SHELLE K. GRYFFINDOR
La presión en su cuello se había hecho más fuerte con el correr del tiempo. Con la caída del asesino y su desaparición, el imperio que había dejado atrás se había convertido en cenizas.
Había estado tan feliz por el resultado, ver la Marca Tenebrosa en manos de alguien digno como Macnair y a mi hijo gobernando a su lado. Sin embargo un vacío llenaba mi alma cuando decidí regresar a la sede del Magisk Politiké en Copenahue jurando no regresar a un pasado que tanto me había lastimado.
La serpiente en mi cuello empezaba a estrangularme poco a poco conforme pasaba el tiempo y estaba llegando a su punto límite, una línea rojiza empezaba a notarse al rededor y debía cubrirla con una gargantilla de cuero para cubrir por completo mi garganta, pero el dolor no se podía cubrir y allí estaba entre las sombras, entre la melancolía de un pasado que pedía a gritos regresar.
Y llegó la carta, la invitación a la boda de Malum Luxure.
Hija del demonio ¿cree que regresaría a Londres por una boda?
Rompí la carta y la dejé en el escritorio, sin embargo Wicky se encargó de reparar los restos y dejarla intacta nuevamente, al regresar a mi oficina allí estaba nuevamente y otra vez la rompí incinerando sus restos.
-No tienes derecho- le dije a Wicky con la mano en alto para lanzarle una cachetada. Pero algo me hizo volver al encuentro pasado con mis amigas ¿Qué demonios estaba pensando?
….
Finalmente allí estaba, en un maldito cementerio disfrazado de gala. La ceremonia apenas iniciaba con la llegada de la novia, la observé entre las sombras con una capa oscura cubriendo desde mi cabello suelto hasta mi largo y ajustado vestido con el verde de la casa Slytherin, mis tacos arañaban la tierra entre las tumbas. Vi a la novia tan hermosa que de no ser una maldita desalmada hubiera perdido una lágrima por verla, y vi a Ada quien había sido mi amor en antaño y ahora era una amiga muy especial.
Nemétona realizaba el rito, mi hermana se encontraba presente ¿un auror entre mortífagos? Ella siempre tuvo los ovarios bien puestos y nunca dejó de sorprenderme. Leslie tan bella como siempre, Maida impecable aunque trataría de esconderme de su pluma chismosa. Y mi hijo, se veía tan bello aunque la maldad de su alma le brotara por los poros.
Podía sentir la briza del lago más allá del altar, el sol se ocultaba tras los pinos y un poco de frío empezaba a levantarse. Quizás por algún reflejo mi mano se aferraba a mi varita en forma de amapola y mis ojos azules observaban desde lejos a quienes alguna vez habían sido parte de mi vida.