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Elaryan

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Elaryan ganó por última vez el día 13 Enero 2016

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Acerca de Elaryan

  • Cumpleaños 03/09/1936

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    7
  • Rango Social
    Dragones de Bronce
  • Galeones
    11725
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Neutral
  • Trabajo
    0
  • Raza
    Demonio
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    20
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    10 a 200
  • Conocimientos
    Artes Oscuras
    Herbología
    Transformaciones
    Cuidado de Criaturas Mágicas
  • Medallas
    0

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Hufflepuff
  • Género
    Male
  • Location
    Reino de España
  • Interests
    Estar en la B.

Contact Methods

  • Website URL
    http://

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Reputación

  1. Entre tanto ir y venir iba a acabar mareado. Me moví dos pasos hacia adelante, uno a la izquierda y un par más hacia atrás. No me gustaba nada lo que veía, el viento daba la sensación de anteceder a una fuerte tormenta, pues era caliente y húmedo. Incluso pegajoso, como si me encontrase perdido en una jungla del sureste asiático. Claro que, no escuchaba gente gritando en idiomas desconocidos o chillando porque sus niños se habían escapado de la aldea. Me hizo suponer que no debía de estar tan lejos de casa, era simplemente el ambiente que no me gustaba en demasía. Miré a todos lados, mis piernas iban solas, guiadas por una difusa fuerza que arremetía con oleajes tremebundos mi corazón. En algún momento incluso llegué a sentir pesar, pero se disipó rápidamente al ver unos diez gusarajos recostados sobre un tronco. Se movían de manera sinuosa, apelotonados como si esperasen algo. No eran criaturas demasiado agradables a la vista, pero recordaba haberlos estudiado muchos años atrás. ―Todo muy normal –susurré mientras le daba una patada a una hoja seca. El sol se escondía cada sesenta segundos, más o menos, mientras caminaba y los árboles con sus copiosas copas tapaban su luz. Me molestaba, pero no tardé en llegar a una arboleda copiosamente cubierta que hizo de aquel escondite un juego casi eterno. Me sumí en las sombras, a la vez que continué avanzando. Internándome en las entrañas de aquel lugar. Pensé en sacar la varita, pero no tenía demasiada razón de ser. A fin de cuentas, fuesen o no criaturas, no dejaban de ser animales. Deberías ser precavido. Y tú deberías callarte, pero aun no sé por qué, te dejo hablarme. Escuché una especie de zumbido y creí ver revoloteando entre las ramas a un glumbumble, pero no estuve muy seguro. ¿Qué es eso? Yo también lo había oído, bueno… él y yo. Me puse alerta y viré la vista hacia la derecha. Las hojas crujían bajo sus pies, se escondía y volvía a quedarse a la vista, pero no se había fijado en mí todavía. Entorné mis ojos para fijarme mejor en aquella criatura que si no recordaba mal, era clasificación XXXX, un graphorn. Tiempo atrás tuve el control de varios de aquellos animales, incluso dragones fueron domados a mi voluntad en multitud de ocasiones. En esos días, claro, no era capaz siquiera de tomar el control siquiera de un micropuff. Así estaba mi nivel, me costaría volver a ser quien era. Volví sobre mis pasos, avanzando y meditando. Iba tomando nota de todo mentalmente, o más bien refrescaba mi mente añeja. Lo necesitaba. A lo lejos divisé algo, no estaba muy seguro de si se trataba de un claro, o tierra quemada.
  2. Me acosté pensando en lo sucedido aquel día, nuevamente volví a sentirme parte de algo. Me sentí relevante por primera vez en años, aceptado. La familia me abrió sus brazos y me permitió volver a su seno, y no solamente eso, sino llegar más allá y convertirme en patriarca. Un honor que no pude tomar la última vez que pisé el Castillo, en cambio decidí irme y dejarlos de lado. Pero no se iba a volver a repetir. Y me dormí con aquella idea fija en mi cabeza. Que no se repetiría de nuevo. No, en esta ocasión iba a dejarme todo, la piel y el corazón, por ayudarles. Por ayudarme, por volver a ser lo que siempre fuimos. Cerré mis ojos, y por primera vez en mucho tiempo, dormí. A la mañana siguiente… Estaba fresco. El cuerpo no me pesaba un gramo más de lo que debería y la cabeza no se sentía prisionera de sus pensamientos. Ni congestión, ni malestar, tan siquiera una piza de arrepentimiento me rondaba. Me aseé y abandoné la habitación. Se oían algunas voces, supuse que procedentes del comedor. Era la hora del desayuno. Descendí a paso cambiado, tranquilo. Disfruté de las vistas, de la calma, me dejé llevar durante los minutos que duró el transito hasta el comedor, donde ya se habían reunido algunos de los miembros. Todos allí, sonrientes, felices. Algo había cambiado en esas horas, yo también empezaba a hacerlo. Me observé en un espejo, mi rostro, mi cabello, volvía a ser el que era. Incluso el brillo de mi piel se atenuaba a medida que pasaban los minutos, retornando a su aspecto normal, el de siempre. Elaryan, poco a poco, volvía. —Buenos días a todos –Les saludé con una tenue reverencia, mientras busqué un sitio para sentarme y poder comer algo. Tenía hambre. @@Sally Sigel @@Adrian Wild @
  3. Intenté enderezarme en la silla y me dio un dolor extraño en la parte baja de la espalda. Tosí, y presté atención a las palabras del profesor. Un traslador, pensé con sorna. Hacía mucho tiempo que no tenía que usar uno de aquellos artefactos, pero resistí cualquier reticencia al respecto y lo sostuve durante unos breves instantes entre mis dedos antes de sumir mi cuerpo en una espiral de locura sensacionalista. Me arrastró como conducido por un ínfimo tubo, a duras penas podía pasar mi cuerpo, comprimido hasta un punto en el cual yo mismo dejé de sentirlo como propio. Los ojos se salían de sus cuencas, el aire helado penetraba por mi nariz impidiéndome respirar, mientras mi yo giraba a una velocidad endiablada sobre sí mismo. Me veía, un reflejo, idas y venidas. El borde del caos se dibujó frente a mí, pero era difuso, como si lo viese a través de un cristal empañado por el vaho de la mañana. Y el rocío dinamitaba la expresión que deslizó por mi piel como un breve momento de felicidad. Lo solté y busqué la manera más eficaz de frenar una dura caída. Agité mis piernas, moviéndolas en espasmos controlados a la vez que con los brazos hacía algo de contrapeso. No era mucho, pero era algo. Y tan pronto como empezó, acabó. Estaba agradecido por eso. Qué alivio, pensé. Caminé un par de pasos hasta que se pasó la sensación de mareo y observé como Sagitas y Elvis ya estaban allí, pero no les presté mucha atención, Mi cabeza aun daba vueltas y sentía una punzada en mi estómago que no parecía augurar nada bueno. Llevé mis manos con disimulo a mi abdomen y lo masajeé con cuidado. ―Esto, definitivamente, tampoco es lo mío –dije en voz baja. Prefería aparecerme, pero aun no tenía la condenada licencia y no deseaba saltarme las leyes. Demasiadas normativas. ―Parece que os lleváis bien –indiqué dirigiéndome hacia Elvis y Sagitas.
  4. Moví la cabeza dirigiéndome hacia Elvis y volví a prestar atención con la vista al frente. A su vez, llegaron un par de personas más mientras el profesor lanzaba su pregunta al aire. Me quedé pensativo unos segundos, jugando con las manos sobre la mesa de dura y gastada madera. Un par de golpeteos monocordes, le di vueltas a sus palabras pero no encontré una respuesta que fuese válida. Al final desistí de continuar, las Criaturas no eran mi fuerte y si asistía a esa clase era por eso mismo, la necesidad de saber un poco más respecto a esos bichos que nos rodeaban en el mundo. Quién sabe si cualquier día necesitaba medirme a alguno. Vamos, lo único que conoces de ellos son cuando los usabas para tu beneficio en tus tiempos como Líder, desde ahí, ¿qué uso les has dado? Sin control, ninguno. Sin poder, poco puedes hacer ya. —Ya –dije cansado. Miré al frente y sonreí. —Le respondería a sus preguntas, pero antes de inventarme algo o decir una tontería, prefiero decir que en realidad no lo sé –indiqué con voz queda. Atusé mis cabellos con sumo cuidado y volví a quedarme quieto, mientras observaba a mis compañeros, uno a uno. No me resultaban familiares sus rostros, tan solo el de Elvis, y por algún avistamiento fugaz. ¿Cuánta gente habría que no conocería? Ya no me movía entre aquellos círculos, por lo que supuse que considerar dicho momento como algo especial, debería de haberme acostumbrado a que fuese más común que otra cosa.
  5. Era mi segunda clase del año y el intento de aparentar ser una persona normal parecía ir bien encaminado. Resaltó el brillo de mis ojos ambarinos, rememorando el papel predominante sobre otros que mantuvieron antaño. Poco a poco. Susurré observando mi reflejo en el espejo del pasillo. Mi cabello por otro lado, fue recortado y lo atusé con la mano derecha a la vez que me di la vuelta y emprendí la marcha. Esbocé media sonrisa y sacudí mi hakama. Era otro, o era yo mismo. Tanto monta; monta tanto. Refresqué mis manos con el agua de lluvia y me quedé contemplando el cielo encapotado. La tarde, desapacible, me embriagaba de forma tal, que sentí detenerse mi corazón solamente debido al gris preponderante. Como si de alguna manera menos idónea, aquel ser tomase posesión de instintos menos básicos. Te toca, ponte las pilas. ―Voy –dije con un tono de oz apagado. Preclaro, quizás menos de lo necesario. Al vacío. Al aire. A nadie y a todos. Es muy bonito cuando te pones filosófico, pero date prisa. No tuve que caminar demasiado, ya había estado rondando por la zona tras acabar transformaciones. Parecía que después de todo, elegí bien mantenerme por allí aquella tarde. Volví mis pasos por los charcos embarrados del camino sin asfaltar, mis pies se sentían húmedos, pero tuve que recorrer aquel trecho hasta plantarme finalmente en el aula. Sentarme, y observar que era el primero en llegar allí. Temprano. Raro. —Calla –indiqué hastiado. Me quedé esperando a que el resto de alumnos fuesen llegando. Me crucé de brazos y posé mis ojos en el maestro. Sonriendo. Era divertido pensar que podría suceder allí, entre tantas personas de lo más pintoresco y en un aula que parecía difuminarse a medida que los segundos transitaban el reloj. Tic, tac… uno a uno.
  6. Algo se agitó en mi interior a la vez que el tapiz comenzaba a realizar movimientos extraños, luces parpadeantes y cegadoras si se las miraba fijamente. La intermitencia de los nombres fue tal y como si tratase de decirnos algo, una forma de acercarse a nosotros sin poder clamar nuestro nombre voz en grito. Una magia poderosa y ancestral, sin duda. Me acerqué a la pared, susurrando algo entre los dientes mientras entrecerré los ojos y ladeé la cabeza. Volví a susurrar algo en gaélico y deslicé mi mano derecha por el lienzo familiar. Con sumo cuidado. Se siente cálido y agradable. Me puse en pie. —Tenemos que ir con mucha precaución –indiqué dándome la vuelta. Me referí a todos, y a nadie en particular. Volví a mirar el tapiz. Un leve desliz. —Es la primera vez que veo esto, pero sí he oído hablar de ello –Crucé los brazos sobre mi pecho -. Xavier me comentó hace tiempo que cuando el Castillo siente el peligro, actuará de alguna forma para poder mitigarlo –Volví mis ojos hacia @@Sally Sigel -. Por lo que, lo más seguro es que tengamos que hacer algo entre todos. Tamborileé con mis dedos en los antebrazos. Me di la vuelta y me agaché de nuevo frente a la pared. Los nombres continuaban apareciendo de manera intermitente, en esta ocasión fue el de Erik. Volví a acercar mis dedos… quema. El lienzo estaba caliente. Más que eso. Soplé mi mano, tras apartarla rápidamente y me puse en pie. —Necesitamos la mayor cantidad de familiares posibles, de esa forma el Castillo entenderá que no se enfrenta a una amenaza; más bien a un cambio que no le hará daño alguno –dije con voz queda.
  7. Me quedé sorprendido, en un segundo pasamos del corte a eso. Finalmente, todo volvió a la normalidad y durante un rato se mantuvo el silencio antes de dar la primera palabra tras el suceso. Desvié mis ojos hacia todos los rincones de la estancia, deteniéndome en el árbol y regresando a los sillones. Faltaba gente, faltaba mucha gente, pero debía de rehacerse todo poco a poco. Con un esfuerzo consensuado y trabajo grupal, podíamos volver a situar la familia donde realmente le correspondía. El tiempo pasó con fuerza sobre ella, pero no por eso nos rendiríamos. - ¿Mudarnos? –respondí sorprendido. No esperaba que la familia desease dejar el castillo, aunque de algún modo lo veía normal. Quedaba demasiado grande para tan pocos miembros que se pasasen por allí. Lo pensé durante unos segundos, caminé de nuevo y crucé mis brazos por la espalda. Moví los dedos. No estaba nervioso, pero sí tenía cierto reparo a dejar atrás tantos recuerdos como los que había vivido en aquel castillo. Los años con Aberforth, Erik, Xavier, Carina, Percy… fueron muchas cosas. Muchos recuerdos que ahora se irían en estos tiempos tumultuosos que ahora vivíamos. - ¿Estás segura? –dije finalmente -. No sé. El castillo nos ha dado tanto… Escuché mi voz, sonaba quejumbrosa. - Pero quizás tengas razón. Se empieza a quedar demasiado grande y podemos, al menos, empezar de cero a todas, todas. Me encaminé hacia el árbol de nuevo, lo observé y escoré mi rostro. - ¿Cuándo lo haremos oficial? @@Sally Sigel
  8. Escuché sus palabras y me engañaría a mí mismo si dijese que no fueron especiales. Que no tenían cierto sentido de la responsabilidad y sobre todo, que alcanzaban a mí ser mucho más allá de lo que hubiese podido querer. El retorno con la familia, era algo deseado. El retorno siendo patriarca, era algo que no podía ni haber soñado. Tiempo atrás se me ofreció, pero las circunstancias no fueron adecuadas y muy a mi pesar, no pude coger el testigo de tantos junto a mi amigo y colega, Aberforth. Pero ahora la situación era radicalmente diferente. Tenía que admitirlo. - ¿Patriarca? –dije con duda. Me puse en pie súbitamente y a duras penas logré mantener el equilibrio del vaso, antes de volver a dejarlo en su sitio. Caminé un poco para despejar mis ideas, intentando reordenar lo suficiente estas, para responder de forma adecuada. Se amontonaban todas ellas en mi boca, formando frases inconexas que, gracias a Dios, no salían más allá de mi pensamiento. Lo único que me faltaba era tener que decir una tontería en aquella situación. No era de recibo. Me acerqué a @@Sally Sigel casi rostro con rostro, y la miré a los ojos. - Será un placer ser patriarca de la familia. Me quedé allí en pie, espantado y a la vez emocionado. Sintiendo muchas cosas y a la vez, nada. Era complicado. Esperé años por un retorno medianamente aceptable y todo estaba pasando muy de prisa. Recuperaba mi vida a pasos agigantados.
  9. Escuché atento sus palabras. Denotaban temor, duda y sobre todo un aire de indefinido desconcierto que parecía atenazar sus sentimientos desde lo más profundo de su ser. Era entendible, pero convertir la lucha en algo eterno acaba por transformarte a ti también en un ser incomprensible cuando acabas por verte en un espejo. No eres tú, comienzas a mutar en una apariencia brumosa frente a los ojos de todos. Y a los propios, no eres más que un ser inexistente. Finiquitado por tanta desidia. No se puede vivir de esa forma. Y si estaba habituado a algo, sin duda era en eso. Y claro, para mí desgracia. No me gustaba, no niego ni negaré que vivir apartado fue difícil. Pero de la misma forma, acabé por entender que era necesario en su día. @@Sally Sigel no tenía confianza en el retorno, quizás por miedo. Tal vez no. Por supuesto que, cuando alguno se fue, se sobre entendía que no iban a volver. Todos partíamos por decisión propia, ¿por qué retornar por un llamado ajeno al nuestro? Pero este no era el caso. - Puede ser –dije con pesar -, pero no hablo de traerlos de la mano. Más bien, es una expresión figurada –me tensé en el asiento -. Es decir, tarde o temprano, ellos volverán. Porque tienen que hacerlo, algo, alguien… es en realidad inexplicable, les llamará y acudirán a dicho llamado prestos. Como yo lo he hecho, como Erik lo hizo. Golpeé suavemente mis dedos contra sí mismos mientras ella se sentaba a mi lado. Cambiar de lugar. No diría que no lo pensé en muchas ocasiones, antaño. Continuar viviendo en un Castillo en estos tiempos no era algo apropiado. Nos manteníamos alejados de todos, positivo, pero el lugar quedaba demasiado grande para una familia que se fue quedando tan reducida con el suceder de los años. En realidad, estaba bien pensado. Sonreí con decoro, la miré y medité durante unos breves segundos sus palabras. ¿Por qué me pregunta a mí?, me dije en silencio. - Yo no tengo voz ni voto en esta familia. Lo que me propones deben decidirlo los patriarcas –carraspeé un momento -. Y ellos ahora mismo, no están aquí. Bueno, ninguno salvo tú. ¿Podrás llevar esta carga sola?
  10. Las palabras fluyeron por mi boca hasta el punto de decir alguna que otra cosa que, bueno, no tenía en mente soltar de una vez. Pero a lo hecho, pecho. Lo único que parecía ser una constante últimamente en mi vida, parecían ser las meteduras de pata. Recuerdo aquella ocasión en la que, una leve mirada soslayada, fue como si una bomba acabase por estallar en mitad de la calle. Era el todo, un compendio del todo que acaecía entre mis dedos mientras volvía o deseaba volver. No era sencillo, válgame Dios que no. Creía que tal vez fuese un poco tarde. O no, ¿importaba? Pensándolo bien, podría ser que la única relevancia que se acercase a mí mismo era el fino hilo que aún me unía a la familia. El deseo ardiente de formar parte de nuevo de su mundo, en su día a día. De conseguir rescatar el buen nombre que se mantuvo impertérrito durante generaciones. Rescatar la relevancia perdida, entre las sombras del desdén. No era sencillo. Ella observaba, mascaba las palabras antes de decírmelas. Supuse que, de un modo u otro, acabaría por decir todo lo que tenía guardado. Me quedé en espera, algo más tranquilo. Pero no mucho. Había llovido y el pasto aun crujía bajo nuestros pies mientras nos acercábamos a la entrada principal sin mediar palabra. Fue una noche dura, extraña. Ninguno fue capaz de dar con el condenado prófugo, aunque adelantamos algo de trabajo respecto a las últimas semanas en las cuales nos vimos enfrascados en una pelea interna que alcanzó cotas demasiado inalcanzables para todos. El revuelo anterior a la llegada, fue demasiado para el grupo y acabó por enfrentarnos. Dos bandos divididos, partidos entre cuatro y a su vez, nadie volvía a ver un motivo por el que pudiésemos retornar a lo que éramos antes de eso. - No estoy demasiado seguro de que hayamos hecho bien –indicó Aberforth con voz queda. Intenté hablar, pero no me salían las palabras. Quería gritar, escapar y trepar hasta las nubes intentando no volver a mirar atrás. Caminé un par de pasos, quedándome a un metro suyo. No miré hacia atrás, simplemente contemplé el cielo estrellado y la calma que invadía la noche. El castillo atenuado por las luces que manaban de sus ventanas, penetraba en horizonte nocturno como un ave fénix que resurge de las cenizas. Era hermoso, y aun así… - No hemos hecho bien, simplemente hemos hecho lo que teníamos que hacer. Y, a veces, no van unidos. Ya lo sabes –sentenció con pesar. Ninguno dijo nada más. En realidad, sí fueron buenos tiempos. Aunque entre aquella noche y las que llegaron después, el único buen recuerdo que quedaba era el creer que todo fue por un bien mayor. Y aun así, no estábamos muy seguros. El paso del tiempo no hizo más que acrecentar la duda. Fue demasiado para ellos. Y tal vez, para nosotros. - Hay ocasiones en las que el silencio dice bastante más que las palabras, ¿verdad? –sonreí -. ¿Es una de ellas? La familia, si me necesita, me tiene aquí. En el fondo, sabemos que es así. Siempre ha sido así. @@Sally Sigel
  11. Sonrío ante el comentario de Ainé. Pronto, pronto... Empiezo a juguetear con otro par de grullas, las roto en el aire sobre sí mismas mientras aburrido, tamborileo en la mesa al ritmo de una canción que intento a la vez recordar. Atrapada en uno de tantos huecos en desuso de mi memoria, supongo que si hago el esfuerzo podré adivinar cuál es. Lo único que sé, es que la ponían mucho en hará unos cinco o seis años. ¿Cuál es? Recuerdo nítidamente el ritmo, pero la letra se pierde. Creo que es danesa o noruega. No sé, es Escandinavia. Siempre me han parecido todos iguales, incluso hablan de manera tan parecida que no los diferencio la mayor parte de las veces. Yo la sé. Claro que él la sabe. ¿Cómo no? Él sabe todo lo que yo no recuerdo, pero no me lo va a decir, Es preferible pasar un poco, que juegue consigo mismo y me olvide. Yo la sé, yo la sé. El tono repipi e insufrible acentúa el tedio y el malestar que me insuflan nuevos aires… nada halagueños. Intento por todos los medios hacer oídos sordos, pero martillea mi cabeza como puede. Es insufrible, no puedo entender como le he mantenido a raya todos estos años sin más ayuda que mi esfuerzo. Porque ni esto me sirve ya. El anillo no pasa a ser más que un mero objeto de adorno, pero él sigue sin aflorar demasiado. Es todo demasiado confuso, yo vivo en una confusión constante. Al menos el esfuerzo de traerte no me ha dejado exhausto. Pienso a la vez que observo la varita entre mis dedos. ¡Ah! Ya recuerdo… pues la canción es una porquería. Rápidamente la borro y empiezo a pensar en otra cosa. Mantener la cabeza trabajando es útil para recuperar tantos años de atrofia mágica. El poder no vuelve solo. Nada regresa por sí mismo. Y hablando de poder, me viene a la mente el tío Ben. Oh, por el amor de Dios. La clase transcurre lentamente. Igual es que el profesor está usando para recopilar información de la red esa herramienta llamada internet explorer, que los muggles tienen programada en eso que llaman ordenadores y suelen usar a diario. Si es así, mejor hagamos palomitas. Cállate, pesado.
  12. Escuché atento sus palabras, la observé deslizar la mano por el tapiz mientras dichos nombres se dibujaban con pulcra caligrafía en un conjunto de letras simétricas. Algo llegó a mi corazón en forma de avalancha, recuerdos. Tal vez un sentir indeterminado entre tantos nubarrones que aún me acechaban en las esquinas que conformaban los planos de mi mera existencia. O tan solo, el recordatorio de que de algún modo me encontraba en mi casa. De que había regresado con los que en algún momento, fueron los míos y ahora, en cierto modo, podía considerar esa parte de mi vida en paz conmigo mismo. No lo sabía, no a ciencia cierta, pero empezaba a dejar de preocuparme. Sonreí bajando el rostro mientras volví a dar un sorbo a mi vaso, pero esta vez lo sostuve entre los fríos dedos. El calor no había retornado a mi cuerpo, algo hacía mal. Pronto tendría que averiguar que era, porque ello le acercaba demasiado a mí. La existencia de ambos en el mismo plano dimensional no era posible, aun compartiendo cuerpo. Miré el anillo con disimulo y tragué algo de saliva. Los nervios despertaban y tuve que poner todo de mi parte para calmarme. No fue sencillo, no sin dejarme demasiado vulnerable. Aun odiaba mostrarme ante la gente de aquel modo. Supongo que, después de todo, mi yo interior no había cambiado tanto como pudiese parecer. Era complicado. Todo lo era, demonios, ¿Por qué? La vida antaño era sencilla. No existían tantos problemas, no en este sentido. - ¿Verdad? –Dije en voz alta, antes de darme cuenta que la última frase solamente fue escuchada en mi cabeza –Olvídalo. No he dicho nada. Supuse que debía de pensar que estaba loco. - No me fui –respondí a sus dudas -, no del todo –aclaré -. Quería hacerlo, irme de tal modo que nunca más pudiese regresar. Pero cuando estaba demasiado tiempo alejado, algo me atraía de nuevo a este país. A veces, recordaba a mis pequeños, Eliwood, Niko o Ginn, y quería ver cómo les iba. Puedo decir que de alguna forma, les he estado cuidando –hice una pausa -, pero mentiría descaradamente. No he sido el mejor padre, ni el mejor marido. Demasiado atado, la guerra absorbe todo. Y más que nada, a uno mismo. Hasta desgastarte tanto que a veces ni te reconoces. Alcé los ojos y me quedé frente a los suyos. No me gustaba nada que me evitase la mirada, me hacía desconfiar. Sin importar quien fuera, ¿realmente lo hacía? No, para nada. Cara a cara, siempre es preferible. - Eso lo sabes tan bien cómo yo. Pero –había que tocar el tema, gustase o no -, ¿irme de dónde, vieja amiga, de donde ambos sabemos? Nunca estuvo en mi cabeza. Hasta que ese día llegó y tuve que abandonarlo todo a hurtadillas como un vulgar apestado. Intenté que no hubiese demasiado reproche en mis palabras, pero no era fácil. Aun controlando el tono, los restos de tantos actos permanecían allí. Dormidos, esperando volver a resurgir entre las cenizas. Sucede cuando no aclaras el pasado, que acaba por volver y golpearte con todo lo que tiene. Y claro, deja huella. - Me persiguieron, ellos y nosotros. Supongo que muchos continuaron creyendo lo que no era, o tal vez si –indiqué con sorna -. Pero lo único que me mantuvo con cierta fe en mí mismo, fue saber que yo no era diferente. Antes. Ahora, creo que sí. Me he vuelto más desconfiado, pues al menos en aquellos tiempos tenía un círculo pequeño de gente que apreciaba. Y quería. Eran los míos, me entiendes. Hoy no me queda nada. Ni el recuerdo de quien fui. Todo ha sido borrado. Estuve tentado de ponerme en pie, pero me detuve. - Y aquí estoy de nuevo. Y como dices, el castillo está muerto, pero no los Dumbledore. Siguen vivos y mientras sea así, ¿qué más da que un cúmulo de piedras no tenga vida? Y si tanto los necesita, podemos traerlos de vuelta. Nada es para siempre –me recosté un poco -, y para algunos, aplica a todo. Pues la propia vida lo es. Carraspeé. - Y aburre. @@Sally Sigel
  13. Entre el tedio y el agotamiento, bajo mi cabeza hasta dejarla con la vista al frente, donde tengo una grulla de papel haciendo el mangante ante mis ojos. Siseo levemente, un sonido apenas audible; alzo mi mano con elegancia. La derecha, siempre esa… y una tibia neblina negra empieza a rodear mi antebrazo emitiendo un silbido. La niebla torna a un opaco negro, forma círculos entorno ya, a todo el brazo, dibuja mis dedos en la antesala de algo más inquietante. La grulla aletea, tiembla y posteriormente, retrocede unos pocos centímetros, esperando lo inesperado. Aunque la soledad sea fiel, la única compañera que siempre guardará a uno su esencia, no es otra que la muerte. O quien la causa… o quien la causa. Bienvenida. Observo como la sencillez de su textura, el cénit de la elegancia, se cristaliza entre mis dedos que rodean la madera con sumo cuidado. Mantengo ya entre ellos, a quien en tantos momentos salvó mi vida, sin tener que hacerlo. Negra como los ojos de la parca, ducha en mil batallas, entregada a la guerra, formada entre el dolor, curtida en la desdicha. Tormento. La sostengo en mi mano, la miro embelesado y la agito en el aire. Una intrascendente floritura simple y precisa, apuntando al papel. Y este, se consume en una llama efímera, pasajera, bombardeando hacia mis ojos un sentimiento invocador. El placer vivido. La esencia paralela de la catástrofe que concierne a quienes la engendran. Bajo mi mano, no demasiado, lo suficiente para apuntar con ella a mi cabello, que comienza a secarse; procediendo con el mismo ritual en la ropa, y el resto de mi cuerpo. En unos segundos, la humedad se ha ido. Desvío mis ambarinos ojos hacia Aine, y muevo los labios articulando una palabra incomprensible, mientras le guiño el ojo izquierdo. Y de nuevo, espero. El resto de pajaruelos de papel continúan molestando. Me siento diferente volviendo a tenerla ante mis ojos. No ha cambiado apenas, aunque no emana de su núcleo la misma fuerza. Poco a poco. Claro, ya.
  14. Buenas, gente, moderadores y seres vivos en general. Paso por aquí para pedir que se añada a mi ficha, bóveda (Y lo que surja), mi pertenencia de nuevo a la familia Dumbledore. Ya se han arreglado las desavenencias y hemos decidido no llegar a juicio, tras cobrar una buena suma de dinerillo élfico xD Árbol familiar Bóveda familiar Creo que está todo. Me fui.
  15. Nick: Elaryan. ID: 24815 Conocimiento: Cuidado de criaturas mágicas. Nivel mágico: VI Enlace a la bóveda: Pínchame, sin miedo. Enlace a la ficha: Pínchame... uy ¿Todo bien?, bueno, entonces me fui. Dejo unas monedillas en el plato y me llevo los billetes.

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