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David ~

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Acerca de David ~

  • Cumpleaños 09/04/1995

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    Male
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    Principáu d'Asturies, España.

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Reputación

  1. Comprendía que no manejase los horarios, pero veía innecesario que existiesen en un bar. Pensaba que lo más lógico a estas horas del día era ver cuántos clientes había y cerrar en caso de que no hubiera ninguno. Miró a los camareros. ¿En qué estaba en lo cierto ese tal Slyfer? No estaba escuchando la conversación que mantenían, pero Natasha sí. Al belga no le importa lo que pudiesen estar hablando, pero prestaría atención a partir de ahora, no tenía nada mejor que hacer. Estaba bebiendo de su copa cuando se movió apartándose de la empleada. Acababa de escupir su bebida en dirección a un camarero. Al ojiazul no le cayó ni una gota, ni le pasó cerca. Retrocedió involuntariamente, sin pensar. Se le escapó una carcajada al escuchar la pregunta que formularon a la única chica del lugar, a la que pareció no sentarle bien. -Evita la pregunta, eso es que no lo hace muy bien. Tenía una forma de divertirse. Crearía discordia. Si le salía bien y acababan peleados tendría entretenimiento. Le gustan las peleas, verlas, no participar. -¡Qué humillante que un sucio elfo doméstico te pegue...! - exclamó riendo. El elfo doméstico de la castaña estaba dando zapes al camarero y jalando su pelo. Al final sería él belga quien tendría problemas por decir cosas así, pero le daba igual. Quería y necesitaba emoción. Llegó otro camarero más, ¿cuántos eran? -Sí que quiere besarte, ¿para qué iba a realizar esa pregunta si no? - susurró a Natasha después de que Slyfer defendiese a Carlos. Había descubierto los nombres de cada uno. El último que llegó era Roberto.
  2. -¿Cómo te gusta más? ¿Con cinco personas o lleno de gente? Podía ser que le gustase más con tan pocas personas. Era más acogedor y más relajado, aunque podía ocurrir que ciertas personas al verlo así decidiesen irse. Había clientes que preferían los sitios abarrotados de gente donde ni siquiera se podía caminar con facilidad. Otros, como el belga, buscaban todo lo contrario. -¿Elfos domésticos u otra clase de elfos? No conocía otros elfos diferentes, pero eso no significaba que no los hubiese. Su trabajo no consistía en lo que esperaba. No estaba en contacto con criaturas, solo con un par de razas raras como eran los demonios y los gigantes. Gigantes en Londres... menudo circo sería verlos caminar por la ciudad y por las tiendas. -De pequeño quería ser vampiro para alcanzar la inmortalidad. - dijo a Natasha. Su sueño durante años había sido ese, ahora no tenía ninguno. Poder vivir durante cientos y cientos de años era algo que le atraía, aunque pronto comenzó a dejar de verlo como una bendición. Con el paso del tiempo se fue dando cuenta de que era un castigo tener que permanecer tanto tiempo vivo. Era un asco. -No creo que nadie lo haga, las personas que saben que estoy aquí y que tú me serviste las copas nunca te culparían. - se rió. Los únicos que lo sabían eran los camareros. Dio un sorbo a su copa. Para ser la primera vez que Natasha hacía tragos no estaba mal. Saboreó sus labios donde había quedado una gota del líquido y sonrió. Ella seguía sin querer acompañarle, pero daba igual, al final estaban charlando como había querido el joven. -También me quedaré aquí. - sonrió. -¿Por qué vas a cerrar tan tarde si no hay nadie? - preguntó fijándose en unas escaleras de mármol. -¿Qué hay arriba?
  3. -¿Por qué sería otra cosa? Se podía imaginar los motivos, pero quería escucharlo de ella. Debían de ser los típicos que se acercaban a todas las mujeres que pasaban por delante. El belga no era de esa clase de personas que se acercasen a todas, al menos no con los propósitos que creía que tenían los camareros. Sin embargo no le parecía mal que lo hiciesen, los entendía, si estaban solteros y tenían ganas de divertirse, ¿Por qué no? -¿Los jefes no le despiden? Estaba alucinando. ¿Cómo que el barman no quería hacer su trabajo? Si el ojiazul fuese el dueño del negocio ya estaría despedido. ¿Para qué iba a querer un empleado que no cumplía con su deber? Era una pérdida de dinero y los negocios estaban para enriquecerse. Bue, si tuviese un negocio probablemente no contrataría a nadie, tendría unos cuantos elfos domésticos a su servicio, ellos sí que lo harían. -Yo no tengo trabajo, soy un maldito vago. - bromeó. -¿Estás en contacto con muchas criaturas? A mi me encantan. -preguntó por su empleo. No era precisamente camarera, era la hija de los dueños y trabajaba en un departamento relacionado con las criaturas mágicas. Tenía que ser interesante, divertido y arriesgado trabajar en algo así, sobre todo si estaba en contacto con las criaturas. Aunque no todas eran emocionantes como los unicornios o los dragones, había algunas que era más aburridas que los animales domésticos que tenían los muggles. -Tienen una pinta estupenda. Dijo mirando las dos bebidas que había preparado Natasha. Tenían casi el mismo color que los que salían en las cartillas, estaban preparadas muy bien. Ahora había que confirmar si el sabor también era el correcto, aunque desconocía cómo tenían que saber. Agarró ambas copas sin dejar de mirarlas y acercó la que tenía el nombre de Venus hasta ella arrastrándola por la barra. Sus intenciones no podían ser más claras. -Tengo una copa y tu otra, puede decirse que ya me estás acompañando, ¿no? - rió. -¿Vamos al sofá? Estaremos más cómodos, sobre todo yo que estoy de pie. - ya había dado por hecho que aceptaba la invitación de antes.
  4. Asintió. Ese era el pedido. Tenía sed, no quería que pasase mucho tiempo hasta que pudiese disfrutar de ambos líquidos. Pensó en el color que tendrían hasta que la castaña le dijo su nombre y la forma en la que la llamaba todo el mundo. Al belga solamente lo llamaban David, casi nadie usaba otra forma para referirse a él, le gustaba cuando lo hacían. El motivo era sencillo, esas personas tenían algún vínculo especial con él y la suficiente confianza como para no decirle por su nombre de pila. Era una chorrada, pero le gratificaba cuando le decían Davi o similares. -Te llamaré Natasha. La llamaría distinto al resto, al menos hasta que ella le dijese que prefería el diminutivo. Siempre iba al contrario de los demás, era más divertido ser distinto. Lo diferente solía llamar la atención más que lo común y él amaba ser el centro de atención haya donde estuviese. Miró para el lugar que señalaba. Era la barra donde ya había dos camareros más. Se levantó del sofá pisando el suelo con sus pies descalzos. No iba a ponerse las chanclas para ir hasta la barra, estaba cerca. Lanzó el cojín hacía arriba y le golpeó con la cabeza hacía atrás para que cayese donde estaba sentado. -Cuatro personas para un par de copas... curioso. Caminó hasta la barra pensando en que cuando se ofreció a ayudarla con las copas era solo para tratar de convencerla, en ningún momento lo decía de verdad. No pensaba que ella tomase sus palabras en serio, pero ahora no tenía más remedio que ayudar. Sería lo más cercano que haría a trabajar en meses. Se apoyó en la barra sin prestar demasiado atención a los camareros. Lo que miró fueron sus pies para comprobar lo limpio que estaba el suelo del bar. Los pies seguían limpios, los encargados de la limpieza habían hecho bien su trabajo, al menos por donde había caminado el ojiazul. -¿Hago yo las copas? Preguntó. Si las tenía que hacer él tendría problemas. No tenía ni idea de cómo hacerlo, ni por dónde empezar. Si le confirmaban que era él quien tenía que hacerlo volvería a por la cartilla porque le resultaría un poco más fácil. Traía todo el procedimiento y ni aún así tenía esperanzas de que le saliese bien. En su vida había trabajado en el mundo de la hostelería, pero no descartaba hacerlo en un futuro. Ni quería ni necesitaba el dinero, sí le hacía falta era un trabajo para matar alguna que otra hora del día. Sería más bien un hobby, un pasatiempo que encima le ayudaría con su vida social. -¿Trabajas solo como camarera o tienes más obligaciones? - preguntó a Natasha.
  5. Se fue y volvió con una nueva cartilla que como ella había dicho tenía más variedad. Leyó las primeras páginas, solo las primeras porque tenía un sinfín de ellas y si se ponía a mirarlas todas no acabaría ni para la semana que viene. Prestaba atención a los ingredientes que contenían las distintas bebidas. Según lo que llevasen escogería. Después de un minuto encontró dos que podían gustarle. No sabía cuál de las dos tomar, decidió que primero tomaría una y luego la otra. Cerró la cartilla, pero no se la dio a la camarera. La dejó a su izquierda, encima del sofá. Más tarde quizá la tuviese que volver a utilizar para un nuevo pedido. -Tomaré la bebida que me aconsejas y después querré un Venus. Era un trago que salía en la primera de las cinco páginas que había visto y tenía buena pinta. Llevaba crema de plátano, bitter, vodka, un poco de zumo de limón... Tenía que saber a Dioses, aunque desconociese qué era eso de bitter. No tenía constancia de haberlo probado, ni tampoco de haberlo escuchado. No solo los ingredientes le parecían atractivos, el nombre le encantaba. Era una fanático de la astronomía y que se llamase Venus era un plus. Pero antes de tomarla probaría la que le dijo la empleada, no quería hacerle el feo. Tendría que gustarle porque según ella llevaba limón y todo lo que llevase citrón le sabía bien. -¿Eso es un no? Porque de ser así tu excusa es muy mala, de las peores que escuché en toda mi vida. Rió. Al ojiazul no le quedó claro si había aceptado o no su invitación. Lo único que había dicho era que no lo conocía, pero precisamente para eso quería que se sentase con él, para que se conociesen. No se rendiría. Era perseverante y no se cansaría hasta que ella le acompañase. Que no se hubiese negado directamente era un avance. Seguro que ella quería acompañarle, pero no se atrevía a aceptar. O eso quería pensar él. Volvió a abrazar un cojín porque no sabía qué hacer con las manos. Estaba un poco nervioso, la respuesta de ella le desconcertó un poco, no se la esperaba. Apretó fuerte el cojín y la miró a los ojos. -Me llamo David. - se presentó. -Ahora ya me conoces, no tienes motivo para no sentarte conmigo. ¿Cuántas veces en la vida llega un chico guapo y te invita a una copa? Pocas, muy pocas. No pierdas la oportunidad. - sonrió. -Es broma, pero venga, acepta. Si quieres te ayudo a traer las copas.
  6. Cambió de postura el cojín y mordió en otra parte. Lo estaba llenando de babas. Le parecía gracioso imaginarse la cara que pondría cualquier persona que se apoyase en el y notase que estaba húmedo. Bue, pensándolo bien a lo mejor actuaban con normalidad pensando que era algún líquido derramado. Cruzó las piernas apoyando su pie derecho sobre la rodilla izquierda. Verse descalzo le hacía sentirse como en casa. No eran los modales más adecuados para estar en un sitio público, pero no temía que le llamasen la atención. ¿A quién podía molestarle? Solo a algún amargado. Además sus pies desprendían un agradable olor a limón. El ojiazul siempre se echaba un litro de colonia de limón por todo el cuerpo antes de salir de casa. Bue, tanto como un litro no, pero sí demasiado. Movió su pie derecho al ritmo de la música. Estaba sonando una canción romántica que conocía y que le gustaba. ¿Habría alguna pareja en el bar que la hubiese pedido? Movió su cabeza de un lado a otro buscando, pero no vio a nadie. Acabó una canción y empezó otra que como la anterior también era perfecta para los enamorados. No le gustaba tanto, pero no dejo de mover su extremidad. Justo en ese momento llegó una camarera a atenderle y dejó de morder. Le parecía atractiva. Debía de tener una edad parecida a la suya. Cogió la cartilla sin decir nada y se puso a leerla, echando alguna mirada de reojo a la empleada. No sabía qué tomar, había tanto donde escoger que no le resultaba fácil. Le devolvió la cartilla aunque aún no se había decidido. Apartó el cojín a un lado. -Buenas noches - saludó. -Tengo ganas de una bebida que contenga alcohol, pero tampoco demasiado. Quiero emborracharme, no acabar en el hospital. - bromeó. -Si contiene limón, mucho mejor. No conocía muchos tipos de bebida, pero ella posiblemente sí, ese era su trabajo. Al ser camarera debía de conocer un montón de bebidas, tanto alcohólicas como no. El joven siempre que quería alcohol tomaba whisky de fuego, pero hoy era el día de cambiar, de tomar algo que no hubiese probado nunca. Si de verdad quería una vida más dinámica no podía permitirse tomar siempre lo mismo, por mucho que le gustase. Su objetivo era tomar una bebida diferente cada día, una comida distinta, tener un plan para cada día de la semana en el que se divirtiese como antaño... No era una tarea fácil salir de la rutina. ¿Era imposible? Tampoco. En esta vida no había nada imposible para nadie, mucho menos para los magos. Con un simple movimiento de varita podían conseguir casi todo. -¿Tienes mucho trabajo esta noche? - preguntó antes de que fuese a por el pedido. -Porque si quieres podrías acompañarme, ¿te apetece?
  7. Era de noche en Londres y gran parte de los ciudadanos estaban en sus casas durmiendo o intentándolo. No era el caso del belga. No estaba cansado y mañana, como en el resto de los días de la semana, no tendría que madrugar debido a su falta de responsabilidades. Su única preocupación era divertirse e intentar que su vida fuese lo más dinámica posible. ¿Lo estaba consiguiendo? Rotundamente no. Pasaba la mayor parte del tiempo en casa sin hacer nada. Cuando digo nada es literal. Se sentaba en el sofá o se tumbaba en la cama y dejaba que pasasen los minutos. Hoy, en cambio, tenía planes fuera de su vivienda. Acudiría a un bar a tomar un trago. Bue, quien dice un trago dice dos, y quien dice dos dice los que sean necesarios para emborracharse. ¿A qué bar? No lo tenía del todo claro. Había tantísimos que era muy difícil decidirse. Acabaría entrando en el primero que le llamase la atención y que no estuviese lleno. Tener que esquivar a docenas de personas no entraba dentro de las cosas que le divertía. Llegó al muro de ladrillos que separaba el Londres muggle del Londres mágico. Golpeó en los ladrillos correspondientes en el orden adecuado y el muro se abrió para permitirle pasar. Lo atravesó de inmediato. Pasaron cinco minutos hasta que encontró un negocio que le llamó la atención, pero cuando se acercó se dio cuenta de que estaba cerrado. ¿Por qué cerraban tan temprano un viernes por la noche? En fin... siguió su camino un poco decepcionado e intrigado. ¿Qué hora sería? No llevaba reloj y ver tantas tiendas cerradas le hacía pensar que era mucho más tarde de lo que pensaba. Él calculaba que eran las once como mucho. Bue, tenía que darse prisa porque se estaba poniendo frío y su atuendo no era la más adecuada para una noche de primavera, sí para el verano. Llevaba unos pantalones cortos, una camiseta corta y unas chanclas. Cuando el viento no soplaba no se estaba mal, pero cuando lo hacía su piel se ponía de gallina y sufría escalofríos. Y se lo merecía, nadie le había obligado a llevar esa ropa. Encontró uno abierto y que le gustaba. ¡Aleluya! Entró, no encontraría nada mejor. Rojo, rojo, everywhere. Suerte que le gustaba el color porque era el predominante. Se sentó en un elegante sillón rojo y se quitó las chanclas, estaba más cómodo sin ellas puestas. Le tocaba esperar para ser atendido por uno de los camareros. Agarró un cojín y lo abrazó mientras lo mordía. Tenía esa pequeña manía desde que era bien pequeño. No era nada malo que lo hiciese en casa, pero en un sitio público... ¡A saber qué personas habían estado sobre ese cojín! Pero ni esa idea le hacía dejar de morder. Ahora mismo era como un bebé con los dientes recién salidos que se ponía feliz por poder morder algo. Si al final iba a ser parecido a ellos y eso que los odiaba. Bue, odiaba a los bebés, a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes... a todo el mundo, o casi. Podría decirse, sin miedo a equivocarse, que no existían personas en el mundo a las que apreciase aparte de si mismo, aunque tampoco había ninguna persona que lo apreciase a él.

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