Las noches de Mady

por Emile Tropé

Bueno, les voy a contar mi historia, me llaman Mady, siempre me consideré una chica normal, hasta ahora. Estudiaba en una universidad nocturna, porque soy huérfana, vivo sola y necesitaba un trabajo para mantenerme y enviar dinero a mis tíos en un pequeño pueblo del interior, ya que ellos cuidan de mi hermano Lucas, que es menor. Así pasaba mis días con un jefe explotador, compañeros de trabajo poco solidarios, compañeros de estudio poco amigables y un profesor de prácticas que no le importaba tenernos hasta tarde realizando los trabajos que según él eran lo único que haría que nos graduáramos, o al menos que promoviéramos su est****a y créanlo, totalmente innecesaria materia.

Fue así que más de una vez me tuve que ir caminando veinte cuadras desde la llamada “Siberia” hasta la siguiente parada de autobús, más allá del campus y el cementerio de las afueras, ya que se me había ido el último autobús. Aquella noche era una de aquellas, que se repetían una y otra vez.

Como siempre yo caminaba abrazada a mis carpetas, la capucha de mi buzo medio cayéndose para atrás por el viento, la pollera corta de mi uniforme con mis zapatillas de tela y unas medias que me hacían parecer más adolescente de lo que en verdad era. Tras de mí escuché unos pasos apurados casi como si corrieran, eché tras mi oreja un mechón de mi pelo rubio y apresuré mi propio paso.

--¡Ey bonita! No corras —río el muchachote que me había dado alcance —vamos, que no soy tan malo —agregó y yo simplemente lo ignoré, bajando un poco mi cabeza y caminando más rápido.

—Tan bonita ella y tan maleducada, acaso ¿no te da miedo caminar tan tarde por un lugar tan solitario? Yo te puedo hacer compañía —agregó en un tono de esos que uno sabe que mejor es estar solo que con malas compañías. Sonreí, sacudí la cabeza negando y giré mi rostro para verlo, deteniéndome.

—Tenía miedo cuando estaba viva, ahora ya no —me sorprendí de mi tono y frío y sin emoción y creo que él también porque me miró con los ojos abiertos de par en par y preguntó con voz algo ahogada.

--¿Estás bromeando verdad?

En ese momento el viento terminó de echar hacia atrás mi capucha, dejando al descubierto mi rostro y sonreí.

—Sí, cuando estaba viva, tampoco tenía miedo.

El tipo emitió un grito que desgarró el aire de la noche y creo que hasta habría levantado a un muerto y echó a correr, tropezándose con todo hasta desaparecer en medio del campus. Yo me encogí de hombros y acomodé mi capucha atándola con el lazo a mi cuello, para luego insultar y ver mis manos ensangrentadas.

—Maldición —gruñí mientras me limpiaba las manos en la pollera, siempre olvidaba que el corte que atravesaba mi mejilla derecha, desprendiendo la oreja seguía por mi cuello hasta degollarlo por completo. Era mala cosa estar muerta y seguir sangrando en cada aparición que hacía mi alma en ese lugar…

Mi propio grito me despertó tras haber tenido aquella pesadilla, respiraba agitada en la cama, siempre dormía de mi lado del somier doble, el otro lado lo dejaba para cuando Lucas venía a visitarme. Pero eso no ocurriría hasta dentro de dos semanas que terminaran sus clases. Por eso cuando sentí una mano fría que tomaba la mía y una voz extraña que me hablaba me quedé helada.

--¿Tuviste una pesadilla cariño?... pues aún no acaba… —agregó aquella voz melosa en tono maléfico que me heló aún más la sangre y mi cama.

Sentí que mi corazón se aceleraba e intenté soltarme mientras aquella mano me aferraba como una garra. No podía gritar y solo podía tironear sin lograr pararme como si alguien me sostuviera de los hombros contra mi cama, allí sentada y temblando de miedo. Intenté rezar, como decía mi abuela Mati y no me acordaba ni de una oración en ese momento. Mi garganta no emitía ni media palabra y de pronto volvieron a mi mente aquellas palabras: “¿la pesadilla aún no acaba?”

¿Ah no? Una pesadilla es un sueño, el sueño es mío y no me importaba quién se metiera en él, no, no lo dejaría, no, no y no. Me empaqué en pensar y de pronto sentí que me hacía más grande, más poderosa y hasta tenía alas, giré veloz con mi guadaña y decapité a quien estaba a mi lado y me retenía.

--¡Mady! ¡Mad! ¿Qué te paas…? —la voz de mi hermano no terminó la frase cuando lo degollé con el vidrio roto del espejo junto a mi cama.

--¡Lucas!! —grité enloquecida intentando frenar la hemorragia con mis manos mientras recordaba que había llegado un par de semanas antes porque había habido un derrumbe en su escuela y las vacaciones llegaron antes de lo que esperaba.

Lloraba como loca, esperando que la pesadilla continuara y despertarme sí o sí en cualquier momento, pero no, allí estaba yo, llorando frente al espejo roto, con mi hermano muerto sobre la cama. ¿Entienden ahora, por qué tomé ese mismo resto de espejo y corté mi rostro y luego me degollé? Claro que yo no sabía que era sonámbula y que continuaba con mi pesadilla, que mi hermano seguía en casa de mis tíos y que lo único real fue cuando rompí el espejo y me maté. Pero bueno, esa es otra historia y se las contaré mañana, hoy solo quiero llegar a casa luego de esta maldita facultad y descansar un rato, a ver si por una vez puedo soñar algo normal y no cruzarme con gente que se asusta con mi fantasma, ni con monstruos que me sostienen de la mano, ni con mi hermano muerto a puñaladas. ¿Ustedes creen que podré?