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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Llegamos a las Calles del Callejón Knockturn con un panorama bastante informativo del asunto. Desde arriba y desde hacía buen rato, podía verse claramente como la mayoría de los allí presentes habían estado peleándose unos con otros en medio de un enorme trecho que parecía tener cierto orden. Era como una línea enorme de personas que se peleaban unas con otras, corrían desesperadas o se infringían daño a sí mismos.

 

Quizá, desde abajo no era muy notorio el hecho de que sólo las personas que se encontraban en medio del callejón parecían estar más alteradas. Al descender en una zona ligeramente despejada, pude notar más cosas. Dentro de las tiendas, podían vislumbrarse rostros temerosos u ojos, observando tras las puertas cerradas a cal y canto. Eso quería decir, que aquella locura no había alcanzado a todo mundo. Algunos, caminaban con un cascoburbuja, raudamente en medio del tumulto. No recordaba que me hubiesen informado que era de tales dimensiones. ¿Había aumentado quizá apenas en unas horas?

 

Imitando a aquellos que parecían más lúcidos, conjuré un cascoburbuja y señalé a Ravenclaw que hiciera lo mismo. A pesar de la velocidad, el mago no había perdido el rastro, eso tenía que reconocérselo. Luego de dejar la moto en una zona parcialmente oculta de ojos curiosos, me aproximé hacia un buzón abierto. En medio de aquel desastre, una mujer cargada con una bandeja de plata vacía, intentó golpearme con ella en la cabeza. Conseguí detenerla con un simple "Petrificus totalus" sin embargo los movimientos frenéticos de esta habían conseguido asustarme.

 

Luego, caí en cuenta de que muchos ojos se habían vuelto hacia nosotros ¿qué demonios estaba sucediendo? Dispuse mi varita en alto en la zurda y aguardé.

 

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Luego de haber ido, regresado y vuelto a venir, Anastacia y Cortland vislumbraron por fin la llegada de una mujer, o más bien niña. La niña resultaba sospechosa puesto que contaba con un vehículo parecido al que llevaban ellos. Anastacia, era de la opinión de vigilarla de cerca, mientras Cortland consideraba que debían restarle importancia.

 

Finalmente, y luego de una larga discusión, Cortland accedió a echarles un vistazo. Aquello dio resultados, dado que pronto notaron que examinaba el lugar e intentaba sacar algo en limpio. Cortland soltó una risita.

 

Tras ellos, se encontraba la moto con la que ellos mismos contaban. Nadie aun había descubierto lo acaecido, de forma que aquello daba tiempo al par. Por eso, decidieron poner en acción la segunda parte de su plan.

 

-Aquí, niña -llamó Cortland alzando las manos en alto.

 

Había irrumpido en medio de la calle, saliendo desde el pasadizo. Consciente de que podrían encontrar a Anastacia, le prestaría tiempo y además conseguiría llevar a cabo cuanto andaba maquinando.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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  • 1 mes más tarde...

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Se levantó muy temprano aquella mañana, pues cuanto antes quería iniciar los preparativos. Los había citado cerca del medio día, pues quería asegurarse de que todo estuviese listo. Se vistió con una negra túnica antes de bajar a desayunar. Intentó que sus pasos no hiciesen ruido mientras bajaba las escaleras, pues todos aún estarían dormidos. Su elfo la aguardaba en la cocina, con muchas cajas llenas de adornos, y un desayuno consistente para iniciar el día. Se sirvió una importante medida de whisky que bebió con ansiedad antes de enfocarse en su desayuno.



- ¿Todo listo? -dijo tranquilamente, al tiempo que se sentaba en la mesa y el pequeño elfo le servía lo que había preparado.



- Todo. -respondió con simpleza Mushu.



Cerca de una hora más tarde se encontraban ambos de pie en la plaza del Callejón Knockturn. La rubia llevaba su rostro cubierto por su máscara mortífaga, que centellaba al recibir las caricias de los primeros rayos de sol. Desde allí llamarían al resto, citándolos para una nueva y divertida actividad, pero primero debían acondicionarlo todo. Las cajas de adornos preparadas por el elfo, recolectaban macabros objetos y guirnaldas. Con movimientos leves de su varita comenzó a distribuirlos, adornando los árboles que circundaban el gran pino que previamente habían dispuesto.



El enorme árbol navideño se ubicaba en el centro mismo de la plaza, era el árbol de mayor altura que Agatha hubiese visto, pero sus ramas estaban desnudas de todo adorno. Esa sería la misión que daría a su grupo y se propondría a sí misma, lograr completar aquel símbolo de la época, pero a un estilo bien mortífago.



Ansiosa, se levantó la manga de su túnica para descubrir la marca en su antebrazo y posicionó la varita sobre ella, sintiendo de inmediato la familiar quemazón del llamado. Era un dolor distinto a cualquier otro, dulce y precioso a su entender. Era un dolor que deseaba nunca dejar de percibir, pues mientras el cruel cosquilleo recorriese en forma esporádica su antebrazo, su bando seguiría vivo y haciendo de las suyas.



-Morsmorde- dijo con voz clara y firme, alzando su varita hacia el cielo para invocar la Marca Tenebrosa muy por encima de su ubicación. Los suyos sabrían hacia donde ir, así también los aspirantes. Pero, por sobre todo, quería que toda la comunidad mágica supiese acerca de su inminente presencia.



Poco a poco los citados fueron llegando, regocijándose por la decoración y dirigiéndose hacia donde los aguardaba. Como estaba pactado, algunos llevaban con ellos aspirantes al bando, pues su participación sería vital para demostrar compromiso y valentía. Los recorrió uno a uno con la mirada, no lograba reconocer los rostros de quienes no llevaban máscaras, pues la poción multijugo había hecho de las suyas en ellos, pero sí algunas de sus miradas, al igual que las de sus compañeros de bando. Había mucha ansiedad en ellos.



- ¿Dónde está el espíritu navideño? -murmuró entre dientes a los recién llegados- Bien, estarán pensando en por qué los cité... pues necesito ayuda para poder decorar este gran árbol. He sido algo pretenciosa, pero es que no me van las cosas pequeñas- agregó con cierta picardía, mordiéndose los labios para no reír- Vamos a decorarlo con todos los trofeos que podamos recaudar en este pueblo... atemoricemos a estos sangre sucia hasta que pierdan el sueño -en su tono había malicia y rencor, además de la diversión que la propuesta significaba. - ¿Se ha entendido?


Editado por Agatha M. Gryffindor

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Navidad Mortifaga

Media Hora después del robo a Sally en la Dumbledore.

Koa como Sally

 

Con el sol apenas brillando a varios miles de kilómetros de sus cabezas, “Sally” había aparecido al lado de aquel par de elfos, con rapidez habían acortado la distancia de no más de veinte metros de ella y los pocos reunidos en torno al árbol, el enorme árbol de Agatha, aquella mujer sin duda no gustaba de cosas chicas.

 

Conforme se acercaba, sentía las miradas en ella, siendo aún Sally no le extrañaba que dentro de nada alguien intentara maldecirla o incluso que alguna maldición imperdonable volara, sabia lo poco pacientes que eran sus compañeros de bando, su familia, en otras palabras. Paso a paso sintió como la poción paraba, como su efecto desaparecía, su busco pareció hacerse unas tallas más chicas, su cabello negro, lacio y bastante largo, se encogió unos centímetros al volverse bucles y aclarándose hasta tornarse verde.

 

Sus labios rojo, fueron perdiendo color, hasta ser menos delgados y con varias heridas rojizas en torno a ellos, claras muestras de mordeduras propiciadas por ella misma en su afán de dejar atrás las voces y las condenadas ordenes que su locura le daba, con tranquilidad al sentirse ella misma, dejo caer el saco a un lado de ella, y quitándose la blusa totalmente, saco del saco un vestido negro, que se puso al frente de los presentes, para bajar la mini falda una vez el vestido estaba en su sitio, se dejó las botas de prostituta rusa, como ella misma les había bautizado, y se acercó juntos a sus acompañantes en aquella aventura, hasta el inmenso árbol.

 

-¡Bueno mis queridos!- su voz parecía realzar más que los murmullos que se formaban en torno a ella –Estamos de vuelta del castillo Dumbledore, con unos pequeños adornos para el árbol…- de la bolsa que estaba a su lado, saco un sostén amarillo pollito, que tiro hacia arriba y quedo enganchado casi en la punta, allí se lograba ver el corpiño a varios metros de distancia, gracias a sus refulgentes colores.

 

-Señores y señoras ¡el corpiño de Sally!- una sonrisa en su burlón rostro se volvió a dibujar, conforme guindaba las diferentes muestras que había sonsacado de la habitación de la mujer, pues no era solo aquel corpiño –pues en una bolsa venían varios más, con relleno incluido- saco el juguete que parecía usar por las noches y lo puso bajo el árbol, tal vez algún vagabundo con mal gusto y sin esposa lo querría por lo que lo dejo allí, debajo de la foto que guindo de una Sally de no más de quince años, con la cara tal cual superficie lunar, repleta de acné…

 

-¿Que te parece?- sonrió al ver a Agatha, le guiño un ojo en muestra de picardia y se alejo unos pasos, para ver como se veía con los pocos adornos que ella ponía en compañía de sus nuevos ayudantes, elficos.

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Aparecerse era algo a lo que estaba sumamente acostumbrada por eso no le había costado mucho llegar ademas su amita le había prometido esperarla junto al árbol a penas se hubiese finalizado con sus ocupaciones y ahí estaba vestida con un sobrio vestido negro un poco alejada de los demás contemplando el árbol con mirada nostálgica, bien sabía ella que la joven Black amaba pasar esas fechas en casa y que estar lejos seguramente estaba destrozándole el corazón pero ella estaría ahí para que no se sintiera sola , ademas el joven Haughton sin duda podría acompañar a la señorita.

-- Druyza se ha divertido mucho con la labor que la amita le ha encomendado espero haberlo hecho bien -- habló mientras le sonreía a la pelinegra que no hizo mas que dedicarle una sonrisa satisfecha antes de seguir contemplando el enorme árbol dispuesto en el lugar.

La elfina sonrió al ver como la joven que los había comandado en su misión comenzaba a cambiar de aspecto,dejando ver un atuendo de lo mas particular. Vio como la peliverde lanzaba el corpiño por los aires y le hizo una señal a su ama indicándole que había sido ella quien habia buscado aquel especial y llamativo adorno.

 

-- Muy bien hecho cariño por eso te envié se que puedo contar con que pones todo tu esfuerzo -- pronuncio la joven Black mientras le ofrecía un trozo del chocolate que ella misma comía , Así había sido siempre entre ellas , eran amigas mas que dueño y elfo y se trataban con coordialidad y cariño.

 

-- Muchas gracias amita druzya ayudara siempre que pueda -- pronuncio la criatura mientras saboreaba el delicioso chocolate , siguiendo a su ama que en ese momento se dirigía a la mujer de atuendo estrafalario.

 

-- Sabes en mi país , los hombres te ofrecerían dinero si te viesen con aquel calzado -- comento con sorna tratando de ocultar una sonrisa.

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¿Prisioneros que cumplieran su condena? Nada que ver. No iba a perderse la mejor navidad que pudiese tener desde que llegó a Londres solo por seguir junto a los odefos en su prisión de quinta. Además, no tenían modales y esas luces que tenían por rostro ya comenzaban a dañarle la vista. Así que, si, no se perdería aquel momento por nada del mundo.

 

Por supuesto, no había podido ir ella misma a buscar los trofeos que adornarían el árbol, pero supo que su elfo, Yö, lo había hecho. Ahora ella estaba entre las personas que rodeaban al inmenso pino que esperaba por ser adornado, ansiosa por ver qué tesoros robados traía su pequeño y nervioso sirviente.

 

Después de esperar por algunos insufribles minutos, por fin, apareció Yö, llevando un saco evidentemente lleno, junto a una elfina y una bruja un poco… Bueno, voluminosa, por decirlo de forma decente. Lo cierto era que, por más que lo intentase, la Macnair jamás lograría esas medidas en áreas específicas de su cuerpo. Ni siquiera gracias a aquellas “cirugías” que usaban los muggles.

 

—Yö jamás había estado tan emocionado con algo así —dijo el elfo sacándola de sus observaciones—. Yö espera que su ama esté complacida con las carpas para elfo que encontró. Aunque algunas estaban sucias, pero esas no las trajo.

 

—¿Carpas para elfo? —Preguntó confundida mientras tomaba el saco y comenzaba a rebuscar en él.

 

Lo que encontró… ¿Cómo alguien podía usar ropa interior tan grande? Yö tenía razón al pensar que eran carpas para elfo. Era muy sabido que los miembros de la Orden no tenían sentido del humor, pero ¿sentido de la sensualidad, tampoco? ¿Cómo era posible que siguieran reproduciéndose? Incluso había una con estampados de fénix. Qué asco.

 

Siguió el ejemplo de Koa, ahora con su cabello verde, y comenzó a lanzar ropa al árbol.

 

—Lindas botas —se interrumpió a sí misma en su juego para “halagar” a la peliverde alzando una ceja.

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—Lindas botas — Escucho y se acerco en completo silencio. En sus adentros se escondía la ira y la frialdad, la maldad y la bondad, pero no comento nada al respecto y se quedo observando a los presentes. Ahora solo era una sombra de aquel que fue o pretendió ser.


—¿Quien sera ese hombre? — le pregunta un niño a su madre y ella le responde con dulce voz. —El nombre no es importante, su rostro es vació y ropa dejan mucho que decir, es sin duda otro mendigo más — Era así como lo describía la mujer, aquel mago solo portaba una camisa rasgada y pantalón oscuro, sin zapato y la cara sucia, sus cabellos largos le ocultaba el rostro y en su cuello colgaba un anuncio "NO SE LEER Y ESCRIBIR, pero si es su bondad grande un galeón por favor."

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Una salpicadura de sangre golpeó mi máscara y otros tantos se encargaron de empapar mi negra túnica. Pese a que tenía a mi disposición un hechizo mucho más eficaz y menos revoltoso, me gustaba observar como la sangre salía a borbotones haciendo uso de los últimos latidos mecánicos del inerte corazón de mi víctima. Sonreí, pasé con desdén la mano por la mancha de sangre de mi máscara limpiándola a medias; el brillante rojo de la sangre se veía muy elegante sobre el blanco y hacía juego con los chillones colores de la época navideña.

 

Me volteé e hice una seña con la mano. De entre las sombras, una figura antes oculta apareció en escena. Se trataba de Kaplan, uno de mis tigres herido en batalla al que se le dificultaba demasiado cazar por si solo. Kaplan, otrora el segundo al mando de la manada, fue gravemente herido defendiendo a una de las hembras que se encontraba alumbrando. Por suerte logré curarlo, aunque debido a la gravedad de las heridas (algunas propinadas con maldiciones muy poderosas) no pude sanar completamente algunas. Por ejemplo, ahora no podía correr debido al dolor de una de sus patas.

 

Sentí un escocer que hizo que mi mirada se perdiera producto de la sensación que invadió mi cuerpo. Aquel dolor agradable y apetecible era el llamado de otro mortifago, eso estaba claro. Lo desconocido: los motivos. Estaba seguro que no se trataba de una batalla pues en situaciones así quemaba con mayor intensidad indicando que había una emergencia. Esto era diferente, un suave ardor que decía "Ven si quieres, pero deberías venir".

 

Desaparecí envuelto en una voluta negra que en cuestión de un segundo se perdió en el aire. Antes de hacerlo, observé que Harimau estaba ayudando a Kaplan levantarse del suelo. Con la protección de Harimau y Garuru -que aún se escondía entre las sombras- podrían regresar a los terrenos del Castillo Rowle sin ningún problema, después de todo, no es que se encontrara demasiado lejos.

 

Mi cuerpo volvió a tomar forma física en las inmediaciones de un lugar muy familiar: El callejón Knocturn. Miré hacia el firmamento debido al brillante verde que barría el empedrado callejón. Era inconfundible, La Marca Tenebrosa -majestuosa e imponente- se retorcía en el firmamento haciendo honor a su nombre: Hermosa, pero capaz de hacer temblar a aquellos que defendían a los sangre sucia.

 

—Interesante actividad la que propones. ¿Vamos a destruir locales de indeseables?

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Navidad Mortifaga

Media Hora después del robo a Sally en la Dumbledore.

Koa como Sally

 

-Lindas botas-

 

La sonrisa que había mantenido la mujer se borró de inmediato, conservando la postura que era a meritada en alguien de su estatus, o al menos de su rango, con una mueca falsa y sarcástica, las miro, como si fuera una lupa su mirada, la llevo des de la punta de los pies de ambas mujeres, hasta su cabello, comprobando quienes eran mas no la intención de su comentario. –Lo sé, lo mejor es que fueron gratis, tal vez en la próxima parada te consiga unas- respondió entrecerrando sus ojos y ocultando sus pupilas rosas bajo sus abundantes pestañas en acto de fingida inocencia.

 

-Supongo que sabes bastante de eso…- esta vez le hablo directamente a Atria, la hija de May, relamió sus labios destrozados por aquel continuo acto, morderlos parecía evitar que la paranoia, y el continuo pensamiento de ser perseguida desapareciera por unos instantes.

 

-Creo que dentro de una hora parte la segunda expedición- susurro a ambas mujeres, en la cabeza verde de la mortifaga empezaban a formarse ideas bastante extravagantes pero no por eso, ideas que no pudieran llevarse a cabo en un futuro no tan lejano, en un futuro a una hora de distancia. Con pazos largos se alejó, para contemplar la obra en plena confección pues cada poco se le agregaba un nuevo objeto, solo faltaba algo importante, la estrella del árbol, pero… ¿Qué objeto podía ser merecedor de tal honor?

 

Escucho murmullos que no supo identificar con claridad, pero claras palabras llegaron hasta sus oídos, volteo, encontrándose con un hombre no vestido tan acorde como los demás presentes, la mayoría sangre pura o en caso contrario mestizos que aseguraban ser sangre pura, todos con el mismo fin. Levanto una de sus manos y saco de la nada una moneda, un galeón más precisamente que parecía resplandecer a la tenue luz del sol, que apenas parecía brillar en aquellos instantes; con puntería bastante torpe pero exacta, cayo justo a los pies del hombre.

 

-Feliz Navidad- canturreo justo antes de chasquear sus dedos con la intensión de que uno de sus elfos apareciera, con otra cantidad de poción multijugos y ropa más acorde al siguiente personaje a interpretar. Un momento después escucho su voz, volteo encontrándose con Bastian, y sin resistirlo tomo un sosten de la bolsa y lo arrojo a la cara del peli blanco.

 

-Hola guapo- le guiño un ojo y una sonrisa al intentar olvidar su atuendo de mujer barata. -Mas que destruir... Vamos a divertirnos, por cierto ¿alguien vio mi mascara?-

Editado por Rías W. Loveless

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Una sonrisa se figuro en el rostro del mendigo y apretó su puño ante la visita o presencia de algunas personas que quizás conocía. Aunque el niño seguía intrigado con ese hombre y se le acerco, este tosco le maldijo y la madre actúa de inmediato tomándole del brazo y alejándose de esos caminos.

 

Se levanto y camino a ver las vitrinas, allí tropezó con Bastian quien quizás era otra persona o portaba la máscara o pudiera tener los efectos de alguna poción. No cabía duda que su paso era como si estuviera borracho y su intenciones eran confusas, sin embargo no le importo pedir disculpa, ya que en esos lugares no se daba.

 

Como loco aplaudió y rio, volvió a mirar la vitrina y saboreo con solo pensar en algo que comer, su mirada se mantuvo baja y su rostro permaneció oculto. Aunque algo lo desconcentro una voz, era sin duda la de una mujer y comentaba algo de la navidad.

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  • 3 semanas más tarde...

Los días seguían igual de grises que los anteriores y el clima no mejoraba en absoluto, lo que tenía a todas las personas envueltas en sus abrigos, bufandas y orejeras, o mejor aun en sus casas con una calida fogata en la chimenea y un delicioso café o chocolate caliente. Pero las vacaciones tenían que ser aprovechadas y eso tenía a todo mundo fuera, comprando y saliendo a pasear, pero para esto se debe conocer más o menos los lugares y eso era algo que un joven pelinegro no hacía.

 

El chico iba caminando muy despacio por las calles de un lugar siniestro y poco transitado conocido como el callejón Knockturn, sus pasos a diferencia de siempre eran más lentos y cortos, pero ahora iban acompañados del sonido de un golpecito "tic, tic, tic", era más o menos lo que se escuchaba además de sus pasos. El joven iba vestido casi como siempre, pero su abrigo en lugar de ser rojo ahora era blanco, todo lo demás era casi igual, pantalones de mezclilla negros, tenis blancos y su sombrero del cual rara vez se separaba.

 

Minutos antes había pedido indicaciones para llegar a un lugar de comida, pero al parecer, viendo su condición esa persona se burló de el dandole instrucciones para llegar a un lugar equivocado. Solo y ya un poco confundido el pelinegro estaba buscando nuevamente a alguien que le pudiera ayudar, pero no podía escuchar nada a su alrededor. ¿Por qué solo escuchar? Eso, era tan simple como terrible, una venda rodeaba su cabeza tapandole los ojos y en su mano derecha llevaba un bastón, delgado y medianamente largo, este era completamente blanco y con el estaba guiando su camino. Si, Allen estaba ciego.

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