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Charchar

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Logros de Charchar

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  1. - Estoy cansada, Black. Cierra al salir. No evitó largar un suspiro frente viendo como las dos orbes ambarinas lo miraban desde la cama en la que algunos extensos minutos atrás se encontraba él. Del armario de las pociones caminó hacia la cama, donde se encontraba ella. La vio como se acurrucaba, incómoda. Él sabía que se estaba metiendo en territorio peligroso, invadiendo el espacio personal. Antes de que ella pudo hablar, llevó su grueso dedo índice y lo apoyó sobre su boca y barba, intentando tranquilizarla. Se inclinó y le dio un leve beso en la coronilla. Luego de eso, dio un pequeño salto y con algunas zancadas llegó al marco de la puerta del lugar. – Nos estamos viendo. –Susurró de tal manera que solo ella podría escuchar. Dio media vuelta, cerró la puerta y reposó sobre la misma. Largó un suspiró y clavó sus ojos azules al techo. Ahora que no lo veía no se podía controlar. El golpe de endorfinas lo había dejado mareado. Muchas reacciones químicas dentro de su cuerpo contenidas por mucho tiempo podían ser perjudiciales en cierta forma. Ya no tenía nada más que hacer. Sentía que no había nadie, pero para no arriesgarse, decidió tomar el mismo camino. Su cabeza maquinaba 30 segundos y luego, se iba por las nubes. Así, sucesivamente. Quería alejarse y a la vez. Pero sabía que había hecho una promesa y esa, sí la tenía que cumplir.
  2. - Vamos Gatiux. Me haz querido lanzar un par de avadas por desaparecer 2 meses. -Sonrió, y miró hacia la mesa, como dejando el tema ahí. Recordó los dramas que habían pasado en esa misma mansión, como cuando la tuvo que volver a conquistar de las pegajosas manos de Nathaniel. En cuanto terminó las tortitas, devoró en segundos los restos de bacon y se tomó de la misma manera dos vasos de agua. Miró la botellita, luego a la Malfoy, luego a la botellita denuevo. La tomó sin reparos y bebió el espeso líquido verde. Sintió como un impulso de energía revitalizante naciera desde su estómago. Tuvo la imperiosa necesidad de estirar su columna y volver a una postura más adecuada mientras daba un profundo respiro. - Muy agradecida la poción. -No pudo comparar su viaje con lo que le contó ella. La Universidad y las nuevas oficinas ministeriales le parecían todo un lío sin sentido, pero un lío del que tenía que empezar a formar parte.-Tomo nota de las comidas. Ya cuando entre en entramiento estaré en forma en menos de lo que tardes en decir Pantano de Queerditch. ¿Sabes? El castillo también está vacío. No sé, capaz nos estamos perdiendo de una fiesta. Capaz… ¡Deberíamos hacer alguna para nosotros! No reconocía la nueva joyería. Eran anillos que a simple vista parecían parte de una antigüa colección, algo vintage que se estaba poniendo de moda entre los muggles de las ciudades más cosmopolitas. Pero debía de haber una razón más. De todas maneras no quiso indagar, era apretar botones que podían estropear la maquinaría llamada conversación. Al igual que el tema de las disculpas y explicaciones, decidió terminarlo ahí. Sabía y reconocía que heridas con tanto tiempo sanaban con acción y tiempo. - ¿Sobre la Marca? Supongo que entraré. Supongo, porque desde que tengo uso de razón, la decisión final la tienen los líderes. Aun hay cosas que resolver y creo que son cosas que voy a llevar hasta mi muerte. Tendré que esperar un poco hasta que me renueven el tatuaje. La miró a los ojos y se levantó para ubicarse por detrás del sillón y se apoyó en el respaldar. Suspiró, y llevó la cabeza a los ojos. Iba a ser difícil la entrada al bando. Por más de que él siguiera siendo “jóven”, temía de que no hubiera lugar para viejos como él. En general, los miembros del bando se renovaban con celeridad. Para algunos era una vida, para otros una etapa. Los primeros, la dejaban con la muerte, mientras que los segundos, tras un par de Obliviates. - Perdí muchas cosas. La visión, familia, amigos. No quiero perderte de la misma forma. -Se rascó un poco la nuca y volvió a levantar la cabeza.- Sería un agrado, empezar de a poco, compartir lo social y lo cotidiano. En sus viajes sabía que nadie era de nadie. Esa posición impuesta por el patriarcado había hecho más daño que bien en sociedades mágicas y muggles. Todos estaban desesperados por “tener a alguien”, o “pertenecer a”, una suerte de esclavitud moderna “soy de...”, de la cual el Black estaba tan de acuerdo como su opinión sobre la utilidad de la Orden. Por eso iba a encarar su relación de otra forma, eran libres y por consiguiente, debían ser independientes, para poder ser independientes juntos. - No sé si va a ser para siempre. Sabes que en el mundo mágico todo puede pasar. Pero te prometo tres cosas. Si me llega a pasar algo, no será motivo tuyo. Si este algo pasara, te lo diré inmediatamente. Y si necesito ayuda, te la pediré a ti. -Se acercó a ella mientras iba recitando su declaración y ya en frente, encerrándola contra el amarmario de posiciones, le levantó el meñique, en señal de cerrar la promesa.
  3. Cuando la vio entrar, sintió como si alguien le hubiese lanzado un balde de agua fría. Abrió los ojos y dejó de respirar por unos segundos. Seguía tal cual la había imaginado en sus años de ausencia. Más que nada por como Orión construía a Gatiux: se basaba en los momentos compartidos, los dramas y los intensos romances; era algo que trascendía de lo meramente físico y eso solo se dio cuenta cuando le hacía falta. Todo eso luego de que ella haya vuelto de despejarse un poco. - ¿Qué haces aquí, Orión? Si te has perdido, el Castillo Black se encuentra un poco más al norte. La dieta que estás haciendo no te sienta muy bien. Estás hecho un asco. - Siempre tan perspicaz querida. –Dijo levantándose un poco e inclinando su cuerpo hacia donde ella se había sentado, colocando su codo izquierdo en su rodilla y apoyando su pera en su palma.- No hace falta que digamos lo que ya sabemos. Hablemos mejor de lo que no Estiró su columna y se acomodó los cabellos. Las raíces castaño claro comenzaban a salir, ya dando en cuenta la tonalidad real del mago Luego pasó su pulgar e índice por su perfil como peinando una tupida barba de unos días. Cuando vio que la Malfoy pidió desayuno, un fuerte rugido estomacal lo molestó. Hacía años que no tenía una comida completa, y no había tiempo para relajarse en la Black. Más desesperación tuvo, cuando vio llegar la bandeja de plata. Trató de contenerse y estaba a punto de levantarse cual gato interesado hasta que entendió que también habían pedido para él. De igual forma, se apartó de la cama y se dirigió con la máxima gracia posible hacia el sofá; la cual no era mucha, ya que parecía más un disco rayado: pasos cortos seguidos de largos y con postura que denotaba inseguridad. Pero sus dos orbes estaban fijas a su objetivo y era lo único que se mantenía como el metal más duro, el cual también armaba un circuito: su cabello violáceo, sus ojos azufres y sus características curvas. Se sentó en sofá opuesto, y lentamente tomó una de las tortas, cortó un pedazo y se lo metió en la boca. ¿La verdad? Quiso llorar. Se mordió la lengua para contenerse. Era como un nuevo descubrimiento de sabor. No podía creer como una tortita con un poco de sirope le podía significar tantas cosas; hasta lo tomó como un buen augurio para levantar sus ánimos y esperanzas. -Y… ¿Cómo estuviste? –Sabía que no era la mejor pregunta. Sabía que había arruinado muchos otros caminos mejores.- ¡Yo finalmente conocí Irlanda! Demasiada cerveza. Creo que desperdicié todo lo que tenía los primeros 5 meses. Vivir de indigente en el mundo mágico es lo peor que te puede pasar. Se había aseado para la ocación. Se había vestido con las mejores prendas. Se había programado para solucionar las cosas con ella y arreglar lo que había causado. - No pretendo que me perdones. Necesitaba irme. Las cosas con mi padre no estaban del todo bien. Estaba sofocado con las responsabilidades que me asignaron. Tenía un peso encima que simplemente no podía sostener. –Pensó en lo que había dicho y dio un sorbo a su vaso con agua.- Tengo en claro que nunca fuiste un peso. Al contrario, aliviabas todo. Los tiempos cambiaron también. Mucha gente desaparecida. Nunca quise correr. Yo simplemente… -De alguna forma se sentía responsable. Había dejado amigos y familiares atrás.
  4. Movió su varita y una serie de piedras oscuras salieron de la pared de la mansión para formar una escalera que se direccionaba a una ventana abierta del primer piso. Se rascó un poco la cabeza y suspiró en señal de frustración. Esa pendiente de iba a costar, pero era el castigo por los años si esfuerzos, ni desafíos en lo que actividad física se refiera. Su entrada a la Malfoy había sido todo un éxito. El sendero que desembocaba en la verja de hierro forjado había reconocido su esencia, pero sabía que no cualquier habitante de la mansión lo haría, por eso no podía arriesgarse a ser visto entrando por la puerta principal y sus años como atacante a centro de operaciones fenixianas le habían provisto de alguna que otra forma para irrumpir en la privacidad ajena. Con el último respiro entró desesperadamente por la ventana, dejando caer su flaco cuerpo en el pasillo. Había podido ver en el té de esa mañana que alguien iba a estar esperando su llegada; esperando en el sentido figurado. Solo le venía un nombre a la mente y sabía muy bien, si es que la mansión no se había modificado, donde encontrarla. Llevaba una camisa blanca, pantalones oscuros y con unos zapatos de taco liso marrones. Vestimenta suficientemente inadecuada para soportar la húmeda noche en Ottery. Trató de hacer el menor ruido posible y rápidamente llegó a la habitación que buscaba. Se sacó un poco el sudor de la frente con su manga izquierda y se aproximó a la puerta. Antes de entrar y con uno de los espejos del pasillo, se sacó la horrible peluca para mostrar su cabello natural, castaño claro con unas puntas de un color azul eléctrico. Lo llevaba corto a los costados y un poco más largo arriba, haciendo que el perfil de su cabeza se suavice un poco. Se acomodó el vello facial, sacándose de encima un par de piedritas que le habían quedado de la precaria escapada. Respiró hondo y se decidió a entrar. La habitación era tal cual la recordaba, pero era absurdo ignorar el aura de frescura que lo afectaba. Sentía que la ducha seguía fluyendo, y se acercó a sentarse en la cama. Intentó varias posturas provocativas, como ensayando su presentación, pero una se veía más ridícula que la otra, hasta que se distrajo con su pesada varita y decidió, con un movimiento de la misma, cerrar con llave la puerta. No quería que nadie interfiera en la conversación.
  5. El tipo se había quedado ahí dejando un leve suspiro, apoyando sus palmas dentro del closet y con toda la ropa encima. Inmediatamente comenzó a girar la cabeza como estirando los músculos o liberando la presión de su columna vertebral. Se rascó nuevamente la nuca y fue sacando, todos los objetos que lo tapaba, delicadamente, dejando una mano libre para separar el vestido de la Banshee. De repente el olor a tabaco se intensificó y levantó la cabeza a la voz de otra persona.- ¿Te puedo ayudar en algo? –Char le sonrió, leyendo claramente las ganas de reírse del mago que tenía en frente.- ¿Necesita ayuda para salir del clóset? - Me vendría bien una mano. –Levantó su cabeza para poder observar bien a su interlocutor. No es que la luz era pésima, pero era pésima. Había solo un foquito funcionando en ese momento y justo estaba en la otra punta de la habitación. Entrecerró los ojos para intentar verlo mejor, pero solo podía apreciar sus ojos y alguna que otra mancha indefinida en la piel.- ¡Pero solo una mano! –Le replicó al último comentario del otro, no se podía quedar callado. Estiró su mano derecha, tomó la ayuda como venía y pudo notar los nudillos con otras manchas que no podía definir bien. Eso lo desconcentró y lo sacó de su balance, sumado al hecho que el otro también tomó con la guardia baja al joven y le dio un tirón con bastante fuerza. Sacudió un poco la cabeza, no se terminaba de acostumbrar tanto a su nuevo peso, pero no era algo que lo extrañara. - Perdón por el desorden. -Dijo rascándose la nuca, un golpe de calor lo golpeó por la vergüenza.- Creo que seguiré tu ejemplo y nunca más voy a tocar estas sucias túnicas. Hizo referencia a la desgastada túnica que quedó en la esquina con la que se había enganchado. Estando de pie Char podía acostumbrar mejor a sus ojos y vio a su interlocutor con mayor calidad. Sus ojos se pusieron como dos platos y como un relámpago giró su cabeza para el vestido de la banshee ¡Otra vez había reconocido a otro mago! Su cuñado estaba frente a él. Tenía que serlo. Nadie en Ottery podía tener los tatuajes que llevaba. El mismo no entendía su reacción, si sabía que se lo iba a encontrar, pero algo no encajaba. Lo veía más cansado. No quería caer en el cliché del “aura”, pero el tipo que tenía al frente realmente denotaba que sus últimas noches no habían sido tranquilas. Incluso en sus peores pesadillas, Char se veía más descansado. Tenía el cabello mucho más gris, sobre todo a los costados, que lo llevaba corto, haciendo que resalte también la cruz que llevaba tatuada en la sien. - Venía a buscar este vestido para alguien especial. –Se agachó para recogerlo y le dio una punzada su rodilla izquierda. Se pasó la palma con un intento de aliviar el dolor y su mano se tiñó de rojo. Su articulación tenía dos cortes largos por unos clavos sueltos del closet.- Oh fudge. –Dijo entre dientes. Intentó sacar su varita del bolsillo y sintió unos pasos al costado del dueño del lugar. Éste último lo tenía apuntado con la suya en señal de autodefensa. En tiempos de guerra entre bandos, cualquiera que blandiera su arma mágica en un lugar público podía pasar como terrorista. Tampoco que iba a importar tanto, porque al exagerado se le cayó su varita cuando la sacó de donde la tenía guardada, rodando por debajo del armario. Metió la mano por debajo del mueble, tanteando si la encontraba.- ¡Já! No te me vas a escapar tan fácil. –Exclamó dando un tirón cuando consiguió tomarla. Así fue como el inútil se llenó de espinas el brazo derecho y muchos puntos rojos empezaron a aparecer a causa de esto. - ¿Te parece si pago esto antes que este lugar me termine matando? –Le preguntó al que tenía al lado mientras se giraba.- ¡Oy mate! Tranquilo tranquilo. –Dijo levantando los brazos, haciendo que su varita se volviera a caer.- Soy un neutral indefenso ¡Lo juro por la santidad del Ministro! –Y algo lo dejó extrañado, Axel estaba sonriendo de la misma manera que cuando lo vio y no sabía bien si era algo positivo, o si ya se había enterrado en algo peor.
  6. - Por lo menos el tipo no cambió su gusto. –Se dijo entre dientes mientras miraba el interior del antiguo barco. Le costaba caminar dentro del lugar porque su túnica se le enganchaba en todos los clavos habidos y por haber en el piso. El mago ya estaba perdiendo la paciencia. Temía también por su peluca en relación al fuerte olor que inundaba el lugar y pensaba que después de salir tenía que colarse por algún lavadero y estar como quinientas horas refregando la pieza cosmética. Más allá de sus delirios superficiales, el lugar le parecía que iba bien con la temática. - Un barco para vender cosas de barcos. –Ironizó para sí mismo.- Si que no me lo esperaba. Se encontraba revisando la ropa. Estaba buscando algo para regalar a una Malfoy especial para él. Una suerte de gesto de reconciliación, que en realidad se trataba de una desesperada forma de decir disculpas por una que otra equivocación. Había escuchado también que ahí se encontraba una réplica de un vestido antiguo de no sabía específicamente qué, pero algo tenía que ver con las Banshee y le parecía algo excelente para la ocasión. Veía uno que otro resto de compradores que había pasado por el lugar. Las cosas estaban un poquito revueltas, objetos fuera de lugar o cosas que sabía que esa mínima pizca de obsesivo de Axel iba a tener todo en orden, pero que a veces ni él se daba cuenta. También sentía como un olor fuerte a tabaco se intensificaba ni bien se acercaba para los vestidores. Intuía que eso podía ser importante, como que más allá de eso se encontraba rastros del dueño del lugar, pero como le faltaba información lo ignoraba. Tenía que ser cuidadoso igual. No quería armar mucho lío, creía que su cautela y su despiste en cara a sus propias emociones lo iban a cubrir. Al menos, eso creyó hasta que se le volvió a enganchar la túnica con una de las filosas esquinas de la mesa de parches y, perdiendo la paciencia de la continua pérdida de tiempo que eso causaba, tiró con todas sus fuerzas, haciendo que se caiga dentro del gran armario. Se golpeó fuerte contra la madera, su pesada varita se escapó también del bolsillo del pantalón y el sonido que había causado con todos los utensilios, perchas y detalles metálicos de las ropas podía haber despertado a mita del Callejón si eso hubiese sido de noche. Se quedó, rascándose la cabeza del golpe y cerrando sus ojos azules, comprobando si su peluca seguía estando en su lugar.- ¡Por lo menos de acá se ve mejor la tienda! –Le dijo a la nada, como auto-excusandosé de que en realidad su cuerpo había decidido, como por sí mismo, quedarse en el lugar. Por lo menos, el vestido de la Banshee estaba por encima de sus jeans. Había encontrado lo que necesitaba y solamente tenía que pagarlo.

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