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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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Vaya, su respuesta me hacia sentir mejor, no era nada personal el que Fokker no me visitara o no supiera de el por largas temporadas, y al escuchar los tiempos, me sentí privilegiada, al menos conmigo si se tomaba la decencia para mandarme alguna lechuza de cuando en cuando, eso era señal de cariño sin duda.

 

 

Mi relación con León era algo "rara" o al menos así la podían catalogar desde algunos puntos de vista, poco o nada nos frecuentábamos y como en este caso dejábamos de vernos por largas temporadas, pero lo peculiar de ello, era justo aquel detalle que aun con aquellos largos periodos de ausencia, cuando volvíamos a vernos era como si el tiempo no hubiera pasado y nuestra ultima charla hubiera sido el día anterior.

Había demasiada historia entre nosotros o quizás muy poca para que alguno pudiera tener un mal recuerdo del otro, por el contrario, gracias a su intervención tenía una de las mejores cosas en la vida, mis hijos y aquello era algo por lo que estaría agradecida y unida a el por eterna memoria y un cariño eterno.

 

 

--En realidad creo que estas mejor que la ultima vez que te vi aquí hace años...-- admití recorriendolo de pies a cabeza --La verdad es que no quiero hablar de mi, prefiero saber en que estas metido para saber si tengo que cuidarme...- comenté intentando aligerar el momento con una suave y cantarina risa. --Gracias, la verdad es que tu castillo es casi como estar en el mio, tengo buenos momentos aquí, así que te agradezco la hospitalidad y sabes que si de mi depende siempre estaré al pendiente de ti y tus cosas-- dije guiñándole un ojo-- Y ahora creo que lo que conviene es que vayas a comer algo, te acompaño con un plato de fruta ¿te parece? ¿Tienes manzanas? --Tomé su brazo mientras prácticamente lo arrastraba a la cocina.

 

 

--Me alegro de volver a verte Crowley...-- dije con sinceridad.-- Y también deberías recordar el camino a mi castillo ingrato, si no vengo a irrumpir en tu casa no me enteraría de si vives o mueres demonio...

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Warhol caminaba a paso apresurado a unos metros detrás de Goshi con un pequeño bolso que contenía algunas de sus pertenencias, principalmente su vuelapluma, algunos papiros, ropa de abrigo y un par de botas de repuesto. La Black iba por delante, con el mentón en alto, recorriendo el camino de piedra que llevaba hasta el castillo que pertenecía a sus hermanos de alma. Si había algo de lo que estaba agradecida, era de haber sido acogida por León y Claudia en sus años más difíciles, y aunque no compartieran un vínculo de sangre lo que llevaban entre sí era mucho más que una amistad.

 

- Bien...

 

Tomó coraje y golpeó la puerta. No visitaba a su segunda familia hacía ya un largo tiempo, y estaba segura de que iba a recibir reclamos. Para prevenir cualquier inconveniente, traía también dentro de su bolso una botella de vodka para utilizar en caso de emergencia.

 

Uno de los elfos abrió la puerta, quien la reconoció enseguida y la hizo pasar. Entre los elfos se saludaron cordialmente, Warhol con su tartamudeo cotidiano, Rhyfs con sus palabras tan bien articuladas. El contraste entre ambos era digno de escribir un ensayo.

 

- Rhyfs, muchas gracias por recibirnos. - Se agachó para acercarse más al elfo.- ¿Me anunciarías ante León? Si está ocupado no quisiera molestarlo, tan sólo avísale que estoy aquí.

 

Antes de que el elfo desapareciera de enfrente suyo, lo detuvo con un nuevo pedido.

 

- ¿Le puedes sino preguntar si puedo hacer uso de su biblioteca? Yo aguardo mientras aquí, en la sala.

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No recordaba con exactitud cuando había sido la última vez que la había visto, en alguna gala de la academia tal vez antes de irse, pero no debió ser mucho tiempo después dada la descripción. Los últimos meses antes de partir de Londres habían sido muy duros para el pelinegro, no solo por el hecho de dejarlo todo a un lado y emprender un viaje del cual no estaba seguro de volver, sino su salud también estaba fuertemente comprometida a causa de Baphomet. No sabía bien si contar la historia completa a Sol y preocuparla por los hijos que compartían o simplemente un breve detalle de la situación. Optó por lo segundo.

 

—No tienes que cuidarte de nada Sol —respondió mientras picaba en trozos unas cuantas manzanas rojas ya lavadas—, estaba un poco mal de salud y debía eliminar la causa de ese mal. No pude hacerlo del todo, pero al menos pude controlar la causa de ese mal. Tú sabes bien de quien hablo.

 

No era un secreto para ninguna de las personas con las cuales hubiera compartido en algún momento si condición demoníaca; aún cuando creía que él controlaba a Baphomet y no el demonio al pelinegro, sus cambios de humor eran perceptibles en sus características corporales: su cabello cambiaba de color dependiendo el estado de ánimo, las marcas en su cuerpo se asentaban cuando estaba enojado, incluso, alguna vez alguien llegó a decir que emanaba un ligero olor a azufre, lo cual no le gustó en lo más mínimo.

 

—Amo Crowley —interrumpió el elfo al ver que León colocaba el plato de manzana frente a la Lestrange—, la señorita Goshi se encuentra en la puerta principal. Pregunta si puede usar la biblioteca.

 

Al parecer era el día en que las viejas y buenas amistades aparecían por el castillo Crowley. No estaba del todo seguro el porqué, pero sospechaba que algo tenía que ver con el profeta. Tampoco veía a Goshi desde hacía mucho tiempo, para ser exacto desde una gala en que lo dejó abandonado y no tuvo más remedio que refugiarse en las botellas de licor asgardiano hasta el amanecer. Frunció un poco el ceño al recordarlo pero lo relajó de inmediato.

 

—Dile que no tiene permitido usar la biblioteca —respondió sentándose de nuevo en la mesa mientras deshojaba una mandarina—, o por lo menos no, hasta que venga a saludarme como se debe.

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Chasqueé la lengua y solté una carcajada al escuchar las indicaciones que el Crowley le había hecho repetir a Rhyfs.

 

- Desgraciado... - Bromeé mientras el elfo me hacía pasar a la sala y me indicaba el camino a la cocina donde supuestamente se encontraba el Crowley. Subí el volumen de voz con intención de que me escuchase. - Encima que le doy el lujo de venir a visitarlo, encima que le traigo una botella de vodka importado tiene el tupé de no venir a recibirme y tener que yo ir a buscarlo.

 

Apenas terminé la frase había llegado a la puerta de la cocina. Estaba allí sentado en la mesa, con un plato semi vacío y cáscaras de mandarina por doquier. El aroma de la fruta me hacía arder un poco la nariz. Al otro lado de la mesa se encontraba Sol, a quien también hacía tiempo no veía.

 

- Hola Sol! - Me acerqué para saludarla con un beso en la mejilla.- Un gusto verte.

 

Volteé hacia el Crowley cuyo rostro era bastante ambiguo. No estaba muy segura si se alegraba de verme, si estaba a punto de regañarme, si no había entendido el sarcasmo en mis palabras o si me quería devolver la jugada.

 

- Si me tengo que agachar para saludarte, mínimo me convidas uno de esos.

 

Le señalé los gajos de mandarina que le quedaban en el plato. Luego le sonreí y extendí los brazos, esperando que respondiera al abrazo de su parte.

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  • 4 semanas más tarde...

-Es lo que te mereces por abandonarme la última vez que no vimos -respondió a su alegato al tiempo que se puso de pie para recibirla.

 

Un profundo abrazo fue todo lo que necesitó para hacerle saber a la Black que simplemente estaba armando una tormenta de drama en un vaso de agua. Si bien era cierto que aquella velada había terminado un poco mal, no era razón alguna para guardarle algún tipo de rencor. Al contrario estaba feliz de verla aunque no hubiera planeado hacerlo. La soltó al fin para contemplar sus mejillas un poco coloradas y un más arriba de donde las recordaba, prueba infalible del tiempo que había pasado sin verla. La invitó a tomar asiento luego de que Sol se excusara para retirarse a un trámite ministerial.

 

-Qué alegría verte Goshi-wan -exclamó ofreciendo una de las mandarinas que tenía la intención de desayunar -. ¿Me encogí o creciste?

 

No tenía intención alguna de ver a nadie esa mañana, por lo que su vestimenta seguía tan escueta e informal como se podía. Le daría pena alguna con la recién llegada si no fuera porque tenían una amistad que había perdurado por años y había resistido uno que otro traspié. Sin embargo había algo de lo que estaba seguro y es que la cocina no era precisamente el lugar adecuado para recibirla y teniendo en cuenta que había pasado más de la mitad de la mañana, era un poco tarde para invitarla a desayunar y muy temprano aún para un almuerzo. Pocas personas sabían que él había vuelto a Ottery así que no era una visita la razón por la cual ella estuviera allí.

 

-Me pareció escucharte decir que necesitabas usar la biblioteca -apuntó invitándola a salir del comedor-. ¿Te importa si te acompaño un rato? llevo mucho tiempo sin caminar por mi propia casa.

Editado por León Crowley
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  • 1 mes más tarde...

Habitación Nicole

 

Una capa de polvo cubría la superficie de todos los muebles, un ligero rayo de luz entraba por las cortinas corrida que tapaban la vista de los terrenos otro lado de la ventana, un olor a humedad inundaba toda la habitación, las cosas descansaban en su lugar esperando el regreso de su dueña, que se habia ido ya hace algunos años dejando aquel lugar en el abandono.

 

Parada en medio de aquel lugar deshabitado se encontraba una joven mujer de rasgos finos, cuyo cabello rubio-cobrizo caía sobre sus hombros. Con la mirada cansada observó la habitación que se extendía ante ella. Dejo la mochila que cargaba en los hombros, dejándola en el piso junto a su maletín. Retiro el sombrero de su cabeza para dejarlo caer suavemente sobre la cama.

 

La chica caminó al rededor de la cama de manera silenciosa, sus pasos amortiguados por la alfombra que cubría el piso de la habitación. Al llegar al otro lado de la cama se inclino sobre un enorme cojín que se encontraba junto a la cabecera. Descansando plácidamente sobre el cojín se encontraba un pequeño elfo domestico, una criatura más pequeña que el resto de sus congéneres.

 

Al ver al pequeño elfo recostado, la bruja no pudo evitar sonreír, hacia tanto tiempo que habia deseado volver a ver a su elfo, cuantas veces pensó en el mientras se encontraba lejos de casa. Con la sonrisa en el rostro, la joven alargo la mano y tomo al domestico por el hombro, sacudiéndolo ligeramente para que despertara de su sueño.

 

Poco a poco el elfo comenzó a moverse, vociferando palabras al azar. Después de unos minutos, el elfo se estiro cuando pequeño era y parpadeo varias veces para acostumbrar sus enormes ojos a la poca luz que entraba a la habitación. Cuando por fin estuvo despierto del todo miro a la persona que lo había despertado, una enorme sonrisa apareció en su semblante y sus ojos se volvieron cristalinos.

 

-Hola Van- saludó la bruja al domestico, mientras lo tomaba entre sus brazos para estrujarlo en un tierno abrazo.

 

Las lagrimas del domestico empapaban la ropa de la joven; estuvieron en aquella posición durante largo rato, lagrimas de alegría resbalaban por las mejillas de ambos, pues después de tanto tiempo estaban juntos nuevamente. Cuando por fin pudieron tranquilizarse, se separaron y miraron fijamente.

 

-¡Oh Señorita! ¡Esta más grande!- dijo casi en un grito el pequeño elfo.

 

-Ya sé Van, han pasado muchos años. Tú sigues igual de pequeño, alegre y ansioso como la última vez que te vi- el elfo sonrío de oreja a oreja aumentando la intensidad de los pequeños brincos que daba en el regazo de su ama -Que te parece si arreglamos un poco este lugar, me gustaría dar una vuelta por el castillo.

 

La bruja y el elfo se levantaron del piso y juntos comenzaron la limpieza de aquella olvidada habitación, ya cuando terminaran tendrían tiempo de hablar y recuperar todo el tiempo que habían perdido. Nicole pudo en ese momento tomar un respiro pues habia regresado a casa, pronto podría reunirse con aquellas personas que había dejado atrás, poco sabia de las noticias que la esperaban.

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—Zzzzzzzzzzzzzz

 

El chico dormia placidamente bajo uno de los tantos arboles que rodeaban el castillo, sin nada que hacer por la vida mas que disfrutar de los galeones que hizo a lo largo de su vida de los negocios que habia terminado por finiquitar junto a los que le robo a su padre y madre, se dedico en una epoca de crisis a no hacer mas que esperar que algo bueno ocurriera, una novedad aparte de lo cotidiano, como que su padre volviera a las andadas.

 

—Zzzzzzzzzzzzz, ...porque... sueltalo... no respondo por eso.... zzzzzzzz

 

Balbuceaba y al mismo tiempo sonreia, lo que significaba que el sueño no era del todo malo. Ultimamente habia olvidado todo, las guerras, la aprente paz, la marca en su brazo no habia vuelto arder, y hace mucho que no sentia el llamado, una paz que como demonio, esperaba que no siguiera porque sino terminaria por abandonar Londre y se iria a China, quizas le iria mejor por esos lares (?.

 

Despertó con un gran bostezo, como si hubiera dormido por años, demoro en abrir los ojos, aun el sol iluminaba la mole de piedra, por lo que sabia tenia que ir a dirigir uno de los pocos lugares que aun le llamaban la atención. Pero antes deseaba comer algo, tenia bastante hambre y esperaba que su padre no se encontrará, desde que revivio lo estuvo evitando.

 

Se levanto y acomodo la camisa dentro del pantalon que hacia juego con sus zapatos negros, llego a la cocina arrastrando los pies y agarro un pan y un poco de cerveza de mantequilla que seguro su elfina le preparó antes de que se fuera a atender sus asuntos. Un ruido llamo un poco su atención, era León acaso jugando en su cuarto (????. Afino el oido, para confirmar que el ruido era de otro de los pasillos del castillo distante de los patriarcas. No perdia nada en investigar, pero antes tomo otra pieza de pan.

 

En el camino recordó que no tenia un arma con que defenderse, la varita de ebano la habia dejado en el local del The cawing, bajo un monton de escombros, y habia desistido de buscarla. Asi que tomo una espada que estaba adornando una de las tantas paredes del castillo, no estaba demas prevenir. Conforme se acercaba, escucho unas voces discutiendo o eso le parecio, y muebles moveindose. Se asomo a la puerta y vio una figura conocida.

 

—Vaya, mire quien volvio a casa, esta si que es una sorpresa

 

Dijo mientras mordia el pan y observe a la Evans que pareia un tanto diferente que la ultima vez que la vio, y supuso que ella lo veia de la misma forma, por el corto silencio que se hizo. Bajo el brazo que sostenia la espada y la puso de tal forma que se apoyo sobre ella, usandola como un baston.

 

—Y dime Crowley, que te trae de nuevo por estos lares, alguna aventura nueva.

 

Le dijo viendola con una sonrisa perpicaz, y un brillo en sus ojos, quien sabe, de repente se podria salir de la monotonia de lo cotidiano y hacer algo fuera de lo comun.

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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Habitación Nicole

 

El estado actual de la recamara era totalmente opuesto al inicial. En donde antes se vislumbraba un estado de calma total y un sentimiento de abandono ahora se encontraba un sentimiento de vitalidad. Todos los muebles de la habitación se encontraban fuera de su lugar, partículas de polvo se encontraban suspendidas en el aire, el sol entraba a raudales por la ventana, cuyas cortinas estaban corridas al máximo, y un ligero olor a humedad enviciaba el ambiente.

 

Ubicados en medio de todo aquel desorden se encontraba Nicole y Van, quienes habían comenzado su tarea hace una hora atrás. La chica se había desprendido de su capucha de viaje, que ahora descansaba sobre la cama, dejando a la vista su bronceada y nivea piel. A pesar de la brisa que se filtraba por la venta, el sudor perlaba la frente de la bruja.

 

-Creo que podremos terminar antes de que oscurezca- comentó la bruja mientras se secaba el sudor con el dorso de la mano.

 

En esos momentos, el elfo chasqueo los dedos haciendo que un armario se elevará del suelo para poder barrer debajo de el. -Creo que es mi culpa que este lugar este así ama, lo lamento- dijo Van mientras colocaba el armario al otro lado de la habitación.

 

-No te preocupes Van, creo que esto me ayudará de manera anímica para comenzar todo desde cero.

 

Y en verdad lo creía, Nicole quería que las cosas fueran diferentes, sabía que lo serían, no era la misma bruja que era cuando abandono aquel lugar ¿Cómo podría serlo? Después de todo lo que había vivido en el extranjero.

 

La chica suspiró, dispuesta a continuar con su tarea cuando una voz a sus espaldas la hizo girarse en redondo, la punta de una espada quedo a la altura de su estomago para después bajar lentamente hasta quedar apoyada en el piso. Al levantar la mirada pudo observar quien era el portador de aquella espada. No pudo evitar que una media sonrisa apareciera en su rostro.

 

-Pero mira a quien trajo el viento- la bruja coloco las manos sobre su cadera -Nada más y nada menos que mi querido Fokker, quien diría que al primero que vería a mi regreso sería a ti.

 

La chica observó al Crowley, parecía que el tiempo no había pasado en el semblante de aquel hombre, era exactamente igual y como lo recordaba. Con aquella sonrisa despreocupada y dispuesta a realizar alguna aventura, lo único diferente que pudo notar fue un brillo en su mirada pero fue algo tan fugaz que la chica pensó que habia sido solo producto de su imaginación.

 

-Pues en algún momento tenía que regresar a casa, ¿No crees? Así que decidí volver, nunca es tarde para comenzar de nuevo- miró la espada que el joven utilizaba como soporte -Parece que presentiste mi regreso y has venido preparado para algo más que una bienvenida, Te parece si me ayudas a terminar aquí y después podemos dar una vuelta por el castillo...Uno nunca sabe que se puede encontrar en este lugar.

 

La joven sonrió una vez más he hizo una seña al Crowley para que se adentrara a la habitación.

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  • 3 semanas más tarde...

En las afueras del Castillo

Eran como dos horas antes de que amaneciera, el cielo todavía estaba estrellado y oscuro, la luna se asomaba tímida detrás de unas nubes que no permitían que reflejara toda la luz. Era mejor así, pues alguien esa noche quería pasar desapercibida. Caminaba entonces lentamente sobre el suelo pedregoso que tantas veces había recorrido, intentando no hacer ruido ni llamar la atención. En eso le ayudaban los árboles de alrededor del camino, que con su altura y frondosidad la tapaban de pocas pero posibles miradas curiosas.

 

Una vez cerca de la gran portón de entrada quiso retroceder y volver, dio una media vuelta, camino unos pocos pasos y volvió a girar. Tenía ganas de volver a su hogar, pero a la vez tenía miedo de lo que pudiera pasar. La decisión ya estaba tomada, había pasado semanas pensando en qué hacer y por eso estaba allí. Sin embargo le costaba llevar a cabo todo lo planeado. Era distinto pensar y soñar, que hacerlo.

 

Se sentó sobre una roca cerca del camino y se dispuso a tomar fuerzas para animarse y entrar nuevamente al castillo. En realidad algo contraproducente, pues lo único que hizo fue aumentar sus inseguridades, con la avalancha de pensamientos que la esperaba.

 

Esta diminuta figura encapuchada era Valentine hecha una mujer. Aquella mujer que había vivido un sinfín de cosas en ese pueblo pequeño y mágico, había conocido a tanta gente, hecho amistades y enemistándose con algunos otros. Aprendió a luchar, a defenderse y también a atacar en los tantos enfrentamientos que vivió en su pasado. El duelo había sido su pasión en ese entonces, cuando estaba fuertemente introducida en el bando de mortífagos, su gran familia.

 

Por órdenes de los mortífagos de altos mandos se propuso cumplir una misión en favor al bando. Partió de Ottery también una madrugada pensando volver pronto, sin embargo su destino la llevó de un lugar a otro y cada vez que quiso regresar el trabajo la llamaba a otro lugar, a otras personas, a otros objetivos. Pasando el tiempo le fue cada vez más difícil volver, no obstante el cariño hacia su padre y sus amigos fue más fuerte.

 

Hasta le sonrojaba un poco pensar en que cuando ella se fue todavía era muy joven, una adolescente. Cuando eso todavía tenía energías y poca gente podía obligarla a lucir su mal carácter. Muchas veces se había preguntado cómo había ido a parar en el bando mortífago con la personalidad que tenía, tan alegre y risueña. Quizás se había hecho esa pregunta un poco temprano, pues ahora llegando a la adultez ya empezaba a abandonarla el buen humor y las ganas de divertirse todo el tiempo.

 

Ahora lo único que la diferenciaba de la antigua Valentine era la experiencia que había conseguido en los últimos tiempos. Su cara había cambiado apenas, todavía tenía cachetes que la hacían ver como niña. Lo único que cambió en ella fueron la pesadez en sus ojos, la pesadez de ver y aceptar cosas que no quería, de luchar, de aprender. Su cuerpo seguía siendo como antes, ella era de compostura pequeña, pero ahora llevaba una fuerza diferente debido al trabajo pesado que la llevó sus años de entrenamiento.

 

Por todos esos cambios y por el miedo de ver a su familia enojada por la ingratitud es que no se atrevía a entrar. Tenía miedo de ver cómo todos habían seguido sus vidas sin ella, cómo habían despertado cada mañana sin recordarla. Tenía mucho miedo de haber sido olvidada o lo peor, que la rechacen ahora que estaba de vuelta.

 

Entonces cuando el sol empezó a asomar a lo lejos, se puso de pie de un salto, endureció su mirada y su corazón y se acercó a llamar al portón. No importaba lo que fuera pasar ahí, no quería mostrarse débil y ansiosa. Mandó todos los sentimientos de inseguridad al fondo y se plantó ante su objetivo. Llamó a la entrada y esta se abrió ante ella.

 

Un escalofrío la recorrió al ver que algunas cosas habían cambiado, pero en general todo seguía intacto y unos cuantos recuerdos de su niñez la llenaron. Esta vez ya no iba a mirar atrás. Caminó lentamente pero con decisión hacia adentro, una vez llegado al umbral no tuvo que esperar demasiado, pues la puerta se abrió ante ella y tomando valentía en honor a su nombre, hizo lo que durante muchos años quiso hacer, dio un paso dentro de su verdadero hogar.

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Ese momento en que se vuelve a la casa, de madrugada, con el saco del traje sobre los hombros, la camisa desapuntada y la corbata en algún bolsillo del pantalón. Los muggle llaman a eso "el camino de la vergüenza" Ese instante en que los efectos del alcohol salen del cuerpo, la mente se aclara y los recuerdos de la noche anterior empiezan a florecer como imágenes inconexas en la cabeza. Cómo fragmentos de una película dirigida la mitad por Tarantino y la otra mitad por Lars Von Trier. El largo trayecto a casa donde se recuerda lo que hizo, lo que no hizo y lo que se dejó hacer. Así tal cual caminaba León por los terrenos que rodeaban el castillo de su familia aunque no precisamente invadido de vergüenza y desagrado, no.

 

Llevaba algunas noches que no iba a su propio hogar, aunque hogar es una palabra muy grande si se mira su definición como tal. Si estaba en un hogar, que poco a poco se había convertido en suyo. Las sabanas que compartía poco a poco se hacían suyas también, su esencia, por no decir más, quedaba en esa alcoba cuando él partía. La suya ahora parecía ajena, diferente y fría, como si le faltara algo. Pero no era a la alcoba a la que le faltaba algo, era él. La escasa luz del alba apenas se dejaba ver por entre la cumbre de la montaña en cuya falda reposa el lago y un poco más adelante, los bastos terrenos y jardines rodeados de abedules, robles y nogales que llenan las instancias del castillo de la familia Crowley.

 

<<"La Familia Crowley">>

 

Muchas veces el apelativo parecía quedarle grande a la gente que se reunía al rededor del castillo. Y no porque no fueran familia, ya que a fin de cuentas no siempre son los lazos de sangre los que amarran el corazón. De hecho eran más los amigos y conocidos los que de vez en cuando pasaban por el castillo a saludar que los familiares en si. Crowley de amistad, más no de sangre. Claudia se dejaba ver menos que el fantasma del castillo y seguía de ahí para arriba era dar rienda suelta a la imaginación. León, por ejemplo, no llevaba mucho tiempo de vuelta en el castillo desde su repentina desaparición. Desconocía del paradero de muchos de sus hijos, de su hermano. El castillo había permanecido deshabitado mucho tiempo, solo, vacío. La soledad llama tristeza, y la tristeza aleja.

 

León estaba precisamente pensando sobre el hogar, recordando las palabras de un escritor del mundo mágico que se hacía pasar por muggle desatendido. "IT" de Stephen King era una historia sobre un boggart suelto en el mundo muggle que se aprovecha de los miedos de un grupo de siete niños en un pueblo llamado Derry. Para los muggles, fue una historia original, impecable, perfecta. Y lo era en efecto, pero para gran parte de la comunidad mágica no era tan original, ni tan nueva. Derry, en cierta parte del libro, era denominado como el hogar, por que "El hogar es ese sitio donde, cuando tenemos que volver, están obligados a recibirnos " Si Eddie Kaspbrak supiera que nunca iba a volver a salir de Derry, no hubiera dejado su casa.

 

Un silueta, fina y delgada caminando no muy lejos por delante de él, lo sacó de sus pensamiento y lo detuvo. Una figura delgada, pequeña, como una porcelana refundida en la maleza del camino de tierra que lleva a la puerta principal. Una figura dubitativa que se sentó en una piedra antes de seguir su camino. Un transeúnte cansado, tal vez, un muggle perdido o uno de los ladrones que habían saqueado el castillo cuando no había nadie en él. La figura amagó con devolverse, lo que obligó al patriarca ocultarse tras un arbusto y luego siguió su camino al interior del castillo y para sorpresa de León, la reja se abrió sin ningún problema. Sin lugar a dudas, esa diminuta figura ya había estado en el castillo, fuera miembro de la familia o amigo, la reja le permitió el paso, así como lo haría la puerta del castillo.

 

Siguió a la figura, intrigado ya no solo por saber quien era, sino porque había dudado en entrar. Una de las amantes de él mismo buscando algo de herencia, o alguna hija de Fokker. Una sobrina de Claudia o simplemente un amigo lejano. Los primeros rayos del sol se desbordaban ya por la copa de los árboles más altos y le permitían una vista más adecuada. Cómo lo pensó, la puerta del castillo le permitió el ingreso tal y como lo hizo la reja y la ráfaga de viento proveniente del interior arrancó la capucha que cubría la cabeza del enigmático visitante. Rosados cabellos se dejaron caer y cubrieron el rostro de la mujer que León ya había podido reconocer. Un rosado un poco más oscuro del que la recordaba, pero los mofletes redondo que descansaban bajo sus ojos no habían cambiado. León dejó que la chica hiciera la catarsis completa, que su ojos se embriagaran con lo que veía y con lo que no veía. Esperó unos minutos y se acercó por la espalda, despacio y sin querer asustarla.

 

Este siempre será tu hogar y yo siempre seré tu padre Valent —soltó con voz suave mientras pasaba a su lado y se acomodaba frente a ella—. No importa cuanto tiempo pase o lo que hayas hecho, siempre serás bienvenida en este lugar.

 

@Valent

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