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Hechizo Antiaparición


Maida Black Yaxley

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Fondito

Se quedó de piedra. Eso era sencillo, Maida se espantaba por cualquier cosa, petrificarla no era nada muy espectacular, sin embargo, tuvo la gentileza de apoyar su mano en la cintura, por si se le daba por desmayarse. Le dio unos segundos, quince para ser exactos, la bruja los contó a manera de distraerse un poco, y entonces zafó del agarre y retrocedió un par de pasos. Aprovechó esos segundos para cerciorarse que él era él, que no habían pociones multijugos de por medio, ni alucinaciones de medianoche, sus ojos se bordeaban con algunas líneas contando los años pasados, pero nada determinante, aún él era él. En su garganta se envolvió un "Te amo", pero afortunadamente sus labios permanecieron sellados, el orgullo se había guardado muy bien la llave. 

— ¿Estás bien?

No. Pero su cabeza asintió. 

¿No me invitas a pasar? —preguntó entonces, pero no esperó respuesta, pasó. Cerró la puerta tras de sí y volvió a asirla por la cintura para encaminarla a la sala de estar de los Yaxley. ¿Era posible que Maida hubiese perdido la capacidad de habla? Sí. Pocas palabras estaban pasando el filtro del orgullo y aún no se ordenaban del todo para salir. Había que alinearlas con cuidado para no delatarse— Puedo esperar todo el tiempo del mundo.

Es lo mínimo, ¿no? Yo te esperé tres años, quizá más. No lo tengo contabilizado.

Pero si que lo tenía, si lo que recordaba con perfección. Esas palabras habían esquivado el filtro y salieron sin que ella realmente lo quisiera. Sonrió mirando al suelo y, derrotada, se sentó en el borde del sofá.

¿Qué haces aquí?

Dijiste que me esperarías.

Y lo hubiera hecho, sin chistar, sin decir nada. Si no hubiera existido una guerra mágica de por medio, si hubieras enviado una carta, una letra al menos. Si hubieras estado... ¿Dónde estuviste?

¿Importa?

Entonces, se acercó a ella. Obteniendo su respuesta: no, no importaba. Por eso sus labios respondieron al beso, por eso su boca no le dio mayor impedimento, por esos sus manos buscaron acariciar su cuello y colgársele, por eso se quejo cuando sintió que él iba a terminar el contacto, y logró convencerlo de quedarse ahí, sin espacio para respirar. Cuando abrió los ojos el filtro de orgullo se disipó, lo quería a él, ahí, siempre, agradecía a Dios a los dioses, al universo, a quién fuere que había vuelto. Pudo convencerlo de un beso más largo, ¿podría hacerlo de quedarse ahí, para siempre? Claro que no, si no era tan tonta, ni tan ingenua. Pero así la ponía él. 

Vas a casarte —musitó él, enojado, sobre sus labios y Maida sonrió de oreja a oreja.

Que manera de arruinar un momento, ¿eso fue lo que te trajo de regreso?  —sonreía, pero estaba enojada. 

Sí, estaba comprometida, por, ¿tercera vez? Con alguien que no era él. Con un hombre que se merecía el cielo que ella quería ofrecerle a otro. Se sintió injusta y desleal pero no fue capaz de desenlazar sus manos detrás de él. ¿Dónde estaba su varita justo ahora? Necesitaba un hechizo desmemorizador con urgencia, olvidar que debía recordar a su prometido, ignorarlo. ¿Se podía amar a dos? A lo mejor sí, o lo mejor no estaba siendo mentirosa con uno por hacer sonreír al otro. ¿Acaso su prometido le había hecho el día entre nubes? No, él era todo perfección, detallista, perfecto, romántico, protectos, y cumplía. Estaba ahí cuando decía que iba a estar, no le prometía cosas fuera de su alcance. No se iba. Iba a estar ahí siempre. Al susurro de un patronus, antes de que enviara el primer mensaje de lechuza. No era para nada como el que tenía entre sus brazos, abandonador y despreocupado de si la tenía con el corazón roto o no. Tan seguro de que al volver, ella le estaría esperando con los brazos abiertos. ¿Qué tan poderosa era la amortentia entre ellos?

¿Vas a casarte? —preguntó esta vez.

¿Por qué? ¿Vas a impedirlo?

Podría —y la miró como completando la frase con sus ojos: "y me lo permitirías", Maida se rindió, claro que podía.

¿Lo harás?

Pero no respondió, la tomó en sus brazos, confundiéndola una vez más. La Yaxley no lograba saber si aquello era su imaginación siendo más perfecta cada noche o era realidad, pero no lo detuvo, con el segundo beso terminó de borrar todo intento de culpa. Una cadena interminable de besos los acompañaron en el camino a la alcoba y nuevamente él hizo que la timidez habitual en la ojiazul, desapareciera por momentos, haciéndole saber que si bien él tenía injerencia en su vida, ella también podía colocarse en la cima de esa relación, podía controlarlo a su antojo, con su esencia, con sus ondulaciones, con sus gestos y sugerencias. No se detuvieron un instante, ni se percataron de la luna ocultándose, ni le hicieron caso a las aves vespertinas. Él había vuelto y eso era lo que importaba.

Lo demás, era tiempo congelado.

Maida era una bruja sencilla, lo único que necesitaba en la vida, era alguien que la cuidara, que la protegiera, que impidiera que se hiciera daño. Y por fin lo había encontrado, aunque no en el mago que amaba, aunque no en el hombre que se robaba sus sueños. ¿Era capaz de renunciar a todo lo que había buscado siempre? ¿Era capaz de dejar de lado lo que necesitaba para seguir viviendo por el hombre que ahora mismo la mezclaba y disolvía entre las sábanas? No era capaz de pensar en eso, cuando algo de cordura le llegaba a la cabeza, un roce, unos labios, una caricia la volvían a perder. 

Lo demás, era tiempo congelado.

Cercano al mediodía, con Morfeo dueño de ambos cuerpos, el brillo del sol se coló por la ventana, haciendo resplandecer la joya en su anular. Él gruñó, ella se sentó en el borde la cama. Una lechuza picoteó el ventanal.

Estás con él —dijo amargo.

Eso no me hace menos tuya —susurró Maida, sin voltear a ver, como una vez más, el único hombre que ella había permitido no tener el bloqueo antiaparición en su casa, se desvanecía.

 

 

#FelizSanValentinCosa! jajaja xD

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