Jump to content

Seth Blackwell

Magos
  • Mensajes

    27
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    1

Seth Blackwell ganó por última vez el día 4 Agosto 2020

¡Seth Blackwell tenía el contenido más querido!

4 Seguidores

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    0
  • Rango Social
    Aprendiz
  • Galeones
    600
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Neutral
  • Trabajo
    0
  • Raza
    Humano
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    20
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    10 a 200
  • Medallas
    2000

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Ravenclaw
  • Género
    Male

Visitantes recientes al perfil

529 visitas al perfil

Logros de Seth Blackwell

Newbie

Newbie (1/17)

30

Reputación

  1. No se esperó el beso en la mejilla, por lo que al recibirlo soltó una risita tímida. — Hahaha, cuando creí que mi día no podía ser mejor, me besa una chica bonita. Gracias por el privilegio. Se sentó en el lugar que le ofrecieron y apoyó un brazo en la barra para mirarla directamente. — Sí, soy de Hogwarts. Me sorprende que me recuerdes — admitió, aunque también lo tomaba como un halago — pero seguro que recuerdas más a mi búho que a mí. Es un rompecorazones — dijo, riendo bajo por segunda vez. El sólo hecho de pensar que Perthro era mejor consiguiendo chicas bonitas se le hacía muy cómico, sobre todo porque sólo elegía mujeres. — Y bueno, yo la verdad es que tampoco soy de venir a estos lugares. De hecho hace tiempo que quiero encontrar una tienda de música por aquí, pero no parece que haya muchas... ¿Dijiste que querías conocer Londres? Podríamos recorrer la ciudad y mostrarte un par de lugares interesantes — propuso, bien extrovertido él, invitando a alguien con quien apenas había entablado conversación a aguantárselo a él y a su charlatanería por lo que durara un paseo. — A cambio, exijo un jugo de frutas como pago — bromeó teatral, con una sonrisa. @@Lyanna Friedrich
  2. Era cierto que no disfrutaba bebiendo alcohol. También era cierto que no era su estilo ir a bares a alta hora de la noche, quién sabe por prejuicio, quién sabe por precaución. No obstante, un ser guiado por la curiosidad como lo era Seth siempre encontraba alguna forma de escapar a sus propias barreras internas que le advertían sobre hacer cosas imprudentes, y fue por ello que, no sin cierta vacilación, entró al local. En su caso no estaba vestido más que con una camisa de vestir blanca ceñida al cuerpo y pantalones vaqueros ajustados. Si uno llegara a la conclusión de que a pesar de no gustarle esos lugares se había vestido para la ocasión... Realmente tendría razón. Pero como siempre dice, la música y el baile llaman poderosamente su atención, así que. . . Era más fuerte que él. Así que entró observando a su alrededor, curioso, observando la diversa combinación de colores del local y de la vestimenta de los presentes hasta que se topó, en el lugar de la barra, a una mujer cuyo cabello y color de ropa destacaban por sobre los demás. Y hacia allí se dirigió, sentándose en la barra a su lado sólo para descubrir que era alguien a quien ya había visto antes. -- Disculpa. . . Eres Lyanna, ¿no? -- la abordó, tocándole levemente el hombro desnudo para llamar la atención. La recordaba de la primera vez que fueron a Hogwarts, y por su aparente gusto por su búho. -- ¿Cómo estás? Hace una linda noche, ¿verdad? -- continuó para romper el hielo. Después de todo... No la conocía demasiado para saber de qué conversar. @@Lyanna Friedrich
  3. Cuando Seth tomaba el violín y cerraba los ojos, el mundo entero parecía transformarse. Detenerse. Perder todo vestigio de color y sonido, aroma o gusto. Se transformaba en un lienzo en negro, listo para ser pintado. Y empezó entonces a tocar. Recorría las cuerdas del violín con un toque gentil del arco, lleno de cariño, logrando así notas agudas, delicadas y sostenidas. Y ese lienzo negro que era el mundo empezaba a pintarse, pues de las cuerdas del violín se producía la música en forma de hilos de color blanco, notas enhebradas en completa armonía. Las notas agudas se convertían en hilos finos, pero cuando a ellas les seguía una seguidilla de acordes en tono medio, los hilos finos mutaban en gruesos, trenzándose mutuamente, pegándose a las paredes mientras que una melodía melancólica y suave, evocadora de las más profundas tristezas, de los momentos más amargos, se proyectaba a través de los lugares, y si alguien fuera capaz de ver, a medida que la canción proseguía, cómo las notas producían una cadena y se transformaban unas a otras imitando rostros, caras y situaciones, podría entender por qué la canción resultaba importante. Pues mientras el espacio negro era llenado de blanco muy poco a poco, y la melodía se sucedía, el blanco se transformaba en escenas. Escenas felices; escena de una infancia feliz, llena de risas, de color y de aplausos. De reverencias, de luces, de voces animadas que resonaban; de la alegría de los niños y adultos. Del agradecimiento. Pero también de separación, de pérdida. De gestos alegres que cambiaban a pesadez, a tristeza. A incertidumbre. La música de la vida, así como la canción que interpretaba, era cambiante, fluctuaba, se movía y modificaba. Y Seth había escrito una canción que lo capturaba todo. La canción que atrapaba todos los momentos amargos, y los desplazaba hacia el exterior. Quería que fuera oída, pues pensaba, y así lo deseaba, que toda la tristeza del mundo había sido capturada allí. Mas no todo era desilusión o partida, pues con ella vinieron los viajes, y los encuentros, y el conocimiento. Seth había compuesto una canción de la vida. Una canción para todas las vidas. @@Zoella Triviani
  4. Cuando pensaba que todo estaba marchando bien, se sorprendió por el repentino cambio de actitud de la mujer; estaba seguro de que sus acciones tenían algo que ver, y una vez más se reprochó mentalmente por ser tan descuidado y tomarse tantas libertades con una persona que, de manera muy simple, recién conocía. Retrajo las manos y colocó los brazos al costado del cuerpo mirando hacia abajo como un cachorro regañado antes de responder a la orden petición. ― Sí señora ― musitó sin atreverse a decir nada más. Restó verla desfilar por el sitio hasta que terminó de hablar, empezando a regar las plantas con lo que dudaba mucho, por el color, que fuera agua común y corriente. ― Le agradezco su amabilidad, señorita ― convinó en decir, sujetando la correa del estuche del violín. Tendría que pensar, en el trayecto a aquel lugar misterioso, cómo remendar la situación. Pensó en pedirle a Zoella que lo acompañase, pero tal como estaban las cosas lo mejor era cerrar la boca hasta que se enfriara al menos un poco la situación. Así que recorrió el invernadero con pasos curiosos mirando hacia adelante, hasta que se topó con la puerta en cuestión. La misma era de madera oscura, casi negra, por lo cual supuso que era de roble. En color blanco se destacaban las notas Re, Fa, Sol y Mi en cada uno de los extremos, junto con lo que parecía una partitura en el centro. Recorrió las notas grabadas con los dedos, preguntándose si acaso aquel lugar existía desde antes de que el edificio se instalara, o bien habría sido creado por quien fuera el dueño con propósitos específicos. Abrió la puerta, encontrándose efectivamente con un espacio amplio en toda la definición de la palabra. Gradas se extendían hacia los laterales. Al fondo, un gran escenario daba pie a que los músicos entraran para tocar, y pudo distinguir una pequeña puerta trasera que seguramente conectaría con el lugar por el que los integrantes de la banda entrarían. El techo dejaba entrar la luz natural del día, probablemente encantado, y de noche, asumía que dejaría ver el cielo estrellado. Asombrado, Seth se adentró allí caminando directo al escenario, sintiendo la energía de miles de personas acumuladas, que le provocó un escalofrío y lo desorientó por unos instantes. ― Es... muy bonito ― susurró. ― ¡Holaaa! ― exclamó al aire, y su voz se esparció por el recinto. La acústica, que era lo que quería probar, era excelente. ― Un lugar así... Y está vacío. ― se lamentó con tristeza, visualizando que en una época mejor seguramente estuviese repleto de gente, que aplaudía y vitoreaba a quien tocara. Suspiró y dejó el estuche en el suelo. Lo abrió, sacó el instrumento y simplemente comenzó a tocar melodías dispersas, acordes que si bien no eran disonantes, tampoco formaban una melodía por sí mismos. Quería probar qué tal sonaba un instrumento allí, y luego... Vería cómo reavivar esa zona de la institución. @@Zoella Triviani
  5. Tomó la falta de respuesta como la confirmación de que había dicho algo incorrecto, hecho que se acentuó al percibir la congoja que exhibía su tutora tras beberse los dos vasos de ron completos de una vez. Presionó sus labios, diciéndose mentalmente que no debería ser tan metiche en la vida de los demás. No era algo que le correspondiese y, en todo caso, nadie le había pedido opinión al respecto. Se alegró pues cuando cambió de tema al no tener que decir nada más al respecto, pero lo que no se esperó es que le fuese propuesto algo como eso. ― ¿Esta... segura, Zoella? Cuestionó, aunque la duda de verdad provenía de él más que de ella. Se mordió el labio inferior mientras miraba a un punto fijo en el suelo intentando pensar con mayor claridad. Lo cierto era que no hallaba demasiadas oposiciones a la propuesta, y llevar el apellido de otra persona, de otra familia, al lado del suyo... tampoco sonaba tan mal en realidad. Lo único en lo que podía pensar era en las posibilidades que eso podría traerle. Mayor acceso a conocimiento, a magia... Quizá por fin, uniéndose a una familia como esa, tendría la oportunidad de lograr su tan ansiado objetivo. Respiró hondo y expiró, mirando de nuevo a la mujer. ― Acepto la propuesta. Pero con dos condiciones. La primera es que me gustaría practicar con el violín. Espero que no sea una molestia. Y la segunda... Se puso de pie y se acercó hasta que sus narices se tocaron para, acto seguido, colocar los pulgares sobre las comisuras ajenas y empujarlos levemente hacia arriba logrando una sonrisa, que él imitó natural. ― Sonría un poco más para mí, ¿de acuerdo? Que estar seria y triste le saca arrugas y eso le sienta mal a una piel hermosa como la suya. @@Zoella Triviani
  6. Ignorante de todo lo que pasaba por la mente de la italiana, Seth se la quedó observando en espera de una respuesta luego de haberse recobrado del todo; la suya era una mirada amable, paciente y sin presiones. Liviana, que no juzgaba. Sus ojos viajaron ligeros por el frente de la italiana y luego volvieron a su rostro. Su vida no había sido más complicada que tener que evadir a agentes de la ley mágicos y no mágicos a veces; había vivido más situaciones de color que grises u oscuras en su vida y eso, cree, le han formado como alguien feliz, que deseaba hacer el bien y no le deseaba el mal a nadie. Sin embargo, algo le decía que quien tenía al frente sí había vivido épocas oscuras a juzgar por cómo se comportaba, sin pedir ni preguntar, y por su mirada, endurecida pero endeble en el fondo. Seth no sería quién para cuestionar el comportamiento de nadie, pues eso iría contra su filosofía de vida. ― ¿El poder la haría feliz? Cuestionó con genuina curiosidad. No muchas veces encontraba gente que quisiera "poder" y mucho menos estuviese dispuesta a lo que sea con tal de obtenerlo. No supo por qué, pero la respuesta tan sincera de que deseaba embriagarse le provocó un deseo de abrazarla, quizás porque evocó la figura de alguien solitario. Sin embargo, como eso sería tomarse demasiada libertad, lo único que hizo fue tomar la mano que se apoyaba en su regazo entre las suyas, acunándola con suavidad. Las manos de un violinista quizá no fueran las más agradables al tacto, ásperas y con callos, mas sí sabían tratar a un objeto delicado con delicadeza. ― Estoy seguro de que con o sin cabello sería usted igual de hermosa. Expresó con una sonrisa sincera. Se tomó su tiempo para responder, no obstante, la pregunta que le hizo. ― Por ahora residimos en Londres. Más adelante... Nunca sabemos. Solemos decir que estaremos allí donde suene la música y la gente baile. @@Zoella Triviani
  7. Tragó saliva en cuanto la orden le fue dada. Si debía ser sincero consigo mismo, no quería probar el ron, y menos mal que la mujer que lo acompañaba no se quedó esperando una reacción, porque de otra forma se hubiese encontrado con que su gesto se había contraído en un leve ceño fruncido. Además, aquello había resultado ventajoso por otro motivo, más indirecto: podía observar más y mejor a la persona que tenía delante. Sus proporciones, su contorno. Se preguntó cómo se sentiría besar su piel o, quizás. . . Pero no tuvo tiempo de pensar en esas cosas, pues diversos paquetes con sustancias extrañas y desconocidas se desplegaban ante él. Sopesó las posibilidades y determinó que si bien a veces su curiosidad podía más que su intuición. . . No estaría siendo honesto consigo mismo si aceptara, pues primero debía ir su bienestar, y no estaba seguro de que estuviera a salvo consumiendo aquello. ― Señorita Zoella... ― intervino frotándose la nuca ― no estoy seguro de querer probar lo que me ofrece. Además, si estoy drogado, no puedo mostrarle lo que quería. Estaba frente a una mujer hermosa, sí. ¿Le gustaría poseerla y hacerla suya si tuviera la oportunidad? Por supuesto. Pero eso no significaba que sería tan fácil de seducir. ― Y lo que quiero de mi vida... Supongo que es ser feliz, ¿no? Y la mayor forma de ser feliz es ser libre. No depender de nadie. Viajar, amar, experimentar... Pero siempre de acuerdo a la propia voluntad. Si deseo algo, me gustaría obtenerlo sin usar a nadie, por mis propios medios. Y si todo lo anterior quizá no lo había dicho con la suficiente convicción, las palabras pronunciadas salieron con la dureza del hierro, afirmando su mirada sobre ella. ― ¿Qué hay de usted? ¿Qué es lo que desea de la vida?
  8. ― Zoella ― repitió en un susurro, paladeando cada letra, extendiéndola, imitando la entonación que le había escuchado. El italiano se le hacía extremadamente seductor si era bien empleado y allí, con ambos mirándose cara a cara, mientras Seth repasaba la tersura de la piel ajena, la forma de su rostro, sus ojos color de un día nublado, el contorno de los labios, la forma de aquel cuerpo que estaba seguro sería un placer sentir entre sus manos... Allí, en la intimidad del elevador, en el silencio impuesto por ambos de manera no pautada, natural, pero al mismo tiempo casi como si estuviese ensayada... El italiano le parecía el idioma más maravilloso del planeta entero. Allí, en ese preciso instante, tuvo ganas de besar a Zoella Triviani. Empero, la pregunta que le hizo fue completamente ignorada y, al abrirse el ascensor, el hechizo que mantenía en vilo la tensión generada se desvaneció suavemente con la detención del elevador, retirando poco a poco el trance en el que se había sumido, lo suficiente como para darle lugar a responder. ― No, señori... Quiero decir, Zoella. No he probado ninguna droga recientemente. ¿Por qué? La pregunta despertó cierta desconfianza; no se había topado con mucha gente que fuera capaz de preguntarle a otra persona si había consumido drogas, sin que ésta tuviese malas intenciones de por medio. Apretó los labios tratando de sacudirse esa sensación y para distraerse miró alrededor, a las plantas que se exhibían como en el mejor jardín botánico, de todos los colores, tamaños y formas; de las más variadas flores y frutos. Las acarició usando la yema de los dedos con delicadeza; deseaba llevarse una, por lo menos para tener de recuerdo de aquel lugar, mas sería una falta grave y seguramente la planta no viviría mucho tiempo fuera de aquí. Zoella llamó de nuevo su atención, así que fue a la barra para responderle. No le gustaba gritarle a los demás pues lo consideraba una falta de educación muy grave. ― Cerveza de raíz. Sino, café o jugo de frutas. @@Zoella Triviani
  9. De no haber aparecido la italiana por allí probablemente se hubiese puesto bastante nervioso; no sabía ni cómo iba apagar todos los platos rotos (de manera bastante literal, en este caso) y no estaba seguro de tener suficiente dinero a la mano para poder cubrirlo. No obstante, al ver que ella reparaba con tanta facilidad lo dañado, y que su despiste no tenía más consecuencia que el acceso de culpa del que había sido víctima, su nivel de alarma disminuyó considerablemente haciéndolo suspirar. Sin embargo, no se olvidó del tema, pues una falta seguía siendo una falta y debía remendarla de alguna manera. Por el momento, se dejó guiar hasta el ascensor, fijándose en otras cosas de la instalación: las paredes de concreto, el piso liso, las televisiones. Sin duda le daba la impresión de estar ante un lugar donde la magia como tal había perdido su esencia ingenua, siendo reemplazada por un toque más... moderno, y a su vez, sobrio. -- Le agradezco la preocupación, señorita -- respondió, ya totalmente recuperado de la conmoción anterior -- pero ya comí. Puede mostrarme lo que desee. Por su mente cruzaron varias cosas de lo que sería eso que ella quería enseñarle, desde las cosas más obvias, hasta las más descabelladas, y otras que, de nombrarlas en voz alta, probablemente se llevase varias bofetadas y algún que otro encantamiento que lo sacara volando por la ventana. -- Puede que yo también tenga algo para mostrarle -- retrucó con la misma sonrisa pícara que le había dirigido el primer día que se conocieron. Le resultaba más fácil entablar conversación con ella fuera del ámbito escolar porque... Bueno, estaban fuera del ámbito escolar, lo que le permitía ser más... como él mismo, sin dejar de ser respetuoso (en la medida de lo posible).
  10. Mentiría si dijera que era plenamente consciente de cómo había acabado en aquel sitio; podía recordar todo lo que había hecho hasta ese preciso instante, pero de un segundo a otro se vio trasladado (o se trasladó él mismo, su memoria le falla) hacia esa institución. En apariencia le recordada a los muchos internados y orfanatos antiguos que se desenvolvían en tierras tanto muggles como mágicas (en más de una ocasión había tocado en un par de ellos) así que, asumiendo que esta no era la excepción, se adentró en él esperando encontrarse a niños corriendo por la verde extensión que conformaba el patio principal, mas al acercarse no distinguió ningún paso de niño, o las risas características que solían manar de ellos. Confundido e intrigado a partes iguales, siendo movilizado por una curiosidad que calificaba entre temeraria y est****a, se aproximó a las puertas del edificio, armado simplemente de su valor y su violín, que llevaba a cualquier aventura en la que se embarcase. Abrió las puertas con dificultad (nunca había sido alguien que se caracterizara por su fuerza física) y al entrar pudo distinguir mejor el ambiente en el que se encontraba: elfos domésticos iban de un lado a otro cumpliendo distintas obligaciones; algunos llevaban juegos de mesa, otros toallas y algunos más sólo limpiaban el suelo. No le dirigieron la mirada per se, y Seth estaba tan abstraído contemplando el entorno, las mesas, a las personas que parecían deprimidas o por lo menos, tristes, que no vio cuando se chocó con uno de los elfos, momento en el cual despertó de su trance sólo para ver cómo éste caía al suelo y dejaba caer todos los platos que sostenía, rompiéndose con estruendoso sonido de porcelana destruida que resultaba doloroso sólo de escuchar. -- ¡Lo siento mucho! -- se disculpó de inmediato ayudando a la criatura a ponerse de pie, mas el elfo (o elfa, no lo tenía muy claro) le apartó de un manotazo con clara molestia en el rostro, soltándole un par de improperios que el mago se afanó en desoír. No obstante, había captado la atención de todos en el recinto, y apenas estaba empezando a balbucear una disculpa cuando entre todos esos rostros apareció uno que le resultaba familiar e inconfundible en esa situación. -- ¡Señorita Zoella! -- exclamó, dirigiéndose a ella olvidándose momentáneamente del desastre que había ocasionado, que varios elfos ya se habían puesto en marcha para corregir sin dejar de mirar mal al recién llegado, que corría hasta donde la mujer estaba, alegrándose de por fin ver un rostro conocido en ese lugar. -- Señorita, disculpe. Yo eh. . . Me perdí, haha. ¿Puede creerlo? Estaba en el Callejón Diagon haciendo cosas masculinas de hombre, ya sabe, y de repente, ¡puf! Aparecí aquí. Así que, eh. . .¡Es un gusto verla! Creo. Aunque no sé qué es este lugar --. Habló, de forma atropellada y rápida, por el rejunte de hechos bochornosos que significaba estar perdido, no saber cómo se había perdido, haber roto algo en sus primeros cinco segundos de entrar, y verla allí, tan de... Sorpresa. @@Zoella Triviani
  11. ¡Gracias Nathan! Eres muy amable, me alegra por fin estar en condiciones de empezar a rolear <3
  12. Buenas tardes, aviso que hoy abrí mi bóveda y espero aprobación. El link es: http://www.harrylatino.org/topic/114419-boveda-de-seth-blackwell/ ¡Muchas gracias!
  13. @ ¡Muchas gracias! Espero ser un buen estudiante y un buen miembro del foro, hahaha. Estaré pasando por las diferentes secciones del foro en este tiempo, sólo pido amor, comprensión y ternura. ¡Será un placer rolear con ustedes!
  14. 1.- Link al tópico de la ficha de personaje: http://www.harrylatino.org/topic/114393-ficha-de-seth-blackwell/ 2.- Link de las bóvedas de negociones que posea el personaje: 3.- Link del tópico de registro de sus familias: 4.- Link a las bóvedas de sus familias: Saldo en Bóveda previo a la Migración 2021: 600 G
  15. Inscripción para el Quinto Curso en Hogwarts: Nick en hl.org: Seth Blackwell Nombre: Seth Blackwell Casa de Hogwarts: Ravenclaw País: Argentina

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.