Oliver en unos de los paseos que solía dar por el Callejón Diagon dio con el lugar perfecto para un encuentro entre amigos. Una torre perfecta con varias plantas, era adecuado para lo que tenia en mente. Siempre le gustaba probar comidas exóticas con gustos peculiares de países en los que no había estado, o por supuesto, que si lo había hecho pero quería recordarlo. Al cruzar el umbral de entrada pudo ver la decoración oriental en todos sus detalles. Pidió una mesa luego de entablar una breve charla con el recepcionista donde le contaba todas las posibilidades de ambientes que tenia el lugar. Eligió la segunda planta, que se asemejaba a lo que quería para ese reencuentro amistoso.
La mesa para dos ya estaba puesta cuando el castaño llego hasta ella. Se sentó a esperar, mientras curioseaba la carta que tenia todos los menús del lugar. Tendría problemas para decidir por uno. Todos los ingredientes de los menús se leían sorprendentemente vistosos y hacían que uno tuviera el impulso de pedirlos. Cuando llego a la quinta hoja haciendo una lista mental de todo lo que pediría, cerro el libro de golpe y rompió el encanto. El impulso se fue y se dio cuenta que un hechizo de comprador compulsivo debía estar entre las paginas. Se rió en voz alta por el descubrimiento, estaba sorprendido y agradado.
-Bueno, Arlet... -Empezó a murmurar - Si no te apuras, tendrás problemas para sacarme por la puerta cuando terminemos.