El chico se despertó porque el sol le daba en la cara. Era más temprano de lo que acostumbraba a despertarse pero ya no tenía ganas de seguir durmiendo. Lentamente se levanto de su cama y miro la ventana, estaba nevando. Le encantaba cuando nevaba, la nieve era muy hermosa. Podría quedarse horas mirando cómo caía y jamás se aburriría, le recordaba a aquellos días en los que la nieve era su única amiga, lo único que lo mantenía feliz.
Mientras observaba la nieve, su estomago rugió. Tenía hambre, era momento de bajar a desayunar. No tenía muchas ganas de encontrarse con su familia, iría silenciosamente al comedor, agarraría algo para comer y volvería a su habitación.
Trataba de hacer el menor ruido posible, llegó a ponerse de puntillas, no quería toparse con nadie, escuchó ruidos que provenían del lugar pero pensó que tan sólo era su cabeza jugándole en contra, así que con la mayor confianza entró al comedor pues tenía demasiada hambre, y ahí estaban, toda su familia desayunando juntos, lo único que pensó fue el por qué no se quedó admirando la hermosa nieve.
Y ahí estaban todos mirándolo, sin decir nada, el tampoco se atrevía a hablar, pero qué más daba si ya estaba allí y su estómago pedía a gritos algo para comer
-Hola a todos- dijo con su mejor sonrisa falsa