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Nathaniel Malfoy

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Nathaniel Malfoy ganó por última vez el día 29 Marzo 2017

¡Nathaniel Malfoy tenía el contenido más querido!

Acerca de Nathaniel Malfoy

  • Cumpleaños 27/08/1993

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    4
  • Rango Social
    Unicornios de Plata
  • Galeones
    19530
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Neutral
  • Familia
    Malfoy
  • Trabajo
    0
  • Raza
    Licántropo
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    40
  • Puntos de Poder en Criaturas
    0
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    10 a 200
  • Objeto mágico legendario
    Ninguno
  • Conocimientos
    Leyes Mágicas
    Historia de la Magia
    Encantamientos
  • Habilidades Mágicas
    Ninguna
  • Medallas
    0

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Slytherin
  • Género
    Male
  • Location
    Santiago de Compostela, Galicia, España.

Contact Methods

  • Website URL
    http://www.instagram.com/chentegallagher

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Reputación

  1. Cómo podía gustarle tanto Las palabras se arremolinaban en un torbellino de emociones. Le faltaba saliva. Le faltaba razón. Es que realmente ni atención le prestaba al segundo que hablaba, porque estaba embobado contemplando su cara angelical y su belleza trastornante. - No quiero bailes con nadie que no seas tú. O algún amigo muy cercano... pero quiero tener mucho tiempo para nosotros... Hasta nos vendría bien irnos de viaje. - Había procesado ya las oraciones hacia él y asimilado la información de tal manera que estaba listo para contestarle. Sonrió cuando ella seguía en su afán por darle más cariño gestualizando y dibujando corazones y demás. Es que era simplemente perfecta. No dejó de adularla mentalmente, sin embargo estaba centrado en devorar aquellos preparados platos que no tardaron en generar rugir de tripas en la pareja. Estaba simplemente deliciosos. Masticó como si no hubiera un mañana y tragó con celeridad; pareciendo así un muerto de hambre. - Lo siento por las formas, pero estoy... desnutrido. - Entre mordisco y mordisco le daba tiempo a respirar. De cuando en vez hablaba. Fue finiquitando todo lo que se le había puesto delante. El postre... se serviría en privado. - ¿Qué te parece que no haya visto a ningún personajillo con ese apellido últimamente? - inquirió, retomando la pregunta de Maida. Se encogió de hombros, tampoco era un tema en el que le interesase profundizar. - Espero que no sea mucha carga Orión, sino me encargaré de darle su merecido.- Bromeó. Bebió un sorbo de su bebida y la posó en la mesa. - ¿Qué te apetece hacer después de esto? @
  2. Menudo conjunto de novedades. Aquello parecía la casa de la pradera. O un orfanato. O el orfanato de la pradera. Le recordaba a sus tiempos mozos en la Marca Tenebrosa, lugar que era famoso por las relaciones sexuales entre personas de la misma familia. Daba igual sangre, raza o parentesco; lo importante era el sexo. Y claro, en un mundo de locos... se cometían locuras. Y nacían hijos fruto del pecado. Y del deseo. Negó con la cabeza, vaciándola de aquel obscuro hilo de pensamientos. Sintió las manos de su primo, que ya habían desaparecido hacía un rato, en sus hombros. Se rascó, como si aquello fuese a aliviar el escozor de unas fornidas palmas de mortífago. - La verdad no esperaba semejante reunión familiar el primer día... - masculló. Había logrado llevar a los labios la humeante taza de café. Sin siquiera haberse servido azúcar -- ni interesarse por si lo tenía -- dio un trago pausado y precavido. Tenía miedo de quemarse. Everything's fine. Pensó. - Encantado de conoceros a todos. Y de volver a veros al resto. - Su mirada se había paseado de lado a lado, clavando un par de segundos las pupilas en cada uno de los recién ingresados a la sala. Aunque no quería por el momento, Maida aparecería en el tumulto de gente que se había congregado en el interior del Manor. Aquello significaría airear la caja de Pandora. No de Pandora la loca, sino... Bueno, no tiene importancia. - Maida está un tanto... molesta. - susurró. La voz casi en un inaudible mensaje se había proyectado hacia el oído del patriarca Orión, quien ahora estaba a su lado después del caminar del licántropo Malfoy hacia él. Buscaba, sin duda alguna, un tipo de ayuda de su primo que hiciese que pudiesen evitar el contacto o las malas caras delante del resto de familiares. - ¿Cuál será el plan de hoy? Tenéis pensado algo, ¿no? Ya que somos tantos... - Se había dirigido a todos a viva voz, tratando de romper el hielo.
  3. - Pues hoy me siento un tanto débil, así que si puede servirme en un plato grande un par de filetes de pollo a la plancha, con arroz y ensalada... Sería increíble. - Su petición había sido aceptada por la figura que llevaba el local de la Taberna universitaria. Con un simple asentir de cabeza dio a entender que la petición del Malfoy se convertiría en realidad al cabo de unos instantes. De cuando en vez el mortífago se sonaba los mocos con un clínex que guardaba en el interior de su bolsillo del pantalón. Estaba resfriado por la maldita época invernal que se convertía en casi un infierno para alguien tan friolero como él. Y quizá sí que tenía razón la Yaxley en que estaba más delgado. Se le veía... - Desmejorado. Quizás me veas desmejorado. - Había susurrado aquello, no le hacía gracia hablar de su cuerpo si no se sentía cien por cien a gusto con él. - He estado un poco abandonado conmigo mismo, tienes razón. - masculló. Jugueteaba con las manos de Maida y sus dedos. Dibujaba figuras abstractas sin ningún tipo de sentido; mas le desestresaba hacerlo. Así que continuaba trazando líneas al azar. - Pero no quiero que ésto siga así. Ahora comenzaré a hacer ejercicio de nuevo, a comer como un animal y a cuidarme como hacía antes. Es que si dejo de hacerlo y me vuelvo un chico feo... ¡Podría perderte! Y yo no quiero eso... - Había sonreído y negado con la cabeza al finalizar la frase. Sabía casi a ciencia cierta que no la perdería. Y ella debía de tener la misma seguridad a la viceversa. Estaba loquito por los huesos de la mortífaga. - Bueno, cuéntame. ¿Cómo están las cosas por el Ministerio? ¿Algo a destacar en sesenta días? - inquirió. --- @
  4. Cuando la chica se separó de él para reprocharle y decirle que lo quería, el mundo podría haberse autodestruído que él ya se daba por satisfecho. Menuda frase. Menudo sentimiento. Sin embargo debían de mantener las composturas. Ella, una bruja extremadamente prometedora y con una carrera por delante más que salientable y él, un profesor de Hogwarts dándose besos en la Taberna de la Universidad Mágica. Un tanto... cuestionable. Tratando de adecentarse el tupé con la mano, dejó caer su cuerpo sobre el asiento y escuchó lo que ella decía. <¿Qué? ¿Que hizo algo? ¿Con quién?> Su corazón se empequeñeció. Pero la calma de la tempestad llegó cuando ella enseñó un paquete y dijo que no debía de haberlo tomado. ¡Menudo alivio! El Mago Oscuro suspiró y tragó saliva. Quizás había pensado, por un momento, que la joven había tenido alguna aventura con otro. - Menos mal que no ha sido nada más que ésto... - siseó entre dientes al ver el suéter. Era suyo, ella lo había tomado para recordarlo y, porqué no, impregnarlo con el aroma de Maida. Tan único y apetecible como lo recordaba. Lo olisqueó, hundiendo su nariz entre la mullida tela y sonrió, cerrando los ojos. - Si yo soy tuyo no tendrías que tener ningún reparo en coger cosas que sean mías... - Enarcó una ceja y le guiñó un ojo. - Bueno qué, ¿has pedido algo ya? No te voy a negar que me muero de hambre... ¿Habrá algo para picar aquí? - inquirió. Aún a pesar de haber estado como profesor de Historia de la Magia y pasar el suficiente tiempo en la Universidad como para saberlo, no había pisado siquiera la Taberna. Era la primera vez. --- @
  5. La verdad estaba un tanto indeciso. Su mirada se paseaba ante dos conjuntos que se perfilaban como los finalistas en su decisión de cómo vestirse. A la derecha, algo un tanto formal para la ocasión: zapatos de color azabache, perfectamente brillantes, con unos pantalones de seda italiana y con la raya perfectamente alineada de una plancha muggle que habían usado los familiares de Sutton con los que se visitaba. Finalmente una camisa blanca con tirantes del mismo color que el pantalón y algún detalle de serpientes verdes. No podía decidirse. Por otro lado, jeans de color azul cielo, con una camiseta negra con unas letras "Legend" en el pecho. Y una chaqueta de mangas de cuero y de torso de tejido vaquero. Difícil decisión. - Iré elegante. Ella es especial.- Se había finalmente decidido por lo más formal. Se lo puso y... le sentaba extremadamente bien. Partió. ******* No tardó mucho en llegar teniendo en cuenta que se apareció en las cercanías el profesor de Hogwarts. - El loro tartamudo estaba en... - Dubitativo y con el dedo índice en su labio inferior logró ver el letrero. - Ah, ¡allí! - Sus ojos habían por fin localizado el destino. Y nunca mejor dicho... Su destino. Como alma que lleva al diablo comenzó a acelerar su paso. Y sus pulsaciones. Echó abajo, o a un lado, o quién sabe dónde, la puerta. Y la vio allí, en una mesa, tan bonita como siempre. Como nunca. - Te quiero, te esperaba, te esperaré. - Se había plantado ante ella. Y la besó. Sin importarle nada ni nadie.
  6. - Madre mía, buenos ojos te vean Gatiux... - Accedió a devolverle el abrazo. ¡Quién diría que otrora no se podían ver delante! La invitación a café era todo lo que necesitaba en aquel momento; ya solucionaría sus problemas maritales en unas horas. Le apetecía descansar, volver a recuperar el orden y el control de su vida y ¿de qué mejor manera que con sus familiares y amigos? - Pues estoy, que es bastante. Estoy de vuelta después de una temporadita... ¿Cuánto han sido? ¿Dos? Sí, dos meses, eso creo... - Su voz sonaba dubitativa, aunque seguía hablando al haber observado que el café estaba demasiado caliente como para llevárselo a los labios. Seguía humeando. - ¿Beltis? Sí, algo he oído. Teníamos una... cita. Nada sexual, ¡eh! Pero olvidé la cita y me centré en mí y en mis cosas. Ha sido una temporada difícil en la que tuve que devolver favores fuera del mundo mágico. Ya sabes, cuando tú y yo dejamos de ser tú y yo, pues... me ayudaron allá. Y tuve que volver a echar un cable. Pero creo que ya está listo. - Era una manera suficientemente aceptable de resumir la expedición. Ahora sí que se atrevió a hundir el labio superior y tragar un pequeño sorbo de café. - Sabroso, pero caliente. Se parece a mí... - Se echó a reír, tras aquel comentario totalmente en broma. Sus facciones marcadas se volvieron serias tras una pausa. - Bien, ¿qué hay de Orión? ¿Ha crecido la familia? Habéis hecho un buen trabajo aquí dentro, eh... - Sus ojos dieron un paseo visual por la cocina e incluso por la puerta abierta que llevaría al recibidor y demás partes de la casa. Estaba muchísimo más entera que la última vez que se personificó allá. - ¿Y qué tal ha estado Maida sin mí? - susurró, bajando la voz como quien no quería ser escuchado por nadie. --- @Gatiux
  7. Frío. Mucho frío. Quizás era de esas personas que se quejaban en verano del calor y en invierno del frío. Quizás era como el resto del mundo. Pero no. En el interior de su ser sabía que no. Sabía que era una persona irregular, que a veces hasta le gustaba sentir aquellos embistes de la brisa fría de una mañana en Londres. Sabía que también le gustaba el colorido rayo de sol en sus cabellos naranjas. Y ahora tocaba lo que estaba sucediendo: lidiar con el frío. Trató de abrigarse a la perfección, para así combatir la helada de la noche anterior. El mortífago se atavió con un jersey de lana azul, bastante gordito, que entre puntada y puntada de las costuras dejaba entrever una camiseta de manga larga interior, de color blanco. Los jeans de color azul claro y unos deportivos blancos eran su outfit. No dudó en ponerse por encima un sobretodo de color verde oliva que se asimilaba a uno de esos uniformes militares. - Me voy a dar un paseo, quiero reactivarme. - El elfo doméstico Chávez, sirviente de los Malfoy, se despidió con una reverencia. Daba a entender así que había captado el mensaje y que si alguien preguntaba por él, transmitiría aquella información. Las calles estaban vacias; era normal que a las siete de la mañana de un Domingo cualquiera la actividad fuese más bien nula. Caminaba por el Callejón Diagon, viendo su reflejo en los cristales de los escaparates de diversos locales que todavía estaban cerrados. Algún que otro mercader trataba de limpiar el interior, adecentando la imagen antes de que hubiese tránsito de clientes. Pero algo llamó su atención. Quizá por paranoia, o quizás intuición. En un negocio con la puerta abierta, detrás de una estantería, algo se movió. Era demasiado temprano para decidir si querían atacarle, pero estaba más que dispuesto a saciar su sed de sangre de más de dos meses en el dique seco. - Sectusempra. - La figura cobró nitidez y sí que blandía la varita apuntándole a él, al profesor de Hogwarts. El haz de luz corrió hacia su improvisado enemigo, con la intención de abrir profundas y sangrantes heridas en el pecho del mismo. Alguien quería un duelo y no era sólo el Mago Oscuro. Esbozó una sonrisa en los delgados labios que habían pronunciado el primer hechizo de la batalla. Le gustaba tener enemigos allá a donde fuese.
  8. Con gesto de estar un poco perdido, escuchó todas las palabras que, una vez más, se proyectaban como misiles hacia su interior. Maida estaba no dolida, sino molesta. Y parecía decidida a mantenerse en sus trece, a no bajar la guardia. A no perdonarlo. No sabía cómo actuar. Quizás le venía grande la situación en el sentido en el que él no estaba acostumbrado a lidiar con aquel tipo de problemas. Él era una persona independiente, pero también una persona cariñosa y que necesitaba a alguien a su lado prácticamente siempre que se le antojase. No podía tampoco pretender estar con todos sus seres queridos a su completa disposición las veinticuatro horas del día. Y menos sin ni siquiera avisar cuándo se iba. Dejó que la joven se marchase tras haberle explicado que sus cosas estaban en un baúl y que sus familiares andaban por las inmediaciones del Manor. Probablemente la mejor opción del momento fuese ir tras ella. O no. Indudablemente estaba confuso. Pero se encogió de hombros tras haber decidido hacer lo que le gustaría que hicieran con él: dejarle un espacio. Echó a caminar por el hall de entrada, titubeando y casi dudando de dónde se encontraba todo y todos. Había cambiado el aspecto interior de la morada en aquellos dos meses de ausencia. Habían llevado a cabo un buen trabajo. - ¿Orión? ¿Gatiux? ¿Hay alguien en casa? ¡Nath ha vuelto! - Su voz, en un grito, se proyectó a lo largo de la estancia contigua a la puerta de entrada. Ni rastro de respuesta. Encaminó su delgada figura hacia las cocinas, donde se haría con algo de bollería y un café con leche para poder ir entrando en calor y aclimatarse de nuevo a su segunda casa, los Yaxley. Independientemente del desarrollar de la relación con su novia, o esposa, o ex-novia... O sea lo que sea que fuesen. Él quería quedarse. Él quería tener una habitación allí. - Bah, ya se le pasará el enfado y me dejará hablar con ella. Esperemos... - musitó aún manteniendo el gesto dubitativo cuando cruzó el umbral de la puerta de la cocina. Un elfo lo miró extrañado, como pensando si aquellas palabras iban dirigidas a él. Se sentó y comió y bebió con calma. Más tarde subiría a hablar con Maida.
  9. Escuchó pasos. Habían irrumpido en sus oídos, dejando a un lado los momentáneos cánticos de aves y ruidos naturales de hojas moviéndose o árboles danzando. Centró toda su atención en aquellos cortos e indecisos caminares que parecían cobrar más claridad conforme se acercaban al otro lado de la puerta. Aclaró su garganta de nuevo. Y pasó su diestra por la barba. Ella. Una vez más. Ella. ¿Quién sino? ¿Quién le había prometido fidelidad incluso al borde del abismo? ¿Quién le había prometido amor eterno? - Ehm... Sí. - Se había limitado a responder sin siquiera escuchar. Procesó segundos más tarde las palabras llenas de ira de la Yaxley que, sin duda alguna, se encontraba enfadada. Al menos la respuesta del Malfoy había sido acertada y sí era primo de Orión. Por ahora. - Y tu futuro esposo. Y padre de tus hijos. - añadió. Había aprendido con el paso del tiempo que tenía que ser rápido buscando las salidas que pudieran sacarle del atasco. Y se encontraba en un atasco emocional. No porque él quisiese, pues lo único que le apetecía era abrazarla, pero es que ella... Estaba enfadada. Negó con la cabeza, esbozando una sonrisa y mirando al suelo. - Mira, hace frío. Podemos hablarlo dentro... Me gustas. Y nunca dejarás de hacerlo. Sé que me he comportado como un i****** no emitiendo señales de vida durante dos largos y agónicos meses. Pero a veces uno necesita dar un paso atrás y verlo todo desde otra perspectiva... No sé si me entiendes. - Inconscientemente había comenzado a jugar a dibujar garabatos con su dedo índice en el interior del bolsillo del sobretodo. Estaba... nervioso. Aquello sí era nuevo. -- @
  10. Realmente todo habría cambiado tanto como la última vez. Si bien era cierto que su periodo de ausencia no excedía más allá de los dos meses, era demasiado. Demasiados días, casi sesenta días en los que todo podría haber dado un giro de 360º. ¿Y Maida? ¿Y su ex Gatiux? ¿Y su primo, o más bien hermano, Orión? ¿Y sus hijos? Negó con la cabeza, todavía fijando sus ojos en el pedregoso camino que le había estado haciendo compañía durante los últimos minutos. - No sé si será una buena decisión volver... Su voz ronca había interrumpido el incesante hormigueo auditivo del silencio de aquella mañana en el mundo mágico. De cuando en vez un chirrido en una verja cercana, o un trinar tímido de los pájaros, coloreaban la atmósfera en la que se hallaba, fría y húmeda. Portaba una prenda a ojos de terceros: el sobretodo color crema que tapaba desde su cuello hasta prácticamente sus tobillos. Sin embargo, tras éste, llevaba una americana de color gris gastado forrada con piel de borrego en su interior y sellada con botones metálicos, de aspecto oxidado. Bajo ésta, una camisa de lino blanca. En sus piernas unos pantalones negros estilo vaquero, que se ajustaban bien a sus piernas todavía musculosas. En los pies unas botas brutas, robustas, de color verde militar. Palpó su bolsillo izquierdo, el de aquella enorme chaqueta. <Chrrppri> El ruido de un papel arrugado lo sacó de su ensimismamiento. Deshizo el embrollo de papel y leyó una caligrafía apresurada y poco legible: Maida, Te echo de menos. Siempre tuyo, N. ¿Pensaba que iba a ser suficiente? ¿Ni un aviso? ¿Ni un "estoy vivo"? Carraspeó. Y golpeó la puerta del ya mejorado Manor.
  11. http://i63.tinypic.com/2e6bqe8.png Historia de la Magia. Quizás no era la asignatura más deseada; la mítica fama que se asociaba a conocimientos vinculados a libros. Cosas densas, de leer cientos de párrafos hasta quedarse ciego... No. Por aquella simple razón había comenzado sus cátedras hacía ya meses. El mortífago londinense tenía como meta más próxima la de "eliminar todo tipo de prejuicio" de la Historia de la Magia. ¿Por qué no podía, en parte gracias a él, asociarse a cosas divertidas una asignatura que trataba de la Historia de todo lo que ellos usaban a diario? La magia era mágica. Redundante, pero cierto. Los pasos del Mago Oscuro se sucedían dentro de la sala donde habían sido citados sus alumnos. Siempre le gustaba hacer las clases cíclicas: comenzaban en el aula, se iban de allí durante el tiempo que fuese necesario y, por norma general, regresaban al presente de la clase física dónde desde allí terminaba el conocimiento. Una vez más, había llegado el primero. No era la persona más puntual del universo -- de hecho solía andar con el tiempo justo o por detrás de él -- pero para motivos laborales siempre se tomaba las cosas con un punto mayor de seriedad. Vestía normal, un tanto elegante, con una americana de color gris y una camiseta de manga corta básica por debajo. De algodón. Unos pantalones vaqueros, azul eléctrico, cubrían sus piernas hasta llegar a los tobillos, donde se terminaban y dejaban una porción sutil al aire. Allí, aparentemente sin calcetines, terminaba calzando unos zapatos de color marrón. De ante. Y aquel era su atuendo mayoritariamente. Un aro en su oreja izquierda y ya. En su mano derecha bailaba a su vara de diecinueve centímetros, avellano. Solía hacerlo cuando esperaba por algo de manera impaciente. Miró el reloj de muñeca y asintió, a la nada. - Ya es la hora... - Su voz sonó lo suficientemente alto para que se escuchase al otro lado de la puerta que dividía los pasillos del Ateneo y el aula dedicado a Historia de la Magia. - Adelante. - Abrió de par en par y dejó paso libre, echándose a andar hacia adelante en dirección a la mesa del profesor. La estancia era la habitual: una habitación gigantesca que no contaba con paredes clásicas -- sino que eran estanterías repletas de libros -- y con una alfombra que cubría el suelo. Pupitres convencionales, sólo uno para cada alumno, y un olor a jazmín que venía impregnado en las cortinas color fucsia que cubrían los enormes ventanales. Éstos eran la única parte de los cimientos que no estaban previstos de libros. - HISTORIA DE LA MAGIA, Profesor Nathaniel Malfoy. - susurró mientras escribía a mano, y repetía en voz baja a la vez, con un rotulador muggle de color azul en el encerado blanco. - Sean bienvenidos. Preséntense aunque ya los conozca. Nos vamos a tener que tutear pronto y vamos con el tiempo justo. -
  12. ¿Humo? ¿Incendios? Sin duda aquel cruzar de piernas acompañado de la sensual voz de la Ivashkov le hicieron encender una parte interna de su cuerpo; mas trató de mantener la compostura. - Veamos, Leah, de algún modo tengo que llamar la atención o pasaré desapercibido... - bajó la voz y clavó sus orbes en las orbes de la muchacha, que se escondían tras una máscara del todo discreta. - Y eso no es mi estilo. Me encanta llamar la atención. - La llegada de la bruja le hizo sonreír, aunque no pudiese verse ni un centímetro de sus labios. A decir verdad estaba forjando una más que importante amistad con ella de la que no le gustaría desprenderse, de esas de las buenas. Y hacía tiempo que no establecía nuevas relaciones con gente distinta a la de su núcleo más cercano. Le ofreció el gancho colocando su brazo como si del asa de una jarra se tratase. Ya se había terminado la copa y no había nada que le arraigase en aquella esquina de soledad. - ¿Dónde está Zack? ¿Y quiénes andan por aquí? - inquirió, echando a andar agarrado a ella. - ¿Tenéis organizada alguna actividad? Se me ocurre una más que interesante y divertida, pero necesito que tooooodo el mundo se acerque a donde yo diga. - Había propuesto aquello porque pensaba que saldría mejor que bien. Eran esas actividades lúdicas que unían a la gente: beber. Beber en grupo. Beber con juegos. - ¿Qué te parece si nos reunimos en la sala en diferentes sillas todo el mundo, formando un círculo? - Aguardó la respuesta. --- @ @@Zack Ivashkov @ @ @@Eobard Thawne @@Ashura Lestrange
  13. Jefe de Guardianes. Sí, aquello sonaba bien. Nathaniel Malfoy acudía a su primera fiesta o celebración pública en un castillo emblemático: el Ivashkov. Sitio caracterizado por sus increíbles magos y brujas, ostentaba uno de los lugares más privilegiados en el mundo mágico, así como del lujo que derrochaba en cualquiera de sus inmediaciones; los terrenos circundantes, las fuentes, los animales que rodeaban la casa... Una envidia. El profesor de Hogwarts acudía solo a la Mascarada, aunque era bien cierto que había quedado de verse con compañeros y amigos. Tras un primer mes un tanto burocrático y liado en el tema de asumir la potestad de uno de los escuadrones más difíciles del bastión, se estaba adaptando. Alisó las solapas de la chaqueta del traje que portaba. Azul marino, perfectamente conjuntado con una camisa blanca con una sola y delgada línea paralela a los botones blancos marfil. El cinturón negro hacía juego con los zapatos, que brillaban con el roce de los rayos del sol. La pajarita gustaba de motivos blancos y también de la misma tonalidad que el traje y, para finalizar, un pañuelo blanco con puntos rojos. En su cara, la máscara de color escarlata y dorada. No había mucho buen gusto en aquella última elección pero no había gozado del tiempo suficiente para hacerse con una compra decente. - ¿Dónde puedo encontrar a Zack? ¿Y a Leah? - Ya había cruzado el umbral de la puerta si bien justo se había abierto. Le hicieron señas hacia una dirección, pero se hacía difícil distinguir a sus compañeros con los que día tras día tenía mejor relación -- dado que todo el mundo iba bien vestido y tapado por máscaras -- y de aquello se alegraba enormemente. Se hizo con una copa de vino blanco y se dejó apoyar en una de las mesas altas. Ya lo encontrarían. --- @@Zack Ivashkov @
  14. Bufó, un tanto molesto, aún en la silla. La clase seguía tomando la vía de las Runas Antiguas y para lo que él se había matriculado era para Pociones. Es como si se le ocurre ir a un bar a pedir de comer una ensalada de pasta y terminan sirviéndole una sopa calentita. Nada cuadraba. Llevaba ya un buen rato moviéndose en su silla, cambiando los pesos del cuerpo y las posiciones, haciendo notorio su enfado e inquietud. Sin embargo el resultado era el mismo: seguía sin recibir respuesta a sus preguntas ni enseñanza alguna salvo lo que escuchaban sus oídos vagos sobre las palabras y las equivalencias de las runas. Tauro estaba con la mirada perdida y de vez en cuando la enfocaba para que ella y Leah sonriesen. Se levantó. Quizás no era la mejor opción y fuese criticado por sus compañeros de bando. Quizás también fuese criticado por los demás allí presentes. Poco le importaba al Malfoy. - Señores, ha sido una bonita velada. No obstante, espero que me den de todos modos el título de Pociones o se me devuelva el dinero. No estoy muy conforme con todo... - hizo una pausa para señalar con su diestra lo que sus ojos veían.- ...esto. - Comprobó que llevaba todo consigo, incluso las hierbas recolectadas horas antes cuando había iniciado la prometedora travesía con Leah. Las guardó en el bolsillo y dedicó un gesto cariñoso apretando el hombro izquierdo de Leah con su mano. No estaba enfadado con nadie, sino que estaba molesto. Le gustaba que las cosas fuesen organizadas y, por el momento, todo era un caos para él. - Nos vimos. - masculló. Salió, cruzando el umbral de la puerta y se perdió entre la maleza.
  15. La duda de aquel acertijo estaba taladrando la cabeza del Malfoy. Siempre había sido malo para las adivinanzas o para cualquier tipo de problema en el que se debiese de utilizar la lógica y la imaginación. Seguía dándole vueltas hasta que, por suerte, su alumno habló. - Claro, no están jugando entre ellos profesor, cada uno tiene un rival distinto... - La voz acababa de desencadenar un movimiento desmesurado. Todo giró, todo dio vueltas. Era como volver a tener el examen de apariciones, o como montar en escoba por primera vez. Era como transformarse en lobo en una noche de luna llena. La consciencia del profesor de Hogwarts fue perdiendo enteros y la nitidez de todos aquellos momentos que había experimentado, también. El presente -- del pasado -- estaba deformándose y... En el suelo. Estaba desplomado en el suelo. Junto a él, a su derecha, yacía Kaiser Lord Pilu. Era su alumno, el más aventajado, el que había mostrado mayor interés en las clases y que le había ayudado a resolver el acertijo. Estaban sobre el frío suelo del aula en el Ateneo de Conocimientos, lugar que hospedaba los inicios de las clases de Historia de la Magia. ¿Y Dave? ¿Y Mei? ¿Y Jessie? Todas aquellas preguntas eran como un tic-tac del reloj de pared; si lo ignorabas, pronto te daría igual. A decir verdad, el Mago Oscuro no estaba preocupado. Todos tenían manejo de la magia y se las arreglarían para volver al presente y retomar sus vidas cotidianas. Lo que sí era cierto es que no se habían comportado como personas cabales, no habían mostrado el interés requerido para la asignatura y habían roto el grupo y su ritmo. Se levantó y tendió la mano a Kaiser para que éste se incorporase también. - Felicidades, estás aprobado... - susurró mientras se sacudía el polvo de la ropa. En su diestra materializó un diploma que acreditaría allá a donde fuese la valía, entrega y desempeño de Kaiser en Historia de la Magia.

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