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Litah Black Lestrange

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Acerca de Litah Black Lestrange

  • Cumpleaños 23/02/1988

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    4
  • Rango Social
    Unicornios de Plata
  • Galeones
    22008
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Neutral
  • Familia
    Black Lestrange
  • Trabajo
    0
  • Raza
    Humano
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    60
  • Puntos de Poder en Criaturas
    20
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    10 a 200
  • Rango de Criaturas
    10 a 200
  • Conocimientos
    *Pociones
    *Herbologia
    *Aritmancia (Conocimiento Adquirido)
  • Medallas
    0

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Slytherin
  • Género
    Female
  • Interests
    ...cantar
    ...bailar
    ...correr
    ...leer
    ...escribir
    ...molestar
    ...nada más xD

Contact Methods

  • MSN
    litah.bl@hotmail.com
  • Website URL
    http://cascabelitah.blogspot.com/
  • Yahoo
    cascabelitah@yahoo.es

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Reputación

  1. Se le había escapado lo sosa que podía ser la vida en Ottery si no se estaba involucrada en los líos de varitas habituales, que si la luz, que si la Marca. Litah había probado de ambos lados, uno por convicción y el otro, el otro por huir de aquello en lo que creía que le hacía daño. Cerró los ojos con fuerza y se obligó a si misma a pensar en otra cosa, eran esos recuerdos odiosos los que la alejaban cada vez más de Ottery, hasta practicamente volverla a una muggle. Una muggle sospechosamente rica a la que jamás veían trabajar o lo falta algo, todo lo contrario, le sobraban tanto residencias como sirvientes, la gente a veces murmuraba y ella se hacía invisible en las villas muggles dónde se había recluido en los últimos años. Tenía sus ventajas gozar de la pensión de los Black Lestrange y la herencia materna, por supuesto. Sin embargo, había decidido volver, sin tener mayor motivación que la de recoger sus propios pasos, la madurez la estaba poniendo muy nostálgica. Se dispuso a caminar por Diagon, esperando ver por encima del hombro a Leandro escondiéndose o a Sean ingresando a un hotel, a lo mejor ver a Adam confiándole tareas a Asturión. Decidió no continuar tampoco por ese camino, ninguno de esos hombres merecía un recuerdo tan impreso en su memoria. Chocó los talones de sus botas y se encaminó a House of Books, capaz que leer la animaba un poco. Dicho y hecho, apenas entró, el olor a páginas nuevas la llenó los pulmones, pero lo que realmente la animó fueron los sillones de cuero que se podían ver en el segundo piso. Como pocas veces, caminó de puntillas, evitando el ruido natural de sus tacones, silenciarlos era otra opción, pero no era para tanto, minutos después estaba sentada en uno de los muebles, acariciando la fina cubierta de piel. Sacudió la varita para escoger algún libro y pasar tranquila la mañana. Notó algunos ojos sobre ella, pero no esperaba que nadie la reconociera, después de todo, habían pasado demasiado años sin ella en el pueblo y no es que fuera Ministra de Magia, ni nada.
  2. La pelinegra se veía bastante ceñuda, sacudía en sus manos una cosita cuadrada y luego la levantaba en el aire, pero nada parecía quitarle el mal humor. Estaba tan distraída con eso que no se percató que estaba por pisar un charco, sin embargo y como si sus tacones contaran con un radar incorporado, lo esquivó magistralmente. No podía manchárselos, eran forrados en terciopelo negro, unos stilletos hechos a medida —como la mayoría de los de su closet—, por un diseñador alemán que había conocido en uno de sus últimos viajes. Uno que quedó fascinado por la destreza con la que la mujer combinaba hasta los atuendos deportivos con zapatos que la elevaran al menos diez centímetros del suelo. Desistió por fin de intentar señal en su celular y lo botó a mitad de la calle, enfurruñada aún. Vio las verjas del castillo Lestrange y sonrió de lado. Era alucinante como le era más sencillo llegar a la casa de Sol, que a su propio hogar, pero así sucedía cuando tu familia más parecía preocupada por el poder que podían adquirir que por lo que pasaba a su alrededor, a lo mejor Litah tenía más genes de su madre que de su padre, sin duda alguna. Ingresó al jardín un poco dolida de no escuchar sus propios pasos sobre el césped, pero recobró la postura una vez estuvo en el vestíbulo frente a alguno de slos sirvientes de la mansión. Escudriño con la vista si Sol se encontraba en casa y escuchó voces un tanto cercana, pero decidió portarse bien, por una vez en la vida. Estando ahí era imposible no recordar a un par de... noches que disfrutó de los placeres de quedarse en la mansión Lestrange. A lo mejor el pecado y los tacones se llevaban mucho mejor de lo que le gustaba admitir. Segundos después, decidió que había esperado demasiado. Sacó la varita del liguero que sobresalía a su minifalda y se apuntó la garganta. — Solecito, es de pésima educación dejar esperando a la familia —musitó cantarina y volvió a guardar la varita, aunque esta vez en el escote. Su voz había retumbado en todas las habitaciones del castillo Lestrange, y por supuesto, esperaba que Sol la reconociera.
  3. Oír la voz de su hermano mayor era más de lo que había esperado cuando iba a camino a la boda, aunque sonara como la siempre presumida y presuntuosa bruja que era, sus deseos de felicidad si eran sinceros, ya había corrido demasiada agua debajo del puente y tampoco era el momento de ponerse tan melancólicos, sobre todo si eso iba a terminar en pleito como antaño. Terminó de acomodar el nudo de la corbata y hecho un vistazo a los lados del novio, sus acompañantes eran algo que definitivamente llamaba la atención, chasqueó la lengua antes de verse envuelta en el un abrazo corto y fraterno, uno que correspondió como debía. — ¿Qué puedo decirte? El colágeno es un gran aliado para las chicas como yo —bromeó palmeando sus hombros y alzándose un poco para plantear un beso en la mejilla—, no te lo mereces, pero te deseo un largo un fructífero matrimonio Illidan, te desearía los hijos más lindos del mundo pero esos... —susurró sobre su oído—, ya te los di yo. Se río, una broma entre ellos era el broche ideal para una ocasión como aquella, después de todo, había seguido el camino de los de su familia casándose con alguien que llevaba un apellido de linaje puro. Esas cosas, aunque un tanto obsoletas, importaban en lo que a los Black Lestrange se referían. Se separó del mago sonriéndole sinceramente. — Prometo que me portaré bien, una vez que encuentre a Ashley —murmuró de pronto y girando a ver si la encontraba—, deja los nervios, la novia es la que debería estar temblando, no sé que clase de amortentia le diste, pero te daré la mitad de mi herencia paterna si te aguanta unos, ¿tres años? Son muchos galeones, Illidan, piénsatelo y compórtese. Luego de aquello se separó, dejando que la estela del sonido de sus tacones acompañara unos segundos más a Illidan. Buscó un asiento pegado al pasillo pero a medio camino del altar, luego continuó con el movimiento de su cuello en busca de su hija, ella tenía que aparecer en determinado momento, ¿no? @ Illidan Black Lestrange @ Ashley Emily Black Lestrange M. Off: Gracias! @ Mica Gryffindor
  4. Eran pocas las ocasiones que convencían a la pelinegra de volver al pueblo mágico, no había absolutamente nada ahí que pudiera anclarla nuevamente, pero Asturión y Cloxxx no dejaban de intentarlo cada tanto. Hacía unos meses había recibido la noticia del regreso de su hija Ashley, junto con la notificación de que su hermano mayor también lo había hecho. No tenían comunicación alguna hace años y decir que la relación entre ellos era distante, podía resultar cuánto menos, una mentira blanca. Había llegado una noche antes, pero como siempre, la bruja de los tacones se había distraído en la taberna del pueblo, ¿Cuándo se había detenido frente a un vaso de vodka? Bien sabía ella que ahora Illidan moraba en la mansión Black Lestrange, pero ella tampoco quiso pernoctar ahí, el Darl Palace había sido mucho más apropiado. Enterándose de la boda de su hermano, no pudo resistirse a una travesura más en la vida. Además era un paso importante en la vida del mago, alguien de su familia debía acompañarle, no solo Ashley. - Ve y avísale a mi hija que volví y que voy a la boda de su padre -ordenó a Asturión antes de desaparecer frente a su reflejo y aparecer cerca a los jardines del castillo Burke. Para algunas podía resultar algo incómodo posar los zapatos en el césped, eso no sucedía con ella, incluso con los tacones aguja que había escogido para la ocasión. De cuero tratado en tonos verdes y negros, alzaban el cuerpo de la mujer en al menos doce centímetros, formando un diseño exclusivo de dos serpientes engarzadas al talón. El vestido sin embargo era sencillo, para ella. Negro, en strapless cubriendo su silueta solo en las partes dónde su larga cabellera rizada no alcanzaba. Miró con una sonrisa la opulencia mostrada por Illidan al tener tantos sirvientes para la ocasión, definitivamente lo presumido no les iba a ir nunca, el orgullo Black Lestrange siempre sabía cómo relucir al sol. Caminó entre los invitados intentando no fijarse demasiado porque podía reconocer en algún invitado alguna noche que no valía la pena recordar y bueno, solo pasaba a dejar sus respetos. Le tomó a la bruja al menos unos diez minutos llegar al lugar de la ceremonia y unos tres más, colocarse justo detrás de la figura del novio. - Mira quién ha decidido dejar la soltería -murmuró a su espalda antes de colocarse frente a él y mostrarle la mejor de sus sonrisas-, casarte y no invitar a la mejor de tus hermanas, debería estar ofendida. Alzó sus manos a la altura del nudo de la corbata y fingió arreglarla un poco, debía dejarle asimilar la sorpresa, esperaba que agradable. @ Illidan Black Lestrange @ Ashley Emily Black Lestrange M.
  5. Litah se río al escuchar las cosas que decía de los elfos domésticos. Ella sin duda alguna no se imaginaba a sí misma fregando pisos o intentando ordenar su armario de zapatos, eso era impensable -Son útiles, Leandro, yo ni siquiera sé dónde están los cuchillos en está casa- iba a proseguir pero escuchó eso de que él estaba hospedado en un hotel de Diagon. Hace mucho tiempo ambos se habían encontrado ahí mismo, cuando Litah se escondía hasta de los Black Lestrange. Aquella vez lo halló completamente alcoholizado, ahora no estaba tan echado a perder. - Mandaré traer tus cosas si así lo deseas, no pretendo ir y venir de Londres quinientas veces, la verdad es que me siento cómoda en casa -ofreció indiferente-, si quieres, duermes aquí o en todo caso, puedes usar una de las habitaciones de invitados. ¿Puedes con sentirme ese capricho al menos?
  6. La rizada mujer se permitió disfrutar de aquel beso como hace mucho no lo hacía, los meses y años lejos de Leandro le pegaban con fuerza a las intenciones y sus labios querían cobrar cada segundo de ausencia apenas permitiéndose unos segundos para recuperar el aliento. "Por Morgana, cómo te he extrañado", susurró apenas separándose unos milímetros. Casi pudo oír un gruñido de su parte cuando se obligó a separarse de él. Gateó, quizá más coqueta de lo que debería dado que estaban sobre una cama y se alejó de él para tumbarse entre grandes almohadones. Antes que Ele pudiera decir nada, un simple "plop" anunció la aparición de su elfo doméstico, Asturión. - Trae un poco de fruta, piña y papaya en trozos. Algo que refresque. Las mejillas de la pelinegra estaban inusualmente rosadas, producto de la temperatura de aquel beso recientemente compartido. Le sonrió a su ahora novio y, le lanzó divertida un beso volado. - ¿Qué? No quería que mi servicio me viera en una situación incómoda -se excusó-, tienen que tenerme algo de respeto, digo. A todo esto, ¿dónde estás viviendo ahora?
  7. ¿Cuándo aprenderás? Se preguntó Litah a sí misma mientras escuchaba atónita algo que jamás esperó de la boca de Leandro, el nunca se había diferenciado por los detalles románticos, bueno, no en público en todo caso. Y Litah en su interior ya le había contestado, aunque en su dedo anular una punzante sensación le dijera que contestara con una negativa, era incapaz. - ¿Sabes la de veces que he caído ante la promesa de amor eterno? Demasiadas para que mi orgullo lo pueda reconocer Leandro, y las mismas veces he sido decepcionada -sentenció sosteniendo su mano entre las suyas-, ¿por qué está vez sería distinto? Era cierto, la pelinegra era incapaz de creer en semejantes palabras, aunque eso nada tuviera que ver con sus sentimientos. Ella siempre había querido a Leandro, se había permitido a si misma enamorarse una vez más aún sabiendo lo solitario de su carácter. Tal vez era más inteligente amarlo en silencio y responder con una negativa, ofrecerse a sí misma como una amiga incondicional y no como una amante de turno. - Nada me haría más feliz que llamarme tu novia -sonrió, demostrando que en asuntos del amor ella no era del todo brillante, se entregaba una vez más, está vez, plenamente consciente de salir lastimada-. Novia de un licántropo, ¿quien lo diría? Se recostó en su regazo incapaz de sostenerle la mirada y entonces le susurró un "te amo".
  8. La pelinegra no pudo hacer más que reírse luego de las palabras de Leandro, no era burla, era que sin pensarlo, él le había dejado una duda revoloteando en la cabeza y bueno, debía calmarse un poco antes de formularla. Su mano en el hombro la quemaba, la temperatura de él siempre había resultado mucho más alta a la que el cuerpo de la ella estaba acostumbrada. Calmó su risa y ladeó un poco la cabeza para así rozar el dorso de su mano. - Primero confirmarme algo, eso de limitarte a las acciones, ¿es una amenaza o una invitación? -susurró cerrando los ojos para invadirse en paz por los recuerdos con el lycan- No tengo mucho que decirte, más que bienvenido. Segundos más tarde tomó su mano separandola de su cuerpo y jugueteando con sus dedos. A diferencia de otras oportunidades, con Leandro, Litah se permitía a sí misma mostrarse vulnerable, e incluso hasta sensible. Eran distintos los tiempos en los que se habían conocido y a pesar de jamás formalizar un status entre ellos, se conocían lo suficiente para no ser invasivos. O al menos, eso creía ella. - ¿Deseas comer algo? -preguntó doblando suavemente los nudillos de Ele con los suyos, mirándolo como si fuera una niña jugando con el niño que le gusta- Siento mucho si no fui dulce y tierna al recibirte, digamos que últimamente no me llevo muy bien con los hombres y si, ya sé que eso es raro en mí.
  9. Leandro había vuelto a tomarla entre sus brazos, gesto que está vez no debilitó a la pelinegra sino todo lo contrario, la hizo sentirse dueña de la situación. Talvez no eran sus brazos, sino el lugar donde se encontraban, él jamás había estado ahí. La rizada mujer cerró el pestillo de la puerta sabiendo que quizá sea uno de las últimas veces que podría apartar las narices de los patriarcas de la familia. Y finalmente, acaricia los hombros de Leandro. - "Vosotros los hombres sois siempre tan confiados" -dijo imitando un español regional que hace mucho no usaba- "Se ufanan de lides que aún no hais ganado" Lo separó un poco, pero con cuidado y le invitó a tomar asiento en el borde de su cama. Ella hizo lo mismo. Su escote se sentía vacío sin el broche de esmeraldas pero confiaba en que la conversación con El no la haría derramar ninguna lágrima. No quería mostrar ninguna debilidad ante él, o bueno, ante nadie. Los tiempos de Litah buscando al príncipe azul, por fin habían terminado. - Si te traje aquí, es porque no quiero que nadie tenga que oír mis asuntos, ni yo tener que fingir que me importan los de ellos -le sonrió-, pocas personas en el mundo me importan. Tú eres una de ellas.
  10. Leandro había vuelto a tomarla entre sus brazos, gesto que está vez no debilitó a la pelinegra sino todo lo contrario, la hizo sentirse dueña de la situación. Talvez no eran sus brazos, sino el lugar donde se encontraban, él jamás había estado ahí. La rizada mujer cerró el pestillo de la puerta sabiendo que quizá sea uno de las últimas veces que podría apartar las narices de los patriarcas de la familia. Y finalmente, acaricia los hombros de Leandro. - "Vosotros los hombres sois siempre tan confiados" -dijo imitando un español regional que hace mucho no usaba- "Se ufanan de lides que aún no hais ganado" Lo separó un poco, pero con cuidado y le invitó a tomar asiento en el borde de su cama. Ella hizo lo mismo. Su escote se sentía vacío sin el broche de esmeraldas pero confiaba en que la conversación con El no la haría derramar ninguna lágrima. No quería mostrar ninguna debilidad ante él, o bueno, ante nadie. Los tiempos de Litah buscando al príncipe azul, por fin habían terminado. - Si te traje aquí, es porque no quiero que nadie tenga que oír mis asuntos, ni yo tener que fingir que me importan los de ellos -le sonrió-, pocas personas en el mundo me importan. Tú eres una de ellas.
  11. Sus tibios brazos la estremecieron, no había forma de negarlo, si bien era sabido que la Black Lestrange no era ninguna candidata a santa de nada, pocos eran los que ella se había planteado recordar, uno de ellos, claro estaba justo en ese instante volviendo a Ottery, quizá por ella. Aquellos meses en idas y vueltas con el licántropo la habían incluso doblegado a su cuidado, allá cuándo se transformaba y pretendía estar solo. - Leandro -seseó esbozando una sonrisa hasta que esté la soltó, y por supuesto, la magia se rompió. Algunas ideas nuevas surgieron en la mente de la Black Lestrange. Le dio la espalda ignorando sus palabras y tratando de componerse a sí misma, sólo entonces, enrumbó sus tacones negros y forrados en terciopelo hacia las escaleras. Todo con Litah era truco con maña, sabía perfectamente que el movimiento sinuoso de sus caderas lo tendría ligeramente hipnotizado, a él, sus piernas siempre le habían llamado la atención sobremanera. Los recuerdos harían el resto. - Sígueme -sentenció al fin, cuando casi llegaba al segundo piso, sin mostrarle más que la espesa cabellera negra y enmarañada cubriendo el escote de su espalda. En cuestión de segundos, Leandro estaba en su habitación, con ella.
  12. El descaro en las palabras de Leandro encendió las usualmente pálidas mejillas de Litah. ¿Así que había intentado olvidarla con muchas? Su ego en el interior se regodeaba y claro, el hecho de saberse dueña de sus pensamientos la incendiaba por dentro. Aunque él se hubiere cruzado con mil mujeres. - Oh, vamos ¿es Tab difícil seducir a un lobito como tú? - le dijo acercándose lo suficiente para tener que mirarlo a los ojos y sonreír con ellos- a mí no me costó tanto convencerte. Tomó uno de sus dedos y lo pasó por el rostro de Leandro, se raspó un poco con esa barba mal crecida y sólo luego de un par de minutos comtemplandolo y oyendo el retumbar de su corazón, lo soltó. - No has cambiado nada, Ele -susurró antes de alejarse-, para tu mala pata yo sí y la verdad es que el simple hecho de ver hombres me pone de mal humor. Río retrocediendo unos pasos, haciendo sonar sus zapatos de tacón. - Me contagiaste tu espíritu indomable.
  13. Habitación de Mía Discutiendo para variar La rizada pelinegra se quedó de impacto cuando escuchó el precio que tenía deshacer el hechizo copia de Sean. Y claro, la sonrisa dibujada en su rostro casi era un poema. ¿Así que iba a ir en contra de un hechizo impuesto por el mismísimo Jock Black Lestrange simplemente por darse el gusto de humillar a su madre? No, no le iba a dar ese gusto. Su negras pupilas brillaron y se acercaron a Mía lo suficiente para que ambas escucharan sus respiraciones. Sacó el broche de su escote y lo lanzó a la cama. - Mi broche está encadenado al de mis hijas, si saben mi ubicación, saben la tuya y no creo que sea conveniente para la Directora de Gringotts, ¿no? A estas alturas de la conversación, hasta las aletas de la nariz de Litah se temblaban de algo similar a la rabia. Se despegó de ella y encaminó su figura a la puerta. - Tienes hasta la cena para decidir. Y dando un portazo se fue. ---------------- Horas más tarde Vestíbulo de la mansión Litah caminaba de un lado a otro pensando en la manera de solucionar su dilema sin tener que cederle a Mía su capricho. Durante años había intentado, sin frutos, arrebatarle los privilegios de los que ella gozaba en la mansión y está parecía la oportunidad perfecta. Se sujetaba los rizos y volvía a soltar los impaciente cada dos minutos. Se miraba en los elegantes espejos de la morada y no pronunciaba palabra, hasta que alguien estuvo lo bastante cerca de la puerta. Abrir y casi se va de espaldas. ¿Es que acaso querían volverla loca? Frente a ella estaba Leandro, el viejo "amigo" con el que alguna que otra vez compartió alcoba, eso claro hasta que él se esfumara. - Vaya, parece que te has divertido mucho en otros lares -comenzó sin atreverse a mirarlo a los ojos- ¿alguna consiguió al menos borrar mi perfume de tu almohada? Se dio pasó, para indicarle que conociera por si mismo la mansión Pater. Iba a conversar con él aunque terminraran aquel encuentro entre tacones y gritos. Él se veía descuidado, pero debajo de aquella barba de tres días. - ¿Vienes por hospitalidad, Leandro?

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