No sabían con exactitud cómo ocurrió, solo ocurrió, una charla, el apoyo por una pérdida, el apoyo en un momento de tristeza. Es así que uno a uno se hicieron la fortaleza del otro, la fuerza que los mantenía en pie y de pronto, unidos. “No soy de fierro” “No, pero eres lo más fuerte y mejor que existe en mi vida”

Ni siquiera se habían dado cuenta, todo había empezado aquella primera vez, un error, dos errores y ahora estaban allí necesitándose y acostumbrándose el uno al otro. No había nada que los uniera pero todo los unió de la nada.

¿Cuánto necesitas a alguien? ¿Cómo descubres que necesitas a ese alguien? ¿Cuándo el alguien deja de ser “un alguien cualquiera” para pasar a ser “Él” o “Ella”?

Siete meses de silencio, esperar, pensar, ir de a poco, altibajos, peleas, reconciliaciones, verse a los ojos, sentirse, saber como es el otro, sentirlo. Y un día te encuentras con que no puedes dormir si no te abraza y te desea buenas noches. Que no puedes despertar y salir sin primero darle besos de buenos días.

Toda la magia de estar allí y de ser el uno para el otro, hasta que un día te decides, pasas de la amistad al amor verdadero y te plantas a invitarle a compartir tu vida. O simplemente se da, tras unas cuantas salidas comienzas a dejar tus cosas en su hogar, tu hogar, nuestro hogar.

Un año, dos años, no se, mucho tiempo, quién sabe hasta cuando, para toda la vida. Así es el amor, dulce y salado, con momentos de amargor, con pérdidas de paciencia y mucha paciencia a por montón. Así soy yo, inmadura, insasiable, incompleta sin tu amor. Caroi Ann Vedras – Delirios de amor.