El día de la apertura había llegado, todos los preparativos estaban listos y el negocio abría sus puertas al público. El invernadero se encontraba en una de las callejuelas del Callejón Diagon, un poco lejos de los locales principales pero de un alquiler mucho más económico. Era de medianas dimensiones, techos y paredes de vídrios con una puerta blanca que rezaba “London Gardens”, el nombre del lugar.
- Bueno, ¿Quien atenderá al primer cliente? –preguntó Russell, observando a su compañero y co-propietario, Niko Uzumaki. El joven le devolvió una sonrisa escéptica pero cargada de felicidad- Conste que no quiero tener nada que ver con el Lazo del Diablo, ya sacándolo de las cajas intentó matarme un par de veces.
Las plantas habían llegado desde todos los rincones del mundo. Habían elaborado pedidos específicos de especímenes difíciles de encontrar para contar con los mejores productos. Algunos, como la que el Rider nombraba, atinaban a cazar a quién se les acercaba. Habían dispuestos diferentes filas con maceteros, terrarios y una zona al fondo donde se encontraban las más preciadas.
- Puedes darte el gusto con tranquilidad, prefiero encargarme de la caja mientras tú aconsejas a los compradores –indicó Niko, tomando asiento tras un mostrador de madera negra en uno de los costados- ¿Ordenaste las Tentaculas y las Mandrágoras? No quiero que algún distraído tropiece con ellas y termine acogotado o desmayado.
La reacción del mago no tuvo que conllevar más respuesta. Salió rápidamente por uno de los pasillos del local, suspirando con exageración. El Uzumaki rió en vos alta, aquello de tener un local juntos sería toda una aventura. Los parámetros ya establecidos, él manejaría el dinero –dado que Russell tendía a gastarlo todo- mientras que el rubio se encargaría de la atención, solamente quedaban los clientes que no tardarían en llegar.