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Lucrezia Di Medici

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Lucrezia Di Medici ganó por última vez el día 8 Abril 2020

¡Lucrezia Di Medici tenía el contenido más querido!

Acerca de Lucrezia Di Medici

  • Cumpleaños 15/11/1995

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    36
  • Rango Social
    Orden del Caduceo
  • Rango en el Bando
    Sin rango por inactividad
  • Galeones
    101079
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Marca Tenebrosa
  • Libros de Hechizos
    Libro del Caos (N.20)
  • Familia
    Di Medici
  • Trabajo
    Banquera
  • Escalafón laboral
    T1
  • Raza
    Humano
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    4920
  • Puntos de Poder en Criaturas
    3960
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    Más de 3000
  • Rango de Criaturas
    Más de 3000
  • Conocimientos
    Pociones
    Artes Oscuras
    Leyes Mágicas
    Cuidado de Criaturas Mágicas
    Herbología
    Defensa Contra las Artes Oscuras
    Aritmancia
    Idiomas
    Adivinación
    Transformaciones
    Conocimiento de maldiciones
  • Medallas
    86000

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Slytherin
  • Género
    Male

Campos para Gringotts

  • Escalafón último mes cerrado
    T1
  • Posteos acumulados último mes cerrado CMI
    60
  • Posteos último mes cerrado CMI
    0

Contact Methods

  • MSN
    nico10_95@hotmail.com
  • Website URL
    http://

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Logros de Lucrezia Di Medici

Apprentice

Apprentice (3/17)

  • Well Followed
  • Dedicated
  • Reacting Well
  • Very Popular
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Reputación

  1. Felizzzz Cumpleaños!!!

    Que tengas un lindo y maravilloso día 🎂🎊🎊🎀🎀🎁

  2. Hola! paso a notificarte que tienes cromos mortifagos pendientes por solicitar, puedes ver la lista en el segundo posteo del tópic "Sobre de cromos Mortífagos" puedes pasar a pedirlos, hasta pronto!

  3. Solo venía a dejar amor tenebroso 💀

  4. Quiero crear mi propio grupo del estilo de Sirens of Gotham pero las Sirens of Ottery (?

    1. Adrian Wild

      Adrian Wild

      *le extiende su tarjeta de manager* Avíseme cuando haya reunido al grupo 😎

  5. El vino sirvió para humedecer sus carnosos labios y darle un casi imperceptible tinte morado. Bebió un ligero sorbo simplemente para hidratar su garganta y darle claridad a su voz, una que preveía elevar en más de una oportunidad durante aquella velada. Inhaló el delicado aroma frutal de la bebida para hacer jugar a sus sentidos y luego descendió la copa, apoyando la base su pierna izquierda. La blonda aristócrata había tomado asiento en el apoyabrazos de uno de los vacíos sillones dispuestos en la sala, cercano a los cuatro participantes de aquella charla. Tenía una postura que se balanceaba entre su refinada esencia y la distención, con la espalda recta y sus piernas apoyadas una sobre la otra. - ¿Mónica Haughton siendo algo insolente? Es algo que no me sorprende… - afirmó con un ligero tono burlón una vez el silencio volvió a dominar en la sala. En sus palabras había cierta liviandad que le quitaban seriedad. La Médici honestamente no recordaba si se había cruzado esa mujer en alguna oportunidad, pero la había reconocido con facilidad. No solo sabía que estaba frente a Mónica Haughton por haber sido ésta una Directora del Departamento de Criaturas popular en las distintas tiradas de prensa londinense sino también por las numerosas anécdotas de trabajo que Thiago le relataba en las cartas que le enviaba periódicamente durante su corto pero apasionado romance ¡Que incluso habían controlado a un dragón que se había hecho estragos en Ottery! Aun sin conocerla personalmente, Lucrezia la tenía en buena estima por las palabras con las que su amante se había dirigido a quien fuera su compañera y posteriormente jefa. No había razón alguna para que sus palabras fueran realmente ofensivas. - Que alguien que vive en Reino Unido no me reconozca más allá de mi puesto en el ministerio significa que estoy haciendo muy bien mi trabajo. - retrucó, acomodando los pliegues de la falda de su victoriano vestido - Tener cierto anonimato es una excelente herramienta para quien dirige un banco tan importante como el Médici. El dinero negro que mueven tanto el poder político como las organizaciones que rigen el bajo mundo es más administrable cuando no todos saben a quién ir a reclamarle. Además, me da más libertad para invertir en proyectos importantes, como poner a la cabeza del Ministerio a un nombre que nos beneficie. Bebió otro sorbo de vino, esta vez más largo, que dejó el contenido de la copa por la mitad. Pese a que su gusto por aquella bebida de su propia bodega y reserva, aquel movimiento había tenido otra intensión mucho más importante que endulzar su paladar: dejar al descubierto, al menos por unos segundos, la Marca Tenebrosa que se destacaba con sus apagados tonos verdosos sobre la blancura de su antebrazo izquierdo. Había sopesado aquel gesto como una forma de generar una mayor confianza en su persona; un vínculo que explicara mejor su presencia en aquella velada. Le resultaba difícil pensar en que alguno de los que moraban bajo ese techo formase parte de la Orden del Fénix dados los valores incompatibles entre la familia y aquella organización. Les regaló a los presentes una ligera sonrisa al volver a apartar la copa de su jovial rostro. - Reconozco que sería descortés presentarme aquí sin ningún tipo de invitación, algo fuera de cualquier protocolo. Sin embargo, tengo el mismo derecho a moverme libremente por esta mansión que ustedes pese a no ser de la familia. Tengo bajo mi tutela a dos adolescentes con sangre Malfoy, hijos de Thiago Malfoy…- al dejar salir ese nombre de entre sus labios, la Médici dirigió su azul mirada a Ludwig esperando algún tipo de reacción - aunque creo que prefería el apellido Gryffindor cuando trabajaba en el Ministerio. ¿Reconocería el Malfoy en nombre de su hijo adoptivo o el tiempo había borrado por completo el recuerdo de su existencia? No decidía cuál de las posibles respuestas a aquel interrogante le resultaba mejor; al fin y al cabo, solo le importaba mantener viva la imagen de Thiago en su propia cabeza. La aristócrata disimuló su interés en la reacción del mago, aunque sostuvo su mirada dado que casualmente era quién había mostrado mayor interés en las intenciones de su visita. Sus labios se curvaron en una sonrisa de sincera simpatía, algo de lo que ella misma se extrañó. Bebió el último resto de vino que había sobrevivido en su copa y la depositó con cuidado en una de las mesas laterales al sillón en donde reposaba. Se adelantó a que alguien más hablara. - Bueno, puede ser que me haya inventado lo de la inquebrantable alianza…nuestras familias no han tenido mayor contacto, lamentablemente, ya que todo su dinero está bajo el cuidado del viejo Gringotts. Dado nuestro origen, mi familia tiene mayores lazos con los Triviani, con quienes si tenemos una enriquecedora alianza pero eso es una charla para otro día. - dejó que un suspiro adornara sus palabras - Ahora bien. Creo que nuestra actual ministra ha hecho una gestión no muy productiva…no al menos comparable con la época dorada en las que un Malfoy dirigía el Ministerio. Desde el Banco Médici nos interesa invertir en un activo que nos beneficie a todos…como por ejemplo un candidato. Algo en su voz sonaba cautivante, comprador. La aristócrata había entrenado su labia para convertirse en una diplomática con el objetivo de extender los oscuros negocios de su familia por el mundo, manipulando decisiones y desdibujando la línea entre lo ético y lo desdeñable. Sin embargo, en aquella oportunidad no necesitaba engañar a ninguna de sus contrapartes en aquel intercambio: sus intenciones de generar una alianza con motivo de las futuras elecciones eran transparentes como el agua ¿Por qué mostrarse evasiva cuando el ejercicio del poder formaba parte de la naturaleza de los Malfoy? La blonda italiana volvió a colocar ambos pies contra el suelo y se irguió con un delicado movimiento, acorde a su refinada impronta. - Aun hay mucha inestabilidad en el mundo mágico dados los hechos recientes, con las guerras y la aparición del Inquisidor. Incluso mi más importante aliado, el ex ministro de magia italiano, ha desaparecido y probablemente esté enterrado a varios metros bajo tierra ¡Las vueltas que la vida! - exclamó con cierto aire jocoso, bloqueando en su mente los sentimientos que había tenido por Piero - Es en momentos como este en que se nos dan las mejores oportunidades para mover nuestras fichas ¿Tienen ideas?
  6. Cómo puedo recuperar el poder en el ministerio italiano? Tiren ideas.

    1. Mostrar comentarios anteriores  5 más
    2. Lord Cubias
    3. Darla G Dumbledore
    4. Lucrezia Di Medici

      Lucrezia Di Medici

      Creo que voy ir por una mezcla de Yiya Murano con el cuerno de Erumpent para asegurarnos de que muera y con Heli colaborando en borrar las huellas del atentado.

  7. Buenas, buenas! Espero que quien lea este este teniendo, haya tenido o este por tener un hermoso día. Aquí estoy nuevamente, en esta nueva versión del foro con apabullante cantidad de publicidad que lo sostiene económicamente, haciendo mi ingreso a La Marca Tenebrosa, mi segunda casa foril. Lucrezia tiene una moralidad muy ambigua para ser de la Orden, lo siento mucho. Nick: Lucrezia Di MédiciNúmero de ID: 46700Link a la Ficha:
  8. Lo minutos pasaban, marcados por el reloj imaginario que funcionaba como un mecanismo perfecto en su cabeza. El casi etéreo silencio que la rodeaba le permitía a la aristócrata transitar la espera con una serenidad impropia de una dama de alta cuna a la que le negaban el privilegio de la prioridad. En un ejercicio de relajación, tantas veces practicado en soledad, la bruja había apaciguado el ritmo de su respiración, volviéndola más pausada. Incluso había aprovechad para quitarse anticipadamente los guantes de aterciopelada tela que cubrían sus antebrazos, guardándolos en uno de los tantos bolsillos secretos distribuidos por su voluptuoso vestido. Fue en el exacto momento en que por su cabeza cruzó fugaz la idea de encender un cigarro que la puerta se abrió ante sus ojos. Tuvo que bajar su mirada, entretenida en los detalles de las reptiles aldabas, para encontrarse con la presencia de un elfo doméstico que la observaba con una desconfianza que en vano se esforzaba por ocultar tras la servicial expresión de su rostro. La humanoide criatura tenía un aspecto dejado, como si sus servicios no se hubiesen requerido en bastante tiempo ¿Tan en desgracia había caído aquella familia, que había representado el pináculo del poder real en algún punto de la historia reciente? No tardaría en averiguarlo; esa era una certeza. Se adelantó al tímido intento del elfo doméstico de romper el tácito pacto de silencio. - Ahórrate las palabras, sé que puedo pasar. Ve a buscar las mejores copas que queden en pie en esta mansión.- le ordenó sin un ápice de empatía en su voz, como si de su propio elfo se tratase. Apartó la puerta, que hasta ese momento se había mantenido apenas entornada, e ingresó en la sala de recepción. Apuntando al hueco vacío formado por sus dedos encorvados, la aristócrata comenzó a dibujar círculos con su varita que fueron reduciendo su radio a medida que, al son del movimiento, una botella se iba materializando. El contenido que se balanceaba en su interior no provenía de cualquier bodega cochambrosa ni era un simple “detalle” en agradecimiento por una invitación que nunca había existido: se trataba de un añejo vino Di Médici, elaborado con materia prima de excelencia cosechada en los viñedos familiares. Su magnífica calidad, que cualquier catador experimentado podría detectar con tan solo percibir su frutal aroma, era reconocida en toda Italia. Aquel regalo de cortesía era una declaración de intenciones típica de los círculos diplomáticos en los que la aristócrata acostumbraba a moverse. Se fue adentrando con suma calma en la sala, dejándose guiar por la delgaducha criatura que había aprovechado para adelantarse nuevamente a sus pasos. Los sincronizados golpes de sus finos tacos contra la pulida madera del suelo anticiparían a los moradores su presencia, algo acentuado adrede. Le resultaba una obviedad que los miembros de la familia presentes en ese momento ya estaban al tanto de que entre las paredes de la mansión se movía una invitada no esperada ¡Y qué mejor que ahorrar sorpresas, cuando éstas podían convertirse en caldo de cultivo para la animadversión! Los mejores negocios, los que reportaban mejores ganancias, se nutrían de la confianza y de un ambiente distendido…y para eso estaba allí. Descartaba encontrarse con el patriarca de la familia, ya que eran contadas las veces que lo había visto en persona y era una personalidad de la alta sociedad mágica reconocida por el misticismo que rodeaba su vida. El ex ministro supo mantener con pericia su privacidad durante su servicio como funcionario público y pocos detalles se habían filtrado a una prensa, por obvias razones, subordinada al poder político. Sin embargo, apenas sus ojos captaron las siluetas de los presentes, a la aristócrata la invadió una sorpresa aun mayor a la que hubiese experimentado de encontrarse al mismísimo Crazy Malfoy. Incluso se vio obligada a disimular un espasmo que casi llegó a interrumpir su respiración. Frenó en seco, presionando con sus delgados dedos el frío vidrio de la botella de vino. Su azul mirada se clavó en uno de los varones que conformaba aquella reunión, a quien reconoció como Ludwig Malfoy. No tenía un ápice de duda de que se trataba de él; tantas veces había visto aquel atractivo rostro en fotografías familiares que sus facciones se habían grabado en su retina ¿Cómo era posible que el padre de Thiago se encontrase en aquella sala en ese instante, cuando se lo había dado por desaparecido (o muerto) tantos años atrás? La aristócrata selló todas sus repentinas emociones bajo una sonrisa fría y se dispuso a acercarse aún más a los presentes, centrándose en lucir la belleza de su vestido a cada delicado paso que daba. Las posibilidades de conclusión de aquella velada se presentaban ante ella como infinitas. - Buona serata…- susurró, dejando que en sus palabras danzara un sutil tono seductor - Veo algunas caras desconocidas, normal dada mi ausencia en Inglaterra en los últimos meses. Mi reputación me precede, claro, pero para aquellos despistados mi nombre es Lucrezia Di Médici. Dejen lo que están bebiendo, no es digno de ser ingerido por alguien del linaje Malfoy. Al caminar alrededor de los distintos asientos, la aristócrata aprovechó para engrandecer su presencia. Lucrezia tenía un talento natural para llevar ese tipo de reuniones y sobre todo para administrar los silencios. Cada instante, cada mínimo detalle, resultaba vital para conducir una charla de negocios. La tenue luz que se proyectaba sobre su blanca piel y la altura que sus zapatos le hacían ganar sobre el resto enaltecían su estilizada figura, sobresaliente para alguien de su estirpe. Mientras los elfos domésticos depositaban copas en las manos de los presentes, la aristócrata iba vertiendo el vino con delicadeza. Se detuvo, no sin ninguna intención, a medio metro de Ludwig. Sin embargo, aunque su atención se centraba en él, se aseguró que sus palabras se sintieran dirigidas a todos por igual. - ¿Debería hacer una pequeña introducción a mi visita a esta mansión? Me conocerán como alguien cercana a la actual ministra, una consejera de confianza que articula todas las medidas relacionadas a las finanzas del Ministerio. Ese es un puesto que ejerzo testimonialmente ya que en el último tiempo me estuve ocupando de ciertos asuntos en mi natal Italia. La vida como funcionaria pública no es para mí, prefiero otros caminos en el ejercicio del poder…- la blonda dejó que sus últimas palabras fuesen por una ligera sonrisa pícara - Entonces ¿Brindamos por la inquebrantable alianza de nuestras familias?
  9. Gracias a la vida que me ha dado tanto
    Me dio el corazón que agita su marco

    1. Adrian Wild

      Adrian Wild

      Cuando miro el fruto del cerebro humano

      Cuando miro el bueno tan lejos del malo

      ❤️

  10. Tengo que decir que extrañaba mucho escribir ❤️

    1. Sagitas E. Potter Blue

      Sagitas E. Potter Blue

      ¡Y sigues escribiendo de maravilla! Me enamoran tus posteos. Bienvenido de regreseo, Niko.

    2. Lucrezia Di Medici

      Lucrezia Di Medici

      Gracias mana! A ver si hacemos el reencuentro en la mansión Médici, que debo revivirla.

  11. El viento golpeaba sus mejillas como caricias suaves y consecutivas, temiendo romper con la perfección del delicado rostro de aquella mujer que cruzaba el cielo como una blanca estela. El silencio de aquella noche que la envolvía con su oscuridad apenas era interrumpido por el casual aleteo del hipogrifo sobre el que iba montada, que frenaba su majestuoso planeo ante la necesidad de tomar impulso. Su rubia cabellera bailaba libre, con el aire guiando cada fina fibra, mientras se aferraba con firmeza al blanco plumaje del majestuoso animal. La perfección de su cutis era apenas interrumpida por unas casi imperceptibles arrugas que se formaban junto a la comisura de sus labios, dispuestos en una ligera sonrisa. Pocas cosas le provocaban un goce más íntimo que atravesar el cielo a lomos de una de las tantas criaturas que se dedicaba a coleccionar. La bruja dio un delicado golpe con su talón contra el abdomen del animal, como una señal de aminorar su vuelo, al instante de divisar a la distancia las parpadeantes luces de las plantas superiores de la mansión Malfoy. La reconoció con suma facilidad apenas sus azules ojos captaron los primeros detalles en la piedra que decoraban con inapelable gusto su fachada ¿No era acaso una de las arquitecturas más afamadas de la historia reciente, cuna de magos y brujas oscuros de innegable impacto en la sociedad mágica? Claro, también la había reconocido porque entre las mohosas paredes de sus olvidadas mazmorras solía encontrarse con Thiago…su amado Thiago. Inclinó ligeramente su espalda, quedando su pecho casi pegado al lomo del hipogrifo, y se preparó para resistir su peso hundiendo los codos en el pelaje de la criatura ante el descenso al que estaba por enfrentarse. La alada bestia emitió un alarido al marcar su objetivo y se precipitó hacia un meticulosamente medido aterrizaje, extendiendo sus imponentes alas de par en par. Apenas sus cascos entraron en contacto con la acera, sus fibrosos músculos se tensaron para lograr una rápida estabilidad para su jinete. Al alcanzar su objetivo con la excelencia que lo caracterizaba, el hipogrifo sacudió su cabeza con gracia para acomodar su reluciente plumaje en un claro gesto de satisfacción. La Médici alisó con delicadeza los pliegues que se habían formado en su vestido, una pieza victoriana de amplia falda acampanada y confeccionada con una delicada tela verde esmeralda, y dejó que un suspiro se escapara de entre sus labios. Se dejó caer del lomo de Razz, simplemente dejando a la gravedad hacer su trabajo. Ni la finura de sus tacos logró, al golpear el suelo de forma repentina, que perdiese su natural gracia ni aquella postura distinguida que tanto la caracterizaba. Le dio una última caricia al lomo de aquel hipogrifo como un explícito gesto de despedida y le dedicó una sonrisa que destilaba sincero cariño. Razz agachó ligeramente su cabeza, rindiendo pleitesía a su dueña, y contorneó su cuerpo en busca de una posición cómoda para descansar en el suelo. Su fiera mirada, sin embargo, siguió observando la estilizada figura de Lucrezia Di Médici mientras ésta se alejaba por aquel sendero. Había algo subyacente en el aire que no le permitía apaciguar la pasiva tensión que experimentaba cada vez que percibía que su dueña podía estar en peligro. La aristócrata ya no recordaba la última vez que se había siquiera acercado a aquella zona del poblado ¿Cuánto tiempo había pasado y con qué velocidad había transcurrido el mismo? Previo a la caída de Aaron Black Lestrange como Ministro de Magia, la blonda italiana se había exiliado en la villa familiar, lejos de la influencia y la red de conexiones del otrora líder mortífago. Su relación personal, pese a pertenecer a una organización fundada en valores que ambos compartían, no había sido francamente la mejor. Lucrezia tenía una visión de poder diferente a la del ex líder de La Marca Tenebrosa y una forma de obtenerlo mucho más pragmática, producto quizás de aquella herencia aristocrática anclada en el tiempo con la que se había formado. Las cosas habían cambiado abruptamente con la interrupción del inquisidor y la asunción de una nueva Ministra con la que había mantenido una alianza, sostenida en una incipiente amistad, para acabar con el régimen totalitario de Aaron. La italiana había abandonado su privilegiado exilio semanas atrás y vuelto a instalarse en su magnánima mansión, ubicada un punto de Ottery alejado de aquel por donde ahora caminaba, luego de limpiar todo el desastre que sucesivas requisas en búsqueda de su paradero habían causado. Sin embargo, como un hecho inevitable pero largamente postergado, la hora de volver a extender su red por toda Inglaterra había llegado. El golpeteo de sus zapatos sobre el sendero de piedra blanca se elevaba rítmico, como un eco que perturbaba la serenidad que con su manto cubría los jardines. Había en todo lo que la rodeaba algo que vagaba entre lo ajeno y lo familiar, algo tan sutil que se escapaba de su afilada percepción y que le era imposible definir al menos de momento. En más de una oportunidad había visitado aquella mansión de ineludible popularidad, casi siempre en ocasión de algún encuentro con intenciones espurias. Le era imposible desligarse del hogar que había acogido a Thiago, aquella persona desvanecida en sus años mozos que sin advertirlo había atado su destino a Ottery. Allí moraban quienes compartían su sangre; quienes lo habían educado en una ética ambigua que ella había aprendido a amar. La aristócrata detuvo sus pasos unos metros antes de llegar a la puerta de maciza madera de roble que auspiciaba de entrada a la mansión. Los muros de impenetrable piedra aislaban todo el ruido del interior, sumiendo los jardines en un sepulcral silencio y obligando a los visitantes a preguntarse si realmente había alguien dentro dispuesto a recibirlos. Lucrezia reconocía que nunca había logrado replicar la mística que se percibía en aquella atmósfera, viciada por el aroma a alcohol añejo. Inhaló una bocanada de aire limpio y se dispuso a subir las escalinatas con paso decidido, dejando que sus caderas se contornearan al ritmo de sus pasos. Tomó un pequeño pliegue de tela que se había formado en la punta de su dedo índice y tiró de él con delicadeza, quitándose el aterciopelado guante negro que cubría su mano izquierda. Golpeó con sus nudillos cuatro veces la fría madera, dejando que un segundo exacto transcurriera entre golpe y golpe. Esperó.

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