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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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—Maldito elfo —bufó bajando la varita—. Se queja de que entran personas indeseadas y permite que entre cualquiera.

Estaba ya seguro que quien estaba de pie frente a él, era sin dudo su casi ex-esposa; solo ella podría dar con tal lujo de detalles algunas de las cosas que habían vivido juntos. El vodka, cualquiera sabía que era su gran debilidad, que tenía hijos con muchas en Ottery, tampoco era un secreto guardado, pero el incidente en la mansión Rambaldi y la bodega del Castillo Lestrange, si era algo que solo ella sabría. Recapacitó un poco sus palabras y accedió a tomar asiento.

—Perdóname cariño —habló en un tono más bajo tomando su mano y recibiendo el vaso de vodka que dejó deslizar por su garganta sin prisa alguna—. No estoy en mis cabales. Llevo bastante tiempo, digamos, fuera de línea y me esta costando volver en mi.

Sabía muy bien que era un gran error recibir licor antes comer algo, la acidez y la sensación de vacío en su interior se incrementarían exponencialmente lo que dispararía la jaqueca al tope. Y en efecto, en cuanto terminó el anhelado trago, su débil sistema digestivo inició una manifestación que se propagó por su interior hasta eclosionar en una nada agradable migraña.

—Supongo que subiste por la cocina ¿no? —indagó colocándose de pie frente al armario del cual tomó una remera oscura que utilizó para ocultar su desnutrido cuerpo—. Espero que ese elfo haya terminado de hacer de comer ¿Me acompañarías?

Cerró con seguro la puerta de la habitación luego de salir en compañía de Sol. Caminó a paso cadenciado por el hall del ala derecha de la mansión hasta la escalera que comunica con el primer nivel. En su ruta, pudo evidenciar como la impecable alfombra que cubría el suelo del castillo estaba ahora sucia, quemada en tramos, seguramente por las ocasionales fogatas de los vagos. El papel tapiz de las paredes estaba rasgado desde la habitación de Ariane hasta el cuerto de escobas y los vidrios quebrados dejaban entrar la brisa que arrastraba las hojas secas del roble muerto que yacía al lado del Castillo

Aún con el rostro demacrado se podía ver la tristeza del holandés al evidenciar el abandono del lugar. Si bien Claudia y Andrés eran patriarcas y estaban desaparecidos, no entendía como sus hijos habían permitido tal nivel de dejación del castillo. Recordó algunos apartes de su sueño. ¿Qué sentido de pertenencia pueden tener mis hijos con la familia si nunca la he tenido con ellos? Se preguntaba si alguno de ellos se enteraría de su estado vegetativo cuando escuchó algunas voces en el salón principal junto con la de Rhyfs. Detuvo a Sol con la mano izquierda y con la derecha la invitó a guardar silencio y escuchar al elfo.

* * * * * *


Rhyfs, vintiúnico Elfo del Castillo. Salón Principal.


—Ay joven León —un suspiró se coló por en las facciones tristes del elfo que se sentó junto al fuego—, el ministerio no protege este castillo desde que su padre desapareció. La ama Claudia viajó al norte y al amo Andrés parece que se lo tragó Mónica la tierra. Su hermano Fokker estuvo por acá un tiempo pero también desapareció hace algunos años. Sin nadie al frente del Castillo, las visitas del ministerio cesaron, la protección se perdió y con ella, los hechizos. Los vagabundos y ladrones empezaron a entrar, a ocupar las habitaciones libres, los pasillos. Por un tiempo tratamos de repelerlos pero... —los ojos del elfo se inundaron en lagrimas y se quedó en silencio—. ¿En serio lo sabían? —indagó incrédulo cambiando el tema ante la expresión de ambos— ¡El patriarca León llevaba 3 años dormido en su habitación y nadie lo extrañó! Vaya que no se hacía querer.

Para cuando terminó la frase, se había dado cuenta tarde que había sido, aparte de imprudente, un poco insensible: l rostro de la Black demostraba algo de culpa y el del joven, aunque haciéndose el fuerte, también denotaba algo de intriga rayando en la preocupación. Rhyfs estaba en camino a perder el respeto por el apellido tanto como Catherin había perdido la locura y Bran la vida. Retomó un poco la compostura y reaccionó a la pregunta del joven.

— ¿Dalkiel?. Si, creo que algo leí de él en el diario del difunto Arthur —comentó mirando a los ojos de la Black que parecía asombrada con la reciente revelación—. ¿Tampoco sabían de la enfermedad de Arthur? Falleció el año pasado.

La luz cegadora de las llamas parecía avivar el brillo de los ojos el elfo que por un segundo se perdió en momentos de vacas gordas, momentos alegres y llenos de vida en las diferentes generaciones de los Crowley andaban de un lado a otro por los pasillos del castillo, en las habitaciones, el jardín o la cocina. Catherine cocinando manjares para los festines que realizaban y Bran arreglando el jardín ante las exigencias de la Matriarca. Eran tiempos que él sabía, no iban a volver.

—Dalkiel, heredero de Gomorra Antigua, ciudad de los caídos. Hijo de Balphomet, el engendro que casi mata —Una voz estruendosa, como un rugido, se escuchó desde algún lugar en el hall principal que lo sacó de sus pensamientos y lo aterrizó de plano en la realidad. León padre había bajado la escalera en compañía de la mujer trigueña que le había arrebatado la botella en la cocina— Supongo que ya has terminado la cena, Rhyfs.

De un tono marón a un blanco terror, pasando por gris preocupación y ópalo angustia, el rostro de la criatura se transformó al recordar lo que estaba haciendo cuando se disponía a bajar al sótano. La cena del patriarca estaba tan cruda como la carne del elfo que adornaría las paredes del lugar si no desaparecía de allí

—Supongo —alcanzó a escuchar al patriarca Crowley desde la cocina—, que tengo mucho que contarles.

Editado por León Crowley
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La actitud de León era realmente extraña, la bruja estaba muy desconcertada, jamas lo había visto en aquel estado y mucho menos hasta temeroso, a ciencia cierta todo en al castillo tenia el mismo aspecto que su amo, lo cual indicaba que en definitiva nada estaba bien. Un suave suspiro salio de los labios de la Lestrange al recordar al León del pasado, pese a los múltiples problemas ellos llevaban una relación buena por llamarla de alguna manera y aquel hombre siempre seria importante para ella. Las palabras de León la sacaron de sus pensamientos haciéndola fruncir el ceño.

 

- Gracias por considerarme "cualquiera" - dijo en voz baja, al grado de que el mago no la escucho.

 

De inmediato León tomó el vaso de vodka y lo vació en unos segundos, no era extraño, lo había visto hacer aquello cientos de veces. El tono de su voz se volvió mas tranquilo al verificar que era ella, la verdadera Sol , lo cual hizo que la preocupación de la Lestrange fuera en aumento, quería saber que era lo que estaba pasando pero no creía que fuera buen momento para empezar a cuestionarle, por lo que asintió suavemente ante la invitación de acompañarlo a comer algo, lo cual le pareció una excelente idea.

 

Salieron de la habitación caminando en silencio, cada tanto la Sol volteaba la vista hacia León que estaba perdido en sus pensamientos, por lo cual la idea de la repentina visita comenzó a parecerle cada vez mas inapropiada, al pasar por el salón escucharon voces y León detuvo el paso y la invito a guardar silencio mientras ambos escuchaban al uno de los elfos narra lo ocurrido en aquel tiempo.

 

La bruja se llevó las manos a la boca acallando un grito al escuchar de boca del elfo que León había pasado los últimos años dormido en su habitación, aquello comenzaba a darle a entender el por que del deterioro de la casa y del propio mago. ¿Arthur estaba muerto? Las noticias seguían corriendo mientras Sol estaba cada vez mas preocupada por León y su familia. Demasiadas perdidas y demasiadas ausencias tenia ahora que enfrentar el mago. La mano de la bruja se poso en el hombro de su acompañante antes que el mismo al escuchar las indiscreciones del elfo para las personas en el salón lo hicieran reaccionar e intervenir, entrando como un huracán en la escena, arremetiendo contra el que reconoció como el mismo elfo que le había dejado pasar sin mucha resistencia.

 

Un mago y una bruja se sorprendieron visiblemente al ver llegar al patriarca, Sol lo seguía un par de pasos atrás sintiéndose algo fuera de lugar, por lo que guardo prudente distancia mientras León saludaba a sus vistas y los invitaba a escucharle.

 

- Buenas noches- saludó tímidamente la bruja a los presentes, sentía que la mejor opción era marcharse y dejar al Crowley hablar con su familia. - Creo que lo mejor es que vuelva otro día, no quiero ser imprudente...- murmuró por lo bajo al mago esperando su respuesta.

Editado por Sol Lestrange Black R

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De momento a otro, esa charla ocasional entre parientes que se encontraban en el hall del castillo se había convertido en la escena dramática de un elfo lamentándose por su amo. Las brasas de la chimenea iluminaban su espalda, contorneando su deforme figura que gesticulaba poco y nada mientras recitaba aquel relato tanto al joven Crowley como a la Black.

 

Goshi se mantenía expectante, prestando atención a cada una de las palabras, aunque no entendía mucho. El castillo parecía no haber pasado por los mejores momentos durante su ausencia. Y por cómo lo contaba Rhyfs parecía una pesadilla. Claudia desaparecida, Fokker desaparecido, Andrés sin noticia alguna y León... ¡su hermano León había caído en lo más parecido a un coma! Y ella del otro lado de la calle, en su antiguo castillo, encerrada en su propia miseria de la manera más egoísta. No sabía nada de nada, ni de nadie, hasta este mismo momento en que le caían todas las fichas juntas y se le llenaban los ojos de lágrimas.

 

El elfo se frenó en su relato. Ella desvió la mirada. Sentía una enorme culpa y angustia que no podía esconder ni aunque quisiera.

 

Se acercó a la chimenea. Ya no prestaba atención a la palabras de Rhyfs, mucho menos a las respuestas de su sobrino. Estaba sumergida en sus pensamientos.

 

Las ideas más disparatadas se le venían a la cabeza: ¿Quedarse? ¿Irse? Por un lado quería escapar, por otro lado era capaz de arrastrarse hasta los pies de León pidiéndole disculpas. La dignidad era una carta que Goshi estaba dispuesta a quemar, pero no! Sabía muy bien que no debía hacer eso. Si había algo que había aprendido durante todos estos años era a valorarse más a si misma. La cabeza le dio un giro de 360 grados, y volvió a repensar las cosas mientras la criatura continuaba conversando con el joven León. Quizás con un pedido de disculpas bastaría. O quizás no. Sabía que la próxima vez que lo viera se convertiría en un salto al vacío, y esa próxima vez llegó tan pronta que no tuvo tiempo de practicar en el trampolín.

 

- ¿León?

 

Su reacción al escuchar su voz y verlo bajar por las escalinatas fue de pura sorpresa. Parecía una mortífaga de antaño con la mirada helada por el regreso de su amo Lord Voldemort. Las piernas se le aflojaron de los nervios y una sonrisa se le dibujó en el rostro. No tenía el mejor de los aspectos, pero al menos certificaba con su presencia que estaba vivo y dejaba la tragedia que contaba su elfo cientos de escalones más abajo.

 

- Supongo que ya has terminado la cena, Rhyfs.

 

- León... - Repitió Goshi manteniendo esa sonrisa y la mirada en su rostro. En cuanto escuchó su voz todos aquellos pensamientos anteriores se desvanecieron. Quería estar a su lado como en los viejos tiempos, y lo tenía allí nuevamente en frente suyo con ese semblante que tanto admiraba.

 

Giró hacia la mujer que lo acompañaba y con una inclinación de cabeza le devolvió el saludo, para luego abrirles paso hacia los sillones.

Editado por GoshI

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  • 1 mes más tarde...

—No —detuvo a Sol tomándola de la mano justo después de saludar a Goshi con un abrazo y un delicado beso en su mejilla—, hay una razón por la que tu instinto te trajo acá. Después de todo eres la mujer que más me ha aguantado —con gran esfuerzo se sentó en el sillón frente a la chimenea.

 

El brillo del fuego que habían encendido Cristopher y Goshi era el único que permanecía en los ojos de León y eso lo reconfortaba, ya que desde que había despertado no había sentido nada tan cálido. Estiró las manos y dejó que la reconfortante llama le recordara que aún tenía intacto su sentido del tacto mientras organizaba un poco las palabras que, de una u otra forma le debía a su familia o al menos a la familia que estaba presente.

 

—Como bien lo saben, mi cuerpo aparenta mucho menos edad de la que en realidad tengo gracias al ente demoníaco que habita donde debería estar mi alma.. Cada cierto tiempo ese ente, Balphometh, reclama posesión de mi cuerpo como suele pasar en las posesiones normales. En ese tira y afloje llevo ya 350 años —hizo una pausa y se giró mirando a los ojos a León Jr—, y aunque parezca extraño, tal parece que su hijo pretende hacer lo mismo contigo.

 

León metió la mano en el bolsillo de la larga bata que había tomado para salir de la habitación y empuñando tembloroso la varita hacia la biblioteca al otro lado del salón principal, atrajo hacia una pequeña mesa que descansaba en medio del salón un enorme libro de portada en cuero negro, cubierto por un lazo carmesí oscuro que sin tocar, retiró del libro. El movimiento armónico de la varita fue pasando hoja tras hojas del libro que contenían desde dibujos de wendingos, shivas y trisckters, hasta encantamiento en latin. Con el rabón del ojo León alcanzó a ver el dibujo de la espada de vidrio negro que casi lo mata alguno años atrás. Finalmente una hoja que marcaba por titulo "Aiaco's Legacy" se detuvo a los presentes.

 

—Sin socavar mucho en la historia de nuestro apellido, luego de la traición de Francine Adler a Viserys que por muy poco llevó al fin del legado de nuestro apellido, nuestro moribundo predecesor, Aiacos Crowley y hermano de Viserys, hizo un pacto segundo antes de morir con un demonio llamado Azazel. A cambio de permitir que su hijo Conan sobreviviera al ataque de Lord Coward, él y toda su descendencia servirían como recipientes del linaje de Azazel. —León hizo una pausa dando vuelta a la pagina donde se veía una precaria ilustración del pacto, con Aiacos cubierto de sangre y lo que parecía ser una cabra de dos patas frente a él—. Lo que nuestro antecesor no sabía era que Cyrus, hermano del rey Mathyas y tío de Aiacos, había rescatado de la toma del castillo a Conan y a cada uno de los hijos de los tres Crowleys que tenían linaje.

 

El patriarca apuntó a los cuadros que colgaban del arco que comunican el vestíbulo con el gran salón: León, descendiente de Aiacos, Claudia, descendiente de Lothius y convertida en vampiro para preservar su especie y Andy, descendiente de Raeghar, mordido por un licántropo. El último de los hermanos Crowley, Vyserys, había tenido un hijo, llamado James, que años atrás había buscado venganza por manipulación de su propia madre.

 

—Cada uno de nuestros antepasado fue poseído y manipulado por Azazel y su linaje a través de muchos siglos a costa del trato y ninguno vivió más de 20 años después de poseido. Esto me fue contado cuando mi padre murió —hizo una pausa y cambió la hoja del libro—, hace 320 años. Desde entonces, el demonio de turno, Balphomet y yo hemos luchado por el control de lo que queda de mi cuerpo. Esa es la causa de que caiga en un profundo sueño cada tanto y despierte cada vez más débil. Cada batalla arrebata una parte de mi humanidad, de mi capacidad de sentir; lástima, cariño, amor, ternura, compasión hace mucho dejo de ser algo importante en mi vida.

 

>>Esta última pelea la gané por poco, por muy poco. Blaphometh lo sabe, sabe que estoy viejo y gastado, sabe que no ganaré la siguiente y por eso mandó a su hijo a buscar a mi hijo, por los medios necesarios puedo suponer —movió de nuevo la varita y pasó algunas hojas y fijo la mirada en León Jr—. Tal vez te preguntes porqué nunca te comenté esto y es que —apuntó la varita al libro donde se figuraba una gráfica de linaje de Aiacos, con cada uno de los nombres de los recipientes hasta el nombre del primer hijo de León—. No deberían haberte buscado a ti. Deberían haber buscado a tu hermano mayor. A mi primer hijo —miró de nuevo a Sol—, a nuestro primer hijo. Por eso estás acá.

 

La mirada del patriarca se posó de nuevo en el libro de tapa de cuero negro. Uno de los troncos de la chimenea se quemó de golpe, aumentando la luz que se proyectó directamente sobre el papel donde la punta de la varita reposaba, permitiendo ver claramente el nombre de quien debería ser el recipiente: Fokker Cygnus Crowley.

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La bruja aguardo después de la petición de León pese a todo lo que habían vivido juntos, altas y bajas, mucho más bajas que otra cosa aquel hombre era importante en su vida, y el verle en aquel estado le mantenía en una angustia que oprimía su pecho aun sin saber las explicaciones que tenía por dar. Su intuición le decían que nada bueno estaba por venir.

 

Escuchó atentamente cada una de las palabras del Crowley, sabia lo suficiente de demonios y posesiones para estar segura de que nadie que estuviera cerca o pactase con ellos saldría bien librado. Conforme la historia avanzaba su angustia crecía, temiendo por León y su familia.

 

Cada tanto su vista se desviaba del mago al fuego, deseando no estar presente. Pese a ese mismo fuego, el frio parecía extenderse por su frágil cuerpo. Menciono que el nuevo acecho iba en contra de León jr. Aquel mago aun sin tener su sangre era considerado como si lo fuera, por lo cual la mujer amago un gemido al saberlo en peligro.

 

Sabía bien la procedencia de León, y aquello nunca la había asustado tanto como en aquel momento. Nada se comparó con el momento en que León llego a la culmine de su relato mencionando justo lo que la Lestrange temía…

 

- No deberían haberte buscado a ti.- explicó el Crowley dirigiéndose a su hijo León.- Deberían haber buscado a tu hermano mayor. A mi primer hijo —León miró hacia la bruja, que temerosa se froto las manos con visible angustia y desasosiego— a nuestro primer hijo. Por eso estás acá.

 

Las últimas palabras cayeron sobre la bruja de peor manera que un balde de agua helada, cerró los ojos mientras se sostenía de un mueble cercano para no perder el equilibrio. Sus hijos eran y seria siempre una de las pocas cosas que amaba y valoraba, y el saberles en peligro la desestabilizaba por completo.

 

Respiró profundamente intentando contener el ataque de pánico que intentaba poseerle. Abrió los ojos y miró fijamente al mago intentando ordenar sus ideas y poder expresarlas con palabras. Sin perder el temple que le caracterizaba manteniendo la cabeza fría. Olvidándose de los presentes y de toda compostura, hablo por fin.

 

- ¿Qué vamos a hacer León?- preguntó perturbada- tarde o temprano se dará cuenta de su error e intentara hacerle mal a mi hijo- explicó en tono fuerte y claro- Algo se podrá hacer. Tú debes y tienes que saber qué hacer, no me pidas que me quede tranquila sabiendo que mi hijo corre peligro.

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  • 4 semanas más tarde...

Candela Triviani

Servicios Administrativos del Wizengamot

Empleada

 

Su entusiasmo imaginario le estaba jugando una mala pasada. Recordaba aquel lugar, aunque de una forma retorcida y sin ningún rastro de buenas intenciones; hacía muchísimo tiempo que no pisaba otra mansión o castillo que no se tratase del de su propia familia o de aquel a donde iba a hacer la vida imposible de sus integrantes.

 

Candela recordaba los años de adolescencia en los que gustaba de invadir cunas familiares y ser un mal tercio y, a pesar de no haberlo hecho jamás en el lugar en el que estaba por dejar el dichoso telegrama, sentía que algo en él la atraía.

 

— No, gracias. —murmuró más para sí misma que para otro, pues estaba sola. ¿A quién más le hablaría?

 

No quiso quedarse más tiempo del necesario, por lo que sacó una de las invitaciones del bolso que colgaba de su hombro y lo deslizó, como otros, por debajo de la puerta. Esperaba que no lo ignorasen.

 

 

Y girándose sobre sus talones, desapareció.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 3 semanas más tarde...

Hacia apenas unos meses que habia decidido dejar el castillo, pues el tiempo que paso dentro de los confines Crowley habia sido algo solitario y a pesar de que no habia tenido ningún contacto con otra persona o criatura que no fuera Van, sentía que algo en ella habia cambiado, como si el simple hecho de permanecer mucho tiempo en aquel lugar hubiera sido suficiente para que dejara de ser la chica alegre y todo el tiempo cortes y dulce que habia decidido vivir ahí para intentar conocer a los miembros de aquella familia, su familia adoptiva.

 

Ahora estaba ahí nuevamente, parada frente a las enormes puertas de la entrada, el ambiente era tan silencioso que se podía escuchar con claridad el susurrar del viento y como este agitaba los arboles a lo lejos. Sabia que no encontraría a nadie en el castillo, no hubo nadie durante su estadía ahí y no creía que tuviera tanta suerte de encontrarse con otro Crowley, a pesar de haber escuchado los rumores de que los antiguos miembros de la familia comenzaban a aparecer merodeando en los largos y oscuros pasillos del castillo.

 

Entonces, si sabia que no habia nadie ¿Que hacia ahí? Esa era una buena pregunta. Desde que abandonara el castillo hacia unos meses atrás disfrutaba de la soledad y tranquilidad que sus amplios terrenos brindaban a todo aquel que visitara las tierras Crowley.

 

Abrió la enorme puerta de la entrada, el rechinar que se produjo resonó por todo el hall, mientras la voz de Fokker sonaba como un eco en su cabeza "Todos los Crowley disfrutamos de nuestra soledad, somos algo asociales" en aquel tiempo Nicole pensó que el chico haba exagerado un poco con ese asunto pero ahora ella misma disfrutaba de ese sentimiento de tranquilidad que la inundaba cada que caminaba descalza por el castillo "Si soy una Crowley al fin y al cabo" pensó mientras cerraba de nuevo la puerta, cuando recién llego al mundo mágico habia sentido que no encajaba en aquella familia pero con el transcurso del tiempo pudo notar que aquello eran ideas suyas y nada mas.

 

Se encamino hacia su recamara cuando uno de los elfos de la familia apareció y le entrego un memorándum; una invitación para una decoración navideña -Nuestro mejor y mas distintivo adorno sera nuestra ausencia- soltó una risa sarcástica ante aquel comentario, mientras devolvía la invitación al elfo -Guárdala y si aparece algún otro miembro de la familia entregasela, sea quien sea, yo estaré por aquí, si necesito algo te lo haré saber- el domestico hizo una reverencia, desapareció y ella comenzó su recorrido.

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  • 2 meses más tarde...

No tenía idea de cómo había llegado a aquel lugar, sin embargo, ahí estaba, sentada en el piso, justo en el centro del recibidor de aquel enorme y desolado castillo. Abrazaba sus piernas mientras el resto de ella temblaba en un llanto cuyas lágrimas brillaban por su ausencia. ¿Por qué su cuerpo se negaba a mostrar el mismo deterioro que su mente? Tenía semanas sin dormir. Había esperado, llegado ese punto, que el cansancio le venciera, pero no. Estaba agotada, su mente enloquecía, sus pensamientos era un desastre y la desesperación no hacía más que crecer; aun así, al verse en el espejo su reflejo no mostraba mayor desperfecto que su cabello despeinado. La pálida piel de su rostro no dejaba siquiera ver rastro de posibles ojeras, en cambio, su mirada seguía siendo juguetona sobre el par de vívidos ojos verdes.

León, su hermano, le había buscado mientras sufría el mismo tormento, mas, ella no resultó ser de mucha ayuda y él, tal como acostumbraba, se marcó antes que la Macnair supiese cómo había logrado conseguir alivio, si es que lo había hecho. No sabía qué hacer, estaba enloqueciendo; nunca antes llegó a apreciar el descanso que brindaban algunas horas de inconsciencia, descanso de sus propios desagradables pensamientos, cada vez más insoportables. Al principio llegó a preguntarse si podría morir a causa de eso, ahora solo cuestionaba si podía seguir viviendo así y, a pesar de la miseria en la que se hundía su mente, seguía pensando en su hermano, preocupada por él y su paradero.

Así, de alguna forma debió superar el rechazo que sentía a visitar el “hogar de la familia Crowley” y terminar ahí, hecha un desastre en medio del recibidor, en busca de respuestas que sabía no encontraría en la soledad del castillo pero incapaz de marcharse.

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Joey Kessler

 

Salia con el botin que logró atesorar en toda la larga estancia del viejo castillo abandonado, parte de su botin constaba de utensilios de plata, candelabros de oro, algunas espadas antiguas, joyeria, y cosas pequeñas. Tenia planeado volver pronto, aun habia muchos lugares donde revisar, al no existir rastro de vida en el coloso de piedra facilitaba su "trabajo", pronto terminaria con las cosas pequeñas, y luego iria por las cosas mas grandes, como aquel candelabro de cristal del gran salon, o las finisimas pinturas que colgaban de las paredes. Tambien noto la falta de algunos cuadros, y eso le hizó sospechar que no era el unico ser que estaba haciendo de las suyas tras las murallas.

 

A pesar de ser sigilosos, sus pisadas se amplificaban al cruzar el inmenso recibidor, los rayos del sol se colaban por los amplios ventanales. Joey perdio el miedo de hacer incursiones durante el dia, cuando comprobó la nula existencia de vida, y si esta existiera, se perctaria de la sistematica desaparición de los objetos. Alcanzo la salida y algo llamó su atención, sin tiempo de resguardarse confirmó lo que temia.

 

Asi que solo decidio esconderse para evitar ser visto

Editado por Fokker

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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  • 8 meses más tarde...

Marissa había despertado hacia un tiempo y aunque había salido corriendo del castillo tenía ganas de volver. Pocas, eso no podía negarlo. Dudaba mucho de que alguien se hubiera preocupado por su persona. Estuvo dormida mucho tiempo en su habitación y probablemente ningún miembro de su familia se hubiera enterado, o quizás si y ella los había juzgado mal. Después de todo alguien se había encargado de mantenerla en buenas condiciones, su habitación había quedado totalmente limpia y no recordaba haberla dejado tan ordenada la última vez que había estado ahí.

 

Salió a recorrer los pasillos, mientras el volado de su falda dorada ondeaba detrás. Si no estaba tan errada con las fechas pronto se acercaba la navidad con todo lo que eso implicaba. El espíritu festivo debía sentirse en cada lugar en Inglaterra, menos aquí, menos en este castillo y la joven no podía permitirlo.

 

-Jude- gritó, si había alguien en el castillo el podría traerlos más pronto de lo que ella los encontraría.

 

El elfo hizo acto de presencia, alegre por volver a ser necesitado por su ama y ver que ella estaba sana otra vez, pero sin decirle una sola palabra sobre el tema asintió esperando su pedido.

 

-Busca, reclama, secuestra si es necesario, pero vuelve. Necesito que vuelvas con miembros de esta familia. Poco me importa que están haciendo en este momento, pero diles que es imperioso que vengan a casa no tuvo que extenderse mucho más. La criatura volvió a asentir y se esfumó a cumplir con su pedido.

 

La bruja estaba decidida a revivir este lugar, no le importaba cómo. Era obvio que el lugar estaba descuidado, pero no era una noticia actual que en la familia sean ausentes solo necesitaban animarse un poco. Un incentivo podría funcionar para atraerlos, pero más que su razón de estar ahí no tenía ningún otro. Se acomodó las mangas de la camisa blanca y con un movimiento de varita la rubia terminó de decidirse por posicionarse en el salón, centro de la gloriosa propiedad.

 

-Si hay alguno en el castillo que no responde a mi llamado que de por seguro que lo mataré.

 

La voz de la chica se expandió por todo el lugar, alto y en un tono que ayudaba a comprender que la chica no se encontraba de muy buen humor.

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