, eso significaba para el Black Lestrange todas y cada una de las escenas, las cuales observaba desde una lejanía prudencial mientras su cabello ondeaba con las ráfagas repentinas de tempestad. Sus alumnos habían ido a efectuar lo encomendado, y a pesar del frenesí en el que estaba sumergido en aquellos instantes, se percataba de los detalles en el actuar de cada uno de ellos. Sabía que su obrar delataría las inclinaciones que éstos tenían, y eso era aún mejor para él, pues a pesar de ser meras suposiciones sus instintos raramente se confundían. Claro, no podría decir nada por estar metido en esa atmosfera académica que se lo prohibía, para protección de su propio pellejo y el de los demás, los cuales le importaban demasiado poco. Esperó unos minutos más, examinando cada cosa que acontecía, no quería interrumpir de bruces todo el show por lo cual aguardó con calma. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - || @ — No hace falta que me cures, largo de aquí, déjame en paz. —esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca, tras a penas la llegada de aquella mujer. — Ayuda de alguien como tú es lo último que necesitaría mientras viva. —dije en tono muy pausado, sabía con firmeza lo que decía pues conocía a mi curandera de alguna parte, yo tenía el sentido de la deducción muy agudo aun estando en esa situación. No me podía mover a pesar de mis esfuerzos. De tener un grado de energía más en mi cuerpo hubiera por lo menos pataleado ante los roces de la mortífago con mi piel. Repulsión era un sentimiento que recorría mi cuerpo a gran velocidad, y el único impulso de movimiento logrado fue un escupitajo débil que apenas alcanzó a chispear sus mejillas. — ¡Largo! —repetí como pude. Los esfuerzos por echar de mi lado a la figura que intentaba curarme eran inútiles, sabía exactamente a lo que me tendría que atener, pues el aura de oscuridad a su alrededor era muy evidente. Pinchaba mi piel con furia, dejando mal cocido cada pedazo de carne que colgaba, aumentando el dolor que antes ya parecía ser suficiente. ¿Cómo era capaz alguien de semejante cosa? No lo sabía. Batallé con mi estadía en este mundo por medio minuto más, esperando que mi sentimiento de venganza fuera fuerte, tanto como para que en el futuro lograra vengarme de lo que ahora hacían con mi indefenso cuerpo. Pero no lo conseguí, el dolor y el desangre pudieron conmigo, y tras un suspiro profundo y cansino abandoné mi templo. || @ — ¡Apártate de mí! —grité con furia, pues no quería que ninguna persona se me acercara, no iba a ser posible que terceros me vieran en mis condiciones, a mí que era uno de los guerreros de la marca tenebrosa con más facilidad para el asesinato, y sobre todo para evadir situaciones en las que mi vida se viera amenazada. Mi vista empezó a nublarse poco a poco, dejando que la figura masculina sólo pareciera una sombra a contra luz, no me había entrado agua en los ojos, pero parecía que el efecto era el mismo. De pronto sentí un retorcijón en mi estómago, algo andaba mal y como mero instinto bañé el piso con vómito fétido, producto de los estragos que mi cuerpo sentía, no tenía energía a pesar de estarlas buscando dentro de mí desesperadamente. Caí de rodillas al piso, y el joven con aparente simpatía y benevolencia empezó a curarme con más facilidad, cosa que aborrecí en todo momento. Esa actitud tan despreciable sólo podría venir de la mano de un fenixiano o alguien que pudiera en el futuro formar parte de sus filas. Me retorcía en el suelo, creando una especie de lodo con mi propia sangre y la tierra en la que estaba tirado. Sin embargo, llegó un punto en el que no pude moverme más, y la impotencia se apoderó de mí. — Date cuenta, iluso, que esto supondrá tu propia ruina más adelante. —pronuncié como pude, con rabia despilfarrada en grandes cantidades. — Si fuera tú, mejor acabaría con esto, anda, hazte un favor a ti mismo, muchacho. —finalicé antes de perder totalmente el conocimiento. Ya no sabía lo que decía, quizá en ese punto el subconsciente me traicionaba por completo. ¿Era posible acaso que quisiera morir? || @Juliens Mis últimos movimientos carecían de puntería, el mortífago con el que batalla que estaba igual o peor que yo, se salvada de mis ataques por lo poco eficiente que era mi visión en ese momento. No quería que el temblar de mi rodilla fuera evidente, y me pusiera en desventaja, por lo que busqué enfoque dentro de mí con algún porcentaje de éxito. Lancé un último rayo rojo a éste hombre y su arma de madera salió volando sin que pudiera evitarlo, eso justo antes de que apareciera entre nosotros una segunda figura masculina, con aspecto despistado y sin rumbo, pero a la vez con mucha malicia en la mirada, sabía que la situación se complicaría. ¿Qué hacía un mortífago en una batalla sin máscara y sin algún otro método de ocultación? Lo desconocía. Miré la cara de quien parecía estar ayudando a mi contrincante e intenté atacarlo, pero fallé nuevamente, entorné mi vista en sus oscuros ojos y lo segundo que vi fue el color del cielo que estaba gris. No pude pensar en nada más por el momento, pues empecé a observar todo en tinieblas; al despertar mi pierna estaba hecha estragos. ¿Qué había ocurrido? Se sentía peor que antes y por sus venas un fuego ardiente parecía transitar: Estaba envenenada. — Eres de la peor calaña que ha pisado este planeta, fingiendo ayudar a los demás cuando tu verdadero propósito es matarles como estos asquerosos enmascarados. —solté en un discurso que se perdía por la disfonía de mi voz, aunque a ciencia cierta no podría decir si lo dije o lo pensé solamente, estaba petrificada. Lo que haría a continuación sería un acto de cobardía, pero era el último recurso que tenía bajo la manga por todo lo sucedido. Me haría la muerta para poder sobrevivir, el hombre no se percataba de examinar mis signos vitales, por lo cual iba a resultar fácil, el veneno sería eficiente pero esperaba que tardara lo suficiente como para poder librarse de todo aquello pasados algunos minutos. «Despiadado, pero iluso» Pensé mientras mi cuerpo era trasladado a otro sitio del campo. || @@Monica Malfoy Haughton ¿Qué pasaba conmigo? Estaba dejando que una bestia transfigurada me ganara la partida. Mis fuerzas por lo general eran algo que me caracterizaban desde hacía muchos años, y ahora un remedo de animal estaba quitándome la vida a pedazos con cada mordida. Maldije en mis adentros al enmascarado mortífago que lo había hecho, no había visto su cara pero averiguaría su paradero a como dé lugar, eso no iba a quedar impune, pues la venganza es algo que mueve mis venas desde que tengo memoria, ahora no sería diferente el caso. Miré a un costado y una fémina más se acercaba, sentí vergüenza de que se me viera en tal situación, no pudiendo quitarme un morphos de encima, y aparte estar muriendo lento por la misma causa. — Ni te atrevas a interferir. —advertí de inmediato antes de que diera un paso más, pero mi voz se cortó en la última palabra. La mujer no hizo caso. Mató con facilidad al felino y se jactaba de su maniobra. Yo, tirada en el piso no podía hacer más que desear que no se acercara a mí, pero eso fue inútil, pues fue lo primero que hizo. Me moví y retorcí para evitar el contacto, pues nunca se sabría si sería alguien de mi bando o del otro que intentaba hacer peor las cosas para mí. Levanté la mano e intenté atacar, pero algo había cambiado y ya no podía pensar claramente. Era una mortífago, de eso ya no había duda, pues el hechizo de había usado era muy característico de su arsenal. Algunas lágrimas salieron de mis ojos, sobre todo por la impotencia que sentía de no poder defenderme, o evitar lo que sucedía. Mis ojos llenos de lágrimas escuchaban la arrogancia que salía de la boca de quien me había curado, vaya a saber quién con qué propósito. Pero no podía aún meditarlo con precisión, no me podía mover a pesar de que me había corrido del sitio, esperaba que todo terminara y que se alejara por su cuenta, ya que yo tendría que esperar un segundo rescate por la imposibilidad de movimiento que tenía mi cuerpo. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - El momento de bajar había llegado por fin, y la ilusión en la vista del Eliot era desbordante de expectativas. Sabía lo que cada uno de sus alumnos había hecho, causándole gracia, simpatía, deseos de burla, y en algunos casos satisfacción en la parte de entretención. Pasó por cada uno de ellos y dio instrucciones para sus siguientes movimientos, su cuerpo aparecía y desaparecía cambiando de lugar, iba y venía de la posición en la que se ubicaba cada estudiante. Hacía comentarios despectivos, como si las personas heridas fuesen nada más que ganado listo para el matadero. Pero su tono era tranquilo y de doble sentido, pudiéndose interpretar tanto de una forma como otra, y librándolo de posibles acusaciones. Se refirió a Tauro y a Bastián haciéndoles saber que él conocía exactamente lo que había pasado, pero en un tono de advertencia que no se escuchaba del todo agradable, quizás los otros dos compañeros no entenderían de qué hablaban, pero ellos sí lo harían y sería mejor que se empezaran a preocupar por enmendar sus acciones. — Pésimas suturas —dijo finalizando su corto discurso. Apuntó su varita a las piernas de cada uno de ellos y con un movimiento ligero y sutil, abrió una línea carmesí en ellas. Sabría cómo reparar las heridas de manera que no quedara marca alguna, y así lo haría. No obstante, en ese momento quería ver que las cosas se hicieran bien y qué mejor forma de lograrlo que siendo el instrumento de experimentación sus propios cuerpos. — Necesito que mejoren esa forma de cocer antes de avanzar en la clase, quiero que pongan cuidado en cada punto, y lo finalicen como debe ser. —su voz era autoritaria e imponente. Ahora se dirigía a Elvis y a Mónica quienes habían practicado las tareas de la forma que debían haberlo hecho todos. Era aburrido, eso era lo que le parecía, pero no podía dejar de lado que el objetivo principal de la clase era enseñarles, aunque esto no le interesase en primera instancia. — Muy bien muchachos, ustedes han hecho lo correcto. Ahora lleven los cuerpos al sitio en el que nos refugiamos al llegar y terminen de suministrar el auxilio, déjenlos lo más estables posibles, creo que deberán apoyarse en las pociones de rehabilitación que estudiaron previamente en sus libros, con cuidado: Algunas tienen efectos que no son los deseados —finalizó y volvió de desvanecerse en la nada. Su tono había sido amable, pero muy poco creíble. Sabía exactamente lo que ocurriría, pues estas personas al recobrar el aliento no se quedarían con la espina en ellos, y tratarían de desquitarse de lo recientemente sucedido, pues quizá en su desquicio eso era lo apropiado o lo más cercano a lo correcto. Por ende, para Eliot un nuevo espectáculo estaba a punto de darse.
  3. Todo indicaba que algunos de los alumnos se conocían ya, eso quizá dejaba ver que estaba frente a una clase que no era novata en el arte de aprender nuevas nociones en la universidad, o que incluso iba a experimentar la confrontación de diferentes tipos de temperamento, que frente al suyo podrían terminar en una especie de bomba de tiempo un tanto inestable. Suspiró hondo tras un pensamiento que intentaba predecir el futuro, no quería salir de sus cabales pronto, pues el disfrute de lo que vendría era un motor de impulso bastante potente. Un par de caras de las que tenía en frente parecían estar despistadas, eso le preocupó un poco pues quizá no iba a resultar todo como tanto esperaba si las facciones de aquellos aprendices no se llenaban de desesperación, exasperación o incluso un poco de desquicio, su objetivo no sería del todo completado. Lucharía porque esto fuera así, y que a la vez encajara todo en una maraña que no se saliera dentro de las reglas de la institución en la cual ahora era docente. Todos habían tocado el traslador que estaba frío y algo empañado por el clima lluvioso que abatía todos los lugares cercanos conocidos, el resplandor ligero de una luz tenue se reflejaba en él, era la ventana del aula que no dejaba de ser protagonista iluminando de cierta manera el sitio. Los dedos se reflejaron por un segundo y desaparecieron enseguida, haciendo que las paredes se encogieran y estiraran como si estuvieran respirando, luego ya no estaban ahí. En algún lugar de Ottery. Una luz verde dio en un objetivo humano a penas a dos metros de la aparición del grupo, dejando inerte un cuerpo que no se movería nunca más. Rayos, medias lunas, flechas y maldiciones imperdonables abundaban en cada esquina, tras cada muro, sobre cada piso y muchos daban en el blanco sin poder evitarlo. Los ojos del Black Lestrange se iluminaron, y no precisamente por el espectáculo de luces a su alrededor, sabía que algo bueno para su goce se avecinaba con furia. — ¡Muchachos, cúbranse! —exclamó dando un salto. Ocultó su cuerpo tras un montículo de piedras desquebrajadas, que seguramente habían sido un muro minutos u horas antes. Hizo señas para que le siguieran, ansioso de que todo empezara de una vez, pues debía encontrar un punto en el cual poder meterse en la batalla sin que resultaran dañados, él principalmente. Esperó que todos estuvieran junto a él, a sabiendas de que muy posiblemente se encontrarían batallando por participar en todo aquello, no era raro que hubiera caras de alguno de los dos bandos en disputa dentro de la materia. Los cuerpos abundaban a donde el ojo dirigiera su enfoque, algunos ensangrentados, otros simplemente ya sin vida y uno que otro sufriendo escandalosamente con gritos que seguramente resultarían escalofriantes, pero que para sus oídos eran una sinfonía de la más fina calidad, digna de disfrutar con todas las de la ley; y así sería. Observó con mucha atención las caras de los alumnos, eran cuatro y por primera vez trataba de analizarles, pues no sería fácil para ellos. — Tauro, ¿ves aquella mujer con una luz en el rostro, la del vestido rojo fuego? Se está desangrando. Tú deber ahora mismo es curar las heridas de su cuello y pecho, antes de que su corazón deje de latir. Detén el fluir de la sangre que está dejando encharralado el piso, y llévala a un lugar seguro para esto. —sus instrucciones eran claras, dependería de ella ahora llevarlas o no a cabo, sabiendo lo que significaría una inversión tirada a la basura, con respecto a la clase. La mujer indicada por Eliot había asesinado hacía unos segundos a un enmascarado robusto, justo antes de caer de rodillas al suelo. El hombre parecía de edad un tanto avanzada y seguramente muy conocido dentro de ese bando pregonante de oscuridad; esperaba para sus adentros que la chica de los cabellos azules le reconociera y así aumentar la dificultad de su encomienda. — Elvis, se nota en tu cara que los enmascarados no son los que más te simpatizan —bromeó con el ceño fruncido, aun manteniendo el semblante que inspiraba respeto absoluto. —El hombre que se ríe a carcajadas allá tras esas escaleras es tu objetivo, como ves las flechas están penetrando cada vez más su cuerpo, y no parece tener idea de cómo detenerlo, y mucho menos aceptar que ya se está viendo perdido. Adelante, no permitas que se vaya, quizá también sea nuestro deber llevarlo luego a los calabozos que correspondan. —la última frase surgió con un sarcasmo que no pudo disimular; pero de momento no le preocupó. — Mónica, estabas un poco despistada en clase. Y parece que eres la más responsable a juzgar por la hora de tu llegada. Vamos a ver si espabilas un poco con esto: El hombre flacucho de allá arriba está luchando con su vida y a la vez con una fiera felina tres veces más grande que él, evita que ésta le arrebate su vitalidad y procede a cerrar la piel desgarrada. Por supuesto, ten cuidado de no salir tú lastimada en su lugar. —terminó con ironía lo que parecía una advertencia. — Juliens, el muchacho que parece haber llegado sin levantarse de la cama. Tu tarea es doble ahora, esas dos personas no dejan de luchar aun cuando ambas están a punto de abandonar este mundo, termina esa contienda como puedas y procede a la curación. Cuida que uno no mate al otro mientras lo haces, o que seas tú un blanco fácil —casi guiñaba un ojo con sarcasmo, pero logró contenerlo. — Los Episkey no estarán de más, usen bezoars, y suturas manuales si es necesario. Según recuerdo en las lecturas previas ya deben conocer al respecto. Los quiero aquí a todos en treinta minutos, con sus heridos asignados, no se sabe qué más pueda ocurrir, seguro tendremos más trabajo del que predije. Trataré de acercarme a cada uno mientras este tiempo trascurre, no desesperes y procuren no dejarse intimidar por la carne viva y las vísceras que estarán a la vista. —finalizó el discurso y desapareció, justo antes de que un rayo escarlata pegara en el lugar en el que estaba de pie. No recordaba cuando había sido la última vez que había hablado tanto, o dirigirse a otro ser humano sin insolencia de por medio, aunque había algo de eso implícito en todo caso, pero no era evidente. Apareció nuevamente en lo alto de una torre donde no había situación bélica alguna, esperaba gozar del espectáculo por lo menos un par de minutos antes de interrumpir a sus alumnos con una visita. Respiró profundo; sonrió.
  4. ¡Hola! Bueno pues después de recibir el PM del censo, me vengo a pasar para dejar la respectiva ficha, sí ando así de rápido porque ando en un descanso de las tareas muggles y esas cosas Bueno pues nada, ya rellené todos los datos, y obviamente que quiero seguir perteneciendo a la familia, me alegra que se vuelva a activar como se debe
  5. ¡Hola! Bueno, vengo a pedir mi cambio, que casualmente mi subnick se ha regenerado a uno muy aburrido, entonces por eso quiero ponerme el mismo que tenía porque a mi me gusta bastante No usaré los cambios de nick, puesto que me gusta también el que tengo. Bueno ya, dejaré la ficha y muchas gracias
  6. Eliot Akil

    Primeros Auxilios V

    http://i.imgur.com/r41042J.png La luz de la vela que tenía a un par de palmas de su pergamino dejaba al descubierto la tinta que chorreaba de algunas letras, pues las ganas que tenía de enviar lechuzas informativas eran tan elevadas como las de adentrarse en el mundo de la docencia; por ende, ese porcentaje tan minúsculo de entusiasmo se hacía evidenciar en su caligrafía, que aunque seguía teniendo formas y curvas perfectas, no terminaba de verse profesional. La carta empezaba con un “Queridos alumnos”, y ahí justo en esa primera frase era donde casi traspasaba el papel. Sonreía con algunas de las palabras que continuaban a lo largo del texto, pues los gestos de hipocresía implícita le proporcionaban ciertas dosis de humor en su labor. La redacción no fue muy extensa, y básicamente explicaba que iba a ser él quien impartiría la clase en adelante, y que los esperaba “ansioso” en las instalaciones de la universidad mágica, a la que posteriormente se dirigiría. No sabía aún a ciencia cierta el porqué de aquella decisión tan repentina, quizá los recuerdos en los que había sido sanador le dejaban cierto sabor dulce en la memoria, pues cuando las víctimas a su cargo no cumplían la tasa necesaria de nefastos deseos, estar cerca de otras y fantasear con las mismas era de pronto suficiente. Ahora tendría la oportunidad de meterse en un juego diferente, enseñar las artes de la sanación a personas inexpertas en dicha área, sin lugar a dudas resultaría interesante o por lo menos lucharía para que así fuera. Las lechuzas salieron en distintas direcciones con la encomienda a su cargo, en unas horas estarían éstas en sus respectivos destinos, y los alumnos a los dos días siguientes esperándole en un aula de clase. La idea de verse con un aire rígido, y de carácter poco penetrable le daba aspiraciones de eleva a su ego. Pero tras meditarlo por cierta cantidad de tiempo decidió que el sigilo sería su mejor arma, pues nadie tendría por qué enterarse de sus convicciones personales. Se limitaría a enseñar lo que sabía, aprovechando la cercanía con la agonía y sufrimiento de ajenos, pero sin demostrarlo en exteriorizaciones de carácter. El día por fin había tenido lugar en esa mañana lluviosa, las aves extrañamente no arruinaban las primeras horas del día con melodías cursis, eso indicaba que todo iba por buen camino. Se preparó con las cosas necesarias en un bolso bandolero de cuero, obviamente con un encantamiento de extensión indetectable. Se puso su típica chaqueta negra y tras un palpitar del entorno desapareció, dejando un vapor denso que se disolvió al cabo de diez segundos. Llegó en un abrir y cerrar de ojos a las afueras de las torres de la universidad, algunas ratas corrieron despavoridas tras la repentina materialización del cuerpo humano. Miró a aquellos lugares y recordó algunas de las clases que él mismo había tomado poco antes; sonrió. Caminó lentamente oliendo la tierra mojada que había dejado una suave llovizna, al parecer el clima estaba muy similar en muchos lugares, sus botas se hundían ligeramente en el suelo y dejaba huellas que luego marcaría de igual manera en los empedrados de adentro, no le importó. El pasillo se divisaba ya y respiró hondo, tenía que prepararse antes de abrir la puerta, convencerse a sí mismo de no perder los estribos de su comportamiento rápidamente, y a su vez ponerse su careta de catedrático lo más pronto posible; así lo hizo. Abrió la puerta girando bruscamente la perilla y el lugar estaba vació, emblanqueció la vista enseguida, pues esperar no era una de sus cosas favoritas. Tomó una vieja bola de cristal que estaba sobre un archivero, y lo puso en el escritorio. Seguramente antes se había dado adivinación o algo similar dentro de aquellas cuatro paredes, pero eso no era importante en esos instantes. Sacó su varita y comenzó a conjurarlo lentamente, pensaba en el lugar en el que él junto con sus alumnos se dispondría a viajar al cabo de que todos hubieran llegado. Chipas verdes y rojas podían alumbrar sus pupilas de sólo imaginar la batalla que se estaba llevando a cabo en aquellos terrenos, una disputa bastante seria entre los integrantes de bandos opuestos, de los cuales todo el mundo sabía de su existencia pero que pocos se atrevían a mencionar. Él mismo pertenecía a uno de ellos, pero no dejaría al descubierto para nada esa información en ningún momento. ¿Por qué no estaba en esa situación bélica disfrutando de ver la sangre brotar de los cuerpos? Simple, se aparecía en esos lugares cuando tenía algo que reclamar para su propio beneficio, aparte de las ventajas que suponían para un bando entero, y este precisamente no era el caso. — ¿Sabían que la puntualidad es importante también? No quiero imaginar lo que pasaría con un herido a su cargo en el futuro, seguro que muere desangrado antes de su llegada. —dijo con el ceño fruncido, de mala gana por los minutos que había estado en espera. Los alumnos ya estaban ahí sentados, quizás algo intimidados o no por el comportamiento en primera instancia que había tenido. Algunas caras le resultaban extrañamente familiares, pero no hizo demasiado esfuerzo en tratar de recordar, ya que eso seguramente afectaría sus procederes en el futuro dejándolo descaradamente en total evidencia. — Ya saben de qué se tratará la clase, quieren aprender a salvar vidas. Bueno, pues no hay mejor manera de hacerlo que en la práctica, así que les advierto desde este momento que las líneas extensas de un libro no se comparará jamás con lo vivido en carne propia. —aquellas palabras salían con tanta espontaneidad que casi se creía su benevolencia. El conjuro en el traslador los llevaría a una vivienda de Ottery, donde una redada mortífaga se estaba dejando víctimas numerosas pertenecientes a ambas caras de la moneda: La luz y la oscuridad. Poniendo a prueba la resistencia que aquellas mentes deseosas por aprender tenían en realidad, ¿serían capaces de soportar los escenarios? Eso se sabría en poco tiempo. — Muy bien, ¿qué esperan? Acérquense y comencemos de una buena vez. —indicó con voz fría, empujando la bola de cristal unas pulgadas hacia el frente. — Ah, casi lo olvido: Mi nombre es Eliot. Traten de olvidarlo rápidamente. —bromeó diciéndolo en serio a la vez, pues odiaba ser recordado y confrontado con interacciones humanas.
  7. — A decir verdad no te tengo nada de miedo, y menos cuando tienes el cuello hecho añicos —pronunció tranquilamente mientras una media sonrisa se dibujaba en su cara. Era seguro que el estrés del momento y la desesperación de un ataque inesperado hubieran confundido a la bruja, que hasta el momento parecía tomar las riendas de sus acciones con firmeza, pero ahora estaba dando un tropiezo del que seguramente se arrepentiría luego. El tigre controlado por el oppugno de Eliot había llegado en un instante como él se lo había ordenado, sabiendo exactamente la posición de la bruja a pesar de que ella se había movido como método de confusión para el chico. Su Incárcerus para la dicha de los ojos del Black Lestrange, había atado sólo las extremidades de la bestia, permitiéndole quedar con el hocico libre con sus grandes colmillos para hacer destrozos, tal como él lo había planeado. Ley necesitaría una curación muy efectiva en ese momento si no quería morir, ya que estaba mal herida, gracias al actuar de su propia transformación, que evidentemente no supo controlar desde un inicio. «Seccionatus» pensó claramente mientras apuntaba a la ya sangrante Ley. Doce medias lunas cortantes resplandecían con destellos de luz mientras salían de la punta de su varita, todas en dirección al pecho de la bruja causándole heridas profundas y de necesidad de pronta curación. Eliot había tomado la decisión de recibir un intercambio de daño, pues las doce flechas que ahora habían perforado su cuerpo empezaban a debilitarlo, por lo que proseguiría a curarse de inmediato. A fin de cuentas, un solo daño lo veía como un juego en comparación a su oponente que estaba al filo de una muerte acechante. «Episkey» Pensó mientras apuntaba a sus heridas. Éstas comenzaban a sellarse rápidamente, deteniendo el flujo de sangre y sanándose por completo. Sus energías estaban a flor de piel, con la vista punzante, a la espera de cualquier cosa que sucediera a continuación. — Es lindo ver como la sangre fluye —dijo mirando su mano aún manchada, pero refiriéndose a la que emanaba del cuerpo de Ley. Lamió un poco de su propio flujo sanguíneo con aparente goce, entornando posteriormente la vista de nuevo en su rival. — Quizás pruebe un poco de la tuya pronto. —sonrió.
  8. @ | @ «¿Furnunculus?» Pensó el joven tras recibir el hechizo del cual no se quiso siquiera defender con un simple escucho, era tan patético aquel acto de inmadurez para sus ojos que ni siquiera se molestó en evitarlo, en vez de eso esperaba que viniera seguido por otra cosa para agregarle algo de sustento a su pobre arremetida. Después de esperar unos segundos, se dio cuenta que no sucedería y que era simplemente ese pequeño acto débil la respuesta que durante tanto tiempo había pensado Ariadna. — Finite Incantatem —susurró acabando con el capricho poco razonable de la mortífago, poniendo la vista en blanco total por lo cansino de la situación. Había sido mucho esfuerzo para nada, ¿No había valido la pena cada pizca de la energía empleada en aquella situación? Al parecer no. No había diferencia entre ninguna de las dos, ni la fierecilla ni la inmadura, ambas en extremos distintos pero con fines igual de incomprensibles frente a las opiniones de Eliot, eran dos seres más del montón que se sumaban a la lista de nombres que nunca recordaría. Al parecer el encantamiento de las pústulas no iba a ser lo único, un pequeño discursillo cargado de nuevos juzgamientos se habrían paso entre el viento e iban directo a los oídos de Eliot, sin causar claramente ningún daño o remordimiento. A diferencia de las cosas que hacían los demás como impulso, las que él cometía no se veían empapadas jamás por cosas como el “Qué hubiera pasado si no…” Eso nunca ocurría. — Y como era de suponerse, no había nada. —dijo claramente mientras la chica se volteaba en dirección a la barra. Él conocía exactamente a lo que se refería, era a sus preguntas, cosa que era posible ya ésta hubiera olvidado. La situación lo empujó un poco más a la oscuridad de sus convicciones, viéndose duchas de dudas por unos instantes en los que quiso pisar suelos inexplorados, pero sin tener ningún éxito. Esos terrenos eran inhóspitos, vacíos y totalmente áridos como gran parte del suelo de la nación que lo había visto nacer. Todo había ocurrido rápidamente, y para su total goce estaba solo nuevamente, observante de todo. Pendiente por si alguna reacción del pariente de Catherine se avecinaba, y expectante por si alguna nueva estampida de inmadurez venía hacia él por parte de Ariadna, sin olvidar que la inconsciente mujer poseída por alguna especie de felino salvaje podría despertar en cualquier momento. Todo pasaba por su mente al mismo tiempo, pero seguía sereno, cautivado por lo que podría comparar con una granja de hormigas habitada por danzantes y susurrantes.
  9. @ | @ Arranques de ira, intentos de golpes en los que posiblemente se hacía más daño ella misma, y algunos encantamientos inmovilizadores tuvieron lugar después de lo que parecía ser el final de aquel encuentro, habiéndose equivocado de cierta forma, pues siempre estuvo alerta. Como era de esperarse la capacidad de análisis que el chico podía ejercer en los terceros, era digno de alguna titulación si así funcionara el sistema mágico entonces, no habiendo dejado lugar para las equivocaciones en cuanto a sus conclusiones para con la eufórica, pero excéntrica fémina objetivo de sus desquites egocentristas. Cada golpe que recibía era como un toque, podría ser que Catherine tuviera su fuerza que no debía ser cuestionable, pero era que en temas de comparación el muchacho los resistiría con el doble de la habilidad. Soltaba una que otra risa con chispas de burla entre algunas de las arremetidas, previendo la poca energía empleada y llegando a pensar si la fémina estaba sumergida en la ebriedad sin hacerlo muy evidente. Negaba gracioso. En un momento tomó una decisión, viendo como la mortífago estaba enceguecida por la furia y eso le parecía entretenido en verdad. Decidió no resistirse a los ataques, fueran mágicos o corporales; tan sólo escucharía lo que ella tendría para decirle y ni siquiera se daría cuenta si sus encantamientos estaban haciendo efecto o no, lo más seguro era lo segundo ya que la fiera en la que estaba convertida no le permitiría ni apuntar con acierto. — La estupidez de los hombres no se me mide por la cantidad de miedo que los habita, se mide por la cantidad de miedos a los que se les da importancia —recitó en un tono apaciguado la frase de su propia autoría y aparecida como respuesta hacia la ofensa recibida. La perorata que soltaba en medio de la rabieta la Stark, sólo tendría para los oídos del despreocupado muchacho algunos pocos porcentajes de interés. Haciendo notas mentales para ofrecerle respuesta en su propio estilo de hacerlo, sereno y gracioso ante reacciones que claramente eran el triunfo de su comportamiento hostil. — Y supongo que tú si crees que a mí me pueden llegar a interesar tus opiniones respecto a mí, puedes pensar lo que te venga en gana. Quizás estás tan enfada porque no te presté un poco de atención, algo que quizás buscabas con mucha desesperación. No me importa. —no mentía, no le interesaban las carencias de atención que tuviera nadie en lo absoluto. Se puso de pie lentamente, con la respiración totalmente normal y despreocupación genuina, Suponiendo certeramente que el berrinche había tenido un final. Era muy curioso que se le acusara de mocoso o cosas similares, cuando ese alguien responsable de tales adjetivos se comportaba peor que él, y en una línea que topaba en lo descabellado. “Es suficiente” escuchó de parte de alguien con facciones que podría comparar con las de Catherine, sería su hermano seguramente o un pariente cercano a la fierecilla. Eliot, negó con los ojos en blanco ya que muy posiblemente no tendría que lidiar con uno sino con dos más; y estaba sumergido en una situación social poco habitual, no eran una ni dos personas sino tres. El flacucho le desmayó con un golpe en el cuello y la vista del Black Lestrange no tuvo ninguna reacción, seguramente tendrían suficiente confianza como para arrebatarse el conocimiento cuando les provocase, no lo sabía ni le interesaba. La figura masculina con la femenina en el hombro se acercó a él, y ofreció algo parecido a una disculpa, cosa que el muchacho de oscuros cabellos no iba a saber identificar con facilidad. — Sí, sí. Como sea... Aléjate. —articuló haciendo un gesto de desplazamiento con su mano. Estando en el sitio en el que se había parado desde el principio, y recibiendo una dosis de pereza desde su cerebro, le quitó el trago de vodka de la mano de Ariadna, dándole un trago largo a éste y devolviéndoselo con un movimiento brusco que le llegó hasta la boca del estómago sin lastimarla. Mantuvo silencio, no quería otro reclamo porque sería el indicativo de que realmente debía desaparecer en la noche como lo acostumbraba.
  10. @ | @ «¿Ella cree que se va a ir tan libremente?» Pensó ahogando con mucha dificultad una carcajada, de haber salido ésta se habría escuchado en toda la celebración, y llamado la atención, cosa que no pretendía lograr de ningún modo. Quizás los hechos a futuro lograran capturar el interés de algún mortífago, o lo más probable era que al tratarse de altercados menores no le dieran la mínima importancia; esperaba lo segundo pues no quería generar un río crecido de sangre que interrumpiría su ingesta de ron. Escuchó cada palabra que Catherine le había soltado en la cara, como si un bufón hiciera el máximo esfuerzo por sacarle un esbozo de sonrisa a su amo, temeroso de morir por no cumplir correctamente con su labor. Quizá no era el caso, pero dentro de la mente de Eliot era la cosa más comparable en primera instancia. Sus manos no terminaban de sujetar bien su vestimenta, y agradeció a los dioses inexistentes en los que no creía que ella no había siquiera tocado su chaqueta. La miró alejarse, con ese tambaleo débil que indicaba que una ligera conmoción la podría sacar de su caja de cordialidad relativamente fácil. Entrecerró los ojos muy despacio y sacó su varita, pues éste no iba a titubear en ningún grado, ni a detenerse por tratarse de una “dama”, eran las cosas que menos le iban a quitar el sueño realmente. Lanzó un hechizo de la punta de arma de madera, y la fémina cayó instantáneamente al suelo, dándole tiempo al Black Lestrange de acercase hasta donde se encontraba, a unos pocos pasos de él. Puso una pierna a cada lado de su cuerpo y la mantuvo serena, como si se tratara de un animal de engorde a punto de ser apuñalado en el cuello. Sin embargo, no había cuchillo ni ganas de usar uno, tomó algunos mechones de cabello y lo enrolló tres veces en un puño tan duro como una piedra blanca de río. Se acercó a su oído y comenzó a susurrar muy lentamente cada palabra. — ¿Crees en serio que tu teatrito mueve algo de temor en mí? Sé que no me conoces, y tampoco yo a ti, mucho menos tengo intenciones de hacerlo —bufó al final de esa frase, causando una breve interrupción. —Pero lo que quizá sea lo más importante que te percates, es que el miedo no me caracteriza en lo absoluto. —emblanqueció la vista al pronunciar la última palabra, pues no iba a ser la última vez en repetirlo. Sonrió. — Ahora, en una próxima oportunidad ten la sensatez de no recrear tal espectáculo, y no lo digo como advertencia, ni como amenaza, es simplemente lo que debes hacer… Tómalo quizá como una pequeña orden. —guiñó gracioso al terminar su discurso. Sin perder nada más de tiempo aflojó la maraña de cabellos que tenía entre sus dedos, y se levantó expectante para gozar del levantamiento forzoso que ésta iba a tener. Su varita aún en su mano relajada, acompañada del causante de todo aquello: el cigarrillo que tras una última calada cayó a los pies de la mortífago. Eliot era un muchacho bastante osado y muy impulsivo a veces, pero no era est****o. Regresó a su puesto en la pared caminando en reversa con una actitud cómica en la mirada, sin quitarle los ojos de encima a la enfurecida Stark. Era una total extrañeza verle expresividad en sus facciones, pero en verdad lo había disfrutado a pesar del esfuerzo por hablarle cerca de la oreja. Era raro verlo haciendo aquello último si grandes consecuencias, más que un ligero intercambio de palabras. Se empezaba a hartar de Ariadna, quien no decía parloteo alguno, ni se le veían ganas por dar respuesta a sus interrogantes, permaneciendo en silencio de cualquier forma. Pasarían un par de minutos más y su interés sería redireccionado al objetivo viviente que siempre tenía en mente: Nadie. La miró de arriba abajo buscando alguna curva peligrosa que por lo menos hiciera volar su imaginación en un par de segundos, pero negó con gracia en el rostro de inmediato, pues eso no era propio de su carácter y no lo sería nunca. Cada mujer con la que estaba buscaba los atributos en él, y al final de la noche decidía si tenía su aprobación o no, quizá con un gesto simple de levantamiento de mentón que llevaría todo al siguiente nivel, no más allá de una noche. Sintió ganas de generar sus preguntas nuevamente, pero como entendía que no iban a salir con la misma euforia e interés rebosante, prefirió callar a sabiendas de que aún la mente de la chica estaba dando vueltas intentando responder de la mejor forma, lo suponía, lo entendía así, y seguramente eran certeras sus predicciones.
  11. El altercado se comenzaba a poner por fin un tanto interesante, pues la acción se empezaba a abrir paso como una estampida traslucida en aquella azotea neoyorquina. Era sabido que muchas veces las habilidades de los magos eran cuestionadas sin miramientos, y en el caso de Eliot siempre sucedía, pues se le subestimaba sobremanera por motivo de su tranquila locura aparente. En el duelo que se llevaba a cabo, no había excepción a esa regla, pues en los ojos de la bruja adversaria se le notaba un tanto el reconocimiento por aquellas habilidades, las cuales le estaban dando quizá más guerra de la que ésta esperaba. El tigre, tal y como lo había ordenado el chico de los oscuros ojos, se había lanzado directo al cuello de Ley, quién comenzaba a desfallecer rápidamente debido a esas heridas, pero que sin embargo había comenzado a curar en ese mismo momento con un hechizo sanador. Eliot tirado en el piso y enceguecido por la Legionario, se quiso quitar de encima por lo menos uno de esos estados, y estando aún con la vista anulada se puso de pie firmemente sin ningún tipo de balanceo. El hechizo responsable de su ceguera le impediría arremeter enseguida contra ella, pero eso no iba a durar eternamente. — Aunque estaría interesante hacer salir tu sangre de mi propia mano, es lindo ver como tu propio animal te hace añicos —sonrió viendo las manchas carmesí que habían por doquier. — Oppugno —repitió, con la vista totalmente funcional. Apuntaba directo al tigre de bengala que seguía con vida, y que había vuelto a pasar al mando de su creadora, pero no por mucho tiempo. Ahora estaba siguiendo la orden de Eliot, quien le encomendaba nuevamente atacar directo al cuello de Ley, proporcionándole heridas que necesitarían sanación instantánea. La bruja se había movido aproximadamente 5 metros mientras no tenía vista, pero el animal si sabía su posición exacta y no dudaría en seguir la orden impuesta, con un solo salto estaría sobre aquel cuerpo femenino.
  12. @ | @ Cada vez parecían llegar más personas al recinto, lo que provocaba que la incomodidad del joven empezara a surgir poco a poco. Con cada exhalación sentía una pizca más de arrepentimiento por haberse decidido a asistir a aquella reunión. Era cierto que no tenía nada que perder, y que siempre se sometía a esos pequeños sacrificios como acto de masoquismo. Las preguntas que habían salido de su boca aún resonaban en sus pensamientos, como si de un eco infinito esto se tratara. No entendía en ese preciso instante el porqué de su ataque verbal hacia la chica, pero algo en sus adentros le volvía a carcomer en sus más grandísimos hastíos, y aunque no estuviera del todo presente en los aciertos de los jugueteos de su profunda mentalidad, quiso seguirse a sí mismo la corriente uniendo de alguna manera los impulsos con la razón. Ariadna permanecía en silencio, indicando que quizás muy pocas veces en su vida la habían hecho someterse a un interrogatorio de ese color. Era en la medida de lo más posible una reacción inesperada lo que había obtenido, después de un simple intento de socialización; pero así era el proceder del Black Lestrange, único en su arsenal de extrañezas. Entornó los ojos en la multitud, conservando la actitud serena y manteniendo el silencio, como indicativo que de la espera por las respuestas a sus interrogantes estaba intacta. Pues, sus impulsos por largarse avivados por el aburrimiento, la incomodidad y el contacto humano, estaban cesando en competencia por lo que en ese instante acontecía. Visualizó a una fémina más acercarse y de inmediato su habitual pensamiento de repudio tuvo lugar en su mente, no podía creer que ya no tendría que lidiar con una compañía sino con dos. No entendía el porqué de esto, ¿acaso su actitud era mal interpretada? ¿Podría ser que la ausencia de expresividad se confundiera con una puerta abierta a la cortesía y amabilidad? Bueno, eso último no era para nada cierto. «Creo que ésta será otra que se equivoque de número» Pensó sin demostrarlo. Teniendo a Catherine ya casi frente a él. Quizá era cierto que sólo venía por un cigarrillo, Eliot siempre tenía con él los suyos, pero puede que suceda que haya gente incapaz de recordar sus propios vicios y de mantenerlos además. Pero nada de esas conclusiones sensatas tenían cabida con la altanería de por medio, característica principal del objetivo humano de la petición de la mujer. — Cuanto lo siento, pero no tengo más. —articuló con toda tranquilidad mientras muy a la vista sacaba uno nuevo de una cajetilla bastante surtida, para luego meterla en el bolsillo trasero de su pantalón. Su rostro tenía un aire similar al de una burla del tipo “Yo no fui”, pero a su vez cargada de tanta odiosidad que su interpretación no iba a poder ser de otra manera. No le apetecía regalar su vicio, no tenía intención de compartir nada con nadie, ni siquiera un poco de cáncer si eso fuera literal. — Si no te importa… —dejó la frase en estand by, soltando una bocanada de humo denso, e indicando a su vez que era momento de que se les dejara de nuevo en solitario. No sabía cuál iba a ser la reacción de la mortífago, si tomaría o no represalias contra su comportamiento, tampoco movió un ápice de su preocupación. Sólo aguardó por las respuestas que quería antes de ser interrumpido, y prácticamente olvidó otras presencias a su alrededor en cuestión de segundos.
  13. Parecía que la bruja tenía un hechizo predilecto en su arsenal, como era de esperarse con alguien con pocas capacidades, o por lo menos eso era lo que Eliot pensaba como conclusión de sus repetidas maniobras. La noche seguía bastante oscura y los charcos creaban pequeñas ondulaciones, debido a la batalla que se llevaba a cabo sobre ellos. Ley había conjurado la única cosa que había en la azotea, una de esas hélices que suelen estar en la cima de los edificios, dejándolo ahora sí totalmente vació, nada más con el concreto que recubría todo el lugar como un manto duro a su vez humedecido por la noche fría. Ahora esa especie de ventilador era un tigre de bengala, expectante a los ataques que pudieran surgir. — Veo que aparte de saberte un solo conjuro, no puedes cuidarte solita, es una lástima. —sonrió al terminar la frase, ya habiéndose percatado de su envenenamiento. No le dio mucha importancia a esto, y no sintió gran dolor. De hecho su rostro aún estaba sereno y sin expresión alguna en él, miraba con los ojos entrecerrados a la araña antes de aplastarla con el otro zapato. El cuál ahora sería punto focal de su magia, lo apuntó y pronunció levemente — Morphos… —El zapato mutó rápidamente en un bezoar, el cual no dudo en ingerir en ese preciso momento. Su cuerpo de reponía y la curación hacía efecto en el acto. — Creo que te tomaste muy enserio lo de desvestirme, me has dejado descalzo —fanfarroneó haciendo un ligero movimiento, insinuando que se desabrocharía el pantalón, claramente sin llegar a hacerlo. Apuntó al tigre de bengala que estaba en modo de protección de su contrincante y dijo — Oppugno —ordenándole que éste la atacara desmedidamente, dejándola mal herida y haciendo el mayor de los daños en su cuello, a donde se dirigiría en primer lugar. Necesitaría curarse rápidamente sino quería morir o estar debilitada.
  14. Por azares de su poco interés en las facciones de la chica, no se había percatado de la luz que cubría su rostro. Era un miembro de la orden del fénix sin duda, él no tenía por qué haberse cubierto su rostro, pues no se trataba de ningún movimiento que le implicara como miembro de la marca tenebrosa y la fenixiana no tendría ninguna prueba de su participación en ningún tipo de organización de éste tipo. Sonrió gracioso por el mal cálculo de la fémina, quien dejándose llevar por su miedo a ser reconocida había terminado ejerciendo un acto un tanto mediocre. No era para menos dentro de los pensares del Black Lestrange, a quién esa clase de comportares le llevaban a clasificar de inferior inmediatamente a la persona en cuestión. Claramente sus altos deseos por no escuchar tan prontamente la voz de la bruja, hizo que el duelo se principiara de una forma con un poco de infortunio, pero eso no lo detendría en lo absoluto, de hecho avivaba más sus deseos de exterminarle, un pequeño tropiezo no iba a ser motivo para disminuir sus ganas por regocijarse de la victoria que a futuro estaba seguro que obtendría. Estando en el suelo gracias al efecto lanzado a su cuerpo, apuntó rápidamente a donde estaba Ley. — ¡Silencius! —pronunció claramente evitando de esa manera que el próximo hechizo a realizar saliera; lo único que pudo escuchar fue un simple “Mor…” que salía de sus labios. Podría estar en el suelo, pero eso no evitaría el poder silenciarla, quién sabe que artimaña tendría ésta en mente, pero conociendo el proceder de los fenixianos y a donde se iba a dirigir la varita, concluyó. — ¿No es un poco pronto para que me quieras empezar a desvestir? Típico. —bromeó con bastante ironía. «Zancadilla» pensó apuntando con agilidad nuevamente a su rival Ley, quien de inmediato cayó al suelo por consecuencia del efecto, y sus tobillos siendo amarrados por causa de los lazos del mismo hechizo. Lo que era igual no era trampa, así que le divirtió sobremanera que su intento por saciarse de verle en el piso, ahora hubiera sido contrarrestado con una vista igual pero con ella de protagonista. — Veo que tienes un poco de afán. Tranquila, todo a su tiempo… —dijo en tono burlón. — Me disculpo por devolverte el favor, no es que sea vengativo o algo por el estilo. —sonrió dejando que el silencio nuevamente se apoderara del lugar.
  15. De todos los minutos que estaban transcurriendo uno ya se hacía más aburrido que el otro, a excepción de la pequeña demostración teatral que tuvieron con el Boggart, todo iba muy plano. Pues había sido un momento con un cierto grado de tensión por enfrentarse a su otro yo de frente, y a su vez demasiado entretenido logrando causar irritabilidad en una de sus compañeras de clase. Notó cómo Adryanie explicaba algo relacionado con el Magic Mall, algo que tenía que ver quizá con el funcionamiento de los objetos ahí vendidos, pero no le prestó mucha atención. No quería inmiscuirse en conversaciones que terminarían de arruinar los momentos que pasaba en el parque sin que estuvieran ligados al trabajo. — Entonces, dígame usted profesora. ¿Cuál es la forma correcta de burlarme de las personas? —canturreó con un ligero levantamiento de ceja, convirtiendo el comentario de la mujer en una pregunta que seguramente no le resultaría agradable. Las prácticas de las demás estudiantes dejaron mucho que desear ante los ojos de Black Lestrange, quién esperaba ver algo realmente interesante, pero terminó en decepción total sin cabida a nada diferente. Volvió a tirarse en el suelo y comenzó a dibujar nuevamente con la punta de la varita figuras geométricas complejas, no tenía ganas de seguir viendo aquello que no merecía la pena. Así, con su oído de alguna manera aún conectado con lo que ocurría, como mera precaución para los avances del programa, escuchó como un vaivén de puntas estaba ocurriendo. Alzó la vista y la enfocó en la licántropo y Juv, quienes parecían conocerse de algún lugar pero no terminaban de afrontarlo. Eliot, valiéndose de su capacidad para deducir las situaciones había sacado su propia conclusión rápidamente, y comenzaba a estresarse con el tema recurrente en cada encuentro de ese tipo. — Bueno, si se van a continuar mirándose y recitando cosas una a la otra, será mejor que mi mejor amiga y yo nos marchemos y las dejemos en privacidad. Así no se cohíben más de sus demostraciones de cariño. —soltó todo aquello como vómito verbal, mirando al finalizar a Lyra y guiñándole un ojo. Se regocijaba de su insolencia. No solía soltar aquellos discursos de reclamo en lo absoluto, pero era que el aburrimiento empezaba a hacer estragos en su cerebro. No toleraba que mientras él se pudría en el piso garabateando cosas, la clase se estancara con tesituras que no venían al caso. Así que para agregar un poco de sal y pimienta a la situación, bromeó seriamente acerca de las susodichas actitudes. «¿Maleficios imperdonables?» Pensó muy reflexivo, pues hasta los momentos el perfil que tenía la fémina a cargo del grupo era muy inclinado a la benevolencia. No se imaginó que mencionaría los maleficios y aún menos que los quisiera hacer en clase, por fin estaba sucediendo algo que podría resultar beneficioso para sus carencias de entretenimiento de ese momento. Escuchó la breve explicación de cada uno de los usos y contrarrestos y sus ojos se oscurecieron más, mil y un recuerdos atravesaron su memoria en un flashback indetenible. Una rata fue el blanco para la ilustración de los conocimientos de la profesora, haciendo que su vista se pusiera neutra otra vez. No era que defendiera la vida de los roedores, incluso hacía poco había exterminado a uno de ellos con un pisotón en el cuello, dentro de los bosques cercanos a la mansión Black Lestrange. La comprobación de la efectividad de la maldición sobre el animal estaba finiquitada, y pudo hacerse la vista gorda de las reacciones a su alrededor, pues otra de las discípulas, la más egocéntrica, comenzaba a desquitarse de su ira con un reptil, un animal que ella misma había invocado con ese fin. No le veía lógica alguna realmente, sólo suspiró en negación. — Muy bien, ¿Qué sigue, la otra chica matando a un canario? —interrogó al grupo señalando a Lyra. No era que le produjeran algún tipo de misericordia, o que no pudiera soportar los actos que se llevaban a cabo. Al contrario, le parecían tan patéticos que no se podía creer que fueran dignos de una clase con el título que ésta tenía. A demás, aparte a esto las maldiciones imperdonables siempre le parecieron sobrevaloradas por el ministerio, no eran atrayentes para él. No hacían desprender sangre a borbollones ni matar a alguien con heridas descaradamente profundas, eso era lo que más placer le daba en una batalla. — En mi opinión, las maldiciones imperdonables no son para realizarse en clase. —parloteó con su hipocresía claramente a flor de piel. — Ya ves que casi vemos enloquecer a esta pobre muchacha torturando a esa culebra, no lo podemos permitir. ¿No cree? —se dirigió a su profesora. Seguramente lo recién dicho iba a ser muy complicado de interpretar, pues su semblante y su actitud decían completamente otra cosa sobre él y ahora su elocuencia demostraba una contrariedad muy fuerte. En definitiva la actitud del chico siempre causaría ese tipo de controversias, pues era capaz de camuflarse con mil mascaras actitudinales si era necesario. — De hecho sí, tengo una pregunta. —interrumpió la último palabra que iba a salir de los labios de Adryanie. — ¿Por qué el ministerio clasificó de imperdonables éstas tres maldiciones, cuando sabemos que hay magia igual o incluso más oscura? —su vista era serena y punzante. — ¿será acaso que muchos magos las usan desmedidamente por la facilidad de su aplicación? —terminó volviéndose a sentar tranquilo en la tierra.
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